domingo, 13 de octubre de 2013

REVISTA CULTURA Y Sociedad,. ARQUITECTURA La casa por el tejado ,./ EL PERIODICO LA RAZÓN,. LUJO ASIÁTICO PARA LOS HEROES,.

TÍTULO; REVISTA CULTURA Y Sociedad,. ARQUITECTURA La casa por el tejado,.

Edificios que queman, enferman o arruinan a sus habitantes son la prueba de que a la arquitectura moderna le fallan los cimientos,.
 
Hace unas semanas, en el corazón de la City londinense, los rayos solares reflejados en un edificio de nueva construcción conocido como 'el walkie talkie' achicharraron un lujoso Jaguar aparcado enfrente, la alfombra de una barbería y hasta un huevo puesto a freír en la acera. El mismo arquitecto que lo perpetró, el uruguayo Rafael Viñoly, había dotado a otro de sus edificios, el hotel Vdara de Las Vegas, de parecidos 'superpoderes': sus huéspedes se quejaban de que el 'efecto lupa' les chamuscaba el pelo en la piscina.
En Leeds, también en Reino Unido, la torre de Bridgewater Place se ha apuntado ya un muerto y varios heridos graves por el túnel de viento huracanado que genera su diseño. La torre Taipei 101 de Taiwán, hasta hace poco el edificio más alto del mundo, es sospechosa de haber abierto con su peso una falla sísmica en la zona. Santiago Calatrava, el valenciano aclamado por las estructuras nervudas y formas orgánicas de sus diseños, es estos días una estrella estrellada, fustigada por la prensa neoyorquina por los errores, retrasos y desajustes presupuestarios de su proyecto para la Zona Cero, mientras salen a relucir las goteras, grietas y pistas de patinaje que brotan de cada una de sus construcciones por medio mundo.
Pero no hace falta irse tan lejos para encontrar edificios enfermos. En Bilbao, los policías que ocuparon la recién inaugurada comisaría central de Miribilla amenazaban con pedir indemnizaciones por las alergias que les provocaba y exigían su traslado inmediato porque la fachada acristalada les producía quemaduras, mientras, a escasos metros, los bomberos se quejaban del ruido insoportable en sus propias dependencias. La arquitectura parece ser, hoy en día, una ciencia con cimientos muy poco sólidos.
«La profesión se ha degradado hasta límites extremos», critica el presidente de la Asociación Nacional para la Arquitectura Sostenible, Luis de Garrido. «Muchos arquitectos han ido reduciendo su ámbito de actuación hasta quedarse en meros fachadistas, trabajan sólo con la cáscara. Luego un ingeniero les resuelve el aire acondicionado, otro calcula las estructuras, otro les hace los conductos, otro les soluciona las telecomunicaciones, otro se encarga de la sostenibilidad... ¿qué coño hace el arquitecto? Una fachada y una estructura espacial absurda con la que sabe que va a salir en las revistas porque es lo que la gente valora. Aunque esa misma gente se ponga enferma, no pueda vivir ahí dentro o se le derrita el coche si lo aparca delante».
Garrido se ha convertido en el azote de la «arquitectura tonta» y muchos de sus colegas le temen. En cambio, le adoran famosos como Beyoncé, Naomi Campbell, Shakira, Leo Messi o Ferran Adrià, que tienen la suerte de habitar mansiones biosostenibles que llevan su firma. Y también muchos otros anónimos propietarios de sus edificios, como el profesor de instituto valenciano que desde hace tres años vive sin necesidad de adquirir agua, energía o alimentos en Ramat Ecohouse, la primera casa totalmente autosuficiente del mundo. «Que ningún humano tenga que depender de otro» es el lema de Garrido, y el hombre del Renacimiento su referencia como arquitecto. «Miguel Ángel era tan buen escultor porque lo tenía todo: sabía de dibujo, anatomía, cálculo, física... Él no encargaba un bloque de granito; se iba a la cantera, hablaba con los obreros y de mil bloques que le enseñaban cogía el mejor, porque veía el resplandor de la luz de primera hora de la mañana en sus caras. Hasta se hacía su propio martillo y sus propios cinceles. Pintor, escultor, ingeniero, arquitecto... lo era todo a la vez, tenía información global. ¿Cómo le iban a salir objetos malos? Alguno dirá: es que los edificios son cada vez más complejos. Falso, cualquiera de nuestros bloques es más sencillo que una pilastra de la cúpula de San Pedro del Vaticano. Y Miguel Ángel era responsable de todo».
Los bastardos de Van der Rohe
Este valenciano, reconocido internacionalmente como una eminencia en la edificación sostenible, ha decidido dedicar su vida a luchar contra el despilfarro, la estupidez y la ignorancia, los pecados capitales de la arquitectura actual. Su determinación y la valentía con que se mantiene al margen del 'establishment' recuerdan a aquel otro arquitecto, Howard Roark, que en la novela 'El Manantial' de Ayn Rand luchaba contra los convencionalismos estilísticos, los cánones y la sacrosanta tradición en aras del racionalismo incipiente.
«La situación es aún peor que entonces. Se ha cambiado un dogmatismo por otro todavía peor», asegura Garrido. Hace un siglo, en oposición al neoclasicismo imperante se escribieron las reglas del movimiento moderno. Luchando contra el ornamento, Mies van del Rohe comenzó a utilizar el acero en conjunción con el vidrio para crear formas simples y puras. «El problema es que, como quedaba muy bonito, una camada de hijos bastardos se dedicó a repetirlo, y ahora todo el mundo quiere tener su edificio de vidrio para quedar moderno y racionalista. Se han cumplido la friolera de 85 años y las mismas fórmulas que usó Van der Rohe cuando ni siquiera se adivinaban los enormes problemas medioambientales que hoy tenemos se han convertido en un dogma, de forma que los que no lo cumplen están fuera del redil y no son buenos arquitectos. Pero ¿cómo se van a dar respuestas con paradigmas de hace 85 años a problemas que se han generado hace veinte?», se pregunta.
Lo peor, añade, es que el modelo supuestamente sostenible que se inculca a la sociedad «es absolutamente falso. Es un modelo consumista, aditivo: propone seguir haciendo lo mismo pero añadiendo nuevos materiales o tecnologías para que aquello sea ecológico. Es el mismo edificio pero con nuevas bombas de calor, nuevos aislamientos, más materiales, más masa, más tecnología. La primera consecuencia negativa es que el ciudadano percibe que lo ecológico es más caro, cuando debería ser al revés. La segunda, que no resuelve el problema, porque estamos generando precisamente lo contrario de lo que queremos conseguir: más recursos, consumo de energía, residuos y emisiones... Por eso, el mayor enemigo de la sostenibilidad es la sostenibilidad. Ese es el gran timo, la gran mentira: se aprovecha la enorme ignorancia de la gente para que compre este aire acondicionado 'ecológico' y tire el de antes, añada estos paneles solares carísimos y con un aprovechamiento energético irrisorio, conduzca un coche híbrido con más motores, peso y dependencia tecnológica... La auténtica sostenibilidad es: haga usted el edificio de tal modo que no se necesite aire acondicionado. Pero a la industria no le interesan los edificios sencillos y ecológicos, sólo al ciudadano, que no tiene ningún poder».
China y los rascacielos tontos
¿Hay solución? Garrido ha definido 39 indicadores de sostenibilidad, de los que la mayoría de los arquitectos, asegura, apenas utiliza tres o cuatro. «Sabemos que es muy difícil cumplirlos todos, porque algunos tienen un cierto grado de incompatibilidad, pero lo importante es que el edificio tenga buena nota global», dice. Pero para aplicarlos habría, primero, que conocerlos. Y no parece ser el caso.
Ahora que árabes y chinos disputan una desenfrenada carrera por erigir el edificio más alto del mundo, secundados con entusiasmo por rusos y japoneses, De Garrido intenta aportar algo de racionalidad al desafío. Buscar la altura, admite, es una forma de trascender las limitaciones humanas, llegar a otro nivel de conciencia superior. Antes la motivación era religiosa, ahora es económica y política. Pero ¿es ecológico? «Hay que crecer en altura, pero no mucho», sentencia. «Si crecemos demasiado aparecen las diseconomías de escala y muchos indicadores empiezan a dar valores negativos. Por ejemplo, hay que añadir muchos ascensores, y eso puede dar lugar a edificios donde éstos ocupan más espacio que las oficinas. Es el colmo de la estupidez pero se hace; especialmente en China, el lugar del mundo donde más edificios tontos se están construyendo actualmente».
El presidente de la Asociación Nacional para la Arquitectura Sostenible defiende que la única razón de ser del rascacielos en países como España, donde no se necesita por cuestiones de espacio, es la búsqueda de notoriedad. «Las cuatro torres de la Ciudad Deportiva de Madrid no tienen otro sentido que buscar la diferenciación, ¿te has dado cuenta de que desde cualquier parte de la ciudad parecen más altas de lo que son, destacando en un entorno de construcción horizontal? -plantea-. Cambian el 'skyline' de Madrid para que todo el mundo sepa quiénes son estas cuatro corporaciones. Eso no es ecológico. Consumen demasiados recursos y energía, generan demasiados residuos frente a, por ejemplo, la calle Serrano».
Y es que de cualquier tipo de construcción, defiende, la más ecológica es la ciudad compacta europea. «En Berlín se tuvo una oportunidad de oro de hacer la mejor ciudad del planeta porque hubo que empezar de cero. Eligieron el modelo de catorce alturas en bloques de manzanas porque implica el mínimo consumo de recursos y energía, la mínima emisión de residuos y el máximo bienestar humano. Ciudades españolas como San Sebastián, Valencia, Murcia, Barcelona o el Ensanche de Madrid están entre las mejores del mundo. Curiosamente, San Francisco y otras ciudades americanas están asumiendo ahora este modelo mientras nosotros, que teníamos que exportarlo, nos lo estamos cargando».
En su lugar, ocupamos filas y filas de adosados en los extrarradios de las ciudades, haciendo realidad un tardío sueño americano. «El modelo triunfa porque los promotores compran un suelo rústico que no vale nada, tienen un amigo político que se lo recalifica, hacen edificios muy fáciles de construir y siempre habrá algún bobo que se lo compre seducido por ese ansia tan humana de ser propietario, aunque ir y venir del trabajo a casa le cueste cada día dos horas de su vida», expone el arquitecto. «Yo fui uno de esos tontos hasta que se me abrió la mente. Si evaluáramos ese tipo de edificación sacaría una de las peores notas en ecología, sostenibilidad y calidad de vida, mucho peor que el rascacielos». Garrido califica al chalé como el máximo depredador de recursos ambientales, pues exige llevar infraestructuras, gastar muchísimos recursos, disparar el consumo energético y la generación de residuos y emisiones, pagar más dinero... Y todo para restar calidad de vida y bienestar. «Casi todos sus indicadores son negativos. Se está fomentando el peor tipo de edificio que puede haber, cuando siempre hemos tenido el mejor».

 TÍTULO; EL PERIODICO LA RAZÓN,. LUJO ASIÁTICO PARA LOS HEROES,.

Lujo asiático para los héroesSOCIEDAD

Lujo asiático para los héroes

Como hicieron antes otras dictaduras, Corea del Norte trata de utilizar el deporte como forma de estar y ser aceptada en el mundo-foto y el periodico la Razón,.

Como hicieron antes otras dictaduras, Corea del Norte trata de utilizar el deporte como forma de estar y ser aceptada en el mundo. No deja de resultar sorprendente que un país sometido a la hambruna y el aislamiento sea capaz de ocupar el puesto 20 en el medallero de los últimos Juegos Olímpicos de Londres 2012, con cuatro oros y dos bronces. Dos años antes, el régimen del iluminado Kim Jong-un (todavía en tiempos de su padre, el 'Querido líder' Kim Jong-il), mascullaba los fracasos deportivos castigando a sus protagonistas: la selección de fútbol tuvo que soportar seis horas de insultos en medio de la calle por no brillar en el Mundial de Sudáfrica.
Ahora, el dictador comunista premia a sus medallistas olímpicos con lujosos apartamentos junto al río Pothong en la capital Pyongyang. Tan inusuales, que las familias admiran las paredes empapeladas, los sofás y las discretas mesas de comedor como si les invitaran a visitar el Palace de Madrid. El régimen les concede esta «vida glorificada» mientras algún medallista, como el halterófilo Om Yul-chul, confiesa que batió el récord del mundo y se colgó la medalla por «la fuerza que me dió la mirada de nuestro líder».

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