LOS TOROS LA SER,.
Los toros es un programa radiofónico que dirige el periodista especializado Manuel Molés en la Cadena SER. Desde abril de 2015 se emite los lunes de madrugada tras ser sustituido de su horario habitual de emisión de los domingos por el programa Contigo dentro. Contó con la colaboración de Antonio Chenel Antoñete, fallecido en Madrid el 22 de octubre de 2011, siendo uno de los espacios más antiguos del panorama radiofónico nacional ya que continúa emitiéndose de manera ininterrumpida desde 1982.
Es un espacio taurino a modo de repaso informativo semanal. Consta de tertulias, entrevistas con los personajes de actualidad y crónicas de los eventos taurinos más destacados de la jornada., etc.
El torero que habla con los muertos y escucha reguetón,.
Tiene 22 años, escucha reguetón, se inspira en la vida de Muhammad Ali y cada tarde se juega la vida delante de bestias de 600 kilos que en todo momento podrían partirle en dos. Siendo niño, no hace tanto, el peruano Andrés Roca Rey soñaba con ser figura del toreo. Hoy es el número uno y la gran esperanza de los aficionados a la hora de salvar un arte en declive,.
EL MUNDO de los toros vive un rejuvenecimiento inesperado, un fervor
desconocido como en los buenos viejos tiempos gracias a una nueva
figura, Andrés Roca Rey,
cuando quizá llegaba a temer que no iba a ver otra. Otra estrella del
toreo que renovara en el aficionado el entusiasmo generado por los
últimos grandes —en especial José Tomás— , en un entorno adverso y de
franco declive de la fiesta. Pero Roca Rey la ha levantado. Es una
revolución que vuelve a llenar plazas y la fórmula del éxito es una
mezcla insólita de lo antiguo —en su estilo y su carisma— con lo
distinto y lo nuevo, porque es un torero peruano con logotipo propio y
106.000 seguidores en Instagram. También aguanta con profesionalidad y
sin rechistar tres horas de sesión de fotos cambiándose de ropa, y tiene
un concepto y una conciencia de la imagen que resultan inéditos en el
ambiente taurino. Dicho de otra forma: no parece un torero. Se lo toma
como un actor o un futbolista famoso. Aunque lo cierto es que en América
le esperan multitudes en el aeropuerto como a las estrellas del
deporte. En Perú le reciben el presidente del Gobierno y el Consejo de
Ministros con una cena de honor. Recorre las calles en un autobús
descapotable.
Roca Rey es un joven de 22 años que escucha reguetón, se inspira en
la biografía de Muhammad Ali para no rendirse nunca y, el día que salió por la puerta grande de Las Ventas,
en abril de 2015, hizo la señal de los cuernos con la mano como en un
concierto de rock. Ese gesto, que emulan algunos de sus admiradores,
tiene una historia. Con 16 años compartía piso en Sevilla con su hermano
y un amigo. Eran tres novilleros que empezaban y vieron una película
británica, RocknRolla, de Guy Ritchie. Les gustó una de las
frases. La idea del éxito del protagonista no era tener dinero, fama,
esto y lo otro: quería el pack completo. “La película no tiene
nada que ver con los toros. Pero era esa idea de quererlo todo, y
conseguirlo todo. Justo antes habíamos hablado de nuestro sueño de abrir
la puerta grande de Madrid, que era todo para nosotros, e hicimos un
pacto: el que primero saliera tenía que hacer el gesto”. El primero fue
él.
Pero no solo es el primero de aquellos tres amigos. Ya es el número
uno. En la última temporada que acaba de terminar ha toreado 55 tardes y
ha cortado 88 orejas en España. Roca Rey quería ser lo que es, el
número uno, desde pequeño. Lo sorprendente no es tanto que lo haya
conseguido, sino lo claro que lo tuvo. Eso explica en gran parte por qué
lo consiguió. En su trayectoria hay una lucidez anómala, temprana, para
querer ser matador, junto a una especie de inocencia infantil que,
asombrosamente, aún no se ha extinguido. “Cuando me preguntaban qué
quería ser de grande, era lo que yo quería ser, torero. Pero a esa edad
no veías la seriedad, ni el peligro, ni el esfuerzo…”. ¿Y qué es lo que
veías? “A mí lo que me gustaba del toreo era la entrega, los toreros
llegaban muy bien vestidos, peinados, y después de la corrida salían
manchadísimos, sucios. A mí eso me encantaba”. El pequeño Roca Rey, con
cinco y seis años, jugaba a los toros en su casa con un ritual: se
peinaba, se acicalaba, inundaba el jardín de agua hasta que lo llenaba
de barro, y se lanzaba a torear de mentira hasta lograr salir sucio y
con el pelo alborotado. Entre la disposición inicial y el resultado
final se encierra su idea del toreo. “Ahí veías la elegancia y la
entrega”, recuerda de aquellos toreros que de niño veía salir embarrados
de la plaza.
La primera vez que toreó fue con siete años: su regalo de cumpleaños.
No fue precisamente una sorpresa. Su familia ha estado siempre
vinculada a los toros, con ganaderos y empresarios, su hermano también
es torero, y él llevaba pidiendo ese regalo desde pequeño. Hasta que un
amigo de sus padres, el ganadero Rafael Puga, accedió para que no
insistiera más. “Y ese día me echaron una becerrita. A partir de ahí era
como un juego”, recuerda. Ya entonces se le metió una idea en la
cabeza: ir a España. Siempre lo andaba diciendo, que un día se iría a
España para triunfar como torero, como quien dice que quiere ser
astronauta. “Desde chico quería estar aquí”, relata durante esta
conversación en Madrid. El maestro José Antonio Campuzano le vio con 10
años en un pueblo peruano y supo que aquel chaval tenía algo. A esa
edad, 10 años, mató su primera res, y debutó en público con 11.
Campuzano le dijo lo mismo: para ser una figura, pero una figura
mundial, tenía que ser en España.
Con 14 años llegó a Badajoz, a pasar dos meses de verano, el invierno ecuatorial, en casa de un ganadero, Miguel Moreno, que se había ofrecido a hospedarle. Vivió con una familia de picadores y dio clases en la Escuela de Tauromaquia de la Diputación. Extremadura también forma parte de esta nueva revolución del toreo, pues se ha convertido en un vivero de figuras. “Vine a entrenar para conocer el mundo taurino, mis papás no me querían mandar un año entero. Querían ver si me arrepentía, comprobar lo duro que era”. No se arrepintió. Pero sí le dolió lo duro que era. Pasó dos veranos a las órdenes de su mentor, Campuzano, y para entonces ya había toreado en media América: Perú, México, Colombia, Ecuador, Venezuela. Al año siguiente, con 16 años, ya llegó a Sevilla para quedarse, sin pasaje de vuelta. “Mi papá me puso muchísimas pruebas a ver si me arrepentía. El día que me iba apareció con capotito y una muletita, con las que toreaba de chiquitito, y dijo: ahora que tú no vas a jugar, que no vas a vivir en la casa, qué vamos a hacer con esto. Me fui al baño a llorar, me di cuenta de que me iba para siempre. Pero era mi sueño, mi compromiso conmigo mismo, e iba mucho más allá del sufrimiento de ese momento”. Su madre lo pasó muy mal, no fue al aeropuerto a despedirse. A Andrés se le quedó grabado el adiós de su hermano. No le abrazó, le alargó la mano: “A partir de ahora te vuelves un hombre, mucha suerte, torero”. Y se metió en el avión.
Para un chaval que empieza, el mundo del toro es duro. Pero lo es aún
más para un extranjero en un país desconocido, y Roca Rey lo fue
conociendo realmente desde abajo, desde los campos, los tentaderos de
pueblo, las capeas en provincias. Pasó momentos difíciles, nadie le
conocía y no le salían novilladas. Estaba completamente fuera de lugar;
lo normal en un chico de su edad de clase media peruana hubiera sido
estudiar, hacer una carrera. Sabía que iba contra el plan previsto para
él, solo siguiendo su propio sueño infantil. “Ahorita estaría
estudiando, sí. Creo que tomé la decisión más bonita de mi vida. Gracias
a Dios ahora mismo puedo disfrutar de mi profesión y sentirme torero”.
¿En qué momento de su vida está? “Estoy en un momento bonito. Estoy
siendo feliz toreando”.
La verdad es que en su biografía de cuento todo va encarrilado desde el principio. Sus primeros éxitos como novillero fueron en Ciudad Rodrigo y Ledesma, en la provincia de Salamanca, y en Arnedo, en La Rioja. Ganó concursos y acabó su primera temporada siendo ya muy conocido. El año siguiente, 2014, ya debutó con picadores en Francia y su fulgurante ascenso culminó en 2015, cuando abrió la puerta grande de Las Ventas y salió a hombros de la Maestranza y de Vista Alegre, en Bilbao. También el día de su alternativa en el coliseo romano de Nimes. En la temporada que acaba de terminar se ha consagrado, con una progresión imparable en la que cada tarde es mejor que la anterior. Y lo que más entusiasma a los entendidos es el infinito margen de mejora que le pronostican.
Roca Rey conserva intacto el sentido escénico que le atrajo en la
niñez, y se le nota en la cuidada teatralidad que despliega en la plaza,
donde este chico exquisito y humilde se transforma en un torero de
carisma casi arrogante. Le gusta una frase que leyó una vez: el toreo es
un teatro donde pasan cosas reales. “El vestirte de torero es un
ritual. Desde que te levantas por la mañana, es más que nada una forma
de evadirte de todo. Los días de torear me gusta estar solo, o con una
persona con la que me sienta bien. Para torear, expresar tus
sentimientos y exponer tu vida haciendo eso, hay que evadirse un poco de
las cosas. Necesito estar solo. El traje ya implica una seriedad.
Ponerte el traje no significa que te lo pones, te vas a la plaza, toreas
y te vas. Cuando tú te pones el traje ya empieza todo, no estás seguro
de si te lo vas a poder quitar con tus propias manos. Son momentos muy
especiales, muy delicados, y tienes que hacerlo con concentración, con
la intención de entregar todo, hasta tu vida si hace falta”.
Roca Rey, que ha visto morir a cuatro jóvenes toreros amigos suyos en estos años, habla con los muertos, lo cuenta con naturalidad. “Creo en la energía que deja en el mundo la gente que se va. Muchas veces le pido por algo a mi abuela, o a algún familiar o amigo que se ha muerto, y me siento fuerte. Se transmite la energía que han dejado”. Además de sentir cerca la muerte, ¿sientes la cercanía de los muertos? “No sé si siento la cercanía, pero me siento seguro pidiéndole a ellos”. También se siente cerca de un torero revolucionario, Joselito El Gallo, que murió con 25 años por una cogida, en 1920, siendo uno de los más grandes de la historia. Roca Rey no tiene grandes supersticiones: vestirse por la derecha, una pulsera morada. Su evasión del mundo antes de salir al ruedo continúa en una plaza llena de gente, donde se siente solo en medio de la arena. “Delante del toro te abstraes, en los momentos más especiales, cuando te encuentras de verdad bien contigo mismo; luego obviamente hay un público, y quieres tenerlo feliz, pero justamente para eso tienes que estar metido en ti mismo. Si intentas simplemente agradarles, no estás de verdad. Hay que intentar sentirlo para que ellos lo sientan”.
Cuando supera el trance, terminada la corrida, cuenta que se siente
más vivo que nunca y entonces le gusta regresar entre los vivos, estar
con las personas que quiere. Come y devora, porque tiene 20 años y un
desgaste físico brutal. “Me dicen: ‘¿Pero no estás cansado?’. Cómo voy a
estar cansado, si es cuando más vivo y más feliz me siento. Me gusta
disfrutar cada momento, minuto a minuto. No me gusta mucho pensar en de
aquí a un tiempo. Si estás un día toreando, y mañana toreas, hay que
pensar en el día de hoy, si no, no podrías exponer, no podrías arriesgar
y pasarías mucho miedo”. A Roca Rey le han dado ya muchas cornadas, y
dicen los buenos aficionados que en la temporada anterior se pasaba
mucho miedo viéndole, por lo que arriesgaba. Pero este año no, ya domina
majestuosamente la situación. “Siempre estás en peligro, porque el toro
en cualquier momento cambia de opinión y va a por ti. Es un animal que
mata”.
Al hablar de su oficio, repite dos palabras: verdad y pureza. “En la profesión y en la vida me gusta ir siempre por derecho, seguir mi línea, no me gusta traicionarme a mí mismo, ni a mi concepto de la vida y del toreo. Dicen que toreas como eres, y es verdad”. Roca Rey es torero todo el rato. A la hora de marcharse, agarra el capote de la sesión de fotos y no se resiste a dar unos pases, gira en círculos absorto, aunque está en un aparcamiento subterráneo del centro de Madrid.
TITULO: ¡Qué animal! - Urdaibai,.
¡Qué animal!' viaja al País Vasco para descubrir Urdaibai, reserva de la biosfera, una ría que se extiende desde Gernika hasta el mar, en el estuario del río Oka. En este capítulo descubrimos qué animal es capaz de transmitir su canto a miles de quilómetros de distancia, a qué reptil se le atribuyó en la antigüedad el poder de resucitar a los muertos y si suele una golondrina cambiar de pareja. Compararemos también la obra efímera de la prestigiosa arquitecta italiana Benedetta Tagliabue con el nido del ratón espiguero. ( foto ),.
Desde pequeño quiso ser lo que es: número uno
del toreo. El maestro José Antonio Campuzano le vio torear en Perú con
10 años y supo que el chaval tenía algo
Con 14 años llegó a Badajoz, a pasar dos meses de verano, el invierno ecuatorial, en casa de un ganadero, Miguel Moreno, que se había ofrecido a hospedarle. Vivió con una familia de picadores y dio clases en la Escuela de Tauromaquia de la Diputación. Extremadura también forma parte de esta nueva revolución del toreo, pues se ha convertido en un vivero de figuras. “Vine a entrenar para conocer el mundo taurino, mis papás no me querían mandar un año entero. Querían ver si me arrepentía, comprobar lo duro que era”. No se arrepintió. Pero sí le dolió lo duro que era. Pasó dos veranos a las órdenes de su mentor, Campuzano, y para entonces ya había toreado en media América: Perú, México, Colombia, Ecuador, Venezuela. Al año siguiente, con 16 años, ya llegó a Sevilla para quedarse, sin pasaje de vuelta. “Mi papá me puso muchísimas pruebas a ver si me arrepentía. El día que me iba apareció con capotito y una muletita, con las que toreaba de chiquitito, y dijo: ahora que tú no vas a jugar, que no vas a vivir en la casa, qué vamos a hacer con esto. Me fui al baño a llorar, me di cuenta de que me iba para siempre. Pero era mi sueño, mi compromiso conmigo mismo, e iba mucho más allá del sufrimiento de ese momento”. Su madre lo pasó muy mal, no fue al aeropuerto a despedirse. A Andrés se le quedó grabado el adiós de su hermano. No le abrazó, le alargó la mano: “A partir de ahora te vuelves un hombre, mucha suerte, torero”. Y se metió en el avión.
La verdad es que en su biografía de cuento todo va encarrilado desde el principio. Sus primeros éxitos como novillero fueron en Ciudad Rodrigo y Ledesma, en la provincia de Salamanca, y en Arnedo, en La Rioja. Ganó concursos y acabó su primera temporada siendo ya muy conocido. El año siguiente, 2014, ya debutó con picadores en Francia y su fulgurante ascenso culminó en 2015, cuando abrió la puerta grande de Las Ventas y salió a hombros de la Maestranza y de Vista Alegre, en Bilbao. También el día de su alternativa en el coliseo romano de Nimes. En la temporada que acaba de terminar se ha consagrado, con una progresión imparable en la que cada tarde es mejor que la anterior. Y lo que más entusiasma a los entendidos es el infinito margen de mejora que le pronostican.
El día que se fue de Perú a España se encerró en
el baño a llorar. Su madre no fue a despedirlo. Su hermano le dijo: “A
partir de ahora te vuelves un hombre”
Roca Rey, que ha visto morir a cuatro jóvenes toreros amigos suyos en estos años, habla con los muertos, lo cuenta con naturalidad. “Creo en la energía que deja en el mundo la gente que se va. Muchas veces le pido por algo a mi abuela, o a algún familiar o amigo que se ha muerto, y me siento fuerte. Se transmite la energía que han dejado”. Además de sentir cerca la muerte, ¿sientes la cercanía de los muertos? “No sé si siento la cercanía, pero me siento seguro pidiéndole a ellos”. También se siente cerca de un torero revolucionario, Joselito El Gallo, que murió con 25 años por una cogida, en 1920, siendo uno de los más grandes de la historia. Roca Rey no tiene grandes supersticiones: vestirse por la derecha, una pulsera morada. Su evasión del mundo antes de salir al ruedo continúa en una plaza llena de gente, donde se siente solo en medio de la arena. “Delante del toro te abstraes, en los momentos más especiales, cuando te encuentras de verdad bien contigo mismo; luego obviamente hay un público, y quieres tenerlo feliz, pero justamente para eso tienes que estar metido en ti mismo. Si intentas simplemente agradarles, no estás de verdad. Hay que intentar sentirlo para que ellos lo sientan”.
Al hablar de su oficio, repite dos palabras: verdad y pureza. “En la profesión y en la vida me gusta ir siempre por derecho, seguir mi línea, no me gusta traicionarme a mí mismo, ni a mi concepto de la vida y del toreo. Dicen que toreas como eres, y es verdad”. Roca Rey es torero todo el rato. A la hora de marcharse, agarra el capote de la sesión de fotos y no se resiste a dar unos pases, gira en círculos absorto, aunque está en un aparcamiento subterráneo del centro de Madrid.
TITULO: ¡Qué animal! - Urdaibai,.
¡Qué animal!' viaja al País Vasco para descubrir Urdaibai, reserva de la biosfera, una ría que se extiende desde Gernika hasta el mar, en el estuario del río Oka. En este capítulo descubrimos qué animal es capaz de transmitir su canto a miles de quilómetros de distancia, a qué reptil se le atribuyó en la antigüedad el poder de resucitar a los muertos y si suele una golondrina cambiar de pareja. Compararemos también la obra efímera de la prestigiosa arquitecta italiana Benedetta Tagliabue con el nido del ratón espiguero. ( foto ),.
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