Alejandro Talavante: "A mí me daba miedo todo, menos el toro"
Es un torero atípico. Se reconoce
miedoso, de hábitos 'desordenados', practica yoga y ha empezado a leer a
los clásicos. Pero como él dice: "Un torero puede ser de cualquier
manera". Con motivo de la corrida picassiana, en la que se encerrará
con seis toros en el coso de Málaga,nos recibe con su mejor repertorio
de pases.
Por séptimo año consecutivo, Picasso llena de color la plaza de toros de la Malagueta, a la que estuvo especialmente vinculado en vida y a través de su obra. En esta ocasión es un único diestro, Alejandro Talavante, el que el próximo 19 de agosto se encierra para lidiar seis toros de otras tantas ganaderías. El torero extremeño tiene una idea clara: seguir la estela de José Tomás; no en vano confirmó la alternativa en las Ventas con el capote que el diestro de Galapagar le regaló cuando apenas tenía 12 o 13 años.
Alejandro Talavante es un hombre abierto y espontáneo, con mucho sentido del humor; un chico grande lleno de dudas y contradicciones, de genialidad y de sueños.
XLSemanal. Sus padres eran funcionarios en el Departamento de Sanidad Animal de la Junta de Extremadura.
Alejandro Talavante. La situación económica en casa era muy muy mediana. Nunca les pregunté cuánto ganaban, pero no creo que cumplieran los mínimos para criar a seis hijos. Cada día que pasa, me siento más orgulloso de mis orígenes.
XL. ¿De niño era un chico brillante en lo que se proponía?
A.T. Yo he fracasado muchas veces. Antes de dedicarme a esto, estuve probando en el fútbol, pero tenía mucho miedo al enfrentamiento con otros niños. La violencia siempre me ha dado pavor. Mi padre me decía que yo no tenía cojones para ser futbolista.
XL. ¿Es cierto que cuando iba al cine, si la película era de miedo, se la pasaba entera con los ojos cerrados?
A.T. Sí, sí; es verdad, soy miedoso quizá porque mi madre era muy protectora y nos tenía siempre debajo de su falda. A mí me daba miedo todo.
XL. ¡Pues eligió la profesión idónea!
A.T. Porque el toro no me transmitía ese miedo, me transmitía otra cosa. Pero no fue todo tan rápido. Después de querer ser futbolista, quise ser paleontólogo. Estaba flipado con los dinosaurios.
XL. ¿Cómo surge su afición al toro?
A.T. En la Escuela Taurina de Badajoz, a la que me apunté por probar. En casa había un lío muy gordo porque mis padres no se llevaban bien y un día estuvieron a punto de separarse. Fue justo ese día el que yo decidí apuntarme y aparecí con los papeles para que me los firmara mi madre, aprovechando que mi padre no estaba. Los firmó pensando que en dos semanas lo dejaría. Me dijo que no iba a aguantar porque me daban miedo hasta las becerras. Pero, en cuanto entré en la Escuela Taurina, supe que podía transmutar y sentir como José Tomás, quise ser como él.
XL. ¿Qué pasó al final con sus padres?A.T. Pues que se acabó el enfado y siguieron juntos. Ellos siempre me apoyaron cuando vieron que me lo tomaba en serio y me compraron lo que necesitaba: capotes, muletas... Fue un desembolso brutal que afectaba a mis hermanos.
XL. ¿No hubo recelos?
A.T. No, al revés: ellos estaban encantados con que yo llegara a ser torero. Desde entonces, en casa todos los días se comía lentejas, no había para más [sonríe].
XL. Pronto dejó de estudiar, no acabó primero de Bachillerato.
A.T. Porque ya hacía muchos viajes y perdía muchas clases. Iba a un instituto público bilingüe y, cuando la profesora me hablaba en inglés, yo me sentía fatal porque no podía seguir el ritmo de mis compañeros. Así que un día me levanté y me fui de clase para siempre. ¡Vamos!, que yo no he sabido lo que es el esfuerzo hasta hace bien poco, siempre he sido un cabrón que solo pensaba en mí y, a veces, me arrepiento.
XL. Más que eso, lo que parece es que era un poco egoísta.
A.T. Sí, bastante [sonríe]. Yo solo pensaba en torear, y lo demás me daba igual. Mi padre me recogía en el colegio y me llevaba a Zalduendo, donde entrenaban Paco Ojeda, Ponce, Espartaco, José Tomás, el Juli, Morante, Curro Vázquez... Cuando ellos terminaban, le decían a mi padre: «Hala, que salga el niño un rato». Ellos fueron mis ídolos.
XL. Hasta que quiso parecerse solo a uno: a José Tomás.
A.T. Hay un momento en que tienes que decidir qué camino coger, y yo cogí el más difícil: la línea de José Tomás, sí. Para mí, él es un dios.
XL. Dice usted que las cicatrices le parecen medallas.
A.T. Las cornadas siempre son errores que se difuminan en cuanto empieza la sangre a brotar; pero, cuando se curan, son medallas. A mí me gustan las cicatrices. Cuando empecé a torear, estaba siempre esperando la primera cornada, ese día en el que no sabes cómo vas a reaccionar.
XL. ¡Madre mía!
A.T. A mí me sacaban un análisis y me mareaba. Pero el primer día que tuve una cornada, lo aguanté, me miré y lo superé.
XL. ¿Cómo encajó el éxito y ganar mucho dinero?
A.T. El éxito, al principio, mal; es complicado. El personaje que se crea en torno a ti, teniendo poca edad, te vuelve desconfiado. El dinero, sin embargo, no me cambió nada, yo pasaba de la pasta. Creamos un equipo que gestionó todo eso, pero pasé de ser el último mono a ser el cabeza de familia. Con 16 años, esa sensación, lejos de asustarme, me gustaba. Mis hermanos empezaron a estudiar: uno, Derecho en Salamanca; otra, Periodismo en Madrid... Mi padre pidió una excedencia para poder acompañarme y mi madre venía casi siempre a la plaza.
XL. Pero las cosas cambiaron.
A.T. Sí y fue durísimo. La mía es una profesión complicada en la que es muy difícil gestionar todas las emociones. Llegó un momento en que mis padres ya no eran necesarios a mi lado. Fue un paso duro, muy duro, que me costó una barbaridad dar. Pero esta profesión te exige que tu entorno sea favorable y que no potencie los defectos que tienes.
XL. ¿Qué tal se lo tomó su padre?
A.T. Pues... más o menos. Al principio, mal. Fue complicado explicarle que necesitaba a alguien de más nivel para gestionar ese volumen grande de cosas que entraban. Pero lo terminó entendiendo.
XL. Y esto sucede cuando cambia de apoderado y se pone en manos de Antonio Corbacho, el mismo que lo fuera de José Tomás.
A.T. Sí, Corbacho supuso en mi carrera un antes y un después. Con lo a gusto que estaba yo en casa de mis padres, jugando con mi PlayStation, fue él quien me dijo: «Tienes que salir de casa, tú no eres un niño». Y me metió en una aldea que no tenía de nada, solo campo y 15 o 20 habitantes (La Alcornocosa, en Sevilla), y allí estuve tres años, de los 16 a los 19. A veces lo pasaba muy mal, no hacía más que darle vueltas al coco.
XL. ¿Cómo consiguió quitarse sus miedos?
A.T. Aprendí a torear sin pensar. Solo me concentro antes de la corrida; después, cuando me pongo delante del toro, todo es intuición, no pienso. Te tienes que fiar de tu instinto y dejarte llevar. Entonces se te quita el miedo y te gusta que el toro pase muy cerca de ti, rozándote el cuerpo, y empiezas a disfrutar porque todo sale de tu control.
XL. ¿Llega a ser amigo de otros toreros?
A.T. No [rotundo]. Un torero no llega a ser tu amigo. Siempre hay una competencia de egos fuerte; no sé si es buena o es mala, pero la hay.
XL. ¿Quiénes son sus mejores amigos?
A.T. ¿Mejores? [Sonríe]. Con mi mejor amigo no me hablo, no nos aguantamos ya porque estamos todo el día discutiendo. Es banderillero y somos amigos desde chicos. Ahora nos llevamos fatal, pero sigue siendo mi mejor amigo.
XL. Hay que estar un poco loco para dedicarse a esto... ¿o no?
A.T. Sí, pero yo no sería capaz de torear en las circunstancias en que torean algunos de mis compañeros, con una vida tan ordenada; para mí, la locura es tener una vida ordenada. Creo que el equilibrio puede perjudicarte.
XL. ¿Se reconoce un desequilibrado?
A.T. Más o menos, sí. Dentro de que hago una vida sana, me levanto tarde, me acuesto tarde, por las noches me pongo a ver vídeos de toros y a leer... Es que yo necesito leer porque soy un cateto y no he leído nada [suspira].
XL. ¿Qué lee?
A.T. Me regalaron un libro de José Bergamín y estoy aprendiendo mucho. También he leído los tres primeros libros de Proust y voy a seguir con el resto de ellos. Mi padre, cuando me ve leerlos, se descojona de mí.
XL. ¿Cuáles son sus lujos?
A.T. Quizá el lujo más gordo que te da el dinero es la libertad, y la libertad es la leche; no la cambio por nada.
XL. ¿Tiene las metas bastante claras?
A.T. ¡Pues no! [Ríe]. A veces me paro a pensar dentro de esta vorágine y me digo: «¿Qué hago yo poniéndome delante de este bicho en el siglo que estamos? ¿Estoy buscando qué, perdiendo qué?».
XL. ¿Y qué se responde?
A.T. Nada, cuando me pongo así, procuro quitarme esas dudas de la cabeza. A veces me veo fuera de lugar, peso 65 kilos, me veo frágil, no me veo poderoso, no me veo fuerte para aguantar delante de un toro y, sin embargo, lo hago. Aunque haya días que piense que todo esto es surrealista.
XL. Pero ha dicho que le gustaría morir en el ruedo...
A.T. Cada uno se morirá cuando le toque y donde le toque, pero el ruedo no es un mal sitio [sonríe].
XL. ¿Es de los que piensan que se sale al ruedo a triunfar o a morir?
A.T. ¡Nooo!, si salgo así no pego un pase. No pienso que puedo morir. Creo que le damos demasiada importancia a la muerte.
XL. El agnosticismo que dice que tiene ¿lo mantiene firme?
A.T. No es radical. Yo me acuerdo de mucha gente a la que quiero que ha fallecido y no pienso radicalmente que no están; pero no soy una persona religiosa.
XL. Ahora vive con su familia en su finca en Olivenza (Badajoz), muy cerca de la del Juli, de la de Ojeda...
A.T. Fue una inversión pura y dura, porque a mí no me gustaba el campo, no me llamaba la atención, no me gustaban los caballos y me da cosa montarlos...
XL. ¿Reconoce que es usted un torero muy raro?
A.T. Sí [risas]. Creo que las formas del torero están muy encasilladas y que, en realidad, un torero puede ser de cualquier manera.
XL. ¿Cree que acabarán prohibiendo las corridas de toros en España?
A.T. A lo mejor sí; y nos vendría bien que se acabaran unos añitos porque, cuando vuelvan, van a valer mucho más.
XL. ¡Menuda teoría! [Risas]. ¿Y si no vuelven?
A.T. Si las prohíben para siempre, a mí me va a venir de puta madre porque o me forro por torear clandestinamente o me meten preso. No concibo vivir sin torear. Mientras haya un toro ahí, yo me voy a poner delante.
TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL - PORTADA - BENICIO DEL TORO - ACTOR,.
- foto--Benicio del Toro: "He sido un troglodita, pero también he sabido mantenerme a raya"
Es una anomalía en Hollywood. Una
estrella nacida en Puerto Rico y soltero, que lo mismo hace de villano
latino como de licántropo o de cooperante en Bosnia. Este es,
justamente, su papel en 'Un día perfecto', la nueva cinta de Fernando
León de Aranoa, aunque, como verá en esta entrevista, lo suyo no es
precisamente salvar al mundo.
Yo pensaba que sí, que conseguiría llegar a Hollywood. Pero
algunos días me decía: 'Bueno, si no lo consigues, siempre puedes ir a
Disney World y hacer de Mickey Mouse'. En fin, lo importante es que
quería ser actor».
Aquello ocurrió a finales de los años ochenta, cuando conseguir un papel de extra en un vídeo de Madonna [La isla bonita] ya era una recompensa. Hoy en día, a sus 48 años, Del Toro es un valor seguro en la gran pantalla, curtido en un largo camino que arrancó como estereotipo de villano latino para convertirse con el tiempo en icono del cine indie gracias a cintas como Sospechosos habituales o Miedo y asco en Las Vegas. Después vinieron el Oscar, por su papel en Traffic, y el desarrollo de proyectos tan personales como Che, con Steven Soderbergh. Ahora, de la mano de Fernando León de Aranoa, el actor estrena el 28 de agosto Un día perfecto, la historia de un grupo de cooperantes en la guerra de los Balcanes.
XLSemanal. ¿Cómo le convenció León de Aranoa para hacer esta película?
Benicio del Toro. Lo conocí hace tiempo, una noche en Madrid, con Carlos Bardem. Ya había visto Los lunes al sol. Me mandó el guion y me gustó mucho porque era un personaje distinto. Nos reunimos y le dije que, si me esperaba un año, podría hacerla. Y me esperó.
XL. En cada rodaje utiliza una música distinta para entrar en el personaje. ¿Qué escuchó para Un día perfecto?
B.T. Mucho flamenco y Camarón cuando rodamos en Granada. Pero también un poco de Bruce Springsteen. Fernando y yo hablamos bastante de él porque mi personaje, Mambrú, podría haber salido de una de sus canciones.
XL. Supongo que habrá conocido a unos cuantos cooperantes. ¿De qué están hechas estas personas que se enfrentan a la miseria de una guerra con ánimo altruista?
B.T. Conocí a algunos trabajadores humanitarios en Madrid y también a la mujer que escribió el libro en el que está basado el guion. Supongo que están hechos de la misma pasta que la enfermera, el médico o el bombero. Tienen un sentido profundo del altruismo y, al mismo tiempo, están dispuestos a caminar sobre la cuerda floja, porque puede ser un trabajo peligroso. Y deben tener sentido del humor, su única válvula de escape. Son gente muy especial, casi casi santos.
XL. Sus antepasados eran españoles. ¿Qué relación le une con nuestro país ahora?
B.T. Tengo que tener familia lejana, pero nunca nos hemos puesto en contacto. Sé que el hermano de mi abuela regresó a España y que un bisabuelo mío fue condecorado por devolver a unos soldados españoles que habían muerto durante la guerra del 98. En España me siento cómodo, me gustaría hacer más cine allí porque hay muchísimo talento.
XL. ¿Y con qué otros cineastas españoles le gustaría trabajar?
B.T. ¡Con Víctor Erice! Para mí es uno de los grandes maestros. Lo conozco, soy amigo suyo. Tiene un proyecto para mí, pero él tiene su ritmo.
XL. Dicen que ser isleño marca. ¿Qué significa ser puertorriqueño?
B.T. ¿Qué es Puerto Rico? ¡Es la yema del huevo! Son los sonidos, los olores, mi niñez... Mi primera actuación fue imitar a mi viejo, ¿sabes? Y el escenario era esa humedad y ese calor y unos sapitos que por la noche pitan.
XL. ¿Cómo fue esa infancia?
B.T. Fue una infancia bonita con una nube oscura, porque mi madre estaba enferma. Ella murió cuando yo tenía nueve años. Eso nunca se supera del todo. Es una flecha que no te puedes quitar, una herida con la que hay que vivir.
XL. Aun así, dice que fue bonita...
B.T. Sí, fue una infancia feliz: con muchos primos, mucha calle... Yo era muy inquieto. Me tenían con la cadena al cuello [se ríe]. Cuando mi vieja fallece, yo empiezo a coger calle de verdad. Con diez años, ya sabía bastante [se ríe]. Creo que fue una reacción hacia ese dolor. Y, a veces, me metía en problemas.
XL. Viene de familia de abogados, ¿cómo reaccionaron cuando dijo que quería ser actor?
B.T. Nunca lo dije. Hubiese sido declarar la guerra [se ríe]. Mi padre y mi madrina eran mis dos grandes influencias y los dos son abogados. No estaban de acuerdo. Querían que acabara el colegio. Y lo entiendo. La posibilidad de vivir de esto es muy pequeña. Ahora, mirando atrás, yo también le diría al joven Benicio que acabara de estudiar. Uno estudia Derecho o Medicina, pasa las reválidas y consigue un trabajo. El actor puede estudiar interpretación, pero eso no quiere decir nada. Es una lotería.
XL. ¿Y cuándo respiraron por fin tranquilos en su casa? ¿Con Sospechosos habituales?
B.T. ¡No! Yo creo que cuando gané el Oscar [se ríe]. Mi carrera ha estado llena de altibajos. Empecé haciendo de malo en una película de James Bond. ¿Te imaginas un jibarito de Puerto Rico en una peli de James Bond? Todo el mundo pensó que sería una gran estrella, pero después de aquello dejé de trabajar o solo hacía cositas pequeñas.
XL. Supongo que a estas alturas ya sabe navegar las aguas de este negocio, ¿no?
B.T. ¡No, qué va! Todo cambia constantemente. He hecho más de 30 películas y, cuando piensas que ya sabes cómo funciona todo, llegas al siguiente rodaje y dices: «¡Esto es nuevo!». No hay una fórmula que funcione siempre. En cada trabajo cambias de oficina, de historia, de uniforme, de jefe, de colegas... No se trata solo de tener talento o de estudiar, hay que saber moverse, manejar los egos, las personalidades...
XL. Hay quien dice que el Oscar puede ser una maldición. ¿Está de acuerdo?
B.T. ¡No! Si te quieren dar un Oscar, ¡cógelo! [se ríe]. Siempre ayuda. Lo que pasa es que hay quien piensa que después del Oscar todo es cuesta abajo. Y para mí no ha sido así. Yo he seguido teniendo cuestas arriba y cuestas abajo. Es parte de la historia de mi carrera: montañas y más montañas.
XL. De hecho, ha seguido haciendo más cine indie que comercial...
B.T. Es que yo no cambié después del Oscar. Tuve la oportunidad de hacer cosas más comerciales, pero no me interesaban. Quería controlar mis decisiones. Además, no quiero ser simplemente un actor, quiero implicarme también como productor en mis proyectos. Pero el Oscar, por ejemplo, me permitió hacer la película sobre el Che.
XL. Su personaje más importante... ¿Qué poso le quedó de él?
B.T. Su determinación. Aunque tenía asma, siempre intentó subir el volcán Popocatépetl, pero nunca llegó a la cima. Ese espíritu de superación, esa búsqueda de la verdad, esa determinación por estar siempre del lado de los olvidados...
XL. También ha interpretado al narco Pablo Escobar y va a ponerse en la piel de Hernán Cortés. Los iconos son su especialidad. ¿No le infunden respeto?
B.T. Sí, pero hay que atreverse, ¿no? Lo que yo buscaba en el caso del Che era lograr una interpretación lo más honesta posible. Y, para eso, fuimos a Cuba, hablamos con gente que lo conoció, que vivió con él; hicimos un trabajo de investigación muy serio.
XL. Lleva 25 años en este negocio. ¿Qué hay que hacer para mantenerse cuerdo en Hollywood?
B.T. No creerse lo que escriben o dicen de uno. Ya sea bueno o malo. Y no olvidarte de dónde vienes. Y no hablo solo de tus raíces, sino de cuando empezaste a actuar, de lo que te movía, del amor por el oficio. De todos modos, no creo que sea una sola cosa. Si así fuera, todos los famosos andarían bien derechitos, ¿verdad?
XL. Pero usted siempre ha esquivado grandes escándalos. ¿Es que ha llevado una vida tranquila o ha tenido sus momentos salvajes y ha sabido ser discreto?
B.T. Todo lo anterior [se ríe]. Todo es correcto. He sido discreto, he sido un troglodita, pero también he sabido mantenerme a raya. Pero todo lo que se ha dicho de mí no ha sido bueno. He ido a audiciones en las que me han dicho que yo era el peor actor que habían visto en su vida. O que estaba borracho. Eso puede hacer que una persona se suba en un avión y se vuelva a Puerto Rico. A nadie le sale todo bien. Incluso a aquellos a los que parece que todo les ha salido redondo han fracasado mil veces. Lo que pasa es que son hormiguitas y vuelven a intentarlo. Mucha gente cree que yo llegué a Hollywood y todo me salió bien. ¡Muchacho! Yo también las he pasado canutas, momentos en los que tuve siete audiciones seguidas y en todas era: «No». Y te vas a casa, solito y desinflado.
XL. La comunidad latina cada vez tiene más influencia en Estados Unidos. Sin embargo, sigue siendo un colectivo vulnerable. ¿Qué tiene que cambiar para ellos?
B.T. Lo más importante es que esas personas indocumentadas que no han hecho más que trabajar para sacar adelante a sus familias sean tratadas con dignidad. Y punto. No puedes coger a una mujer que limpia habitaciones en un hotel, meterla en un autobús con su gente y llevarla hasta la frontera. Así se mueven las vacas, no las personas. Es muy triste que eso pase en un país como Estados Unidos, que se supone que es el cerebro del mundo. Lo mismo ocurre con el problema de las armas. Este un país muy progresista para muchas cosas, pero para otras no lo es en absoluto.
XL. ¿Y qué tienen que hacer los propios latinos para impulsar el cambio?
B.T. Lo más importante es que voten. Que estén concienciados de que esa es la única manera de ser visibles. También tienen que levantarse para denunciar las injusticias. Ese es un derecho de este país y tienen que ejercerlo.
XL. Usted que conoce Cuba a fondo ¿cómo valora el paso histórico que ha dado Obama?
B.T. Creo que, por primera vez, Estados Unidos está escuchando a Cuba. Y viceversa. Yo creía que jamás sucedería. Pero si había un presidente capaz de hacerlo era Obama, sobre todo después de ser reelegido. Ahora, vamos a ver cómo se materializa. Tampoco se puede esperar que Estados Unidos levante el embargo y que Cuba tenga que hacer todo lo que dice Estados Unidos. Eso no va a pasar.
XL. ¿Cómo se imagina el futuro de la isla? ¿Será capaz de preservar su esencia?
B.T. Todo depende de la velocidad del cambio. Es un pueblo muy bien educado, que conoce su historia, por eso no van a perder su esencia. Pero habrá cambios, nada se puede quedar como está. El único libro que no se puede reescribir es la Biblia. Hasta Picasso decía que sus cuadros nunca estaban terminados.
XL. Los 50 están a la vuelta de la esquina. ¿Qué tal le están tratando los años?
B.T. No le presto atención a la edad, pero tampoco echo de menos tener 30 años. Eso sí, me gustaría estar menos ocupado, tengo muchos proyectos sobre la mesa. Nunca he ido de vacaciones, pero ahora las necesito. Antes, me levantaba a mediodía y pensaba: «¿Qué voy a hacer hoy?». Eso ya no existe. Me levanto temprano, hago ejercicio y empiezo a hacer cosas. Y también tengo que sacar tiempo para mi hija.
XL. ¿Cómo le ha cambiado la vida convertirse en padre?
B.T. Supongo que la vida me ha cambiado, pero yo sigo siendo el mismo. Es algo muy lindo. Me encanta ver que es alguien completamente original. No soy yo, no es su madre, ella es ella. Veo dibujos y películas de Shirley Temple que no veía desde que era un niño. Estoy reviviendo mi niñez. Va a cumplir cuatro años y ya empieza a explicarme cosas. Se lo inventa todo, ¡es una embustera! Como el padre [se ríe].
XL. Al menos se habrá vuelto más protector, ¿no?
B.T. Sí, eso es cierto. Si algo le sucede a esa niña... Yo soy capaz de ponerme delante de un tren por ella. Antes, no lo hubiera hecho por nadie. Ni siquiera por mí mismo.
XL. Es uno de los solteros de oro de Hollywood. Se diría que no tener pareja es un pecado en este negocio, ¿no cree?
B.T. Sí, ¿verdad? Si vas a una librería, encontrarás miles de libros sobre cómo estar en pareja, pero ni uno solo sobre cómo estar con uno mismo. La sociedad tiene sus normas, sus uniformes y no tener pareja puede convertirte en un tipo raro a ojos de los demás. Pero para mí lo primordial es divertirse, estar a gusto.
XL. ¿Y usted se lleva bien consigo mismo?
B.T. No todo el tiempo. Constantemente me reprocho cosas: la estupidez, la vagancia, la distracción... Supongo que mi situación personal es distinta. No estoy con la madre de mi hija, estoy con mi hija, pero hay mucho amor para esa niña. Tengo amistades, pero no necesariamente una pareja. Para eso, debes tener tiempo y cuando viajas tanto como yo es difícil. Ahora, mi tiempo es para mi niña, ella es la number one. ¡Y lo sabe!
Aquello ocurrió a finales de los años ochenta, cuando conseguir un papel de extra en un vídeo de Madonna [La isla bonita] ya era una recompensa. Hoy en día, a sus 48 años, Del Toro es un valor seguro en la gran pantalla, curtido en un largo camino que arrancó como estereotipo de villano latino para convertirse con el tiempo en icono del cine indie gracias a cintas como Sospechosos habituales o Miedo y asco en Las Vegas. Después vinieron el Oscar, por su papel en Traffic, y el desarrollo de proyectos tan personales como Che, con Steven Soderbergh. Ahora, de la mano de Fernando León de Aranoa, el actor estrena el 28 de agosto Un día perfecto, la historia de un grupo de cooperantes en la guerra de los Balcanes.
XLSemanal. ¿Cómo le convenció León de Aranoa para hacer esta película?
Benicio del Toro. Lo conocí hace tiempo, una noche en Madrid, con Carlos Bardem. Ya había visto Los lunes al sol. Me mandó el guion y me gustó mucho porque era un personaje distinto. Nos reunimos y le dije que, si me esperaba un año, podría hacerla. Y me esperó.
XL. En cada rodaje utiliza una música distinta para entrar en el personaje. ¿Qué escuchó para Un día perfecto?
B.T. Mucho flamenco y Camarón cuando rodamos en Granada. Pero también un poco de Bruce Springsteen. Fernando y yo hablamos bastante de él porque mi personaje, Mambrú, podría haber salido de una de sus canciones.
XL. Supongo que habrá conocido a unos cuantos cooperantes. ¿De qué están hechas estas personas que se enfrentan a la miseria de una guerra con ánimo altruista?
B.T. Conocí a algunos trabajadores humanitarios en Madrid y también a la mujer que escribió el libro en el que está basado el guion. Supongo que están hechos de la misma pasta que la enfermera, el médico o el bombero. Tienen un sentido profundo del altruismo y, al mismo tiempo, están dispuestos a caminar sobre la cuerda floja, porque puede ser un trabajo peligroso. Y deben tener sentido del humor, su única válvula de escape. Son gente muy especial, casi casi santos.
XL. Sus antepasados eran españoles. ¿Qué relación le une con nuestro país ahora?
B.T. Tengo que tener familia lejana, pero nunca nos hemos puesto en contacto. Sé que el hermano de mi abuela regresó a España y que un bisabuelo mío fue condecorado por devolver a unos soldados españoles que habían muerto durante la guerra del 98. En España me siento cómodo, me gustaría hacer más cine allí porque hay muchísimo talento.
XL. ¿Y con qué otros cineastas españoles le gustaría trabajar?
B.T. ¡Con Víctor Erice! Para mí es uno de los grandes maestros. Lo conozco, soy amigo suyo. Tiene un proyecto para mí, pero él tiene su ritmo.
XL. Dicen que ser isleño marca. ¿Qué significa ser puertorriqueño?
B.T. ¿Qué es Puerto Rico? ¡Es la yema del huevo! Son los sonidos, los olores, mi niñez... Mi primera actuación fue imitar a mi viejo, ¿sabes? Y el escenario era esa humedad y ese calor y unos sapitos que por la noche pitan.
XL. ¿Cómo fue esa infancia?
B.T. Fue una infancia bonita con una nube oscura, porque mi madre estaba enferma. Ella murió cuando yo tenía nueve años. Eso nunca se supera del todo. Es una flecha que no te puedes quitar, una herida con la que hay que vivir.
XL. Aun así, dice que fue bonita...
B.T. Sí, fue una infancia feliz: con muchos primos, mucha calle... Yo era muy inquieto. Me tenían con la cadena al cuello [se ríe]. Cuando mi vieja fallece, yo empiezo a coger calle de verdad. Con diez años, ya sabía bastante [se ríe]. Creo que fue una reacción hacia ese dolor. Y, a veces, me metía en problemas.
XL. Viene de familia de abogados, ¿cómo reaccionaron cuando dijo que quería ser actor?
B.T. Nunca lo dije. Hubiese sido declarar la guerra [se ríe]. Mi padre y mi madrina eran mis dos grandes influencias y los dos son abogados. No estaban de acuerdo. Querían que acabara el colegio. Y lo entiendo. La posibilidad de vivir de esto es muy pequeña. Ahora, mirando atrás, yo también le diría al joven Benicio que acabara de estudiar. Uno estudia Derecho o Medicina, pasa las reválidas y consigue un trabajo. El actor puede estudiar interpretación, pero eso no quiere decir nada. Es una lotería.
XL. ¿Y cuándo respiraron por fin tranquilos en su casa? ¿Con Sospechosos habituales?
B.T. ¡No! Yo creo que cuando gané el Oscar [se ríe]. Mi carrera ha estado llena de altibajos. Empecé haciendo de malo en una película de James Bond. ¿Te imaginas un jibarito de Puerto Rico en una peli de James Bond? Todo el mundo pensó que sería una gran estrella, pero después de aquello dejé de trabajar o solo hacía cositas pequeñas.
XL. Supongo que a estas alturas ya sabe navegar las aguas de este negocio, ¿no?
B.T. ¡No, qué va! Todo cambia constantemente. He hecho más de 30 películas y, cuando piensas que ya sabes cómo funciona todo, llegas al siguiente rodaje y dices: «¡Esto es nuevo!». No hay una fórmula que funcione siempre. En cada trabajo cambias de oficina, de historia, de uniforme, de jefe, de colegas... No se trata solo de tener talento o de estudiar, hay que saber moverse, manejar los egos, las personalidades...
XL. Hay quien dice que el Oscar puede ser una maldición. ¿Está de acuerdo?
B.T. ¡No! Si te quieren dar un Oscar, ¡cógelo! [se ríe]. Siempre ayuda. Lo que pasa es que hay quien piensa que después del Oscar todo es cuesta abajo. Y para mí no ha sido así. Yo he seguido teniendo cuestas arriba y cuestas abajo. Es parte de la historia de mi carrera: montañas y más montañas.
XL. De hecho, ha seguido haciendo más cine indie que comercial...
B.T. Es que yo no cambié después del Oscar. Tuve la oportunidad de hacer cosas más comerciales, pero no me interesaban. Quería controlar mis decisiones. Además, no quiero ser simplemente un actor, quiero implicarme también como productor en mis proyectos. Pero el Oscar, por ejemplo, me permitió hacer la película sobre el Che.
XL. Su personaje más importante... ¿Qué poso le quedó de él?
B.T. Su determinación. Aunque tenía asma, siempre intentó subir el volcán Popocatépetl, pero nunca llegó a la cima. Ese espíritu de superación, esa búsqueda de la verdad, esa determinación por estar siempre del lado de los olvidados...
XL. También ha interpretado al narco Pablo Escobar y va a ponerse en la piel de Hernán Cortés. Los iconos son su especialidad. ¿No le infunden respeto?
B.T. Sí, pero hay que atreverse, ¿no? Lo que yo buscaba en el caso del Che era lograr una interpretación lo más honesta posible. Y, para eso, fuimos a Cuba, hablamos con gente que lo conoció, que vivió con él; hicimos un trabajo de investigación muy serio.
XL. Lleva 25 años en este negocio. ¿Qué hay que hacer para mantenerse cuerdo en Hollywood?
B.T. No creerse lo que escriben o dicen de uno. Ya sea bueno o malo. Y no olvidarte de dónde vienes. Y no hablo solo de tus raíces, sino de cuando empezaste a actuar, de lo que te movía, del amor por el oficio. De todos modos, no creo que sea una sola cosa. Si así fuera, todos los famosos andarían bien derechitos, ¿verdad?
XL. Pero usted siempre ha esquivado grandes escándalos. ¿Es que ha llevado una vida tranquila o ha tenido sus momentos salvajes y ha sabido ser discreto?
B.T. Todo lo anterior [se ríe]. Todo es correcto. He sido discreto, he sido un troglodita, pero también he sabido mantenerme a raya. Pero todo lo que se ha dicho de mí no ha sido bueno. He ido a audiciones en las que me han dicho que yo era el peor actor que habían visto en su vida. O que estaba borracho. Eso puede hacer que una persona se suba en un avión y se vuelva a Puerto Rico. A nadie le sale todo bien. Incluso a aquellos a los que parece que todo les ha salido redondo han fracasado mil veces. Lo que pasa es que son hormiguitas y vuelven a intentarlo. Mucha gente cree que yo llegué a Hollywood y todo me salió bien. ¡Muchacho! Yo también las he pasado canutas, momentos en los que tuve siete audiciones seguidas y en todas era: «No». Y te vas a casa, solito y desinflado.
XL. La comunidad latina cada vez tiene más influencia en Estados Unidos. Sin embargo, sigue siendo un colectivo vulnerable. ¿Qué tiene que cambiar para ellos?
B.T. Lo más importante es que esas personas indocumentadas que no han hecho más que trabajar para sacar adelante a sus familias sean tratadas con dignidad. Y punto. No puedes coger a una mujer que limpia habitaciones en un hotel, meterla en un autobús con su gente y llevarla hasta la frontera. Así se mueven las vacas, no las personas. Es muy triste que eso pase en un país como Estados Unidos, que se supone que es el cerebro del mundo. Lo mismo ocurre con el problema de las armas. Este un país muy progresista para muchas cosas, pero para otras no lo es en absoluto.
XL. ¿Y qué tienen que hacer los propios latinos para impulsar el cambio?
B.T. Lo más importante es que voten. Que estén concienciados de que esa es la única manera de ser visibles. También tienen que levantarse para denunciar las injusticias. Ese es un derecho de este país y tienen que ejercerlo.
XL. Usted que conoce Cuba a fondo ¿cómo valora el paso histórico que ha dado Obama?
B.T. Creo que, por primera vez, Estados Unidos está escuchando a Cuba. Y viceversa. Yo creía que jamás sucedería. Pero si había un presidente capaz de hacerlo era Obama, sobre todo después de ser reelegido. Ahora, vamos a ver cómo se materializa. Tampoco se puede esperar que Estados Unidos levante el embargo y que Cuba tenga que hacer todo lo que dice Estados Unidos. Eso no va a pasar.
XL. ¿Cómo se imagina el futuro de la isla? ¿Será capaz de preservar su esencia?
B.T. Todo depende de la velocidad del cambio. Es un pueblo muy bien educado, que conoce su historia, por eso no van a perder su esencia. Pero habrá cambios, nada se puede quedar como está. El único libro que no se puede reescribir es la Biblia. Hasta Picasso decía que sus cuadros nunca estaban terminados.
XL. Los 50 están a la vuelta de la esquina. ¿Qué tal le están tratando los años?
B.T. No le presto atención a la edad, pero tampoco echo de menos tener 30 años. Eso sí, me gustaría estar menos ocupado, tengo muchos proyectos sobre la mesa. Nunca he ido de vacaciones, pero ahora las necesito. Antes, me levantaba a mediodía y pensaba: «¿Qué voy a hacer hoy?». Eso ya no existe. Me levanto temprano, hago ejercicio y empiezo a hacer cosas. Y también tengo que sacar tiempo para mi hija.
XL. ¿Cómo le ha cambiado la vida convertirse en padre?
B.T. Supongo que la vida me ha cambiado, pero yo sigo siendo el mismo. Es algo muy lindo. Me encanta ver que es alguien completamente original. No soy yo, no es su madre, ella es ella. Veo dibujos y películas de Shirley Temple que no veía desde que era un niño. Estoy reviviendo mi niñez. Va a cumplir cuatro años y ya empieza a explicarme cosas. Se lo inventa todo, ¡es una embustera! Como el padre [se ríe].
XL. Al menos se habrá vuelto más protector, ¿no?
B.T. Sí, eso es cierto. Si algo le sucede a esa niña... Yo soy capaz de ponerme delante de un tren por ella. Antes, no lo hubiera hecho por nadie. Ni siquiera por mí mismo.
XL. Es uno de los solteros de oro de Hollywood. Se diría que no tener pareja es un pecado en este negocio, ¿no cree?
B.T. Sí, ¿verdad? Si vas a una librería, encontrarás miles de libros sobre cómo estar en pareja, pero ni uno solo sobre cómo estar con uno mismo. La sociedad tiene sus normas, sus uniformes y no tener pareja puede convertirte en un tipo raro a ojos de los demás. Pero para mí lo primordial es divertirse, estar a gusto.
XL. ¿Y usted se lleva bien consigo mismo?
B.T. No todo el tiempo. Constantemente me reprocho cosas: la estupidez, la vagancia, la distracción... Supongo que mi situación personal es distinta. No estoy con la madre de mi hija, estoy con mi hija, pero hay mucho amor para esa niña. Tengo amistades, pero no necesariamente una pareja. Para eso, debes tener tiempo y cuando viajas tanto como yo es difícil. Ahora, mi tiempo es para mi niña, ella es la number one. ¡Y lo sabe!
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