domingo, 1 de junio de 2014

REVISTA XL SEMANAL, PORTADA,.FRANCISCO GONZALEZ,./ SILENCIO POR FAVOR, LA CARTA DE LA SEMANA, DE PIKETTY A MARIA OLVIDO,/ EL BLOC DEL CARTERO, Rincón Del Olvido,..

TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL, PORTADA,.FRANCISCO GONZALEZ,.
" Antes, los banqueros se reunían una vez al mes. Ahora, ni nos felicitamos por navidad,. "

Francisco González, presidente del BBVA, es un hombre hecho a sí mismo. Inició su carrera como programador informático. Quizá por ello ...
 
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Francisco González: "Antes, los banqueros se reunían una vez al mes. Ahora, ni nos felicitamos por Navidad"

-Francisco González, presidente del BBVA, es un hombre hecho a sí mismo. Inició su carrera como programador informático. Quizá por ello está considerado internacionalmente como uno de los pioneros tecnológicos en la industria financiera. De eso, de la situación económica, de la banca, del poder, de la corrupción, de la conciliación, de los políticos, de Cataluña y mucho más, habla con 'XLSemanal' en esta entrevista única.
El paradigma de la puntualidad y, pese a su fama de hombre frío y distante, en nuestro encuentro se muestra cordial, afable y con sentido del humor. Su agenda está cronometrada al minuto, viene de una comida de trabajo y nos dedica el tiempo justo antes de asistir a una entrega de premios que el BBVA concede a la investigación. Es la primera vez que el presidente de la segunda entidad financiera de este país concede una entrevista tan personal a un medio no especializado.
No huye del compromiso ni rechaza pregunta alguna; pero a Francisco González le interesa fundamentalmente dejar claras tres cosas: que todos los bancos y banqueros no son iguales ni tienen la misma responsabilidad ante la crisis; que la independencia del poder político y la transparencia no se negocian; y que aspira a convertir el BBVA en el primer banco digital del mundo. A la revolución tecnológica dedica desde hace años todo su entusiasmo. Acaba de ser premiado con la mayor distinción de la Americas Society: The Gold Medal.

XLSemanal. Malos tiempos para ser banquero. Están ustedes en boca de todo el mundo... y no precisamente para recibir aplausos.
Francisco González. Es evidente que la banca, en general, no ha respondido a lo que se esperaba de ella; sobre todo la gran banca internacional y, en España, las cajas de ahorros. Dicho esto, hay bancos y bancos, banqueros y banqueros.
XL. Parece satisfecho.
F.G. El BBVA ha pasado esta crisis muy bien, sin ninguna ayuda pública, pagando dividendos, ampliando la plantilla a nivel global y saliendo de la crisis con una reputación más alta que la que teníamos cuando entramos. En ese aspecto me siento cómodo, aunque eso no significa que me haya gustado lo que he visto. Han sido momentos difíciles para todos y, por lo tanto, no es un recuerdo agradable.
XL. ¿Qué imagen cree que tiene Francisco González?
 F.G. Francamente, no lo sé. Hace poco comí con unos amigos y uno de ellos me dijo que tenía fama de no casarme con nadie. Me lo dijo con voz un poco fuerte y, luego, añadió: «Pero estoy encantado de que digan eso de ti». Bueno, a lo mejor eso es lo que la gente piensa de mí.
XL. Sin embargo, hay quienes aseguran que es usted un hombre frío, distante, no le digo que hosco para no resultar maleducada...
F.G. Hombre, yo no soy un hombre simpático, no. Me gusta hablar con mis amigos de cosas que nada tengan que ver con el negocio, y por eso me gusta el golf...
XL. ¿Se reconoce antipático?
F.G. No; antipático tampoco. Creo que soy una persona normal. Desde el comienzo, como presidente del banco, me di cuenta de que o mantienes las distancias o puedes llevar a tu entidad a una serie de compromisos que no tienen nada que ver con los intereses de los accionistas, de los clientes, de los empleados y de la sociedad en general.
XL. La banca privada en España siempre ha estado en manos de grandes familias: Botín, Ybarra, March... Pero usted accede, primero, a la banca pública por el dedo político de Rodrigo Rato, quien lo nombra presidente de Argentaria; y, después, a la privada a través de la fusión con el BBV. ¿Pasó a ser un intruso, un outsider, en ese selecto grupo?
F.G. No, a mí me aceptaron estupendamente bien. Los conocía a casi todos antes, aunque en otra posición. Acababa de vender mi empresa, FG Inversiones Bursátiles, y me sentí muy cómodo.
XL. Aquello sucedió en los primeros meses de 1996, tenía entonces 51 años... ¿Se puede decir que ahí empezó una nueva etapa en su vida?
F.G. Después de vender mi empresa, sabía que iba a hacer cosas, pero no cuáles. Una sí: jugar más al golf, que es mi pasión. Hasta entonces, nunca había podido hacerlo un día laborable. Así que conseguí jugar lunes, martes, miércoles y jueves, y el viernes empecé a darme cuenta de que eso me creaba una cierta insatisfacción. Fue, a finales de abril, cuando me llamó el Gobierno para dirigir Argentaria. Si me lo hubieran ofrecido dos semanas antes, hubiera dicho que no. No entraba en mis planes dirigir un banco después de haber trabajado durante 31 años y haber alcanzado una posición económica, para mí, buenísima; porque no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.
XL. ¡Que esto lo diga el presidente de la segunda entidad financiera de España...!
F.G. [Sonríe]. A mí me sobraba con lo que tenía, francamente. La vida te va dando oportunidades o no, o te va cerrando puertas y yo acepté esto pensando que era un trabajo para un par de años máximo y que luego volvería a mis proyectos originales sin meterme en demasiados líos.
XL. Dicen que José María Aznar le ofreció la cartera de Economía de su primer Gobierno y que usted la rechazó.F.G. No, eso no es verdad.XL. Y si fuera verdad, ¿me lo diría?
F.G. No [sonríe]. Hubo muchos rumores, pero nunca me ofrecieron ningún cargo político; aunque yo, francamente, tampoco lo hubiese aceptado. Me gustaba el sector privado.
XL. ¿Y Argentaria?
F.G. Ya le digo que lo acepté como un reto profesional para un par de años, pero luego vino lo que vino... La vida te va llevando hacia sitios que tú nunca habías pensado.
XL. De dirigir una empresa con 150 empleados pasa a dirigir un banco con una plantilla cercana a los 20.000 trabajadores.
F.G. Así fue. Como me consideraba incapaz de entender todas las normas bancarias que pueden regular una industria tan grande, decidí aplicar una estrategia basada en tres pilares: principios, personas e innovación. Y esto ha marcado mucho al banco y a mí.
XL. Hablemos de principios y de transparencia...
F.G. Me ha dado muy buenos resultados el principio de que aquí se puede hacer todo lo que uno quiera con tres condiciones. Uno, que sea legal, que esté de este lado de la ley; que no se trata de contratar a un abogado famosísimo para que busque agujeros; que no me interesa estar en esa frontera en la que un día puedes ganar y otro perder... Dos, que lo que hagamos sea publicable, que resista el titular de cualquier periódico. Y tres, que sea moralmente aceptable por la sociedad; que todo lo que hagamos sea transparente y que nuestros clientes lo entiendan bien.
XL. ¿Le han pedido dinero los partidos políticos para financiar campañas, donaciones para sostener el partido...?
F.G. Al principio, sí recibimos algunas peticiones para ayudar a financiar a algún partido; pero siempre dije que con esos principios de legalidad y transparencia por delante para poder actuar. Si nos piden un crédito, que pasen por la comisión de créditos, en la que yo nunca he estado en los 18 años que llevo en el banco... y en la que nunca estaré.
XL. No me refería a petición de créditos más o menos blandos... sino a donaciones en dinero B, por ejemplo.
F.G. El dinero B no se conoce en el banco que yo presido [rotundo]. Ni se conoce ni existe, claro. Se pueden abrir todas las puertas y todas las ventanas y puede entrar quien quiera que no va a encontrar nada; nada que esté en conocimiento del consejo de administración o de la alta dirección del banco. La gente sabe cuál es el modo de gobierno de este banco y por eso a mí nadie me pide nada. ¡Hace muchísimos años que nadie me pide nada! [Se ríe].
XL. ¿No vamos a encontrar las siglas BBVA ni F. G. en los papeles de Bárcenas o en los e-mails del caso Nóos o...?
F.G. Nadie va a encontrarnos en ningún apunte ni de Bárcenas ni de nadie. Y esta es una de las cosas por las que el banco se siente muy orgulloso y muy fuerte para parar algunos intentos, que todos conocemos, de abordaje al banco (se refiere a la OPA de Sacyr) o de potenciales chantajes. Si hemos podido ser tan independientes es porque nuestros armarios están totalmente vacíos.
XL. ¿Se puede sobrevivir sin dar apoyo a los gobiernos ni ceder a las presiones políticas?
F.G. Creo que es importantísimo que los políticos hagan su trabajo y los empresarios, el nuestro. Cuando se cruza esa raya, aparece la corrupción; y entonces lo hemos visto aquí y en otros países viene el desastre. La corrupción es el cáncer más dañino de un país y una sociedad. Yo he tenido trato con todo el mundo, pero nunca he permitido ni me han pedido pasar esa raya donde se empieza a hablar de cosas que no se pueden publicar.
XL. ¿De qué hablan en las reuniones en las que los presidentes de Gobierno convocan a los grandes empresarios?
F.G. Son muy normales. Los empresarios le dicen al poder político qué piensan de la economía, y el poder político nos dice qué piensa hacer con el enorme poder que tiene. La gente cree que ahí se decide el mundo y no es así.
XL. Se dice que los grandes banqueros se llevan siempre bien con el poder.
F.G. Algunos banqueros se llevan siempre bien, algunos; y otros no se llevan bien siempre. Yo ni me llevo ni me dejo de llevar con el poder. Cuando los empresarios se aproximan al poder político, aparece lo que aparece.
XL. Cuando se pidió que los bancos apoyaran la salida de Bankia a Bolsa, fue usted el primero en levantarse en contra, pese a que su amigo Rato encabezaba el proyecto.
F.G. Ese tipo de decisiones no las tomo yo, sino el consejo de administración del banco y/o el comité de dirección. Nosotros dijimos que no porque nos pareció que no deberíamos estar en ella. Y luego pasó lo que pasó.
XL. En otra ocasión, el presidente Rajoy pidió ayuda a la banca para que aportara capital a la Sareb ('banco malo'), fue usted el único que se la negó.
F.G. Otra vez, ¿no?
XL. Otra vez el verso suelto, sí.
F.G. No se trata de versos sueltos. Me pareció que aquello, técnicamente, no estaba bien diseñado. Me pareció que había soluciones que eran mejores para todos. Entiendo que el Gobierno no estuviera en ese momento en la complejidad del tema, hay que tener mucha experiencia financiera para darse cuenta de que ese diseño no era el más eficiente.
XL. ¿Entre gallegos se entienden bien? ¿Habla el mismo idioma que Rajoy?
F.G. Yo entiendo muy bien el gallego, pero no lo hablo [sonríe]. Mariano Rajoy tiene fama de ser muy gallego, pero luego, conociéndolo bien, es una persona bastante más normal de lo que la gente cree. Con él siempre he tenido una relación muy cordial porque él no me ha pedido nada entre comillas y yo no le he pedido nada a él. Mientras hemos funcionado así, todo ha ido muy bien. Cuando no hemos estado tan de acuerdo en un tema, a lo mejor la relación ha sido más fría. Pero eso es normal y es bueno que sea así.
XL. Una curiosidad, ¿quién le dice a usted «no» alguna vez?
F.G. Mi mujer, por ejemplo [se ríe].
XL. Esa respuesta no vale, piense en su actividad profesional. ¿Suele oír siempre lo que quiere?
F.G. Hay mucha gente que me dice que no, muchísima.
XL. ¿Se atreven?
F.G. Claro, y lo valoro mucho; aunque es evidente que no te dicen siempre todo lo que no quieres oír, no nos engañemos. Pero aprecio muchísimo la valentía de quienes te dicen lo que piensan, como aprecio mucho el talento. Para mí es un tesoro la gente inteligente que te dice cosas inteligentes.
XL. ¿Usted se relaciona con los otros banqueros?
F.G. Esa historia de que los banqueros nos relacionamos y nos reunimos pertenece al pasado, creo que hace 20 años se reunían a comer una vez al mes... Esto ya no existe, ahora no se reúnen ni al mes ni al año ni al decenio.
XL. ¡Vamos que... ni en Navidad!
F.G. ¡Ni en Navidad!
XL. Como mucho se felicitan las Pascuas... ¡y a correr!
F.G. No, yo creo que ni siquiera nos felicitamos las Pascuas. Bueno, no lo sé; probablemente, sí.
XL. ¿Tampoco se llaman por teléfono? ¿Tiene grabado en su móvil el teléfono del señor Botín, por ejemplo?
F.G. Es que creo que no tengo el teléfono del señor Botín, no tengo ninguna relación con él.
XL. Si el desapego de la gente hacia la clase política es importante, no es menor hacia los bancos y los banqueros...
F.G. Lo sé, lo sé. Aquí hay una parte de la historia que es verdad y otra que está distorsionada. La crisis financiera global se debe a muchas causas. Algunos banqueros se han dejado llevar por el corto plazo y por la codicia y han hecho mal las cosas. También es verdad que algunos supervisores no han tomado las medidas a tiempo, porque la crisis internacional se veía venir.
XL. Vamos por partes. Hubo un tiempo en el que los bancos animaban a las hipotecas. Se tasaban las casas muy alto y se daba crédito hasta por el 80 por ciento de ese precio.
F.G. En España el gran problema han sido las cajas de ahorros, que se lanzaron a dar créditos y a hacer operaciones sin ninguna prudencia, en ese maridaje absolutamente nefasto entre algunos políticos y cajas de ahorro.
XL. ¿El BBVA no compitió por captar hipotecas?
F.G. En 2001, el BBVA tenía el 18 por ciento del mercado en su conjunto y terminamos 2008 con el 11 por ciento. Perdimos siete puntos porcentuales ¡y hay que aguantar la presión cuando ves que tus competidores te van echando del mercado! Pero la aguantamos porque sabíamos que ese no era el camino. No nos dejamos llevar por esa marea de préstamos. Aquí se ha visto quién ha hecho las cosas muy mal porque han quebrado las cajas, quién las ha hecho menos mal muchos bancos y quién las ha hecho muy bien: a partir de 2009 empezamos a remontar y pronto llegaremos al 20 por ciento del mercado.
XL. En este clima de crisis, paro, morosidad, desahucios, rescates con dinero público... algunos gestores que llevaron las cajas al desastre recibieron indemnizaciones escandalosas. La irritación que esto produce es enorme.
F.G. Y yo lo entiendo. Esto ha sido un desastre, las instituciones han quebrado y el Estado ha tenido que pagar los platos rotos. Pero, insisto, hay bancos como el nuestro que no le han costado un euro al erario público.
XL. Llegados a este punto, ¿cree que las cosas «sí se pueden hacer de otra manera»?
F.G. Sí se pueden hacer de otra manera, sin duda; pero eso no significa que quienes dicen que «sí se puede» tengan razón. ¿Se puede tener una sociedad más justa? Sí. ¿Se puede crear más riqueza? Sí. ¿Se pueden tener mejores normas? Sí. Pero no vivamos de utopías y de irrealidades que nos puedan llevar a regímenes que luego vemos cómo terminan.
XL. ¿No son una provocación los abultados bonus que reciben los directivos y las jubilaciones millonarias en tiempos de crisis? ¿Le sacarán pancartas cuando usted se jubile?
F.G. Los gestores tienen que ser pagados de acuerdo con sus resultados. Si uno quiebra la entidad, es muy poco entendible que tenga un sueldo muy alto o una indemnización millonaria. Pero si un gestor es bueno, su retribución tiene que estar de acuerdo con lo que se paga en ese sector.
XL. La presidencia de Francisco González parece incuestionable. ¿Es tan difícil pensar en su sustitución?
F.G. Vendrá un cambio en la presidencia, seguro. Nadie es eterno y hay que saber irse a tiempo.
XL. Pero han cambiado los estatutos para retrasar la jubilación del presidente...
F.G. Es verdad. Quisimos poner nuestros estatutos en la misma línea de los otros bancos mundiales. Hace unos días he regresado de Seattle, donde he asistido a una reunión anual con una compañía muy conocida; y, hablando en una ponencia precisamente del tema de la edad de los consejeros y de la edad a la que retirarse, un experto americano me dijo que habían estudiado la edad media de la jubilación y que estaba en los 76 años.
XL. ¿No se va a jubilar este año, cuando cumpla los 70?
F.G. Yo no sé cuándo me voy a jubilar, eso depende del consejo de administración, de los accionistas y de la fuerza que yo pueda tener para rematar esta obra física (la ciudad del BBVA) que es fabulosa y que va a ser un icono de Madrid. Pero esta no es la obra más importante, sino la de convertir el BBVA en el mejor banco digital del mundo.
XL. En ese terreno, se dice que Google y Amazon pueden invadir el negocio bancario. ¿Son una amenaza?
F.G. Los dos son grandes jugadores digitales y ya empiezan a dar sus primeros pasos en los servicios financieros. Hace años advertí de que estos señores, tarde o temprano, vendrían al sector bancario. Hoy hay ataques parciales, como en los pagos con PayPal, pero la amenaza digital irá a más.
XL. ¿Qué pasos están dando para hacerle frente?
F.G. Entiendo esta amenaza como una enorme oportunidad. La mayoría de las plataformas de los bancos se hicieron en los años sesenta y setenta, y casi nadie se ha atrevido a dar el paso porque es un trabajo enorme. Otros se han centrado en el tejado, en los canales con los que se llega a los clientes. Pero el problema es que, en la era digital, se multiplica la demanda sobre esos canales como el móvil y, si no hay cimientos fuertes, el tejado se derrumba. En 2007, nosotros empezamos a edificar nuestra casa digital por los cimientos, que son las plataformas tecnológicas. Empezamos desde cero.
XL. ¿En qué fase del proceso están ahora?
F.G. Hace dos meses hemos iniciado la segunda etapa con la creación de una unidad global digital con poder en todo el mundo para acelerar la transformación del grupo. Somos el banco que ha ido más lejos en este cambio organizativo y somos de los poquísimos en el mundo que tienen las plataformas. Y, ahora, vamos a rematar el tejado. Somos pioneros en España, pero también en los Estados Unidos, donde hemos comprado Simple, una empresa que tiene la experiencia de cliente más desarrollada en banca digital.
XL. Sorprende su entusiasmo digital cuando, a partir de cierta edad, se dejan estas revoluciones para los jóvenes de Seattle.
F.G. No olvide que yo empecé a los 20 años como programador de IBM y me apasiona la tecnología. El que no asuma la necesidad de este cambio está fuera de la carrera. La mayor parte de los bancos no lo han anticipado y ya es tarde.
XL. Decía antes que también la crisis se veía venir. ¿Por qué no lo advirtieron? ¿Dónde estaban los gurús de la economía?
F.G. Sobre esto podría escribir un libro. He sido testigo, desde el año 2003, de cómo se empezaba a ver que algo no funcionaba bien en el sistema financiero internacional. Recuerdo una reunión de banqueros centrales y privados en Basilea, en la que yo dije que notaba una distorsión que no me gustaba en el mundo financiero internacional y que podía haber una crisis financiera importante. Entonces, el señor Greenspan dijo: «No se preocupe, porque los mercados encuentran su equilibro». Creía tanto en el mercado libre que pensó que se ajustaban libremente. Yo, que creo mucho en el mercado, también creo mucho en la regulación y me pareció que aquella no era una respuesta adecuada. Luego se vio que las cosas estaban bastante mal.
XL. Emilio Botín ha dicho que dentro de cinco años no nos van a reconocer. ¿Es usted igual de optimista?
F.G. Claramente, las cosas están mejor que hace dos años.
XL. Será la macroeconomía la que esté mejor, porque el paro es mucho mayor que hace dos años.
F.G. Lo que se debe ver es cómo estaba España al final de 2011 y cómo está en este momento. Claro que hay más paro, pero es necesario observar cómo se mueve la película. De haber seguido con las políticas que teníamos en el año 2011, hoy seríamos un país quebrado. Gracias a Dios, este Gobierno tomó una serie de decisiones que han conseguido que España tenga credibilidad internacional otra vez. España ya no es un problema, es parte de la solución de Europa; y eso no era así hace un año y medio. Ya estamos creciendo al 1,2 por ciento y el año que viene, probablemente, lo haremos al 2 por ciento. Dicho esto, se pueden acelerar más las reformas pendientes.
XL. ¿Qué reformas cree que faltan?
F.G. Un sistema fiscal que premie más la creación de riqueza, el ahorro y la inversión, y creo que el Gobierno está en eso. Hace falta estabilizar el precio de la energía porque tenemos una situación que, probablemente, no es la adecuada. Es necesario liberalizar muchos sectores en los que todavía no hay competencia suficiente. También es necesario hablar de la Administración del Estado español: ¿es esta la Administración que necesitamos? Quedan cosas por hacer.
XL. ¿Le preocupa el creciente independentismo en Cataluña?
F.G. Creo que hay una distorsión importante en los mensajes que se están dando: mucho ruido, mucha emoción... Y las consecuencias de todo eso, claramente, no están valoradas. Si la gente supiera de verdad lo que significa una independencia, se lo pensaría dos veces. El tema independentista hay que verlo con frialdad y con cierta distancia, dentro de lo que es un Estado de derecho que tiene una Constitución. Yo creo mucho en esto.
XL. Va a cumplir 70 años en noviembre, ¿qué ha dejado de vivir, qué se ha perdido?
F.G. La verdad es que estoy muy contento de cómo he llevado las cosas, en general. Desde el punto de vista personal, no me queda mucho que hacer. Estoy encantado con mi familia y tengo unas hijas y unos yernos fabulosos.
XL. ¿Usted sabe lo que es conciliar familia y trabajo?
F.G. Conciliamos mal, la verdad. Creo que, efectivamente, le he restado muchas horas a mi familia, porque las cosas nunca son gratis. Ha habido etapas de mi vida durísimas, como cuando estuve cinco años opositando a corredor de comercio y, luego, a agente de Bolsa. Recuerdo que no tuve un solo día de vacaciones, ni sábados ni domingos. Pude vencer esa situación a base de mucho deporte, con mucha disciplina, y sintiendo siempre el apoyo de mi familia de una forma tremenda. Si me hubiese podido ahorrar eso, me lo hubiera ahorrado. Pero la vida te lleva por donde te lleva.
XL. Tiene dos hijas y seis nietos, ¿gatea con ellos lo que no gateó con sus hijas?
F.G. Gatear, gateo poco [sonríe]. Pero, efectivamente, con los nietos hago lo que no pude hacer con ellas, eso les pasa a muchos abuelos. Tengo dos hijas fantásticas, porque tienen una fuerza enorme y llevan unas carreras espectaculares, y unos yernos en la misma línea. Estoy muy orgulloso.
XL. ¿Le han dejado una tarde solo con los seis nietos?
F.G. Ayer estuve en el cine con cuatro de ellos y con mi mujer. Fuimos a ver Río 2, que, por cierto, me divirtió mucho [sonríe]. Aunque no quiero presumir de esto porque yo no voy mucho al cine, ni con ellos ni sin ellos.
XL. ¿En qué trabajan sus hijas?
F.G. Una de ellas ha hecho Cunef, cursó un MBA en la Universidad de Columbia (Nueva York) y ahora tiene un fondo de capital riesgo. La otra es abogada y tiene el LLM por la Columbia School of Law y trabaja como asesora legal de Google para España, Israel y algún país más. De esta parte de mi vida estoy muy orgulloso. Mi mujer ha hecho un trabajo excelente: las ha educado muy bien y yo he contribuido todo lo que he podido.
XL. ¿Y a sus hijas se les cae la baba con su padre?
F.G. A mí se me cae la baba con ellas; a mis hijas conmigo no lo creo [sonríe]. 


TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR, LA CARTA DE LA SEMANA, DE PIKETTY A MARIA OLVIDO,.

  1. La económica es una información áspera, no cabe la menor duda. Toda disciplina repleta de tecnicismos es de difícil abordaje, pero la que ...-foto
     
    La económica es una información áspera, no cabe la menor duda. Toda disciplina repleta de tecnicismos es de difícil abordaje, pero la que hace referencia a la economía se hace especialmente abrupta merced a lo difuso e intercambiable de sus conceptos básicos. Y a la diferencia de criterio tan abismal con la que unos y otros intérpretes analizan la realidad:unas veces la deflación es mala y otras veces no es tan mala, por ejemplo. Los periodistas no especializados en información económica, que somos la mayoría, hemos venido manejando dos o tres conceptos básicos y hemos despachado el asunto con un par de banalidades muy sonoras: con saber diferenciar activos y pasivos y recordar que 'inflación' se escribe y pronuncia con una sola 'c' ya había bastante.
    Pero llegó la crisis, devastadora, desconocida, omnipresente, y nos mandó a estudiar a todos. Desde 2008 nos hemos familiarizado de tal manera con la terminología económica que hemos pasado a manejar con soltura conceptos hasta ayer desconocidos como default o hedge funds, o a hablar con una familiaridad asombrosa de indicadores que pocos meses atrás desconocíamos por completo, como la famosa prima de riesgo. Ninguno de nosotros, ciertamente, nos preguntábamos mañana alguna por el estado del diferencial del bono español respecto al alemán ni nos interesábamos por conocer el total de la deuda con relación al PIB como ahora. Ni en conocer el crecimiento económico de países vecinos o cosas así. Ahora, en cambio, leemos ensayos económicos y comparamos criterios de los principales gurús, desde Krugman hasta Prescott, por nombrar dos premios Nobel de economía.
    Sin ir más lejos, estos días le son propicios a Thomas Piketty, economista francés particularmente estudioso de las desigualdades económicas, autor del ensayo de moda, El capital del siglo XXI. Piketty viene a decir que el capitalismo se acaba agotando al envenenarse de éxito, es decir, al conseguir acumular capital merced al rendimiento financiero y no merced al rendimiento de la productividad, del trabajo: con tal afirmación y tal moraleja es evidente que pasa a ser el ídolo del socialismo mundial y de parte de la socialdemocracia, especialmente cuando aconseja crear impuestos altos y especiales para la 'riqueza' y aumentar exponencialmente el gasto público. Digamos que viene a reeditar las lecturas de Marx. Y que ha venido asesorando al socialismo francés cuando ha gozado de oportunidad de gobierno. Y que deberá andar con desasosiego una vez compruebe que ni Hollande ni Valls le hacen ningún caso, antes al contrario.Sin embargo, más allá de las lecturas cultas y altamente específicas como la de Piketty, un simple libro de sencillas y asequibles informaciones económicas está acabando con el cuadro.
    Más economía para andar por casa es el segundo volumen de una feliz idea de María Olvido Macías. Periodista de raza, trabajadora de continuo trazo, indiscutible comunicadora, Olvido convenció al profesor Rodríguez Braun y a los experimentados especialistas en información económica Ignacio Rodríguez Burgos y Pedro Pablo González para contestar a las preguntas más corrientes que pudieran hacerse los españoles no avezados en más cosas que vivir en primera persona todas las crisis posibles. Conocer si conviene más hacer la declaración de la renta de forma conjunta o separada, lo que debemos saber del IBAN, de los fondos buitres, de los trabajadores 'zombis' o del futuro de las pensiones son algunas de las claves que pone a nuestro alcance, de forma asequible y brillante, este equipo de buenos analistas económicos. Su lectura es un aconsejable primer paso para adentrarse en el espeso mundo de la literatura o los ensayos económicos que hoy proliferan en la industria editorial. Nunca antes se había escrito tanto de economía ni se había pretendido tanto divulgar los misterios de una de las ciencias más imprecisas de todas las existentes. Quien esto firma, que maneja con desparpajo términos que hace menos de una década le resultaban vetados e inaccesibles, debe mucho más a las María Olvidos que a los Pikettys. Siendo ambos aparatosamente interesantes.

    TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO,. Rincón Del Olvido,.

    Apenas recordaba la última vez que visitó aquella casa. ( foto)
    Olvidado los momentos que, de pequeño, había vivido entre los muros casi derruidos de la vieja casucha que tenía ante sí.
    Tampoco sabía muy bien por qué tras todos los acontecimientos que se habían producido últimamente en su vida, había vuelto allí. Quizá porque necesitaba encontrarse con alguien o algo familiar, aunque fuese tan sólo un lugar.
    Entró en la casa, y a cada paso dado venía a su mente cada detalle, cada acontecimiento ocurrido entre las cuatro paredes que formaban cada una de las habitaciones que recorría.
    Así acontecía, hasta que llegó al final de un pasillo y se detuvo frente a una puerta entreabierta. Allí, su mente se tornó en blanco. Nada recordaba de aquella habitación, pero entró en ella.
    Era oscura, fría, su olor desconocido. De aspecto extraño, como si no formase parte de aquella casa, al igual que no formaba parte de sus pocos recuerdos. Avanzó a tientas unos pasos y, en un instante, sintió cómo la oscuridad lo envolvía, y el golpe en su espalda al caer y dar contra el suelo. Y tras esto, recordó.
    El pequeño pozo en un rincón de la última habitación de la casa servía no como tal, sino como lugar de castigo. Él nunca lo había visitado, pero recordaba vagamente que, cuando había vivido allí, existían temporadas en las que extrañaba a alguien querido, hasta que al final ese alguien caía en el olvido y, sin esperarlo, un día regresaba, pero siendo otra persona totalmente distinta.

    Se levantó, e intentó atisbar su altura. Saltó, tras tantear la pared en busca de rendijas que no encontró, y le pareció notar cómo con la punta de sus dedos rozaba el borde del pozo. Volvió a intentarlo, con un poco más de fuerza en el salto, y sintió de nuevo el borde. Pero algo le decía que no iba a salir de allí. Nada había donde apoyarse en las lisas paredes, y ese borde, resbaladizo por la humedad, era como intentar aferrarse a una losa de hielo.
    Inevitablemente, tras inútiles intentos, volvió a él ese sentimiento de frustración tan familiar. Pero siguió luchando por salir, poniendo todo su empeño. Nada consiguió. Sólo hacerse daño. Y tras esto, se instaló en él la comprensión, el saber que nada podría hacer, y junto a ella, la desesperación, ambas tan unidas en demasiadas ocasiones.

    Gritó, golpeó la piedra, desató toda su rabia, hasta que se derrumbó en el suelo casi desmayado, y sintió la visita de la resignación, la aceptación de una situación que, tras intentarlo, sabía no podría cambiar.
    Su mirada perdida creyó ver cómo en un instante un pequeño rayo de luz cruzaba la habitación. Su corazón sintió en la lejanía una esperanza remota. Intentó gritar, pero ni fuerzas tenía ya para ello.
    La luz no volvió, la oscuridad lo envolvió. Recordó, quizá por similitud, el pozo figurado en el que había pasado tanto tiempo de su vida tras enamorarse de aquella muchacha, y éste, en el que se encontraba ahora, le pareció incluso más acogedor. Y al recordarla, y guardarla en su corazón, sus otros recuerdos por fin escaparon, le abandonaron, al igual que tantas otras cosas lo habían hecho.

    Este era el rincón del olvido. Como no, olvidado. Quizá el lugar que le correspondía, el que había estado buscando. Y por suerte, sabía que nadie iba a echarle de menos.

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