DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - Alex Romero y Julien llegan al Villanovense, fotos.
Alex Romero y Julien llegan al Villanovense,.
Sigue creciendo al Villanovense, que no descansa en su configuración de la plantilla de la próxima temporada. Ayer incorporó a sus filas al francés Julien Fernandes de Sousa Almeida (33 años), y al sub-23 Álex Romero.
Con sus fichajes son ya dieciseis los futbolistas con los que cuenta la plantilla que entrenará José Manuel Roca, que cuenta ya con un buen grupo de trabajo para el inicio de la pretemporada, aún sin fecha.
TITULO: DESAYUNO - CENA - JUEVES - VIERNES - Reportaje: El sónar que no te contaron ,.
DESAYUNO - CENA - JUEVES - VIERNES - Reportaje: El sónar que no te contaron , fotos.
Reportaje: El sónar que no te contaron,.
La actuación está a punto de comenzar. Palau, uno de los tres fundadores del festival, el responsable de la programación, tiene entonces 34 años y solo cuatro festivales a sus espaldas. Nervios.
De pronto, suena una música muy rara. Eso no es Kraftwerk. Alguien se ha debido de saltar la orden. Palau está pálido. Mira con cara de terror al mánager. Este sonríe. “Tranquilo, es la música de introducción a nuestro show”. Uf.
De pronto, suena una música muy rara. Eso no es
Kraftwerk. Alguien se ha saltado la orden de no tocar. Enric Palau está
pálido. Mira con terror al mánager de los alemanes
Alrededor de aquella mesa se dieron cita el pasado (que, stricto sensu, sigue presente, Kraftwerk se mantienen en activo) y el presente (en aquel momento, casi el futuro) de la música electrónica, que allá por finales de los noventa no era un fenómeno de masas. Aquellos jóvenes comensales son hoy los clásicos de un festival que celebrará los próximos 14, 15 y 16 de junio su 25º aniversario.
El Sónar es un festival de referencia, una auténtica meca para las vanguardias musicales, un evento prescriptor. El año pasado recibió 123.000 visitas, 2.000 más que en 2013, una de sus más luminosas ediciones. Con un presupuesto de nueve millones de euros, presenta este año un cartel en el que mandan Thom Yorke, cantante de Radiohead; Gorillaz, la banda paralela del cantante de Blur, Damon Albarn; LCD Soundsystem, combo neoyorquino de tecno con vocación orgánica; Bonobo; Modeselektor; Richie Hawtin… Un total de 150 actuaciones durante tres días con sus tres noches.
La idea del Sónar nació en la casa de uno de los personajes más controvertidos de la música en España: Teddy Bautista, actualmente encausado por presunto desvío masivo de fondos de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Fue en una tarde de esas en que los músicos se reúnen para compartir y hablar de cacharritos, de moogs y minimoogs, sintetizadores.
Bautista era entonces otro Bautista, su pasado de cantante de Los Canarios quedaba más cerca. Con él estaban dos músicos que pertenecían a un grupo de electrónica, Jumo, y que ya habían trabajado para él en la Expo 92 de Sevilla: Enric Palau y Sergio Caballero.
Enric Palau recuerda uno de sus mayores cabreos en estos 25 años. Fue en 2009. Se lo provocó la indolente e indomable Grace Jones, artista total, de culto, que protagonizó el mayor retraso que se recuerda en un festival con fama de reloj suizo. Salió al escenario con 45 minutos de demora. Encerrada en el camerino, con sus bandejas de ostras y su champán, no quería salir.
El show, eso sí, fue de maravilla.
Acabado el concierto, se fue de fiesta al Club Catwalk y acabó con una troupe de 20 personas en su suite del hotel Arts. “Fue el mejor after de mi vida”, recuerda Gerardo Cartón, por aquel entonces director general del sello PIAS en España, autor del Manual del perfecto festivalero. “La gente estaba borracha, tirada por los suelos, mientras yo mantenía una conversación mística con ella”.
“La gente estaba tirada por el suelo, borracha”,
en la ‘suite’ de Grace Jones, cuenta el exdirectivo discográfico
Gerardo Cartón. “Fue el mejor ‘after’ de mi vida”
Estos 25 años del Sónar están plagados de momentos históricos. La actuación a cara descubierta (sin sus clásicos cascos de robot) de unos jóvenes Daft Punk, en su primera sesión en España, en 1997; la entrada del finlandés Jimi Tenor, en 1998, a lomos de un caballo blanco, emulando el episodio setentero de Bianca Jagger en el club Studio 54; la mágica actuación de Björk, con su antifaz y su tutú negros, en 2003; el salto, por sorpresa, de Kanye West —cuando aún no era el marido de la Kardashian, ni una estrella internacional— al escenario de De La Soul (2005); el regreso de Kraftwerk en 2013, con su show en 3D; el de Jean-Michel Jarre, en 2016.

Y para un spa de México se fue Sergio Caballero, el artista que se encarga de estas locuras/genialidades, para encontrarse con el astro argentino. Nada más llegar al hotel Rancho San Diego —sí, así se llamaba el establecimiento—, ubicado en Ixtapan de la Sal, a dos horas de la capital, se encontró con el mánager de Diego Armando, Guillermo Coppola, toalla atada a la cintura: “¿Qué pasa, catalán? Bueno, qué, ¿trajiste la plata?”. Así fue el recibimiento.
Lo que siguió fue una semana persiguiendo al futbolista argentino para que se hiciera una foto y un vídeo. “No, esta tarde está cansado”. “No, se fue a jugar al golf”. “Está en su habitación viendo un partido”.
Caballero deambulaba por el hotel a ver si le veía por algún lado.
—Diego, ¿te puedo hacer una foto?
—Dale, catalán.
Al fin, aceptó posar en el spa. Al ver el catálogo con la imagen del año anterior, la de la familia con incontinencia, se rio. “¡Eh, catalán, estás loco!”.
Maradona desplegó toda su panoplia de recursos
en el noble arte del escaqueo. “¡Eh, catalán, estás loco!”, le decía al
fundador del Sónar Sergio Caballero
Caballero andaba rodando los exteriores del spa cuando vio a Maradona asomado a una ventana. El futbolista le explicó que no quería rodar lo de las mises.
—¿Y qué hay de lo mío?
—Va, hagámoslo ahora, va.
Maradona saltó por la ventana, se puso la camiseta del Sónar, y Caballero le dio al rec. “Tardamos una semana en conseguir algo que costaba una mañana”, recuerda el artista catalán. “Fue genial. Me gustan los pillos”.
A sus progenitores, dos grandes aficionados del festival (sobre todo Salvador, su padre), les costó decidirse. Las familias se oponían en rotundo a semejante bautizo. De hecho, tardaron un tiempo en aceptar el nombre. “Nos gustaba la sonoridad”, defiende Salvador, que entre 2003 y 2016 organizó el festival de hip-hop Hipnotik.
En casa del herrero, cuchillo de palo. A Sónar no le gusta mucho la música. Le interesan los videojuegos y el baloncesto. En el colegio le conocen por el nombre y por su pelo, rizado, inflado, casi afro. Dice que en su colegio sus compañeros no saben nada del festival. Él fue varios años al Sónar Kids, tramo diurno que acoge a niños. Lo llevaban sus padres. Hasta que un día, a los seis años, el pequeño Sónar agarró una botella de agua del suelo y bebió de ella. Era la época, recuerda su madre, Carolina, en que la gente a veces echaba MDMA (éxtasis) en el agua. “Pensé que no era lugar para llevar al niño”.
El recorrido ha tenido sus baches. Hubo alguna avalancha en los tiempos en que se celebraba en la playa de la Mar Bella. En 2000 se cayó el sistema informático en un aeropuerto de Londres y la mitad de los artistas programados para el sábado no llegaron a tiempo.
Las críticas tampoco han faltado. Por el ruido cuando el Sónar de Día se celebraba en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Por el encarecimiento de los abonos, que ya cuestan 195 euros. Por haber mutado en su versión diurna en un evento con mucho peso de las empresas: el llamado Sónar + D acoge a start-ups, aceleradoras y fondos de inversión ligados a industrias culturales que han desplazado, dicen los críticos, a proyectos más estrictamente artísticos.
La marcianada de este año, nunca mejor dicho, es el envío al espacio exterior de 38 piezas musicales de 10 segundos de duración compuestas por artistas como Jean-Michel Jarre o el Niño de Elche. Desde una antena ubicada en Tromso, Noruega. Con la colaboración del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña. Destino: la estrella de Luyten. El Sónar siempre va un paso más allá.
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