viernes, 19 de agosto de 2022

REVISTA FARMACIA - Deprescripción: cuando la salud pasa por tomar menos medicamentos ,. / CAFE, COPA Y Tierra de talento - Camarón en el 30 aniversario de su muerte ,./ Documental - Comportarse como adultos ,. / El escarabajo verde - Lo llaman «desjudicializar»,. / Días de cine clásico - Cine - La conquista del Oeste , Miercoles -17, 24, 31 - Agosto ,./ Un país para escucharlo - El impredecible infierno que fue Woodstock 1999: escenarios en llamas, abusos sexuales y un riachuelo de heces,.

 

   TITULO: REVISTA FARMACIA -Deprescripción: cuando la salud pasa por tomar menos medicamentos ,.

REVISTA FARMACIA - Deprescripción: cuando la salud pasa por tomar menos medicamentos  , fotos,.

 

Deprescripción: cuando la salud pasa por tomar menos medicamentos,.

 Deprescripción: cuando la salud pasa por tomar menos medicamentos |  Sociedad | EL PAÍS

La retirada de algunos tratamientos innecesarios o perjudiciales es una de las prioridades de la atención primaria. El proceso debe hacerse con la complicidad del paciente y requiere tiempo en las consultas,.

 

Maria Lluïsa Soto empieza el fin de semana organizando su medicación. Cada sábado, después de desayunar, se sienta en la mesa del salón con su marido, abre el pastillero y empieza a componer un mosaico de formas, colores y texturas con los fármacos que tomará durante los siguientes siete días. “En las casillas de las mañanas pongo el enalapril para la tensión; el Adiro y el bisoprolol para el corazón; y el omeprazol para el estómago. Para la noche, el temazepam para dormir. Y para el dolor de las rodillas o las lumbares, según el día, el paracetamol y si estoy peor, el Nolotil”, explica.

Como esta paciente de 74 años, casi uno de cada 10 españoles toma cinco o más medicamentos al día, una proporción que no deja de crecer en los últimos años y que se triplicó entre 2005 y 2015, según el mayor estudio publicado hasta la fecha. Los grandes polimedicados, aquellos que toman 10 o más fármacos, se multiplicaron por 10 en esos años y ya son el 1% de la población, un porcentaje que es mayor entre las mujeres y que aumenta con la edad.

Un incremento que no está siempre justificado e incluso puede ser perjudicial. “Tomar más fármacos no siempre mejora la salud, al contrario. Es algo que se ha asociado con un deterioro en la funcionalidad y calidad de vida, y a una peor autopercepción de la salud. Hay estudios que muestran una asociación con una mayor mortalidad. Con una misma patología, los enfermos más medicados fallecen antes que aquellos que lo están menos”, afirma José Ignacio de Juan, médico de familia e investigador de la Universidad de Málaga.

La deprescripción, el proceso para abandonar algunos tratamientos siempre bajo supervisión médica, se ha convertido en la última década en una de las prioridades del sistema sanitario. “A mayor número de fármacos, más riesgo de efectos secundarios, de interacciones y peor adherencia a los que realmente sí son necesarios”, resume Natalia López Pareja en su consulta del centro de atención primaria Passeig Maragall, en Barcelona, donde esta mañana atiende a Soto.

Los pastilleros de los pacientes polimedicados viven con el paso del tiempo un efecto aluvión, coinciden los expertos. Fármacos prescritos un día por un problema puntual permanecen en el recetario durante años. De las consultas a varios especialistas, o al servicio de urgencias, se sale con tratamientos que a veces se duplican con otros que ya toma el paciente.

 

“Por esto nos gusta más hablar de revisión, porque tiene un enfoque más global. Ver qué está tomando el paciente y ajustarlo a sus necesidades. A menudo lo que conviene es desprescribir un fármaco, pero en otras se trata de ajustar dosis, cambiarlo o incluso añadirlo. Es un proceso que debe hacerse de la mano del paciente y por eso el médico de familia es el más indicado. Es el que más le conoce y con el que tiene una relación de mayor confianza”, expone Ester Amado, referente de Farmacia de Barcelona del Instituto Catalán de la Salud (ICS), que gestiona la gran mayoría de los centros de atención primaria de la capital catalana.

El uso excesivo de benzodiacepinas es uno de los ejemplos más recurrentes. Soto empezó a tomarlas hace años porque “unos problemas familiares” no la dejaban descansar bien, aunque luego las abandonó apoyada por su médico. “Ahora las ha vuelto a necesitar, pero el objetivo es que el consumo sea algo puntual”, explica Natalia López Pareja. El uso de benzodiacepinas suele estar indicado para periodos de 8 a 12 semanas, pero a menudo se cronifica y esto está asociado a deterioros de la funcionalidad y un mayor riesgo de caídas, entre otros inconvenientes.

Los antidepresivos son otro de los tratamientos cuyo abandono abordan a menudo los médicos de familia. “A mí me los recetaron en el hospital cuando tuve cáncer de mama. Pero yo me encontraba bien y animada, así que lo hablamos con Natalia y los dejé de tomar”, cuenta Maria Lluïsa Soto.

Mara Sempere es miembro del grupo de trabajo de utilización de fármacos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc). “El abanico de tratamientos susceptibles de ser incluidos en un proceso de deprescricpción es amplio. En enfermedades crónicas como la diabetes o el colesterol, por ejemplo, el objetivo terapéutico no es el mismo en una persona de 50 años y por lo demás sana que en alguien mayor. Un medicamento que podía estar indicado a una edad, puede no estarlo a otra. Y también surgen nuevas evidencias científicas que muestran una menor efectividad o un mayor riesgo de efectos secundarios. Todo esto requiere una revisión”, afirma.

Los antipsicóticos en personas mayores también suelen estar en el foco. María Carmen González López, doctora en Farmacia que trabaja en la red de atención primaria del distrito sanitario de Almería, estudió su uso y concluyó que en la gran mayoría de los casos no era correcto. “Vimos que más del 80% de los pacientes recibían dosis inadecuadas y que el 75% seguía el tratamiento durante más de seis meses. Las guías clínicas dicen que hay que tomarlos en menores dosis y plazos más cortos. Son fármacos que tienen efectos secundarios graves, entre ellos la muerte y accidentes cerebrovasculares”, argumenta.

 

Son varias las razones que los expertos consideran que contribuyen al exceso de medicación. “A menudo, esto pone de manifiesto carencias del sistema o necesidades no cubiertas del paciente. Con los antipsicóticos, los tratamientos se alargan por temor a los episodios de agitación en enfermos con demencia, pero es que a menudo la familia no tiene a su alcance los servicios que necesita. También vemos a pacientes que toman antiinflamatorios de forma inadecuada, que necesitarían una reducción gradual de dosis de opioides o que toman inhibidores de la bomba de protones [como el omeprazol] de forma crónica cuando no hace falta. Todo esto requiere tiempo, escuchar al paciente y establecer una relación de confianza con él. Pero luego te encuentras que tienes que atender a 45 personas en una mañana”, lamenta Mara Sempere.

José Ignacio de Juan apunta también a razones culturales y sociales: “Hay una presión y tendencia a pensar que la respuesta del médico es más completa si incluye un fármaco, que más es mejor y que así se resuelve de forma más rápida un problema que a veces requiere otras soluciones o una manera distinta de afrontarlo”. Los facultativos consultados coinciden en la necesidad de “potenciar y valorar el papel de la enfermería, ya que el médico es el que prescribe y deprescribe, pero en el seguimiento del paciente la enfermería tiene un papel esencial”.

El proceso de deprescripción requiere un trabajo conjunto de los equipos de atención primaria que implique al paciente. “Aunque a veces son ellos los que toman la iniciativa, es más frecuente que tengan alguna reticencia cuando el médico se lo propone. Piensan que ya les va bien y para qué dejar de tomarlo, que a ver si lo que quieres es ahorrar a su costa. Por esto es importante la confianza y tener tiempo para explicar bien las razones, los riesgos de tomar un medicamento innecesario y los beneficios de dejar de hacerlo”, añade De Juan.

“Si tú informas al paciente, justificas la decisión y atiendes sus dudas, el paciente suele reaccionar muy bien. La deprescripción es un proceso conjunto que da buenos resultados y acaba siendo motivo de satisfacción para él, la familia y todo el equipo de atención primaria”, asegura Natalia López Pareja. Maria Lluïsa Soto la mira y asiente con la cabeza desde el otro lado de la mesa. “Es mi médico desde hace casi 20 años. En este tiempo han pasado muchas cosas y ella ha estado siempre aquí. Sé que se preocupa por mi salud”, concluye con una sonrisa.


 El sabado -20, 27 - Agosto , a las 22:00 por Canal Sur, foto,.

 Camarón en el 30 aniversario de su muerte ,.

 Se cumplen 30 años de la muerte de una gran leyenda: Camarón de la Isla. "Tierra de Talento" dedica este día, a partir de las 22:00 horas, un especial al genio de San Fernando, una cita repleta de grandes momentos, con mucho flamenco, mucha música y, sobre todo, muchas anécdotas, vivencias y repertorio de Camarón sobre el escenario del programa.

 

 Tierra de Talento dedica un especial a Camarón en el 30 aniversario de su  muerte

A través de su familia y amigos, el espacio recordará a José Monje Cruz. Dolores Montoya, "La Chispa", mujer de Camarón y madre de sus cuatro hijos, será una de las grandes protagonistas de la noche. Manu Sánchez conversará con ella sobre la vida personal del artista en su faceta como marido; desde sus comienzos con él, siendo tan sólo una niña de 14 años, hasta los últimos días de vida del cantaor. Luis, Gema y Rocío Monje, sus tres hijos mayores, no faltarán en esta noche. Recordarán a la leyenda en su papel como padre; los momentos más especiales vividos junto a él. Los tres subirán al escenario, en recuerdo a su padre, el tema "Capitán de mis sueños", escrito por la propia Rocío Monje.

Desde un lugar privilegiado, como es la mesa del jurado, disfrutarán de este especial Mariola Cantarero, Pastora Soler, Antonio Canales y José Mercé. Además, Canales y Mercé protagonizaran dos de las actuaciones estelares de la noche: bailando el ‘Romance del amargo’ y cantando unos fandangos, respectivamente.

El programa contará con el testimonio de Diego Carrasco, gran amigo de Camarón, que también ofrecerá una actuación, junto a la Carrasco Family, para recordar al cantaor con su "Dicen de mí", uno de sus temas más icónicos. Otros de los números musicales de la noche será el del cantante J. Montoya, que versionará alguno de los grandes éxitos del artista como "Yo soy gitano" o "Como el agua" y el de Genara Cortés, ganadora de la última edición del programa, interpretando "Nuestros sueños".

Este especial rescatará alguno de los momentos protagonizados por Camarón en Canal Sur Televisión, como su actuación en la inauguración de la cadena en 1989 o recuerdos de momentos junto a Tomatito, Paco Cepero o Paco de Lucía, grandes amigos y compañeros del artista. También las actuaciones que se han dedicado en "Tierra de Talento" a lo largo de sus ediciones como las versiones de la "Nana del caballo grande", interpretada por India Martínez y el violinista Jesús Reina, o la del grupo Derby Motoreta Burrito Cachimba; también los números de Esperanza Fernández o Pedro el Granaíno por tangos.

La Venta Vargas, catedral del cante donde tantas y tantas horas pasó el gran protagonista de este especial, también estará presente en esta noche. El programa contará con la visita de Lela Soto, dueña del restaurante y gran amiga desde la infancia de José Monje, que testimoniará los momentos vividos junto a Camarón en sus comienzos.

    TITULO: Documental - Comportarse como adultos,.

 Comportarse como adultos,.

 Comportarse como adultos: Mi batalla contra el establishment europeo  (Deusto) eBook : Varoufakis, Yanis, Casanovas López, Alexandre: Amazon.es:  Tienda Kindle

foto / Costa-Gavras vuelve a su tierra natal para narrar las negociaciones del gobierno de Tsipras, con especial protagonismo del ministro de finanzas Yanis Varoufakis,.

Nada de lo humano me es ajeno”, afirmaba no sé quién, algún profesional del humanismo. Costa-Gavras podría jurar que ha dedicado toda su existencia como director de cine a denunciar el lamentable estado de las cosas en muchos lugares del universo, al thriller político, la denuncia social, las salvajadas y los asesinatos impunes que han sufrido gente honorable o inocente en la historia de los últimos cien años. Por su parte, siempre ha tenido muy clara la identidad de los buenos y de los malos. Qué envidia. Y su comprometido cine disfrutó durante mucho tiempo de un público incondicional, internacional y muy amplio.

Por alguna razón, por si acaso, no he querido revisar la mayoría de sus películas. La censura franquista no otorgó lógicamente su bendición a Z, que describía el golpe de Estado de los coroneles griegos y el consecuente baño de sangre. También vi fuera de España Estado de sitio, que describía la represión sobre los Tupamaros en Uruguay. Pero creo que sí permitieron que se estrenará aquí La confesión. Normal, ya que trataba de las purgas estalinistas y las torturas que aplicaban a un hombre tan firme como honrado, calificado de traidor por el poder. Sí volví ver hace unos años Desaparecido y se conservaba bien. Existe algo entre fantasmagórico y surrealista en la infructuosa y desesperada búsqueda de un padre (admirable Jack Lemmon, como siempre) de su desaparecido hijo en Santiago de Chile después del golpe de Pinochet. El Costa-Gavras que más me gusta no es el francés, sino el estadounidense, con guionistas espléndidos y actrices tan buenas como Debra Winger y Jessica Lange, como El sendero de la traición y La caja de música.

A los 86 años la militancia política de Costa-Gavras no ha bajado la guardia. Muy consecuente. En Comportarse como adultos vuelve a su tierra natal para narrar las negociaciones del Gobierno de Tsipras, con especial protagonismo del ministro de finanzas Yanis Varoufakis, aquel tipo tan molón, calvorota, motero y encuerado, que tanto gustaba a las mujeres, para que la Troika tenga paciencia o se olvide la deuda de Grecia, no la expulsen del euro, permita un alivio para tanta gente con la que la crisis se ensañó hasta límites muy dolorosos.

No dudo de la codicia y la implacabilidad de los hombres de negro, el FMI, el BCE, Angela Merkel y demás centros de poder. Pero Costa-Gavras utiliza un tono didáctico que me molesta, siento que me tratan como a un alumno de primaria, no me creo que unos fueran angelicales y los demás unos cabrones integrales. Se supone que todo es más complejo, que los eslóganes sirven para un rato o para la gente con una fe a prueba de bombas.

Abundan los interiores y la recreación digital de fondos. El presupuesto debe de haber sido muy corto y se nota. Y son irrefutables las buenas intenciones del director, su eterna implicación con los débiles y las victimas. Pero también percibo que el talento está ausente en esta fábula sobre David y Goliat. En que gana el segundo, como casi siempre.

TITULO: El escarabajo verde - Lo llaman «desjudicializar»,.

Mientras las élites progres siguen debatiendo proyectos de emulación nacional, los pueblos se construyen bajo un enemigo común,.

Lo llaman «desjudicializar» | La Rioja

foto / Por fin comenzamos a compartir las mismas hipótesis básicas sobre la realidad. Incluso el partido de Puigdemont, centinela patriótico, reconoce que lo de mañana será una “movilización social” y que difícilmente se producirá el referéndum. Habrá carteles de protesta, ondearán banderas, retumbará la música al son del mambo, se escucharán los vítores. La congregación tendrá un tono arrebatador, tal vez tan cautivador que será difícil sustraerse a él. La embriaguez de una fuerza misteriosa terminará con la fusión de una ardiente masa fraternal para sentirse pueblo.

Los “otros”, esta semana, sucumbiendo a la repentina borrachera patriótica y al triste proceso de reforzar la autoestima identificándose con la grandeza de la nación, gritaban el bochornoso “a por ellos” flameando su propia bandera. Es más realista buscar la redención nacional, su superioridad moral y espiritual, mientras se construye con tono profético una identidad colectiva sobre agravios históricos. Porque hablar estos días de la histeria de los muros y las banderas es, al parecer, de una extrema bisoñez. ¡Y cuidado con las equidistancias! Dos nacionalismos rasgándose las vestiduras ante la “irracionalidad” del otro. En fin, ¿qué esperaban? ¿Acaso los nacionalismos no se alimentan entre sí?

Pero hacerse esta pregunta es pecar de esteticismo e ingenuidad. Mejor seguir jugando a la retórica patriótica, incluidas las izquierdas. Porque ese nacionalismo atávico de los ultras se combate con el patriotismo “bueno” que, curiosamente, cultiva la misma narrativa religiosa y tribal. Uno es esencialista; el otro, consciente de que “se tiene que reproducir todos los días” (Errejón dixit). Articularlo pensando en términos de amigo/enemigo es un detalle menor, aunque esa lógica se traduzca sin matices en lealtad sectaria frente a traición; o en la idea de un pueblo sencillo convertido en el guardián de las virtudes frente a la desorientación moral de las élites corruptas. Lo dice Pankaj Mishra: “El odio separa y también une”. Mientras las élites progres siguen debatiendo proyectos de emulación nacional, los pueblos se construyen bajo un enemigo común. Y a esto lo llaman democracia,.

TITULO:  Días de cine clásico - Cine -  La conquista del Oeste . , Miercoles -17, 24, 31  - Agosto,.

  Este  Miercoles -17, 24, 31  - Agosto a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.

 

 La conquista del Oeste
 
Reparto
 
 
La expansión hacia el Oeste protagonizada por los colonos, la anexión de Texas (1845) y la incorporación de Arizona, Nuevo México y California, tras una guerra con México que se salda con la victoria de los Estados Unidos (Tratado De Guadalupe-Hidalgo:1848) suponen un avance espectacular de la frontera norteamericana hacia el Pacífico. La película consta de cuatro episodios sobre la colonización del Oeste que tienen lugar entre 1830 y 1890. Los dos primeros y el último, fueron dirigidos por Hathaway, y el tercero, por Marshall, pero incluye también un interludio, dirigido por John Ford, ambientado en la guerra de Secesión (1861-1865), con un diálogo entre los generales nordistas Sherman (Wayne) y Grant (Morgan). Primera película rodada en Cinerama. El narrador es Spencer Tracy.

TITULO:   Un país para escucharlo -El impredecible infierno que fue Woodstock 1999: escenarios en llamas, abusos sexuales y un riachuelo de heces,.

 
Un país para escucharlo,.
 

Este martes- 16, 23, 30 - Agosto  a las 23.00 por  La 2, foto.

El impredecible infierno que fue Woodstock 1999: escenarios en llamas, abusos sexuales y un riachuelo de heces,.

Dos documentales detallan el calamitoso festival celebrado en Nueva York que buscaba emular en 1999 la legendaria cita de 1969 y que fue clausurado entre hogueras, revueltas y violencia,.

 Así se fraguó la muerte de Woodstock

Empezó con la exhortación a disfrutar de tres días de “paz, amor y música”, y acabó con escenarios en llamas, torres de sonido reducidas a añicos, carpas arrasadas, prensa y artistas huyendo como almas que lleva el diablo, los promotores atrincherados en sus oficinas y miles de jóvenes vándalos, resacosos y exhaustos, revolcándose en un riachuelo de heces fecales.

Fue Woodstock 1999, “el día en que murió la música en directo”, según la oportuna expresión del San Francisco Examiner (referencia al mítico día en que la música murió, que cantaba Don McLean en American Pie). El pasado 3 de agosto se estrenó en Netflix Fiasco Total: Woodstock 99 (Trainwreck: Woodstock 99), documental dirigido por Jamie Crawford que es una espeluznante autopsia, en tres capítulos de alrededor de 45 minutos cada uno, del que muchos consideran uno de los festivales de música más bochornosos y caóticos de la historia.

Entre el viernes 23 y el domingo 25 de julio de 1999, en la localidad de Rome, en el centro del Estado de Nueva York, se produjo un crimen. Un atentado, ciertamente, contra la música, la sensatez y el sentido del decoro. Si algo deja claro el documental de Crawford es que los perpetradores fueron múltiples, pero ninguno de ellos parece muy dispuesto a asumir su responsabilidad a estas alturas.

Los primeros en escurrir el bulto fueron Michael Lang, creador de la franquicia Woodstock (fallecido el pasado enero), y John Scher, principal promotor de la nefasta edición. Ambos participaron ya en Woodstock ‘99: Peace, Love and Rage, documental de HBO que se estrenó el pasado verano. En aquella ocasión, Lang y Scher optaban por culparse mutuamente.

Esta vez, en Trainwreck, ambos coinciden en buscar otro chivo expiatorio: el público. Una generación de jóvenes, la de finales de los noventa, “irresponsable, agresiva y anárquica”, muy alejada del espíritu de paz y amor del Woodstock original de 1969. Sin embargo, la interesada versión del par de gerifaltes del invento, no es respaldada por casi ninguna otra de las voces que intervienen en el documental. Y son muchas: periodistas que lo cubrieron, como David Blaustein, de ABC News, o Ananda Lewis, de MTV; artistas que formaron parte del cartel. como Jewel, Fatboy Slim, Gavin Rossdale (líder de Bush) o Jonathan Davis (cantante de Körn); personal de producción, seguridad o los puestos de venta; sanitarios, funcionarios, el alcalde de Rome y una decena larga de asistentes que en aquel momento tenían entre 14 y 25 años.

Aquellas lluvias, estos lodos

Los antecedentes son claros. La edición de 1969 fue un más que evidente desastre organizativo, pero un éxito cultural indiscutible. Paz y amor, Janis Joplin, Jimi Hendrix, The Who, Grateful Dead, Santana, la nación hippie movilizándose contra la guerra de Vietnam. Michael Lang impulsó todo aquello en un alarde de emprendimiento contracultural quijotesco, pero tuvo que asumir cuantiosas pérdidas y solo recuperó la inversión más de 10 años después, gracias a la banda sonora de la película y a la venta de merchandising.

En 1994, coincidiendo con el 25º aniversario del primer evento, Lang y su nuevo socio, Scher, lanzaron un Woodstock 1994 pacífico y satisfactorio en lo artístico, pero que les hizo perder dinero a espuertas. En 1999, se conjuraron para capitalizar, de una vez por todas, la marca Woodstock con un evento concebido y ejecutado de manera totalmente profesional, sin el idealismo naíf que había convertido las anteriores ediciones en negocios ruinosos.

El festival se celebró en la base aérea de Griffis, un recinto militar abandonado en las afueras de la pequeña ciudad neoyorquina de Rome, a más de 150 kilómetros de la ubicación del primer Woodstock. La base resultó ser un recinto muy poco adecuado para una acampada musical de tres días. Se trataba de un inmenso solar lleno de asfalto y hierba descuidada, sin apenas árboles en el que, además, la distancia entre los dos escenarios principales rondaba los cuatro kilómetros.

Para colmo de males, ese fin de semana se produjo una ola de calor extremo en el Estado, con temperaturas de hasta 39 grados y una sensación térmica por encima de los 40 (algo más que la ola de calor que ha tomado este año la costa Este). Se calcula que alrededor de 400.000 personas desfilaron por ese feo e inhóspito recinto al aire libre durante ese fin de semana. Más de 250.000 se reunieron la noche del sábado, el momento de mayor afluencia.

De tribu alternativa a masa enfurecida

A esas alturas, según relato de una de las asistentes, Heather, que por entonces tenía 14 años, eran ya muchos los que empezaban a sentir que les estaban tratando “como animales”. Entre los motivos de queja, se llevaba la palma el precio prohibitivo de la comida y bebida en las carpas comerciales. Cuatro dólares por una botella de agua (el equivalente a siete hoy), entre ocho y 10 por una porción de pizza, un sándwich o un burrito (hoy, unos 18), en un evento en el que estaba prohibido traer provisiones del exterior y por cuya entrada habían pagado 150 dólares (266 dólares de hoy, 260 euros).

Otros motivos de indignación eran la falta de un servicio de gestión de residuos digno de tal nombre (“ya el sábado por la mañana nos despertamos en un mar de basura que nadie recogía”, explica Heather) o el precario sistema de letrinas portátiles, muchas de las cuales reventaron a las pocas horas por exceso de uso, llenando el recinto de inmundicia y propagando un hedor indescriptible.

Es más, tal y como reconoce en el documental uno de los encargados del servicio de salud, en algún momento del fin de semana, el agua de los surtidores gratuitos que la gente usaba para saciar su sed, ducharse o lavarse los dientes, dejó de ser salubre. Se contaminó con las heces de las letrinas. No solo no se podía beber, su simple contacto con el cuerpo produjo, en muchos casos, erupciones cutáneas o infecciones en labios y encías.

El cartel del festival tampoco contribuyó a templar los ánimos. En la delirante programación predominaban bandas de rock duro o de la entonces floreciente escena nu metal, un estilo mezcla de rock duro y hip hop que durante 10 minutos arrasó entre los jóvenes blancos estadounidenses. Grupos como Korn, Creed, Kid Rock o las grandes estrellas del momento, Limp Bizkit. Además, estaban grupos con un sonido abrasivo y un discurso visceral como Offspring, Metallica o Rage Against the Machine, del todo ajenos al espíritu de paz y amor del primer Woodstock. Hacía 30 años, los fans de Joe Cocker o de Crosby, Stills, Nash & Young se habían enfrentado a las contrariedades e inclemencias de un evento multitudinario y precariamente organizado con feliz estoicismo. Incluso Janis Joplin, al verlos tan complacientes, se preocupó desde el escenario por su bienestar y les exhortó a quejarse si se sentían tratados con desconsideración (“no dejéis que os hagan tragar una mierda que no os merecéis”).

Sin embargo, ya el viernes 23 de julio de 1999 quedó claro que los fans del carismático líder de Korn, Jonathan Davis, solo compartían con los hippies de tres decenios atrás su propensión a desnudarse en público. Ese concierto, descrito por Ananda Lewis como “una demencial explosión de energía”, ya evidenció que el de Woodstock 99 no iba a ser un público dócil. Al contrario, se trataba de jóvenes vehementes, agresivos, muy dispuestos a llevar al límite el ambiente de libertad e impunidad que se respiraba y muy poco indulgentes con las incomodidades que estaban padeciendo.

El punto de inflexión decisivo se produjo la noche del sábado, durante el concierto de Limp Bizkit. En palabras de David Blaustein, esa noche “tres versiones distintas de Fred Durst [cantante del grupo] compitieron sobre el escenario”. Por un lado, su instinto le decía que entre aquella multitud de chavales exultantes e histéricos, muchos de ellos desnudos, se estaba cociendo algo muy gordo. Su sentido común le sugería que intentase relajar el ambiente. Y su ego le instigaba a convertirse en el sumo sacerdote de la revuelta. Se impuso el ego. Durst ofreció una actuación salvaje y frenética, y acabó incitando a su público a dar rienda suelta a su rabia y a “romperlo todo”, a no resignarse “a la mierda conformista que gente como Alanis Morissette [también presente en el cartel del festival] quiere venderos”. Le hicieron caso. Una parte del público asaltó y destrozó una de las torres de control de sonido.

Nada más bajarse del escenario, Durst concedió una entrevista tan breve como reveladora:

—¿Alguna vez habías visto algo así, Fred?

—No, yo nunca había hecho nada parecido.

—Supongo que habrás visto desde el escenario que ha habido serios incidentes.

—Bueno, sí, pero eso no es culpa nuestra.

El clima de violencia se trasladó horas después a la carpa de música electrónica en la que actuaba Norman Cook, más conocido como Fatboy Slim. A las dos de la madrugada, la súbita irrupción en la pista de baile de una furgoneta obligó a Cook a interrumpir su actuación. Cuando el personal de seguridad consiguió hacerse con el control del vehículo, descubrieron en su interior a una adolescente semidesnuda y drogada con evidentes signos de haber sufrido una violación en grupo.

Iluminados por el fuego

Pero el auténtico desastre se consumó la noche del domingo, durante el concierto de Red Hot Chili Peppers, la traca que acabaría clausurando el festival. El detonante fue una decisión absurda que la mayoría de los entrevistados atribuye a Michael Lang: repartir decenas de miles de velas encendidas entre los asistentes para pedirles que realizasen un acto espontáneo de homenaje a las víctimas de Columbine, el instituto en que se había producido un tiroteo masivo meses antes.

El público utilizó las velas para encender hogueras. Y los Peppers, ignorando a los promotores, que les habían sugerido que pidiesen calma desde el escenario (“no me harían caso, yo soy un músico, no un profeta”, le dijo su líder, Anthony Kiedis, a un cada vez más abrumado John Scher), se limitaron a decir que el fuego a pie de escenario les recordaba a Apocalypse Now y eligieron como bis Fire, de Jimi Hendrix. Imposible concebir una elección más inoportuna.

En los apenas tres minutos que duró la canción, las tres o cuatro hogueras ya existentes se transformaron en una docena. Acabado el concierto, se produjo una batalla campal en que estuvieron involucrados miles de jóvenes. La pulsión pirómana dio paso a escenas de violencia eufórica dignas de la novela El señor de las moscas. Arrasaron con todo, hasta el punto de dejar la base aérea en un estado que recordaba, según una integrante de la organización, “a Bosnia”, por entonces en guerra. Destruyeron las carpas comerciales, forzaron sus cajas registradoras, derribaron las torres de sonido, arrasaron con los murales de inspiración hippie que cubrían el perímetro de seguridad, intentaron irrumpir a la fuerza en la zona VIP y en las oficinas de la organización.

En opinión de Judy Berman, de la revista Time, “descargaron toda la ira acumulada en tres días de música agresiva, mensajes incendiarios y maltrato sistemático por parte de unos organizadores incompetentes y sin escrúpulos”. Para Berman “el festival fue, desde el principio, un completo despropósito, al asumir que 250.000 personas podrían funcionar durante tres días como una comunidad capaz de autorregularse, en condiciones de absoluto abandono por parte de la organización, sin que se produjesen incidentes graves”.

Rebecca Nicholson, de The Guardian, hace una interpretación de los hechos bastante parecida, pero añade que “el legado más siniestro de Woodstock 99 es la gran cantidad de violaciones y actos de abuso y acoso sexual que se produjeron en esos tres días”, consecuencia tanto de “una seguridad deficiente” como del “clima de impunidad y masculinidad tóxica que se vivía en la escena rockera de finales de los noventa”. La apología del nudismo, la desvergüenza lúdica y el amor libre escondían “un machismo atroz y una nauseabunda falta de respeto a la libertad sexual de las mujeres”.

Ananda Lewis va un paso más allá al decir que el movimiento Me Too es, hasta cierto punto, “una reacción a la cultura del abuso misógino que se puso de manifiesto, con mucha contundencia, en Woodstock 99″. Pero la reflexión de mayor alcance tal vez sea la de Heather, la por entonces adolescente que reconoce, un par de décadas después, haber pasado en aquel en Woodstock uno de los mejores fines de semana de su vida, pero se felicita por que sus hijas “ya no tendrán que sufrir cosas que las chicas” de su generación se habían “resignado a considerar normales”. Aquel desastre de hace 23 años sigue proyectando una larga sombra. La noche en que murió la música en directo se conserva muy viva en el recuerdo.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario