Lo
de España y los mundiales dejó de ser un romance hace ya tiempo, cuando
decidieron iniciar un matrimonio de los de antes, de esos que ...
Lo de España y los mundiales dejó de ser un romance hace
ya tiempo, cuando decidieron iniciar un matrimonio de los de antes, de
esos que duran toda la vida. De los que pasan por problemas (llámense
clasificaciones apuradas, repescas o sufrimientos innecesarios ante
rivales inferiores) pero en los que el deseo de estar juntos puede más
que cualquier adversidad.
Es una relación que se ha ido consolidando con el tiempo y
el pasó de los lustros hasta alcanzar ya casi cuatro décadas, desde
aquel viaje a Argentina en 1978 que no acabó demasiado bien y que se
prolongará en Brasil el verano próximo. Antes hubo otros intentos, con
contactos infructuosos, que no llegaron a nada serio, como aquel paseo
también por tierras brasileñas en el 50, que terminó con brindis (y con
un meritorio cuarto puesto) tras bailar junto a los más grandes del
momento.
Tras tantos años juntos, lo que antes se festejaba con
jolgorio, serpentinas y fiesta en las calles se ha convertido ya en
rutina y obligación. Pero, cada cuatro años, el premio obtenido gracias
al esfuerzo y el talento suponía un nuevo motivo de alegría y esperanza,
aunque en el desenlace siempre se acababa haciendo las maletas antes de
tiempo, en los días previos a que llegara la fiesta final a la que
nunca España estaba invitada.
Ni siquiera la oportunidad de celebrar el guateque en casa
en 1982, con Naranjito de simpático anfitrión, sirvió de mucho. De
hecho, valió para que la decepción fuera aún mayor por el temprano
tropiezo, mientras que el invitado italiano se convertía en el rey de la
velada y se llevaba a la guapa.
Pero dicen que resistir es ganar y que el que la sigue la
acaba consiguiendo. Y 'La Roja' ha perseverado para que su amor por el
más importante torneo planetario obtuviera su fruto. Sólo los especiales
brasileños, que no ha faltado nunca a una cita y que ya tienen cinco
estrellas en su camiseta; la cumplidora Alemania, que no logró billetes
para los viajes de 1930 y 1950; la fiel 'squadra azzurra', adepta a la
Copa del Mundo desde que falló en Suecia en el 58; y la inflexible
Argentina, que cumplirá en el próximo campeonato 40 años de devota
lealtad, superan a España en este bucólico vínculo deportivo.
Éxtasis total
La selección dirigida por Vicente del Bosque ha conseguido
mantener la llama encendida pese a los malos ratos atravesados en este
amorío que durante muchas estaciones no fue correspondido por parte del
inaccesible Mundial.
Tuvo que llegar Sudáfrica y, a golpe de 'vuvuzela',
reverdeció los brotes de una relación tocada por la mala suerte. Un
idilio castigado por la 'maldición de los cuartos de final', marcada por
el dolor compartido de Luis Enrique tras el codazo del demonizado
Tassotti y escocida por el esperpéntico arbitraje y la mala vista del
egipcio Al-Ghandour y sus linieres.
En el continente africano 'La Roja' encontró su nuevo El
Dorado en el Soccer City de Johannesburgo, con un Camacho al borde de
las lágrimas que escenificó el sentir de la afición española con su ya
eterno «¡Iniesta de mi vida!» cuando el genio de Fuentealbilla
protagonizaba el instante cumbre del deporte patrio con el gol a Holanda
que, por fin, colocaba al eterno pretendiente en lo alto del escenario,
en el centro de las miradas de todos y con un Casillas emergiendo entre
sus compañeros mientras alzaba el cetro del poder universal.
Lo bueno de este momento de éxtasis total no fue sólo la
consecución de la meta, sino el goce del camino. La pareja formada por
el galán hispano y la reticente gloria empezó el recorrido con torpeza,
con la falta de pericia de aquellos que se acaban de conocer. Incluso
estuvieron a punto de romper al poco de empezar, como había pasado en
otras ocasiones -como Chile'62, Inglaterra'66, Argentina y Francia'98-,
pero la confianza del aspirante ya no estaba mellada como antaño y dio
los pasos adecuados para salir adelante. El muro insalvable de cuartos
por fin fue derribado y, tras acabar con el otrora inabarcable equipo
germano, la pasión se convirtió en gozo pleno ante los tulipanes el 11
de julio de 2010.
El bastón de mando del fútbol planetario está desde
entonces en las manos del combinado nacional -al igual que la corona
europea, tras batir en 2008 a Alemania en Viena y mantener el reinado en
el Olímpico de Kiev cuatro años después ante Italia- y espera seguir
conservando su lugar en el Olimpo de los dioses balompédicos a partir
del 13 de julio de 2014, en el decorado perfecto de Río de Janeiro.
España querrá ese día convertir en eterno su matrimonio con el Mundial
en el mítico templo de Maracaná.
TÍTULO; DAVID LYNCH MEDITADOR,.
Llegó el hombre. -foto-David Lynch tuvo ayer el primero de sus
dos días de visita en Madrid, a razón de la invitación extendida por la
Escuela de Arte y Cine TAI y el Festival Rizoma, que hace dos años trajo
ya al inefable John Waters y que ahora, bajo el epígrafe TRANS pretende
recorrer las artes en su transversalidad, y marcarse un órdago con la
visita del director de 'Cabeza borradora'.
Por su parte, Lynch, con el tupé más resplandeciente y
blanco del mundo conocido, apareció en una sala repleta de periodistas
con el ánimo dispuesto a hablar únicamente de meditación trascendental,
práctica que realiza dos veces al día desde el 1 de julio de 1973,
«desde aquella mañana de sábado» en que su hermana se la descubrió.
Lynch se extendió durante una media hora en torno a los
beneficios que ha tenido para sí mismo un tipo de meditación que ya
abordó en su libro 'Atrapa el pez dorado', donde contaba a modo
epigráfico los parabienes creativos que ha tenido en su vida y obra.
«La meditación trascendental es una bendición para el ser
humano, la basura sale de dentro y el oro entra. Hace más feliz a las
personas y por tanto más creativas. Para los niños, los adultos, los
ancianos, para personas de todas las religiones, simplemente nos hace
mejores. Es la llave que abre la puerta del cielo en nosotros, la que
abre la puerta del conocimiento y la consciencia», recalcó en varias
ocasiones, haciendo de paso gala de su fundación desde la que ha formado
a 300.000 personas, especialmente niños, en esta práctica, que,
insiste, no es religiosa.
Y ciertamente, nada que objetar a los beneficios de la
meditación ni a toda práctica que sirva para ir más allá de lo prosaico,
material, monetario, pragmático que domina nuestras vidas, pero ¿acaso
era necesario asistir al recital de un vendedor de biblias? La lástima
fue que Lynch pareciera más interesado en dar una charla para recaudar
fondos para su fundación que en hablar generosamente sobre sus
experiencias creativas con la meditación. Las frases sonaron a fórmula.
«Contenedor de ideas»
El autor de un cine de imágenes y narrativas tan
perturbadoras como las habidas en 'Carretera perdida', 'Twin Peaks',
'Mullholand Drive' y tantos otros de sus filmes explicó el porqué de esa
tensión entre los cristalinos beneficios de la meditación y sus
creaciones: «Todos nos enamoramos de cosas diferentes. Nuestro mundo es
un gran contenedor de ideas, y este mundo en el que vivimos contiene
mucha oscuridad. Las historias no pueden ser del todo limpias y felices.
Las historias crecen de las tensiones entre vida y muerte. Y yo me
enamoro de lo que me enamoro, de esa oscuridad. Es mejor poner el
sufrimiento en una historia que en tu vida», aclaró.
Hace siete años que Lynch no rueda un largometraje,
concretamente desde 'Inland Empire' (2006), si bien no ha cesado de
hacer cortometrajes, música y pintar cuadros. Aun así, las joyas, o los
peces dorados (cómo llama Lynch a las grandes ideas), dice que no han
dejado de fluir, y que tiene escrito un guion, pero considera que él no
es un director rentable y que eso le está pasando factura para sacar
adelante sus proyectos. Las cosas, según dijo, se han puesto feas para
directores que no hagan dinero seguro en EE UU. Criticó al Gobierno
estadounidense, «que no está en ningún caso interesado en el cine si no
da dinero», y alabó el caso francés, que subvenciona las artes. «Eso
habla muy bien de un país», apuntó.
Del cine español dijo poco o nada (salvo nombrar a su amigo
Pedro Almodóvar). Y zanjó la cuestión con un: «Yo no sé nada de cine.
No soy especialmente aficionado tampoco, solo me gusta hacer películas».
Y, desde luego, meditar.
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