-foto-Antonio López nos guía por el Prado
En dos días se inaugura en el Prado la
exposición 'Velázquez y la familia de Felipe IV', que por primera vez
analiza la actividad como retratista desarrollada por el genio sevillano
en los últimos once años de su carrera al servicio del rey.Con motivo
de ella, le propusimos a Antonio López el retratista real de nuestra
época y conocedor como pocos de Velázquez que nos acompañase al museo a
hacerle una visita al gran pintor de corte. Este es el resultado. Entre
con nosotros.
«Mi cuadro favorito? No tengo. A mí, me gusta
Velázquez. Cuando una persona te gusta de un modo tan profundo y cuentas
con él para tantas cosas, y dialogas con él y es una referencia en tu
vida, ya no se trata de un cuadro en sí. No, no es eso. Cuando pienso en
Velázquez, nunca pienso en un cuadro, sino en una persona a la que
quiero mucho».
Escuchándolo, no sorprende luego que Antonio López nos hable muchas veces de Velázquez en presente. Raramente en pasado. Velázquez para él es eso: presente continuo. Regalo inagotable. A sus 75 años se maravilla con él como si acabara de descubrirlo. Más que un pintor, es para él algo en lo que lleva inmerso toda su vida, un ser tan interiorizado que habla de Velázquez como de sí mismo. No es en absoluto pedantería. Es auténtica veneración, gratitud, profundo saber de saborear a un pintor con el que, como él mismo cuenta, ha pasado muchas horas, cuando era joven y estudiaba, poco después de llegar a Madrid desde Tomelloso, su pueblo natal, del que se marchó con 14 años. «Venía aquí, a la sala de Velázquez, todos los días, varias horas. He pasado realmente muchas horas ante estos cuadros». Antes de llegar a la sala de Las meninas, nos sorprende diciéndonos: «A mí, me costó mucho descubrir a Velázquez. Sí, tardé mucho en comprender su grandeza».
VELÁZQUEZ, EL HOMBRE
Durante los últimos 11 años de su vida, Velázquez, además de pintor de la corte de Felipe IV de Austria, era aposentador real y se ocupaba de la logística de los reyes. Al contrario de lo que algunos apuntan, Antonio López no cree que esa ocupación le robase tiempo para pintar. «Al revés: estar en la corte le facilita su trabajo. En España, en esa época, no se ha dado un caso igual al de Velázquez, a la comodidad con la que él desarrolla su pintura. Y pintó a muy buen ritmo. No creo que ningún pintor de nuestra época trabaje con más libertad que él. Al contrario: creo que con menos. Entre las galerías, los periódicos, las televisiones, las bienales, los críticos... Mira, estamos muy puteados... Ojo: voluntariamente. Es el precio que pagas. Y este hombre estaba realmente muy protegido. Y no abusó nunca de esa protección. Eso es fantástico. Y por eso llegó a estas maravillas que tenemos aquí y que a lo mejor no todo el mundo entendía en su época. Esa libertad de la que gozó contribuyó a que jamás pintase un solo cuadro de formulario...». Ese es, sin duda, uno de los inequívocos logros que nadie quitará jamás a Felipe IV: el cobijo y la protección que dio a Velázquez en la corte. Muchos conjeturan que, sin la amistad del rey, el genio sevillano no habría desarrollado quizá su arte como lo hizo. Siempre se alaba mucho la sensibilidad que Felipe IV tenía por la pintura en general y, a la vez, por su tiempo es quizá el monarca con mayor conocimiento de pintura que haya conocido la historia. Pero con Velázquez había, además, una cuestión generacional: «Tenían la misma edad, habían entrado a la corte casi en la misma época...», apunta Carlos Madrigal, también pintor y amigo personal de López, con el que don Antonio ha llegado acompañado al museo. Justamente ante uno de los últimos retratos que Velázquez realizó de Felipe IV estamos ahora con ellos.
FRENTE a 'FELIPE IV', de 1653
Había un par de monjas en la vida del rey dice López que tenían fama de santas, de videntes. Este hombre, creo yo, debía de ser muy religioso. Muy religioso y muy crápula... Se traía unos líos el pobre... Tenía unas idas y venidas con la carne...». (Felipe IV habría tenido hasta ocho hijos extramatrimoniales, además de los 11 que tuvo dentro de sus dos matrimonios);. «Este retrato ya es de los últimos que Velázquez hizo de él. Es de 1653. Siete años antes de morir [en la exposición habrá otros del rey, entre ellos, el que llega de la National Gallery, en Londres]. Aquí su pincelada es ligera, casi abocetada. Qué sintético es. Pero mira el pelo del rey, cómo le cae. Es que puedes tocarlo. Sabes cómo es ese pelo».
XLSemanal. Corregía mucho, ¿no?
Antonio López. Cambiaba. Porque, claro, hoy el pintor trabaja mucho sobre fotografías, pero esta gente lo hacía directamente del natural. Entonces, el rey se pondría en una postura un día... pero otro día no exactamente igual... Y Velázquez, con una gran capacidad para aceptar e incorporar lo cambiante, no tenía ninguna dificultad ni pereza para mover las formas del cuadro, porque, claro, pintaba con mucho talento. Se han hecho radiografías de varios de sus cuadros que dejan ver qué es lo que hay debajo de lo finalmente pintado; y muestran cómo él cambia sin problemas las figuras. Eso es fascinante: su devoción por lo real, sin transformarlo, ni interpretarlo ni subrayarlo, solo acatándolo. Velázquez no deja de contar con lo real. Está siempre disponible. Como a él no le cuesta mover las formas, no le importa cambiar. Si ve que el retratado alza la cabeza o la mueve, él lo acepta. No intenta imponerse. Y, luego, qué majestuoso que es siempre, pero a la vez qué sencillo... Sobre todo, comparado con los pintores de la realeza de su tiempo: los franceses, los ingleses... El resultado es fuerte y veraz: ni hace la pelota ni tiene ningún tipo de agresividad hacia el personaje. Su mirada es libre y respetuosa porque es respetuosa con todo. Porque todo le parece 'el mundo'.
XL. Y pinta a los bufones con el mismo respeto que a los reyes. ¿Cómo lo consigue?
A.L. Pues sintiendo. Velázquez siente ese respeto por la realidad tal como se manifiesta y la acepta sin juzgarla ni querer intervenir. Esa es su grandeza.
FRENTE A 'MARIANA DE AUSTRIA, REINA DE ESPAÑA'
Debajo de lo que ahora vemos estaba el rey Felipe IV. Lo muestra una radiografía. Exactamente sobre la cabeza, y Velázquez aprovechó todos los elementos. ¿Por qué lo hizo? «Pues no le gustaría lo que había y reutilizó el lienzo asegura López. A mí, los colores de este cuadro, esos rosas, me fascinan. Es un poco como la pintura de Vermeer. Nunca habían aparecido esos colores en un cuadro hasta entonces. Velázquez era el único que se atrevía a ponerlos. Ese rojo al lado de ese negro; ese rosa tan rosa de la mano... Ese despojamiento de toda retórica. Él pinta solo la realidad. Y cuando no tiene las cosas delante de él, como bien se ve en el retrato de Enrique IV de cazador, no consigue el mismo resultado. Lo mismo que Morandi, Velázquez necesita el estímulo de las cosas reales para lograr ese hechizo mágico. Por supuesto que es un pintor de gran oficio, un todoterreno, y si tiene que pintar un caballo corriendo en un paisaje lo hace, pero no llega a la plenitud. En cambio, cuando te tiene a ti delante, entonces es un dios».«Se nota que Velázquez ha pintado el pañuelo encima del negro. Cómo pesa... Cómo pesa sobre esa especie de gasas que lleva... Y esos colores del maquillaje son una cosa... Y, además, la mano: blanca por un lado, más blanca por aquel otro y luego rosa en los dedos. Es que todo es... Es increíble cómo agrupa y ordena las cosas... Cuando Manet vio este cuadro, dijo que ese pañuelo era como el universo, y entiendo lo que quiso decir. Manet se quedó hechizado al verlo, porque de pronto encontró a un hermano mayor. Todos sus sueños, tan contrarios a lo que entonces se pintaba en Francia, los vio aquí de pronto. Vino al Prado por las obras que había visto en el Louvre, pero contemplar junta toda la obra de Velázquez le confirmó que todo lo que él creía que podía ser la pintura estaba aquí. La diferencia con Manet es que en su obra se ve todo el ruido de la técnica. Aparece. Y aquí no se ve la técnica. Tienes que acercarte mucho para ver el movimiento del pincel. Cuando te alejas, solo ves la figura. En cada obra logra que la estructura no sea visible».
FRENTE A 'EL CRISTO CRUCIFICADO'
Cuando trajeron al Prado El entierro de Cristo, ese cuadro tan extraordinario de Caravaggio, vine a ver luego el Cristo de Velázquez explica Antonio López. Si pusieras los dos juntos, el de Caravaggio aplastaría tal vez un poco al de Velázquez, pero solo los primeros cinco minutos... Ese es el misterio de este Cristo: algo que tiene que ver con lo espiritual, con la profundidad y la bondad. En el cristianismo se han hecho pocas imágenes como esta, tan liberadas de toda violencia, de toda amenaza al espectador. Pero tampoco te mueve a sentir pena por el personaje. Realmente desvela lo espiritual con una profundidad como muy pocas veces se ha hecho. Es un Cristo limpio de sangre... Recuerdo un día que estaba mirándolo y de repente sentí que ese hombre me estaba viendo, me estaba escuchando... No está muerto, un muerto flexiona las rodillas. Ese hombre está con la cabeza baja y sabe que estamos aquí. ¡Mira que se ha visto esta figura en recordatorios, en mil reproducciones, y no se gasta...! Es como La Gioconda. No se gasta. Aquí está la grandeza de lo religioso sin la parte corrompida de la religión. Corrompida, triste, estropeada. Estropeada por el hombre, por la mediocridad, por las malas pasiones. Aquí está limpia de todo eso y entonces aparece con una fuerza y con una hondura... Y es que el español siente las cosas serias de una manera muy seria. Eso no lo hace un alemán. Porque aquí no hay ninguna crueldad. No hay nada monstruoso. Solo el peso de lo doloroso. Del silencio. Hay pocas creaciones superiores a esta. Desde luego, en la pintura, ninguna. Ninguna».
FRENTE A 'EL DIOS MARTE'
Si uno mira con atención este cuadro, observa cómo la figura va cambiando constantemente; cómo Velázquez, una vez más, ha ido cambiando la pintura según trabaja y se relaciona con el modelo natural que tiene delante. El modelo está todo el tiempo moviéndose y Velázquez lo refleja apunta el pintor. Y, claro, el tiempo también ha trabajado a su favor, porque las pinceladas anteriores dejan su huella y con los años aparecen. Y se incorporan al presente, y entonces la obra se muestra como si estuviera palpitando». [Se queda callado, admirándola]. «Fíjate en la figura. ¿Cuántas sesiones pudo haber empleado para pintar este cuadro? Quién sabe... Velázquez puede engañarte. Te puede parecer que ha invertido pocas horas y haber empleado realmente muchas, o al revés. Porque aquí hay correcciones, la pintura se ha secado y él ha vuelto a pintar... ¿Cuánto ha tardado en pintarse esa pierna sobre la pierna anterior? ¿Ese brazo que está apoyado? Está todo bullendo, moviéndose. Está vivo. Velázquez afronta a su vez la solución de las formas reales no con desparpajo, pero sí con gran poderío. No le cuesta. Da la sensación de que no le cuesta. No es como Sorolla, que a veces abusa de su poder. Velázquez nunca abusa de su poder. Él siempre siente, se sitúa, reacciona a lo real de una manera amorosa, agradecida, sin imponerse nunca. Acepta la realidad. Para él lo importante es el hombre que está ahí delante, respirando, que está pensando, que se mueve, que se va a levantar y se va a ir, que parece que te está leyendo los pensamientos... Por eso, la pintura no aparece en exceso en las obras de Velázquez como pasa con Manet, para que ese hombre no deje de estar ahí, enigmático. Qué belleza. Velázquez siempre salva a las personas; siempre. Otros pintores, no. Velázquez siempre les echa una mano y las sube para arriba, aunque se trate de personas tristes».
Escuchándolo, no sorprende luego que Antonio López nos hable muchas veces de Velázquez en presente. Raramente en pasado. Velázquez para él es eso: presente continuo. Regalo inagotable. A sus 75 años se maravilla con él como si acabara de descubrirlo. Más que un pintor, es para él algo en lo que lleva inmerso toda su vida, un ser tan interiorizado que habla de Velázquez como de sí mismo. No es en absoluto pedantería. Es auténtica veneración, gratitud, profundo saber de saborear a un pintor con el que, como él mismo cuenta, ha pasado muchas horas, cuando era joven y estudiaba, poco después de llegar a Madrid desde Tomelloso, su pueblo natal, del que se marchó con 14 años. «Venía aquí, a la sala de Velázquez, todos los días, varias horas. He pasado realmente muchas horas ante estos cuadros». Antes de llegar a la sala de Las meninas, nos sorprende diciéndonos: «A mí, me costó mucho descubrir a Velázquez. Sí, tardé mucho en comprender su grandeza».
VELÁZQUEZ, EL HOMBRE
Durante los últimos 11 años de su vida, Velázquez, además de pintor de la corte de Felipe IV de Austria, era aposentador real y se ocupaba de la logística de los reyes. Al contrario de lo que algunos apuntan, Antonio López no cree que esa ocupación le robase tiempo para pintar. «Al revés: estar en la corte le facilita su trabajo. En España, en esa época, no se ha dado un caso igual al de Velázquez, a la comodidad con la que él desarrolla su pintura. Y pintó a muy buen ritmo. No creo que ningún pintor de nuestra época trabaje con más libertad que él. Al contrario: creo que con menos. Entre las galerías, los periódicos, las televisiones, las bienales, los críticos... Mira, estamos muy puteados... Ojo: voluntariamente. Es el precio que pagas. Y este hombre estaba realmente muy protegido. Y no abusó nunca de esa protección. Eso es fantástico. Y por eso llegó a estas maravillas que tenemos aquí y que a lo mejor no todo el mundo entendía en su época. Esa libertad de la que gozó contribuyó a que jamás pintase un solo cuadro de formulario...». Ese es, sin duda, uno de los inequívocos logros que nadie quitará jamás a Felipe IV: el cobijo y la protección que dio a Velázquez en la corte. Muchos conjeturan que, sin la amistad del rey, el genio sevillano no habría desarrollado quizá su arte como lo hizo. Siempre se alaba mucho la sensibilidad que Felipe IV tenía por la pintura en general y, a la vez, por su tiempo es quizá el monarca con mayor conocimiento de pintura que haya conocido la historia. Pero con Velázquez había, además, una cuestión generacional: «Tenían la misma edad, habían entrado a la corte casi en la misma época...», apunta Carlos Madrigal, también pintor y amigo personal de López, con el que don Antonio ha llegado acompañado al museo. Justamente ante uno de los últimos retratos que Velázquez realizó de Felipe IV estamos ahora con ellos.
FRENTE a 'FELIPE IV', de 1653
Había un par de monjas en la vida del rey dice López que tenían fama de santas, de videntes. Este hombre, creo yo, debía de ser muy religioso. Muy religioso y muy crápula... Se traía unos líos el pobre... Tenía unas idas y venidas con la carne...». (Felipe IV habría tenido hasta ocho hijos extramatrimoniales, además de los 11 que tuvo dentro de sus dos matrimonios);. «Este retrato ya es de los últimos que Velázquez hizo de él. Es de 1653. Siete años antes de morir [en la exposición habrá otros del rey, entre ellos, el que llega de la National Gallery, en Londres]. Aquí su pincelada es ligera, casi abocetada. Qué sintético es. Pero mira el pelo del rey, cómo le cae. Es que puedes tocarlo. Sabes cómo es ese pelo».
XLSemanal. Corregía mucho, ¿no?
Antonio López. Cambiaba. Porque, claro, hoy el pintor trabaja mucho sobre fotografías, pero esta gente lo hacía directamente del natural. Entonces, el rey se pondría en una postura un día... pero otro día no exactamente igual... Y Velázquez, con una gran capacidad para aceptar e incorporar lo cambiante, no tenía ninguna dificultad ni pereza para mover las formas del cuadro, porque, claro, pintaba con mucho talento. Se han hecho radiografías de varios de sus cuadros que dejan ver qué es lo que hay debajo de lo finalmente pintado; y muestran cómo él cambia sin problemas las figuras. Eso es fascinante: su devoción por lo real, sin transformarlo, ni interpretarlo ni subrayarlo, solo acatándolo. Velázquez no deja de contar con lo real. Está siempre disponible. Como a él no le cuesta mover las formas, no le importa cambiar. Si ve que el retratado alza la cabeza o la mueve, él lo acepta. No intenta imponerse. Y, luego, qué majestuoso que es siempre, pero a la vez qué sencillo... Sobre todo, comparado con los pintores de la realeza de su tiempo: los franceses, los ingleses... El resultado es fuerte y veraz: ni hace la pelota ni tiene ningún tipo de agresividad hacia el personaje. Su mirada es libre y respetuosa porque es respetuosa con todo. Porque todo le parece 'el mundo'.
XL. Y pinta a los bufones con el mismo respeto que a los reyes. ¿Cómo lo consigue?
A.L. Pues sintiendo. Velázquez siente ese respeto por la realidad tal como se manifiesta y la acepta sin juzgarla ni querer intervenir. Esa es su grandeza.
FRENTE A 'MARIANA DE AUSTRIA, REINA DE ESPAÑA'
Debajo de lo que ahora vemos estaba el rey Felipe IV. Lo muestra una radiografía. Exactamente sobre la cabeza, y Velázquez aprovechó todos los elementos. ¿Por qué lo hizo? «Pues no le gustaría lo que había y reutilizó el lienzo asegura López. A mí, los colores de este cuadro, esos rosas, me fascinan. Es un poco como la pintura de Vermeer. Nunca habían aparecido esos colores en un cuadro hasta entonces. Velázquez era el único que se atrevía a ponerlos. Ese rojo al lado de ese negro; ese rosa tan rosa de la mano... Ese despojamiento de toda retórica. Él pinta solo la realidad. Y cuando no tiene las cosas delante de él, como bien se ve en el retrato de Enrique IV de cazador, no consigue el mismo resultado. Lo mismo que Morandi, Velázquez necesita el estímulo de las cosas reales para lograr ese hechizo mágico. Por supuesto que es un pintor de gran oficio, un todoterreno, y si tiene que pintar un caballo corriendo en un paisaje lo hace, pero no llega a la plenitud. En cambio, cuando te tiene a ti delante, entonces es un dios».«Se nota que Velázquez ha pintado el pañuelo encima del negro. Cómo pesa... Cómo pesa sobre esa especie de gasas que lleva... Y esos colores del maquillaje son una cosa... Y, además, la mano: blanca por un lado, más blanca por aquel otro y luego rosa en los dedos. Es que todo es... Es increíble cómo agrupa y ordena las cosas... Cuando Manet vio este cuadro, dijo que ese pañuelo era como el universo, y entiendo lo que quiso decir. Manet se quedó hechizado al verlo, porque de pronto encontró a un hermano mayor. Todos sus sueños, tan contrarios a lo que entonces se pintaba en Francia, los vio aquí de pronto. Vino al Prado por las obras que había visto en el Louvre, pero contemplar junta toda la obra de Velázquez le confirmó que todo lo que él creía que podía ser la pintura estaba aquí. La diferencia con Manet es que en su obra se ve todo el ruido de la técnica. Aparece. Y aquí no se ve la técnica. Tienes que acercarte mucho para ver el movimiento del pincel. Cuando te alejas, solo ves la figura. En cada obra logra que la estructura no sea visible».
FRENTE A 'EL CRISTO CRUCIFICADO'
Cuando trajeron al Prado El entierro de Cristo, ese cuadro tan extraordinario de Caravaggio, vine a ver luego el Cristo de Velázquez explica Antonio López. Si pusieras los dos juntos, el de Caravaggio aplastaría tal vez un poco al de Velázquez, pero solo los primeros cinco minutos... Ese es el misterio de este Cristo: algo que tiene que ver con lo espiritual, con la profundidad y la bondad. En el cristianismo se han hecho pocas imágenes como esta, tan liberadas de toda violencia, de toda amenaza al espectador. Pero tampoco te mueve a sentir pena por el personaje. Realmente desvela lo espiritual con una profundidad como muy pocas veces se ha hecho. Es un Cristo limpio de sangre... Recuerdo un día que estaba mirándolo y de repente sentí que ese hombre me estaba viendo, me estaba escuchando... No está muerto, un muerto flexiona las rodillas. Ese hombre está con la cabeza baja y sabe que estamos aquí. ¡Mira que se ha visto esta figura en recordatorios, en mil reproducciones, y no se gasta...! Es como La Gioconda. No se gasta. Aquí está la grandeza de lo religioso sin la parte corrompida de la religión. Corrompida, triste, estropeada. Estropeada por el hombre, por la mediocridad, por las malas pasiones. Aquí está limpia de todo eso y entonces aparece con una fuerza y con una hondura... Y es que el español siente las cosas serias de una manera muy seria. Eso no lo hace un alemán. Porque aquí no hay ninguna crueldad. No hay nada monstruoso. Solo el peso de lo doloroso. Del silencio. Hay pocas creaciones superiores a esta. Desde luego, en la pintura, ninguna. Ninguna».
FRENTE A 'EL DIOS MARTE'
Si uno mira con atención este cuadro, observa cómo la figura va cambiando constantemente; cómo Velázquez, una vez más, ha ido cambiando la pintura según trabaja y se relaciona con el modelo natural que tiene delante. El modelo está todo el tiempo moviéndose y Velázquez lo refleja apunta el pintor. Y, claro, el tiempo también ha trabajado a su favor, porque las pinceladas anteriores dejan su huella y con los años aparecen. Y se incorporan al presente, y entonces la obra se muestra como si estuviera palpitando». [Se queda callado, admirándola]. «Fíjate en la figura. ¿Cuántas sesiones pudo haber empleado para pintar este cuadro? Quién sabe... Velázquez puede engañarte. Te puede parecer que ha invertido pocas horas y haber empleado realmente muchas, o al revés. Porque aquí hay correcciones, la pintura se ha secado y él ha vuelto a pintar... ¿Cuánto ha tardado en pintarse esa pierna sobre la pierna anterior? ¿Ese brazo que está apoyado? Está todo bullendo, moviéndose. Está vivo. Velázquez afronta a su vez la solución de las formas reales no con desparpajo, pero sí con gran poderío. No le cuesta. Da la sensación de que no le cuesta. No es como Sorolla, que a veces abusa de su poder. Velázquez nunca abusa de su poder. Él siempre siente, se sitúa, reacciona a lo real de una manera amorosa, agradecida, sin imponerse nunca. Acepta la realidad. Para él lo importante es el hombre que está ahí delante, respirando, que está pensando, que se mueve, que se va a levantar y se va a ir, que parece que te está leyendo los pensamientos... Por eso, la pintura no aparece en exceso en las obras de Velázquez como pasa con Manet, para que ese hombre no deje de estar ahí, enigmático. Qué belleza. Velázquez siempre salva a las personas; siempre. Otros pintores, no. Velázquez siempre les echa una mano y las sube para arriba, aunque se trate de personas tristes».
TÍTULO; A FONDO, BIENVENIDOS A LA WEBOCULTA,.
fondo
Bienvenidos a la web oculta
Hay una parte de Internet a la que
usted no tiene acceso con sus buscadores habituales. Y no es pequeña. Se
calcula que es quinientas veces más grande que la web superficial,
aunque nadie lo sabe con exactitud. Para entrar en ella, existen
diversas puertas. Una de ellas se llama Tor. Allí habitan archivos
militares, informaciones gubernamentales cifradas... y también la cara
más delictiva, oscura y perversa del ser humano.
Eric Eoin Marques, un irlandés de 28 años, vivía en la casa
de sus padres en Dublín y llevaba una vida solitaria, casi ascética. No
terminó los estudios, pero ganaba más que su padre, arquitecto. Su
negocio: un servicio de alojamiento en Internet que garantizaba el
anonimato a sus clientes porque operaba en la deep web, la zona profunda
y oscura de la Red, también conocida como el 'inframundo' o las
'cloacas'; un gigantesco búnker digital inexpugnable, incluso para la
Policía y los servicios de inteligencia de los gobiernos. O eso se creía...
Marques estaba preocupado. Como Edward Snowden el exagente de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) que se chivó del espionaje planetario de las comunicaciones por parte de los Estados Unidos, estaba pensando en solicitar asilo en Rusia. Pero no tuvo tiempo. La Policía irlandesa lo detuvo en agosto a petición del FBI. Se lo acusa de permitir el hospedaje de páginas de pederastia y blanqueo de dinero. Y se lo describe como el mayor proveedor de pornografía infantil del mundo. Con su arresto dejaron de funcionar cientos de sitios pedófilos. Pero también cayeron otros servicios no necesariamente fraudulentos, como sistemas de correo electrónico cifrado que permiten comunicarse a criminales, sí, pero también a los disidentes en países dictatoriales o a cualquier hijo de vecino que no quiera que su jefe o su cónyuge fisgue en sus e-mails. Y lo más interesante: cayó el mito de la invulnerabilidad de la deep web.
¿Pero qué es la deep web? Básicamente, lo que Google no ve. Todo aquello que se escapa al radar de los motores de búsqueda: información clasificada, bases de datos protegidas... Los buscadores no pueden indexar estas páginas, bien porque no pueden acceder a ellas, por ser de pago y/o necesitar contraseña; bien porque ni siquiera saben que existen, al estar diseñadas en formatos invisibles para los robots rastreadores. El término lo acuñó el analista Mike Bergman, que compara las búsquedas en Internet con la pesca: «Solo capturas los peces que hay en la superficie; para pescar en las grandes profundidades no basta con navegar, tienes que ponerte un traje de buzo y bajar con un arpón».
Buscar en la 'Deep Web' no tiene nada que ver con googlear. Requiere el esfuerzo de consultar directorios y foros donde se proporcionan enlaces a estas páginas. Muchos de estos links quedan obsoletos en días o incluso horas por motivos de seguridad. A veces, es como buscar una aguja en un pajar... a oscuras. Y el pajar es inmenso. ¿Cómo de grande? La última estimación fiable data de 2001 y calculaba que la deep web contenía unas 500 veces más datos que la Internet superficial. En la actualidad, ni se sabe.
Como en la viña del Señor, en la deep web hay de todo. Bibliotecas y hemerotecas completas, bases de datos universitarias, información militar y financiera, informes confidenciales, imágenes censuradas... También tiene un lado siniestro. «Permite satisfacer una necesidad genuina de anonimato, pero los cibercriminales se han aprovechado para convertir la deep web en una plataforma de oscuridad que les da una ventaja sobre las autoridades y las leyes», expone Jacob Thankachen, experto en seguridad.
Se puede comprar drogas, contratar sicarios, hackear cuentas, descargar vídeos atroces... También es un ecosistema propicio para compartir perversiones e ideologías extremistas o para aleccionar a terroristas. Y, como todo lo oculto, genera sensacionalismo: teorías conspiranoicas y leyendas urbanas sobre ovnis, la ubicación de la Atlántida o peleas a muerte en directo con apuestas millonarias... Todo depende de las intenciones del usuario.
¿Cómo se accede la deep web? La puerta de entrada más utilizada (aunque no la única) es Tor, acrónimo de The Onion Router ('el encaminamiento de la cebolla'). Tor es una aplicación que se puede descargar en el ordenador o en el móvil y proporciona un entorno que, en teoría, protege el anonimato de los internautas. Sirve para navegar, enviar correos y comprar y vender sin dejar rastro. El nombre alude a la cebolla, pues está formado por muchas capas. Cuando usted usa Internet, lo normal es que su ordenador se conecte al servidor de la página que quiere visitar. El servidor anota su dirección IP (que lo identifica y localiza) y envía de vuelta la página buscada. Observar todo este tráfico es sencillo para una agencia del gobierno o para un hacker. Tor dificulta ese espionaje mediante la introducción de intermediarios.
Funciona así: cuando un cliente se conecta, solicita a un servidor los nodos disponibles (hay miles por todo el mundo). Su petición va rebotando de un nodo a otro y saltando de país en país de manera aleatoria; la información del ordenador (la dirección IP y otros datos críticos) es sucesivamente cifrada y modificada entre cada eslabón hasta que llega al destino final. Un espía puede ver lo escrito, pero no quién lo escribe ni desde dónde. Es decir, se puede interceptar el mensaje, pero no 'matar' al mensajero. Y en algunos países lo de matar no es una metáfora.
Con tanta vuelta y revuelta, para navegar con Tor hay que armarse de paciencia. Va muy lento. Es como volver a los años noventa, cuando Internet funcionaba con módem. También el aspecto de las páginas es 'retro'. No se trata de las habituales 'punto com' de la web tradicional, su dominio es 'punto onion' y las direcciones se componen de 16 caracteres alfanuméricos. Por ejemplo, para acceder a The Hidden Wiki ('la Wiki oculta'), que funciona como un directorio o listín de páginas de la deep web muchas de ellas, delictivas, hay que teclear zqktlwi4fecvo6ri.onion. Desde allí se pueden enlazar sitios que ofrecen descargas ilegales de películas y música; servicios financieros 'especiales', como blanqueo de divisas o venta de billetes falsos de 50 euros, foros de pederastas...
Pero Tor tiene también usos positivos, como permitir que activistas, blogueros y ciudadanos en países autoritarios, como Irán, puedan publicar sus opiniones sin miedo a represalias. Tor sirvió de escudo protector a los que organizaban las protestas de la Primavera Árabe. Wikileaks es un caso paradigmático. Esta organización que publica documentos filtrados con contenido sensible operó en esta plataforma en sus comienzos y también cuando fue vetada por la mayoría de los servidores de las webs de superficie. El origen de Tor se remonta a 2003. Es una evolución de un proyecto de telecomunicaciones militares creado por científicos del Laboratorio de Investigación Naval de los Estados Unidos. Pero en la actualidad está en manos de una organización civil sin ánimo de lucro ubicada en Massachusetts y orientada al derecho a la privacidad. Curiosamente, entre los que aportan fondos para su financiación están Google y el Departamento de Defensa estadounidense, lo que levanta no pocas suspicacias.
El software es libre y gratuito y ha sido descargado por decenas de millones de usuarios. «Los peligros de la Red pueden parecer difusos para la mayoría de los norteamericanos, pero para mucha gente en el mundo visitar páginas de acceso restringido o el simple hecho de decir algo polémico en un correo electrónico puede llevarlos a la cárcel o a la muerte», proclama Jacob Appelbaum, hacker y portavoz del proyecto Tor. Appelbaum confiesa que está obsesionado con el anonimato de las comunicaciones. «Nunca puedes recuperar la información una vez ha sido mostrada. Y se requiere poca información para arruinar la vida de una persona», declaró a la revista Rolling Stone. «Tor no debería ser considerado como algo subversivo, sino necesario. Todo el mundo debería ser capaz de hablar, leer y formarse sus propias opiniones sin ser controlado. Debería llegar un momento en el que Tor no sea considerado como una amenaza y que la sociedad confíe en él. Cuando eso pase, habremos ganado», añade.
Pero ese momento está lejos de llegar. Tor se ha convertido en el escenario de una batalla formidable que enfrenta a delincuentes y agencias de seguridad. Y entre las víctimas colaterales de esa guerra sucia digital están, precisamente, la libertad de expresión y el derecho a la intimidad de la ciudadanía. De hecho, últimamente están ocurriendo cosas extrañas en Tor. Por ejemplo, en septiembre sus usuarios diarios pasaron de quinientos mil a cuatro millones, lo que ha provocado un cuello de botella que ralentiza aún más la navegación, porque no hay ancho de banda suficiente para tantas peticiones. Los directivos de Tor no saben a qué se debe este repentino interés en navegar de manera anónima, por mucho que las filtraciones de Edward Snowden sobre el espionaje gubernamental preocupen incluso a los que no tienen nada que ocultar.
En los foros se especula que la NSA ha descubierto una vulnerabilidad en el sistema para infiltrarse. También se dice que Tor puede estar siendo boicoteado con un ataque de origen misterioso. El conocido hacker español Chema Alonso advierte de que ya existen métodos para rastrear las conexiones de Tor y localizar a clientes, y con el análisis de los datos detectar las direcciones IP. Esto explicaría las últimas detenciones. «La red TOR ya no es ese refugio de anonimato que se pensaba que era», sentencia Alonso, que usa medidas de seguridad extremas e incluso tiene tapada las webcams de sus ordenadores con cinta aislante.
En la deep web se está viviendo una especie de histeria colectiva y sus usuarios se recomiendan unos a otros tomar todo tipo de precauciones. Y muchos señalan que el próximo objetivo de las autoridades es The Silk Road ('la ruta de la seda'), una tienda on-line de compra y venta de drogas cuyo volumen de negocio ronda los 22 millones de dólares anuales, según estimaciones de la Universidad Carnegie Mellon. Opiáceos y medicamentos para los que se exige receta son sus productos estrella. The Silk Road actúa como intermediario anónimo entre el comprador y el vendedor, que tampoco saben quiénes son. El cliente transfiere el dinero a la tienda, que lo guarda hasta que confirma que el pedido se ha entregado por correo postal. Solo entonces realiza el traspaso de fondos hasta el vendedor. La plataforma se lleva una comisión de cada transacción.
En la 'Deep Web' no se paga con dólares, euros o yenes. La moneda oficial se llama 'bitcoin' y es una herramienta de pago potencialmente irrastreable. Se trata de una divisa digital, cifrada, descentralizada y que permite transacciones anónimas y seguras, sin dejar huellas, a diferencia de lo que ocurre cuando se paga con tarjeta de crédito o Paypal. Aunque su valor respecto al dólar o el euro sufre altibajos, cada vez cuenta con más usuarios. Hace cuatro años se necesitaban 10.000 bitcoins para comprar una pizza de unos 18 euros, suponiendo que el pizzero aceptara el pago en bitcoins, algo bastante improbable, porque fuera del mundo virtual la moneda apenas tiene incidencia. Pero en Internet causa furor y hoy una sola bitcoin se cotiza a 68 euros. Se calcula que existen unos 11 millones de bitcoins circulando en la Red, por un valor de mil millones de dólares. Wikileaks, por ejemplo, acepta donativos en dicha divisa.
La inventó un tal Satoshi Nakamoto, seudónimo de una persona o grupo cuya identidad se desconoce. En teoría, cualquiera puede fabricar bitcoins. No hay un banco central que la emita. Hace falta uno o varios ordenadores potentes y programarlos para resolver una serie de problemas matemáticos complejos. En la jerga, esto se denomina 'minería de bitcoins'. El pago por resolver cada problema es una bitcoin. No es ilegal... ni legal. Por el momento no está regulada por los gobiernos. De hecho, el objetivo proclamado por su creador o creadores era limitar la influencia de los bancos centrales. Una alternativa utópica frente a la codicia de Wall Street y la economía especulativa que precipitó la crisis financiera de 2007. Pero las bitcoins también facilitan el lavado de dinero, la evasión de impuestos y la compra de mercancías ilegales. Como todo en Internet, y más aún en ese territorio salvaje que es la deep web, las mejores intenciones y los peores instintos están en conflicto permanente.
Los creadores del 'inframundo'
Roger Dingledine: El inventor de TOR
Desarrolló junto con Nick Mathewson y Paul Syverson un sistema de comunicaciones secretas para la Marina de los Estados Unidos usando capas de protección como una cebolla (Tor es el acrónimo de The Onion Router, 'el router de la cebolla'). Luego pasó al dominio público. «El programa Tor está abierto. Los 'malos' pueden introducir vulnerabilidades, pero cualquiera puede inspeccionar el software y resolver los fallos. Tendríamos problemas si la NSA inserta un código malicioso que nadie reconozca».
Jacob Appelbaum: El activista de la 'deep web'
Experto en seguridad informática y hacker. Viaja por el mundo explicando las ventajas de Tor a activistas políticos y opositores a regímenes autoritarios. Ha sido detenido doce veces por los agentes de Aduanas de los Estados Unidos al regreso de sus viajes. «Los buscadores habituales lo saben todo sobre todo el mundo. Guardan suficiente basura para arruinar cada matrimonio estadounidense. Si se lo proponen, podrían derribar cualquier gobierno. Me aterra ese poder».
Ian Clarke: El fundador de FreeNet
La deep web es vasta y heterogénea y a ella no solo se accede mediante el programa Tor. Uno de los pioneros fue el irlandés Ian Clarke, que diseñó FreeNet, un sistema para distribuir archivos, navegar y gestionar páginas en Internet de manera anónima. Fue su tesis en la Universidad de Edimburgo, donde estudió Inteligencia Artificial. No tuvo una buena calificación, pero publicó el código en 2000 y tuvo un éxito masivo.
Gary McKinnon: El 'hacker' de las profundidades
Es un hacker británico cuyo apodo es Solo. Los Estados Unidos lo acusan de haber perpetrado «el mayor asalto informático a su sistema militar de todos los tiempos», en 2001. Desde entonces, el Gobierno estadounidense ha estado pidiendo su extradición al Reino Unido, que se ha negado. Se hubiera enfrentado a 70 años de cárcel por un delito de terrorismo. McKinnon alega que solo buscaba información sobre ovnis.
Marques estaba preocupado. Como Edward Snowden el exagente de la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) que se chivó del espionaje planetario de las comunicaciones por parte de los Estados Unidos, estaba pensando en solicitar asilo en Rusia. Pero no tuvo tiempo. La Policía irlandesa lo detuvo en agosto a petición del FBI. Se lo acusa de permitir el hospedaje de páginas de pederastia y blanqueo de dinero. Y se lo describe como el mayor proveedor de pornografía infantil del mundo. Con su arresto dejaron de funcionar cientos de sitios pedófilos. Pero también cayeron otros servicios no necesariamente fraudulentos, como sistemas de correo electrónico cifrado que permiten comunicarse a criminales, sí, pero también a los disidentes en países dictatoriales o a cualquier hijo de vecino que no quiera que su jefe o su cónyuge fisgue en sus e-mails. Y lo más interesante: cayó el mito de la invulnerabilidad de la deep web.
¿Pero qué es la deep web? Básicamente, lo que Google no ve. Todo aquello que se escapa al radar de los motores de búsqueda: información clasificada, bases de datos protegidas... Los buscadores no pueden indexar estas páginas, bien porque no pueden acceder a ellas, por ser de pago y/o necesitar contraseña; bien porque ni siquiera saben que existen, al estar diseñadas en formatos invisibles para los robots rastreadores. El término lo acuñó el analista Mike Bergman, que compara las búsquedas en Internet con la pesca: «Solo capturas los peces que hay en la superficie; para pescar en las grandes profundidades no basta con navegar, tienes que ponerte un traje de buzo y bajar con un arpón».
Buscar en la 'Deep Web' no tiene nada que ver con googlear. Requiere el esfuerzo de consultar directorios y foros donde se proporcionan enlaces a estas páginas. Muchos de estos links quedan obsoletos en días o incluso horas por motivos de seguridad. A veces, es como buscar una aguja en un pajar... a oscuras. Y el pajar es inmenso. ¿Cómo de grande? La última estimación fiable data de 2001 y calculaba que la deep web contenía unas 500 veces más datos que la Internet superficial. En la actualidad, ni se sabe.
Como en la viña del Señor, en la deep web hay de todo. Bibliotecas y hemerotecas completas, bases de datos universitarias, información militar y financiera, informes confidenciales, imágenes censuradas... También tiene un lado siniestro. «Permite satisfacer una necesidad genuina de anonimato, pero los cibercriminales se han aprovechado para convertir la deep web en una plataforma de oscuridad que les da una ventaja sobre las autoridades y las leyes», expone Jacob Thankachen, experto en seguridad.
Se puede comprar drogas, contratar sicarios, hackear cuentas, descargar vídeos atroces... También es un ecosistema propicio para compartir perversiones e ideologías extremistas o para aleccionar a terroristas. Y, como todo lo oculto, genera sensacionalismo: teorías conspiranoicas y leyendas urbanas sobre ovnis, la ubicación de la Atlántida o peleas a muerte en directo con apuestas millonarias... Todo depende de las intenciones del usuario.
¿Cómo se accede la deep web? La puerta de entrada más utilizada (aunque no la única) es Tor, acrónimo de The Onion Router ('el encaminamiento de la cebolla'). Tor es una aplicación que se puede descargar en el ordenador o en el móvil y proporciona un entorno que, en teoría, protege el anonimato de los internautas. Sirve para navegar, enviar correos y comprar y vender sin dejar rastro. El nombre alude a la cebolla, pues está formado por muchas capas. Cuando usted usa Internet, lo normal es que su ordenador se conecte al servidor de la página que quiere visitar. El servidor anota su dirección IP (que lo identifica y localiza) y envía de vuelta la página buscada. Observar todo este tráfico es sencillo para una agencia del gobierno o para un hacker. Tor dificulta ese espionaje mediante la introducción de intermediarios.
Funciona así: cuando un cliente se conecta, solicita a un servidor los nodos disponibles (hay miles por todo el mundo). Su petición va rebotando de un nodo a otro y saltando de país en país de manera aleatoria; la información del ordenador (la dirección IP y otros datos críticos) es sucesivamente cifrada y modificada entre cada eslabón hasta que llega al destino final. Un espía puede ver lo escrito, pero no quién lo escribe ni desde dónde. Es decir, se puede interceptar el mensaje, pero no 'matar' al mensajero. Y en algunos países lo de matar no es una metáfora.
Con tanta vuelta y revuelta, para navegar con Tor hay que armarse de paciencia. Va muy lento. Es como volver a los años noventa, cuando Internet funcionaba con módem. También el aspecto de las páginas es 'retro'. No se trata de las habituales 'punto com' de la web tradicional, su dominio es 'punto onion' y las direcciones se componen de 16 caracteres alfanuméricos. Por ejemplo, para acceder a The Hidden Wiki ('la Wiki oculta'), que funciona como un directorio o listín de páginas de la deep web muchas de ellas, delictivas, hay que teclear zqktlwi4fecvo6ri.onion. Desde allí se pueden enlazar sitios que ofrecen descargas ilegales de películas y música; servicios financieros 'especiales', como blanqueo de divisas o venta de billetes falsos de 50 euros, foros de pederastas...
Pero Tor tiene también usos positivos, como permitir que activistas, blogueros y ciudadanos en países autoritarios, como Irán, puedan publicar sus opiniones sin miedo a represalias. Tor sirvió de escudo protector a los que organizaban las protestas de la Primavera Árabe. Wikileaks es un caso paradigmático. Esta organización que publica documentos filtrados con contenido sensible operó en esta plataforma en sus comienzos y también cuando fue vetada por la mayoría de los servidores de las webs de superficie. El origen de Tor se remonta a 2003. Es una evolución de un proyecto de telecomunicaciones militares creado por científicos del Laboratorio de Investigación Naval de los Estados Unidos. Pero en la actualidad está en manos de una organización civil sin ánimo de lucro ubicada en Massachusetts y orientada al derecho a la privacidad. Curiosamente, entre los que aportan fondos para su financiación están Google y el Departamento de Defensa estadounidense, lo que levanta no pocas suspicacias.
El software es libre y gratuito y ha sido descargado por decenas de millones de usuarios. «Los peligros de la Red pueden parecer difusos para la mayoría de los norteamericanos, pero para mucha gente en el mundo visitar páginas de acceso restringido o el simple hecho de decir algo polémico en un correo electrónico puede llevarlos a la cárcel o a la muerte», proclama Jacob Appelbaum, hacker y portavoz del proyecto Tor. Appelbaum confiesa que está obsesionado con el anonimato de las comunicaciones. «Nunca puedes recuperar la información una vez ha sido mostrada. Y se requiere poca información para arruinar la vida de una persona», declaró a la revista Rolling Stone. «Tor no debería ser considerado como algo subversivo, sino necesario. Todo el mundo debería ser capaz de hablar, leer y formarse sus propias opiniones sin ser controlado. Debería llegar un momento en el que Tor no sea considerado como una amenaza y que la sociedad confíe en él. Cuando eso pase, habremos ganado», añade.
Pero ese momento está lejos de llegar. Tor se ha convertido en el escenario de una batalla formidable que enfrenta a delincuentes y agencias de seguridad. Y entre las víctimas colaterales de esa guerra sucia digital están, precisamente, la libertad de expresión y el derecho a la intimidad de la ciudadanía. De hecho, últimamente están ocurriendo cosas extrañas en Tor. Por ejemplo, en septiembre sus usuarios diarios pasaron de quinientos mil a cuatro millones, lo que ha provocado un cuello de botella que ralentiza aún más la navegación, porque no hay ancho de banda suficiente para tantas peticiones. Los directivos de Tor no saben a qué se debe este repentino interés en navegar de manera anónima, por mucho que las filtraciones de Edward Snowden sobre el espionaje gubernamental preocupen incluso a los que no tienen nada que ocultar.
En los foros se especula que la NSA ha descubierto una vulnerabilidad en el sistema para infiltrarse. También se dice que Tor puede estar siendo boicoteado con un ataque de origen misterioso. El conocido hacker español Chema Alonso advierte de que ya existen métodos para rastrear las conexiones de Tor y localizar a clientes, y con el análisis de los datos detectar las direcciones IP. Esto explicaría las últimas detenciones. «La red TOR ya no es ese refugio de anonimato que se pensaba que era», sentencia Alonso, que usa medidas de seguridad extremas e incluso tiene tapada las webcams de sus ordenadores con cinta aislante.
En la deep web se está viviendo una especie de histeria colectiva y sus usuarios se recomiendan unos a otros tomar todo tipo de precauciones. Y muchos señalan que el próximo objetivo de las autoridades es The Silk Road ('la ruta de la seda'), una tienda on-line de compra y venta de drogas cuyo volumen de negocio ronda los 22 millones de dólares anuales, según estimaciones de la Universidad Carnegie Mellon. Opiáceos y medicamentos para los que se exige receta son sus productos estrella. The Silk Road actúa como intermediario anónimo entre el comprador y el vendedor, que tampoco saben quiénes son. El cliente transfiere el dinero a la tienda, que lo guarda hasta que confirma que el pedido se ha entregado por correo postal. Solo entonces realiza el traspaso de fondos hasta el vendedor. La plataforma se lleva una comisión de cada transacción.
En la 'Deep Web' no se paga con dólares, euros o yenes. La moneda oficial se llama 'bitcoin' y es una herramienta de pago potencialmente irrastreable. Se trata de una divisa digital, cifrada, descentralizada y que permite transacciones anónimas y seguras, sin dejar huellas, a diferencia de lo que ocurre cuando se paga con tarjeta de crédito o Paypal. Aunque su valor respecto al dólar o el euro sufre altibajos, cada vez cuenta con más usuarios. Hace cuatro años se necesitaban 10.000 bitcoins para comprar una pizza de unos 18 euros, suponiendo que el pizzero aceptara el pago en bitcoins, algo bastante improbable, porque fuera del mundo virtual la moneda apenas tiene incidencia. Pero en Internet causa furor y hoy una sola bitcoin se cotiza a 68 euros. Se calcula que existen unos 11 millones de bitcoins circulando en la Red, por un valor de mil millones de dólares. Wikileaks, por ejemplo, acepta donativos en dicha divisa.
La inventó un tal Satoshi Nakamoto, seudónimo de una persona o grupo cuya identidad se desconoce. En teoría, cualquiera puede fabricar bitcoins. No hay un banco central que la emita. Hace falta uno o varios ordenadores potentes y programarlos para resolver una serie de problemas matemáticos complejos. En la jerga, esto se denomina 'minería de bitcoins'. El pago por resolver cada problema es una bitcoin. No es ilegal... ni legal. Por el momento no está regulada por los gobiernos. De hecho, el objetivo proclamado por su creador o creadores era limitar la influencia de los bancos centrales. Una alternativa utópica frente a la codicia de Wall Street y la economía especulativa que precipitó la crisis financiera de 2007. Pero las bitcoins también facilitan el lavado de dinero, la evasión de impuestos y la compra de mercancías ilegales. Como todo en Internet, y más aún en ese territorio salvaje que es la deep web, las mejores intenciones y los peores instintos están en conflicto permanente.
Los creadores del 'inframundo'
Roger Dingledine: El inventor de TOR
Desarrolló junto con Nick Mathewson y Paul Syverson un sistema de comunicaciones secretas para la Marina de los Estados Unidos usando capas de protección como una cebolla (Tor es el acrónimo de The Onion Router, 'el router de la cebolla'). Luego pasó al dominio público. «El programa Tor está abierto. Los 'malos' pueden introducir vulnerabilidades, pero cualquiera puede inspeccionar el software y resolver los fallos. Tendríamos problemas si la NSA inserta un código malicioso que nadie reconozca».
Jacob Appelbaum: El activista de la 'deep web'
Experto en seguridad informática y hacker. Viaja por el mundo explicando las ventajas de Tor a activistas políticos y opositores a regímenes autoritarios. Ha sido detenido doce veces por los agentes de Aduanas de los Estados Unidos al regreso de sus viajes. «Los buscadores habituales lo saben todo sobre todo el mundo. Guardan suficiente basura para arruinar cada matrimonio estadounidense. Si se lo proponen, podrían derribar cualquier gobierno. Me aterra ese poder».
Ian Clarke: El fundador de FreeNet
La deep web es vasta y heterogénea y a ella no solo se accede mediante el programa Tor. Uno de los pioneros fue el irlandés Ian Clarke, que diseñó FreeNet, un sistema para distribuir archivos, navegar y gestionar páginas en Internet de manera anónima. Fue su tesis en la Universidad de Edimburgo, donde estudió Inteligencia Artificial. No tuvo una buena calificación, pero publicó el código en 2000 y tuvo un éxito masivo.
Gary McKinnon: El 'hacker' de las profundidades
Es un hacker británico cuyo apodo es Solo. Los Estados Unidos lo acusan de haber perpetrado «el mayor asalto informático a su sistema militar de todos los tiempos», en 2001. Desde entonces, el Gobierno estadounidense ha estado pidiendo su extradición al Reino Unido, que se ha negado. Se hubiera enfrentado a 70 años de cárcel por un delito de terrorismo. McKinnon alega que solo buscaba información sobre ovnis.
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