"Ya ha perdido un hijo, este tiene que salir por fuerza" / fotos,.
El dispositivo de emergencia que trata de localizar y rescatar a Julen, el niño de 2 años que cayó el pasado domingo por un orificio de unos 110 metros de profundidad fruto de un sondeo para la detección de agua subterránea en Totalán (Málaga), está utilizando una máquina retroexcavadora para ampliar y afianzar el carril de acceso al lugar, ya que los camiones de gran tonelaje utilizados en las labores de prospección de la cavidad no pueden circular debido a lo abrupto y angosto del terreno.
Según ha confirmado un portavoz de la Guardia Civil, están preparando el camino para la llegada de un vehículo de gran tonelada con mayor capacidad de absorción que contribuirá a la extracción de materiales compactados detectados a unos 73 metros de profundidad, donde se acometen desde el domingo tareas de excavación "muy delicadas" para no provocar un derrumbe interno y siempre con el objetivo de poder determinar el estado del menor.
Para ello también se cuenta con un robot con cámara facilitado por una empresa local que permite conocer el entorno y la evolución de los trabajos, sin que por el momento hayan encontrado rastro alguno del niño.
De forma paralela se estudia y prepara el terreno para una posible excavación de un segundo pozo paralelo, que tendría un diámetro suficiente "como para permitir la entrada de una persona" que se pudiera ejecutar el rescate en la base de los orificios. Pero para ello es preciso además entubar el orificio del sondeo por el que se perdió Julen, pues es la única forma de proteger las paredes y evitar desprendimientos, ha explicado el portavoz de la Guardia Civil.
La tercera medida es la excavación a cielo abierto y de forma perpendicular o diagonal hacia el tope de profundidad del agujero.
Los operarios trabajan en un entorno de 200 metros cuadrados donde se han instalado varios puestos de trabajo para el rescate, de mando para la organización de las tareas y de descanso. El terreno es escarpado y dificulta las tareas.
La subdelegada del Gobierno de Málaga, María Gámez, ha asegurado que "la prioridad ahora mismo es localizarlo y acceder hasta él". Gámez ha explicado que existen las técnicas apropiadas para acceder a este tipo de espacios y que se están probando todas las alternativas posibles para "tener todo el cuidado posible". "Hemos sacado unos 30 centímetros de tierra y tenemos que seguir probando otras alternativas", ha explicado.
Gámez ha afirmado que durante la pasada noche se encontraron dentro del pozo, a unos 78 metros de profundidad, una bolsa de chucherías que llevaba el pequeño, así como un vaso de Julen.
Los equipos de rescate han logrado sacar algo de tierra del pozo de más de cien metros de profundidad, aunque se han topado con una "zona dura" que complica las tareas. "Nadie está preparado exactamente para un rescate en estas condiciones", ha señalado Gámez, quien ha explicado que no se trata solo de llegar hasta el fondo del pozo sino de "conservar el hueco por donde se debe rescatar"
El portavoz de la Guardia Civil de Málaga, Bernardo Moltó, ha explicado que se han estado probando todas las ideas y materiales para poder acceder hasta el niño. "Hasta ahora lo que hemos conseguido es perforar un poco el tapón. Vamos a intentar extraer la tierra con un sistema que viene un camión para extraerlo y se va a probar a hacer un túnel paralelo, pero para ello necesitamos entubar el pozo hasta llegar al niño".
Lo que sí ha confirmado el portavoz, es que todavía no se ha localizado al niño porque se han llegado hasta los 73 metros, pero que el pozo tiene más profundidad. "No sabemos a qué altura está el niño, sólo hemos llegado a 73 metros", ha asegurado.
El único avance es que los equipos de rescate han logrado avanzar unos 30 centímetros en la zona taponada ubicada a unos 73 metros de profundidad del agujero, el cual apenas supera los 25 centímetros de anchura. "Se ha podido extraer algo de tierra y ahora mismo es lo que seguimos haciendo", ha indicado la Guardia Civil, quien ha destacado la gran cantidad de ofertas por parte de empresas y particulares para ayudar y aportar tecnología a la labores de localización y rescate del niño.
En el puesto de mando avanzado ubicado en el paraje conocido como Cerro de la Corona, se ha decidido continuar con la extracción de materiales, para lo que se espera la llegada de un camión de gran tonelaje dotado con los medios para ello sin causar más caída de arena o tierra en el interior del agujero.
En relación al pozo donde se ha caído, ha explicado que el agujero mide 25 centímetros de diámetro y tiene 110 metros de profundidad, por lo que "solo se encuentran allí los efectivos necesarios". Igualmente, ha dicho que no se ha realizado ninguna perforación cerca del pozo para las tareas de búsqueda.
Asimismo, el portavoz ha indicado que por el momento no hay ninguna investigación abierta, dado que "lo importante es rescatar al niño".
Cabe recordar que los hechos han sucedido sobre las 14.00 horas del domingo cuando el 112 recibió un aviso de la caída de un menor de dos años por un agujero en la zona del Dolmen del Cerro de la Corona. Según la Subdelegación, se trata de un orificio de prospección para buscar agua de pequeño diámetro.
Por su parte, el diputado provincial responsable del CPB, Francisco Delgado Bonilla, señaló la "complejidad técnica" que conllevan las tareas de rescate, apuntando en declaraciones a Europa Press que el pozo en cuestión "al parecer, no contaba con protección alrededor".
TITULO: LA NOCHE ABIERTA - ENTREVISTA - El Wagner posapocalíptico y ecologista llega al Real,.
LA NOCHE ABIERTA
Progroma presentado por Pedro Ruiz, entrevistas por La 2 los martes a las 22:30, un gran espacio de música, foto etc.
Entrevista - El Wagner posapocalíptico y ecologista llega al Real,.
Madrid acoge el montaje de 'El anillo del Nibelungo’ que dirige Robert Carsen, con el debut en la obra de Pablo Heras-Casado,.
foto / Cuando extraes el metal sin brillo del agua y lo pones al sol estás
perdido. Se convierte en oro que reluce maldito y la avaricia de ese
destello, no sólo destruye a quien la persigue. También al mundo. Puede
parecer un resumen de la historia de la humanidad. De hecho, lo es. Y
esa era la intención de Richard Wagner al crear su obra máxima: la tetralogía de El anillo del Nibelungo.
La gran alegoría del universo y la especie que lo puebla, esa
construcción de la destrucción, explica como pocas cosas qué nos pasa,
nos ha pasado y nos seguirá pasando. Con El oro del Rin, la primera parte de las cuatro que lo componen, abren en el Teatro Real el director de escena Robert Carsen y el músico Pablo Heras-Casado este prólogo a una aventura de cuatro años consecutivos.
Para Heras-Casado, “esta es la obra de arte más grande jamás concebida por un ser humano”. Lo dijo este lunes en la presentación de la que a partir del jueves día 17 y hasta el 3 de febrero estará en cartel, acompañado de Carsen, del escenógrafo Patrick Kinmonth y del director artístico del Real, Joan Matabosch.
Supone el debut del músico con la obra en el foso. Ningún director sale indemne de la travesía. El anillo… te transforma. Y Heras-Casado es consciente de lo que supone desde que con 20 años lo vio por primera vez en el Festival de Bayreuth. “Es un desafío de dimensiones épicas: 110 músicos en el foso, pero no sólo para aumentar los decibelios, sino para buscar todos los colores y sonidos posibles para apoyar el discurso psicológico de los personajes y la obra”.
Una pieza profética que Carsen montó por primera vez en el año 2000 y
ha viajado con su estética posapocalíptica y su entronque ecologista
por todo el mundo. En su visión, se mezclan todas las posibles
vertientes contemporáneas de la codicia: de la destrucción industrial
del planeta a los pelotazos inmobiliarios. “Desde el inicio, Wagner nos
pinta una catástrofe. Y a través de la obra nos va describiendo como la
lucha por el poder destroza el mundo”, comenta Carsen. Pero que además,
en el fondo, según él, es también la peripecia de una familia
disfuncional.
Desde los dioses a los esclavos, del explotador al explotado, todo resbala hacia la pendiente y ha dejado tras su paso un río contaminado, pájaros moribundos, una penumbra perpetua y criaturas desahuciadas. Con otro cambio de paso visionario para nuestra época, según Patrick Kinmonth: “Empieza con un hombre y acaba con una mujer”, asegura. Como ciclo abierto y esperanza de transformación del mundo, en esa profecía consciente tan adecuada al siglo XXI.
La obra simboliza con fuerza el poder del genio, la certeza del arte visionario. Todo eso preña la tetralogía wagneriana. “No podemos saber si lo hizo de manera consciente. Lo que sí parece evidente es que constantemente nos previene sobre lo que nos puede pasar si cada quien persigue lo suyo. Pero, además de todo eso, predice el poder del subconsciente en los elementos musicales y dramatúrgicos antes de Freud”, comenta Carsen.
Con la ayuda, sobre todo de Nietzsche y la teoría del eterno retorno pero también de Schopenhauer y El mundo como voluntad y representación, dos de sus grandes referencias filosóficas para entender El anillo del nibelungo.
Para Heras-Casado, “esta es la obra de arte más grande jamás concebida por un ser humano”. Lo dijo este lunes en la presentación de la que a partir del jueves día 17 y hasta el 3 de febrero estará en cartel, acompañado de Carsen, del escenógrafo Patrick Kinmonth y del director artístico del Real, Joan Matabosch.
Supone el debut del músico con la obra en el foso. Ningún director sale indemne de la travesía. El anillo… te transforma. Y Heras-Casado es consciente de lo que supone desde que con 20 años lo vio por primera vez en el Festival de Bayreuth. “Es un desafío de dimensiones épicas: 110 músicos en el foso, pero no sólo para aumentar los decibelios, sino para buscar todos los colores y sonidos posibles para apoyar el discurso psicológico de los personajes y la obra”.
Cuatro años para una obra total
En una sola entrega, las casi 20 horas de duración resultan complejas. Por eso, casi todos los teatros del mundo racionan El anillo del nibelungo en cuatro sesiones durante temporadas sucesivas. Así será con este montaje de Robert Carsen, que pudo verse también en el Liceu barcelonés
con Josep Pons en el foso. Llega ahora a Madrid, siempre con la
dirección de Pablo Heras-Casado, hasta su culminación en 2022. A El Oro del Rin lo seguirán La valquiria, Siegfried y El ocaso de los dioses. El
reparto de este prólogo está encabezado por Greer Grimsley (Wotan),
Samuel Youn (Alberich), Ain Anger (Fasolt), Alexander Tsymbalyuk
(Fafner) o Joseph Kaiser (Loge) y Sarah Connolly (Fricka).
Desde los dioses a los esclavos, del explotador al explotado, todo resbala hacia la pendiente y ha dejado tras su paso un río contaminado, pájaros moribundos, una penumbra perpetua y criaturas desahuciadas. Con otro cambio de paso visionario para nuestra época, según Patrick Kinmonth: “Empieza con un hombre y acaba con una mujer”, asegura. Como ciclo abierto y esperanza de transformación del mundo, en esa profecía consciente tan adecuada al siglo XXI.
La obra simboliza con fuerza el poder del genio, la certeza del arte visionario. Todo eso preña la tetralogía wagneriana. “No podemos saber si lo hizo de manera consciente. Lo que sí parece evidente es que constantemente nos previene sobre lo que nos puede pasar si cada quien persigue lo suyo. Pero, además de todo eso, predice el poder del subconsciente en los elementos musicales y dramatúrgicos antes de Freud”, comenta Carsen.
Con la ayuda, sobre todo de Nietzsche y la teoría del eterno retorno pero también de Schopenhauer y El mundo como voluntad y representación, dos de sus grandes referencias filosóficas para entender El anillo del nibelungo.
TÍTULO: COPA Y PURO - “Se nos va Toti…” ,.
COPA Y PURO - “Se nos va Toti…” ,fotos.
“Se nos va Toti…”
Unas setecientas personas del mundo editorial de Barcelona y Madrid despiden a Claudio López Lamadrid,.
La gustaba al editor Claudio López Lamadrid
cultivar la relación personal, en especial con sus autores, “y si no
empatizo, inconscientemente suelo apartarlo de mi lado, dejo de trabajar
directamente con él”. Le debió ocurrir poquísimas veces con los
escritores o con cualquiera, a tenor de las más de 700 personas que han
rebosado el oratorio del tanatorio de Sant Gervasi de Barcelona para
despedir al director literario de Penguin Random House, inopinadamente
fallecido la noche del viernes a los 59 años tras un infarto cerebral
que le atropelló en su oficina.
“Dios no tiene calendario ni reloj”, recordó en su homilía el sacerdote por esa ausencia a destiempo del editor a unos asistentes que desbordaban pasillos y que en parte se quedaron también sin poder entrar. Todo el sector editorial estaba ahí. Tanto de Barcelona (Sandra Olla, de Acantilado/Quaderns Crema; Juan Cerezo, de Tusquets, donde López Lamadrid se estrenó como editor; los presidentes del Gremio de Editores de Cataluña y de los editores en lengua catalana, Patrici Tixis y Montse Ayats…); como de Madrid (Ofelia Grande de Andrés, de Siruela….). De veteranos y competidores directos (Jesús Badenes, responsable de la división de Librerías del Grupo Planeta) a jóvenes cachorros ya crecidos (Aniol Rafel, de Edicions del Periscopi; Luis Solano, de Libros del Asteoride; Eugènia Broggi, de l’Altra Editorial…). De libreros (Lluís Morral, de Laie) a escritores (Javier Cercas, Ignacio Martínez de Pisón, Jordi Soler, Santiago Roncagliolo; Paticio Pron, Marcos Giralt Torrente, Elvira Navarro y Ray Lorgia, desde Madrid; Sergio del Molino, desde Zaragoza…) y agentes literarios (Mónica Martín, también de la agencia Carme Balcells). Y hasta políticos (del ministro de Cultura, José Guirao, al socialista Miquel Iceta, pasando por el tercer teniente de alcaldía de Barcelona, Jaume Asens). No se vio a la consejera de Cultura de la Generaliat, Laura Borràs, que fue a visitar a los políticos presos catalanes en Lledoners. Envió a la delegada de Cultura en Barcelona, Àngels Torras, arguyeron en su departamento, donde recordaron que “el viernes ya tuiteó el pésame”.
Pero no se distinguían, tampoco se buscaban, procedencias, ni lenguas ni edades… Ni espacio ni tiempo, como decía el capellán. Ni presencias ni ausencias. Así lo constató Borja López Lamadrid, que recordó la facilidad de su hermano mayor Claudio por “escaquearse por la patilla” de todo acto aunque lo organizara él; o de su puntual reto de verano que lanzaba al llegar a Comillas, la residencia familiar. El del pasado verano fue: “Llegas a un aeropuerto y en esas puertas automáticas aparecen a la vez cuatro hijos tuyos. ¿A cuál abrazas primero?”, planteó quizá pensando en los dos que tuvo él de sendos matrimonios y los otros dos que tenía ya la que fue su última compañera, la cineasta Ángeles González-Sinde.
“Todos sois ya de esta gran familia”, les dirigió a estos últimos Miriam, hermana de quien se autoproclamaba, recordó, “el favorito de mamá”. Mamá Carmen estaba ahí presente, entera como el resto de la familia, todos con un elegante punto de ironía y humor genético que explicaba el del editor. Fue Miriam la que desveló que en casa le llamaban Toti: “Se nos va Toti,”, se le escapó antes de pedirle que le diera un beso al padre de ambos, fallecido hacía apenas tres meses.
“Transmitía que todo saldría bien, con esa imagen suya de invulnerabilidad, siempre fiel a sí mismo en su huida eterna; no decía mucho y muchas veces tampoco se le entendía, pero era capaz de inventarse cláusulas inexistentes para no pasar a bolsillo un título”, le evocó en una hábil y sentido patchwork personal y profesional el editor de Debate y Taurus, Miguel Aguilar, con quien trabajaba. Una entereza y un estar silenciosamente atento a los otros que ratificaron el directivo italiano Riccardo Cavallero, que llego a ser su jefe en 1997 en Grijalbo-Mondadori (“su mera presencia era tranquilidad absoluta”), y el filólogo y también joven editor Andreu Jaume, con quien compartía poesías y, hace unas semanas, sonatas de Schubert.
En el poliédrico perfil que iba forjándose, colorido como el retrato que de él hizo el dibujante El Roto que reposaba en un lado del altar, Rodrigo Fresán aseguró que cumpliría el último mandato de su editor de incluir la anécdota en un libro, cuando hace unos meses el escritor creyó que Claudio había muerto, confundiendo con la noticia del deceso de su padre. Con gafas oscuras, en un intento quizá de ocultar la tristeza de su alma, el editor y crítico Ignacio Echevarría profundizó en la de su amigo íntimo, ese de “cabeza grande, manazas imponentes, ojos azul frío, voz honda, seductora”, todo culminado en “una presencia sólida, imponente… Creo que puso la personalidad en consonancia con esa misma línea física”, dijo ante el féretro, de roble claro, rematado por un sencillo círculo de rosas blancas. Tenía “la autoridad de los patriarcas, su generosidad y su bondad, más de la que le gustaba admitir, era protector”, deslizó Echevarría, hablando de ese “cotilla impenitente, curioso y claustrofóbico” que, cuando desaparecía, lo hacía a veces también “para refugiarse de sí mismo”.
González-Sinde hizo honor a su oficio y, para recordar al “espíritu viajero que tenía que entrar ni que fuera a la librería o quiosco más pequeño de La Mancha”, enlazó, a ritmo de La mer de Charles Trenet, selfies y fotos con escritores, amigos y familiares que el editor colgaba en las redes sociales, secuencia que se cortó como la cinta salida por sorpresa del proyector, un poco como se fue la vida de Claudio López Lamadrid mismo. Al acabar, por megafonía del oratorio, la voz del chileno Raúl Zurita recitaba un poema propio, Guárdame de ti, que el editor había recordado no hacía mucho y que quedó inmortalizado en el recordatorio. “… y [cuando] las nubes nos indiquen / que la vida se nos fue entre los dedos / guárdame todavía en ti”…
Las escasas nubes blancas, muy horizontales, sobre el espectacular skyline de Barcelona que se divisa desde tanatorio de Sant Gervasi parecían rendir ese recuerdo a todo “un artista de la fuga, como su tío, el también editor Toni López Lamadrid”, recordaba al final del acto el fundador de Anagrama, Jordi Herralde, aún relamiéndose gastronómica e intelectualmente de la comida que compartía cada verano con Claudio López Lamadrid, Echevarría y Fresán. Sí, Claudio López Lamadrid, ese Próspero shakesperiano de poderes mágicos para seducir a los demás, como lo comparaba Jaume, lo volvió a hacer, sin que nadie se diera cuenta: los convocó a todos… y se fue.
“Dios no tiene calendario ni reloj”, recordó en su homilía el sacerdote por esa ausencia a destiempo del editor a unos asistentes que desbordaban pasillos y que en parte se quedaron también sin poder entrar. Todo el sector editorial estaba ahí. Tanto de Barcelona (Sandra Olla, de Acantilado/Quaderns Crema; Juan Cerezo, de Tusquets, donde López Lamadrid se estrenó como editor; los presidentes del Gremio de Editores de Cataluña y de los editores en lengua catalana, Patrici Tixis y Montse Ayats…); como de Madrid (Ofelia Grande de Andrés, de Siruela….). De veteranos y competidores directos (Jesús Badenes, responsable de la división de Librerías del Grupo Planeta) a jóvenes cachorros ya crecidos (Aniol Rafel, de Edicions del Periscopi; Luis Solano, de Libros del Asteoride; Eugènia Broggi, de l’Altra Editorial…). De libreros (Lluís Morral, de Laie) a escritores (Javier Cercas, Ignacio Martínez de Pisón, Jordi Soler, Santiago Roncagliolo; Paticio Pron, Marcos Giralt Torrente, Elvira Navarro y Ray Lorgia, desde Madrid; Sergio del Molino, desde Zaragoza…) y agentes literarios (Mónica Martín, también de la agencia Carme Balcells). Y hasta políticos (del ministro de Cultura, José Guirao, al socialista Miquel Iceta, pasando por el tercer teniente de alcaldía de Barcelona, Jaume Asens). No se vio a la consejera de Cultura de la Generaliat, Laura Borràs, que fue a visitar a los políticos presos catalanes en Lledoners. Envió a la delegada de Cultura en Barcelona, Àngels Torras, arguyeron en su departamento, donde recordaron que “el viernes ya tuiteó el pésame”.
Pero no se distinguían, tampoco se buscaban, procedencias, ni lenguas ni edades… Ni espacio ni tiempo, como decía el capellán. Ni presencias ni ausencias. Así lo constató Borja López Lamadrid, que recordó la facilidad de su hermano mayor Claudio por “escaquearse por la patilla” de todo acto aunque lo organizara él; o de su puntual reto de verano que lanzaba al llegar a Comillas, la residencia familiar. El del pasado verano fue: “Llegas a un aeropuerto y en esas puertas automáticas aparecen a la vez cuatro hijos tuyos. ¿A cuál abrazas primero?”, planteó quizá pensando en los dos que tuvo él de sendos matrimonios y los otros dos que tenía ya la que fue su última compañera, la cineasta Ángeles González-Sinde.
“Todos sois ya de esta gran familia”, les dirigió a estos últimos Miriam, hermana de quien se autoproclamaba, recordó, “el favorito de mamá”. Mamá Carmen estaba ahí presente, entera como el resto de la familia, todos con un elegante punto de ironía y humor genético que explicaba el del editor. Fue Miriam la que desveló que en casa le llamaban Toti: “Se nos va Toti,”, se le escapó antes de pedirle que le diera un beso al padre de ambos, fallecido hacía apenas tres meses.
“Transmitía que todo saldría bien, con esa imagen suya de invulnerabilidad, siempre fiel a sí mismo en su huida eterna; no decía mucho y muchas veces tampoco se le entendía, pero era capaz de inventarse cláusulas inexistentes para no pasar a bolsillo un título”, le evocó en una hábil y sentido patchwork personal y profesional el editor de Debate y Taurus, Miguel Aguilar, con quien trabajaba. Una entereza y un estar silenciosamente atento a los otros que ratificaron el directivo italiano Riccardo Cavallero, que llego a ser su jefe en 1997 en Grijalbo-Mondadori (“su mera presencia era tranquilidad absoluta”), y el filólogo y también joven editor Andreu Jaume, con quien compartía poesías y, hace unas semanas, sonatas de Schubert.
En el poliédrico perfil que iba forjándose, colorido como el retrato que de él hizo el dibujante El Roto que reposaba en un lado del altar, Rodrigo Fresán aseguró que cumpliría el último mandato de su editor de incluir la anécdota en un libro, cuando hace unos meses el escritor creyó que Claudio había muerto, confundiendo con la noticia del deceso de su padre. Con gafas oscuras, en un intento quizá de ocultar la tristeza de su alma, el editor y crítico Ignacio Echevarría profundizó en la de su amigo íntimo, ese de “cabeza grande, manazas imponentes, ojos azul frío, voz honda, seductora”, todo culminado en “una presencia sólida, imponente… Creo que puso la personalidad en consonancia con esa misma línea física”, dijo ante el féretro, de roble claro, rematado por un sencillo círculo de rosas blancas. Tenía “la autoridad de los patriarcas, su generosidad y su bondad, más de la que le gustaba admitir, era protector”, deslizó Echevarría, hablando de ese “cotilla impenitente, curioso y claustrofóbico” que, cuando desaparecía, lo hacía a veces también “para refugiarse de sí mismo”.
González-Sinde hizo honor a su oficio y, para recordar al “espíritu viajero que tenía que entrar ni que fuera a la librería o quiosco más pequeño de La Mancha”, enlazó, a ritmo de La mer de Charles Trenet, selfies y fotos con escritores, amigos y familiares que el editor colgaba en las redes sociales, secuencia que se cortó como la cinta salida por sorpresa del proyector, un poco como se fue la vida de Claudio López Lamadrid mismo. Al acabar, por megafonía del oratorio, la voz del chileno Raúl Zurita recitaba un poema propio, Guárdame de ti, que el editor había recordado no hacía mucho y que quedó inmortalizado en el recordatorio. “… y [cuando] las nubes nos indiquen / que la vida se nos fue entre los dedos / guárdame todavía en ti”…
Las escasas nubes blancas, muy horizontales, sobre el espectacular skyline de Barcelona que se divisa desde tanatorio de Sant Gervasi parecían rendir ese recuerdo a todo “un artista de la fuga, como su tío, el también editor Toni López Lamadrid”, recordaba al final del acto el fundador de Anagrama, Jordi Herralde, aún relamiéndose gastronómica e intelectualmente de la comida que compartía cada verano con Claudio López Lamadrid, Echevarría y Fresán. Sí, Claudio López Lamadrid, ese Próspero shakesperiano de poderes mágicos para seducir a los demás, como lo comparaba Jaume, lo volvió a hacer, sin que nadie se diera cuenta: los convocó a todos… y se fue.