domingo, 15 de marzo de 2015

REVISTA XL SEMANAL, PORTADA, COLIN FARRELL, ACTOR,./ PRIMER PLANO, EL DOCTOR FEDRIC BRANDT,.

TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL, PORTADA, COLIN FARRELL, ACTOR,.

Un tio me dijo, eres Colin firth, ¿ verdad ? no le respondi: soy más bajito con mucha menos clase,.

Especial Hombre / En portada

Colin Farrell: "Un tío me dijo: 'Eres Colin Firth, ¿verdad?'. 'No', le respondí: '¡Soy más bajito y con mucha menos clase!'"

Ejerció de irlandés salvaje en Hollywood durante años. Hoy, cerca de los 40 y padre de dos hijos, los excesos han quedado atrás. El embajador de Intenso, el nuevo perfume de Dolce & Gabbana, nos recibe en Los Ángeles.
Ni una sola nube empaña la panorámica de Los Ángeles desde el balcón suspendido sobre las colinas de Hollywood. Son las diez, pero, enfundado en un traje negro, Colin Farrell parece listo para la alfombra roja. El actor es la imagen de Intenso, el nuevo perfume de Dolce & Gabbana. Luce un característico bigote que, en realidad, es parte de su personaje en la segunda temporada de la serie True detective, que está rodando en la ciudad. Farrell vivió su época más salvaje cuando aterrizó en Hollywood desde su Irlanda natal, pero en 2005 decidió apostar por sí mismo, pasó una temporada en rehabilitación y dejó atrás las drogas y el alcohol. 
Ya no es el chico malo de Hollywood. El cambio se hace evidente viéndole con Henry, el menor de sus dos hijos (de cinco años), con cuya madre la actriz y cantante Alicja Bachleda-Curus Farrell estuvo dos años (el mayor, James, de 12 años, es hijo de la modelo Kim Bordenave). Cuando el pequeño lo llama, el actor desconecta de todo y de todos. Durante un descanso, con un café y un cigarrillo en plena calle, se muestra encantador. Le gusta hablar, ponerse trascendente y profundo; es un libro abierto que no se autocensura.

XLSemanal. Se pone muy serio ante la cámara. Se diría que le da vergüenza... 
Colin Farrell. ¡Es que no me gusta nada! Pero si esto es lo más desagradable que tengo que hacer en todo el día, soy un tipo con mucha suerte [ríe].
XL. Dice Domenico Dolce que es usted una persona intensa. ¿Por qué cree que proyecta esa imagen?
C.F. Supongo que la vida es una intensa experiencia desde el principio, ¿no?
XL. ¿Y cuál es la parte más intensa de su vida ahora mismo?
C.F. Ser padre de dos niños. Y tratar de hacer eso mientras también trabajas.
XL. Lleva 15 años en Hollywood. ¿Ha logrado hacer las paces con la fama?
C.F. Eso creo. Antes me resistía y ese era, supongo, mi modo de ser famoso.
XL. ¿Fue un proceso largo y costoso?
C.F. Sí. Llegué a Los Ángeles con 22 años. Fui pintor, camarero, dependiente, hice un programa de televisión... Todo pasó muy rápido.
XL. ¿Fue esa rapidez el problema?
C.F. Ponerte a 120 kilómetros por hora en tres segundos es más difícil que hacerlo en un minuto. Físicamente, el cuerpo entra en shock, sientes un subidón de adrenalina, pasan muchas cosas en tu cerebro. Si, en cambio, la aceleración es gradual, es como dar un paseo en un día soleado. Con la fama pasa igual. Es lo que me pasó al llegar. Pero lo disfruté.
XL. ¿Qué consejo le daría a aquel Colin Farrell de 22 años?
C.F. El problema es que yo a esa edad no escuchaba a nadie.
XL. Hace diez años se desintoxicó de sus adicciones. Siempre ha sido muy honesto al respecto. ¿Se arrepiente?
C.F. No, yo mismo lo saco a relucir. Con eso no quiero decir: «Soy estupendo, abierto y me da igual lo que piensen de mí». No. Pero nunca he sabido moderarme. Y, a veces, me he quemado. Para mí, hablar de ello es una forma de saber quién soy.
XL. ¿Aquellos años salvajes también forman parte de quien es ahora?
C.F. ¡Por supuesto! No me disculpo por ninguna versión de Colin. Eso no quiere decir que no me arrepienta de cosas, que sí cambiaría. Pero no es nada que no me deje dormir por las noches. Si no hubiera experimentado las cosas de las que ahora podría arrepentirme, no estaría donde estoy. Y estoy muy contento de estar aquí.

XL. ¿Conoce la felicidad o es un concepto demasiado cursi y manido?
C.F. La noción de felicidad es como la noción de Dios: es algo muy subjetivo que hemos tratado de objetivar equiparándola al dinero, al amor, la belleza, la popularidad... Esas cosas pueden hacerte la vida más fácil o librarte de la soledad, pero la felicidad está dentro de ti. ¿Soy feliz ahora? Tengo momentos de gran felicidad.
XL. ¿Cuáles?
C.F. Me emociono con cosas pequeñas. Me pongo contento con facilidad. Tengo 38 tacos, voy al cine, me compro un perrito, una bolsa de caramelos y un refresco y soy el tío más feliz del mundo [ríe]. 
XL. En algo más de un año cumple los 40. ¿Es solo un número?
C.F. Como todos hablan tanto de ello, empieza a parecerme algo importante [ríe]. Pero me gusta hacerme mayor. La vida se hace más interesante.
XL. ¿En qué sentido?
C.F. En esta etapa, la vida girá más sobre otras personas que sobre ti mismo. Cuando eres joven, quieres tener amigos, ser popular, gustar a la gente, pero cuanto mayor te haces, experimentas la amistad a un nivel más profundo: es una forma de confianza, amor y disfrute mutuo. Por eso, creo que la vida es más dulce cuando te haces mayor. Para mí, además, es menos caótica.
XL. Siempre habla con orgullo de sus raíces irlandesas... 
C.F. Es que ser irlandés te deja una marca indeleble. Tiene que ver con el carácter de nuestra gente y nuestro aprecio por la vida, pero también con nuestra melancolía. La tierra, en sí misma, te persigue. Te vuelve loco. No es una belleza suave, tiene cierta tristeza asociada. Hay partes del país que te emocionan con solo mirarlas.
XL. Siempre ha estado muy unido a su familia. ¿Sueña con formar la suya propia algún día?
C.F. Ya tengo una familia, simplemente no es una familia convencional. Mis dos hijos tienen dos madres maravillosas y trabajamos juntos para educarlos. Nunca tendré una familia convencional. ¡Ese sueño se acabó! [ríe]. Y quiero ser consciente de eso porque, si no, ese tipo de cosas habitan en tu interior y crean frustraciones.
XL. Pero hubo un tiempo en que soñó con esa idea...
C.F. Sí, porque es lo que la sociedad te dice que te traerá felicidad y estabilidad, pero a veces la vida se opone a tus mejores planes. No sé si para darte una lección o, simplemente, por pura crueldad. Pero estoy muy contento de cómo son las cosas. Estoy muy enamorado de mis hijos. Llevo cinco años soltero, pero no sé lo que me espera a la vuelta de la esquina...
XL. Creo que hace yoga para mantenerse en forma. ¿Le proporciona serenidad?
C.F. Sí, ¡me encanta! Antes solía hacerlo solo, pero me aburría. ¿Qué significa eso? ¿Qué estoy aburrido de mí mismo? Quizá [ríe]. Voy a clases con más gente. Una de las cosas más peligrosas de la celebridad es que corres el riesgo de aislarte. Y lo siguiente que sabes es que eres Norma Desmond y estás solo, con tu mono y tu mayordomo. Por eso, me gusta la energía de esas clases en las que todo el mundo se mueve simultáneamente. En cierta forma, rodar una película también es un deporte de equipo intelectual.
XL. Parece que ahora todos los actores aspiran a dirigir. ¿Es su caso?
C.F. Me encantaría. Un día, me pondré a escribir. Supongo que será una historia oscura, siempre son más interesantes. Cuando conduces por Estados Unidos, te das cuenta de que hay muchas partes del país que nunca encuentran el camino hasta la pantalla y que son preciosas, seductoras y están llenas de fantasmas. Cuando sea mayor, dirigiré.
XL. Está rodando la segunda temporada de True detective. ¿Qué nos puede contar?
C.F. Estoy encantado porque el guion es extraordinario, los personajes son hermosos y el universo es fascinante. Además, se está rodando en Los Ángeles y hacía años que no trabajaba aquí. Es genial poder dormir en mi cama por las noches.

XL. Pero también le gusta hacer road trips...
C.F. ¡Sííí! ¡Me encanta conducir!
XL. ¿Y qué es lo que busca en esos viajes?
C.F. ¡Nada! Nos pasamos esta absurda vida buscando dónde comer, con quién quedar, qué película vamos a ver, cuál es la mejor ruta para ir a trabajar... La vida contemporánea consiste en estar constantemente buscando cosas. Lo maravilloso de un road trip es que te dedicas a observar un panorama en movimiento de colores, imágenes, topografía cambiante... ¡Eso sí que es terapia! He conducido de costa a costa cuatro veces en los últimos seis años y, en cuanto termine de rodar True detective, voy a volver a hacerlo.
XL. No lo veo durmiendo en moteles de carretera de la América profunda...
C.F. ¡Duermo en cualquier sitio! Llegas a pueblos pequeños y tienes que dormir en moteles cutres. ¡El Holiday Inn es un lujo! ¡Y es jodidamente caro! ¡140 pavos la noche! Me encanta un motel que tenga una máquina de hielo en medio del pasillo y que puedas escuchar el ruido que hace cada cinco minutos. ¡Eso es música para mis oídos! [ríe].
XL. ¿Esas escapadas lo ayudan a sentirse normal?
C.F. Me siento muy normal la mayoría del tiempo. No hago fotos y entrevistas a diario. No vivo en esa realidad, solo la visito de vez en cuando. En Los Ángeles siempre estás pendiente de los paparazis, pero en los pueblos pequeños nadie se fija en ti. Vas al cine un martes por la noche en un pueblo de Wyoming y hay siete personas en la sala. A la salida, un tío te dice: «¿Eres...? ¿Colin Firth?». Y tú dices...: «No, Farrell. ¡Maldita sea!» [ríe]. ¡Soy 20 putos centímetros más pequeño que él y tengo mucha menos clase! La mayor parte del tiempo no me acuerdo de la fama. Y en la carretera, aún menos.

Su aroma
El actor irlandés Colin Farrell personifica el carácter de Intenso en su primera colaboración con Dolce & Gabbana Fragancias. «Como actor y como hombre representa fortaleza, ternura y encanto, las cualidades que hemos concebido para el hombre de nuestra nueva fragancia», asegura Domenico Dolce. Precio: 68 euros (75 ml).

TÍTULO: PRIMER PLANO, EL DOCTOR FEDRIC BRANDT,.

El doctor Fredric Brandt: el inquietante rey del bótox,.

En primer plano

El doctor Fredric Brandt: el inquietante rey del bótox

Millonarios y 'celebrities' de medio mundo se ponen en manos de este inquietante doctor de 65 años. De hecho, nadie en el mundo pone tantas inyecciones de bótox como él: cinco mil ampollas al año. Tanto es su poder y tanta su influencia que revistas como 'New York' aseguran que está cambiando los cánones estéticos del planeta.'El nuevo rostro' lo llaman. Hablamos con el doctor Brandt en su consulta de Manhattan.
Cuando la toxina botulínica empezó a usarse como tratamiento de belleza, tan solo un puñado de famosos habían probado sus efectos. Y todos iban a la misma consulta: a la clínica de Fredric Brandt, un doctor que hoy se ha convertido en el mayor consumidor mundial de bótox. Su propio rostro es prueba clara de que en su clínica se utilizan unas cinco mil ampollas al año. El dermatólogo más famoso de los Estados Unidos -apodado el Barón del Bótox- tiene 65 años y un aspecto tan helado y pálido como la superficie lunar. Nos citamos con el mayor representante mundial de la cirugía cosmética mínimamente invasiva, un mercado que se cree facturará 2,9 mil millones de dólares en 2018. 
Otro dato: el pasado noviembre, la compañía que patentó el bótox fue comprada por 66.000 millones de dólares. Brandt tiene fama de ser el especialista más creativo del sector, de saber en qué punto exacto hay que pinchar para conseguir el mejor resultado sin que el paciente deje de gesticular y mueva sus facciones. Entre sus pacientes se cuentan mujeres de la alta sociedad, profesionales y famosos (nuestro hombre se niega a dar nombres, pero Madonna ha hablado de él en tono muy elogioso y se cree que Demi Moore es otra de las celebridades que han pasado por su consulta), así como abogados, diseñadores y escritores... Todos con mucho dinero. Algunos pacientes vienen a verlo desde Europa y Oriente Medio. 
Brandt se ha convertido en una marca global. Los clientes pueden comprar sus propios productos para estirar y suavizar la piel. El último se llama Needles No More (Sin Necesidad de Inyecciones) y es una crema antiarrugas que, según el doctor, reduce las patas de gallo y las arrugas en la frente. Brandt cuenta con su propio laboratorio. Nuestro entrevistado hoy está experimentando con un tratamiento contra las patas de gallo basado en una molécula de la toxina botulínica que, según afirma, resultará efectiva durante 120 días. La crema Needles No More es la versión comercial de esta sustancia, una versión en la que el magnesio opera como inhibidor de las contracciones musculares.
XLSemanal. ¿A qué tratamientos se ha sometido usted mismo?
Fredric Brandt. ¿Yo? Nunca me he hecho nada. En la vida, me he hecho un estiramiento facial. Todo el mundo está convencido de lo contrario, pero mire detrás de mis orejas...
XL. No veo cicatrices. 
F.B. Nunca me he sometido a la cirugía, pero siempre he experimentado conmigo mismo porque, si algo sale mal, es mejor que me pase a mí. Llevo aplicándome bótox desde los noventa. Me he inyectado rellenos para restaurar el área de las mejillas y en torno a los ojos, para rellenar las zonas demacradas y en el perfil de la mandíbula, para reesculpirlo.
XL. ¿Estaba insatisfecho con su apariencia física? 
F.B. Lo que me interesaba era ver lo que estos tratamientos harían a los pacientes, pero, por supuesto, también quería estar presentable. Me aplico bótox dos veces al año y hace bastantes meses que no me hago un relleno. La aparición del bótox a principios de los noventa fue revolucionaria. Quedaban atrás los peelings y las inyecciones de colágeno de los años ochenta. Ahora, según dice el doctor, es posible «hacer ciertas cosas sin recurrir a la cirugía». En los ochenta, Brandt solía aplicarse cremas con retinol y alfahidroxiácidos. Sigue utilizando lociones y se vale de una de sus propias cremas para generar colágeno por las noches, así como de un sérum de reparación, una crema antioxidante y otros sérums especiales a lo largo del día.
XL. ¿Alguna vez se ha planteado la posibilidad de dejar que la naturaleza siga su curso? 
F.B. Nunca.
XL. ¿Se considera vanidoso? 
F.B. Todo el mundo lo es un poco. Pero no me veo especialmente vanidoso. Mi lema es: «Hay que aspirar a lo mejor, pero teniendo en cuenta cómo eres». ¡No te compares con una estrella del cine! Debes tratar de ofrecer el mejor aspecto posible siendo tú mismo. Es lo que les digo a mis pacientes.
XL. ¿Se considera físicamente atractivo? 
F.B. La gente se sorprende al enterarse de mi edad, así que supongo que me mantengo bien.
XL. Pero usted está en la cúspide de una industria que obtiene enormes beneficios a partir de la insatisfacción de la gente con su apariencia personal. 
F.B. No estoy muy de acuerdo con eso [la sonrisa se petrifica en su rostro]. Muchas personas que se someten a tratamiento están contentas con su apariencia; simplemente quieren disfrutar de una imagen mejor o más juvenil. Mis pacientes acostumbran a decir: «Tengo 60 o 70 años, pero me siento igual que a los 25». Pero entonces se miran al espejo y no ven a esa persona. Y se sienten algo mejor cuando existe mayor equilibrio entre la percepción que tienen de sí mismos y su aspecto físico. Quieren ser competitivos en sus lugares de trabajo y quieren tener una apariencia juvenil porque vivimos en una sociedad obsesionada con la juventud.
Brandt insiste en que él no es de los que aplican inyecciones a voluntad del paciente, sino que juzga cuáles son las necesidades reales de cada uno. «Tienes que ser el espejo del paciente; la voz de la razón», afirma. Y añade: «La vanidad no es nada nuevo. Hoy sencillamente contamos con más herramientas y, además, la gente vive más años. Siempre digo a mis pacientes que el tratamiento no es una necesidad, sino una elección personal». 
El tratamiento promedio en la clínica de Brandt cuesta entre 800 y 1000 dólares, y los pacientes vienen de visita dos veces al año. «No es barato, pero piense en el dinero que las mujeres gastan en teñirse el cabello. Nada es gratis en la vida». Brandt está soltero, y la gente suele reconocerlo cuando pasea por las calles de Nueva York. «No soy un verdadero famoso, por mucho que todo el mundo piense lo contrario», comenta. «Ahora, también es cierto que tengo algo de actor, de showman... ¡Podría ser un personaje de una película clásica!».
Su primera paciente del día tiene cincuenta y pocos años y marcas de espinillas en la cara. «El doctor tiene las manos mágicas», dice. Brandt le aplica una inyección, no sin antes pedirle que frunza los labios y el ceño y relaje las facciones. Su objetivo: comprobar el nivel de gesticulación de su rostro. En la sala contigua está esperando una mujer delgada próxima a la cincuentena y visiblemente más adinerada que la anterior. Hace cuatro años que viene a ver a Brandt. Acude a su consulta cada tres meses. «¿Has ido a la última Art Basel?», pregunta la mujer al médico.
 «Sí, y he comprado dos cuadros... Un Georg Baselitz, entre ellos», es la respuesta. Una enfermera la unta con una crema de efecto anestésico para reducir su sensibilidad a las agujas. «Lo mejor del doctor Brandt es que hace menos cosas que los demás», explica. «Cuando vine a visitarlo por primera vez, me habían hecho demasiadas cosas en la cara». 
«Me limité a compensarlo todo un poco», dice Brandt, mientras mira por sus gafas con cristales de lupa. «Los labios siguen estando bien». Empieza por inyectar bótox en una de las sienes. A continuación va a elevar las cejas. «Estoy inyectando bajo el músculo, para elevar toda la zona de la mejilla», indica. «El objetivo es remediar la pérdida de grasa en el carrillo y reforzar el músculo para darle un contorno bonito».
Brandt acostumbra a meditar sobre su propio envejecimiento y la mortalidad; lleva haciéndolo desde que era niño. «Lo acepto como parte inevitable del ciclo de la vida. Hace tiempo que no tengo miedo a envejecer. Todos vamos a morir. Lo que no me gustaría es acabar en un asilo. Quiero que mi muerte sea rápida, mientras estoy durmiendo. Y lo terrible es no ser capaz de hacer aquello que quieres hacer. Eso no es vivir». 
Brandt cuenta con su propio programa de radio, y su próximo proyecto es lanzar su propio magacín televisivo. Da la impresión de que es un hombre siempre jovial y animoso. «La gente cree que siempre estoy feliz, pero nadie es feliz siempre». Eso sí, el doctor Brandt es un artista del fingimiento. «¡Si te ríes, el mundo entero se ríe contigo. Si lloras, lloras a solas!». 
¿Alguna vez ha ido al psicólogo? «Sí, y me fue útil, pero cuando un paciente viene a verme, lo último que quiere es que le cuente mis problemas. Durante un tiempo estuve yendo a una manicura que no hacía más que hablarme de sus penas; al final no tenía ganas de ir a verla los sábados». 
La próxima paciente tiene setenta y tantos años y ha sobrevivido a un cáncer de piel. «Soy diseñadora de joyas. Llevo 57 años haciéndolo, y mi trabajo me gusta tanto como el primer día. Jane Fonda tiene los mismos años que yo... ¿Cómo es que ella tiene esa apariencia tan perfecta? ¿Será por los genes?», comenta, sarcástica. «Pues claro que tengo miedo», le dice a Brandt. Es su primer tratamiento con bótox. «Quiero ser capaz de sonreír. Aquí, el artista es usted. Y está recomendadísimo. Todas mis amigas están encantadas con su trabajo, y por eso he venido a verlo». Brandt comienza a inyectarle en torno a los labios. A continuación aplica rellenos en las mejillas, algo hundidas. 
Como me sucede con todas las mujeres a las que veo esta mañana, estoy tentada de decirle a la paciente que la encuentro estupenda, que tiene un aspecto envidiable. Pero vivimos en un mundo enloquecido por las apariencias y el miedo al envejecimiento, y esta clínica es buena muestra del fenómeno. ¿El éxito del doctor Brandt? Los resultados si son los que andas buscando son visibles de inmediato. 
«Me parece que no va a poder quejarse en absoluto», dice Brandt a la mujer. «Oh... Es fantástico», conviene ella. Me mira y agrega: «Puede poner mi nombre en el artículo. No me avergüenzo de haber venido». Muy bien: la paciente se llama Carol Dauplaise y tiene 76 años. «Voy a contarle a todo el mundo que me he puesto bótox», dice al despedirse. 
¿Terminaremos por cansarnos del bótox? «Yo creo que las personas quieren tener un look natural», responde Brandt. «Nuestro lema es: 'Caras guapas, pero no congeladas'. Y tengo la impresión de que el bótox ha venido para quedarse». La siguiente paciente tiene 57 años y una piel bonita y lisa; no hay indicios de que necesite que le hagan algo o de que se lo haya hecho anteriormente. «Vine a la consulta para que me trataran las arruguillas, provocadas por las sonrisas, que tenía junto a las comisuras de los labios. Desde entonces no he vuelto a tenerlas». ¿Sus familiares se han dado cuenta? «Para nada. Mi pareja no sabe que vengo a esta clínica».
Brandt empieza a inyectar relleno en las mejillas de la mujer. A continuación, le aplica bótox en la frente y en las cejas. Cuatro pinchazos, y ha terminado con la paciente. Brandt al momento sale al pasillo largo y entra en la salita adyacente. «Hola, buenos días. ¿Cómo estamos...?», saluda.
-El rostro de hielo. Su rostro es como una máscara. Sin una arruga, el doctor Brandt es como el Peter Pan de la nueva cirugía mínimamente invasiva. Un negocio boyante que se calcula que moverá más de 2,9 mil millones de dólares en 2018. No solo cuenta con dos consultas, una en Nueva York y otra en Miami: tiene también su propia línea de cremas y un programa de radio.
Embajadoras de nuevo rostro
La prensa norteamericana ya responsabiliza al doctor Brandt de un cambio en los cánones estéticos femeninos. Madonna (56), Elizabeth Hurley (49) o Demi Moore (52) son las representantes de lo que ya se llama 'el nuevo rostro'
¿Qué técnicas se están usando?
-Vivimos en un mundo enloquecido por el miedo a envejecer, y la clínica del doctor Brandt es buena muestra de ello. Él mismo cuenta sus técnicas: «Hoy se lleva un aspecto natural. Hay mucha demanda de volumen en las mejillas. También preocupan los tejidos grasos en el cuello. Con el envejecimiento, las células lipídicas de las mejillas pierden volumen, por lo que nos encargamos de rellenarlas». Brandt utiliza una técnica de ultrasonidos para tensar la piel sin cortes ni cicatrices. En su clínica están esperando que el regulador estadounidense apruebe un nuevo producto inyectable en las concentraciones de lípidos en el cuello, para fundir las grasas y estirar la piel. 
-La frente está siempre tersa y sin arrugas (se puede lograr con inyecciones de bótox).
-Los labios se rellenan un poco y se elevan ligeramente a los lados (los labios neumático ya no se llevan).
-Rostro en forma de corazón, con mandíbula bien definida.
-Los ojos parecen más abiertos y sin líneas marcadas (se inyecta relleno en el párpado inferior).
-La nariz es recta (el ligero toque hacia arriba, característico de la rinoplastia, ya no está de moda).
-Las mejillas se redondean y marcan para rejuvenecer (el relleno se aplica justo debajo del hueso de la mejilla).

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