LA NOCHE TEMATICA - SABADO -21- JULIO,.
La noche temática es un programa documental que aborda desde diferentes puntos de vista temas de actualidad, sociedad y cultura a través de documentales. El sabado -21- julio a las 23:30, etc.
ETA: caso abierto ,.
Hace 50 años, ETA asesinó al guardia civil José Antonio Pardines.
Después llegarían 852 muertos más. Y cerca de 3.000 heridos. La banda
terrorista acaba de anunciar su disolución, pero más de 300 asesinatos
están aún sin resolver. Son crímenes cuyos autores materiales nunca han
sido identificados. Y víctimas a las que jamás se ha hecho justicia.
Esta es la historia de la lucha de familias afectadas, Guardia Civil,
policía y Audiencia Nacional contra la impunidad de los asesinos.
EL CURTIDO artificiero de la Guardia Civil que llegó el 30 de julio de 2009 al rincón de Mallorca donde una bomba de ETA acababa de destrozar a Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada
logró describir a duras penas el infierno en que se vio sumido:
“Siempre recordaré el olor a explosivo y carne humana quemada que te
penetra hasta lo más hondo de tu alma. Lo que quedaba del cuerpo de
Diego estaba colgado de un árbol. El otro compañero, Carlos, se
encontraba a 10 metros, muy hinchado, le había reventado la onda
expansiva. Una explosión no solo te mata, pierdes tu cuerpo de ser
humano y te conviertes en trozos de carne sin forma”. Diego y Carlos no
habían cumplido 30 años.
Han pasado nueve desde aquella masacre. La última de la banda en
España. Llueve sin piedad sobre la isla. Ha amanecido un día triste. En
el lugar del atentado, una calle sin apenas tránsito en la localidad
turística de Calvià, una placa recuerda a los dos guardias. Allí,
absorto y empapado, Antonio Salvá, padre de Diego, afirma que tiene
grabado a fuego cada segundo de esa mañana. El último abrazo. El
atentado. Los rumores. La llamada de un amigo: “Toni, ha sido Diego”.
Desde entonces no ha parado de interrogarse. Una y otra vez. Día y
noche. ¿Cuántos eran? ¿Quién puso la bomba? ¿Quién dio la orden? ¿Cómo
escaparon? ¿Dónde están? ¿Qué nos oculta el Gobierno? Un bucle que ya
dura nueve años.
La Guardia Civil ha puesto la operación damocles
en marcha. Su objetivo, que ningún asesinato de la banda terrorista
quede impune
En torno al jefe de la UCE-1, rodeados por una montaña de
informes de grafología, acústica, balística, química, huellas y
explosivos; de declaraciones de otros detenidos; muestras de adn; mapas y
diagramas; informes de registros, escuchas telefónicas e información
llegada de Francia, toman asiento un teniente responsable de los
analistas y un comandante a cargo de la elaboración de inteligencia. Su
identidad es confidencial. “Del estudio de un asesinato te puede salir
la identidad del asesino. Vas creando un modelo. Aplicas un método
deductivo (vas de lo general, de la forma de actuar de la banda, a lo
particular, al atentado que estás investigando) y otro inductivo (vas de
lo particular a lo general, de un atentado con paquete bomba hasta un
marco general que permita imputar a los autores intelectuales). Y unes
cabos. Cuando había atentados a diario era difícil dedicarse con la
profundidad necesaria. Ahora, con ETA derrotada, es el momento de la
explotación del éxito”.—¿Por ejemplo…?
—Hemos resuelto el atentado con explosivos contra Juan José Aliste, que perdió las piernas en 1995. Y el de Luciano Cortizo, que fue asesinado ese mismo año, y su hija gravemente herida; el del guardia Antonio Ramos, tiroteado en 1986, o una bomba colocada en la calle de Alcalá de Madrid, en 2005, que provocó 50 heridos.
Miles de legajos polvorientos y olvidados. Con su aséptica
descripción del atentado, las declaraciones de los testigos (siempre
escasos en el País Vasco), las sombrías fotos del lugar de los hechos,
de los casquillos, de los efectos personales de la víctima; el esquema
de los impactos en su cuerpo; la autopsia. Y el mecánico auto del juez
que los archivó. A veces, en días. La mayoría en menos de un año. No
había por dónde tirar. Tampoco tiempo. Se trataba de asegurar lo que se
tenía y prepararse para el siguiente ataque. Solo en 1980 ETA provocó 89
muertos, 500 heridos graves y secuestró a 22 personas. Muchos están sin
resolver. Son los cold cases, asuntos que vuelven a estar en
la mesa de los investigadores, jueces y fiscales gracias a los nuevos
métodos de criminalística. Y del profundo conocimiento del enemigo.
Algo que han aprendido tras la trágica experiencia de más de 200
guardias y 150 policías (y también 14 servidores de la Justicia)
asesinados por ETA. Lo explica el coronel Manuel Sánchez Corbí, durante
30 años pieza clave en la larga marcha contra la banda, hoy responsable
de la Unidad Central Operativa (UCO) y autor (junto a la guardia civil
Manuela Simón) de un enciclopédico tratado sobre la guerra contra la
banda titulado Historia de un desafío: “Llegamos a conocerlos
en profundidad, a saber cómo y por qué actuaban; pasamos de ir por
detrás y ser cazados como conejos a adelantarnos a sus atentados. No se
podía tratar el terrorismo de ETA como una suma de hechos delictivos
inconexos. Todo tenía una razón de ser. Y todo quedaba por escrito en
sus autocríticas. Era una organización jerarquizada y estructurada,
estable en el tiempo, con una ideología inalterable, una continuidad en
sus componentes, zonas de actuación fijas y que daba unas órdenes y
consignas precisas a sus comandos y su entorno. Ha sido una guerra de
información. De tesón, continuidad y capacidad de interrelacionar datos.
De conocer sus debilidades. Y eso no se entendía en los años setenta y
ochenta. La clave del éxito fue ir a por la organización como un todo,
no contra un terrorista concreto”.
“La lucha contra ETA ha sido una guerra de información, de tesón, de conocer sus debilidades”, afirma el coronel Manuel Corbí
La resistencia contra ETA ha tenido durante medio siglo nombre de mujer. Si al final del franquismo y durante la Transición fueron las viudas, humildes, desperdigadas, olvidadas e, incluso, despreciadas, las que sacaron adelante a sus familias y la memoria de sus muertos, en 1981, tres esposas de asesinados (Ana María Vidal-Abarca, Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea) crearon la Hermandad de Familiares de Víctimas del Terrorismo. Habían prendido la mecha. Después llegarían las hijas, las hermanas: Cristina Cuesta, Irene Villa, Consuelo Ordóñez, Marimar Blanco, Maite Pagazaurtundua o Maite Araluce, símbolos de la tenacidad de las mujeres contra ETA.
—¿Cuál fue la metodología del informe?
—“Caso no resuelto” no es un concepto jurídico, es más correcto hablar de “asesinato sin sentencia de autor”. Es decir, no hay un autor material que haya sido condenado por ese atentado. Tenemos asesinato y asesinado, pero carecemos de asesino. En esa situación están, según mi cálculo, 311 víctimas, sin contar con los casos que fueron amnistiados en 1977.
Aún hoy se carece de una cifra unánime de casos no resueltos. Depende, por un lado, de si se incluyen o no los crímenes sin resolver pero que fueron amnistiados. Y por otro, de lo que se considera un caso juzgado. Así, las cifras oscilan entre los 379 asesinatos que esgrime la asociación Dignidad y Justicia, los 359 que ofrece Covite (Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco), los 224 que afirma la Audiencia Nacional y los 204 de un informe encargado en 2014 por el Gobierno vasco. En cualquier caso, demasiados muertos olvidados.
Aquel día de 2010, en la Audiencia Nacional, ese grupo de mujeres irreductibles inició su ofensiva contra el olvido. Justo en el momento en que ETA estaba a punto de abandonar las armas y se comenzaba a hablar del “punto final”. Maite Pagaza, que era en 2010 presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo y hoy eurodiputada, se constituyó en el motor de la investigación. “Llegué a obsesionarme. Nadie se había acordado de los muertos de ETA. Durante más de 40 años hubo familiares que no pudieron personarse en el proceso, jamás vieron el sumario e, incluso, ignoraron que se había celebrado un juicio y tenían derecho a una indemnización. Nosotras no pretendíamos hacer un sesudo estudio jurídico, sino centrarnos en lo humano: en el derecho a la verdad que otorgan las Naciones Unidas a las víctimas. Nuestro criterio de búsqueda era ‘víctimas sin juicio’ o ‘juicios sin autor material’. Nos salieron 349. Y si incluíamos a los amnistiados, el índice de impunidad superaba el 40%. Era un escándalo. Esa situación no ayuda a acabar con el legado de ETA porque provoca la ilusión de que han sido omnipotentes. Y hoy están de potes en la taberna del pueblo. En el País Vasco ha habido un ecosistema del terror. Cada muerte se extendía por círculos concéntricos. En el primero estaba el perpetrador; y en los siguientes, los cómplices, colaboradores, informantes, correos, recaudadores y simpatizantes. Centenares de personas a las que no se puede demostrar nada. Y que vitorean a los asesinos cuando vuelven a casa. Y están volviendo”.
La persona encargada de localizar esos sumarios fue Carmen Alba, una funcionaria judicial y profesora de derecho procesal que dedicó a esa misión un año y medio. Ocho años más tarde aún se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda su peregrinaje por los laberintos de la Administración explorando centenares de cajas de legajos que no habían visto la luz en décadas; se topó incluso con parte del sumario extraviado del atentado contra Carrero Blanco: “Fueron momentos muy especiales…, llegaba a hablar mentalmente con las víctimas. Cuando localizaba un sumario miraba al cielo y decía ‘¡ya te tengo!’. Y pensaba en las familias”.
“El problema es que en los libros de registro judiciales y en la portadilla de cada causa no constaba el nombre de la víctima. Era complicado saber a cuál de ellas correspondía cada sumario, continúa Alba. “La víctima no pintaba nada en el proceso. Su nombre no aparecía por ningún lado. Había que identificar el número de causa para llegar a su vez a su instrucción. Y después había que encontrarla físicamente para conocer su estado procesal. Y digitalizarla. Conseguimos identificar todas”.
Según el criterio de la Audiencia Nacional, eran 224 los atentados mortales en los que no se había podido exigir “responsabilidades criminales a sus autores o cómplices”. Una cifra con la que las víctimas no están de acuerdo. “La Audiencia Nacional excluye los casos en los que se ha condenado a algunos colaboradores; o que tuvieron sentencias absolutorias, o que se extraviaron o se vieron inmersos en una cadena de errores. Nosotros hablamos de terroristas que mataron y no han pagado. Y muy posiblemente no pagarán porque sus acciones están prescritas”, asegura Carmen Ladrón de Guevara.
A lo largo de 60 años de existencia, más de 3.700 militantes pasaron por las filas de ETA. De ellos, 3.300 acabaron en la cárcel. Lo que arroja un saldo de otros 400 que, al parecer, no han purgado sus crímenes en prisión (al menos en las españolas). ¿Han escapado muchos etarras al brazo de la justicia? “No lo creo. Y, en todo caso, sabemos dónde están”, afirma rotundo el comisario principal M. R., jefe de la Unidad Central de Información Interior, los expertos antiterroristas del Cuerpo Nacional de Policía.
El comisario y su segundo son dos históricos de la lucha contra la banda. En su base operativa, en el acorazado complejo policial de Canillas (Madrid), explican algunos motivos del elevado número de asesinatos sin resolver: “Durante años hubo muchos problemas para investigar eficazmente. No había toma de adn. Ni teléfonos móviles que pinchar. Ni correos electrónicos que horadar. Y a eso se sumaba una inspección ocular y una toma de muestras muy malas. Tampoco había testificales. Nadie había visto nada. Ni teníamos infiltrados. Y Francia no apoyaba. Todo se solucionaba con las declaraciones de otros detenidos y las escasas fuentes con las que contábamos. Y si nadie cantaba, el caso quedaba archivado.
—Policialmente sabemos quién está detrás de la mayoría de esos 300
muertos. Eran los comandos que estaban operativos en ese momento y en
ese territorio. Y hoy están fuera de España. En África y en América
Latina (básicamente en Cuba y Venezuela). Salieron de Europa a mediados
de los ochenta, cuando las deportaciones desde Francia (donde
disfrutaban del estatuto de refugiados), y tras las conversaciones de
Argel, en 1989. Son más de un centenar, de los que tenemos localizados a
63, en algunos casos gracias a la colaboración del CNI y sus estaciones
en el exterior. Sobre 32 de ellos, a los que denominamos reclamados,
pesa una orden internacional de detención. Y hay otros (los históricos
asesinos de la banda con decenas de muertes a la espalda) cuyas causas
están teóricamente prescritas, pero que no se atreven a volver a España
porque no tienen claro si algunas aún están abiertas o han sido
reabiertas, lo que supondría su automático ingreso en prisión.Cuando se pregunta al comisario si están logrando encarcelar a esos huidos, se levanta como impulsado por un resorte, entra en su ordenador y muestra un dosier sobre 35 etarras detenidos fuera de España desde el alto el fuego de octubre de 2011, en Bélgica, Francia, Italia, Reino Unido, Brasil o México. “Aquí no paramos. Nos hemos especializado en cogerlos fuera de España. Trabajamos con las policías de todo el mundo. Sabemos quiénes son los grandes asesinos de ETA. Otra cosa es que haya colaboradores que no hemos detectado; gente que los ayudaba, ocultaba, encubría, transportaba. Y eso es más complicado de dilucidar. Y de exigir responsabilidades, porque, para ser de ETA, no había que tener carné”.
¿Saben realmente el nombre de los asesinos o es un farol del
comisario? Cuando se interroga a los investigadores sobre atentados
concretos no resueltos, desvían la mirada, adoptan un espeso mutismo o
mascullan palabras ininteligibles. Saben más de lo que pueden probar.
Han llegado a ser la sombra de ETA.Durante la realización de este reportaje, este periodista preguntó por uno de esos viejos casos jamás zanjado: el asesinato por ametrallamiento en el centro de Bilbao de una persona de su entorno durante los años de plomo. La causa había sido archivada unos meses más tarde. Nunca se detuvo a nadie. La familia no recibió ni una sola información durante 39 años. La mínima pista. Ni una llamada. Unos días después de iniciar sus pesquisas, el periodista recibía un escueto e-mail policial con esta información: “Según nuestras indagaciones, todo apunta a que el comando que le asesinó estaba compuesto por estos integrantes”. En el correo figuraban cuatro nombres y apellidos. Dos han muerto. Dos están vivos y permanecen en libertad en Cabo Verde y Santo Tomé. Tienen a su espalda (al menos) una docena de asesinatos más. Hoy forman parte de la cúpula de mando del colectivo EIPK, la organización del entorno de ETA que pretende que los huidos regresen a España con el contador a cero. Para el hijo de aquella víctima olvidada de Bilbao, “tantos años sin saber nada, y cuando por fin averiguamos quién mató a mi padre, resulta que dentro de nada vamos a ver cómo reciben a esos asesinos en sus pueblos como héroes. ¿Es eso la reconciliación?”.
Durante décadas las víctimas de ETA no han logrado vivir en paz. No han podido olvidar. “Sin justicia no sales del hoyo”, repiten. Según un estudio llevado a cabo en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, bajo la dirección de la profesora María Paz García-Vera, “después de que hubiese pasado una media de 21 años desde el atentado, el 27% de las víctimas aún padecían un trastorno por estrés postraumático; el 18%, un trastorno depresivo mayor, y casi el 37%, un trastorno de ansiedad, de manera que el 50% de las víctimas presentaba uno o varios trastornos psicológicos”.
Desde el atentado yihadista del 11 de marzo de 2004, que abrió los ojos a la sociedad, las víctimas han conseguido reconocimiento, indemnizaciones dignas, apoyo jurídico, psicológico y social, leyes y un estatuto. Ha llegado el momento de que sepan la verdad. Y nadie olvide su tragedia. Algo que un puñado de idealistas está intentando materializar en Vitoria en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo: una aproximación documental a los peores años de nuestra historia reciente desde la perspectiva de los que sufrieron la violencia. Su objetivo es que sirva de vacuna contra el odio. Son los guardianes de la memoria. Los investigadores del dolor. Los defensores del relato. Los abogados de las víctimas. Y, más allá, según su director, Florencio Domínguez: “ETA es la única que sabe realmente lo que pasó. Ellos provocaron el dolor. Ellos mataron. Que lo cuenten. Y llegará la paz”.
TITULO:LA SEXTA NOCHE -La clave del futuro del PP - SABADO -21- JULIO,.






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