Mark Reay - Fotógrafo de moda de día, mendigo de noche,.
fotos--Mark Reay era un modelo y fotógrafo de moda en Nueva York
Vivió durante cinco años en una azotea porque no tenía para un piso
Luce impecable, como un gentleman. Pantalones de Armani, camisa azul y chaleco gris de cuadros. Nadie diría que Mark Reay pasó más de cinco años de su vida durmiendo en la azotea de un edificio en Nueva York. Cinco años llevando una doble vida: durante el día, era fotógrafo de moda rodeado de glamour y, por la noche, un vulgar homeless.
Una existencia llena de contrastes: disfrutar de una fiesta tras el desfile de Marc Jacobs y saber que, al terminar, no hay ninguna cama caliente en un sofisticado loft, sino un saco de dormir en un tejado a 15 grados bajo cero.
La historia de Mark refleja el lado oscuro del sueño americano en Nueva York, una ciudad a menudo despiadada, donde es difícil sobrevivir si ganas menos de 30.000 euros al año.
¿Cómo es posible que el hombre que comenzó desfilando para Versace, Moschino o Missoni acabase en la calle? ¿Qué fue lo que provocó que en lugar de quedarse cinco días en la azotea como tenía previsto, su estancia se prolongase durante cinco años? Las respuestas a estos interrogantes aparecen en el documental 'Home Less' que se estrena mañana en el Festival Urban TV en Madrid.
«No quiero ser hipócrita. Yo nunca me sentí como un homeless. No hice la película para ser el defensor de los homeless, sino para contar mi historia. Pero si esto puede ayudar a alguien, me alegro», explica Mark Reay desde otra azotea, la de la Casa Encendida, muy distinta de la que vivía en Nueva York.
Curiosamente, su existencia como sin techo arrancó en Europa, durante una estancia en Francia. Reay, viajero empedernido, acudió a la Costa Azul por un proyecto fotográfico, que luego fracasó. Fue entonces cuando decidió dormir en las colinas de alrededor de Saint Tropez. Como era verano, la experiencia no resultó desagradable.
Regresó a Nueva York, pero en 2008 el zarpazo de la crisis le pilló de pleno y dejaron de encargarle trabajos. Reay estaba casi en la ruina y empleó lo poco que le quedaba en un albergue en Williamsburg.
Un buen día se despertó repleto de picaduras de chinches y decidió irse de allí. Entonces, recordó que conservaba las llaves del edificio de un amigo en el Upper East Side de Nueva York. Entró, subió las escaleras hasta la azotea y allí buscó un lugar escondido tras una valla donde nadie pudiese descubrirle.
No encajaba en el estereotipo
Ese rincón se convirtió en "su hogar, dulce hogar". El gimnasio se transformó en su segunda casa, donde alquiló tres taquillas para guardar sus pertenencias. Allí se duchaba y afeitaba todas las mañanas. A veces, incluso planchaba la ropa."Cuando alguien me descubría y me preguntaba qué estaba haciendo, a veces le decía la verdad: 'Soy un homeless. Lavo y plancho la ropa aquí porque no tengo casa'. Entonces, se reían y no me creían".
Nadie sospechó de él porque no encajaba en el estereotipo de sin techo o drogadicto: "La gente piensa que todo es más fácil si eres guapo, y tengo que decir que es verdad", confiesa.
Por eso, nunca descuidó su elegancia y buen aspecto, que se convirtieron en su mejor coartada: «Mis zapatos parecían caros, pero no lo eran. Simplifiqué mi vestuario: dos trajes y cinco camisetas».
Los ingresos que conseguía de la moda y de sus papeles en series como 'Sexo en Nueva York' o en películas como 'Celebrity' de Woody Allen los invertía en comida y en la cuota del gimnasio.
En ocasiones, se confesaba con los desconocidos que encontraba en bares o con sus más íntimos, pero nunca quiso que se preocupasen por él: "No soy bueno guardando secretos, pero no quería que mi problema se convirtiese en su problema".
Sólo él sabe las pesadillas que vivió en aquella azotea, escondido tras una lona, donde se levantaba muy temprano para que nadie le viese: "Me siento como un animal salvaje, como un ratón"
, relata en el documental. Lo peor llegaba cuando los obreros trabajaban cerca de él o cuando caían tormentas eléctricas sobre la ciudad.
Pero, de todas formas, Mark no quiere inspirar compasión y huye del victimismo. Podía haberse ido a vivir con su madre a New Jersey o a otra ciudad más barata, pero nunca quiso mudarse de Nueva York ni cambiar de profesión: "Quería ser fotógrafo y actor, algo con lo que es difícil ganarse la vida".
Ahora, su existencia ha cambiado. Ha dejado la azotea y duerme en habitaciones, aunque no tiene un hogar fijo. El documental le está ayudando a relanzar su carrera, pero no se arrepiente de su vida anterior: "¿Qué harías tú si no tuvieses dinero para pagar una casa?".
TÍTULO: MUERE - Allen Toussaint 77 años pianista,.
Adiós a un maestro de la música popular de EE UU,.
-fotos--Muere Allen Toussaint, músico esencial de Nueva Orleans,.
El veterano artista actuó anoche en el Teatro Lara de Madrid,.
- Allen Toussaint en Madrid: el último concierto,.
- Allen Toussaint, la última entrevista,.
- Todavía a muchos les tiemblan las piernas. Allen Toussaint, maestro de la música de Nueva Orleans, figura esencial del rhythm and blues
más original y fascinante de la música popular norteamericana, se
bajaba del escenario anoche en un Teatro Lara repleto para saludar al
público madrileño. Estrechaba manos, daba besos, se hacía selfies y sonreía de oreja a oreja con su peculiar look
de traje de luminosas lentejuelas, sandalias con calcetines blancos y
su ingobernable pelo rizado. Allen Toussaint, al que el calificativo de
leyenda le hacía justicia a diferencia de la gran mayoría de artistas
que se lo apropian, murió también anoche en Madrid, tan cerca de muchos
que le vieron por primera vez sobre un escenario jugando con las teclas y
tan lejos de su querida Nueva Orleans. Murió tras acabar un concierto que ni él ni nadie pensaron que sería el último.
El veterano músico sufrió una parada cardíaca de camino al hotel. De ahí fue trasladado al Hospital Fundación Jiménez Díaz, donde falleció. Su manager estadounidense tiene previsto publicar un comunicado a lo largo del día de hoy.
Cantante, pianista, arreglista y compositor, Toussaint era símbolo del sonido Nueva Orleans, uno de esos largos puentes entre las culturas blanca y negra estadounidenses, en ese intercambio de ideas y sentimientos mediante los sonidos embriagadores del funk, soul, góspel y R&B. Nacido en Gert Town, en en el Estado de Lousiana, su inspiración venía de otros venerables pianistas de NOLA como Professor Longhair, Huey Smith o Fats Domino. Con éste último tocó cuando dejó impresionado, siendo un adolescente, a Dave Bartholomew, compañero y amigo de Fat Man.
Con su característico sabor Nueva Orleans, entre vientos desenfadados y teclas abrasivas, muchas de sus canciones se conservan como joyas. Es el caso de Working in a coalmine, Ride Your Pony o Mother-in-law. Pero para hacer justicia a su talento hay que referirse además a la huella que se extiende en su trabajo en la sombra de la producción. Por sus manos pasaron los Rolling Stones, Otis Redding, The Meters, Dr John, The Band, Little Feat, Paul Simon, Sam & Dave, Bonnie Raitt, Johnny Winter o Irma Thomas. En una entrevista concedida el año pasado a este periódico, Irma Thomas, conocida como la reina del soul de Nueva Orleans, reconocía el valor del pianista en el desarrollo del sonido de la ciudad más musical del planeta. “Allen es una parte nuestra, como los grandes”, decía. Para ella compuso It's raining, que interpretaron por primera vez en el estudio una tarde de 1962 que se puso a llover mientras Toussaint se puso a deslizar sus largos dedos por las teclas y Thomas se emocionaba.
Nueva Orleans era su hogar, el lugar en el que tejía sus colaboraciones, daba forma a una carrera de arreglista de primer nivel. Allí acudían los músicos para que se involucrase en susobras, tanto fuera Labelle para su eterna Lady Marmalade como foráneos de la categoría de los Rolling Stones, Paul McCartney o The Who, como se le podía ver tocando en clubs o funerales de sus maestros como Professor Longhair. En Nueva Orleans, fue responsable de la fundación de una de las compañías más importantes de la ciudad, Minit Records, que se convirtió en una máquina de éxitos bajo su atenta supervisión. Fue algo natural, por tanto, verle hacer un cameo en la serie Tremè, ese bonito homenaje de David Simon a Nueva Orleans tras el aplastante paso del Katrina.
Ciertamente, todo lo que tocaba Toussaint, que entró en el Salón de la Fama del Rock en 1998, se hacía mayúsculo. Tras años siendo un artista entre artistas, admirado por sus compañeros y solicitado por su oído fino, muchos supieron de él en 2006 cuando se asoció con Elvis Costello, que se sirvió de su sentido del ritmo para revitalizar inteligentemente su carrera con el sobresaliente River In Riverse, un álbum intenso y bello, como sacado de otra época bajo la producción de Joe Henry. Esta sociedad con el cantante británico le sirvió para hacerse un artista internacional y superar de esta forma el desastre del Katrina, tal y como reconoció el pasado domingo a este periódico en su última entrevista concedida. En 2009, el pianista volvió a juntarse con Henry y publicó The Bright Mississippi, donde interpretaba canciones de Sidney Bechet, Jelly Roll Morton, Django Reinhardt, Thelonious Monk, Duke Ellington y Billy Strayhorn. Todavía a muchos les tiemblan las piernas. Allen Toussaint, músico de raza, transportaba a unas imposibles calles de Nueva Orleans sobre las tablas del Teatro Lara mientras intercalaba entre risas pasajes de Chopin o Enrico Caruso, prometiendo llevarse al público asistente a su ciudad, la cuna de la música popular norteamericana, ese espacio vibrante repleto de cruzadas sonoras incluso antes del nacimiento de Louis Armstrong. Lo que nadie sabía, ni nadie podía imaginar, era que el concierto de anoche sería el último. El "hasta luego" se ha convertido en un rotundo "adiós". Ya no podemos acompañar al señor Allen Toussaint a Nueva Orleans, pero nada impide que nos acompañe, como antes, como siempre, hasta el fin de nuestros días, mientras con su irrepetible estilo nos haga mover el esqueleto y, sí, claro, qué remedio, desde hoy, también temblar las piernas.
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