El comunicado que dio a conocer, el lunes pasado, la fábrica de
juguetes Geobra- Brandstätter, para anunciar la muerte de su
propietario, el legendario Horst Brandstätter, mencionó un logro suyo
que nadie se atrevería a cuestionar. “Su idea revolucionó el mercado de
los juguetes y le regaló una eterna sonrisa a los niños de todo el
mundo”, señalaba el comunicado. "Los niños lo conocían como Papá Playmol
y para sus empleados era simplemente Hob", añadía el mensaje de la
firma.
Es cierto. "Papa Playmol", que murió el miércoles de la semana
pasada, poco antes de cumplir los 82 años, fue un empresario que tuvo
una idea genial que lo convirtió en multimillonario y en un personaje
casi de leyenda en su propio país, gracias a una diminuta figura de
plástico que sólo mide 7,5 centimetros de altura y que está compuesta de
siete partes: El famoso muñeco de la familia Playmobil, quizás la única
creación artesanal destinada a alegrar la vida de los niños, que
terminó convirtiéndose en una inédita obra maestra planetaria.
¿De que otra forma se puede calificar el éxito que tuvieron las
diminutas figuras que fueron diseñadas por Hans Beck, quien recibió el
encargo de su jefe de crear, en un lejano 1974, un juguete que utilizara
la menor cantidad de plástico posible pero que conservara su atractivo
para los niños?. El diseñador creó tres figuras, un indio, un caballero
de la Edad Media y un obrero.
La leyenda relata que Horst Brandstätter, agobiado por la crisis del
petróleo, que convirtió las materias primas derivadas del oro negro como
el plástico, en productos casi de lujo, decidió ofrecer su creación en
la Feria Mundial de Juguetes, que cada año se celebra en la ciudad de
Nürenberg. Nadie le hizo caso, excepto un comerciante holandés, que
decidió pagar un millón de marcos de la época (unos 500,000 euros) para
comercializar las figuritas.
Fue el comienzo de un arrebatador éxito mundial. "El éxito de las
figuritas nos salvó de la ruina", confesaría años más tarde, el ya
famoso Papa Playmol. Las figuritas no solo salvaron de la ruina a la
empresa familiar, sino que la convirtieron en una firma admirada y, algo
raro en el mundo de los negocios, querida por una extensa familia
planetaria.
Las cifras no engañan. Desde 1974, más de 2.800 millones de figuritas
adornan los cuartos de cientos de millones de niños en todo el mundo y
si todos los diminutos muñecos decidieran darse la mano, darían 3,4
veces la vuelta a la tierra, una imagen que también fue utilizada por un
periódico alemán para rendirle un póstumo homenaje a su creador. "Hoy
han dejado de sonreír más de 2.800 millones de muñecos porque ha muerto
su creador, Papá Playmol".
Horst Brandstätter nació el 27 de junio de 1933 en la pequeña ciudad
bávara de Zirndorf, donde aún se encuentra la sede de la firma. Cuando
cumplió 19 años, el futuro Papa Playmol ingresó a la empresa familiar,
que entonces dirigían dos tíos suyos, convencido de que el plástico era
el material que debía reemplazar al metal en la construcción de los
juguetes. En 1958, el joven empresario saboreó su primer éxito cuando
comenzó a fabricar el famoso Hula Hoops. La crisis del petróleo que
amenazó al mundo industrial en 1973-74 provocó el milagro de hacer
germinar su intuición de visionario. En los próximos 40 años, Papa
PLaymol solo conoció el dulce sabor del éxito y la firma familiar creció
hasta dar empleo a 4.200 personas. En 2014 la empresa registro un
volumen de ventas de 600 millones de euros.
¿La receta del éxito?. "La clave está en dejar espacio a la
imaginación del cliente, pero un adulto no se impresiona con la figura
de un playmobil, porque es muy simple", solía decir el patriarca. "Su
atractivo está en las historias que provocan en la imaginación de los
niños, que es infinita".
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