" EN MI CABEZA TENGO 49 AÑOS LA EDAD ES SOLO UN NUMERO,."
JUDI DEHCH ACTRIZ,.foto
Ha cumplido ya los 80, pero se niega a hablar de
jubilación. Y es que la gran dama británica de la interpretación está
demasiado ocupada (y solicitada) para eso. Ahora regresa a la pantalla
derrochndo vitalidad, mientras presume de novio.
También ha dado vida en siete ocasiones a M., la jefa del servicio de inteligencia británico a la que James Bond rinde cuentas. Pero Dench nunca había soñado con hacer películas. Y menos en Hollywood. Un director perspicaz llegó a decirle que no tenía el rostro adecuado. Hasta que el productor más poderoso, Harvey Weinstein, la convirtió en una estrella. Como muestra de gratitud, ella se tatuó su nombre en el trasero (y esto es real).
La jubilación no entra en sus planes porque le apasiona su trabajo. De hecho, en seis décadas de carrera, solo ha dejado de trabajar en dos ocasiones: cuando dio a luz a su hija Finty y mientras cuidaba a su marido, el actor Michael Williams, que murió en 2001. Hablamos con la dama británica –título que le concedió Isabel II– sobre la edad mental, su necesidad de mantenerse activa y el amor en la tercera edad junto a su nueva pareja, un ecologista 10 años más joven que ella.
Mujerhoy. ¿Alguna vez pensó que una película sobre un grupo de octogenarios podría tener tanto éxito?
Judy Dench. ¡Para nada! Creo que nadie lo imaginó, pero supongo que al público le gustó ver a un grupo de jubilados que deciden hacer algo diferente. Era una historia que no se había contado antes.
MH. ¿Y cómo fue el rodaje en la India?
JD. Maravilloso. Mi personaje se enamora del país, y a mí me pasó lo mismo. Me ha encantado volver a rodar allí.
MH. ¿Qué más cosas tiene en común con ella?
JD. También soy viuda. En mi caso, cuando Michael murió, hace ahora 14 años, tuve la suerte de tener muchísimo trabajo. Encadené tres películas seguidas: 'Atando cabos', 'Iris' y 'La importancia de llamarse Ernesto'. En aquel momento, fue maravilloso poder trabajar y estar rodeada de amigos. De alguna forma, me ayudó a atravesar un momento muy complicado.
MH. La película explora el amor en la tercera edad. ¿Qué tienen de diferente las relaciones afectivas en esta etapa de la vida?
JD. Supongo que el amor es igual, solo que todo va a distinta velocidad. [Risas]. ¡Ese es el problema!
MH. Usted ha vuelto a encontrarlo junto a su pareja, el conservacionista David Mills. ¿Qué la ha aportado esta relación?
JD. Ahora, tengo un amigo estupendo con el que puedo hablar y hacer muchas cosas. Comparte mis hobbies, le encanta la pintura y me río con él porque tiene un gran sentido del humor... Con él puedo disfrutar de la vida.
MH. ¿Iría a vivir a un retiro para la tercera edad como en el filme?
JD. ¡No! No viviría en ningún otro sitio que no fuera en Reino Unido. Aun así, creo que esa opción es preferible a que te aparquen en una habitación en la que nadie habla con nadie, cada día es igual al anterior y tienes suerte si alguien va a verte.
MH. ¿Cree hoy que la sociedad sabe tratar a los mayores?
JD. Mi padre, que era médico, solía decir: "Cuando te retires, tienes que estar más ocupado de lo que estabas cuando trabajabas". Hay que mantener la cabeza estimulada, hacer cosas, aunque sea un crucigrama... Mi lema es: "Haz lo que puedas mientras puedas". Es muy fácil rendirse y sentarse en una silla, pero eso se convierte en un hábito y no estimula tu cerebro.
MH. Usted, desde luego, no para. ¿Qué le mantiene tan motivada?
JD. Tengo un trabajo que me apasiona. Somos muy pocas las personas que amamos lo que hacemos y nos podemos ganar la vida con ello. Además, por la propia naturaleza de este oficio, siempre es diferente. Jamás podría haber hecho un trabajo que me obligase a estar en una oficina de nueve a cinco y volver al día siguiente. No soy ese tipo de animal... Lo excitante de esta profesión es que nunca sabes dónde estarás o qué estarás haciendo e, incluso, si serás capaz de hacerlo. Siempre te persigue esa duda. Hay cierto riesgo en eso. Y me encanta.
MH. Muchas actrices de su generación, e incluso más jóvenes, se quejan de la falta de papeles, pero no parece que a usted le afecte esa sequía. ¿Cuál es su secreto?
JD. ¡Simplemente acepto todos los que me ofrecen! [Risas]. Me siento muy agradecida cuando me llaman para ofrecerme algo. Recuerdo que, una vez, el director Trevor Nunn entró en mi camerino en la noche de un estreno. Me encontró llorando y me preguntó qué me pasaba. Y yo le contesté: "Siempre pienso que esta será la última obra que haga". Y es verdad. Me invade la ansiedad por saber cuándo o de dónde me llegará el próximo papel. Siempre he sido así. Me sorprende que sigan llamándome, pero me encantan los nuevos retos.
MH. ¿Ha cambiado mucho este negocio desde que usted empezó?
JD. Muchísimo. Creo que ahora es más difícil para los jóvenes que empiezan dedicarse a esto. En primer lugar, la suerte juega un papel mucho más importante que antes. En mi época, había teatros por todo el país donde los actores podían aprender y cometer errores. Eso ya no existe. Es muy triste que hayan cerrado tantas salas en estos años.
MH. Pero usted tampoco lo tuvo fácil. De hecho, creo que llegaron a decirle que no tenía un rostro adecuado para el cine...
JD. Así es. Al principio me rechazaron. De hecho, yo nunca pensé en hacer cine, eso llegó más tarde. Hasta que rodé 'Su majestad Mrs. Brown', que originalmente iba a ser un telefilm. El productor Harvey Weinstein la vio y decidió que fuera una película. Así fue como empezó mi carrera en el cine. Hasta ese momento, había hecho poquísimas películas.
MH. Había cumplido ya 60 años cuando empezó a trabajar en Hollywood. ¿Aún se siente como pez fuera del agua en Los Ángeles?
JD. ¡Desde luego! Me impresionan mucho las estrellas. Y a mi hija también. En los Oscar nos compartamos como niñas mirando a todo el mundo con la boca abierta. Cuando conocí a Clint Eastwood y trabajé con él por primera vez... ¡Ni si quiera era capaz de hablarle! Nunca he estado en Los Ángeles más de dos semanas. Jamás me he sentido como una actriz de Hollywood.
MH. Las películas de James Bond marcaron un antes y un después en su carrera. ¿Le decepcionó que decidieran matar a su personaje?
JD. No, para nada. Pensaba que iba a ocurrir antes. Hice siete películas, tantas como las que rodó Roger Moore. Así que, en realidad, me siento una privilegiada. No podría habérmelo pasado mejor. En las últimas entregas, incluso, conseguí viajar después de protestar mucho porque M. siempre estuviera encerrada en su despacho. Ha sido una experiencia maravillosa.
MH. Creo que no le gusta ver sus propias películas...
JD. Mis expectativas siempre son más altas de lo que luego veo en la pantalla. Y me pongo a pensar en las otras cien maneras diferentes en las que podría haber interpretado cada una de las escenas. Soy muy exigente conmigo misma.
MH. Sé que las palabras 'jubilación' y 'viejo' están prohibidas en su casa. ¿Por qué?
JD. Porque no quiero retirarme ni que me sugieran que necesito ayuda para cruzar la calle hasta que realmente la precise. Quiero ir al teatro, interpretar la obra en la que esté y volver a casa. Deseo ser esa persona mientras pueda.
MH. Una cosa es la edad mental y otra la del carné de identidad. En su cabeza, ¿cuántos años tiene?
JD. Unos 49. La edad es solo un número.
MH. ¿Qué es lo que peor lleva de hacerse mayor?
JD. Mi vista no es buena [padece degeneración macular]. Es cuestión de tiempo que no pueda conducir. Pero no quiero sentir que tengo 80 años ni que nadie me lo recuerde. Mi filosofía es: ponte manos a la obra y no pienses que no puedes hacer algo hasta que te sea imposible.
MH. ¿Le queda todavía algún sueño por cumplir en este negocio?
JD. ¡Claro! Todavía hay muchísima gente con la que querría trabajar y muchos papeles que me gustaría interpretar. Ahora voy a estar presente en el próximo proyecto de Tim Burton, y eso es una noticia maravillosa.
TÍTULO: EN DIRECTO, SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO, PASIONES QUE TAMBIEN SON TRABAJO,.
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Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida". Ese es el mantra de estas mujeres. Porque, cuando la vocación y el empleo se cruzan, la pasión no tarda en llegar.
Y lo consiguió. Igual que Sally Hambleton, que logró ganarse su sitio como una de las mejores decoradoras florales a base de creatividad, esfuerzo y mucho trabajo: a los seis meses de abrir su negocio nació su hija y solo se concedió una semana de baja maternal porque pensó que, si los clientes encontraban cerrada su tienda, no volverían. Esa misma dedicación ha convertido a la ginecóloga Isabel Alonso en una 'cautiva' de Madrid: salvo en las vacaciones de verano, jamás se traslada más allá de 50 kilómetros del hospital donde trabaja para llegar a tiempo en caso de parto.
Todas se entregan en cuerpo y alma a sus trabajos. Y eso a pesar de que ser mujer puede considerarse un hándicap a la hora de darlo todo en la oficina, si tenemos en cuenta que la recompensa no será la merecida: en España hay más mujeres que hombres con estudios superiores, pero son ellos quienes mayoritariamente obtienen un empleo con ese nivel de titulación mientras ellas acaban con más frecuencia en el paro, según el último estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Tampoco es fácil que lleguen a la cúpula empresarial: el 31% de las empresas españolas no tiene a ninguna mujer entre sus altos cargos. Es una de las conclusiones del informe 'Mujeres en la Alta Dirección en España' del Centro de Gobierno Corporativo, el mismo que dice que las féminas apenas ocupan el 13% de altos cargos. También en términos salariales tenemos las de perder: el sueldo medio anual femenino representa el 76,1% del masculino. Según los últimos datos del INE, la diferencia es de 6.145 euros de media, aunque supera los 9.000 euros en puestos de mando.
El sueldo no es lo único que importa
A pesar de estos datos, hay muchas profesionales entregadas y felices. Entre otras cosas, porque el salario no es el único factor determinante a la hora de elegir un empleo. Y aunque muchos se quejen de sus condiciones (poco sueldo, muchas horas, poca promoción), en nuestro país, el 75% de los mayores de 45 años están satisfechos con su puesto (más los hombres que las mujeres), por encima de franceses o italianos, según Randstad Workmonitor.
Uno de los aspectos que consideramos fundamentales para sentirnos satisfechos es la realización personal, según la segunda encuesta 'La Felicidad en el Trabajo', de Adecco. Por eso hay quien renuncia a un buen salario por intentar lograr su sueño. Fue el caso de Rita Alonso, que dejó su puesto de ejecutiva en una multinacional, donde llevaba cuentas con una facturación de 200 millones de euros, por poner en marcha su compañía tecnológica. El camino ha sido duro, pero lo volvería a recorrer con los ojos cerrados. En ello coincide con Gabriela Pascual de la Herrán, copropietaria de una marca de ropa infantil que pasó de vender sus diseños en casa a hacerlo en 23 tiendas.
Casos como el suyo no abundan, pero son cada día más numerosos. Quizá porque los españoles valoramos más seguir nuestra vocación. Cuando se pregunta por el factor clave para ser feliz en el trabajo, tres de cada cuatro dicen que tener vocación para desarrollarlo, según Adecco.
A María Acaso, profesora de Educación Artística en la Univ. Complutense e ideóloga de un movimiento para reimpulsar la innovación en la enseñanza, no le costó dar con su vocación. Quería ser profesora y ejerciendo como tal vio que el cambio social era posible desde las aulas. Ahora, cuando sus clases le dejan tiempo, viaja por el mundo impartiendo conferencias para cambiar el paisaje de la educación. Ella, como Diana, Rita, Sally, Gabriela e Isabel, están de acuerdo con que un trabajador feliz es más productivo. Y seguramente también suscribirían una frase: "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida".
Sally Hambleton
Decoradora floral
"Ahora me permito el lujo de no hacer nada que no me guste"
"Pasé parte de mi infancia en Inglaterra, donde vivía una de mis tías que se dedicaba a la decoración floral. La veía en la mesa de la cocina, trabajando con flores para una boda y la ayudábamos a hacer coronitas para los niños... Así que cuando me encontré sin nada que hacer tras 10 años trabajando en un banco de inversión, me di el capricho de hacer un curso de decoración floral en Inglaterra. Volví envenenada, y aunque mi tía me desaconsejó dedicarme a esto porque decía que dejaría de tener vida personal, acabé montando el negocio en casa.
Seis meses después abrí el local, en la calle Gabriel Lobo de Madrid. El primer día no vendimos nada, pero poco a poco nos fueron conociendo. Ahora somos 14 personas y hemos abierto la segunda tienda. Durante 10 años, hice una cosa que no me gustaba porque me lo pagaban muy bien. Ahora me permito el lujo de no hacer nada que no me guste aunque gane menos.
Soy muy obsesiva y cuando algo me gusta lo llevo al extremo, es lo que me ocurre en el trabajo. Es un día a día a contrareloj, porque en el momento en que se corta la flor, se mete en una caja y viaja, empieza una cuenta atrás. Pero las satisfacciones que me da esta profesión no me las ha dado nada, salvo mi hija. Si diera marcha atrás, volvería a empezar con los ojos cerrados".
Gabriela Pascual de la Herrán
Diseñadora y cofundadora de la marca de ropa infantil Vitivic
"La satisfacción es total cuando se agota un modelo que tú has creado"
"Hace 12 años, cuando buscaba ropa para mis hijas, no encontraba nada. Era como la de 30 años atrás: nido de abeja, lazos... La quería original y divertida, y empecé a diseñar, comprar telas y a llevarlas a una modista para que la hiciera. Así se me ocurrió lanzar una marca de ropa infantil. Busqué una socia y encontré a Victoria. En tres meses vendíamos modelos de Vitivic en su salón y poco después nos instalamos en un local de 10 metros cuadrados. Pusimos cada una 3.000 euros para empezar, eso ha sido todo lo que ha salido de nuestros bolsillos: reinvertíamos todo lo que ganábamos, hasta que pudimos irnos a un local más grande. Luego abrimos otra tienda, empezamos con las franquicias...
Ahora tenemos 23 tiendas, de las que ocho son franquicias. Sigue siendo mucho trabajo y quebraderos de cabeza, pero merece muchísimo la pena. No solo económicamente, también por realizarme. Cuando un modelo salido de tu cabeza se agota, la satisfacción es total. No importan las horas invertidas, merece la pena".
Isabel Alonso
Ginecóloga
"Traer más de 11.000 niños al mundo es un privilegio"
"Recuerdo mi primer parto, Javier. Y el segundo, una niña a la que llamaron Isabel por mí, ¡un honor! Eso sí que tenía mérito: que los padres confiaran en una chica de 25 años para traer al mundo a sus hijos. Llevo más de 30 años en la profesión y he atendido más de 11.000 partos, entre ellos niños a cuyos padres ayudé a nacer. Esto es muy vocacional, por eso nos implicamos tanto. El límite lo pone cada uno. A mí han llegado a localizarme en mi viaje de novios por EE.UU. para una consulta.
Atiendo por la mañana y por la tarde y tengo plena disponibilidad por si hay una urgencia. Por eso no salgo de mi cárcel de lujo: 50 km a la redonda de Madrid que no suelo traspasar. Sin embargo, es muy gratificante. Cuando haces bien a alguien, y esta profesión te permite hacerlo, te sientes bien. Y nos da otro privilegio: participar en los mejores momentos de la vida de alguien. Con muchas pacientes tengo amistad. Tres embarazos son cuatro o cinco años viéndolas cada mes, ¡más que a muchos amigos!".
María Acaso
Profesora, investigadora y autora de Reduvolution
"Todo lo que hago tiene relación con el trabajo. Y me apasiona"
"Vengo de una familia de profesores y soy la mayor de cinco hermanos. Cuando era niña, ya jugaba con ellos a dar clase. Ahora ejerzo como profesora de universidad, imparto talleres en la Escuela de Educación Disruptiva de la Fundación Telefónica, doy conferencias para impulsar la innovación en enseñanza y soy madre, un trabajo igual de profesional que el resto. De hecho, la maternidad no significa replegar alas y abandonar tu carrera. Siempre hay formas de llegar a todo, especialmente si se cuenta con un compañero.
¿De dónde saco el tiempo? No tengo horarios, no hay fronteras entre lo particular y lo profesional, todo lo que hago tiene relación con mi trabajo. Y me apasiona, porque la educación es un campo de transformación social. Creo que con estas cinco microrrevoluciones avanzaríamos mucho: un cambio en las formas de evaluación, ser conscientes de que lo que se enseña no es lo mismo que lo que los alumnos aprenden, estimular la participación de los estudiantes, que el mobiliario de las aulas permita el movimiento y recuperar el placer por aprender haciendo más atractivas nuestras clases".
Diana Feldhaus
Wedding planner
"Disfruto al organizar el día más importante de una pareja"
"Fui 'export manager' y 'broker marítimo', y más tarde gestioné eventos académicos en una universidad, pero tras 15 años de trabajo me lancé a esta aventura. La experiencia laboral previa me sirvió, porque una 'wedding planner' ha de negociar con muchos proveedores. Si quieres casarte debajo de un viñedo, mi trabajo es conseguirlo; o acompañar a la novia de 'shopping' si no sabe dónde comprar unos guantes blancos de piel. Todo se puede lograr y no tiene por qué ser caro.
Es cuestión de trabajo, creatividad, tiempo y organización. Si se casa en invierno y está preocupada por el frío, le compro una crema que usan los buzos para que les suba la temperatura. Y si su madre está nerviosa, me paso tres horas con ella charlando. Mi teléfono está abierto 24 horas. Por eso tengo la oficina en casa, para conciliar, pero mi marido y mi hijo saben que en cuanto suena, solo estoy para el cliente. Es un privilegio formar parte de uno de los días más importantes de la vida de alguien, por eso lo que más disfruto es el día de la ceremonia. Es mucho trabajo, pero no soy muy consciente del tiempo y el esfuerzo, porque me apasiona.
Rita Alonso
Fundadora de la start up Dommuss.com
"Es increible que usen tu app en la otra punta del mundo"
"Llevaba siete años trabajando como ejecutiva cuando me entró el gusanillo emprendedor. Se me ocurrió la idea de Dommuss, una aplicación gratuita para organizar tu vida en familia, porque veía que empleábamos mucho tiempo con llamadas o whatsapps para gestionar cosas cotidianas. En mi viaje de novios, decidí arriesgarme y dejé mi trabajo. Dar el paso es cuestión de apasionarte con tu idea y quizá ser algo inconsciente.
Fue una locura, porque tuve que aprender lenguaje de programación, SEO... Tienes construir la empresa, registrar la marca, buscar inversores, gestionar el proyecto, llevar el marketing y las redes sociales... Estás las 24 horas dándole vueltas al proyecto. En mitad de eso, me quedé embarazada y no sabía si iba a poder con todo, pero organizándote, se puede. Y volvería a hacerlo sin dudar. La satisfacción de que un proyecto empiece a funcionar y que gente de la otra punta del mundo se baje tu aplicación y te diga que está encantado es increíble".
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