Dasha Zhukova, el rostro amable del poderío ruso,.
-fotos--Dasha Zhukova, el rostro amable del poderío ruso
La novia del oligarca Román Abramóvich, se ha convertido en uno de los personajes más influyentes del mundo del arte contemporáneo | Con la ayuda de los millones del dueño del Chelsea colecciona obras y promociona a numerosos artistas
Dasha, de 33 años, tiene dos hijos con Abramovich, a quien conoció en
Una 'Tate' para Rusia
- La próxima parada en el ambicioso viaje de Dasha Zukhova como magnate del arte es San Petersburgo, donde pretende transformar unos viejos astilleros en un impresionante complejo de galerías y talleres que compitan como emporio creativo con el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la Tate de Londres y el Pompidou de París.
Por suerte Dasha es la hija de un oligarca y la compañera de otro oligarca, con lo cual no tiene que dedicarse a los asuntos de seguridad nacional, ni a la contrainteligencia, ni a perseguir disidentes o castigar periodistas. Su hobby es mucho más inocente, pero también mucho más caro: Coleccionar obras de arte, promocionar artistas y estar en la vanguardia de la cultura, lo mismo en Londres, que en Los Ángeles, Moscú o San Petersburgo. Si tiene algo que demostrar, lo quiere demostrar en ese mundillo.
Zukhova, de 33 años, está envuelta en una aureola de misterio, no se sabe si por voluntad propia o por órdenes de Abramóvich, que ocupa el puesto 50 en la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna estimada en 12.000 millones de euros, que hizo gracias a la privatización de Sibneft, la compañía petrolera de Siberia (donde él era gobernador) durante la desestructuración de la antigua URSS. La llegada del capitalismo fue para él un golpe de buena fortuna que manejó con enorme destreza y muy pocos escrúpulos.
Las relaciones de los oligarcas con el presidente Vladimir Putin son muy complicadas, más de uno ha acabado con los huesos en la cárcel, de manera que el propietario del Chelsea llegó a un acuerdo y se quitó de en medio, para no correr la misma suerte que Mijaíl Jodorkovski -que se pasó nueve años entre rejas- o Borís Berezovski, que supuestamente se suicidó (o fue suicidado según las teorías de la conspiración) en su casa de Surrey, precisamente después de perder un juicio frente a Abramóvich, y al borde de la ruina. No es de extrañar que Dasha prefiera no saber nada de esos temas, y menos aún comentarlos.
La novia del magnate, que ya tiene con él dos hijos, prefiere dedicarse al arte, y a recomendar a su pareja que se gaste 50 millones de euros en un Tríptico de Francis Bacon, o 20 millones en una obra de Lucien Freud, que tal vez estén colgados de una de las paredes de su fabulosa residencia estilo palacete donde viven en Londres (la antigua agregaduría naval de la embajada soviética), o de la mansión que tienen en Moscú, o que posiblemente se tambaleen al ritmo de las olas en uno de sus yates.
Dasha nació en una URSS que ya se estaba descomponiendo, pero vivió de lejos el glasnost, la perestroika y la conversión al capitalismo más salvaje. Tan lejos como EE.UU., a donde se la llevó su madre (judía rusa y bióloga molecular) cuando era una niña de tres años, tras divorciarse de su padre, un magnate del petróleo que tenía negocios con Abramovich. Vivió en Houston y más tarde en Los Ángeles, estudiando en el mismo colegio privado de Hollywood que ha tenido como alumnas a Monica Lewinsky y Drew Barrymore. Se licenció en lingüística y literatura eslavas por la Universidad de Santa Bárbara, y a los 22 años se trasladó a Londres para hacer un curso de homeopatía, disfrutando de lo lindo la capital inglesa en compañía de su novio de entonces, el tenista Marat Safin. Cuenta que fue entonces cuando empezó a interesarse por el arte contemporáneo. A Roman lo conoció en el 2005 en una cena en Moscú, cuando todavía estaba casado con Irina, madre de sus cinco hijos mayores. La primera vez que se les vio juntos fue en el palco del Camp Nou, en un partido de Champions entre el Barça y el Chelsea.
Zukhova necesita desesperadamente ser algo más que la pareja de Abramovich, más que una chica guapa de la jet set moscovita y la Kings Road londinense. En sus biografías aparece a veces como "modelo", pero es un bulo. Ella misma reconoce que lo intentó a los 14 años, y sólo duró un mes. Busca esa legitimidad que con frecuencia elude a los millonarios -y no digamos a sus parejas- a través del arte. Es mecenas de jóvenes pintores, organiza exposiciones, se codea con los galeristas más importantes del mundo (como Larry Gagosian) y ha fundado el Centro Garage de Arte Contemporáneo en pleno parque Gorky de Moscú, el escenario de tantas novelas de espionaje de la guerra fría. Fría como su mirada, un vestigio del Telón de Acero.
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