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Cuando la mina San José se derrumbo en agosto de 2010, treinta y
tres mineros quedaron atrapados a cientos de metros bajo tierra.
Permanecieron enterrados durante sesenta y nueve días y el mundo entero
fue testigo de lo que sucedió.
Esa mina se convirtió para ellos en un ataúd, en un entierro en vida del que pensaron que nunca lograrían escapar, y para sus familiares, cada día pasó a ser una lucha contra reloj para lograr el milagro que pudiera rescatarlos de allí.
Es periodista y ganador del Premio Pulitzer Héctor Tobar ha podido dialogar directamente con los treinta y tres mineros, a quienes entrevistó durante semanas. El resultado de esas conversaciones queda registrado en este fascinante libro que no hace revivir intensamente la sensación claustrofóbica de los mineros, el horror a ser lentamente consumidos por el hambre, la lucha por la supervivencia y el componente espiritual y místico que rodea la vida de esos hombres acostumbrados a trabajar en una situación de peligro constante.
En la oscuridad es una obra maestra del periodismo que atrapa desde la primera página y que transmite todos los matices de una experiencia humana extraordinaria.
TÍTULO: EN PRIMER PLANO - Los hermanos Koch: Los "dueños" del partido republicano,.
En primer plano / fotos
Esa mina se convirtió para ellos en un ataúd, en un entierro en vida del que pensaron que nunca lograrían escapar, y para sus familiares, cada día pasó a ser una lucha contra reloj para lograr el milagro que pudiera rescatarlos de allí.
Es periodista y ganador del Premio Pulitzer Héctor Tobar ha podido dialogar directamente con los treinta y tres mineros, a quienes entrevistó durante semanas. El resultado de esas conversaciones queda registrado en este fascinante libro que no hace revivir intensamente la sensación claustrofóbica de los mineros, el horror a ser lentamente consumidos por el hambre, la lucha por la supervivencia y el componente espiritual y místico que rodea la vida de esos hombres acostumbrados a trabajar en una situación de peligro constante.
En la oscuridad es una obra maestra del periodismo que atrapa desde la primera página y que transmite todos los matices de una experiencia humana extraordinaria.
TÍTULO: EN PRIMER PLANO - Los hermanos Koch: Los "dueños" del partido republicano,.
Los hermanos Koch: Los "dueños" del partido republicano
Son inmensamente ricos y nunca han
ocultado su deseo de ser poderosos. Se han convertido en la mayor fuente
de financiación privada del Partido Republicano, así que prácticamente
pueden decidir quién es su candidato a la Casa Blanca. Hasta ahora
ejercían su poder con discreción, pero ahora, alarmados por la «deriva
socialista» del país, se dejan ver. Ellos son la mano que mece la urna.
Se los conoce como 'kochtopus', por sus tentáculos.
El sobrenombre se lo pusieron en los mentideros políticos de Washington, una combinación de su apellido (Koch) con octopus, 'pulpo' en inglés. Así de largos y poderosos son los 'apéndices' de los hermanos Charles y David Koch. Su apabullante influencia en el seno del partido republicano tiene que ver con su inmensa fortuna. Según el ranking anual de la revista Forbes, los hermanos Koch comparten el sexto puesto en la lista de los hombres más ricos del mundo, con 42.900 millones de dólares por cabeza. De hecho, la combinación de sus cuentas corrientes supera la fortuna de Bill Gates, primero en la lista.
Un 'lobby' en sí mismos.
Los Koch siempre han estado interesados en el negocio de las influencias políticas. Aunque a menudo se los describe como ultraconservadores, ellos prefieren autodefinirse como libertarios: creen en la desregularización del mercado, aborrecen el establishment que domina las cámaras legislativas de Washington y consideran que la dimensión del Estado es desproporcionada y que controla en exceso la vida de los ciudadanos, pero en temas sociales, como el matrimonio gay o el aborto, son progresistas. Por supuesto, sus detractores, que a menudo los retratan como a villanos de cómic, se cuentan por cientos. Uno de los más desafiantes ha sido el senador Bernie Sanders, el candidato que desafiará a Hillary Clinton en las primarias demócratas. «Su objetivo dice Sanders no es solo terminar con la reforma sanitaria, oponerse a aumentar el salario mínimo o recortar la inversión en educación. Quieren derogar cada ley de los últimos 80 años que ha ayudado a proteger a la clase media, a los ancianos, a los niños, a los enfermos y a las personas más vulnerables. La verdad es que la agenda de los hermanos Koch es convertir este país en una sociedad oligárquica en la que la vida económica y política esté controlada por un puñado de familias multimillonarias».
Pese a su poder, su reputación y su fortuna, los Koch han logrado pasar inadvertidos durante décadas. Se rigen por un criterio de discreción absoluta. Por eso, toda su red de influencias políticas funciona a través de institutos y fundaciones en forma de think tanks (o laboratorios de ideas) como el CATO Institute, Mercatus Center u organizaciones como Americans for Prosperity, a los que los Koch donan anualmente decenas de millones de dólares. Que la opinión pública no supiera demasiado sobre ellos siempre ha sido parte de su estrategia. Al fin y al cabo, como David Koch dijo en una ocasión, su conglomerado empresarial es «la compañía más grande de la que usted nunca ha oído hablar». Ellos mismos son un pequeño misterio. David, más tímido que su hermano mayor, lleva una vida tranquila y cosmopolita en Nueva York, donde es el residente más rico de la ciudad. Charles es el presidente de Koch Industries, tiene su residencia en Kansas y siempre ha sido el más vehemente de la familia. De hecho, se lo conocía por remitir alarmantes cartas en las que advertía sobre una deriva socialista a otros millonarios como él. Sin embargo, con la campaña presidencial de 2016 a la vuelta de la esquina y un presupuesto de 889 millones de dólares preparado para llevar a un candidato republicano hasta la Casa Blanca, los hermanos han decidido romper su silencio y abrirse poco a poco a la prensa.
Refinar una fortuna
Los hermanos Koch nacieron en Wichita, Kansas, en el periodo de entreguerras. Y, en realidad, no son dos, sino cuatro: Frederick, de 81 años; Charles, de 79; y los gemelos David y Bill, de 75. En casa, los desacuerdos entre ellos se arreglaban a puñetazos y no había demasiado tiempo para disfrutar de la fortuna familiar que su padre, Fred C. Koch, amasó gracias a su empresa petrolera. «Mi padre me puso a trabajar cuando tenía seis años», ha explicado Charles. Al mayor, Frederick, nunca le interesó el negocio familiar. Mientras el resto de sus hermanos estudiaban Ingeniería, él se decantó por estudios de Humanidades en Harvard y Yale y se convirtió en un prominente coleccionista de arte. A finales de los ochenta y principios de los noventa, los Koch se enfrentaron en una dura batalla legal por el control de la compañía que fundó el patriarca, batalla de la que Charles criado para ser el sucesor natural de su padre y David salieron victoriosos. Hoy por hoy, Koch Industries es el segundo conglomerado industrial de Estados Unidos, factura más de 100.000 millones de dólares al año y tiene unos 80.000 empleados en plantilla en sectores tan diversos como la refinería de petróleo, los biocombustibles, la industria química, los minerales, el papel o el vidrio.
Pero de su padre los Koch heredaron algo más que un negocio boyante. A finales de los años veinte, Koch ingeniero de profesión inventó una forma más eficiente de refinar el petróleo, pero la patente de su innovación se enredó en una maraña de demandas en Estados Unidos y decidió viajar a la Unión Soviética para construir 15 refinerías para el régimen de Stalin. Cinco años después, en 1929, Koch volvía a Wichita con una pequeña fortuna en el bolsillo con la que montaría su propio negocio, Rock Island Oil & Refining. Sin embargo, su estancia en la Unión Soviética lo convirtió en un aguerrido anticomunista y a su regreso escribió un panfleto en el que describía el país en el que había vivido como «la tierra del hambre, la miseria y el terror». Su obsesión por el régimen soviético se convirtió, según explicaría muchos años más tarde su hijo David, en una paranoia en toda regla. En 1958, Koch fue uno de los fundadores de la John Birch Society, un grupo que denunciaba la «filtración de comunistas» en los partidos demócrata y republicano y que abogaba por limitar el tamaño del gobierno de Estados Unidos.
El credo libertario del patriarca germinó en sus hijos. Especialmente en David, que en 1980 intentó dar el salto a la política cuando decidió presentarse como candidato a la vicepresidencia por el Partido Libertario junto con el líder de entonces, Ed Clark. Su programa electoral era decididamente radical: prometían suprimir el FBI, la CIA, la Seguridad Social y el salario mínimo, además de implantar políticas de desregulación del mercado y una masiva reducción de impuestos. Planteaban, en definitiva, reducir el Estado a la mínima expresión, únicamente delegando en el Gobierno la garantía de los derechos individuales. Pero Ronald Reagan ganó aquellas primarias (y posteriormente llegó a la Casa Blanca), y el equipo formado por Clark y Koch obtuvo un paupérrimo uno por ciento de los votos. Cuatro años después, David Koch se unía oficialmente a las filas republicanas y convencía a su hermano Charles de que hiciera lo mismo. Desde entonces, los Koch han financiado a los candidatos republicanos.
Póker de candidatos
Y ahora, después de dos legislaturas de Obama en la Casa Blanca y con Hillary Clinton aventajando a todos los candidatos republicanos en las primeras estimaciones de cara a las elecciones de 2016, los Koch tienen más poder que nunca. Y, consiguientemente, más responsabilidad. La gran incógnita es saber a qué candidato republicano apoyarán ante las primarias del partido conservador. De momento, no hay respuesta para esa pregunta y, lo más probable, es que no la haya. Fieles a su carácter discreto (y a sus planes estratégicos), los Koch no han apostado públicamente por nadie, aunque sí han señalado a un grupo de cinco candidatos con los que han «hablado más y parecen posibles líderes». Los elegidos son el exgobernador de Florida Jeb Bush, los senadores Marco Rubio, Ted Cruz y Rand Paul y el gobernador de Wisconsin Scott Walker. «Lo que les hemos dicho es que, en este momento, no estamos apoyando a nadie. También les hemos dicho que, si quieren nuestro apoyo, una forma de obtenerlo es articular un buen mensaje para que los estadounidenses entiendan que ciertas políticas les beneficiarán a ellos y a todo el país», explicó Charles Koch en una de las escasas entrevistas que ha concedido.
¿Alguien da más?
A finales de julio, Freedom Partners una de las muchas fundaciones financiadas por los magnates organizó una conferencia en la localidad costera de Dana Point, California. Además de los propios hermanos y de 450 grandes donantes del partido republicano, Rubio, Cruz, Walker y Bush estuvieron entre los asistentes, así como Carly Fiorina, antigua directora ejecutiva de Hewlett Packard y única mujer aspirante a la candidatura del partido republicano. Durante dos días y en el marco de un resort de lujo, los Koch y su red de donantes tuvieron acceso directo a los candidatos. El gran ausente fue Donald Trump, que lidera las encuestas republicanas después de haber incendiado el debate con sus propuestas entre radicales y descabelladas. «Les deseo buena suerte a todos los candidatos republicanos que viajaron a California para mendigar el dinero de los hermanos Koch. ¿Títeres?», tuiteó el magnate un par de días después. Él, obviamente, no necesita mecenas. Su propia fortuna es más que suficiente para financiar su campaña. De hecho, Trump ha asegurado que está dispuesto a invertir 1000 millones de dólares de su propio bolsillo para garantizarse que competirá con Hillary Clinton en la carrera hacia la Casa Blanca. El resto de los candidatos no pueden permitirse el lujo de darles la espalda a los hermanos Koch. Al fin y al cabo hay 889 millones de dólares en juego que los empresarios han anunciado que piensan invertir en este ciclo electoral. Una fortuna que podría convertir a uno de ellos en el próximo presidente de Estados Unidos.
*A la vista. Por separado, son los sextos en la lista Forbes de los más ricos del mundo. Juntos, superarían a cualquiera. Pero les encanta que sus empresas, en torno al petróleo, sean desconocidas.
Lo que los koch opinan de...
El cambio climático. Su negocio es el petróleo, no el medioambiente. Eso lo han dejado siempre claro. Según Greenpeace, los Koch han gastado más de 80 millones de dólares en financiar campañas de escepticismo sobre el cambio climático desde los años noventa. Así lograron convencer a 400 miembros del Congreso para votar en contra de una ley para frenar el efecto invernadero.
La reforma sanitaria. El Obamacare que garantiza el acceso sanitario a aquellos ciudadanos sin seguro médico ha sido el blanco favorito de los Koch en la última legislatura. Su fundación, Americans for Prosperity, destinó diez millones de dólares en anuncios televisivos para denunciar la reforma sanitaria. Alegan que es demasiado costosa para los contribuyentes.
Los derechos sociales. Como buenos liberales, los hermanos Koch son conservadores en materia económica, pero progresistas en asuntos sociales. Por eso, durante una reciente entrevista, David Koch le confesó a Barbara Walters que está a favor del matrimonio homosexual y del derecho al aborto, en contra de la opinión mayoritaria del partido republicano.
La reforma de la justicia. Con la mayor población carcelaria del mundo (la mitad de cuyos reos están entre rejas por delitos no violentos relacionados con las drogas), los Koch quieren que se revisen (a la baja) las sentencias para los crímenes no violentos, que afectan en exceso a las minorías y a las poblaciones marginales. Es la única propuesta de Obama que han aplaudido.
El tea party. Oficialmente, los Koch no tienen nada que ver con el ala más dura del partido republicano. Extraoficialmente, y según medios tan prestigiosos como The New Yorker, se han encargado de financiar el movimiento ultraconservador donando más de 200 millones de dólares a sus candidatos a través de la fundación Americans for Prosperity.
El sobrenombre se lo pusieron en los mentideros políticos de Washington, una combinación de su apellido (Koch) con octopus, 'pulpo' en inglés. Así de largos y poderosos son los 'apéndices' de los hermanos Charles y David Koch. Su apabullante influencia en el seno del partido republicano tiene que ver con su inmensa fortuna. Según el ranking anual de la revista Forbes, los hermanos Koch comparten el sexto puesto en la lista de los hombres más ricos del mundo, con 42.900 millones de dólares por cabeza. De hecho, la combinación de sus cuentas corrientes supera la fortuna de Bill Gates, primero en la lista.
Un 'lobby' en sí mismos.
Los Koch siempre han estado interesados en el negocio de las influencias políticas. Aunque a menudo se los describe como ultraconservadores, ellos prefieren autodefinirse como libertarios: creen en la desregularización del mercado, aborrecen el establishment que domina las cámaras legislativas de Washington y consideran que la dimensión del Estado es desproporcionada y que controla en exceso la vida de los ciudadanos, pero en temas sociales, como el matrimonio gay o el aborto, son progresistas. Por supuesto, sus detractores, que a menudo los retratan como a villanos de cómic, se cuentan por cientos. Uno de los más desafiantes ha sido el senador Bernie Sanders, el candidato que desafiará a Hillary Clinton en las primarias demócratas. «Su objetivo dice Sanders no es solo terminar con la reforma sanitaria, oponerse a aumentar el salario mínimo o recortar la inversión en educación. Quieren derogar cada ley de los últimos 80 años que ha ayudado a proteger a la clase media, a los ancianos, a los niños, a los enfermos y a las personas más vulnerables. La verdad es que la agenda de los hermanos Koch es convertir este país en una sociedad oligárquica en la que la vida económica y política esté controlada por un puñado de familias multimillonarias».
Pese a su poder, su reputación y su fortuna, los Koch han logrado pasar inadvertidos durante décadas. Se rigen por un criterio de discreción absoluta. Por eso, toda su red de influencias políticas funciona a través de institutos y fundaciones en forma de think tanks (o laboratorios de ideas) como el CATO Institute, Mercatus Center u organizaciones como Americans for Prosperity, a los que los Koch donan anualmente decenas de millones de dólares. Que la opinión pública no supiera demasiado sobre ellos siempre ha sido parte de su estrategia. Al fin y al cabo, como David Koch dijo en una ocasión, su conglomerado empresarial es «la compañía más grande de la que usted nunca ha oído hablar». Ellos mismos son un pequeño misterio. David, más tímido que su hermano mayor, lleva una vida tranquila y cosmopolita en Nueva York, donde es el residente más rico de la ciudad. Charles es el presidente de Koch Industries, tiene su residencia en Kansas y siempre ha sido el más vehemente de la familia. De hecho, se lo conocía por remitir alarmantes cartas en las que advertía sobre una deriva socialista a otros millonarios como él. Sin embargo, con la campaña presidencial de 2016 a la vuelta de la esquina y un presupuesto de 889 millones de dólares preparado para llevar a un candidato republicano hasta la Casa Blanca, los hermanos han decidido romper su silencio y abrirse poco a poco a la prensa.
Refinar una fortuna
Los hermanos Koch nacieron en Wichita, Kansas, en el periodo de entreguerras. Y, en realidad, no son dos, sino cuatro: Frederick, de 81 años; Charles, de 79; y los gemelos David y Bill, de 75. En casa, los desacuerdos entre ellos se arreglaban a puñetazos y no había demasiado tiempo para disfrutar de la fortuna familiar que su padre, Fred C. Koch, amasó gracias a su empresa petrolera. «Mi padre me puso a trabajar cuando tenía seis años», ha explicado Charles. Al mayor, Frederick, nunca le interesó el negocio familiar. Mientras el resto de sus hermanos estudiaban Ingeniería, él se decantó por estudios de Humanidades en Harvard y Yale y se convirtió en un prominente coleccionista de arte. A finales de los ochenta y principios de los noventa, los Koch se enfrentaron en una dura batalla legal por el control de la compañía que fundó el patriarca, batalla de la que Charles criado para ser el sucesor natural de su padre y David salieron victoriosos. Hoy por hoy, Koch Industries es el segundo conglomerado industrial de Estados Unidos, factura más de 100.000 millones de dólares al año y tiene unos 80.000 empleados en plantilla en sectores tan diversos como la refinería de petróleo, los biocombustibles, la industria química, los minerales, el papel o el vidrio.
Pero de su padre los Koch heredaron algo más que un negocio boyante. A finales de los años veinte, Koch ingeniero de profesión inventó una forma más eficiente de refinar el petróleo, pero la patente de su innovación se enredó en una maraña de demandas en Estados Unidos y decidió viajar a la Unión Soviética para construir 15 refinerías para el régimen de Stalin. Cinco años después, en 1929, Koch volvía a Wichita con una pequeña fortuna en el bolsillo con la que montaría su propio negocio, Rock Island Oil & Refining. Sin embargo, su estancia en la Unión Soviética lo convirtió en un aguerrido anticomunista y a su regreso escribió un panfleto en el que describía el país en el que había vivido como «la tierra del hambre, la miseria y el terror». Su obsesión por el régimen soviético se convirtió, según explicaría muchos años más tarde su hijo David, en una paranoia en toda regla. En 1958, Koch fue uno de los fundadores de la John Birch Society, un grupo que denunciaba la «filtración de comunistas» en los partidos demócrata y republicano y que abogaba por limitar el tamaño del gobierno de Estados Unidos.
El credo libertario del patriarca germinó en sus hijos. Especialmente en David, que en 1980 intentó dar el salto a la política cuando decidió presentarse como candidato a la vicepresidencia por el Partido Libertario junto con el líder de entonces, Ed Clark. Su programa electoral era decididamente radical: prometían suprimir el FBI, la CIA, la Seguridad Social y el salario mínimo, además de implantar políticas de desregulación del mercado y una masiva reducción de impuestos. Planteaban, en definitiva, reducir el Estado a la mínima expresión, únicamente delegando en el Gobierno la garantía de los derechos individuales. Pero Ronald Reagan ganó aquellas primarias (y posteriormente llegó a la Casa Blanca), y el equipo formado por Clark y Koch obtuvo un paupérrimo uno por ciento de los votos. Cuatro años después, David Koch se unía oficialmente a las filas republicanas y convencía a su hermano Charles de que hiciera lo mismo. Desde entonces, los Koch han financiado a los candidatos republicanos.
Póker de candidatos
Y ahora, después de dos legislaturas de Obama en la Casa Blanca y con Hillary Clinton aventajando a todos los candidatos republicanos en las primeras estimaciones de cara a las elecciones de 2016, los Koch tienen más poder que nunca. Y, consiguientemente, más responsabilidad. La gran incógnita es saber a qué candidato republicano apoyarán ante las primarias del partido conservador. De momento, no hay respuesta para esa pregunta y, lo más probable, es que no la haya. Fieles a su carácter discreto (y a sus planes estratégicos), los Koch no han apostado públicamente por nadie, aunque sí han señalado a un grupo de cinco candidatos con los que han «hablado más y parecen posibles líderes». Los elegidos son el exgobernador de Florida Jeb Bush, los senadores Marco Rubio, Ted Cruz y Rand Paul y el gobernador de Wisconsin Scott Walker. «Lo que les hemos dicho es que, en este momento, no estamos apoyando a nadie. También les hemos dicho que, si quieren nuestro apoyo, una forma de obtenerlo es articular un buen mensaje para que los estadounidenses entiendan que ciertas políticas les beneficiarán a ellos y a todo el país», explicó Charles Koch en una de las escasas entrevistas que ha concedido.
¿Alguien da más?
A finales de julio, Freedom Partners una de las muchas fundaciones financiadas por los magnates organizó una conferencia en la localidad costera de Dana Point, California. Además de los propios hermanos y de 450 grandes donantes del partido republicano, Rubio, Cruz, Walker y Bush estuvieron entre los asistentes, así como Carly Fiorina, antigua directora ejecutiva de Hewlett Packard y única mujer aspirante a la candidatura del partido republicano. Durante dos días y en el marco de un resort de lujo, los Koch y su red de donantes tuvieron acceso directo a los candidatos. El gran ausente fue Donald Trump, que lidera las encuestas republicanas después de haber incendiado el debate con sus propuestas entre radicales y descabelladas. «Les deseo buena suerte a todos los candidatos republicanos que viajaron a California para mendigar el dinero de los hermanos Koch. ¿Títeres?», tuiteó el magnate un par de días después. Él, obviamente, no necesita mecenas. Su propia fortuna es más que suficiente para financiar su campaña. De hecho, Trump ha asegurado que está dispuesto a invertir 1000 millones de dólares de su propio bolsillo para garantizarse que competirá con Hillary Clinton en la carrera hacia la Casa Blanca. El resto de los candidatos no pueden permitirse el lujo de darles la espalda a los hermanos Koch. Al fin y al cabo hay 889 millones de dólares en juego que los empresarios han anunciado que piensan invertir en este ciclo electoral. Una fortuna que podría convertir a uno de ellos en el próximo presidente de Estados Unidos.
*A la vista. Por separado, son los sextos en la lista Forbes de los más ricos del mundo. Juntos, superarían a cualquiera. Pero les encanta que sus empresas, en torno al petróleo, sean desconocidas.
Lo que los koch opinan de...
El cambio climático. Su negocio es el petróleo, no el medioambiente. Eso lo han dejado siempre claro. Según Greenpeace, los Koch han gastado más de 80 millones de dólares en financiar campañas de escepticismo sobre el cambio climático desde los años noventa. Así lograron convencer a 400 miembros del Congreso para votar en contra de una ley para frenar el efecto invernadero.
La reforma sanitaria. El Obamacare que garantiza el acceso sanitario a aquellos ciudadanos sin seguro médico ha sido el blanco favorito de los Koch en la última legislatura. Su fundación, Americans for Prosperity, destinó diez millones de dólares en anuncios televisivos para denunciar la reforma sanitaria. Alegan que es demasiado costosa para los contribuyentes.
Los derechos sociales. Como buenos liberales, los hermanos Koch son conservadores en materia económica, pero progresistas en asuntos sociales. Por eso, durante una reciente entrevista, David Koch le confesó a Barbara Walters que está a favor del matrimonio homosexual y del derecho al aborto, en contra de la opinión mayoritaria del partido republicano.
La reforma de la justicia. Con la mayor población carcelaria del mundo (la mitad de cuyos reos están entre rejas por delitos no violentos relacionados con las drogas), los Koch quieren que se revisen (a la baja) las sentencias para los crímenes no violentos, que afectan en exceso a las minorías y a las poblaciones marginales. Es la única propuesta de Obama que han aplaudido.
El tea party. Oficialmente, los Koch no tienen nada que ver con el ala más dura del partido republicano. Extraoficialmente, y según medios tan prestigiosos como The New Yorker, se han encargado de financiar el movimiento ultraconservador donando más de 200 millones de dólares a sus candidatos a través de la fundación Americans for Prosperity.
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