La prótesis del Rey-foto-
No es la prótesis la que ha pedido un rey nuevo. Es el Rey el que necesita una prótesis. Vástago corto, al parecer. Es
el Rey el que precisa un matrimonio entre cabeza de fémur y acetábulo,
ese acomodo pélvico que permite la articulación ideal para el sistema
locomotor. Es el Rey quien precisa una lubricación que su cartílago
natural le niega. La artrosis pasa su factura. Un hombre de
setenta y cinco años, particularmente trabajados, sufre el desgaste de
las articulaciones, el roce de huesos sin almohadilla. Nada más allá de
lo previsible. Un mecánico ilustrado y brillante al uso,
gallego, le ha limpiado la herida, le ha acoplado la pelota metálica y
le ha dejado al pie de la recuperación, que habrá de venir después de
unas semanas de espera y de otra intervención parecida en la que todo
acabe siendo definitivo. Desde el análisis meramente clínico y
quirúrgico no hay nada nuevo bajo el sol: cientos de pacientes se
someten a tratamientos quirúrgicos semejantes y la inmensa mayoría de
ellos cursan con resultados satisfactorios. Personas de esa edad
recuperan movilidad y calidad de vida, vuelven a los andurriales de la
existencia y persiguen a los nietos por los pasillos de los días.
Pero es el Rey de España. Ningún jefe de Estado, a excepción de Reagan cuando un pirado le metió un tiro por el sobaco, ha despertado tanta expectación en una intervención quirúrgica. Si al presidente de la República Federal de Alemania le hubiesen cambiado parte del chasis, nadie le hubiera prestado ni la mitad de la mitad de interés. Aquí, en cambio, se han dado muestras de afectuosa preocupación por la salud del 'jefe' y sí se han dado, sorprendentemente, extemporáneas manifestaciones de estupidez colectiva; lo cual, por otra parte, da una idea de la trascendencia del personaje.
Ya pasado el tiempo prudencial en el que los calores de la tontería pierden parte de su efecto impactante, bueno será recordar a los tontos profesionales que han dejado salir lo mejor de sí mismos en forma de exabrupto declarativo. Con el Rey en su laberinto, en su cuarto de recuperación, en su despacho de consultas, en sus paralelas y sus andadores, bueno será acordarse de aquellos que destaparon debates estériles y absurdos acerca de su intervención y su tratamiento. Los mismos que quisieron echar del hospital público a Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, tras su aparatoso accidente de moto, son los que han censurado a la Casa del Rey por trasladarle a un hospital privado para intervenirle en una situación de carácter emergente. El comando vergonzoso y sindical de 'batas blancas' que escenificó un acoso en el centro hospitalario en el que Cifuentes luchaba entre la vida y la muerte inspira la invectiva política que ha experimentado el Rey por operarse en un centro privado. Conocidos mediocres de la política, desde el agraz Cayo Lara hasta la estadista Elena Valenciano -y la flamante nueva presidenta de la Junta de Andalucía-, han intervenido en la libertad personal para elegir facultativo y hospital que ha ejercido el Monarca -o mejor, sus médicos- asegurando que ello significaba «un desprecio» por la sanidad pública excelente, por cierto que se desarrolla en los centros hospitalarios españoles. No cabe mayor demagogia barata. Si el Rey hubiese sido atendido en cualquiera de los centros públicos a los que hacen referencia, no habrían pasado dos minutos antes de que se criticase el disturbio que su presencia pudiera haber creado en el natural atasco de los servicios hospitalarios de centros como los citados. U otros argumentos que la nerviosa agitación republicanoide hubiera tenido a bien encontrar. La operación del Rey -en dos tomas- ha sido un éxito y solo queda que desearle una recuperación acorde a sus posibilidades. No va a correr la final de los cien metros lisos, pero no es eso lo que se le pide. No se reina con la cadera, pero es indudable que se sirve mejor al país con las facultades físicas en el mejor estado posible.
Pasado el fervorín con el que algunos han interpretado la intervención quirúrgica del titular de la Corona, es de esperar que se le permita recuperarse con cierta tranquilidad. La prótesis cumple su cometido. Y el Rey también. Y los tontos, que vuelvan a sus menesteres si es posible.
TÍTULO; LA CARTA DE LA SEMANA, HISPANIDAD,
El escritor e intelectual Juan Manuel de Prada ha escrito un artículo en ABC sobre el conflicto que se vive en Siria. Por su interés, lo reproducimos íntegramente:
Empecemos por aclarar que en Siria no hay ninguna guerra civil. Los llamados «rebeldes sirios» no reclaman reformas ni acaudillan ninguna «revolución popular». Los llamados «rebeldes sirios» no son sino mercenarios y terroristas reclutados en los parajes más variopintos del atlas, financiados desde Qatar o Arabia Saudita y con frecuencia adiestrados por los propios Estados Unidos, que les llevan prestando apoyo logístico –al igual que Israel– desde que comenzara el conflicto. Enfrente de ellos se halla un régimen de corte dictatorial que, al igual que ocurría con Sadam Husein en Irak o con Gadafi en Libia, se distingue por ejercer la tolerancia con las comunidades cristianas y por defender los barrios en los que se asientan de los sanguinarios ataques de los «rebeldes», que no pierden ocasión de cometer las atrocidades más espeluznantes contra los cristianos. Si esta chusma no hubiese recibido incesantes refuerzos, financiación y suministros de armas desde el exterior, la guerra en Siria habría sido atajada hace tiempo.
Como los Estados Unidos no pueden proclamar sin ambages que apoyan el terrorismo en Siria justifican ahora su ataque alegando que el régimen de Assad ha utilizado armas químicas. ¿Quién puede tragarse semejante superchería? El ataque con armas químicas ocurrió en Guta, el suburbio oriental de Damasco, donde Assad mantiene reñida disputa contra los terroristas financiados desde el exterior. Resulta muy difícilmente concebible que se empleen armas químicas allá donde se mantienen concentradas tropas; y resulta directamente rocambolesco que, además, se empleen mientras los inspectores de armas de la ONU se hallan en el país. Las armas químicas, evidentemente, han sido empleadas por la chusma a la que apoya Estados Unidos. Y el intento de justificar tan burdamente la intervención se incorpora así al repertorio de engañifas fabricadas por los Estados Unidos en su afán imperialista, iniciado con la voladura del Maine.
La intervención en Siria fue diseñada hace mucho tiempo, a modo de prólogo al ataque a Irán, que es la pieza que en última instancia se pretende abatir. Las razones que se alegaban para justificarla eran, sin embargo, tan inconsistentes y la calaña de la chusma que combate a Assad tan repugnante que tal intervención se había tenido que aplazar. Pero el peligro de colapso inminente del dólar ha exigido urdir ahora esta engañifa tan burda. Por aceptar euros a cambio de petróleo fue derrocado Sadam Husein; por pretender crear una divisa africana fundada en el patrón oro –el dinar– fue liquidado Gadafi; por pretender desligar las ventas de su petróleo del dólar, Irán se ha convertido en la bicha de los americanos. El problema de fondo es que el dólar, la moneda de reserva mundial desde Bretton-Woods, está cada vez más desprestigiada; con una deuda pública mayor que todos los países de la Unión Europea juntos, cada dólar que imprime Estados Unidos es, a estas alturas, papel mojado. El colapso del dólar sólo se podrá dilatar mientras se mantenga como divisa de las transacciones internacionales de petróleo; en cuanto un grupo de países empezase a comerciar en otra divisa, Estados Unidos iría a la bancarrota. La intervención en Siria es tan sólo un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán.
«Otra vez millares de víctimas serán sacrificadas sobre el altar de una imaginaria democracia», acaba de denunciar paladinamente el Patriarcado de Moscú. Estamos en manos de una chusma dispuesta a todo con tal de mantener su supremacía.
Pero es el Rey de España. Ningún jefe de Estado, a excepción de Reagan cuando un pirado le metió un tiro por el sobaco, ha despertado tanta expectación en una intervención quirúrgica. Si al presidente de la República Federal de Alemania le hubiesen cambiado parte del chasis, nadie le hubiera prestado ni la mitad de la mitad de interés. Aquí, en cambio, se han dado muestras de afectuosa preocupación por la salud del 'jefe' y sí se han dado, sorprendentemente, extemporáneas manifestaciones de estupidez colectiva; lo cual, por otra parte, da una idea de la trascendencia del personaje.
Ya pasado el tiempo prudencial en el que los calores de la tontería pierden parte de su efecto impactante, bueno será recordar a los tontos profesionales que han dejado salir lo mejor de sí mismos en forma de exabrupto declarativo. Con el Rey en su laberinto, en su cuarto de recuperación, en su despacho de consultas, en sus paralelas y sus andadores, bueno será acordarse de aquellos que destaparon debates estériles y absurdos acerca de su intervención y su tratamiento. Los mismos que quisieron echar del hospital público a Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid, tras su aparatoso accidente de moto, son los que han censurado a la Casa del Rey por trasladarle a un hospital privado para intervenirle en una situación de carácter emergente. El comando vergonzoso y sindical de 'batas blancas' que escenificó un acoso en el centro hospitalario en el que Cifuentes luchaba entre la vida y la muerte inspira la invectiva política que ha experimentado el Rey por operarse en un centro privado. Conocidos mediocres de la política, desde el agraz Cayo Lara hasta la estadista Elena Valenciano -y la flamante nueva presidenta de la Junta de Andalucía-, han intervenido en la libertad personal para elegir facultativo y hospital que ha ejercido el Monarca -o mejor, sus médicos- asegurando que ello significaba «un desprecio» por la sanidad pública excelente, por cierto que se desarrolla en los centros hospitalarios españoles. No cabe mayor demagogia barata. Si el Rey hubiese sido atendido en cualquiera de los centros públicos a los que hacen referencia, no habrían pasado dos minutos antes de que se criticase el disturbio que su presencia pudiera haber creado en el natural atasco de los servicios hospitalarios de centros como los citados. U otros argumentos que la nerviosa agitación republicanoide hubiera tenido a bien encontrar. La operación del Rey -en dos tomas- ha sido un éxito y solo queda que desearle una recuperación acorde a sus posibilidades. No va a correr la final de los cien metros lisos, pero no es eso lo que se le pide. No se reina con la cadera, pero es indudable que se sirve mejor al país con las facultades físicas en el mejor estado posible.
Pasado el fervorín con el que algunos han interpretado la intervención quirúrgica del titular de la Corona, es de esperar que se le permita recuperarse con cierta tranquilidad. La prótesis cumple su cometido. Y el Rey también. Y los tontos, que vuelvan a sus menesteres si es posible.
TÍTULO; LA CARTA DE LA SEMANA, HISPANIDAD,
Juan Manuel de Prada, sobre el conflicto en Siria: “Las armas químicas han sido empleadas por la chusma a la que apoya EEUU”
“Enfrente de ellos se halla un régimen de corte dictatorial que, al igual que ocurría con Sadam Husein en Irak o con Gadafi en Libia, se distingue por ejercer la tolerancia con las comunidades cristiana”, dice el escritorEl escritor e intelectual Juan Manuel de Prada ha escrito un artículo en ABC sobre el conflicto que se vive en Siria. Por su interés, lo reproducimos íntegramente:
Empecemos por aclarar que en Siria no hay ninguna guerra civil. Los llamados «rebeldes sirios» no reclaman reformas ni acaudillan ninguna «revolución popular». Los llamados «rebeldes sirios» no son sino mercenarios y terroristas reclutados en los parajes más variopintos del atlas, financiados desde Qatar o Arabia Saudita y con frecuencia adiestrados por los propios Estados Unidos, que les llevan prestando apoyo logístico –al igual que Israel– desde que comenzara el conflicto. Enfrente de ellos se halla un régimen de corte dictatorial que, al igual que ocurría con Sadam Husein en Irak o con Gadafi en Libia, se distingue por ejercer la tolerancia con las comunidades cristianas y por defender los barrios en los que se asientan de los sanguinarios ataques de los «rebeldes», que no pierden ocasión de cometer las atrocidades más espeluznantes contra los cristianos. Si esta chusma no hubiese recibido incesantes refuerzos, financiación y suministros de armas desde el exterior, la guerra en Siria habría sido atajada hace tiempo.
Como los Estados Unidos no pueden proclamar sin ambages que apoyan el terrorismo en Siria justifican ahora su ataque alegando que el régimen de Assad ha utilizado armas químicas. ¿Quién puede tragarse semejante superchería? El ataque con armas químicas ocurrió en Guta, el suburbio oriental de Damasco, donde Assad mantiene reñida disputa contra los terroristas financiados desde el exterior. Resulta muy difícilmente concebible que se empleen armas químicas allá donde se mantienen concentradas tropas; y resulta directamente rocambolesco que, además, se empleen mientras los inspectores de armas de la ONU se hallan en el país. Las armas químicas, evidentemente, han sido empleadas por la chusma a la que apoya Estados Unidos. Y el intento de justificar tan burdamente la intervención se incorpora así al repertorio de engañifas fabricadas por los Estados Unidos en su afán imperialista, iniciado con la voladura del Maine.
La intervención en Siria fue diseñada hace mucho tiempo, a modo de prólogo al ataque a Irán, que es la pieza que en última instancia se pretende abatir. Las razones que se alegaban para justificarla eran, sin embargo, tan inconsistentes y la calaña de la chusma que combate a Assad tan repugnante que tal intervención se había tenido que aplazar. Pero el peligro de colapso inminente del dólar ha exigido urdir ahora esta engañifa tan burda. Por aceptar euros a cambio de petróleo fue derrocado Sadam Husein; por pretender crear una divisa africana fundada en el patrón oro –el dinar– fue liquidado Gadafi; por pretender desligar las ventas de su petróleo del dólar, Irán se ha convertido en la bicha de los americanos. El problema de fondo es que el dólar, la moneda de reserva mundial desde Bretton-Woods, está cada vez más desprestigiada; con una deuda pública mayor que todos los países de la Unión Europea juntos, cada dólar que imprime Estados Unidos es, a estas alturas, papel mojado. El colapso del dólar sólo se podrá dilatar mientras se mantenga como divisa de las transacciones internacionales de petróleo; en cuanto un grupo de países empezase a comerciar en otra divisa, Estados Unidos iría a la bancarrota. La intervención en Siria es tan sólo un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán.
«Otra vez millares de víctimas serán sacrificadas sobre el altar de una imaginaria democracia», acaba de denunciar paladinamente el Patriarcado de Moscú. Estamos en manos de una chusma dispuesta a todo con tal de mantener su supremacía.