fotos / Hijos de Rivera sorprende con una nueva edición de cerveza limitada que sigue la línea de tradición centenaria con vocación innovadora de sus dos lanzamientos anteriores: la de pimientos y la de percebes. Recetas que convierten los ingredientes naturales de temporada, los del terruño gallego, en los grandes protagonistas.
‘Le hemos dado calabazas a miles de calabazas hasta tener la calabaza perfecta’, reza la nueva campaña de Fábrica de Cervezas, el sello de Estrella Galicia que sorprende con ediciones originales, arriesgadas y muy limitadas. ¡Y van tres, hasta el momento! Primero fue la de pimientos de padrón; después la de percebes da Costa da Morte; y ahora la de calabaza y vainilla. ‘Recetas nacidas en Galicia para sorprender desde tierra, mar y aire’ –describe el lema del proyecto– con las que Fábrica de Cervezas se reinventa y atreve. Ellos mismos lo dicen: ‘Tenemos lo que hay que tener’.
Pero el origen de todo está en el amor, en el simple y puro amor por su tierra, Galicia, por sus productos autóctonos y naturales, y por la cerveza, claro, la que desde hace 112 años y cuatro generaciones llevan elaborando los maestros cerveceros de Hijos de Rivera. Porque su faceta innovadora y su pasión por la tierra y sus ingredientes, les lleva a elaborar cervezas sorprendentes.
Dorada y dulce
Ahora, Fábrica de Cervezas ha imaginado una lager de invierno con calabaza y vainilla, en formato de 50 cl [para compartir, para disfrutar en compañía]. Y la ha fabricado. Para conseguirla, ha incorporado calabaza durante la elaboración del mosto, buscando que sus aportes sensoriales estén presentes en la cerveza terminada. Durante la guarda, se han añadido ramas de vainilla troceadas, que reposan en la cerveza con calma, dotándola con sus aromas y sabores. El resultado es una cerveza de color dorado, limpia y con una buena corona de espuma blanco hueso, en apariencia. Una cerveza con matices dulces, aportados por la calabaza y las notas especiadas de la vainilla, cuando la olemos. Y también una cerveza con sabor de amable dulzor, balanceado por el amargor generado por el lúpulo. La malta aparece aportando sabores a cereal, notas tostadas y suaves matices a caramelo. Un arte.Fábrica de Cervezas Calabaza y Vainilla nace de una manera concreta de vivir la cultura de la cerveza: la de los maestros cerveceros de Hijos de Rivera. Una cultura entendida como los conocimientos, las habilidades y las experiencias interiorizadas por los empleados de la compañía, arraigados en la tradición cervecera familiar y en la pasión por lograr la excelencia elaborando cerveza. Unos valores que se transmiten a todo el que desea amarla y que lo convierten en embajador de un saber hacer cervecero único.
Amor por la cerveza desde 1906
El sello Fábrica de Cervezas Estrella Galicia irrumpió en el mercado en 2017 inaugurando una línea de recetas que tienen como factor común la creatividad de los maestros cerveceros y la utilización de ingredientes naturales. Y también como una serie de cervezas craft que manifiestan la personalidad propia de una familia de cerveceros con tradición desde 1906, de una manera diferente y sorprendente de hacer las cosas. Porque Fábrica de Cervezas posee la capacidad de afrontar proyectos atrevidos, diferentes, innovadores, poniendo el foco en recetas nacidas en Galicia, origen de todo, y en el carácter artesano de fórmulas innovadoras y limitadas. Por eso: ‘Esta cerveza no se compra, se consigue’, advierte la marca.TITULO: GENTE VIAJERA ONDA CERO - Los paraguas y las novias.
Los paraguas y las novias,.
Solo se recuerdan las parejas y los paraguas que perdiste,.
Acaba octubre y llega noviembre así que es tiempo de paraguas, que en Extremadura cubren nuestras calles al comenzar el otoño y la primavera. Es en estos días de lluvias alternas, de nubes y sol, cuando más paraguas se pierden. Las estadísticas dicen que en Extremadura y en las regiones con una media de menos de 120 días de lluvia anuales, los ciudadanos pierden dos paraguas a lo largo de su vida. En el norte, donde llueve más de 120 días al año, se pierden cinco paraguas por persona y vida. Eso quiere decir que hasta que acabe este siglo, los extremeños perderemos dos millones de paraguas y los gallegos, cerca de 15 millones.
Son muchos paraguas y no me extraña que mi madre guarde el suyo temerosa de perderlo. Aunque la mejor manera de no olvidarse del paraguas es no entrar en ningún bar ni comercio con paragüero. Es en estos lugares donde se deja con más facilidad. Podemos quedarnos con él en la mano mientras tomamos café o hacemos la compra, pero es un engorro y, además, es posible que nos llamen la atención por poner perdido el suelo.
Charles Dickens, que sacaba muchos paraguas en sus novelas, dedicó varias páginas de un ensayo al tema. Comparando, para el escritor y periodista inglés, el paraguas era lo que hoy es el coche para muchos: una continuación de nosotros mismos, un apéndice de nuestra personalidad, el espejo de nuestros juicios.
Si algunos en las calles de nuestras ciudades no somos nosotros, sino nuestro automóvil, Dickens, en las aceras de Londres, solo se sentía él mismo si llevaba su paraguas. Y robarle el paraguas era como si nos robaran hoy el coche.
En Extremadura no se roban muchos paraguas, no hay costumbre porque, salvo mi madre, no lo consideramos algo trascendental ni solemos tenerlos caros, bellos y de marca, sino baratos, plegables y de China. En el norte, sin embargo, robar paraguas es lo normal. Más que nada porque como te lo han robado a ti, tú coges el primero que encuentras en el paragüero. Podría decirse que más que robar, intercambian.
En la España septentrional, hay una cultura del paraguas. Se nota en que en Santiago de Compostela, donde dicen que la lluvia es arte y abundan los soportales protectores, puedes caminar tranquilamente por la calle sin temor a un paraguazo ni a que una varilla te pinche. En Cáceres, sin embargo, las aceras son un peligro los días de lluvia porque no estamos habituados a «conducir» con paraguas: hay que saber cuándo bajarlo o subirlo para evitar choques, agarrarlo al doblar las esquinas para evitar volteos y colisiones, no monopolizar la acera si vamos en pareja o en grupo (mejor dos bajo el mismo paraguas).
En el norte, durante los contados días que hace calor de verdad son unos inútiles y, por ejemplo, abren las ventanas a la hora de la siesta con 36 grados para que entre el fresquito. Aquí, somos unos inútiles cuando llueve y nos estresa salir a la calle con paraguas.
Pero a pesar de no saber manejarlo con destreza, perderlo nos entristece y nos irrita. Cuando murió Nietsche, entre sus papeles póstumos, apareció uno con una frase enigmática: «He perdido mi paraguas». Es que, dicen, solo se recuerdan las novias que te abandonaron y los paraguas que perdiste. Será por eso que mi madre, los días de lluvia, prefiere salir a la calle sin su paraguas, pero bien amarrada a mi padre.
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