jueves, 26 de diciembre de 2013

LA COCINA DEL JUEVES POLLO CON PATATAS,./ HAY UNA COSA QUE TE QUIERO DECIR FERNANDO TEJERO,/ NAVIDAD A OSCURAS EN TOCLOBAN,..

 TÍTULO: LA COCINA DEL JUEVES POLLO CON PATATAS,.

Muslos de pollo con patatas al horno

Muslos de pollo con patatas al horno
Origen de la receta: España
Muslos de pollo con patatas para preparar en el horno.
Ingredientes:
  • 6 muslos de pollo
  • patatas
  • 4 dientes de ajo
  • perejil
  • pimienta
  • sal
  • hierbas provenzales
  • pimentón
  • aceite de oliva
  • 1 vaso de vino blanco
Preparación:
Coloca los muslos de pollo en una fuente de horno.
Pela las patatas, córtalas en gajos y espárcelas por la fuente, junto a los muslos.
En un mortero pon las hierbas provenzales, el perejil, la pimienta, un poco de sal, pimentón y los dientes de ajo pelados. Machácalos hasta obtener una pasta y añade un poco de aceite de oliva y un vaso de vino blanco. Mezcla todo bien y échalo por encima de los muslos de pollo.
Mete los muslos de pollo en el horno precalentado a 180ºC unos 40-45 minutos, hasta que estén dorados.

TÍTULO:  HAY UNA COSA QUE TE QUIERO DECIR FERNANDO TEJERO,.

Luz Casal y Fernando Tejero, protagonistas de las historias de 'Hay una cosa...'


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 Luz Casal quiere sorprender a un amigo y Fernando Tejero recibirá un mensaje en 'Hay una cosa que te quiero decir'. Esta noche a partir de las 22.00 h. en Telecinco.
  1. En Filipinas, el país más católico de Asia, son tan devotos que empiezan a decorar e iluminar los árboles de Navidad en septiembre. Pero ...

    MUNDO

    Navidad a oscuras en Tacloban

    Las islas de Filipinas que arrasó el tifón Haiyan dejando más de 6.000 muertos siguen sin electricidad mes y medio después de la catástrofe

    En Filipinas, el país más católico de Asia, son tan devotos que empiezan a decorar e iluminar los árboles de Navidad en septiembre. Pero, este año, los abetos navideños se quedarán apagados en las islas de Leyte y Sámar, que siguen sin electricidad tras el paso del devastador tifón Haiyan (llamado Yolanda por los locales) el pasado 8 de noviembre. Un mes y medio después de la catástrofe, que se cobró más de 6.000 vidas y dejó casi 1.800 desaparecidos cuyos cuerpos aún no han sido encontrados, sólo se ha restablecido la luz en un tercio de Tacloban, principal ciudad afectada y 'zona cero' de la tragedia. Mientras tanto, la mayoría de los 14 millones de damnificados por el tifón celebran la Navidad a oscuras y entre ruinas. De ellos, cuatro millones de personas se vieron obligadas a marcharse de sus hogares al quedar destruidos o seriamente dañados por vientos de hasta 310 kilómetros por hora o por la subida de la marea, que barrió las costas como si fuera un tsunami.
    De los más de 100.000 afectados que aún siguen refugiados en 381 centros de evacuación, muchos permanecen en las iglesias que aguantaron los envites del 'supertifón' Haiyan, el más potente jamás registrado. Auténticos ejes de la vida social en un país donde el 80% de sus 97 millones de habitantes son católicos, las parroquias ofrecieron a muchos supervivientes una protección que resultó ser milagrosa. Mientras en Tacloban se inundaba el principal centro de evacuados, el polideportivo Astrodome, la iglesia de los Redentores resistió sin sufrir daños los vientos huracanados del tifón. Tras perder sus casas bajo las aguas o arrasadas por el temporal, allí se cobijaron unas 320 familias -1.700 personas- con lo poco que pudieron salvar en su huida apresurada.
    Con cajas, maletas y tiendas de campaña desperdigadas entre sus bancos, imágenes religiosas y confesionarios reconvertidos en armarios, los damnificados han estado desde entonces haciendo su vida cotidiana en el templo: comiendo, vistiendo a sus hijos, lavando la ropa y hasta durmiendo a pierna suelta allá donde podían.
    «Este es el centro de evacuación más seguro», explicaba a finales de noviembre Rodrigo Bustillo, un conductor de taxi-triciclo de 52 años cuya casa de madera, en el 'barangay' 56-A, quedó destruida por el paso del tifón. Le acompañaban su mujer, Marlyn, de 50, su hijo Raimundo, de 9, y su hija Roselyn, quien con sólo 18 años ya ha traído al mundo dos criaturas: Brian, de dos años, y Ronron, de cinco meses. Para construir una nueva casa, la familia necesitaba 20.000 pesos (328 euros), una fortuna para Bustillo y su yerno Wilson, quien a sus 24 años se ganaba la vida vendiendo frituras de pescado con un puesto ambulante.
    Entre los bancos, una mujer doblaba despreocupadamente sus bragas, como si estuviera en su casa, y otra le daba el pecho a un bebé. No resultaba extraño porque en el templo, abarrotado de niños corriendo y jugando, dio a luz Marilou Edara cinco días después del tifón. En señal de agradecimiento, llamó Iglesia de la Redención Mae a su hija, que dormitaba junto a ella envuelta en una manta sobre una esterilla.
    «Una prueba de fe»
    «Me gusta estar en la iglesia porque me siento más segura gracias a Dios», apostillaba, a unos metros, Dessa Fuentes, una niña de 15 años que venía con su familia a esta parroquia para la misa de cada domingo y no sabía adónde acudir tras quedarse «sin casa ni ropa ni comida». Al menos en la iglesia de los Redentores halló un techo bajo el que guarecerse.
    Peor suerte corrió la monumental catedral de la vecina ciudad de Palo, donde se vinieron abajo algunos de sus muros y la cubierta de su crucero poco después de una espectacular renovación que costó 35 millones de pesos (575.000 euros), recogidos mediante donativos. ¿Castigo divino por su ostentación? «En absoluto. El tifón ha sido una prueba de fe para que sigamos creyendo», respondía el padre Martin, un sacerdote de 31 años para quien «el verdadero templo de Dios está en el corazón». A unos kilómetros de allí, en medio de una desoladora plantación de palmerales con las copas amputadas, sobre la casa del arzobispo parecía que había caído una bomba.
    En Tacloban también resultó seriamente dañada la iglesia del Santo Niño, por cuyos agujeros en el techo se cuela el agua a mares cada vez que llueve. «El tifón no debilita mi fe ni me hace tener miedo porque lo hemos vencido», concluía uno de los laicos del templo, Roland Calleja, quien apelaba al espíritu navideño para «superar la catástrofe ayudándonos los unos a los otros de forma solidaria en lugar de acumular egoístamente posesiones que luego se las lleva el viento o el mar».

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