fotos - MULIKI, LA MULA QUE VIVE DE MILAGRO,.
Ramón Amaya cuida en una finca de Llera el animal que encontró moribundo cuando practicaba ciclismo junto a Pueblonuevo,.
La llaman Muliki pero su nombre debería ser Milagro. Porque fue eso, un milagro, lo que salvó la vida a comienzos de mes a la mula que Ramón Amaya mima desde entonces en un terreno de la barriada de Llera.
El origen de esta historia está en el paseo en bicicleta que realizó el sábado 2 de enero junto a varios miembros del Ciclub Badajoz. Ese día pedalearon hasta Pueblonuevo del Guadiana y después de parar en un bar iniciaron el regreso. «Entre el pueblo y el badén vimos que había una mula en la cuneta. Pasamos junto a ella y uno de los compañeros dijo que poco antes la había visto enganchada a un carro del que tiraba a un todoterreno», dice Ramón.
Vecino de la barriada de Llera, este pacense se gana la vida con la leña y la mecánica. Pero además, le gusta el ciclismo, una afición que resultó providencial para que Muliki sobreviviera. «Se ve que como es vieja se ha cansado y se ha caído. Luego la han tirado a la cuneta por si venía la Guardia Civil, y como no se levantaba, se han liado a palos con ella para que se moviera. En eso que ha pasado una señora, lo ha visto y ha llamado al Seprona».
Más o menos, eso es lo que debió suceder poco antes de que Ramón
Amaya se interesase por la mula. A lo largo de su vida, ha cuidado gatos
y perros en la nave que tiene en la barriada de Llera, pero nunca se
había hecho cargo de un animal tan grande. «Me dio pena el animalito. Si
yo hubiera sabido que lo iban a cuidar, no me lo traigo, pero si lo
hubiéramos dejado allí, la habrían matado».Por eso llamó a su hijo, que se desplazó al lugar con un remolque. Arrastrando, lograron subirla con la ayuda de varias personas. «Para mí esto es un estorbo, pero no quería dejar la mula allí en manos de cualquiera, la muerte era segura. No levantó la cabeza en todo el camino, daba miedo de verla, yo pensaba que se moría. Volvimos a arrastrarla para bajarla, pero no se levantaba, así que usé una grúa de estas de sacar motores para ponerla en pie. Y cuando la soltamos aguantó, empezó a moverse y hasta ahora».
Eso fue el día 2 de enero y desde entonces la evolución de Muliki ha sido positiva. Come algo de pienso, avena molida, pan y toda la hierba que quiere. «Le estamos echando pienso, pero poca cantidad para que no tenga problemas, porque como está tan canija, es de suponer que no comía bien. Ya se mueve, pero todavía está débil y no se tumba, le da miedo no poder levantarse».
En la barriada de Llera, la mula de Ramón comienza a ganar popularidad. El domingo, varios niños se acercaron a verla y muchos se han ofrecido a colaborar. «Le íbamos a poner milagro, porque fue un milagro que se salvara, pero a mi hija Gloria no le gusta y le hemos puesto Muliki por ella».
De momento, Ramón ha decidido quedarse con el animal, aunque estaría dispuesto a entregarlo a una protectora o a un particular que garantizase su atención. «Aunque mi hija no quiere, dice que se quede aquí. Lo que pasa es que por la noche tenemos un problema, porque la meto en la nave y eso nos causa un problema de higiene, porque yo vivo ahí».
TITULO: EN PORTADA - CRONICAS - TÚNEZ LA EXCEPCIÓN - JUEVES 21 ENERO,.
TÚNEZ LA EXCEPCIÓN - foto,.Cinco años después de la 'Primavera tunecina' sus habitantes siguen sin derechos fundamentales. El programa 'En Portada' ha viajado hasta allí para recoger sus testimonios. 'Si un pueblo quiere vivir...' se emite el jueves 21 de enero, a las 23:45, en La 2 de TVE,.
El Nobel de la Paz de 2015 ha sido el reconocimiento a un esfuerzo colectivo,
representado por el Cuarteto del Diálogo Nacional Tunecino, que evitó
que el proceso de democratización se frustrase y acabase, como en otros
países árabes, en represión o en guerra.
En su discurso, los representantes del Cuarteto reconocen que “la clave para la estabilidad de Túnez estriba en la creación de más oportunidades de trabajo para nuestros jóvenes y en prestar mayor atención a nuestras regiones del interior, especialmente las zonas fronterizas, las cuales han sufrido durante décadas la marginalización y en las que nuestra gente está esperando tras la Revolución conseguir mejores condiciones de vida”
Eso es lo que nunca consiguió Mohamed Bouazizi, el joven que, desesperado y harto, decidió inmolarse el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid y que, sin pretenderlo, encendió la llama de la “Primavera Tunecina”.
Cinco años después, las demandas de aquellos días, “pan, trabajo, libertad, dignidad”, siguen pendientes y el ambiente general es de frustración, sobre todo en ese Túnez profundo, del que Sidi Bouzid forma parte: tradicionalmente marginado, históricamente rebelde.
A la pobreza, al paro, a la falta de oportunidades, a la desesperanza, se añade una nueva amenaza….. el terrorismo yihadista, que se cobra víctimas no sólo en las zonas turísticas o en la capital.
Mabruk Soltani era un adolescente como otros muchos de la región de Sidi Bouzid. Vivía con su madre en Jemla, un aldea de difícil acceso y sin servicios básicos, y se encargaba de cuidar un pequeño rebaño de ovejas en la cercana sierra de Mghila.
Una mañana, cuando estaba en el monte junto con su primo, Nassim, de 14 años, fueron sorprendidos por los yihadistas que operan en la zona. Los terroristas decapitaron a Mabruk y mandaron de vuelta a casa a Nassim con la cabeza de su primo para que avisase a la familia.
Según su padre, mataron a Mabruk por negarse a darles algunas ovejas. Según otros, fue un aviso, ya que los yihadistas lo acusaban de informar de sus movimientos a las fuerzas del orden.
Mabruk Soltani, de 16 años, fue asesinado el viernes de 13 noviembre de 2015. El mismo día que París se vio sacudida por una serie de atentados islamistas. El caso de Mabruk abrió los informativos de la televisión tunecina, pero sus familiares reprocharon el abandono de las autoridades, la tardía reacción de las fuerzas de seguridad. Un desamparo tal que uno de los parientes de Mabruk se preguntó si ellos no eran seres humanos.
En su discurso, los representantes del Cuarteto reconocen que “la clave para la estabilidad de Túnez estriba en la creación de más oportunidades de trabajo para nuestros jóvenes y en prestar mayor atención a nuestras regiones del interior, especialmente las zonas fronterizas, las cuales han sufrido durante décadas la marginalización y en las que nuestra gente está esperando tras la Revolución conseguir mejores condiciones de vida”
Eso es lo que nunca consiguió Mohamed Bouazizi, el joven que, desesperado y harto, decidió inmolarse el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid y que, sin pretenderlo, encendió la llama de la “Primavera Tunecina”.
Cinco años después, las demandas de aquellos días, “pan, trabajo, libertad, dignidad”, siguen pendientes y el ambiente general es de frustración, sobre todo en ese Túnez profundo, del que Sidi Bouzid forma parte: tradicionalmente marginado, históricamente rebelde.
A la pobreza, al paro, a la falta de oportunidades, a la desesperanza, se añade una nueva amenaza….. el terrorismo yihadista, que se cobra víctimas no sólo en las zonas turísticas o en la capital.
Mabruk Soltani era un adolescente como otros muchos de la región de Sidi Bouzid. Vivía con su madre en Jemla, un aldea de difícil acceso y sin servicios básicos, y se encargaba de cuidar un pequeño rebaño de ovejas en la cercana sierra de Mghila.
Una mañana, cuando estaba en el monte junto con su primo, Nassim, de 14 años, fueron sorprendidos por los yihadistas que operan en la zona. Los terroristas decapitaron a Mabruk y mandaron de vuelta a casa a Nassim con la cabeza de su primo para que avisase a la familia.
Según su padre, mataron a Mabruk por negarse a darles algunas ovejas. Según otros, fue un aviso, ya que los yihadistas lo acusaban de informar de sus movimientos a las fuerzas del orden.
Mabruk Soltani, de 16 años, fue asesinado el viernes de 13 noviembre de 2015. El mismo día que París se vio sacudida por una serie de atentados islamistas. El caso de Mabruk abrió los informativos de la televisión tunecina, pero sus familiares reprocharon el abandono de las autoridades, la tardía reacción de las fuerzas de seguridad. Un desamparo tal que uno de los parientes de Mabruk se preguntó si ellos no eran seres humanos.
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