TÍTULO: SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,. Edad reproductiva,.
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Viví mi juventud los años de oro de la militancia feminista.
Aunque no me impliqué de lleno, sí participé de adolescente en muchas
sesiones de autoconciencia. Se trataba de reuniones en las que, durante
horas y horas, se hablaba con las amigas de cómo los
hombres nos habían ido cortando las alas. Como crecí
en una familia matriarcal, generalmente tenía poco que
decir, ya que, al fin y al cabo, había recibido una educación
de corte centroeuropeo mucho más libertaria que la de
las chicas de mi edad que habían nacido lejos de Trieste.
Aquellos eran tiempos de furor ideológico, un furor
que, a menudo, tomaba un cariz de lo más aburrido. Pero
también eran tiempos de una enorme creatividad. Vista
desde hoy, dicha creatividad no puede más que despertarnos
añoranza. De todas aquellas reuniones, hay una que
no he olvidado nunca: aquella en que una compañera de
clase confesó que estaba esperando un hijo de su novio.
En esa época, como ya he contado otras veces, quedarse
embarazada era un fenómeno bastante frecuente; lo que no
era tan común fue la respuesta que nos ofreció la compañera "Voy a tener a este niño". ¿Pero cómo?, nos miramos
asombradas. En todas las manifestaciones gritábamos: "Mi
cuerpo es mío y yo decido", como una forma de defender
nuestro derecho al aborto; y resulta que ella, una de las más
fervientes defensoras de la causa, parecía estar dispuesta
a traicionar nuestra lucha. "¿Cómo es posible? ¿Lo vas a
tener? ¿Estás loca? Vas a tirar tu vida por la borda con
solo 16 años". No recuerdo el nombre de esta chica, pero
sí –y perfectamente– la expresión radiante de su rostro
cuando repuso: "Pero es que yo amo a mi novio. Y también
de este niño, al que siento crecer dentro de mí, estoy ya
locamente enamorada."
Me ha venido a la cabeza esta anécdota de
hace ya tantos años a raíz de eso en lo que hoy se ha
convertido el cuerpo de la mujer. Bien mirado, nuestro
cuerpo ya no nos pertenece, sino que es patrimonio, a
partes iguales y de un modo cínico y feroz, del mundo
consumista (con la imposición, cada vez más imperante,
de no envejecer jamás) y de aquel otro de la ciencia y la
tecnología aplicadas a la fertilidad.
Las mujeres que no pueden quedarse embarazadas se
sienten hoy fracasadas, y de ahí que se vean impelidas cada
vez más por la sociedad y los medios de comunicación a
recurrir a unas técnicas reproductivas que son las mismas
que se emplean en la zootecnia para inseminar a las vacas.
En nuestros días, la 'bovinización' de las mujeres se ha
convertido en un acontecimiento mundial. Lo que nadie
dice, sin embargo, es que, con la excusa de favorecer la
realización femenina, se vienen cometiendo sobre nuestro
cuerpo abusos de todo tipo. Claro que el deseo de tener un
hijo es algo importante y hermosísimo, pero deberíamos
empezar a preguntarnos, por ejemplo, qué consecuencias
se derivan de la aplicación de estas técnicas sobre
nuestro cuerpo.
¿Qué efectos secundarios, por ejemplo,
puede conllevar el bombardeo hormonal que precede a
los intentos de fecundación? Sabemos que las hormonas
que andan fuera de control alteran el organismo y, muy a
menudo, se corre el riesgo de que se inicie una serie de
procesos degenerativos imposibles de dominar.
¿Se les
advierte expresamente de estos peligros a las mujeres
que deciden someterse a un ciclo de procreación asistida?
¿Se les avisa de a qué van a tener que hacer frente exactamente?
Lo dudo. Tengo la sensación de que, tras tantos
años de luchas y peleas por defender nuestro cuerpo,
hemos dado, de alguna forma, un paso atrás, víctimas de
esa tiranía imperante que nos obliga a estar siempre bellas
y en edad reproductiva, sea al precio que sea.
TÍTULO: NOCHE LARGA, SPTIFY Y LOSEX,.
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Internet es veneno para las rupturas. Ya se sabe: 'Ojos que no ven, Facebook que te lo cuenta'. Los psicoterapeutas recomiendan a sus pacientes en trance de superar a un ex que lo borren de Facebook.
Es lo más parecido a desintegrarlo y, de paso, evitas entrar 155 veces
al día en su perfil. Pero también está Google, donde, con un poco de
maña, podrás encontrar la foto de su nueva novia y luego entrar a su
LinkedIn (¿quién puede resistirse?)... para que inmediatamente LinkedIn notifique a la interesada de que estás visitando su perfil con aviesas intenciones. Esto último no lo dice el mensaje, pero es lo que pensará la novia de tu ex. Todas las novias de los ex piensan lo mismo. A ninguna se le ocurre imaginar que quieras ofrecerle un puesto de trabajo mejor remunerado.
He descubierto que Spotify, el único sitio donde me creía a salvo (siempre que escuche mis 'playlists' inconfesables en sesión privada) es también un amplificador de la angustia de las rupturas. Tras varios meses, el chico con el que medio salía tuvo conmigo una conversación del tipo: "No eres tú, soy yo... bla, bla, bla".
Resulta que me dejaba porque su anterior relación estaba muy reciente y
necesitaba espacio. Bla, bla, bla. Poco podía yo añadir, así que nos
deseamos suerte y se despidió con un: "Y ya, si eso, te llamo".
Todas sabemos qué significa "y ya si eso": "No existe ni existirá
circunstancia sobre la faz de la tierra que me haga volver a llamarte". Así que me dispuse a hacer borrón y cuenta nueva. Pero, ay, había olvidado que nos seguíamos mutuamente en Spotify y ese vínculo se reveló como indisoluble. De repente, yo podía ver toda la música que escuchaba y qué canciones ponía en bucle durante dos horas.
Nadie puede imaginar una tortura más refinada. Él es un tío duro que ama el rock. Pero, cuando lo dejamos, se puso en modo moñas, y de sus 'playlists' salían melodías dulzonas, que hablaban del pasado y de dar otra oportunidad. Empecé a elucubrar: ¿se arrepentía de su Bla, bla, bla? Sabe que espío su música.
¿Quién no lo haría? Así que he empezado a escuchar las canciones que ponen en el bar al que íbamos, a ver si se da por aludido. Y he pensado que puede estar haciendo ojitos a su ex, que quizás también le sigue, así que me he metido en Google a ver su foto (la de su ex) y, sin remedio, he caído en su LinkedIn. Sigue en el mismo trabajo, por cierto.
Desde aquí pido a los cerebros de Silicon Valley y a la Seguridad Social de mi comunidad autónoma que me quiten internet hasta que consiga controlar mi pasión por la investigación Spotify de mis ex.
Moraleja
-Un tío también puede escuchar 'All by myself' hasta 15 veces en un día.
Cosas que hacer
-Pedir hora a mi médico de cabecera para que me quite de internet.
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