Una familia maldita
La fama y la familia convertidas en un
infierno. Alcohol, drogas, malostratos..., una maldición persigue a la
saga de los O'Neal. Kevin McEnroe, el hijo mayor de John McEnroe y Tatum
O'Neal, exorciza ahora los demonios del clan en un libro. Y lo cuenta
todo.
Kevin, hijo de John McEnroe y tatum O'Neal, había sido detenido.La noticia apareció en medio de un sofocante mes de julio.
Al joven, aseguraban los periódicos, lo habían pillado intentando comprar seis papelinas de cocaína y diversos fármacos con morfina. Lo de siempre, otro hijo de famosos que acaba siendo drogadicto.
Las personas interesadas en el tenis de los ochenta o en el Hollywood de los setenta conocían perfectamente a los padres del protagonista. En 1986, John McEnroe se casó con la joven actriz Tatum O'Neal, de 21 años. McEnroe seguía siendo una estrella de talla mundial, aunque el año anterior hubiera perdido el número uno del ranking y ya nunca lo recuperara. McEnroe tenía solo 26 años.
Había conocido a Tatum O'Neal en 1984, el mejor año de su carrera. Ella había sido una estrella infantil y era increíblemente bella. Tenía 19 años. McEnroe podía tener a casi cualquier mujer que quisiera, y ahora quería a Tatum. La actriz había conseguido un Oscar con solo 10 años, en 1974, por su papel en Luna de papel, de Peter Bogdanovich, convirtiéndose así en la ganadora más joven de la historia. A los 16 años se besuqueó con Michael Jackson y a los 18 era adicta a la cocaína; una hija de padres famosos sobreexplotada por la industria del cine.
Tuvo tres hijos con McEnroe. Kevin fue el primero, nacido en 1986, poco antes de la boda, a quien siguieron Sean y Emily. La pareja se separó tras 6 años de matrimonio e inició una guerra de proporciones épicas por la custodia de los niños. Tatum se hundió en el alcohol y la heroína. Fue pillada con crack a solo un par de manzanas del lugar donde años después detendrían a su hijo mayor. Se cerraba así el círculo.
El pasado junio, apenas un año después de su detención, Kevin McEnroe nos recibe cerca de Nueva York. A lo largo de los últimos meses ha hecho una cura de desintoxicación y ha publicado Our town: a novel, su primera novela, bajo el nombre de Kevin Jack McEnroe.
La lectura del libro resulta dolorosa. Trata de padres, abuelos e hijos que caen uno tras otro en las garras de la droga, de niños desatendidos... Pero, sobre todo, trata de cómo estos hijos fracasan una y otra vez en sus buenos propósitos y, al final, acaban siendo tan crueles y violentos como sus padres.
En su familia, asegura Kevin, sucede lo mismo desde hace tres generaciones. ¿Cómo le afectó ver de niño a su madre hasta arriba de heroína y alcohol? ¿Cómo es posible que él acabara exactamente igual a los veintimuchos? Esas son las cuestiones alrededor de las cuales gira el libro.
La tragedia original
La parte trágica de la historia empieza con su abuela materna, la actriz Joanna Moore. Y con la abuela Joanna arranca también la novela, aunque en sus páginas lleva el nombre de Dorothy White. La primera escena cuenta un accidente de tráfico. La madre, el padre y la hermana de Dorothy mueren. La familia había salido a cenar en 1941. El padre se había tomado un whisky de más, quizá dos. Con aquella tragedia original comienza la maldición familiar.
Joanna tenía 6 años y fue entregada a una familia de acogida. Con 20, un agente de Hollywood la descubrió en un concurso de belleza y se la llevó a Los Ángeles. Allí se convirtió en estrella de televisión y conoció al atractivo Ryan O.Neal, llamado Dale Kelly en la novela de Kevin. Se casaron y comenzaron la historia que narra su nieto: cómo ambos se entregaron al alcohol, el speed y la cocaína; cómo el abuelo Ryan dejó la tele y saltó a Hollywood; cómo la pareja se separó; cómo los dos hijos que tuvieron, un niño y una niña (Tatum, la madre de Kevin), iban de un sitio a otro, viviendo con el progenitor que en ese momento estuviera un poco más sobrio...
John y Tatum, un matrimonio caótico
En su novela, Kevin habla también de la violencia en el hogar en el que creció, del anhelo de normalidad, de la locura en que vivían sus caóticos padres; del amor incondicional de unos hijos que se sentían culpables; de su propia infancia en colegios de élite, de una madre yonqui y de un padre cuyas pérdidas de papeles salieron durante años por televisión.
Tras el nacimiento de Kevin, John McEnroe y Tatum O'Neal se instalaron en Los Ángeles. John decidió dejar el deporte durante un tiempo y las cosas empezaron a torcerse. Fumaba porros y tal vez consumía cocaína. Kevin prefiere no entrar en detalles sobre ciertas cosas. ¿Es que no son ciertas?
«Quizá lo sean en la versión de mi madre -responde-. Mi padre probablemente las negaría». Kevin lleva años intentando conciliar las respectivas versiones. Con escaso éxito.
Kevin tenía 6 años cuando sus padres se separaron. Al principio, la custodia fue compartida, pero a la vista de los problemas de Tatum con las drogas, los niños crecieron en Nueva York, con McEnroe. Los fines de semana tenían que pasarlos con su madre. Kevin cuenta que no tardaba ni un minuto en notar cuándo estaba colocada; es el sexto sentido que acaban desarrollando los hijos de adictos.
Kevin vivía con McEnroe junto a Central Park e iba a una de las escuelas más caras de Nueva York. Descubrió la marihuana a los 13 años y la cocaína, en la universidad. Definitivamente instalado en Manhattan, se planteó que le gustaría ser escritor y consiguió un trabajo como barman en un local.
Empezó a escribir la historia de su abuela, pero avanzaba a la velocidad a la que se puede avanzar cuando trabajas en un bar hasta las cuatro de la mañana y en un momento dado te acabas encontrando con un par de rayas de cocaína preparadas para ti.
Cuando terminó el primer manuscrito de la novela, en 2013, la editorial lo rechazó. Por esos mismos días le extirparon las amígdalas. Los médicos le recetaron Vicodin, un potente analgésico. El Vicodin se le terminó, pero fármacos más potentes, basados en la morfina, se podían comprar fácilmente en el mercado negro. Pasó 6 meses muy malos, cuenta Kevin, te haces adicto muy rápido, pero también te olvidas de todos tus problemas.
El 15 de julio del año pasado se puso en contacto con él su nueva agente literaria. Le dijo que tenía un contrato para él. Kevin pensaba que nunca lo lograría, así que había que celebrarlo. Marcó un par de números y quedó en la calle con un camello que le entregó lo que parecían seis papelinas de cocaína, diez pastillas de OxyContin y veinte píldoras de morfina. En la esquina había aparcado un turismo. En su interior, dos policías que comían tranquilamente un sándwich.
La cocaína era detergente
Kevin pasó 20 horas en una celda. Las supuestas seis papelinas de cocaína resultaron ser de detergente, lo que no hizo más que empeorar las cosas: Kevin se culpó de no valer ni para comprar droga. Al día siguiente se encontró en la portada de los diarios sensacionalistas. Ya era como su madre. Y como la madre de su madre. Y, peor aún, como su abuelo y sus tíos, como Griffin o Redmond ONeal. Este último es el hijo pequeño de su abuelo, un tipo entrañable, sí, pero un yonqui que vuelve a estar en prisión. ¿Es que, al final, toda esa mierda era hereditaria?´
Parecía evidente que existía una conexión. En la clínica de desintoxicación de Palm Springs en la que tuvo que ingresar para evitar la condena, Kevin McEnroe le dio muchas vueltas al tema. Quizá lo hereditario no era la tendencia a la adicción, sino la falta de fe en uno mismo. «Cuando eres pequeño y tu madre es una yonqui, es difícil no acabar pensando que para ella las drogas son más importantes que tú». ¿Por qué no le importas a tu madre lo suficiente como para que deje las drogas? ¿Por qué no puede ser una madre normal? Un eterno por qué.
Pero, por fin, ha conseguido liberarse de estos pensamientos. Dice que ha perdonado a su madre. Ella misma asegura que lleva 2 años limpia. Tatum ONeal se tatuó en el brazo un mensaje: «Im you, youre me» ('Yo soy tú y tú eres yo'). Y es cierto: ambos tuvieron una madre dependiente y un padre violento. Y ambos fueron abandonados por sus respectivas madres como consecuencia de sus adicciones. En una carta que Tatum le escribió a la suya, Joanna, cuando tenía 6 años, le dice: «Espero que pronto te pongas bien, mamá. No pasa nada por que me pegues. De Tatum a mamá. Con amor».
Tatum quiso reconciliarse con sus padres toda su vida. No lo consiguió. Joanna murió en 1997. Tras su separación de McEnroe, a comienzos de los noventa, cuando su hijo tenía ya 6 años, Tatum le pidió a su madre que la ayudara con los niños. Pero le dijo que debía estar sobria. Joanna se lo prometió. El acuerdo funcionó un tiempo, hasta una noche en que Joanna se puso a preparar una sopa. Echaba a la cazuela todos los ingredientes que encontraba y cantaba animadamente. Tatum notaba cuando algo no iba bien con su madre, igual que Kevin más tarde se lo notaría a ella. Empezó a buscar y encontró botellas vacías de vodka en su armario, en la maleta, debajo del colchón... Las dos lloraban mientras Tatum llevaba a su madre al aeropuerto. Aquello fue todo.
Joanna Moore murió a los 63 años, de cáncer de pulmón. Un año después de su muerte, en 1998, Emily la hermana pequeña de Kevin encontró una jeringuilla en el dormitorio de su madre durante una de sus habituales visitas de fin de semana. Un tribunal le prohibió a Tatum ver a sus hijos a solas
.A quien Tatum todavía no ha perdonado es a su padre, Ryan O'Neal. Es complicado encontrar algo bueno que decir sobre él, quizá que fue un buen actor. Tres de sus cuatro hijos han tenido problemas con las drogas y parece que lo odian. La noche en la que una Tatum ONeal, de 10 años, vestida con un pequeño esmoquin subió al escenario para recoger su Oscar, ninguno de sus progenitores estuvo presente. Se cuenta que Ryan le habría dado una paliza a su hija esa misma noche. Estaba borracho y ciego de envidia por no haber sido siquiera nominado por su papel protagonista en Luna de papel.
Tatum recibió un Oscar por Luna de papel cuando tenía diez años. Su padre, coprotagonista en la película, ni siquiera fue nominado. Ciego de envidia, no acudió a la ceremonia.
TÍTULO: ENTREVISTA -Emma Watson La bruja de Alejandro Amenábar ,.
Emma Watson / fotos
Al joven, aseguraban los periódicos, lo habían pillado intentando comprar seis papelinas de cocaína y diversos fármacos con morfina. Lo de siempre, otro hijo de famosos que acaba siendo drogadicto.
Las personas interesadas en el tenis de los ochenta o en el Hollywood de los setenta conocían perfectamente a los padres del protagonista. En 1986, John McEnroe se casó con la joven actriz Tatum O'Neal, de 21 años. McEnroe seguía siendo una estrella de talla mundial, aunque el año anterior hubiera perdido el número uno del ranking y ya nunca lo recuperara. McEnroe tenía solo 26 años.
Había conocido a Tatum O'Neal en 1984, el mejor año de su carrera. Ella había sido una estrella infantil y era increíblemente bella. Tenía 19 años. McEnroe podía tener a casi cualquier mujer que quisiera, y ahora quería a Tatum. La actriz había conseguido un Oscar con solo 10 años, en 1974, por su papel en Luna de papel, de Peter Bogdanovich, convirtiéndose así en la ganadora más joven de la historia. A los 16 años se besuqueó con Michael Jackson y a los 18 era adicta a la cocaína; una hija de padres famosos sobreexplotada por la industria del cine.
Tuvo tres hijos con McEnroe. Kevin fue el primero, nacido en 1986, poco antes de la boda, a quien siguieron Sean y Emily. La pareja se separó tras 6 años de matrimonio e inició una guerra de proporciones épicas por la custodia de los niños. Tatum se hundió en el alcohol y la heroína. Fue pillada con crack a solo un par de manzanas del lugar donde años después detendrían a su hijo mayor. Se cerraba así el círculo.
El pasado junio, apenas un año después de su detención, Kevin McEnroe nos recibe cerca de Nueva York. A lo largo de los últimos meses ha hecho una cura de desintoxicación y ha publicado Our town: a novel, su primera novela, bajo el nombre de Kevin Jack McEnroe.
La lectura del libro resulta dolorosa. Trata de padres, abuelos e hijos que caen uno tras otro en las garras de la droga, de niños desatendidos... Pero, sobre todo, trata de cómo estos hijos fracasan una y otra vez en sus buenos propósitos y, al final, acaban siendo tan crueles y violentos como sus padres.
En su familia, asegura Kevin, sucede lo mismo desde hace tres generaciones. ¿Cómo le afectó ver de niño a su madre hasta arriba de heroína y alcohol? ¿Cómo es posible que él acabara exactamente igual a los veintimuchos? Esas son las cuestiones alrededor de las cuales gira el libro.
La tragedia original
La parte trágica de la historia empieza con su abuela materna, la actriz Joanna Moore. Y con la abuela Joanna arranca también la novela, aunque en sus páginas lleva el nombre de Dorothy White. La primera escena cuenta un accidente de tráfico. La madre, el padre y la hermana de Dorothy mueren. La familia había salido a cenar en 1941. El padre se había tomado un whisky de más, quizá dos. Con aquella tragedia original comienza la maldición familiar.
Joanna tenía 6 años y fue entregada a una familia de acogida. Con 20, un agente de Hollywood la descubrió en un concurso de belleza y se la llevó a Los Ángeles. Allí se convirtió en estrella de televisión y conoció al atractivo Ryan O.Neal, llamado Dale Kelly en la novela de Kevin. Se casaron y comenzaron la historia que narra su nieto: cómo ambos se entregaron al alcohol, el speed y la cocaína; cómo el abuelo Ryan dejó la tele y saltó a Hollywood; cómo la pareja se separó; cómo los dos hijos que tuvieron, un niño y una niña (Tatum, la madre de Kevin), iban de un sitio a otro, viviendo con el progenitor que en ese momento estuviera un poco más sobrio...
John y Tatum, un matrimonio caótico
En su novela, Kevin habla también de la violencia en el hogar en el que creció, del anhelo de normalidad, de la locura en que vivían sus caóticos padres; del amor incondicional de unos hijos que se sentían culpables; de su propia infancia en colegios de élite, de una madre yonqui y de un padre cuyas pérdidas de papeles salieron durante años por televisión.
Tras el nacimiento de Kevin, John McEnroe y Tatum O'Neal se instalaron en Los Ángeles. John decidió dejar el deporte durante un tiempo y las cosas empezaron a torcerse. Fumaba porros y tal vez consumía cocaína. Kevin prefiere no entrar en detalles sobre ciertas cosas. ¿Es que no son ciertas?
«Quizá lo sean en la versión de mi madre -responde-. Mi padre probablemente las negaría». Kevin lleva años intentando conciliar las respectivas versiones. Con escaso éxito.
Kevin tenía 6 años cuando sus padres se separaron. Al principio, la custodia fue compartida, pero a la vista de los problemas de Tatum con las drogas, los niños crecieron en Nueva York, con McEnroe. Los fines de semana tenían que pasarlos con su madre. Kevin cuenta que no tardaba ni un minuto en notar cuándo estaba colocada; es el sexto sentido que acaban desarrollando los hijos de adictos.
Kevin vivía con McEnroe junto a Central Park e iba a una de las escuelas más caras de Nueva York. Descubrió la marihuana a los 13 años y la cocaína, en la universidad. Definitivamente instalado en Manhattan, se planteó que le gustaría ser escritor y consiguió un trabajo como barman en un local.
Empezó a escribir la historia de su abuela, pero avanzaba a la velocidad a la que se puede avanzar cuando trabajas en un bar hasta las cuatro de la mañana y en un momento dado te acabas encontrando con un par de rayas de cocaína preparadas para ti.
Cuando terminó el primer manuscrito de la novela, en 2013, la editorial lo rechazó. Por esos mismos días le extirparon las amígdalas. Los médicos le recetaron Vicodin, un potente analgésico. El Vicodin se le terminó, pero fármacos más potentes, basados en la morfina, se podían comprar fácilmente en el mercado negro. Pasó 6 meses muy malos, cuenta Kevin, te haces adicto muy rápido, pero también te olvidas de todos tus problemas.
El 15 de julio del año pasado se puso en contacto con él su nueva agente literaria. Le dijo que tenía un contrato para él. Kevin pensaba que nunca lo lograría, así que había que celebrarlo. Marcó un par de números y quedó en la calle con un camello que le entregó lo que parecían seis papelinas de cocaína, diez pastillas de OxyContin y veinte píldoras de morfina. En la esquina había aparcado un turismo. En su interior, dos policías que comían tranquilamente un sándwich.
La cocaína era detergente
Kevin pasó 20 horas en una celda. Las supuestas seis papelinas de cocaína resultaron ser de detergente, lo que no hizo más que empeorar las cosas: Kevin se culpó de no valer ni para comprar droga. Al día siguiente se encontró en la portada de los diarios sensacionalistas. Ya era como su madre. Y como la madre de su madre. Y, peor aún, como su abuelo y sus tíos, como Griffin o Redmond ONeal. Este último es el hijo pequeño de su abuelo, un tipo entrañable, sí, pero un yonqui que vuelve a estar en prisión. ¿Es que, al final, toda esa mierda era hereditaria?´
Parecía evidente que existía una conexión. En la clínica de desintoxicación de Palm Springs en la que tuvo que ingresar para evitar la condena, Kevin McEnroe le dio muchas vueltas al tema. Quizá lo hereditario no era la tendencia a la adicción, sino la falta de fe en uno mismo. «Cuando eres pequeño y tu madre es una yonqui, es difícil no acabar pensando que para ella las drogas son más importantes que tú». ¿Por qué no le importas a tu madre lo suficiente como para que deje las drogas? ¿Por qué no puede ser una madre normal? Un eterno por qué.
Pero, por fin, ha conseguido liberarse de estos pensamientos. Dice que ha perdonado a su madre. Ella misma asegura que lleva 2 años limpia. Tatum ONeal se tatuó en el brazo un mensaje: «Im you, youre me» ('Yo soy tú y tú eres yo'). Y es cierto: ambos tuvieron una madre dependiente y un padre violento. Y ambos fueron abandonados por sus respectivas madres como consecuencia de sus adicciones. En una carta que Tatum le escribió a la suya, Joanna, cuando tenía 6 años, le dice: «Espero que pronto te pongas bien, mamá. No pasa nada por que me pegues. De Tatum a mamá. Con amor».
Tatum quiso reconciliarse con sus padres toda su vida. No lo consiguió. Joanna murió en 1997. Tras su separación de McEnroe, a comienzos de los noventa, cuando su hijo tenía ya 6 años, Tatum le pidió a su madre que la ayudara con los niños. Pero le dijo que debía estar sobria. Joanna se lo prometió. El acuerdo funcionó un tiempo, hasta una noche en que Joanna se puso a preparar una sopa. Echaba a la cazuela todos los ingredientes que encontraba y cantaba animadamente. Tatum notaba cuando algo no iba bien con su madre, igual que Kevin más tarde se lo notaría a ella. Empezó a buscar y encontró botellas vacías de vodka en su armario, en la maleta, debajo del colchón... Las dos lloraban mientras Tatum llevaba a su madre al aeropuerto. Aquello fue todo.
Joanna Moore murió a los 63 años, de cáncer de pulmón. Un año después de su muerte, en 1998, Emily la hermana pequeña de Kevin encontró una jeringuilla en el dormitorio de su madre durante una de sus habituales visitas de fin de semana. Un tribunal le prohibió a Tatum ver a sus hijos a solas
.A quien Tatum todavía no ha perdonado es a su padre, Ryan O'Neal. Es complicado encontrar algo bueno que decir sobre él, quizá que fue un buen actor. Tres de sus cuatro hijos han tenido problemas con las drogas y parece que lo odian. La noche en la que una Tatum ONeal, de 10 años, vestida con un pequeño esmoquin subió al escenario para recoger su Oscar, ninguno de sus progenitores estuvo presente. Se cuenta que Ryan le habría dado una paliza a su hija esa misma noche. Estaba borracho y ciego de envidia por no haber sido siquiera nominado por su papel protagonista en Luna de papel.
Tatum recibió un Oscar por Luna de papel cuando tenía diez años. Su padre, coprotagonista en la película, ni siquiera fue nominado. Ciego de envidia, no acudió a la ceremonia.
TÍTULO: ENTREVISTA -Emma Watson La bruja de Alejandro Amenábar ,.
La bruja de Alejandro Amenábar
Nicole Kidman, Rachel Weisz y, ahora,
Emma Watson. La nueva 'chica Amenábar' es otra estrella 'robada' a
Hollywood. Tras su frágil apariencia, aquella niña que conquistó el
mundo desde un célebre colegio de magos, nos introduce en los secretos
más oscuros de la mente humana en la última intriga del director
español.
A sus 25 años, Emma Watson hace tiempo que ha dejado atrás a
la pequeña Hermione Granger, el personaje de la saga 'Harry Potter' que
la catapultó a la fama.
Vuelve ahora a la cartelera con Regresión (estreno: 2 de octubre), la última película de Alejandro Amenábar, recién presentada, fuera de concurso, en el Festival de San Sebastián. La actriz tiende a XLSemanal en un céntrico hotel madrileño. Con el pelo suelto, camisa negra y una elegante falda marrón, responde con la madurez de quien ha crecido en el seno de la industria.
XLSemanal. Esta es una película sobre nuestros miedos más íntimos. ¿Cuáles son los suyos?
Emma Watson. ¡Uh, guau! [Ríe, y piensa antes de contestar]. Cosas habituales como las inyecciones, ¡no me gustan nada! Es uno de mis grandes miedos. Y las películas de miedo, ¡me dan pavor! [Ríe].
XL. ¿Alguien cuya fortuna se estima en 60 millones de dólares tiene los mismos miedos que el resto de los mortales?
E.W. [Seria]. En mi caso, absolutamente. Creo que mis miedos son universales, no creo que tenga nada especial en ese sentido.
XL. En el filme hay una crítica a ciertas terapias, las llamadas 'técnicas de regresión'. ¿Comparte esa visión?
E.W. Uf, ¡buena pregunta! Creo que la mente es muy muy poderosa. Y más nos vale tener cuidado con las personas a las que damos acceso a nuestra mente. Como todo en la vida, admite varias lecturas. La religión puede tener poderes brillantes, pero también ejercer una influencia devastadora y terrible. Lo mismo ocurre con la psicología.
XL. Oiga, ¿y cómo sabemos a quién cerrarle la puerta de nuestra mente?
E.W. Lo mejor es fiarte de ti mismo, de tu intuición. Y no dejarte llevar por alguien o por cualquier ideología, religión o terapia.
XL. Ángela, su personaje en la película, se refugia en cierto modo en la Iglesia. Usted ha elegido el yoga... ¿La ayuda?
E.W. El yoga me aporta mucho equilibrio. Es un ejercicio físico, pero al mismo tiempo es meditación. No es solo bueno para mi cuerpo, también lo es para mi mente. Me gusta esa aproximación holística, que me ayuda en todos los sentidos. Me ha sido muy útil.
XL. Incluso hizo una semana de retiro silencioso. ¿Cómo se lleva eso de no hablar durante días?
E.W. Eso lo hice porque estoy entrenando para obtener el certificado de monitora de yoga. Fue parte de mis estudios.
XL. ¿Instructora? ¿Está usted buscando un plan B?
E.W. [Ríe]. No, no. Es por interés personal. Quiero profundizar en el yoga más allá de ir a una clase y creo que, cuando alcanzas ese nivel que te permite enseñar a los demás, aunque luego no pretendas ejercer profesionalmente, realmente entiendes de qué va.
XL. La película es también muy crítica con los poderes de los medios de comunicación. Algo que usted ha sufrido en sus propias carnes...
E.W. Los medios tienen un poder enorme y a menudo no lo utilizan con la responsabilidad que deberían. Pueden tener un impacto gigantesco sobre la vida de alguien, pueden hacer mucho daño. Volvemos a lo mismo que decíamos al hablar de la religión o la psicología: todo poder debe ser ejercido por gente íntegra y con responsabilidad.
XL. Algo que no siempre ocurre...
E.W. Lamentablemente.
XL. ¿Cómo le ha afectado a usted?
E.W. Lo he intentado llevar de la mejor manera posible. Es difícil, porque como ser humano aspiras a sentirte comprendido. Quieres pensar que la gente te conoce realmente como eres. Así que, cuando dan una idea falsa de ti o cuando citan mal una frase tuya o la sacan de contexto, es muy difícil que no te haga daño.
XL. ¿Cree que la gente conoce a la 'verdadera' Emma Watson?
E.W. Sí, creo que a lo largo de mi carrera la gente se va haciendo una idea de lo que realmente es importante para mí: quién soy y qué trato de decir. Creo que el público tiene la capacidad de filtrar los mensajes que recibe y que no se cree todo lo que lee. ¡Confío en él!
XL. Y está usted comprometida con la igualdad de género...
E.W. Me convertí en una persona muy famosa siendo muy joven y aprovecho esa atención que despierto para sacar ciertos temas a la luz. Soy embajadora de buena voluntad de la ONU en un asunto con el que siempre he estado muy sensibilizada.
XL. Dio un emotivo discurso en la ONU...
E.W. ¡Estaba nerviosísima! Además, no soy ninguna experta, ni tengo una gran cualificación en ciertos temas, como el del género. Pero soy una persona curiosa, con ganas de aprender y preguntar. Además, es mejor que no sea una experta. La mayor parte de la gente no está en Davos ni habla delante de los representantes de la ONU, pero quiere sentirse incluida en una manera de entender el mundo. En cierto modo, me siento una ventana para ellos.
XL. Pero escribió usted misma su discurso y apenas se lo enseñó a nadie antes de subir al estrado...
E.W. Lo escribí yo, sí. Para mí era importante que fuesen mis propias palabras. Soy una buena actriz, pero no hubiera podido pronunciar ese discurso si no lo llego a escribir.
XL. ¿Quiere cambiar el mundo?
E.W. [Ríe]. ¡Ojalá! Hay un dicho en inglés que dice que, si te quieres comer un elefante entero, la manera de conseguirlo es bocado a bocado. ¡En ello estoy! [Vuelve a reír]. Esto es mi proyecto vital, no algo de lo que me ocupo unos meses para olvidarlo después.
XL. Usted se dirige directamente a las industrias del cine y de la moda.
E.W. ¡Sí! Y creo que en ambos casos habrá cambios, la clave está en ver a qué velocidad se producen. El cambio es inevitable. Solo está en el aire la velocidad.
XL. En la ONU dijo que, de pequeña, si se mostraba segura de sus ideas, la llamaban 'mandona'.
E.W. Sí. Le pasa mucho a las mujeres. Es una pena. Tener una opinión propia o las ideas claras no gusta a muchos. A las mujeres nos sitúan en una categoría decorativa. Es difícil que eso no te afecte, que no te desaliente.
XL. ¿Le ha afectado a usted?
E.W. Por supuesto. Me ha afectado psicológicamente y, como a mí, a millones de mujeres en todo el mundo. ¡Es una pena! Hace que nos contengamos y creo que muchas mujeres no alcanzan todo su potencial por cosas de este tipo.
XL. Cuenta con 30 millones de seguidores en Facebook,17 millones en Twitter... ¡Pero nada de selfies!
E.W. ¡No! No me identifico con el nivel de vanidad que hay en las redes sociales. ¡No me considero infinitamente interesante para la humanidad! [Ríe]. Y creo que hay cosas mucho más importantes que hablar de Emma Watson.
XL. También habló de que usted se sintió sexualizada a una edad muy temprana.
E.W. ¡Sí! Yo he estado muy expuesta desde pequeña. Y con apenas 14 o 15 años algunos sectores de la prensa empezaron ya a dar una versión muy sexualizada de mi imagen. Incluso ahora, como embajadora de la ONU, constantemente me veo en la obligación de resistirme a la sexualización de mi persona. Es algo muy generalizado, pero creo que cambiará.
XL. Aunque esa lucha no es incompatible con su pasión por el mundo de la moda, con su amistad con personalidades como Karl Lagerfeld...
E.W. Más que a los grandes creadores, yo me dirijo al consumidor: pregunta, comprueba cómo se hizo eso que te estás comprando, en qué condiciones trabaja la gente en esa compañía... No nos damos cuenta del poder que tenemos los consumidores. Nuestras decisiones tienen impacto en el mercado. ¡Sé curioso, ten conciencia! Ese es mi mensaje.
XL. Hace unas semanas tuvo lugar el casting para el spin off de Harry Potter, con pequeñas de nueve años presentándose. ¿Saldrá de ahí la próxima Emma Watson?
E.W. ¡No lo sé! Pero me ha hecho recordar ese momento de mi vida, cuando yo tenía esa edad y me presenté al casting. Es muy extraño ver cómo resurge todo. Creo que harán un gran trabajo.
XL. Aunque usted no participará...
E.W. No, no. [Sonríe y calla].
XL. Hablemos de Alejandro Amenábar. ¿Cómo fue trabajar con él?
E.W. Maravilloso. Es tan sensible, creativo y apasionado que, simplemente, quieres estar con él. Es muy respetuoso y consigue sacar lo mejor de cada uno de nosotros.
XL. ¿Lo consiguió?E.W. ¡Consiguió sacar lo mejor de mí, sí!
XL. ¿Quién fue a buscar a quién?
E.W. Alguien ha dicho que fui yo quien fue a buscarlo a él, pero no fue así. Me mandó el guion a Londres, me reuní con él y, a partir de ahí, todo fue rodado.
XL. ¿Otros directores españoles con los que le gustaría trabajar?
E.W. ¡Caray, buena pregunta! Me encantan muchos directores españoles... y mexicanos también. Tenía un proyecto con Guillermo del Toro, pero no salió adelante. Me encantaría. Espero tener otra oportunidad de trabajar con él. Pero Alejandro es de lo mejor, no sé si se puede mejorar.
XL. El filme acude a San Sebastián fuera de concurso, pero muchos ven en la película una candidata a los Oscar...
E.W. ¡Ojalá! Me encantaría, por supuesto. Es una aproximación muy interesante al thriller, que se mira mucho en los clásicos del género. Pero al tiempo añade algo nuevo.
XL. Mójese, ¿llegará a los Oscar?
E.W. ¡No veo por qué no! [Ríe].
XL. Cuando Amenábar menciona sus referentes para la película, habla de filmes rodados antes de que usted hubiese nacido. ¿Cómo conecta con esas referencias?
E.W. Ha sido curioso, porque no es el género que yo más veo. Y muchas de esas películas que él menciona no las he visto. Pero sí creo que ha conseguido darle a la película ese aire de los clásicos de los años sesenta y setenta. Se nota que él es un gran fan del género y ha incluido pequeños homenajes. A los amantes del cine de terror les encantará.
Revivir el pasado
Emma Watson y Ethan Hawke protagonizan lo nuevo de Amenábar. Se trata de un 'thriller' en el cual los recuerdos reprimidos de la protagonista son clave para la resolución de un crimen.
Regresiones, ¿Hay algo de cierto?
Existen las regresiones? ¿Hay algo de cierto en ellas o se trata de un fraude sin más? Para desbrozar este jardín, busquemos la asepsia. 'Regresión', nos dice el diccionario de la RAE, es el «retroceso a estados psicológicos o formas de conducta propios de etapas anteriores, a causa de tensiones o conflictos no resueltos». Sin esoterismos de por medio, se trata de una técnica encaminada a que las personas puedan evocar situaciones pasadas de su vida; la finalidad sería resolver un conflicto de hoy que tiene su origen en alguna experiencia pasada que permanece oculta para el consciente. Algunos terapeutas y muchos charlatanes aseguran que, en esa cuenta atrás, podemos llegar a revivir vidas anteriores. Y aquí ya vienen las espadas, pues el concepto de 'regresión a vidas pasadas' acuñado por el psiquiatra Brian Weiss fascina a unos por lo mismo que irrita a otros: por la presunción de que, tras la muerte, el alma nos sobrevive y se va encarnando en distintos cuerpos, en un ciclo del que se desconoce tanto el inicio como el fin. Hay innumerables testimonios de personas que afirman haber tenido acceso a esas vidas pasadas; también se mencionan historias de regresados que, durante el trance, demostraron habilidades que les eran ajenas, como hablar en otras lenguas o tañer con maestría un instrumento. Esto es indemostrable. Aceptarlo es una cuestión de fe o, según la lupa del que mira, de credulidad.
Watson asegura que Amenábar ha sacado lo mejor de ella en esta película, rodada en Canadá con 20 millones de dólares. La relación entre ambos es de adoración mutua.
Vuelve ahora a la cartelera con Regresión (estreno: 2 de octubre), la última película de Alejandro Amenábar, recién presentada, fuera de concurso, en el Festival de San Sebastián. La actriz tiende a XLSemanal en un céntrico hotel madrileño. Con el pelo suelto, camisa negra y una elegante falda marrón, responde con la madurez de quien ha crecido en el seno de la industria.
XLSemanal. Esta es una película sobre nuestros miedos más íntimos. ¿Cuáles son los suyos?
Emma Watson. ¡Uh, guau! [Ríe, y piensa antes de contestar]. Cosas habituales como las inyecciones, ¡no me gustan nada! Es uno de mis grandes miedos. Y las películas de miedo, ¡me dan pavor! [Ríe].
XL. ¿Alguien cuya fortuna se estima en 60 millones de dólares tiene los mismos miedos que el resto de los mortales?
E.W. [Seria]. En mi caso, absolutamente. Creo que mis miedos son universales, no creo que tenga nada especial en ese sentido.
XL. En el filme hay una crítica a ciertas terapias, las llamadas 'técnicas de regresión'. ¿Comparte esa visión?
E.W. Uf, ¡buena pregunta! Creo que la mente es muy muy poderosa. Y más nos vale tener cuidado con las personas a las que damos acceso a nuestra mente. Como todo en la vida, admite varias lecturas. La religión puede tener poderes brillantes, pero también ejercer una influencia devastadora y terrible. Lo mismo ocurre con la psicología.
XL. Oiga, ¿y cómo sabemos a quién cerrarle la puerta de nuestra mente?
E.W. Lo mejor es fiarte de ti mismo, de tu intuición. Y no dejarte llevar por alguien o por cualquier ideología, religión o terapia.
XL. Ángela, su personaje en la película, se refugia en cierto modo en la Iglesia. Usted ha elegido el yoga... ¿La ayuda?
E.W. El yoga me aporta mucho equilibrio. Es un ejercicio físico, pero al mismo tiempo es meditación. No es solo bueno para mi cuerpo, también lo es para mi mente. Me gusta esa aproximación holística, que me ayuda en todos los sentidos. Me ha sido muy útil.
XL. Incluso hizo una semana de retiro silencioso. ¿Cómo se lleva eso de no hablar durante días?
E.W. Eso lo hice porque estoy entrenando para obtener el certificado de monitora de yoga. Fue parte de mis estudios.
XL. ¿Instructora? ¿Está usted buscando un plan B?
E.W. [Ríe]. No, no. Es por interés personal. Quiero profundizar en el yoga más allá de ir a una clase y creo que, cuando alcanzas ese nivel que te permite enseñar a los demás, aunque luego no pretendas ejercer profesionalmente, realmente entiendes de qué va.
XL. La película es también muy crítica con los poderes de los medios de comunicación. Algo que usted ha sufrido en sus propias carnes...
E.W. Los medios tienen un poder enorme y a menudo no lo utilizan con la responsabilidad que deberían. Pueden tener un impacto gigantesco sobre la vida de alguien, pueden hacer mucho daño. Volvemos a lo mismo que decíamos al hablar de la religión o la psicología: todo poder debe ser ejercido por gente íntegra y con responsabilidad.
XL. Algo que no siempre ocurre...
E.W. Lamentablemente.
XL. ¿Cómo le ha afectado a usted?
E.W. Lo he intentado llevar de la mejor manera posible. Es difícil, porque como ser humano aspiras a sentirte comprendido. Quieres pensar que la gente te conoce realmente como eres. Así que, cuando dan una idea falsa de ti o cuando citan mal una frase tuya o la sacan de contexto, es muy difícil que no te haga daño.
XL. ¿Cree que la gente conoce a la 'verdadera' Emma Watson?
E.W. Sí, creo que a lo largo de mi carrera la gente se va haciendo una idea de lo que realmente es importante para mí: quién soy y qué trato de decir. Creo que el público tiene la capacidad de filtrar los mensajes que recibe y que no se cree todo lo que lee. ¡Confío en él!
XL. Y está usted comprometida con la igualdad de género...
E.W. Me convertí en una persona muy famosa siendo muy joven y aprovecho esa atención que despierto para sacar ciertos temas a la luz. Soy embajadora de buena voluntad de la ONU en un asunto con el que siempre he estado muy sensibilizada.
XL. Dio un emotivo discurso en la ONU...
E.W. ¡Estaba nerviosísima! Además, no soy ninguna experta, ni tengo una gran cualificación en ciertos temas, como el del género. Pero soy una persona curiosa, con ganas de aprender y preguntar. Además, es mejor que no sea una experta. La mayor parte de la gente no está en Davos ni habla delante de los representantes de la ONU, pero quiere sentirse incluida en una manera de entender el mundo. En cierto modo, me siento una ventana para ellos.
XL. Pero escribió usted misma su discurso y apenas se lo enseñó a nadie antes de subir al estrado...
E.W. Lo escribí yo, sí. Para mí era importante que fuesen mis propias palabras. Soy una buena actriz, pero no hubiera podido pronunciar ese discurso si no lo llego a escribir.
XL. ¿Quiere cambiar el mundo?
E.W. [Ríe]. ¡Ojalá! Hay un dicho en inglés que dice que, si te quieres comer un elefante entero, la manera de conseguirlo es bocado a bocado. ¡En ello estoy! [Vuelve a reír]. Esto es mi proyecto vital, no algo de lo que me ocupo unos meses para olvidarlo después.
XL. Usted se dirige directamente a las industrias del cine y de la moda.
E.W. ¡Sí! Y creo que en ambos casos habrá cambios, la clave está en ver a qué velocidad se producen. El cambio es inevitable. Solo está en el aire la velocidad.
XL. En la ONU dijo que, de pequeña, si se mostraba segura de sus ideas, la llamaban 'mandona'.
E.W. Sí. Le pasa mucho a las mujeres. Es una pena. Tener una opinión propia o las ideas claras no gusta a muchos. A las mujeres nos sitúan en una categoría decorativa. Es difícil que eso no te afecte, que no te desaliente.
XL. ¿Le ha afectado a usted?
E.W. Por supuesto. Me ha afectado psicológicamente y, como a mí, a millones de mujeres en todo el mundo. ¡Es una pena! Hace que nos contengamos y creo que muchas mujeres no alcanzan todo su potencial por cosas de este tipo.
XL. Cuenta con 30 millones de seguidores en Facebook,17 millones en Twitter... ¡Pero nada de selfies!
E.W. ¡No! No me identifico con el nivel de vanidad que hay en las redes sociales. ¡No me considero infinitamente interesante para la humanidad! [Ríe]. Y creo que hay cosas mucho más importantes que hablar de Emma Watson.
XL. También habló de que usted se sintió sexualizada a una edad muy temprana.
E.W. ¡Sí! Yo he estado muy expuesta desde pequeña. Y con apenas 14 o 15 años algunos sectores de la prensa empezaron ya a dar una versión muy sexualizada de mi imagen. Incluso ahora, como embajadora de la ONU, constantemente me veo en la obligación de resistirme a la sexualización de mi persona. Es algo muy generalizado, pero creo que cambiará.
XL. Aunque esa lucha no es incompatible con su pasión por el mundo de la moda, con su amistad con personalidades como Karl Lagerfeld...
E.W. Más que a los grandes creadores, yo me dirijo al consumidor: pregunta, comprueba cómo se hizo eso que te estás comprando, en qué condiciones trabaja la gente en esa compañía... No nos damos cuenta del poder que tenemos los consumidores. Nuestras decisiones tienen impacto en el mercado. ¡Sé curioso, ten conciencia! Ese es mi mensaje.
XL. Hace unas semanas tuvo lugar el casting para el spin off de Harry Potter, con pequeñas de nueve años presentándose. ¿Saldrá de ahí la próxima Emma Watson?
E.W. ¡No lo sé! Pero me ha hecho recordar ese momento de mi vida, cuando yo tenía esa edad y me presenté al casting. Es muy extraño ver cómo resurge todo. Creo que harán un gran trabajo.
XL. Aunque usted no participará...
E.W. No, no. [Sonríe y calla].
XL. Hablemos de Alejandro Amenábar. ¿Cómo fue trabajar con él?
E.W. Maravilloso. Es tan sensible, creativo y apasionado que, simplemente, quieres estar con él. Es muy respetuoso y consigue sacar lo mejor de cada uno de nosotros.
XL. ¿Lo consiguió?E.W. ¡Consiguió sacar lo mejor de mí, sí!
XL. ¿Quién fue a buscar a quién?
E.W. Alguien ha dicho que fui yo quien fue a buscarlo a él, pero no fue así. Me mandó el guion a Londres, me reuní con él y, a partir de ahí, todo fue rodado.
XL. ¿Otros directores españoles con los que le gustaría trabajar?
E.W. ¡Caray, buena pregunta! Me encantan muchos directores españoles... y mexicanos también. Tenía un proyecto con Guillermo del Toro, pero no salió adelante. Me encantaría. Espero tener otra oportunidad de trabajar con él. Pero Alejandro es de lo mejor, no sé si se puede mejorar.
XL. El filme acude a San Sebastián fuera de concurso, pero muchos ven en la película una candidata a los Oscar...
E.W. ¡Ojalá! Me encantaría, por supuesto. Es una aproximación muy interesante al thriller, que se mira mucho en los clásicos del género. Pero al tiempo añade algo nuevo.
XL. Mójese, ¿llegará a los Oscar?
E.W. ¡No veo por qué no! [Ríe].
XL. Cuando Amenábar menciona sus referentes para la película, habla de filmes rodados antes de que usted hubiese nacido. ¿Cómo conecta con esas referencias?
E.W. Ha sido curioso, porque no es el género que yo más veo. Y muchas de esas películas que él menciona no las he visto. Pero sí creo que ha conseguido darle a la película ese aire de los clásicos de los años sesenta y setenta. Se nota que él es un gran fan del género y ha incluido pequeños homenajes. A los amantes del cine de terror les encantará.
Revivir el pasado
Emma Watson y Ethan Hawke protagonizan lo nuevo de Amenábar. Se trata de un 'thriller' en el cual los recuerdos reprimidos de la protagonista son clave para la resolución de un crimen.
Regresiones, ¿Hay algo de cierto?
Existen las regresiones? ¿Hay algo de cierto en ellas o se trata de un fraude sin más? Para desbrozar este jardín, busquemos la asepsia. 'Regresión', nos dice el diccionario de la RAE, es el «retroceso a estados psicológicos o formas de conducta propios de etapas anteriores, a causa de tensiones o conflictos no resueltos». Sin esoterismos de por medio, se trata de una técnica encaminada a que las personas puedan evocar situaciones pasadas de su vida; la finalidad sería resolver un conflicto de hoy que tiene su origen en alguna experiencia pasada que permanece oculta para el consciente. Algunos terapeutas y muchos charlatanes aseguran que, en esa cuenta atrás, podemos llegar a revivir vidas anteriores. Y aquí ya vienen las espadas, pues el concepto de 'regresión a vidas pasadas' acuñado por el psiquiatra Brian Weiss fascina a unos por lo mismo que irrita a otros: por la presunción de que, tras la muerte, el alma nos sobrevive y se va encarnando en distintos cuerpos, en un ciclo del que se desconoce tanto el inicio como el fin. Hay innumerables testimonios de personas que afirman haber tenido acceso a esas vidas pasadas; también se mencionan historias de regresados que, durante el trance, demostraron habilidades que les eran ajenas, como hablar en otras lenguas o tañer con maestría un instrumento. Esto es indemostrable. Aceptarlo es una cuestión de fe o, según la lupa del que mira, de credulidad.
Watson asegura que Amenábar ha sacado lo mejor de ella en esta película, rodada en Canadá con 20 millones de dólares. La relación entre ambos es de adoración mutua.
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