LA NOCHE TEMATICA -ETA: caso abierto - SABADO -21- JULIO,. / LA SEXTA NOCHE - La clave del futuro del PP - SABADO -21- JULIO,.
TITULO: LA NOCHE TEMATICA -ETA: caso abierto - SABADO -21- JULIO,.
LA NOCHE TEMATICA - SABADO -21- JULIO,.
La noche temática es un programa documental
que aborda desde diferentes puntos de vista temas de actualidad,
sociedad y cultura a través de documentales. El sabado -21- julio a las 23:30, etc.
ETA: caso abierto ,.
Antonio
Salvá, padre del guardia civil Diego Salvá, fotografiado delante de la
tumba de su hijo en el cementerio de Palma de Mallorca el pasado 5 de
mayo. Salvá y su compañero, Carlos Sáenz de Tejada, fueron asesinados
por ETA el 30 de julio de 2009. Nadie ha sido detenido por ese atentado. fotos,.
Hace 50 años, ETA asesinó al guardia civil José Antonio Pardines.
Después llegarían 852 muertos más. Y cerca de 3.000 heridos. La banda
terrorista acaba de anunciar su disolución, pero más de 300 asesinatos
están aún sin resolver. Son crímenes cuyos autores materiales nunca han
sido identificados. Y víctimas a las que jamás se ha hecho justicia.
Esta es la historia de la lucha de familias afectadas, Guardia Civil,
policía y Audiencia Nacional contra la impunidad de los asesinos.
EL CURTIDO artificiero de la Guardia Civil que llegó el 30 de julio de 2009 al rincón de Mallorca donde una bomba de ETA acababa de destrozar a Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada
logró describir a duras penas el infierno en que se vio sumido:
“Siempre recordaré el olor a explosivo y carne humana quemada que te
penetra hasta lo más hondo de tu alma. Lo que quedaba del cuerpo de
Diego estaba colgado de un árbol. El otro compañero, Carlos, se
encontraba a 10 metros, muy hinchado, le había reventado la onda
expansiva. Una explosión no solo te mata, pierdes tu cuerpo de ser
humano y te conviertes en trozos de carne sin forma”. Diego y Carlos no
habían cumplido 30 años.
El
asesinato de Francisco Carballar, en Madrid, el 17 de octubre de 1991,
con una bomba colocada en su coche. El mismo día ETA atentó contra Irene
Villa y su madre. Ambos casos están sin resolver.Miguel Gener
Han pasado nueve desde aquella masacre. La última de la banda en
España. Llueve sin piedad sobre la isla. Ha amanecido un día triste. En
el lugar del atentado, una calle sin apenas tránsito en la localidad
turística de Calvià, una placa recuerda a los dos guardias. Allí,
absorto y empapado, Antonio Salvá, padre de Diego, afirma que tiene
grabado a fuego cada segundo de esa mañana. El último abrazo. El
atentado. Los rumores. La llamada de un amigo: “Toni, ha sido Diego”.
Desde entonces no ha parado de interrogarse. Una y otra vez. Día y
noche. ¿Cuántos eran? ¿Quién puso la bomba? ¿Quién dio la orden? ¿Cómo
escaparon? ¿Dónde están? ¿Qué nos oculta el Gobierno? Un bucle que ya
dura nueve años.
La Guardia Civil ha puesto la operación damocles
en marcha. Su objetivo, que ningún asesinato de la banda terrorista
quede impune
Preguntas sin respuesta. Nadie ha sido condenado por el doble crimen. Ni por el de los guardias Julián Embid y Bonifacio Martín,
en 2003, en Sangüesa (Navarra); ni por el del cabo Juan Carlos Beiro,
en 2002, en la localidad navarra de Leitza. Ni por cientos de asesinatos
llevados a cabo por ETA desde que el 7 de junio de 1968 acabó con la
vida del guardia civil de Tráfico José Antonio Pardines Arcay. Algo
inaudito en una sociedad que no consiente un delito de sangre
(amplificado por la televisión y las redes sociales) sin un inmediato
sospechoso entre rejas. “Nuestra lucha es por la verdad”, explica
Antonio Salvá. “Para nosotros no ha llegado la paz. La bomba nos ha
reventado tres veces: la primera, el día del atentado; la segunda,
cuando te brota un odio irreprimible. Pero es peor la tercera: el
olvido. Cuando te hablan de borrón y cuenta nueva es como si ETA matara
de nuevo a nuestros muertos. Las víctimas necesitamos saber la verdad,
no tantos homenajes. Exigimos que se cumpla la ley. Saber quién los
mató. No deseo que les hagan lo que ellos me hicieron. Solo que vayan a
la cárcel. Nunca me podrán devolver a mi hijo, pero al menos la herida
empezará a cicatrizar”.
El teniente coronel De Miguel, jefe de la UCE-1, la unidad encargada de los atentados no resueltos.
“Vamos a llegar al fin del mundo hasta resolver el asesinato de
Carlos y Diego”, asegura mirando a los ojos con dureza el teniente
coronel Carlos de Miguel, jefe de la Unidad Central Especial 1 (UCE-1)
de la Guardia Civil, dedicada a la batalla contra ETA. “Tenemos la firme
determinación de seguir trabajando hasta el límite de nuestras fuerzas
para solucionar los crímenes no resueltos”, recalca. Cuando viste de
paisano (lo habitual entre los agentes del Servicio de Información en su
anónimo cuartel general a las afueras de Madrid), podría pasar por
profesor de una escuela de negocios; cuando se pone el uniforme, uno se
topa con el fibroso oficial multicondecorado que dirige a
cientos de investigadores en la lucha antiterrorista. Es el responsable
de la Operación Damocles. Tiene la orden de que ningún asesinato de ETA quede impune. Aunque la banda se disuelva. Como explica el también teniente coronel J. R., superasesor
antiterrorista del ministro del Interior, “aunque ETA termine no vamos a
dejar de investigar. Puede desaparecer la marca, pero no los
responsables de los atentados. Y que no olviden que las
responsabilidades penales son individuales”.
El
equipo del Centro Memorial, en Vitoria. De izquierda a derecha, Raúl
López, Gorka Angulo, Florencio Domínguez, Gaizka Fernández y Juan
Vinuesa.
De Miguel da cuenta del operativo Damocles: “Aunque pasen 50 años el
terrorista tiene la espada de la justicia sobre su cabeza. Y nuestra
misión es que sea juzgado. Nosotros tenemos también una espada sobre la
cabeza: la del tiempo; la de las prescripciones. Por eso priorizamos la
investigación de los atentados con víctima mortal, y cuya prescripción
no se haya cumplido, es decir, que su responsabilidad criminal no se
haya extinguido por el transcurso del tiempo legalmente establecido [en
delitos de terrorismo era, hasta 2010, de 20 años, y desde esa fecha,
los atentados mortales no prescriben]. Es una carrera contra el tiempo.
Porque el análisis de un caso puede llevarte un año. Y no quiere decir
que entonces pilles al asesino”. En torno al jefe de la UCE-1, rodeados por una montaña de
informes de grafología, acústica, balística, química, huellas y
explosivos; de declaraciones de otros detenidos; muestras de adn; mapas y
diagramas; informes de registros, escuchas telefónicas e información
llegada de Francia, toman asiento un teniente responsable de los
analistas y un comandante a cargo de la elaboración de inteligencia. Su
identidad es confidencial. “Del estudio de un asesinato te puede salir
la identidad del asesino. Vas creando un modelo. Aplicas un método
deductivo (vas de lo general, de la forma de actuar de la banda, a lo
particular, al atentado que estás investigando) y otro inductivo (vas de
lo particular a lo general, de un atentado con paquete bomba hasta un
marco general que permita imputar a los autores intelectuales). Y unes
cabos. Cuando había atentados a diario era difícil dedicarse con la
profundidad necesaria. Ahora, con ETA derrotada, es el momento de la
explotación del éxito”.
Archivos del Memorial.
—¿Cómo resucitan esos casos?
Propaganda de ETA.
—Hay dos formas. La primera es que la Audiencia Nacional reabra una
causa archivada en su día (y que normalmente esté al límite de su
prescripción) y te pida un informe sobre ese atentado, y empieces a
investigar y buscar nuevas pruebas. La segunda es que cojas de oficio
diligencias antiguas, te las estudies y veas de dónde puedes ir tirando.
Te topas con una nota, una carta, una prueba pericial, una declaración
que antes no habías visto y hoy puedes relacionar y conectar con otros
casos gracias a los programas informáticos. Es un diagrama que va
creciendo y a veces te conduce a un callejón sin salida, pero, a veces,
sacas petróleo. Y pillas al que se te escapó.
—¿Por ejemplo…?
—Hemos resuelto el atentado con explosivos contra Juan José Aliste,
que perdió las piernas en 1995. Y el de Luciano Cortizo, que fue
asesinado ese mismo año, y su hija gravemente herida; el del guardia
Antonio Ramos, tiroteado en 1986, o una bomba colocada en la calle de
Alcalá de Madrid, en 2005, que provocó 50 heridos.
Lugar del asesinato de Juan Carlos Beiro, en Leitza, el 24 de septiembre de 2002, aún sin resolver.
Miles de legajos polvorientos y olvidados. Con su aséptica
descripción del atentado, las declaraciones de los testigos (siempre
escasos en el País Vasco), las sombrías fotos del lugar de los hechos,
de los casquillos, de los efectos personales de la víctima; el esquema
de los impactos en su cuerpo; la autopsia. Y el mecánico auto del juez
que los archivó. A veces, en días. La mayoría en menos de un año. No
había por dónde tirar. Tampoco tiempo. Se trataba de asegurar lo que se
tenía y prepararse para el siguiente ataque. Solo en 1980 ETA provocó 89
muertos, 500 heridos graves y secuestró a 22 personas. Muchos están sin
resolver. Son los cold cases, asuntos que vuelven a estar en
la mesa de los investigadores, jueces y fiscales gracias a los nuevos
métodos de criminalística. Y del profundo conocimiento del enemigo.
José Antonio Pardines, el primer asesinado por ETA. Tenía 25 años.
Algo que han aprendido tras la trágica experiencia de más de 200
guardias y 150 policías (y también 14 servidores de la Justicia)
asesinados por ETA. Lo explica el coronel Manuel Sánchez Corbí, durante
30 años pieza clave en la larga marcha contra la banda, hoy responsable
de la Unidad Central Operativa (UCO) y autor (junto a la guardia civil
Manuela Simón) de un enciclopédico tratado sobre la guerra contra la
banda titulado Historia de un desafío: “Llegamos a conocerlos
en profundidad, a saber cómo y por qué actuaban; pasamos de ir por
detrás y ser cazados como conejos a adelantarnos a sus atentados. No se
podía tratar el terrorismo de ETA como una suma de hechos delictivos
inconexos. Todo tenía una razón de ser. Y todo quedaba por escrito en
sus autocríticas. Era una organización jerarquizada y estructurada,
estable en el tiempo, con una ideología inalterable, una continuidad en
sus componentes, zonas de actuación fijas y que daba unas órdenes y
consignas precisas a sus comandos y su entorno. Ha sido una guerra de
información. De tesón, continuidad y capacidad de interrelacionar datos.
De conocer sus debilidades. Y eso no se entendía en los años setenta y
ochenta. La clave del éxito fue ir a por la organización como un todo,
no contra un terrorista concreto”.
Un ejemplar de Zutik, un boletín de la banda.
Justo lo que no hizo el Estado hasta comienzos de los noventa. Para
Baltasar Garzón, juez en la Audiencia Nacional entre 1988 y 2012, el
magistrado que revolucionó la instrucción de los asesinatos tratando a
la banda como una organización de crimen organizado, “depende de cómo
computes lo resuelto, si es desde un punto de vista policial,
casi todo está sabido; si es judicialmente, es cierto, el nivel
condenatorio ha sido bajo. Y esos delitos pueden haber prescrito, pero a
las víctimas se les debe la ‘justicia restaurativa’: tienen derecho a
la verdad, a que aclaremos los hechos, a que conozcan la identidad de
los perpetradores, a una reparación simbólica y a que tengan la
convicción de que el Estado ha hecho todo lo posible por hacer
justicia”.
“La lucha contra ETA ha sido una guerra de información, de tesón, de conocer sus debilidades”, afirma el coronel Manuel Corbí
¿Cuántos asesinatos de la banda forman parte de ese inquietante inventario de casos fríos que hoy se pretende desentrañar?
La resistencia contra ETA ha tenido durante medio siglo nombre de
mujer. Si al final del franquismo y durante la Transición fueron las
viudas, humildes, desperdigadas, olvidadas e, incluso, despreciadas, las
que sacaron adelante a sus familias y la memoria de sus muertos, en
1981, tres esposas de asesinados (Ana María Vidal-Abarca, Sonsoles
Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea) crearon la Hermandad de Familiares de
Víctimas del Terrorismo. Habían prendido la mecha. Después llegarían
las hijas, las hermanas: Cristina Cuesta, Irene Villa, Consuelo Ordóñez,
Marimar Blanco, Maite Pagazaurtundua o Maite Araluce, símbolos de la
tenacidad de las mujeres contra ETA.
Pablo Salas, jefe del Servicio de Información.
Tres de ellas, Pagazaurtundua, Cuesta y la abogada Carmen Ladrón de
Guevara, se reunieron en marzo de 2010, en Madrid, con el entonces
presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes. Portaban un informe
que les quemaba las manos. En ese análisis (realizado de forma artesanal
y sin apoyo oficial), denunciaban “que 349 asesinatos de ETA (de las
853 víctimas mortales computadas por el Ministerio del Interior)
carecían de sentencia”, recuerda Ladrón de Guevara, de la AVT. De ese
cómputo habían dejado fuera a otras 75 víctimas mortales de ETA cuyas
causas, anteriores a junio de 1977, habían sido amnistiadas. Nadie había
llevado a cabo nunca una investigación similar. Poco a poco fueron
puliendo la lista y llegaron a 311 víctimas. Lo explica Carmen Ladrón de
Guevera:
—¿Cuál fue la metodología del informe?
—“Caso no resuelto” no es un concepto jurídico, es más correcto
hablar de “asesinato sin sentencia de autor”. Es decir, no hay un autor
material que haya sido condenado por ese atentado. Tenemos asesinato y
asesinado, pero carecemos de asesino. En esa situación están, según mi
cálculo, 311 víctimas, sin contar con los casos que fueron amnistiados
en 1977.
Aún hoy se carece de una cifra unánime de casos no resueltos.
Depende, por un lado, de si se incluyen o no los crímenes sin resolver
pero que fueron amnistiados. Y por otro, de lo que se considera un caso
juzgado. Así, las cifras oscilan entre los 379 asesinatos que esgrime la
asociación Dignidad y Justicia, los 359 que ofrece Covite (Colectivo de
Víctimas del Terrorismo en el País Vasco), los 224 que afirma la
Audiencia Nacional y los 204 de un informe encargado en 2014 por el
Gobierno vasco. En cualquier caso, demasiados muertos olvidados.
Aquel día de 2010, en la Audiencia Nacional, ese grupo de mujeres
irreductibles inició su ofensiva contra el olvido. Justo en el momento
en que ETA estaba a punto de abandonar las armas
y se comenzaba a hablar del “punto final”. Maite Pagaza, que era en
2010 presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo y hoy
eurodiputada, se constituyó en el motor de la investigación. “Llegué a
obsesionarme. Nadie se había acordado de los muertos de ETA. Durante más
de 40 años hubo familiares que no pudieron personarse en el proceso,
jamás vieron el sumario e, incluso, ignoraron que se había celebrado un
juicio y tenían derecho a una indemnización. Nosotras no pretendíamos
hacer un sesudo estudio jurídico, sino centrarnos en lo humano: en el
derecho a la verdad que otorgan las Naciones Unidas a las víctimas.
Nuestro criterio de búsqueda era ‘víctimas sin juicio’ o ‘juicios sin
autor material’. Nos salieron 349. Y si incluíamos a los amnistiados, el
índice de impunidad superaba el 40%. Era un escándalo. Esa situación no
ayuda a acabar con el legado de ETA porque provoca la ilusión de que
han sido omnipotentes. Y hoy están de potes en la taberna del pueblo. En
el País Vasco ha habido un ecosistema del terror. Cada muerte se
extendía por círculos concéntricos. En el primero estaba el perpetrador;
y en los siguientes, los cómplices, colaboradores, informantes,
correos, recaudadores y simpatizantes. Centenares de personas a las que
no se puede demostrar nada. Y que vitorean a los asesinos cuando vuelven
a casa. Y están volviendo”.
Funeral de José Luis Veiga, Agustín Pascual y Victoriano Collado, asesinados en septiembre de 1984.
Ángel Juanes, presidente de la Audiencia Nacional, ordenó verificar
la cifra de casos no resueltos. Pero nadie sabía dónde estaban los
sumarios. A nadie se le había ocurrido durante 42 años reunir las causas
de los asesinatos de ETA en un mismo espacio, con una codificación
propia y de fácil acceso para los investigadores. Sin un registro
informático judicial hasta finales de los noventa (cuando se puso en
marcha el sistema Minerva), esa documentación procesal se encontraba
dispersa entre los dos depósitos de la Audiencia Nacional, el Archivo
General de la Administración, distintos juzgados madrileños y del País
Vasco (que desde 1977 se tenían que haber inhibido en favor de la
Audiencia Nacional), y múltiples archivos militares. Una veintena de
causas habían sido expurgadas (eliminadas) o perdidas.
La persona encargada de localizar esos sumarios fue Carmen Alba, una
funcionaria judicial y profesora de derecho procesal que dedicó a esa
misión un año y medio. Ocho años más tarde aún se le llenan los ojos de
lágrimas cuando recuerda su peregrinaje por los laberintos de la
Administración explorando centenares de cajas de legajos que no habían
visto la luz en décadas; se topó incluso con parte del sumario
extraviado del atentado contra Carrero Blanco: “Fueron momentos muy
especiales…, llegaba a hablar mentalmente con las víctimas. Cuando
localizaba un sumario miraba al cielo y decía ‘¡ya te tengo!’. Y pensaba
en las familias”.
“El problema es que en los libros de registro judiciales y en la
portadilla de cada causa no constaba el nombre de la víctima. Era
complicado saber a cuál de ellas correspondía cada sumario, continúa
Alba. “La víctima no pintaba nada en el proceso. Su nombre no aparecía
por ningún lado. Había que identificar el número de causa para llegar a
su vez a su instrucción. Y después había que encontrarla físicamente
para conocer su estado procesal. Y digitalizarla. Conseguimos
identificar todas”.
Según el criterio de la Audiencia Nacional, eran 224 los atentados
mortales en los que no se había podido exigir “responsabilidades
criminales a sus autores o cómplices”. Una cifra con la que las víctimas
no están de acuerdo. “La Audiencia Nacional excluye los casos en los
que se ha condenado a algunos colaboradores; o que tuvieron sentencias
absolutorias, o que se extraviaron o se vieron inmersos en una cadena de
errores. Nosotros hablamos de terroristas que mataron y no han pagado. Y
muy posiblemente no pagarán porque sus acciones están prescritas”,
asegura Carmen Ladrón de Guevara.
Trabajo en la UCE-1.James Rajotte
El informe de la Audiencia recalcaba que casi la mitad habían sido
perpetrados en los años de plomo, pero también incluía una treintena de
asesinatos sin esclarecer ocurridos entre 1992 y 2009. Entre ellos, los
de Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada. La buena noticia era que la
Fiscalía (dirigida hasta hace un año por Javier Zaragoza) había logrado
en ese tiempo la reapertura de 22 causas de asesinatos de ETA y lo iba a
seguir intentando (siempre que hubiera nuevos indicios de peso para la
investigación) para evitar su prescripción. Zaragoza, hoy fiscal del
Supremo, actualiza su estadillo de los atentados mortales de ETA sin
responsables criminales cuando una causa se reabre o un etarra es
sentado en el banquillo.
A lo largo de 60 años de existencia, más de 3.700 militantes pasaron
por las filas de ETA. De ellos, 3.300 acabaron en la cárcel. Lo que
arroja un saldo de otros 400 que, al parecer, no han purgado sus
crímenes en prisión (al menos en las españolas). ¿Han escapado muchos
etarras al brazo de la justicia? “No lo creo. Y, en todo caso, sabemos
dónde están”, afirma rotundo el comisario principal M. R., jefe de la
Unidad Central de Información Interior, los expertos antiterroristas del
Cuerpo Nacional de Policía.
El comisario y su segundo son dos históricos de la lucha contra la
banda. En su base operativa, en el acorazado complejo policial de
Canillas (Madrid), explican algunos motivos del elevado número de
asesinatos sin resolver: “Durante años hubo muchos problemas para
investigar eficazmente. No había toma de adn. Ni teléfonos móviles que
pinchar. Ni correos electrónicos que horadar. Y a eso se sumaba una
inspección ocular y una toma de muestras muy malas. Tampoco había
testificales. Nadie había visto nada. Ni teníamos infiltrados. Y Francia
no apoyaba. Todo se solucionaba con las declaraciones de otros
detenidos y las escasas fuentes con las que contábamos. Y si nadie
cantaba, el caso quedaba archivado.
Etarras en prisión en 1976.
—Dice usted que saben quiénes son los asesinos. —Policialmente sabemos quién está detrás de la mayoría de esos 300
muertos. Eran los comandos que estaban operativos en ese momento y en
ese territorio. Y hoy están fuera de España. En África y en América
Latina (básicamente en Cuba y Venezuela). Salieron de Europa a mediados
de los ochenta, cuando las deportaciones desde Francia (donde
disfrutaban del estatuto de refugiados), y tras las conversaciones de
Argel, en 1989. Son más de un centenar, de los que tenemos localizados a
63, en algunos casos gracias a la colaboración del CNI y sus estaciones
en el exterior. Sobre 32 de ellos, a los que denominamos reclamados,
pesa una orden internacional de detención. Y hay otros (los históricos
asesinos de la banda con decenas de muertes a la espalda) cuyas causas
están teóricamente prescritas, pero que no se atreven a volver a España
porque no tienen claro si algunas aún están abiertas o han sido
reabiertas, lo que supondría su automático ingreso en prisión.
Cuando se pregunta al comisario si están logrando encarcelar a esos
huidos, se levanta como impulsado por un resorte, entra en su ordenador y
muestra un dosier sobre 35 etarras detenidos fuera de España desde el
alto el fuego de octubre de 2011, en Bélgica, Francia, Italia, Reino
Unido, Brasil o México. “Aquí no paramos. Nos hemos especializado en
cogerlos fuera de España. Trabajamos con las policías de todo el mundo.
Sabemos quiénes son los grandes asesinos de ETA. Otra cosa es que haya
colaboradores que no hemos detectado; gente que los ayudaba, ocultaba,
encubría, transportaba. Y eso es más complicado de dilucidar. Y de
exigir responsabilidades, porque, para ser de ETA, no había que tener
carné”.
Debajo,
atentado el 30 de octubre de 2000 en Madrid. Murieron Jesús Escudero,
José Francisco de Querol, Armando Medina y Jesús Sánchez. Nunca
resuelto.
¿Saben realmente el nombre de los asesinos o es un farol del
comisario? Cuando se interroga a los investigadores sobre atentados
concretos no resueltos, desvían la mirada, adoptan un espeso mutismo o
mascullan palabras ininteligibles. Saben más de lo que pueden probar.
Han llegado a ser la sombra de ETA.
Durante la realización de este reportaje, este periodista preguntó
por uno de esos viejos casos jamás zanjado: el asesinato por
ametrallamiento en el centro de Bilbao de una persona de su entorno
durante los años de plomo. La causa había sido archivada unos meses más
tarde. Nunca se detuvo a nadie. La familia no recibió ni una sola
información durante 39 años. La mínima pista. Ni una llamada. Unos días
después de iniciar sus pesquisas, el periodista recibía un escueto e-mail
policial con esta información: “Según nuestras indagaciones, todo
apunta a que el comando que le asesinó estaba compuesto por estos
integrantes”. En el correo figuraban cuatro nombres y apellidos. Dos han
muerto. Dos están vivos y permanecen en libertad en Cabo Verde y Santo
Tomé. Tienen a su espalda (al menos) una docena de asesinatos más. Hoy
forman parte de la cúpula de mando del colectivo EIPK, la organización
del entorno de ETA que pretende que los huidos regresen a España con el
contador a cero. Para el hijo de aquella víctima olvidada de Bilbao,
“tantos años sin saber nada, y cuando por fin averiguamos quién mató a
mi padre, resulta que dentro de nada vamos a ver cómo reciben a esos
asesinos en sus pueblos como héroes. ¿Es eso la reconciliación?”.
Durante décadas las víctimas de ETA no han logrado vivir en paz.
No han podido olvidar. “Sin justicia no sales del hoyo”, repiten. Según
un estudio llevado a cabo en la Facultad de Psicología de la
Universidad Complutense de Madrid, bajo la dirección de la profesora
María Paz García-Vera, “después de que hubiese pasado una media de 21
años desde el atentado, el 27% de las víctimas aún padecían un trastorno
por estrés postraumático; el 18%, un trastorno depresivo mayor, y casi
el 37%, un trastorno de ansiedad, de manera que el 50% de las víctimas
presentaba uno o varios trastornos psicológicos”.
Desde el atentado yihadista del 11 de marzo de 2004,
que abrió los ojos a la sociedad, las víctimas han conseguido
reconocimiento, indemnizaciones dignas, apoyo jurídico, psicológico y
social, leyes y un estatuto. Ha llegado el momento de que sepan la
verdad. Y nadie olvide su tragedia. Algo que un puñado de idealistas
está intentando materializar en Vitoria en el Centro Memorial de las
Víctimas del Terrorismo: una aproximación documental a los peores años
de nuestra historia reciente desde la perspectiva de los que sufrieron
la violencia. Su objetivo es que sirva de vacuna contra el odio. Son los
guardianes de la memoria. Los investigadores del dolor. Los defensores
del relato. Los abogados de las víctimas. Y, más allá, según su
director, Florencio Domínguez: “ETA es la única que sabe realmente lo
que pasó. Ellos provocaron el dolor. Ellos mataron. Que lo cuenten. Y
llegará la paz”.
TITULO:LA SEXTA NOCHE -La clave del futuro del PP - SABADO -21- JULIO,.
La clave del futuro del PP, a análisis este sábado en laSexta Noche, foto.
Pablo Casado y Soraya Saénz de Santamaría tienen la clave del futuro del PP, que se decide en su Congreso. Por su parte, Pedro Sánchez tiene las del Gobierno y las ha presentado en el Congreso. Todo ello, laSexta Noche lo analiza este sábado -21- julio , a las 21:20 horas en laSexta.
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