EDURNE CANTANTE,.foto
No soy tan buena , engaño bastante,.
Vive en una montaña rusa de emociones con una tranquilidad pasmosa. Apenas superado el trago de Eurovisión, presenta Adrenalina, su sexto disco, y prepara gira. Es la novia de David de Gea, el probable nuevo portero del Real Madrid, pero renuncia a sumarse al grupo de wags (como llaman en Inglaterra a las atractivas novias o mujeres de los futbolistas) porque quiere reivindicarse a sí misma y su carrera como mucho más que eso. Es Edurne. Y punto.
Sobre la edad: ''Con 30 años empiezas a saber quién eres. Antes me dejaba llevar. Ahora sé lo que quiero y lo que no''. Respecto a la moda confiesa: ''Me gusta, pero tampoco estoy pendiente de lo que se lleva y lo que no. Eso de tener un blog y contar la ropa que llevas ya lo hace todo el mundo... A mí no me sale''. En cuanto a la prensa rosa: ''Pueden decir y publicar lo que sea. Mientras hablen de mi música, todo va bien. Estos reportajes han existido siempre y seguirán existiendo, pero sé lo que soy''.
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- Edurne: Sí, pero me hice una zona para mí en la parte de abajo del chalet. Como estoy todo el día viajando, trabajando, cuando tengo unos días libres lo que me apetece es estar con mi familia. Me encanta vivir con ellos y no tengo ningún conflicto, al contrario. En su día tuve un piso en Madrid y casi ni lo pisaba. Cuando entraba era todo silencio, soledad... Me gusta estar rodeada de los míos.
- MH: ¿Es muy distinto lanzar un disco a los 20 años que a los 30?
- E: Con 30 años ya empiezas a saber quién eres y cómo quieres las cosas... Es verdad que, según he ido haciendo discos, la cosa ha empezado a ser muy diferente. Al principio, con 19 años, no sabía, no tenía experiencia y hacía lo que me iban diciendo los demás. Ahora, 10 años después, tengo experiencia y sé lo que quiero. Antes me dejaba llevar y ahora estoy encima de las composiciones de las letras, de la producción, y superviso todo. Al final, soy yo quien defiende las canciones encima de un escenario.
-MH: Adrenalina, es un mix de canciones muy distintas. ¿Qué piensa del estilo?
- E: El criterio que me guía es cantar lo que me gusta, sea del estilo que sea. ¿Por qué no voy a hacer un tema si me llena? No creo que una cantante deba tener un estilo determinado o que un disco tenga que respetar un mismo estilo... Al contrario, cuanto más versatilidad tenga, mejor. Es que si no parece que estás haciendo siempre la misma canción. Y yo, la verdad, me acabo aburriendo. Es que soy precisamente así, muy versátil. Me gusta hacer cosas muy dispares en la vida: cantar, pero también presentar, actuar... Puede que lo que era tu estilo hace dos años, hoy no funcione porque ha cambiado la música, la sociedad... Si te aferras a él estás perdida. No quiero encasillarme. Me aburre. Quiero hacer cosas nuevas. Prefiero un público que esté expectante por cómo les voy a sorprender en cada ocasión.
-MH: En Eurovisión sorprendió, sin duda, y encajó extraordinariamente bien las críticas.
-E: Ya me habían avisado de lo duras que iban a ser e, incluso, me entró un poco de agobio cuando me di cuenta de que no había vuelta atrás.
-MH: Tuve la impresión de que no le afectó demasiado el resultado, de que pudo más su optimismo. ¿Alguna vez tiene bajones?
-E: Sí, claro que los tengo. Aunque es cierto que me considero muy positiva y tengo mucha paciencia y buen humor. Después de Eurovisión sí tuve un bajón, aunque fue más por toda la tensión previa. La verdad es que me duran nada.
-MH: ¿Ha hecho autocrítica?
- E: Me he visto, pero no mucho. Aún estoy tratando de desconectar. Pero estoy contenta porque en directo te puede pasar cualquier cosa y no ocurrió nada.
-MH: Era muy arriesgado...
-E: ¡Pero es que en la vida hay que arriesgar! Quería romper con mi imagen. La gente esperaba ver a la Edurne de siempre...
-MH: ¿A Sandy, la protagonista de Grease, que interpretó en los escenarios?
-E: ¡Pero es que yo no soy Sandy! Bueno, puedo serlo en mi vida normal, pero cuando me subo al escenario quiero ser otra, interpretar un personaje... Eso es lo que me encanta de mi profesión: que puedo construir una burbuja en la que transformarme y hacer cosas que no haría en mi vida personal. Eso es el escenario.
-MH: ¿Estamos en la etapa pasional de Edurne?
-E: Estoy contenta con este disco porque voy a poder jugar con muchos sentimientos distintos. En realidad estoy pasando por una etapa muy adrenalítica. Estos últimos meses han sido una montaña rusa.
-MH: Además tiene mucha presencia digital.
-E: Las redes me encantan. Gracias a ellas puedo contar cómo es mi día a día. Todo se vuelve más cercano. Y las llevo yo personalmente. Se nota mucho cuando alguien está contratado para escribir. Tengo mi manera de expresarme y quiero ser yo quien cuente las cosas. También me sirve para saber qué piensan mis fans.
-MH:Y para comunicarse con David. Se mandan mensajes muy tiernos.
-E: Sí, lo hacemos de una manera natural, sin sobreexponernos pero sin escondernos. Somos una pareja normal. Si nos sale poner cualquier cosa la ponemos, pero sin estar colgando fotos todos los días. Cuidamos mucho nuestra intimidad.
-MH: ¿Qué le parece que le cuelguen la etiqueta de wag (mujeres y novias de futbolistas)?
-E: Me sorprendió mucho, la verdad. No me considero una wag, yo soy mucho más que la novia de un futbolista. Soy Edurne. Tengo una carrera, una vida. No es que me ofenda, pero llevo ya muchos años trabajando y no me parece lógico que me etiqueten así.
-MH: Si David de Gea viene al Real Madrid no podrá evitar que la metan en el mismo saco...
-E: No lo sé, ya veremos lo que pasa... Es que no le doy importancia.
-MH: ¿Se ve como la próxima Sara Carbonero, la chica de moda?
-E: ¡Si todavía no ha pasado nada! Habrá que verlo en el momento. Prefiero vivir el presente. Pero si puedo compaginar la música con más cosas, bienvenidas sean.
-MH: ¿A quién admira?
-E: Musicalmente me gustan mucho Beyoncé y Pink. Me encantan sus shows, son muy completas: cantan, bailan, hacen de todo. Y todas son mujeres fuertes, eso me gusta.
-MH: Son, además, personajes polémicos. Tienen opiniones. Molestan.
-E: Sí, no se puede ser tan buena... Pero también engaño bastante, ¿eh? Antes era más políticamente correcta, muy inocente, pero ahora si tengo que sacar la mala leche, la saco. Ya no me corto.
-MH: Últimamente el pop internacional se ha politizado mucho, con manifestaciones constantes de autoafirmación de las mujeres. Aquí en España, sin embargo, no cuaja tanto la tendencia...
-E: El ambiente que hay en Estados Unidos o en el Reino Unido es muy diferente al español. Aquí tenemos otra manera de vivir la música. También influye que ellas componen mucho y deben de querer contar muchas cosas... De todos modos, allí la sociedad es más liberal. Aquí sería más complicado manifestarse así porque la situación política es muy distinta.
-MH: ¿Qué opina del feminismo?
-E: No me gustan los extremos. Creo que no es bueno ser extremista. Defiendo a las mujeres, claro, pero si eso significa apartar a los hombres... Porque también defiendo a los hombres. Ni ellos son malos, ni ellas siempre buenas.
-MH: Risto Mejide, jurado en la edición de Operación Triunfo en la usted que participó, habló recientemente en su programa con Cristina Pedroche y le preguntó si estaba gorda. ¿Le sorprende?
-E: No porque es ya sabes cómo es... incómodo. Lo que engancha es que pregunte al personaje lo que nadie se atrevería a preguntar. A mí no me ofendería. Lo bonito es estar contenta con una misma, y creo que Cristina lo está. No hay nadie perfecto, pero estar feliz con cómo eres, quién eres y las cosas que haces, es lo más bonito que te puede pasar.
TÍTULO: PROTAGONISTA,. GIOVANNA VALLS,.
GIOVANNA VALLS,.foto
Intento contar mi historia con la dignidad que merece,.
Los autobuses turísticos no llegan al barrio de Horta, al noroeste de Barcelona, y en las calles conviven casas de principios de siglo, solares en barbecho especulativo y chalets de nueva construcción. Es otra Barcelona, distinta y distante a la del Eixample o las Ramblas, que en el siglo XIX fue destino terapéutico y de vacaciones, pero hoy es, sencillamente, un extrarradio residencial.
Giovanna Valls se ha levantado a las siete de la mañana para regar su jardín interior. Al otro lado de los muros hay un colegio. Griterío de niños. La solana. Pero en el jardín de los Valls, la casona modernista de suelos hidráulicos, donde vive desde que dejó la droga hace 10 años, todo es penumbra y frescor. ''No me molesta el ruido de los niños, estoy acostumbrada''.
Giovanna es una mujer con la piel curtida, morena, la voz ligeramente ronca, acento catalán y un cierto aire bohemio. A pesar de todo lo que ha vivido, exhibe una sonrisa fácil, hospitalidad, confianza. Se disculpa porque no tiene leche. ''Soy alérgica''. Y me prepara un café. Se enciende un cigarrillo y aspira cada calada profundamente. ''Vivo con las puertas cerradas. Esto siempre ha sido un pueblo, pero ahora se me pegan los periodistas al cristal. Un día vinieron unos paparazzi franceses. Tocaron el timbre, abrí la puerta. Dispararon y me dijeron: ''Ya tenemos lo que queremos''. Y arrancaron el coche. Fue muy violento. Me puedes ver en internet, horrible''.
Nos sentamos en unas sillas de mimbre. La algarabía de los niños continúa de fondo. ''Lo peor son las verbenas en verano hasta las tres de la mañana''. Giovanna dice eso tan francés de ''no entiendo la mala educación''. Y dice también: ''Nunca doy consejos. La primera persona que vi morir de sida era la pareja de un amigo homosexual de mis padres. Yo lo sabía todo. Tenía valores. Tenía información. Sabía que me tenía que cuidar, pero no lo hice. Con más de 38 años entré en Can Tunis [una barriada gitana conocida como supermercado de la droga, que fue derribada en 2004] y a la semana tenía sida y hepatitis C''.
Giovanna no da consejos, pero sí me advierte que no tiene paciencia para lo que ella considera tonterías. ''A veces me preguntan cosas absurdas. Me preguntan si le he pedido permiso a mi hermano para sacar el libro. Como si él me hubiese pedido permiso a mí para ser primer ministro. Eso no tiene sentido. Nosotros somos una familia de gente libre que se quiere y se apoya. En Francia también han dicho que mi hermano me utiliza para sacar adelante las narcosalas. Como si me necesitaran para eso''. Lo dice indignada, enérgica. Sigue tomando antirretrovirales, pero no parece una mujer enferma. Cuando dejó la droga, en 2004, empezó a trabajar como auxiliar geriátrica, pero lo tuvo que dejar hace tres años para hacer el tratamiento de interferón y quimioterapia que le ha curado la hepatitis C. ''Fueron seis meses durísimos en los que me cuidó mi madre. Después se erradicó el virus y me dediqué a escribir el libro''.
Giovanna Valls escribió 'Aferrada a la vida' (RBA) en catalán, que es la lengua de su casa. ''Mi madre es italiano-suiza, pero aprendió el catalán en tres meses''. Dentro de unos días, a sus 77 años, Luisa Galfetti vendrá conduciendo desde París, con su nieta, para pasar el verano en Horta, y Giovanna está impaciente por verla. ''Mi padre no sabía conducir. Él se dedicaba a mirar los pájaros y el paisaje, mientras mi madre nos llevaba a todas partes''.
Una infancia parisina
El padre de Giovanna, Xavier Valls (sobrino del compositor del himno del Barça) se fue a Francia en 1949 con una beca artística y allí se quedó y tuvo dos hijos: Manuel, el mayor, que nació en 1962 durante unas vacaciones en Barcelona; y un año más tarde, Giovanna, que nació en París.
En la pintura de Xavier Valls, figurativa y esencial, todo es quietud, precisión, sencillez y silencio. Xavier y su familia se instalaron en un apartamento del Quai, de lHôtel de Ville, donde el pintor vivió hasta su muerte en 2006, y desde cuyas ventanas se contempla una vista lateral de Notre Dame.
''Mi madre sigue allí, en un quinto sin ascensor, por eso está tan estupenda. Es un piso de alquiler del ayuntamiento. Ahora todo aquello se ha revalorizado, pero cuando mis padres llegaron era lo peor de París. Solo teníamos una estufa de carbón. En mi casa lo que se valoraba era la amistad, la lectura, el arte... Todas las noches mis padres iban a cenar a casa de alguien o venían amigos a la nuestra: Alejo Carpentier, José Bergamín, Simone Signoret, Costa Gavras, William Klein, Louis Aragon... Yo fui a la escuela pública de París. Mi padre era religioso y nos dio una educación en valores que fue clave en nuestra vida. Había mucha luz y alegría. Mis padres se amaban. Estas son las cosas que, a pesar de que yo estuviera luego atrapada por la droga, he llevado conmigo. Hay momentos de este pozo en que casi le pedía a Dios que en el siguiente chute me mandara al cielo, porque en el infierno ya estaba. Pero siempre hubo esta fuerza en mí, esta llama que nunca se apagó''.
Suena el timbre del colegio y la voz de los niños se apaga de repente. El recreo se ha acabado. Le pregunto a Giovanna por sus sueños, los de niña, y dice con voz desapasionada: ''No tenía''. Pero insisto y reconoce con cierta ironía. ''Me hubiera gustado ser ranchera, tener caballos y ganado. Me encantaban las películas de indios y vaqueros...- se ríe con tristeza-. Pero a los 18 años se me acabaron los sueños''.
Romperse, caer, perder
''El primer desamor fue el más duro. Yo tenía 17 años y él era un hombre mayor, amigo de mis padres. Jamás he vuelto a querer así. El daño que me hizo este hombre me hundió la autoestima. No me drogué hasta al cabo de dos años, pero en ese momento hubo una fractura en la dignidad como mujer que me dejó completamente vulnerable. Luego tuve dos o tres parejas más, pero todos 'chupópteros': un pintor mallorquín, también mayor y bulímico; y un hombre que sí, era culto, pero un bestia y un monstruo alcohólico que me insultaba y me pegaba.
No pedí ayuda, me encerré, me quedé muy sola. Me rompí. Con la cocaína lo perdí todo, lo vendí todo. Y un día me llevaron a Can Tunis y me pincharon con heroína, y claro, ahí la neurona de la adicción, que había quedado dormida 20 años atrás se despertó. Porque yo había esnifado heroína durante nueve meses en París, pero no había vuelto a probarla en más de 10 años en los que conseguí llevar una vida prácticamente equilibrada. Trabajé en una empresa turística, como secretaria de dirección, como vendedora de libros... Siempre he trabajado. Incluso cuando me drogaba era disciplinada: me levantaba cada mañana temprano antes del mono, cometía un hurto, casi siempre ropa de marca, compraba la dosis para mí y para mi pareja, y luego otra vez a robar y a por otra dosis. Y así unas 10, 11 o 15 veces diarias. El síndrome de abstinencia te hace transgredirlo todo''.
Con los robos llegaron las detenciones y los 'busca y captura': con más de 100 € de multa, si no podías pagar, ibas directo a la cárcel. ''En total, entre multa y multa estuve cinco meses en prisión. Mi familia no sabía nada y yo no quería molestarles. Entonces mi hermano solo era alcalde. Pero en la cárcel siempre hay alguien humano, un educador, alguien del servicio médico... Yo pesaba 35 kilos, tenía amago de neumonía cada dos por tres, mi corazón podía hacer 'paf' en cualquier momento y alguien llamó a mi familia. Así que mi madre llegó para apoyarme incondicionalmente, como siempre. Ella ha sido mi pulmón, mi guía. Puedo decir con orgullo que mi familia siempre ha estado a mi lado. Mi padre, a sus 80 años, encontró la fuerza para venir a verme a un vis a vis, me trajo el libro de memorias que acababa de escribir. Luego mi hermano Manuel se desplazó con sus hijos para pasar 24 horas conmigo, aquí en Horta, y todos me dijeron: ''Estamos aquí, te queremos. ¿Qué podemos hacer? Esto depende de ti''. Y tenían razón. Solo la persona que toma drogas puede decidir salir adelante. Ver la tristeza en sus ojos y darme cuenta que no me juzgaban, me dio coraje''.
En 2004 comienza el camino de la recuperación de Giovanna, su viaje espiritual, emocional y físico, primero en una clínica en el Maresme y después en Brasil: ''Necesitaba desprenderme de todo para renacer, salir corriendo, no volver nunca más, cerrar una puertas para abrir otras, y encontramos una clínica segura, muy cara, que mi padre me pagó, y donde me dieron las herramientas necesarias. Cuando llegué me recogieron con cucharitas. Era la droga o vivir. Y elegí vivir''.
Tras su regreso de Brasil, en 2006, su padre sufrió un cáncer fulminante. ''Creo que tenerme al lado en el último suspiro y pactar con él, con las manos y los ojos, que yo no iba a volver a caer, irse sabiendo que estaba curada, le dio mucha paz''.
Ahora, lo que le da paz a ella es poder contar su historia, escribir, hablar. La semana que viene tiene que dar una charla en un instituto de Marsella. ''Intento contar las cosas con el valor y con la integridad que se merecen. Mucha gente me da las gracias por no esconderme''.
Antes de marcharme, le pido que me enseñe el cuadro que le pintó su padre en 1974. Está apoyado en un caballete y muestra a una Giovanna de 11 años, la silueta casi desdibujada y evanescente de una niña con los primeros signos de la pubertad. En las manos lleva una granada y Giovanna señala el fruto con un gesto de angustia. ''A mí, más que una granada me recuerda a una flor de la heroína''. Con lo que supongo que quiere decir que, a veces, el arte puede ser premonitorio.
Brasil, ayahuasca y reconstrucción
'Aferrada a la vida' (RBA) es un libro donde Giovanna Valls ha reunido reflexiones personales, fragmentos de su diario y cartas de su entorno más íntimo para explicar cómo fue capaz de abandonar su adicción. Un relato sobre su experiencia en Brasil, que defiende los beneficios de la ayahuasca, una bebida utilizada por los pueblos amazónicos, que se extrae de unas lianas.
''Es una sustancia capaz de abrirte por dentro, y que me ayudó a perdonarme a mí misma por haberme maltratado y dejado maltratar. No es una droga, de hecho, en el mundo de la adicción ha sido de gran ayuda''.
''Mi madre y mi hermano leyeron el primer manuscrito del libro en 2011 y me dijeron que lo tenía que publicar''. El libro se publicó primero en España, pero ha sido en Francia donde ha tenido más repercusión.
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