Tras siete horas y media de diluvio, se abrió el cielo de
Florencia, donde, trazado por un compás, brilló el arcoíris. Venía de la
península Ibérica. Todo indicaba que procedía de España, que la medalla
de oro del mundial era para 'Purito', el que rompió la carrera, o para
Valverde, el más rápido. Pero no. El arcoíris era portugués. Ese maillot
multicolor lo llevará Rui Costa durante un año. Por listo y por
exprimir bien el error de vigilancia de Valverde.
A dos kilómetros de la empapada meta de Florencia, la
selección española paladeaba ya el triunfo. Todas las combinaciones le
daban la victoria. 'Purito', con unos metros de ventaja, pedaleaba hacia
el oro. Detrás, el agotado Nibali y el zorro Rui Costa venían bajo las
riendas de Valverde. Atados por el murciano, más veloz que ellos. Era la
ecuación perfecta: 'Purito', el que había roto el Mundial en la última
subida a Fiesole, iba a recibir la medalla que merecía. Y Valverde, a
rueda de Nibali y Rui Costa, se quedaría con la plata. Sólo un error, un
tachón, podía emborronar la página. Y sucedió: Valverde se equivocó.
En la trazada de una inofensiva curva a 1,5 kilómetros del
final dejó coger unos metros a Rui Costa, el más débil de los cuatro, el
más listo. El murciano le conoce bien, comparten equipo (Movistar),
sabe de su instinto, pero no tiró a por él. Pensó, mal, que 'Purito'
tenía ventaja de sobra. Erró. Y de su error nacieron las lágrimas que
'Purito' derramó en la meta, desconsolado tras perder ante Rui Costa el
oro que no supo proteger Valverde. Más que ganar la plata con 'Purito' y
el bronce con Valverde, España perdió el oro. El que lucirá Rui Costa,
el primer portugués que se sube al arcoíris.
El éxito de lograr dos medallas acabó en llorera. El
desconsuelo de 'Purito'. No hallaba postura en el podio. La barbilla
trémula, los ojos rojos, la garganta anudada. Quería irse de allí, que
apagaran las luces para llorar a solas, para maldecir, para tirarse de
los pelos por semejante ocasión perdida. Había sido el mejor del Mundial
y no es campeón del mundo. No le cuadraba. «Perder de estar forma es
estúpido», repetía. Inconsolable. «Teníamos mayoría, yo era el más
fuerte. Todo era sencillo y se nos ha ido. Claro que duele. Yo lo he
hecho todo pefecto». Zumo amargo en sus palabras.
Tenía un culpable: Valverde, su antiguo líder, su rival
desde que, para volar libre, se fue a otro equipo. Llevan años a tortas
en cada carrera que les cruza. Son parecidos. Tienen los mismos
objetivos. Ayer, los dos querían el oro. Y oro sólo hay uno, el de Rui
Costa. «Valverde tenía que haber salido cuando han ido a por mí. ¿Por
qué no lo ha hecho? Es la vida». Frase típica de funeral. Así acabó ayer
España, la mejor selección, la mejor camada, la que más medallas
ganó..., la que dejó escapar el oro. Lloraba 'Purito'. Con razón.
Italia fue quien controló la carrera. Tenía un as, Nibali.
Todo por él. Las diez vueltas al calado circuito final eran lo
suficientemente duras para dictar la selección. Pero el arcoíris no
estaba con Nibali. Se cayó a tres vueltas del final. Tremendo rasponazo.
Cuando se levantó parecía derrotado. No. A rueda de los coches, regresó
al grupo. 'Purito' rentabilizó la precaución de Nibali en el descenso
de Fiesole y arañó unos metros más. En el muro resistió. Pero Nibali le
cazó en el descenso. Eran ellos dos, más Valverde y Rui Costa, el que
más pareció sufrir en el repecho, el que amasaba una idea, el que sabe
ganar sin ser el mejor.
El portugués se agazapó mientras Nibali le pedía ayuda. Se
escondió. Nibali se inmoló tirando a por 'Purito', que había vuelto a
irse y ya estaba en el kilómetro final. A una recta del oro. O lo ganaba
él, o, si le atrapaban, lo ganaba Valverde, más esprinter que Nibali y
Rui Costa. Eso venía rumiando el luso. El menos vigilado por Valverde.
Se le fue, como sin querer. «No tenía piernas para seguirle», alegó el
murciano. 'Purito' no le creerá nunca.
TÍTULO; MARQUEZ ELIMINA A PEDROSA,.
La historia la escriben los vencedores, y como tal quedará
en el recuerdo la gesta titánica de Marc Márquez, que marcha lanzado a
por el Mundial de MotoGP en su año de debut después de su victoria en
Motorland. Sin embargo, en la letra pequeña, quedará para siempre la
acción de Alcañiz y el amargo lamento de Dani Pedrosa, que voló por los
aires después de que su impetuoso compañero le tocase en una frenada,
dañando el sensor del control de tracción de la Honda. Era la chispa que
faltaba para una guerra civil en la casa de Nakamoto. Los pellizcos
ahora son bofetadas, y el fogueo ha sido sustituido por armas de gran
calibre.
Pedrosa, el día de su cumpleaños, en el momento en el que
parecía dispuesto a dar un golpe en la mesa, quedó eliminado de la lucha
por el campeonato por un error de su colega de garaje. Y estalló.
«Jorge (Lorenzo) y yo también sabemos ir pasados de vueltas. No todo
vale. Marc siempre va muy al límite cuando tiene pilotos delante. Los
que tenemos experiencia intentamos calmar a los que no la tienen.
Dirección de carrera hace la vista gorda». Frases de un deportista que
en su día también se equivocó, como cuando tiró a Hayden en la lucha del
americano con Rossi por el Mundial de 2006. Siete años después su voz
suena tan experimentada como abatida. De nuevo éste tampoco será su año,
uno más del eterno aspirante, pero de sus amargas palabras emerge un
mensaje de alerta, probablemente la mayor de las enseñanzas, las que
ahora lideran él y Lorenzo, las que claman prudencia por haber padecido
desgracias en sus propias carnes por culpa de comportamientos excesivos
en un deporte de riesgo.
Tampoco conviene olvidar que son ellos, otrora enemigos
irreconciliables, los principales perjudicados, deportiva y
extradeportivamente, por el terremoto que ha supuesto la llegada de un
caníbal a la categoría reina, la nueva mina de oro del motociclismo.
Márquez no hace prisioneros. Motorland era el primero de cuatro
circuitos consecutivos favorables a la Honda, y el de Cervera se plantó
en Alcañiz con el objetivo de no dejar pasar la oportunidad.
Toque y lío
Ni siquiera la salida prodigiosa de Lorenzo, una más, tuvo
efecto tranquilizante en el '93'. Él y Pedrosa se quedaron a poco más de
un segundo, y cuando Dani dio el paso de adelantar a Marc, éste no tuvo
ningún problema en seguir su rueda y neutralizar la ventaja de la
Yamaha. En la vuelta seis ocurrió el desastre. Involuntariamente,
Márquez acababa de suprimir de la ecuación a su compañero. La acción, de
forma aislada, no deja de ser un lance, pero contextualizada
encontramos muchas veces al mismo piloto en el mismo lugar de las
polémicas. Dirección de carrera se reunió, pero no tomará una decisión
al respecto hasta tener en su poder el informe técnico.
El daño estaba hecho y no se podía rebobinar para arreglar
la situación, así que Márquez se centró en culminar el trabajo, que no
era otro que dar caza a Lorenzo. El mallorquín vio en las pizarras que
se acercaba la tormenta, e hizo lo que no acostumbra, mirar de reojo
para ver cuánto iba a tardar en llegarle un hachazo inevitable. Fue
poco, y hasta indoloro. Márquez pasó sin oposición y se marchó a por 25
puntos de oro. Tras él un resignado Lorenzo volvía a sumar un segundo
puesto y continúa por la única senda que conoce, la del trabajo y la de
obligar a sus rivales a darlo todo hasta la última bandera de cuadros si
quieren arrebatarle su corona.
Tras ellos, quedaba la lucha por el tercer lugar del cajón.
Allí, Bautista buscaba cerrar un fin de semana perfecto para el
motociclismo español, con nueve podios de nueve posibles. Sin embargo,
de nuevo Valentino Rossi volvió a entrometerse en su camino. Muy lejos
de donde debería estar, Il Dottore sigue decorando a base de retales un
Mundial que puede suponerle de una vez por todas dejar de contar con él
para nada que no sea colarse en los puestos de honor bajo circunstancias
excepcionales. Es un mito, una leyenda, pero ya no está al nivel de los
que pelean por campeonatos, de un Márquez que aventaja en 39 puntos a
Lorenzo y en 59 a Pedrosa. A falta de Malasia, Australia, Japón y
Valencia, son números que se antojan completamente insalvables para Dani
y difícilmente abordables por Jorge. Cuatro citas, tres con claro
favoritismo 'alado' y una traca final en Valencia a la que sería
milagroso llegar con el campeonato en juego.
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