domingo, 13 de septiembre de 2015

CONOCER - TECNOLOGIA - Ruanda, ¿el Silicon Valley de África?,./ Los manjares del invierno,.

TÍTULO: CONOCER - Tecnología - Ruanda, ¿el Silicon Valley de África?,

Ruanda, ¿el Silicon Valley de África? / fotos

Han pasado de sufrir un genocidio, en 1994, que dejó un millón de muertos en menos de 100 días a ser una de las 20 economías de más rápido crecimiento del mundo. La clave: la tecnología. Ruanda intenta curar sus heridas con silicio y talento.
A sus 14 años, Jean Niyotwagira y su hermano aprendían programación por sí solos con un ordenador de sistema MS-DOS que su padre compró en una tienda de artículos usados.
A esa edad, los hermanos solían sentarse delante de innumerables películas de ciencia ficción; el viejo ordenador capturó sus imaginaciones. Con la ayuda de algunos libros, pero mayormente a base de prueba y error, Niyotwagira pronto consiguió dibujar círculos y diferentes formas con el rudimentario procesador.
Esto fue en 2001; siete años atrás, la familia huía para salvar sus vidas. Niyotwagira tenía seis años cuando estalló el genocidio en 1994. En 100 días, cerca de un millón de personas fueron sistemáticamente asesinadas y muchas más fueron desplazadas de sus hogares. Recuerda claramente esos momentos; perdió muchos familiares y estuvo dos años sin ir al colegio mientras el país se recomponía del horror sufrido.
Estados Unidos y otros países occidentales vertieron millones de dólares en Ruanda una vez terminado el genocidio. La ayuda internacional conforma todavía casi la mitad del presupuesto nacional. A lo largo de los veintiún años desde los horrores de 1994, sin embargo, el desarrollo ruandés ha sido remarcable. A pesar de una casi total carencia de recursos naturales, el PIB creció a una tasa anual del ocho por ciento en la última década, posicionándose entre las 20 economías de más rápido crecimiento económico del mundo. Pobreza y desigualdad han disminuido, aunque las cifras de partida eran desalentadoras.
Una de las claves de este giro es el desarrollo de la tecnología, auspiciada por el presidente Paul Kagame, pese a las innegables carencias del país, que pasan porque tres cuartos de su población aún no tiene acceso a la electricidad. Estas 'contradicciones' no solo afectan a la economía. Sobre Kagame siguen pesando acusaciones de haber cometido crímenes de guerra. El partido de Kagame, de etnia tutsi, se hizo con el poder en 1994 tras las matanzas de hutus a tutsis se reconocen 800.000 muertos y que luego se produjeron al revés: se calculan hasta 100.000 hutus muertos. Kagame es presidente de Ruanda desde 2000, pero no fue hasta 2003 cuando fue elegido en las primeras elecciones democráticas del país, con un 95 por ciento de los votos.
Kagame, ahora defensor de la convivencia y que insiste en definirse como ruandés y no por su etnia, ha conducido el país a un extraordinario salto desde un sistema agrario hasta una economía orientada a los servicios. Nadie le discute los avances en ese terreno.
Esta actitud crea un clima en el que techies como Niyotwagira pueden prosperar. En 2001 obtuvo un grado universitario en Ciencias Informáticas. Trabajar para una gran corporación no era lo suyo, dice. Quería su propio negocio. Un día, tras su graduación, él y un amigo lanzaban ideas al aire. Si pudiesen crear un software que mejorase la distribución de cerveza siguieron sus conjeturas, quizá podrían sacar un pequeño porcentaje de todas las ventas de cerveza en el país.
Después de asociarse con Heineken, Niyotwagira, a la edad de 26 años, es CEO de la empresa Torque. Localizada en Kigali, la capital de Ruanda, diseña software que ayuda a empresas a operar con más eficiencia.
Torque crece muy rápido y se ha convertido en un modelo al que seguir para otros emprendedores ruandeses. La compañía ha ganado premios, y Niyotwagira ha viajado al extranjero a certámenes y conferencias. «Me encuentro ahora en una posición en la que muchas oportunidades se me siguen presentando aquí y allá, y todo esto sucede gracias a esta atmósfera propicia que se vive hoy en Ruanda», dice Niyotwagira.
El futuro se presenta prometedor. Él dice que no quiere que Torque sea una compañía ruandesa más, tiene que ser una compañía global. «No estamos limitados por el hecho de que nuestro país tenga una trágica historia», afirma. «En realidad eso es algo que nos empuja a seguir hacia delante. Sabemos que necesitamos construir bases sólidas que no puedan ser destruidas de nuevo».
Hay muchos jóvenes ruandeses como Niyotwagira, con espíritu empresarial y motivados a continuar creciendo más allá de las cicatrices del país. Pero no será fácil. Más de la mitad de la población en Ruanda nació después del genocidio de 1994, y se espera que la población se duplique en los próximos años. En 2000 eran ocho millones. En 2020 serán 16 millones. Esa juventud pronto necesitará empleos y está por ver si la economía, aún dependiente de la ayuda humanitaria, puede asumir el desafío. Además, solo alrededor del 20 por ciento de los hogares en el país cuentan con electricidad, y muchos ruandeses siguen viviendo con menos de dos dólares al día; claros obstáculos para una transición hacia un futuro tecnológico. Pero Ruanda está resuelta a dejar las riendas a la siguiente generación, la de Niyotwagira, con la esperanza de que sean un modelo en el este de África.
Una nueva imagen

Ruanda atrae ya a inversores extranjeros, aunque con cautela. Microsoft tiene acuerdos con el Gobierno en temas educativos; y Apple o Samsung, con el fabricante de smartphones ruandés Gira ICT. Pero tres cuartos de la población ruandesa carece todavía de electricidad y el sistema bancario es inestable.
Hijo de su tiempo

Jean Niyotwagira (centro) y dos de sus socios visitan, a las afueras de Kigali, las futuras oficinas de Torque, una exitosa firma tecnológica que diseña software para ayudar a empresas a operar con más eficiencia. Su familia sobrevivió al genocidio. Hoy está en la primera línea del cambio del país.
Al nivel de los mejores

Hubert Euyishime, de 20 años, acaba de recibir la noticia de que ha ganado una beca completa para estudiar su carrera en una universidad norteamericana. Planea comenzar sus estudios este otoño. Sus compañeros del Centro de Entrenamiento B2R, en Kigali, lo celebran también como un logro personal.
¿Enchufe al mundo?

Ruanda se ha convertido en un referente hi-tech en África, aunque organizaciones como Reporteros sin Fronteras denuncian que el Gobierno ejerce censura sobre el acceso a Internet.
Orgullo ruandés

Jóvenes en el bar nocturno Papyrus, en Kigali. Años atrás, si alguien preguntaba por la nacionalidad de uno, muchos decían: «Soy de Kenia». Hoy, todos están orgullosos de ser ruandeses.



TÍTULO:  Los manjares del invierno,.

Cómo mirar un cuadro / fotos

Los manjares del invierno

Entre las obras donadas por el empresario Plácido Arango al Museo del Prado, se encuentra Febrero, bodegón de invierno, esta joya de Francisco Barrera, pintor barroco español de gran prestigio, ausente hasta hoy en la pinacoteca.
1. La perspectiva: casi ausente
El hueco del fondo nos descubre un paisaje invernal desolado y frío. Surge la duda de si se trata de la representación de otro cuadro dentro del cuadro o si, realmente, es una ventana. Los edificios grises se funden con el paisaje nevado. Dos músicos animan la calle, son los únicos que dotan a la escena de color. Su vestimenta, además, hace juego con el rojo vivo de las sabrosas manzanas.
2. Color: paleta oscura
Como representante del bodegón barroco español, Barrera utiliza una paleta oscura y una representación tenebrista sin llegar a los extremos de sus contemporáneos Zurbarán o Velázquez. Los puntuales focos rojos de las manzanas, la brasa, la carne cruda o las crestas y barbillas de las gallinas avivan el resto de la obra, en tonos de marrón, grises, negro y algún toque blanco.
3. Los alimentos: dulce referencia temporal
En general hay una combinación de productos propios del invierno, como las manzanas, y productos de carnicería, junto con dulces. Un gran brasero que ocupa un destacado espacio en el cuadro desprende calor y contiene una chocolatera bebida estrechamente asociada con la época invernal como sabroso remedio al frío con galletas de tipo soletilla, tortas, hojaldres y bollos.
4. Presentación: en varios niveles
La composición utiliza elementos geométricos escalonados, eso permite presentar una mejor ordenación y mayor cantidad de objetos. Estas gradas tienen su precedente en los bodegones del gran maestro del bodegón español y suegro de Barrera, Juan Van Der Hamen. Junto con la imagen del exterior del fondo, estos niveles ayudan a lograr una mayor perspectiva y profundidad.
5. Los animales: plumaje y piel
Aunque Barrera no logra la precisión y minuciosidad de la pintura flamenca, demuestra la calidad de sus obras representando con gran detalle los plumajes de las aves, como la perdiz, el pato o las gallinas, en contraposición a la tierna textura de la piel del cordero, que ocupa gran parte del lienzo, colgado de forma grotesca de una pata y, a diferencia de los demás animales, con el ojo abierto.
6. La composición: motivo recurrente
Aparte de su dedicación a la pintura religiosa, Francisco Barrera fue un pintor conocido por sus cuadros de estaciones, pintados por meses, y de los cuales hay cinco ejemplares localizados. Con la representación de sus naturalezas muertas, este bodegón de caza corresponde al mes de febrero según la inscripción que encontramos a modo de firma en la parte inferior del cuadro.
El autor: Francisco Barrera (Madrid, 1595-1658)
Maestro del Bodegón
Perteneció a los pintores de la Escuela de Madrid centrados en la Corte. Intervino en la decoración del palacio del Buen Retiro y fue también tasador de arte y marchante. Contemporáneo de Velázquez, gozó de fama y fortuna, aunque después quedó eclipsado. Es un maestro del tenebrismo atenuado y un genio del bodegón. De sus obras sobresale la serie de naturalezas muertas dedicadas a las estaciones. La donación de Plácido Arango es un regalo de gran valor para el Prado.

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