- En una vitrina de casa, hay un juego de café finísimo y delicado, con una chinita en el fondo de cada taza, que no se ha usado jamás ni creo ...foto,
En todas las casas hay mantelerías y loza que jamás se usan,.
En una vitrina de casa, hay un juego de café finísimo y delicado, con una chinita en el fondo de cada taza, que no se ha usado jamás ni creo que se use. Bajo la vitrina, en el mismo mueble, se guarda, dentro de un cajón, una cubertería tailandesa de bronce cuyos cuchillos cortan mal, pero si los agarras por el filo y golpeas por el mango, son armas eficacísimas capaces de acabar con un buey de un solo golpe. Nunca hemos comido nada con esos cubiertos porque en casa no nos va la halterofilia.
En ese mueble, que a mí me parece más un relicario que un aparador, se guarda una mantelería bordada que debe de tener un siglo de antigüedad. Si se usara y se manchara, habría que llevarla a la tintorería. Así que, por no enviarla al tinte, lleva más de cien años sin usarse. También se apilan en diversas partes del 'relicario' 36 platos de una vajilla inglesa, con su correspondiente batería de soperas, fuentes y bandejas. Todo ello convierte el aparador en una especie de sagrario donde se venera la herencia más íntima de la familia.
Mientras ese mueble y esos cachivaches inútiles sigan estando ahí, todo permanecerá en orden y la familia tendrá un asidero para apoyarse en los momentos difíciles. Ni mil crisis ni un millón de contratiempos podrán quebrar la fortaleza familiar mientras las tazas de la chinita, la vajilla inglesa, los cubiertos de Tailandia y la mantelería bordada sostengan las raíces, reafirmen los principios y unan los corazones.
Un día, ingenuo de mí, pregunté que cuándo comeríamos en una mesa puesta con todas esas reliquias heredadas de nuestros antepasados. Me respondieron que esa mantelería, esa vajilla, ese juego de café y esa cubertería solo se usaban en casos muy especiales, como una pedida de mano. Asentí convencido porque sé que en casos así no se debe discutir: son temas sagrados, emanan de las esencias familiares más enraizadas en el ayer y son como los dogmas de fe. Es decir, tú no te preguntas por qué Dios es uno y trino, lo es y punto, al igual que tampoco te preguntas cómo va a haber en tu casa una pedida de mano si no tienes hijas. Habrá pedida de mano y punto.
Sé que las familias modernas ya no son lo que eran. Como dice mi madre, ahora todo es un jaleo. Es su manera de referirse a familias de hombres solos, de mujeres solas, de divorciados, de arrejuntados, de dos hombres, de dos mujeres. Pero más allá del jaleo, cada una de esas familias extremeñas mantienen un hilo con el pasado que las afianza y les rebaja la heterodoxia, un hilo que proviene de Portugal, en el caso de la loza, o de Lagartera, en el caso de la ropa de hogar.
Porque entras en casas modernísimas, con lo último de Ikea o lo más lujoso de Roche Bobois, te sirven la sopa en cuencos que parecen orquídeas, los platos de postre son tan grandes que te tienes que poner las gafas de lejos para distinguir las grosellas de los arándanos. Los anfitriones, dos varones casados cuatro veces y con hijos de tres parejas distintas, llevan unas gafapasta de colores verde y fucsia. En fin, todo muy molón y muy guay. Pero rebuscas por las vitrinas y. ¡allí están!, en lo alto del mueble multimedia Liatorp, las tazas negras con motivos del Mekong y la inevitable chinita tras el último sorbo de café.
A mi hijo, tan alternativo y tan metalero, no le van a pedir nunca la mano y me moriré sin estrenar los tesoros familiares. Pero moriré tranquilo: ayer hablamos de su preciada herencia familiar y nos confesó que las tazas chinas santificarán en el futuro el salón donde ensaye con su grupo de rock o donde picotee anacardos con su pareja. Todo muy moderno, pero dentro de un orden.
Miércoles:
El desayuno es el siguiente, galletas chocolate con cafe con leche,.
- Cena: Revuelto de espinacas o espárragos con huevo, y pollo a la plancha.TÍTULO: EL PASEO, ODIO LOS CHIPIRONES,.
Odio los chipirones»
«Yo odio los chipirones, no puedo con ellos», reconoce Aimar. «Me gusta más la carne, aunque ahora he empezado a comer verduras.-foto,.
Aimar, el concursante más popular de 'MasterChef junior', estrena 'Un, dos, ¡chef!'con Luis Piedrahita: «De mayor me veo más como cocinero que como presentador»,.
Las coles de Bruselas, las acelgas, el hígado encebollado. Cuántas veces, de niños, nos hemos ido a la cama castigados sin postre porque no había forma de acabarse el plato. Pues eso se ha terminado. 'Un, dos', ¡chef!', el nuevo programa culinario que Disney Channel estrena este viernes a las 20.15 horas, se ha propuesto recuperar el gusto por los sabores más difíciles. El reto lo asume Aimar San Miguel, el niño vizcaíno de 9 años que se hizo popular en 'MasterChef junior', aunque dice que de mayor se imagina «más como cocinero que como presentador».
A su lado, Luis Piedrahita (La Coruña, 1977), que interpreta el papel de pinche fiel. Y está encantado con ser el segundo de a bordo. «Trabajar con Aimar es una maravilla. Tiene un conocimiento monstruoso de la cocina, casi enciclopédico, y eso se combina con mi abismal desconocimiento sobre todo lo culinario. De eso surge un diálogo muy sincero porque yo le pregunto lo que no sé y él me lo explica muy bien».
Cada semana, ambos deberán elaborar un plato con la única condición de que incluya el ingrediente que más odie el invitado que acude al programa. De esa manera, el viernes veremos al cómico Carlos Latre superar su fobia a las coles y comerse a gusto un sándwich de verduras. También desfilarán por 'Un, dos, ¡chef' actores como Fernando Tejero y Manuel Velasco, el cómico Edu Soto, el cantante Abraham Mateo o los integrantes de grupos musicales Gemeliers y Sweet California.
«El concepto está muy claro, darle una segunda oportunidad a un alimento que ha sido desdeñado históricamente», adelanta Luis Piedrahita. «Desde los albores de la humanidad siempre hemos odiado el brócoli, la berenjena o la col. La idea de rescatar ese alimento y que le guste a nuestros invitados es estupenda».
Porque todos tenemos ese pescado o esa hortaliza que nos persigue desde pequeños, y los protagonistas de este formato no podían ser menos. «Yo odio los chipirones, no puedo con ellos», reconoce Aimar. «Me gusta más la carne, aunque ahora he empezado a comer verduras. ¡Antes no me comía una ensalada ni loco!». En cambio, su pinche tiene otros enemigos en la mesa: «Yo aborrezco con todo mi cuerpo el huevo duro. De hecho no creo que eso sea comestible. Es evidente por su olor», confiesa Luis Piedrahita.
«No hago maldades»No sabemos si Aimar será capaz de hacer entrar en razón a su compañero, lo que sí está confirmado es que se maneja, pese a su edad, con total desparpajo por la cocina de Disney Channel e incluso a veces riñe a Piedrahita cuando confunde la sal con la pimienta. «Luis se porta bien, pero es muy traviesillo, no como yo, que no hago maldades», cuenta jocoso el pequeño chef.
«Él sabía hacer cosas mejor que yo, pero por razones evidentes las tengo que poner yo en marcha, como picar la cebolla», cuenta Piedrahita. «No le puedes dar un cuchillo en televisión, pero fuera de plano lo hace perfecto». Y es que al fin y al cabo se nota la diferencia entre Aimar, que dice que empezó a interesarse por esto a los tres años, después de ver a sus padres cocinar «subido en una banqueta», y su pinche, que reconocer practicar una cocina de subsistencia: «Cosas de untar, una pera también me sale muy bien o un sándwich de jamón y queso».
TÍTULO: MIERCOLES CINE, El mito de Bourne,.
- Reparto
- Matt Damon, Joan Allen, Franka Potente, Brian Cox, Julia Stiles, Karl Urban, Gabriel Mann, Oksana Akinshina, Michelle Monaghan, Marton Csokas, Tom Gallop, Chris Cooper, Tomas Arana,.
- Jason Bourne pensaba que había dejado atrás su pasado dos años antes. Durante ese tiempo, atormentado por ciertas pesadillas y por un pasado que no consigue recordar, Bourne y Marie se trasladan de una ciudad a otra, viviendo de manera anónima y clandestina. Tratan de huir de una amenaza confusa y desconocida que creen percibir en la mirada de cualquier extraño, en cada llamada telefónica "equivocada". Cuando un agente aparece por la tranquila villa en la que se alojan, la pareja huye precipitadamente: cuando su pasado asoma por la puerta, es la única opción que le queda. Pero el juego del ratón y el gato ha vuelto a comenzar, obligando a entrar en acción a Bourne para enfrentarse a un grupo de implacables asesinos profesionales. Hace dos años Bourne abandonó ese ambiente letal y anónimo en el que todo intento de entrar en contacto con los que mueven los hilos se castiga severamente. Pero son ellos los que han venido a llamar a su puerta, y Bourne va a cumplir las reglas: deberían haberle dejado en paz...
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