Velázquez, el 'fotógrafo real'
El Prado presenta una exposición
sobre el trabajo del pintor en la corte de Felipe IV y su influencia en
otros artistas de la época
El rey Felipe IV le insistía a Velázquez que volviera de
Roma y ocupara en Madrid su posición como jefe máximo de los pintores de
la Corte, como gerente de la imagen real. Le necesitaban. Había muchos
retratos por hacer. Pero el artista estaba muy a gusto en la ciudad
italiana. Había tenido un hijo y disfrutaba de un espléndido clima
cultural. La Iglesia le pagaba bien y no tenía prisa en regresar.
A pesar de que ambos fueron amigos durante décadas, el
monarca no fiaba de él. Velázquez le daba largas, o le mentía. Felipe IV
se quejaba en público de su carácter impasible, mientras que el pintor,
flemático pero muy discreto, jamás dijo nada del rey más sabio en
cuestiones artísticas de la historia. Quizá porque le llevó a la cima de
su carrera en la corte. El pintor accedió por fin a las peticiones del
monarca, que se acababa de casar en segundas nupcias con Mariana de
Austria y quería cuadros con su imagen. Volvió a Madrid en 1651 y hasta
su muerte en 1660 revolucionó el arte del retrato. Si antes se le
consideraba un género menor respecto a la pintura religiosa y de
historia, el sevillano demostró que podía tener tanta o más complejidad
narrativa, filosófica y compositiva. Sólo un dato: 'Las meninas' es de
1656.
El Museo del Prado presentó ayer 'Velázquez y la familia de
Felipe IV', una exposición sobre esta década del artista y su
influencia en los siguientes pintores de la corte, como su yerno Juan
Bautista Martínez del Mazo y Juan Carreño de Miranda, de los que también
se recoge su trabajo. La muestra está comisariada por Javier Portús,
jefe de conservación de pintura española (hasta 1700) del Prado, y
patrocinada por la Fundación AXA. El presidente del patronato, José
Pedro Pérez-Llorca, explicó ayer muy gráficamente la utilidad de los
retratos en la época: «Como los príncipes y princesas se casaban con sus
primos para mantener o para crear alianzas entre las casas dinásticas,
antes de hacerlo se mandaban cuadros para irse conociendo».
Los retratos eran cosa de familia. En aquellos años mandaba
en Madrid la Casa de los Austrias y las relaciones con Viena eran muy
estrechas. El emperador Leopoldo I reclamaba constantemente imágenes de
sus familiares. Dos de ellas, referidas a sus sobrinos Felipe Próspero y
la infanta Margarita, con la que terminó por casarse, se hallan en la
muestra.
Personajes muy parecidos
Dedicarse a esta familia le supuso a Velázquez un problema.
Acostumbrado a pintar retratos de hombres maduros, se encontró con que
debía hacerlo de mujeres y niños, por lo que pasó de los tonos oscuros a
los más claros y de la sencillez a una mayor atención a los detalles.
Por si fuera poco, todos se parecían mucho, porque se casaban entre
ellos y tenían la misma sangre. De modo que el pintor se esforzó por
sacar a la luz sus escasas peculiaridades.
El director del Prado, Miguel Zugaza, recordó lo mucho que
significa Velázquez para la pinacoteca, «su casa», el centro que
conserva sus mejores obras. Fue el sevillano, añadió Zugaza, quien
gracias a la exposición realizada con sus cuadros en 1990 revolucionó el
Prado y lo abrió a un público amplio, una línea que llega hasta la
actualidad. Ayer, sin ir más lejos, la cola atravesaba toda la explanada
de la entrada de Goya y doblaba la esquina en dirección a la puerta de
Villanueva.
Javier Portús, por su parte, desgranó las dificultades que
tuvo que afrontar Felipe IV, con revueltas internas como la de Els
Segadors en Cataluña, guerras contra Francia, Inglaterra y de
independencia como la de Portugal, con la bancarrota de la corona y la
presión para que tuviera un hijo varón que le sucediera. En medio de
este desastre, floreció el arte más eminente.
La muestra recoge en la primera parte algunos retratos que
realizó Velázquez en Roma, como el del papa Inocencio X, su protector,
una obra maestra de la indagación psicológica del personaje, que cuando
lo vio terminado dijo aquella frase del «troppo vero», demasiado
sincero.
Las primas Mariana de Austria y María Teresa, la infanta
Margarita, reina indiscutible de la muestra, y un curioso retrato de la
familia del artista pintado por su yerno Martínez del Mazo inspirándose
en 'Las meninas' aparecen también en esta nueva entrega del museo. Un
ruego de Javier Portús: La exposición termina en sala 12 del edificio de
Villanueva. Allí se encuentra la apoteósis del retrato del Siglo de
Oro. 'Las meninas' de Velázquez.
TÍTULO; CONCURSO DE GRAFFITTI CADENA 100, 7 DE OCTUBRE FIN DEL PLAZO,.
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