EL DE PUJOL NO ES UN CASO ÚNICO, OTROS POLÍTICOS SIGUEN CON CUENTAS EN EL EXTRANJERO,.
foto--Antonio Garrigues: "El de Pujol no es un caso único. Otros políticos siguen con cuentas en el extranjero"
Liberal convencido y jurista de
reconocido prestigio internacional, deja la presidencia de su famoso
despacho al cumplir ochenta años. Con ese motivo y el de la publicación
de una biografía sobre él, nos recibe, no tanto para mirar atrás como
para aventurarse a predecir lo que viene. Sabe mucho más de lo que
cuenta, pero lo que cuenta ya es mucho...
De Antonio Garrigues dice Núria Espert que es ese amigo
incondicional siempre dispuesto a levantarte el ánimo, a hacer fácil lo
difícil y a darse de lleno a las aventuras culturales, cuanto más
inquietantes e inseguras, mejor. Conversador ameno e inteligente
y humanista de sólida formación y exquisita delicadeza, no es hombre al
que le guste mirar hacia atrás y está siempre dispuesto a seguir
aprendiendo de la vida. Pese a ello, y con motivo de la inminente
publicación de su biografía, escrita por Carlos García-León y Borja
Martínez Echevarría (Ediciones Península), tenemos ocasión de hablar con
quien ha sido testigo clave de medio siglo de nuestra historia.
XL. ¿Es un deseo o un convencimiento?
A.G. Sinceramente, pienso que no va a pasar nada, que la ciudadanía catalana es muy seria e inteligente y que va a acabar resolviendo este tema de una manera clara. Los catalanes no van a poner en riesgo todo el valor de su comunidad, que es inmenso. Siempre se han comportado correctamente y este tema se va a resolver sin el menor trauma. Estoy seguro de que ese deseo independentista no es mayoritario y que hay que ver por qué crece, hasta dónde crece y cómo crece. Luego habrá que buscar soluciones que pueden estar en el cambio constitucional y en recomponer el modelo hacia un federalismo más tradicional o más clásico. Alemania, Gran Bretaña, los Estados Unidos... son países federales.
2. Entró a trabajar en J&A Garrigues en 1954, pero solo ha actuado ante un tribunal dos o tres veces y en temas menores. «En el despacho hay mejores procesalistas».ü
3. En los años setenta, el despacho Garrigues tenía el monopolio de la inversión extranjera en España (Ford, IBM, Avon, Hewlett Packard, Philip Morris...). «Éramos los únicos bien relacionados y que hablaban inglés».
4. Es un apasionado del teatro. Ha escrito más de 50 obras e incluso se ha subido al escenario para interpretar alguna de ellas.ü
5. Su padre -abogado, embajador y ministro- tuvo «una amistad amorosa» con Jackie Kennedy cuando ambos eran viudos. Su hijo asegura que, pese a que se entendían bien, «no hubo pasión».
Todo un clan. Los cuatro Antonios: Garrigues Walker; su padre, Garrigues y Díaz-Cañabate; su hijo, Garrigues Miranda; y en sus rodillas, su nieto. El otro Garrigues Walker era Joaquín (derecha), político y de gran carisma, con quien Antonio tuvo una relación tensa. «Dos almas separadas por un muro infranqueable de ladrillo», cuenta.
XLSemanal.
La publicación de esta biografía coincide con su 80 cumpleaños y con la
decisión de dejar la presidencia del despacho Garrigues. ¿Impone pasar a
ser octogenario?
Antonio Garrigues. Mucho, sí.
Tengo grabada una frase que en su día nos dijo mi amigo Fernando Chueca:
«Primero de todo, quiero aseguraros que yo no tengo 80 años, de verdad
que no los tengo. He cumplido 80 años, pero no los tengo» [se ríe].
XL. ¿Dice adiós definitivamente al bufete?
A.G. Me
van a dar una presidencia de honor y voy a mantener mi despacho. Así
que, durante algún tiempo, seguiré siendo el último Garrigues en
Garrigues; porque, al igual que hacen las grandes firmas inglesas, no
está permitido que los hijos de los socios entren a trabajar en la
firma. Somos más de 320 socios, no sería viable. Hace mucho que
Garrigues dejó de ser una empresa familiar.
XL. ¿No cree en el futuro de las empresas familiares?
A.G. La
primera obligación de una empresa familiar es dejar de serlo; de lo
contrario está condenada, en la mayor parte de los casos, al fracaso. En
ese aspecto estamos mejorando mucho en España. Las empresas familiares
tienen que prever su transición a la profesionalización de sus
estructuras y su liderazgo. Ese es el camino no solo para la
supervivencia empresarial, sino también para la familiar.
XL.
¿Esta teoría la aplicaría también a empresas como El Corte Inglés o el
Banco de Santander, donde las presidencias acaban de recaer en
familiares directos de los fallecidos Emilio Botín e Isidoro Álvarez?
A.G. Sin duda. Y doy por seguro que lo valoran y lo tienen en cuenta. Son personas y organizaciones responsables y previsoras.
XL.
Se sabe que los grandes despachos adquieren un poder político y
económico importante, que son y ejercen como auténticos lobbies. ¿Juegan
al límite de la ley?
A.G. En esto hay mucho de
mito y de leyenda; aunque no cabe duda que, si unimos los cuatro o cinco
grandes despachos que existen en nuestro país, tenemos una cierta
influencia. Más que poder, que es una palabra muy dura, tenemos
influencia a través del poder de nuestra clientela y nuestra forma de
ver las cosas.
XL. ¿Se siente un hombre con poder?
A.G.
Pues no, sinceramente. Yo creo que, cuando alguien se cree poderoso,
deja de serlo y pasa a ser tonto. Nosotros no aspiramos a tener ese tipo
de poder. Debemos vigilar de una manera muy clara qué es influencia y
qué es tráfico de influencias. Pero es lógico que, si creemos que algo
es justo, influyamos cerca del Gobierno para defenderlo. Ese es el tema
del llamado lobby, que está ahí.
XL. Si acepta que los lobbies existen, no será tanta ficción el poder que ejercen.
A.G. Estoy
dispuesto a aceptar que existe poder jurídico, pero hay casos y
países... En el mundo anglosajón, la figura del abogado en una empresa
es muy importante y el poder jurídico es mucho mayor que aquí.
Sinceramente, creo que seríamos un peligro público si quisiéramos tener
ese poder. Yo no me siento un hombre poderoso bajo ningún concepto; me
puedo sentir influyente en ciertos asuntos, pero nada más.
XL.
Usted ha mantenido amistad con muchos políticos relevantes. Tuvo una
relación muy estrecha con Jordi Pujol, ¿le han sorprendido los delitos
económicos que puede haber cometido?
A.G.
Exactamente igual que al resto de los españoles. Hay muchísima gente que
ha tenido con él una muy buena relación e incluso una admiración
profunda hacia él... y ahora se ha producido una desmitificación. Pero
que nadie crea que el de Pujol es un caso único.
XL. ¡Vaya! Sería de agradecer que no hubiera muchos políticos de esa relevancia involucrados en cuestiones tan turbias.
A.G. No es un caso único, repito.
XL. ¿Conoce casos similares de políticos relevantes?
A.G.
[Piensa unos segundos]. Que nadie crea que solo existe este caso; y,
ciertamente, no lo digo en defensa de Jordi Pujol, como puede imaginar.
XL. ¿Sabe más de lo que puede decir?
A.G.
No es cuestión de que no pueda hablar... Cuando digo que su caso no es
el único, me refiero a otros políticos políticos que también han tenido
y que siguen teniendo cuentas en el extranjero.
XL. ¿Entiende la trayectoria política del señor Pujol?
A.G. En
España había cierto sentimiento de admiración por su labor, y a todos
nos extrañó la radicalización política en la que fue entrando. En una
ocasión le hice ver públicamente al entonces honorable señor Pujol que
era poco comprensible su cambio respecto al proceso soberanista. No fue
un encuentro agradable. Recientemente he vuelto a tener un encuentro con
él y le reiteré que, siendo sincero, no entendía la postura que él
estaba tomando.
XL. ¿Y qué le respondió?
A.G.
Justificaba su actitud por el comportamiento que el Estado tenía
respecto a Cataluña, por la sentencia del Tribunal Constitucional... En
fin, ese tipo de cuestiones que todos hemos escuchado.
XL. Y, ahora, ¿qué?
A.G.
Ahora, me preocupan seriamente los partidos que están en riesgo en
Cataluña: CiU, el Partido Socialista, el PP... y el encumbramiento de
ERC. Entiendo que todo el mundo puede beneficiarse de los errores
ajenos, pero demasiados errores pueden desfigurar el mapa político
catalán, y Cataluña no es un tema cualquiera; es esencial para España.
XL. ¿Confía en la marcha atrás del independentismo?
A.G. Cataluña es una pieza enteramente fiable. Cataluña acabará haciendo las cosas bien.
XL. El dinero es muy temeroso y huye de las situaciones en conflicto...
A.G.
No cabe duda de que puede influir en las inversiones de capital
extranjero. Muchos clientes nos preguntan por la situación de Cataluña
y, en estos momentos, les decimos que damos por seguro que no va a pasar
nada. XL. ¿Es un deseo o un convencimiento?
A.G. Sinceramente, pienso que no va a pasar nada, que la ciudadanía catalana es muy seria e inteligente y que va a acabar resolviendo este tema de una manera clara. Los catalanes no van a poner en riesgo todo el valor de su comunidad, que es inmenso. Siempre se han comportado correctamente y este tema se va a resolver sin el menor trauma. Estoy seguro de que ese deseo independentista no es mayoritario y que hay que ver por qué crece, hasta dónde crece y cómo crece. Luego habrá que buscar soluciones que pueden estar en el cambio constitucional y en recomponer el modelo hacia un federalismo más tradicional o más clásico. Alemania, Gran Bretaña, los Estados Unidos... son países federales.
XL. ¿Rajoy lo está haciendo bien?
A.G. Creo
que Rajoy hasta ahora ha hecho bien muchas cosas. Yo viví de una manera
muy cercana cuando él se opuso al rescate europeo y vi las presiones
que recibió de la gran empresa y de la gran banca, diciéndole que no se
podía soportar esa locura y que tenía que pedir el rescate porque
estábamos al borde del hundimiento. Fue tremendo y, sin embargo, él supo
aguantar la situación... y esa apuesta le ha salido bien.
XL. ¿Y respecto a Cataluña?
A.G.
Como liberal que soy, tanto silencio y tanta ausencia de diálogo no me
parece democrático. Pero echar la culpa a Rajoy o a Mas es un ejercicio
especulativo, el juego de las culpas es muy complicado. Ortega decía que
hay problemas «que hay que conllevar», y este es uno de ellos, con el
que vamos a convivir siempre.
XL. Ahora, España es de los países de la Unión Europea que más crece, pese a que la deuda ha aumentado. ¿Es optimista?
A.G.
En este momento somos de los mejores de la clase. Y, además, resolver
bien el problema de Cataluña le va a dar a España una fuerza y un
impulso espectaculares.
XL. Parece que el bipartidismo ya no está nada claro en España.
A.G.
Es una evolución democrática perfectamente previsible, pese a que la
Ley Electoral en España lo favorece; pero la baja credibilidad del
estamento político ha ido creciendo con los años de una manera
espectacular y esto se veía venir. Los partidos políticos se han llegado
a convertir en un problema para la ciudadanía y esto es lo que se está
pagando ahora.
XL. ¿Cómo entiende la irrupción de Podemos?
A.G.
Ha sido sorprendente en cuanto a la cuantía del resultado, pero no en
cuanto a la lógica. Estos partidos emanan en elecciones donde no está en
juego el poder auténtico, como lo es una elección europea; y, cuando
llega el momento de la verdad, inevitablemente pierden votos.
XL. ¿Cree que Podemos acabará languideciendo?
A.G.
Si alguien cree que desaparecerá, se equivoca. Van a tener muchísimos
problemas de organización y de definición que lo van a debilitar, va a
mermar en importancia, pero no va a desaparecer de la escena política.
Podemos acabará 'convencionalizándose'.
XL. ¿Pasará a ser «casta»?
A.G. No
[sonríe], eso podría ofenderlos; pero tendrán que enviar un mensaje
asumible y aceptable, cosa que no han hecho hasta ahora. Lo único que
por el momento han demostrado es la desafección política de la gente
hacia los políticos y los partidos grandes.
XL.
La relación entre la familia Garrigues y los reyes ha sido siempre
buena, incluso a su padre se le concedió un título nobiliario al cumplir
cien años. Sin embargo, usted dice que no es monárquico.
A.G.
La monarquía es un sistema que hemos asumido y aceptado en España y en
muchos otros países europeos porque ha funcionado muy bien. Pero no me
declaro monárquico porque no creo que sea el único sistema válido para
regular la convivencia entre ciudadanos. Yo no sacralizo la monarquía.
Ahora bien, no cabe duda de que en estos momentos es el mejor sistema
para este país; y para mí tampoco cabe ninguna duda de que el papel de
la monarquía es decisivo. El cambio ha sido fenomenal y el valor de la
juventud me parece vital.
XL. Hubo
quien comparó el clan Kennedy con la saga Garrigues, y su hermano
Joaquín dijo entonces: «Ellos son más guapos, más ricos, se apoyan unos a
otros, reconocen un jerarca por encima de todos... y nosotros, no».
A.G.
Todo eso es cierto, pero es que, además, entre nosotros siempre ha
existido un espíritu muy competitivo y mucha rivalidad. Siempre hemos
tenido un enorme afán de superación sobre los demás; cada uno de
nosotros sentía la necesidad de demostrar que era capaz de hacerlo mejor
que el resto.
Privadísimo
1.
Es miembro de la Trilateral y el Club Bilderberg, asociaciones secretas
que ejercían una especie de gobierno mundial en la sombra. Entró por su
amistad con David Rockefeller. Hoy, dice, han perdido influencia y
ganado «poder intelectual».2. Entró a trabajar en J&A Garrigues en 1954, pero solo ha actuado ante un tribunal dos o tres veces y en temas menores. «En el despacho hay mejores procesalistas».ü
3. En los años setenta, el despacho Garrigues tenía el monopolio de la inversión extranjera en España (Ford, IBM, Avon, Hewlett Packard, Philip Morris...). «Éramos los únicos bien relacionados y que hablaban inglés».
4. Es un apasionado del teatro. Ha escrito más de 50 obras e incluso se ha subido al escenario para interpretar alguna de ellas.ü
5. Su padre -abogado, embajador y ministro- tuvo «una amistad amorosa» con Jackie Kennedy cuando ambos eran viudos. Su hijo asegura que, pese a que se entendían bien, «no hubo pasión».
Todo un clan. Los cuatro Antonios: Garrigues Walker; su padre, Garrigues y Díaz-Cañabate; su hijo, Garrigues Miranda; y en sus rodillas, su nieto. El otro Garrigues Walker era Joaquín (derecha), político y de gran carisma, con quien Antonio tuvo una relación tensa. «Dos almas separadas por un muro infranqueable de ladrillo», cuenta.
TITULO: A FONDO, LAS ENTRAÑAS DEL CALIFATO,.
El Estado Islámico. Las entrañas del califato
Es la última gran amenaza. El Estado
Islámico domina ya un territorio del tamaño de media España. Tienen
petróleo, agua y un inmenso arsenal, pero quieren más. Su sueño: emular
al califato Omeya. Así es la vida en el lugar más peligroso del planeta.
¿Por qué nadie frena a los hombres del estado
islámico? ¿cómo han conseguido redibujar el mapa de oriente próximo con
tanta facilidad? Para entenderlo, hay que remontarse al inicio de la
guerra civil Siria, en 2011. A los alzados contra el presidente
Bashar Al Assad se unieron diversos grupos: el Ejército Sirio Libre,
los kurdos y el Frente Al-Nusra, brazo sirio de Al Qaeda. En los
primeros momentos, el régimen liberó a los radicales encarcelados
buscando criminalizar a la oposición. Fue en esas cárceles donde los
reclutas del Estado Islámico (EI) aprendieron a torturar.
La Internacional del terrorismo
Los radicales transformaron la contienda civil en una guerra santa. Se unieron a ellos sirios e iraquíes, tunecinos, libios y chechenos, pero también británicos y alemanes. Ahora forman un ejército de unos 15.000 combatientes; la mayoría, llegados del extranjero: tres mil de ellos desde Europa. Les gusta combatir de noche, con sus aparatos de visión nocturna. De día se defienden. «Son extremadamente buenos: muy móviles, muy creativos», dice Michael Eisenstadt, del Instituto para la Política en Oriente Medio, en Washington. Desde verano de 2013 han conquistado un territorio del tamaño de Gran Bretaña, con ocho millones de habitantes. El EI tiene su capital en Al Raqa (Siria) y ha eliminado la frontera con Irak. Su jefe es Abu Bakr al-Baghdadi, el hombre que proclamó el nuevo Estado el 27 de junio desde Mosul, segunda ciudad iraquí.
Lo hizo subido al púlpito de una mezquita de 900 años. Su mensaje a la umma, la comunidad mundial de musulmanes, fue claro: soy vuestro líder. Al-Baghdadi vestía de negro, ante la bandera negra del EI, color bajo el cual el islam conquistó un imperio entre los Pirineos y Pakistán en el siglo VIII. Aquel califato duró más de 500 años bajo el dominio de la dinastía Omeya y la Abasí. Sus califas se labraron gran prestigio como regentes tolerantes; las ciudades florecieron como centros multiculturales donde prosperaron la ciencia y el comercio. El líder del EI, sin embargo, no pensaba en los valores de aquella época cuando subió al púlpito para proclamarse califa.
El objetivo: el califato
Su nombre completo es Abu Bakr al-Baghdadi al-Husseini al-Qurashi. Un Qurashi es alguien que procede del clan de Mahoma. Y con su nuevo título, «califa Ibrahim», Abu Bakr traza una referencia directa a Abraham, el hombre que construyó la Kaaba en la Meca, y reclama su autoridad sobre los lugares santos del islam y el dominio de la península arábiga, toda una afrenta a la Casa de Al-Saud, la poderosa monarquía saudí.Pero Al-Baghdadi no se quedó ahí. «Ha llegado el momento de que la umma de Mahoma despierte de su sueño. Quedó atrás el tiempo de los lamentos. El sol de la yihad se ha alzado. La bandera del Estado Islámico se ha izado. Los muros de los gobernantes injustos han caído. Sus soldados están muertos, prisioneros, vencidos. Los infieles han sido deshonrados. Los castigos corporales de la sharia se aplican de nuevo. Las cruces y sepulcros están destruidos. El sueño que los fieles albergan en lo más profundo de su corazón se hace realidad. Ese sueño es el califato».
La vida de las mujeres
Shamila y Salma (nombres ficticios) tienen 15 y 17 años, llevan vaqueros ajustados y están sentadas en una cafetería de la ciudad turca de Urfa. Hace unas semanas iban cubiertas con velo por las calles de Al Raqa, su ciudad. En el califato, las mujeres solo pueden mostrar los ojos. Cualquier otra cosa es haram, prohibido. Chicas y chicos juntos: haram. Hombres dando clase a chicas: haram. La asignatura de Filosofía: haram.Las estrictas normas de vestimenta entraron en vigor en enero, cuando el EI conquistó la ciudad. Los combatientes repartieron niqabs (velos islámicos) entre las familias pobres. Los demás tuvieron que pagarlos de su bolsillo a 20 dólares la pieza. Shamila y Salma, ambas de familia laica, vivieron bajo normas que nunca habían conocido. Su ciudad se transformó. La vida se volvió silenciosa. Triste.Los combatientes fueron a su escuela. Golpearon a los profesores que no les parecían religiosos y a algunos se los llevaron. Al principio, solo golpeaban a los hombres porque no podían tocar a sus mujeres. Más tarde incorporaron a mujeres a sus filas para encargarse de los castigos femeninos. La gente dejó de ir a la plaza central, donde se exhiben las cabezas de los ajusticiados a la vista de los niños. Para ellos, la infancia no existe: a partir de los 15 años los envían al frente.
La tardía postura de Obama
El pasado enero, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se refirió a los combatientes del EI como integrantes de «una liga juvenil» a los que no se podía comparar con Al Qaeda. En mayo afirmó que el EI era ya la «principal amenaza». En agosto ordenó bombardeos en Irak para frenar los avances del grupo y, el pasado 10 de septiembre, en un discurso televisivo desde la Casa Blanca, anunció que extendería los ataques aéreos a las posiciones del EI en Siria.
Los bombardeos comenzaron hace dos semanas, después de que Obama se asegurara el apoyo de cinco países árabes Baréin, Jordania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Catar, entre los más de 40 gobiernos que se han sumado a la coalición, para dejar claro al mundo aseguró el presidente «que esta no es solo una lucha de América». Desde el entorno de los servicios de seguridad estadounidenses se afirma que el grupo terrorista es altamente profesional y cuenta con una formación y un equipamiento excelentes. Los combatientes actúan como un verdadero Estado dotado de potentes fuerzas armadas. «Es lo más aterrador que he visto en mis años de servicio», afirma Eric Holder, secretario de Estado de Justicia.
¿En qué se diferencia de Al Qaeda?
Los combatientes del EI han conseguido lo que Occidente no ha logrado en 15 años: que Al Qaeda sea irrelevante. El EI es más poderoso y peligroso de lo que Al Qaeda fue nunca. A primera vista, ambos parecen similares, unidos por su odio hacia Occidente. Pero sus estrategias son diferentes.El objetivo de Bin Laden era el califato, sí, pero, lejos de luchar contra los regímenes de Oriente Medio, empujaba a sus muyahidines a atentar contra los países occidentales que apoyaban a los gobernantes impíos de Arabia. La rama iraquí de Al Qaeda, de la que procede el EI, no ha tardado en superar en radicalidad a las demás, y su jefe, Abu Bakr al-Baghdadi, no es el nuevo Bin Laden, es el anti-Bin Laden. Quiere el califato... y lo quiere ya. Por eso lo idolatran los jóvenes radicales, por eso desean unirse al EI. Y lo hacen por miles. «Disponen de miles de miembros, muchos de ellos con más de diez años de experiencia en combate afirma el analista Michael Eisenstadt. Y si han sobrevivido tanto tiempo en el campo de batalla es porque han hecho las cosas bien».El EI ya no muestra ningún tipo de consideración hacia organizaciones como la palestina Hamás o los Hermanos Musulmanes de Egipto. A sus ojos no son más que un puñado de renegados. A fin de cuentas han participado en elecciones, por lo que obtienen su legitimación política de los ciudadanos y no de Alá.
¿Por qué es un estado?
Lo que hace tan peligroso al EI es su potente organización y su coordinación. Sin ellas, no habría surgido todo un Estado a partir de un puñado de extremistas. La milicia no solo posee campos de entrenamiento y secuestra a occidentales en busca de financiación, también gestiona refinerías de petróleo y recauda impuestos como cualquier otro Estado. En ciudades como Al Raqa, los hombres del EI gestionan el trabajo de los funcionarios de sanidad, enseñanza, seguridad ciudadana y el conjunto de los servicios sociales. En los mercados, sus hombres controlan que las bombonas de butano que se venden estén llenas e imponen precios asequibles en las gasolineras. Simultáneamente, sus unidades de combate persiguen una ambiciosa estrategia expansionista y cuentan en sus filas con militares de alta graduación del antiguo ejército de Sadam Husein, experimentados en el uso de armas químicas y biológicas. Hace unas semanas, reporteros de Foreign Policy descubrieron en un ordenador que había pertenecido al EI documentos para convertir en un arma la peste bubónica.
Disponen de miles de millones de dólares
El EI es el grupo terrorista más rico del mundo, su fortuna asciende a miles de millones de dólares. Antes de los ataques del 11-S, Al Qaeda tenía un presupuesto anual de unos 30 millones; los atentados en sí costaron un millón.El EI ha ingresado diez millones solo con el pago de rescates, según cálculos de los Estados Unidos. Esa cifra no incluye los ingresos obtenidos por los periodistas franceses y españoles liberados la pasada primavera. Y todavía tiene en su poder docenas de rehenes de países occidentales. El dinero tardará en acabárseles. Los islamistas extraen en torno a 80.000 barriles de crudo al día y consiguen por ello unos dos millones de dólares diarios. El precio del barril en el mercado hoy es de 100 dólares; el EI lo oferta por entre 25 y 60 dólares. Parte lo refina en su territorio, otra parte se desvía al contrabando en forma de crudo y pasa en camiones cisterna a los vecinos Turquía, Irán y Jordania, donde se vende en el mercado negro.
El EI también usa el petróleo para comprarse el favor de la gente. Una de sus primeras medidas tras conquistar la ciudad de Deir Al-Zur fue bajar los precios de la gasolina. En todo caso, la mayoría de quienes permanecen en territorio EI no lo hacen por lealtad, sino porque no se pueden permitir la huida. Son pocos los que apoyan a los integristas. Cuando, a mediados de julio, un tribunal condenó a muerte por lapidación a dos mujeres acusadas de adulterio, la mitad de la ciudad se congregó en el parque de la ejecución. El EI había llevado un camión cargado de piedras, pero nadie se acercó a cogerlas. Luego llegaron unos combatientes del EI y lanzaron las piedras ellos mismos.
El placer de torturar
En el territorio del EI hay muchas personas con motivos para temer a la muerte. Pero también hay valientes que protestan. Una doctora de Mosul describe en su blog cómo ella y sus compañeras han mantenido la clínica en funcionamiento tras la caída de la ciudad, «a pesar del miedo a ser asesinadas», como cuenta en una de sus entradas. «Aunque hubiéramos tenido la posibilidad de huir y dejarlo todo, no se nos ha pasado por la cabeza ni una sola vez abandonar nuestro trabajo, a nuestros pacientes».Asimismo, el EI impone sus normas de vestimenta en Mosul y lo hace, como cuenta la doctora, «con insultos, amenazas y desprecios». En la puerta del hospital se instalaron vigilantes que prohibían entrar a las empleadas que no fuesen cubiertas.
Algunos miembros del personal les explicaron que no podrían asistir a sus pacientes vestidas así, que con los velos no verían bien en el quirófano. Los hombres del EI respondieron insultando a gritos a las mujeres. Poco después, la doctora publicó otra entrada en su blog, esta vez con un tono más desesperado: «Detrás del fanatismo se esconde algo más que el amor a la religión o al poder. Se esconde algo malvado que aprenderemos a odiar».
La ley del terror total
En territorio del Estado Islámico viven ocho millones de personas bajo un régimen de terror. Imponen su ley a golpe de descuartizamientos, asesinatos comunales, empalamientos, decapitaciones, violaciones o ahorcamientos, dejando los cadáveres en la plaza pública durante días.
Forrados y armados hasta los dientes
Controlan puntos claves del petróleo y el gas iraquí, cuyo contrabando les rinde dos millones de dólares al día. También practican el secuestro, atracan bancos y cobran impuestos. Semejante liquidez les da acceso a armamento sofisticado, además de contar con el arsenal robado a los ejércitos de Irak y Siria y a otros grupos armados.
¿Por qué levantan el dedo?
A estos combatientes les gusta posar de esta guisa. El gesto, sin embargo, no es exclusivo de su organización. Al alzar el dedo índice, los musulmanes de toda índole no solo los yihadistas indican su pertenencia al islam. Con ello cumplen con uno de los cinco pilares de su credo: afirmar su fe en un único Dios y en la profecía de Mahoma. Los miembros del Estado Islámico, en todo caso, suelen completar su pose mostrando un fusil o pisando las armas capturadas al enemigo.
¿Por qué llevan banderas negras?
Trincheras, controles de carretera, puestos de falafel... Allá donde mire en territorio del Estado Islámico, encontrará esta bandera negra con las siguientes frases: «No hay más Dios que Alá» y «Dios. Profeta. Mahoma». El símbolo es un legado de la dinastía Abasí, cuyas tropas, en el siglo VIII, portaban un estandarte oscuro cuando arrebataron el califato a los omeyas. Hoy, el símbolo es usado por islamistas radicales de todo pelaje.
La Internacional del terrorismo
Los radicales transformaron la contienda civil en una guerra santa. Se unieron a ellos sirios e iraquíes, tunecinos, libios y chechenos, pero también británicos y alemanes. Ahora forman un ejército de unos 15.000 combatientes; la mayoría, llegados del extranjero: tres mil de ellos desde Europa. Les gusta combatir de noche, con sus aparatos de visión nocturna. De día se defienden. «Son extremadamente buenos: muy móviles, muy creativos», dice Michael Eisenstadt, del Instituto para la Política en Oriente Medio, en Washington. Desde verano de 2013 han conquistado un territorio del tamaño de Gran Bretaña, con ocho millones de habitantes. El EI tiene su capital en Al Raqa (Siria) y ha eliminado la frontera con Irak. Su jefe es Abu Bakr al-Baghdadi, el hombre que proclamó el nuevo Estado el 27 de junio desde Mosul, segunda ciudad iraquí.
Lo hizo subido al púlpito de una mezquita de 900 años. Su mensaje a la umma, la comunidad mundial de musulmanes, fue claro: soy vuestro líder. Al-Baghdadi vestía de negro, ante la bandera negra del EI, color bajo el cual el islam conquistó un imperio entre los Pirineos y Pakistán en el siglo VIII. Aquel califato duró más de 500 años bajo el dominio de la dinastía Omeya y la Abasí. Sus califas se labraron gran prestigio como regentes tolerantes; las ciudades florecieron como centros multiculturales donde prosperaron la ciencia y el comercio. El líder del EI, sin embargo, no pensaba en los valores de aquella época cuando subió al púlpito para proclamarse califa.
El objetivo: el califato
Su nombre completo es Abu Bakr al-Baghdadi al-Husseini al-Qurashi. Un Qurashi es alguien que procede del clan de Mahoma. Y con su nuevo título, «califa Ibrahim», Abu Bakr traza una referencia directa a Abraham, el hombre que construyó la Kaaba en la Meca, y reclama su autoridad sobre los lugares santos del islam y el dominio de la península arábiga, toda una afrenta a la Casa de Al-Saud, la poderosa monarquía saudí.Pero Al-Baghdadi no se quedó ahí. «Ha llegado el momento de que la umma de Mahoma despierte de su sueño. Quedó atrás el tiempo de los lamentos. El sol de la yihad se ha alzado. La bandera del Estado Islámico se ha izado. Los muros de los gobernantes injustos han caído. Sus soldados están muertos, prisioneros, vencidos. Los infieles han sido deshonrados. Los castigos corporales de la sharia se aplican de nuevo. Las cruces y sepulcros están destruidos. El sueño que los fieles albergan en lo más profundo de su corazón se hace realidad. Ese sueño es el califato».
La vida de las mujeres
Shamila y Salma (nombres ficticios) tienen 15 y 17 años, llevan vaqueros ajustados y están sentadas en una cafetería de la ciudad turca de Urfa. Hace unas semanas iban cubiertas con velo por las calles de Al Raqa, su ciudad. En el califato, las mujeres solo pueden mostrar los ojos. Cualquier otra cosa es haram, prohibido. Chicas y chicos juntos: haram. Hombres dando clase a chicas: haram. La asignatura de Filosofía: haram.Las estrictas normas de vestimenta entraron en vigor en enero, cuando el EI conquistó la ciudad. Los combatientes repartieron niqabs (velos islámicos) entre las familias pobres. Los demás tuvieron que pagarlos de su bolsillo a 20 dólares la pieza. Shamila y Salma, ambas de familia laica, vivieron bajo normas que nunca habían conocido. Su ciudad se transformó. La vida se volvió silenciosa. Triste.Los combatientes fueron a su escuela. Golpearon a los profesores que no les parecían religiosos y a algunos se los llevaron. Al principio, solo golpeaban a los hombres porque no podían tocar a sus mujeres. Más tarde incorporaron a mujeres a sus filas para encargarse de los castigos femeninos. La gente dejó de ir a la plaza central, donde se exhiben las cabezas de los ajusticiados a la vista de los niños. Para ellos, la infancia no existe: a partir de los 15 años los envían al frente.
La tardía postura de Obama
El pasado enero, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se refirió a los combatientes del EI como integrantes de «una liga juvenil» a los que no se podía comparar con Al Qaeda. En mayo afirmó que el EI era ya la «principal amenaza». En agosto ordenó bombardeos en Irak para frenar los avances del grupo y, el pasado 10 de septiembre, en un discurso televisivo desde la Casa Blanca, anunció que extendería los ataques aéreos a las posiciones del EI en Siria.
Los bombardeos comenzaron hace dos semanas, después de que Obama se asegurara el apoyo de cinco países árabes Baréin, Jordania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Catar, entre los más de 40 gobiernos que se han sumado a la coalición, para dejar claro al mundo aseguró el presidente «que esta no es solo una lucha de América». Desde el entorno de los servicios de seguridad estadounidenses se afirma que el grupo terrorista es altamente profesional y cuenta con una formación y un equipamiento excelentes. Los combatientes actúan como un verdadero Estado dotado de potentes fuerzas armadas. «Es lo más aterrador que he visto en mis años de servicio», afirma Eric Holder, secretario de Estado de Justicia.
¿En qué se diferencia de Al Qaeda?
Los combatientes del EI han conseguido lo que Occidente no ha logrado en 15 años: que Al Qaeda sea irrelevante. El EI es más poderoso y peligroso de lo que Al Qaeda fue nunca. A primera vista, ambos parecen similares, unidos por su odio hacia Occidente. Pero sus estrategias son diferentes.El objetivo de Bin Laden era el califato, sí, pero, lejos de luchar contra los regímenes de Oriente Medio, empujaba a sus muyahidines a atentar contra los países occidentales que apoyaban a los gobernantes impíos de Arabia. La rama iraquí de Al Qaeda, de la que procede el EI, no ha tardado en superar en radicalidad a las demás, y su jefe, Abu Bakr al-Baghdadi, no es el nuevo Bin Laden, es el anti-Bin Laden. Quiere el califato... y lo quiere ya. Por eso lo idolatran los jóvenes radicales, por eso desean unirse al EI. Y lo hacen por miles. «Disponen de miles de miembros, muchos de ellos con más de diez años de experiencia en combate afirma el analista Michael Eisenstadt. Y si han sobrevivido tanto tiempo en el campo de batalla es porque han hecho las cosas bien».El EI ya no muestra ningún tipo de consideración hacia organizaciones como la palestina Hamás o los Hermanos Musulmanes de Egipto. A sus ojos no son más que un puñado de renegados. A fin de cuentas han participado en elecciones, por lo que obtienen su legitimación política de los ciudadanos y no de Alá.
¿Por qué es un estado?
Lo que hace tan peligroso al EI es su potente organización y su coordinación. Sin ellas, no habría surgido todo un Estado a partir de un puñado de extremistas. La milicia no solo posee campos de entrenamiento y secuestra a occidentales en busca de financiación, también gestiona refinerías de petróleo y recauda impuestos como cualquier otro Estado. En ciudades como Al Raqa, los hombres del EI gestionan el trabajo de los funcionarios de sanidad, enseñanza, seguridad ciudadana y el conjunto de los servicios sociales. En los mercados, sus hombres controlan que las bombonas de butano que se venden estén llenas e imponen precios asequibles en las gasolineras. Simultáneamente, sus unidades de combate persiguen una ambiciosa estrategia expansionista y cuentan en sus filas con militares de alta graduación del antiguo ejército de Sadam Husein, experimentados en el uso de armas químicas y biológicas. Hace unas semanas, reporteros de Foreign Policy descubrieron en un ordenador que había pertenecido al EI documentos para convertir en un arma la peste bubónica.
Disponen de miles de millones de dólares
El EI es el grupo terrorista más rico del mundo, su fortuna asciende a miles de millones de dólares. Antes de los ataques del 11-S, Al Qaeda tenía un presupuesto anual de unos 30 millones; los atentados en sí costaron un millón.El EI ha ingresado diez millones solo con el pago de rescates, según cálculos de los Estados Unidos. Esa cifra no incluye los ingresos obtenidos por los periodistas franceses y españoles liberados la pasada primavera. Y todavía tiene en su poder docenas de rehenes de países occidentales. El dinero tardará en acabárseles. Los islamistas extraen en torno a 80.000 barriles de crudo al día y consiguen por ello unos dos millones de dólares diarios. El precio del barril en el mercado hoy es de 100 dólares; el EI lo oferta por entre 25 y 60 dólares. Parte lo refina en su territorio, otra parte se desvía al contrabando en forma de crudo y pasa en camiones cisterna a los vecinos Turquía, Irán y Jordania, donde se vende en el mercado negro.
El EI también usa el petróleo para comprarse el favor de la gente. Una de sus primeras medidas tras conquistar la ciudad de Deir Al-Zur fue bajar los precios de la gasolina. En todo caso, la mayoría de quienes permanecen en territorio EI no lo hacen por lealtad, sino porque no se pueden permitir la huida. Son pocos los que apoyan a los integristas. Cuando, a mediados de julio, un tribunal condenó a muerte por lapidación a dos mujeres acusadas de adulterio, la mitad de la ciudad se congregó en el parque de la ejecución. El EI había llevado un camión cargado de piedras, pero nadie se acercó a cogerlas. Luego llegaron unos combatientes del EI y lanzaron las piedras ellos mismos.
El placer de torturar
En el territorio del EI hay muchas personas con motivos para temer a la muerte. Pero también hay valientes que protestan. Una doctora de Mosul describe en su blog cómo ella y sus compañeras han mantenido la clínica en funcionamiento tras la caída de la ciudad, «a pesar del miedo a ser asesinadas», como cuenta en una de sus entradas. «Aunque hubiéramos tenido la posibilidad de huir y dejarlo todo, no se nos ha pasado por la cabeza ni una sola vez abandonar nuestro trabajo, a nuestros pacientes».Asimismo, el EI impone sus normas de vestimenta en Mosul y lo hace, como cuenta la doctora, «con insultos, amenazas y desprecios». En la puerta del hospital se instalaron vigilantes que prohibían entrar a las empleadas que no fuesen cubiertas.
Algunos miembros del personal les explicaron que no podrían asistir a sus pacientes vestidas así, que con los velos no verían bien en el quirófano. Los hombres del EI respondieron insultando a gritos a las mujeres. Poco después, la doctora publicó otra entrada en su blog, esta vez con un tono más desesperado: «Detrás del fanatismo se esconde algo más que el amor a la religión o al poder. Se esconde algo malvado que aprenderemos a odiar».
La ley del terror total
En territorio del Estado Islámico viven ocho millones de personas bajo un régimen de terror. Imponen su ley a golpe de descuartizamientos, asesinatos comunales, empalamientos, decapitaciones, violaciones o ahorcamientos, dejando los cadáveres en la plaza pública durante días.
Forrados y armados hasta los dientes
Controlan puntos claves del petróleo y el gas iraquí, cuyo contrabando les rinde dos millones de dólares al día. También practican el secuestro, atracan bancos y cobran impuestos. Semejante liquidez les da acceso a armamento sofisticado, además de contar con el arsenal robado a los ejércitos de Irak y Siria y a otros grupos armados.
¿Por qué levantan el dedo?
A estos combatientes les gusta posar de esta guisa. El gesto, sin embargo, no es exclusivo de su organización. Al alzar el dedo índice, los musulmanes de toda índole no solo los yihadistas indican su pertenencia al islam. Con ello cumplen con uno de los cinco pilares de su credo: afirmar su fe en un único Dios y en la profecía de Mahoma. Los miembros del Estado Islámico, en todo caso, suelen completar su pose mostrando un fusil o pisando las armas capturadas al enemigo.
¿Por qué llevan banderas negras?
Trincheras, controles de carretera, puestos de falafel... Allá donde mire en territorio del Estado Islámico, encontrará esta bandera negra con las siguientes frases: «No hay más Dios que Alá» y «Dios. Profeta. Mahoma». El símbolo es un legado de la dinastía Abasí, cuyas tropas, en el siglo VIII, portaban un estandarte oscuro cuando arrebataron el califato a los omeyas. Hoy, el símbolo es usado por islamistas radicales de todo pelaje.
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