Hay muchas maneras de viajar y a mí me gusta hacerlo sin
pautas, dejarme llevar por cada momento, ir saboreando lo que encuentro
en el camino.
para
celebrar que me ha perdido de vista, pero como es japonés
le imagino en alguno de los maravillosos templos budistas
o sintoístas a los que me llevó, dando gracias por no haber
perdido su exquisita cortesía con una visitante tan díscola
como yo. El señor Kazuyoshi fue uno de los guías en mi
viaje a Japón y he de reconocer que fue amable en todo
momento y no solo me enseñó buena parte de su país, sino
que hizo lo imposible porque viera más allá de lo evidente.
foto,.
Pero chocamos a cuenta de lo que yo califi caba de actitud
rígida suya, mientras él pensaba que tengo predisposición
a la improvisación. El señor Kazuyoshi se empeñaba en no
salirse ni una coma del programa, así que tuvimos nuestro
primer choque a cuenta de la hora de la comida. El primer
día dijo que la costumbre en Japón es comer de 11,30 a
12 del mediodía y, pese a mis protestas, ganó la batalla.
El segundo encontronazo fue por insistir en parar
en algún templo fuera del programa. “No está previsto”, se
quejaba. Yo respondía: “Ya, pero vamos bien de hora y no
nos salimos de la ruta”. Él miraba desesperado a mi marido
y a mi hijo, buscando ayuda. A veces la encontraba, otras
accedía apretando los dientes. Otro choque lo tuvimos
cuando nos llevo a Niikko. Diluviaba, terminé calada y
estornudando, pero a él no se le movió un musculo: “El
programa hay que cumplirlo”, dijo. Y el día que fuimos al
monte Fuji poco le importó un tifón. Antes de salir, le insistí
que acababa de verlo en la tele, pero sacó el programa y
me recordó que tocaba ir al Parque Nacional de Hakone
y al Monte Fuji, pasando por Kamakura para ver la gran
estatua de Buda.
Había aviso de alerta general, pero el señor Kazuyoshi no es de los que se arredran por un tifón, así que visitamos ese recinto bajo una lluvia y un viento que daban miedo. Seguimos luego hacia los pies del Monte Fuji y comprobé lo que es un tifón in person. Al reprocharle su cabezonería, me dijo que, si no hacíamos los planes, sería por nuestra decisión, porque él estaba dispuesto a cumplir el programa. Y ahí me enfadé. Le dije que admiraba su sentido del deber, pero que no lo podía llevar al extremo, y que verdes las habían segado, que volvíamos a Tokio.
Me impactó conocer a una persona con esa rigidez, al que le superaba un cambio en algo irrelevante como un viaje turístico. Lo contrario de otras guías: Mineko nos enseñó Kioto y sugirió cambios al intuir que nos interesarían. Y Yoko nos guió por Hiroshima y la isla de Miyajima, donde había un almuerzo típico de ostras y anguila, pero no puso objeción cuando le dije que soy vegetariana. Llegué a la conclusión de que las mujeres tenemos más capacidad para adaptarnos a las circunstancias. ¿O será que el señor Kazuyoshi tiene razón y soy demasiado díscola?
Había aviso de alerta general, pero el señor Kazuyoshi no es de los que se arredran por un tifón, así que visitamos ese recinto bajo una lluvia y un viento que daban miedo. Seguimos luego hacia los pies del Monte Fuji y comprobé lo que es un tifón in person. Al reprocharle su cabezonería, me dijo que, si no hacíamos los planes, sería por nuestra decisión, porque él estaba dispuesto a cumplir el programa. Y ahí me enfadé. Le dije que admiraba su sentido del deber, pero que no lo podía llevar al extremo, y que verdes las habían segado, que volvíamos a Tokio.
Me impactó conocer a una persona con esa rigidez, al que le superaba un cambio en algo irrelevante como un viaje turístico. Lo contrario de otras guías: Mineko nos enseñó Kioto y sugirió cambios al intuir que nos interesarían. Y Yoko nos guió por Hiroshima y la isla de Miyajima, donde había un almuerzo típico de ostras y anguila, pero no puso objeción cuando le dije que soy vegetariana. Llegué a la conclusión de que las mujeres tenemos más capacidad para adaptarnos a las circunstancias. ¿O será que el señor Kazuyoshi tiene razón y soy demasiado díscola?
TÍTULO: NOCHE AMOR, NO VALEMOS PARA GEISHAS,.
Y es que, sostiene Guiomar, no valemos para geishas; y para conservar una pareja hay que tener espíritu de geisha, porque los hombres ...foto,.
Mi amiga
Guiomar no
solo es la más
dura del grupo,
también es la pesimista
antropológica. Y sentencia
que todas acabaremos
solas, sin amor y sin pareja:
“Chicas, haceros a la idea:
va a ser así, solas, no habrá
un hombre a nuestro lado”.
Y es que, sostiene Guiomar,
no valemos para geishas; y
para conservar una pareja
hay que tener espíritu de
geisha, porque los hombres
están condicionados por
la fi gura de la madre, una
mujer dedicada a atender
sus necesidades, volcada en
su bienestar y felicidad.
Ejercer de geisha,
nos dice, “consiste
en mostrarse
dulce, cariñosa,
complaciente y pendiente
de todas las necesidades
de nuestra pareja”. Algo
que nosotras podemos
lograr, añade, “solo a ratitos,
esos en los que estamos
descansadas y relajadas,
cuando hemos conseguido
dormir ocho horas, todo está
en orden en nuestro trabajo
y no hay un solo problema
que nos altere”. Entonces
podemos fi ngir que somos
unas perfectas geishas,
reprimir nuestro ser natural,
de mujeres independientes,
con carácter, un poco
dominantes y exigentes,
estresadas y pendientes de
nuestro próximo objetivo
laboral y de los cuatro kilos
que hemos ganado este
verano. Pero terminan los ratitos y mandamos la geisha a paseo y ejercemos de nosotras mismas. Y se acabó, dice Guiomar, es la perdición. Ellos no quieren una igual. Y tarde o temprano nos lo harán saber, en forma, por ejemplo, de otra mujer, aburrida, vulgar, ni siquiera guapa. “¿Pero cómo ha podido cambiarme por esa insignifi cancia? ¡No puedo entenderlo!”, pensaremos. Está perfectamente preparada para ser una auténtica geisha, no como nosotras; he ahí el secreto de Señorita Sosa.
Lo peor de esta teoría de la geisha es que me deja sin réplica, sin un solo argumento con el que desmontarla, yo que tengo argumentos para todo, aunque solo sea por llevar la contraria. Ni con toda mi ingenuidad y esperanza del gran amor puedo con el pesimismo de Guiomar. Y, para empeorarlo, está mi amigo Javier, otro pesimista, que añade el punto de vista masculino. “Desengáñate –me dice–, ese amor con el que tú sueñas, como mucho, puedes encontrarlo en el 20% de los hombres”. “Mira –afirma Javier–, la mayoría está en otra cosa, el 80% de las mujeres busca seguridad económica”. “¿Y el 80% de los hombres?”, pregunto. “Pues, lo que dicen los chistes y refranes es que buscan una asistenta, cocinera, enfermera, amante y madre”, responde. O sea, “una geisha y muy efi caz”. ¡Ay! No sé si retirarme a un monasterio o preguntar a los optimistas para que me suban el ánimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario