domingo, 20 de diciembre de 2015

DESAYUNO - CENA - DOMINGO - ENRIQUE RUBIO,./ SILENCIO POR FAVOR - DIME QUE COMES Y TE DIRÉ COMO ERES,.

TÍTULO: DESAYUNO - CENA - DOMINGO - ENRIQUE RUBIO,.

01.Bruno Montano entrevista a Enrique Rubio-Trabalibros Trabalibros entrevista a ( fotos ) Enrique Rubio sobre "Mi mamá me mima"


"Nos hemos preocupado mucho de mimar nuestros Cuadernos Rubio".
¿A quién no le asaltan los recuerdos de su infancia cuando piensa en los Cuadernillos Rubio? La simple mención de "Mi mamá me mima", la frase con la que todos nos iniciábamos en el arte de la escritura, o la visión del dibujo del niño de los cuadernos nos retrotrae a las dulces e interminables tardes de verano en las que, además de jugar, reforzábamos lo que habíamos aprendido durante el curso rellenando algunas hojas de caligrafía, cálculo o problemas.

Mi mamá me mima (Cuadernos Rubio)-TrabalibrosQuien más y quien menos ha utilizado el Método Rubio durante el periodo escolar, pero lo mejor de todo es que este proyecto sigue en vigor y cada día está más vivo. Desde que fue creado por el profesor Ramón Rubio en 1956 hasta nuestros días no ha dejado de servir de apoyo a los escolares de varias generaciones y gran parte del mérito es de Enrique Rubio, hijo del fundador y líder de esta empresa familiar desde 1998. Tras poner en marcha un plan de renovación y diversificación de las líneas de negocio, los cuadernos se han actualizado en cuanto a contenidos y aplicaciones tecnológicas. Se emprendieron además nuevos proyectos como la Fundación Rubio, a través de la cual el Método Rubio amplía su área de acción a mayores a través de cuadernos de estimulación cognitiva.

Bruno Montano de Trabalibros tuvo la oportunidad de entrevistar a Enrique Rubio con motivo de la publicación de "Mi mamá me mima", un libro que homenajea el Método Rubio y que tiene la capacidad de hacernos viajar hasta nuestra infancia por medio de "un recorrido nostálgico a través de la caligrafía y el cálculo" (editorial Espasa).

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): "Mi mamá me mima" es un homenaje a tu padre, Ramón Rubio. Por otra parte, es una historia de un producto en concreto y de una empresa. Pero también es un viaje nostálgico a la niñez. Recupero una cita de Rilke que aparece en este libro y que dice "La primera patria del hombre es la niñez". ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?

- Enrique Rubio (E.R.): Sí. Y además es curioso: si rememoro mi infancia recuerdo que cuando era pequeño yo no podía decir a qué se dedicaba mi padre, porque vendía deberes y esto podría traerme problemas con mis amigos. Sin embargo, a lo largo del tiempo, todo esto se ha visto de una manera nostálgica. Lo que antes nos parecía negativo, como hacer deberes en verano, ahora nos trae nostalgia.

Y la idea del libro surgió de algo que tiene que ver con esto. Cuando la gente venía aquí, al despacho, y veía la portada o un cuaderno antiguo, en seguida se trasladaba a la infancia y se emocionaba. Yo creo que más o menos hace una década cuando lo antiguo se volvió a poner de moda. Hace 15 ó 20 años, cuando yo empecé en el mercado editorial, cuando una cosa estaba antigua se decía que había quedado obsoleta. Ahora, sin embargo, vemos anuncios u otras cosas antiguas que hemos vuelto a poner de moda nosotros mismos, porque para nosotros tienen su atractivo, su valor especial. "Mi mamá me mima" aporta muchas frases, muchas páginas y también muchos valores, algunos de los cuales están totalmente obsoletos y que ahora, al leerlos, nos echamos las manos a la cabeza, aunque sin embargo eran perfectamente normales en la época del franquismo.


En definitiva, estoy completamente de acuerdo con la afirmación de Rilke, ya que el poder de la infancia es algo que vamos viviendo toda la vida. Y esto es algo que yo compruebo con los Cuadernos Rubio, con las personas que se emocionan cuando los ven. Hay incluso alguno que no ha podido evitar las lágrimas porque se acordaba de que exactamente ese dibujo lo había hecho, recordaba el momento concreto y a lo mejor habían pasado 30 ó 40 años.


- B.M.: Sí, a mí me ha ocurrido. Leyendo "Mi mamá me mima" he reconocido portadas que yo recordaba de cuadernillos que hice cuando era niño. Y ahora el que los hace es mi hijo.

- E.M.: Claro. Es un libro de emociones y, como has dicho, es un viaje al pasado para conocer un poco la historia de los años 50 y 60, en contraposición con las páginas finales del libro, que recogen la adaptación a las nuevas tecnologías. Lo que pretende es despertar la emoción y los recuerdos del lector, sacar esa parte emotiva que es muy bonita.02.Bruno Montano entrevista a Enrique Rubio-Trabalibros

- B.M.: Mientras lo leía pensaba que para un empresario su objetivo es ganar dinero, pero su sueño es convertir su producto en un icono. Y en este caso vosotros lo habéis conseguido. Habéis convertido vuestro producto en un icono social, cultural, representativo de una época. Yo creo que esto es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier empresario.




Desayuno: Un vaso de leche o yogur, en definitiva, algún lácteo; y tostada o algún otro tipo de cereal; también se le puede añadir una pieza de fruta.


Cena: Ensalada y huevo frito o escalfado con salchichas.
TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR - DIME QUE COMES Y TE DIRÉ COMO ERES,.
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Mi amiga Ana Bravo me afea con frecuencia mi irritante costumbre de usar anglicismos. Tiene toda la razón. Bastante colonizada está ya nuestra lengua como para que vaya una añadiendo leña al fuego. El problema, sin embargo, es que el inglés es más ágil que el castellano a la hora de crear neologismos. Le basta juntar dos palabras para crear un nuevo concepto mientras que nosotros, para decir lo mismo, necesitamos toda una explicación; de ahí que acabe imponiéndose el término gringo. Tomemos como ejemplo el título de este artículo. Se llama así a una nueva manifestación del buenismo que nos infesta. Feel good (no hace falta ir a Berlitz para saberlo) significa 'sentirse bien'. Y como este parece ser un desiderátum en todos los campos, no solo en el de la salud, ahora tenemos películas, libros e incluso obras de arte cuyo supuesto mérito es que hacen que uno se sienta bien. ¿Cómo?, dirán ustedes. ¿Teniendo una alta calidad artística o literaria, siendo originales, inteligentes, brillantes, sorprendentes, sensacionales? No, señor. No hace falta estrujarse las meninges ni convocar a los espíritus de Praxíteles, Leonardo o Cervantes, basta con introducir alguno de los elementos siguientes en la creación de la que uno es autor. Si se trata de una novela o de una película, haga que su protagonista sea una mujer maltratada, o un niño Down, o cualquier otra persona desfavorecida. Si se trata de arte, organice una exposición que sirva para denunciar alguna causa que esté de actualidad. La situación de los refugiados, la utilización de animales para fines científicos, el calentamiento del planeta. No es que estas causas me sean indiferentes, todo lo contrario, me parece indispensable apoyarlas y darles visibilidad. Pero qué quieren que les diga, me rechina un poco que un artista, o en muchos casos solo un 'artista' entre comillas, se aproveche de ellas para promocionarse y hacer caja. ¿Mejora en algo la situación de una mujer afgana a la que su marido ha quemado la cara con ácido que una famosa de turno se fotografíe con un cartel que ponga «yo también soy afgana»? ¿Leer una novela en la que la protagonista es una víctima de la violencia machista nos convierte en mejores personas? Vivimos en un mundo que confunde cada vez más los gestos con la acción. Se pone uno una pulserita multicolor en la muñeca y cree que ya está salvando el planeta. Enciende un mecherito en un concierto y eso ayuda a la paz mundial. Los medios de comunicación amplifican esa percepción; por eso ahora basta el postureo o un acto puramente simbólico para quedar como los ángeles. El fenómeno feel good, sin embargo, va un paso más allá. Valiéndose de esa confusión que existe entre los gestos y los hechos, algunos avispados aprovechan no solo para ganar dinero, sino para demostrar un talento muchas veces inexistente. En realidad, todos nos damos cuenta de la impostura. Sabemos de sobra que esas películas o esos libros chorreantes de buenos sentimientos son un bodrio infumable, solo una mala novela rosa en la que los buenos son buenísimos, los malos, malísimos y, al final, el bien triunfa. Pero nadie se atreve a decir que no le gusta porque, como en el cuento El traje nuevo del emperador, tememos que nos tachen de poco solidarios o de malas personas. Otro tanto ocurre con eso que llaman 'arte' y que no es más que una filfa que intenta redimirse diciendo que se trata de la «denuncia» de alguna terrible injusticia. En aras de la santa cruzada en la que me he embarcado contra lo políticamente correcto, me gustaría recurrir a André Gide. Él explicó hace ya años que no se hace buena literatura (y por extensión cualquier otro tipo de arte) con buenas intenciones ni con buenos sentimientos. Porque, díganme ustedes, ¿tiene buenos sentimientos la obra de Picasso? ¿Pretendía Shakespeare pasarnos la mano por el lomo y hacernos sentir bien? ¿O quizá buscaban el efecto exactamente contrario, removernos, conturbarnos, enfrentarnos a nuestras propias flaquezas y contradicciones para hacernos pensar y, por tanto, cambiar de actitud? Pues eso.
 

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