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Pablo Ferrández (Madrid, 19 de marzo de 1991) es un violonchelista español. Ha actuado como solista con orquestas como la Orquesta Nacional de España, la Orquesta Sinfónica de RTVE, la Kremerata Baltica o la Orquesta Filarmónica de Helsinki y ha sido merecedor de premios como el Segundo Premio en el International Paulo Cello Competition,1 el Edmond de Rothschild Group del Festival Sommet Musicaux de Gstaad,2 Premio Nicolas Firmenich del Festival de Verbier, Premio Leyda Ungerer del Festival de violonchelo de Kronberg3 o el Primer Premio del Concurso Internacional de Liezen.
Vida y Carrera
Inició sus estudios musicales con tan solo tres años de la mano de su madre, profesora de música, y de su padre, violonchelista de la Orquesta Nacional de España. Continuó su formación con María de Macedo y Asier Polo y con tan solo trece años ingresó en la Escuela Superior de Música Reina Sofía donde estudió con Natalia Shakhovskaya, recibiendo el diploma al violonchelista más sobresaliente. En octubre de 2011, entró a formar parte del Programa de Masters de la Kronberg Academy (Alemania) gracias al apoyo de Sodalitas Stipendium, donde estudió con Frans Helmerson. Ese mismo año fue nombrado "Young Soloist" de la Kronberg Academy. Ha recibido clases magistrales de David Gerngas, Phillipp Müller, Gary Hoffman, Arto Noras, Ivan Monighetti y Frans Helmerson, entre otros.Pablo Ferrández ha trabajado con directores como los Maestros Antoni Ros-Marba, Peter Csaba, Sergio Alapont, José Luis Turina, Oleg Caetani, John Axelrod o Rossen Milanov y junto a orquestas como la Orquesta Nacional de España, la Orquesta Sinfónica de RTVE, Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, Kremerata Baltica, Orquesta Filarmónica de Helsinki, Tapiola Sinfonietta, Orchestre National des Pays de la Loire o la Orquesta Filarmónica de Stuttgart, entre otras.
Como músico de cámara ha actuado junto a Rainer Schmidt, Ivry Gitlis, Gidon Kremer, Vilde Frang o Ana Chumachenco y es miembro del Trio Flamel, formación surgida en el Instituto de Música de Cámara de Madrid.
La carrera internacional de Pablo Ferrández incluye conciertos celebrados en Estados Unidos, Suiza, Finlandia y Alemania. Ha actuado en festivales internacionales como el Festival de Verbier, Festival Casals de Puerto Rico, Festival Spivakov, Festival Internacional de Santander, Kronberg Festival, Festspiele Mecklenburg-Vorpommern, Festival Piatgorsky o Sommets Musicaux de Gstaad, entre otros.
Recientemente, se ha convertido en el primer violonchelista español en recibir, en préstamo, uno de los Stradivarius de la Nippon Music Foundation.4 En concreto se trata del llamado Lord Aylesford, uno de los más antiguos violonchelos existentes, datado en 1696. Fue utilizado por Gregor Piatigorsky y perteneció a Janos Starker, dos de los más famosos violonchelistas de la historia. Pablo Ferrández fue elegido para recibir este instrumento por un jurado compuesto por eminentes músicos y musicólogos, presididos por el famoso director de orquesta Lorin Maazel.
Premios
- Segundo Premio International Paulo Cello Competition (Finlandia), 2013.
- Premio Edmond de Rothschild Group del Festival Sommet Musicaux de Gstaad, 2013.
- Beca Pablo Casals de la Fundación Pablo Casals, 2012.
- Premio Nicolas Firmenich del Festival de Verbier (Suiza), 2011.
- Premio Leyda Ungerer del Festival de violonchelo de Kronberg (Alemania), 2011.
- Primer Premio del Concurso Internacional de Liezen (Austria), 2008.
Discografía
- Conciertos para violonchelo y orquesta de Dvorak y Schumann con la Orquesta Filarmónica de Stuttgart bajo la dirección de Radoslaw Szulc.5
- Conciertos de Rossini y Menotti, junto a la Kremerata Baltica bajo la dirección de Heinrich Schiff.
- Desayuno, Café con leche fruta,.
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Cena, Macarrones con verduras y queso parmesano, pan, agua, postre platano,. - TITULO: SILENCIO POR FAVOR, EL ESPACIO VITAL,.
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Una vez viajé a Bariloche. Un precioso lugar de lagos, montañas y hoteles construidos con madera como inmensas cabañas. Fui a una boda elegante, me puse mis cuernos luminosos de Angus Young con el chaqué y me besé con una Habsburgo después de retar a un duelo a su primo -gracias a Dios que no fue al revés-, oficial del ejército austriaco, por meterse en la misma frase con España y con AC/DC. ¡Yo me bato sin dudarlo por ambos! El primo rechazó mi desafío, indigno de la tradición vienesa de los clubes duelistas que dejó una cicatriz en el rostro de Otto Skorzeny. Aunque es verdad que sólo disponíamos de tenedores y que ya empezaban a mirarnos desde las otras mesas. Pero esto no es el argumento del presente artículo.De Bariloche me decepcionó descubrir que, además de por la belleza natural, tan alpina, se caracterizaba por dos cosas prosaicas: la producción de chocolate y la abundancia de pijos porteños durante la temporada de esquí. También era el destino habitual de esos viajes de escolares quinceañeros por los que sería más provechoso que la azafata del avión no explicara cómo usar el chaleco salvavidas, sino cómo prevenir embarazos no deseados. A mí de adolescente me lo explicaron, y por eso, entre 1983 y 1987, llevé encima un mismo preservativo que ninguna chica me dio nunca excusa para usar y que terminó formándome un relieve circular en la cartera. Pero mi condón caducado tampoco es el argumento del presente artículo.
De Bariloche esperaba otra cosa porque asociaba el lugar al misterio del Sur argentino como sumidero en el que se ocultan para siempre los prófugos de la historia. Lo más recurrente es el avistamiento de nazis. Un artista de variétés argentino, Carlos Perciavalle, se pasó varios años contando en televisión el día en que él y la China Zorrilla se encontraron en un mesón de Bariloche a Adolf Hitler mientras merendaba té rodeado por doce perros de raza doberman: «Tenía idénticos los bigotes diabólicos», dijo. Hitler le habría dicho a la China Zorrilla que era muy fan. Hay que recordar que Perciavalle también aseguraba contactarse con extraterrestres, por lo que su testimonio tal vez sea algo dudoso. Pero hay episodios más fiables como el de Erich Priebke, el nazi descubierto en Bariloche cuando era director de un colegio y juzgado en Roma por la matanza de las fosas Ardeatinas cuyo cadáver peregrinó por Italia porque ningún cementerio quería aceptarlo. Pero los nazis de Bariloche tampoco son el argumento del presente artículo.
Tengo especial cariño literario por otros dos prófugos que pasaron por Bariloche y a los que Osvaldo Soriano convirtió en personajes suyos recurrentes: Butch Cassidy y Sundance Kid. Los asaltadores de trenes y bancos a los que volvieron famosos Robert Redford y Paul Newman. La historia de su fuga y de cómo se compraron un ranchito en Chubut antes de volver a las andadas es hermosa por lo siguiente. Llegaron hasta lo que literalmente era el fin del mundo perseguidos por los detectives de la agencia Pinkerton. Pero también por otro motivo: eran personajes a caballo entre dos siglos a cuyo alrededor agonizaba la época de la que fueron últimos protagonistas. La de los outlaws de la Frontera, dispersados por el siglo XX, por el ferrocarril, por la instauración de la ley. Me gusta esa idea del hombre que busca en el mundo un espacio semejante al original suyo, con montañas que le resultan familiares a primera vista, para impostar la vida que en su propio mundo ya no es posible porque está extinguida. Jinetes que eligen estar en Bariloche creyéndose en Montana y convirtiendo a los empleados de un banco de Río Gallegos en secundarios forzosos de una escena violenta que pertenece a otros ámbitos. Precioso. Es un modo algo bravío de resumir la añoranza del exiliado. Y, ahora que lo pienso, de igual forma que Butch Cassidy y Sundance Kid se construyeron en Chubut un rancho de Montana, los nazis escondidos dejaron en Bariloche una serie de cabañas alpinas que parecían importadas de Baviera.
TITULO: LA COCINA - DOMINGO - LUNES - ZAFRA, CROQUETAS Y TERTULIA,.
Zafra: croquetas y tertulia
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En la plaza Chica abre un café 'belle époque' donde se come suave,.
Plaza Chica de Zafra. Bajo los soportales, un café prometedor. El nombre, 'La Tertulia', invita a pasar. Mesas de madera oscura. Zócalo de madera a juego con las mesas. Paredes de color rosa. Techos de vigas hermosas con lámparas 'belle époque'. Espejos. Otras mesas distintas, de mármol, prestan al local el aire antiguo de los cafés románticos, donde se conspiraba, se escribía y se arreglaba el mundo. Entramos.
Nos sentamos. Ante nosotros, manteles blancos, sobremanteles marrones y vajilla, cubertería y cristalería correctas, de las que animan a comer. Alrededor, fotos antiguas de Zafra, fotos de flores, fotos variadas. En la pared, un gran corcho sostiene decenas, quizás centenas de postales. Buena música. ¡Muy buena música! La camarera, desenfadada y nada ceremoniosa, pero eficaz, trae la carta.
Para entretener la espera, María José, 'maître' y dueña, deja sobre la mesa un plato con mollejas de pollo bien guisadas por Juan, chef y dueño. Están ricas y ayudan a superar sin agobios ese trance casi angustioso en el que dudas si lanzarte a por el arroz con liebre (para dos, 20 euros) o el cocido extremeño (9) o si optar por el comedido revuelto de trigueros (10) o por el armónico pisto con huevos fritos (9).
Como nos hemos levantado con el pie sensato, pedimos platos protagonizados por vegetales. Una ensalada de pollo y lombarda (9) para empezar, unas alcachofas con salsa de almendras (9) para seguir y, rematando, un prometedor hermanamiento del mar y la huerta en forma de croquetas de espinacas y langostinos (9).
Mientras llegan los platos, nos levantamos a curiosear. 'La Tertulia' tiene un comedor interior coqueto y tranquilo y los baños están en un patio muy agradable. Sobre un piano, periódicos, muchos periódicos, detalle de buen gusto que te reconcilia con esta ciudad, que encantaba a los viajeros ingleses del XIX y sigue encantando hoy. ¡Una ciudad donde la gente va a los bares a leer periódicos mientras toma cervezas con mollejas de pollo!
Pasan platos con otros destinos y con ellos pasa también ese momento de duda y arrepentimiento en el que uno se pregunta si no habría sido mejor pedir las habitas con cecina y hierbabuena (10) o el revuelto de ajetes con chorizo (9).
Las dudas se esfuman cuando depositan sobre la mesa una ensalada con forma de flan o tartaleta, de color rosado, sabor delicado y una textura entre tersa y suave (lombarda y pollo). Tras la original ensalada, llegan las alcachofas en salsa de almendras, un plato sencillo, pero rico, rico. Y para acabar, las croquetas.
Ya saben que hay dos tipos de croquetas: las que pueden competir con las de tu madre y las que no resisten esa comparación. Las de 'La Tertulia' son del género «compiten con las de mi madre» y se dividen en cuatro subgéneros: las que tomamos, de langostinos y espinacas, las de jamón, las de puchero y las de boletus. Sospecho que a muchos de ustedes les parecerá que ir hasta Zafra para comer platos tan suaves como que no. No se agobien. En la ciudad hay una oferta de restaurantes fabulosa que hemos de ir repasando poco a poco. Pero si empezamos por La Tertulia, les recomiendo bacalao de tres maneras: con tomate y pimientos (10), dorado (10) o ahumado en chapata con cebollita y pimientos (10). También hay chipirones encebollados (10), sartén de morcilla de Miajadas con huevos fritos (10), solomillo ibérico con diferentes cremas (11), carrilleras guisadas (10). Tomamos de postre una divertida ligazón de queso de cabra con mermelada de naranja amarga (3) y para acabar, pues eso, la tertulia.
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