domingo, 23 de septiembre de 2018

EL HOROSCOPO - PROTAGONISTA - El París de Marguerite Duras,./ CON UN TOQUE ESPECIAL - COCINA - GAMBAS SALTEADAS A LA ALBAHACA,.

TÍTULO: EL HOROSCOPO -  PROTAGONISTA -  El París de Marguerite Duras,.


El París de Marguerite Duras - foto.

El escritor Jorge Carrión recorre la Ciudad de la Luz en pos de una artista que logró que la historia, su vida y su literatura se entrelazaran en una única página fascinante.

La artista y escritora Marguerite Duras.
Al principio de esta crónica, una adolescente francesa, casi una niña, es seducida y desnudada y amada –locamente– por un adulto en Indochina. Y al final de esta crónica, una tumba de Montparnasse se eriza de bolígrafos, como si de la lápida surgiera la cola de un pavo real o una explosión de escritura. Entre ambos momentos, el de la seducción pedófila y el de la muerte boligráfica, esta crónica será un paseo por la ciudad de los demasiados escritores, a través de una única escritora: Marguerite Duras, tan canónica como excesiva.
Tiene 15 años cuando llega en el transbordador y la espera el coche negro, con su chófer, con su amante. Y 17 cuando se despide de él y vuelve a Francia. El amante –premio Goncourt, millones de lectores en más de 40 idiomas, una película– termina con una descripción de esos largos viajes en barco, durante los que ocurría de todo, aventuras y noviazgos, epifanías y muertes. El único eco vivo de aquellas travesías oceánicas que queda en París tal vez sea la reunión mensual de la librería Ulysse, que la viajera y librera Catherine Domain mantiene vigente cada primer miércoles de mes: el Cargo Club.
“El club nació porque yo misma hice viajes en barcos cargueros y no existía información al respecto –me cuenta con una sonrisa y el pelo blanco, peinado con raya al medio, mientras prepara una mesa con botellas de vino y abre una gran sombrilla que resguarde a los viajeros de la lluvia–. Al principio quedábamos para hablar de los mejores itinerarios, los barcos que aceptaban llevarte a cambio de trabajar en la cocina o limpiar la cubierta, los países que podías visitar así; pero con el tiempo se convirtió en lo que es ahora, un encuentro de viajeros para hablar de sus próximos destinos y buscar consejos”. Pronto llegan algunos habituales, todos ellos con el pasaporte plagado de sellos; pero también una parisina de mediana edad, que descubrió la reunión en internet y acude por primera vez.
Ulysse se encuentra en el corazón de la isla de San Luis, uno de los muchos microcosmos que configuran París, donde los comercios muy tradicionales conviven con la moda de las heladerías italianas y los vecinos se saludan como si vivieran en una aldea. Otro pequeño París, el de Marguerite Duras, se encuentra a media hora a pie de aquí, más allá de los buquinistas del Sena y de la librería Shakespeare and Company y del puente de las Artes (que al fin ha sido rescatado del secuestro de toneladas de candados best-seller); en esa otra isla de St Germain-des-Pres que configuran en forma de triángulo las calles de Saint-Pères y Mazarine y el Boulevard Saint-Germain. Esos pocos kilómetros donde están –reconcentrados– algunos de los iconos literarios más famosos de esta ciudad: el café de Flore, el café Les Deux Magots, la brasserie Lipp, la librería L’Écume des Pages, el café Lilles, la editorial Gallimard y las ruinas de la librería La Hune, que en paz descanse en el limbo de las librerías, si no ha llegado ya a su merecido paraíso.
Las direcciones de Marguerite:
  1. Su hogar en la gran ciudad: Su domicilio parisino (donde vivió también Yann Andréa sus años de viudez) es, probablemente, el espacio donde Duras pasó más tiempo, aunque en su obra es mucho más importante su casa de Neauphle-le-Château. Rue de Saint-Benoît, 5.
  2. Su restaurante habitual: El Petit Saint-Benoît es un elegante y sencillo local de comida francesa, donde comían también Jean Paul Sartre, Boris Vian y Jacques Prévert. Rue de Saint-Benoît, 4.
  3. Una librería donde encontrarla: La Libraire des Femmes (también editorial) vende solo libros escritos por mujeres. Es la traducción práctica del proyecto teórico y político de Antoinette Fouque. Rue de Jacob, 33-35.
  4. Un homenaje en forma de biblioteca: Más que las grandes bibliotecas o las librerías fotogénicas, la Médiathèque Marguerite Duras, con su auditorio, forma parte de la vida cotidiana de los parisinos. Rue de Bagnolet, 115.
  5. Su pantalla propia: En la Cinémathèque Française, la obra de Duras sigue muy presente. Protagoniza ciclos temáticos y en su archivo se conservan 40 películas escritas o dirigidas por ella. Rue de Bercy, 51.
  6. Su lugar de reposo: El cementerio de Montparnasse cuenta con las 19 hectáreas de muerte más literarias y artísticas del mundo. Edificado a principios del siglo XIX, en él descansan (y reciben a miles de turistas) Beckett, Sartre, Beauvoir o Sontag. Boulevard Edgar Quinet, 3

Novelas verité

“Aún hoy, en las terrazas de esos cafés, verás cada día escritores, editores y periodistas –me comenta Ernesto Kavi, editor de Sexto Piso residente en París–; es ahí donde se seduce a los autores y se negocian los adelantos”. Como si no hubiera pasado un siglo desde el inicio de las vanguardias, ni más de 80 desde que Marguerite Duras regresó de Saigón para convertirse en escritora en la ciudad de las libreras Adrienne Monnier y Sylvia Beach, esas mesas redondas siguen acogiendo reuniones más o menos poéticas.
No encuentro fotos de Duras en el Café de Flore, en cuyas paredes hay numerosos retratos de artistas. Sí hay una de Simone de Beauvoir sentada a una mesa, escribiendo, rodeada por la gran placa de mármol de la pared. Esa soledad fría debe de ser como la que sentía Duras en aquellos años. Cuando, incluso en la ciudad del mundo con más escritoras, editoras y libreras, seguían estando en minoría.
A unos 500 metros del café, una placa en la fachada del número 5 de la rue Saint-Benoît recuerda, a la izquierda de la puerta, que aquí vivió la escritora entre 1942 y 1996. Otra placa, a la derecha, señala que aquí también vivió Leo Larguier, de la academia Goncourt, entre 1878 y 1950; en París, los estratos de la historia literaria se van sucediendo. Es un edificio robusto de muros claros. En YouTube encuentro un vídeo de 2008 que muestra el interior del apartamento de Duras, que conservaba algunos muebles originales. No es difícil imaginar allí las reuniones, borrosas por el humo de tabaco, de la intelectualidad más intensa de los años 40. Duras luchó en la Resistencia con Raymond Queneau, Robert Desnos, Maurice Merlau-Ponty y Edgar Morin. En los 50 y 60, cuando las tensiones eran otras, frecuentaron esa casa Juan Goytisolo y Monique Lange, una pareja tan extraña como la que durante la Segunda Guerra Mundial fueron Duras y su marido, Robert Antelme.
Justo enfrente se encuentra el restaurante cotidiano de Duras durante medio siglo, el Petit Saint-Benoît, que sirve, en un ambiente casero, foie y steak tartare desde 1901. En sus paredes se exponen dos reproducciones de la fotografía de la escritora, casi niña, que se hizo famosa por la portada de El amante, una de ellas firmada. Hay otra foto de Duras de perfil, en la terraza del restaurante, con el pelo negro corto y un abrigo de cuello lanoso para protegerse del frío de 1958. El amante, aquella historia de erotismo y amor desiguales en la otra punta del mundo, fue la primera gran novela que vivió Duras en carne propia. En paralelo a una segunda novela, la familiar, con su madre y su hermano mayor como protagonistas siniestros.
Ambas palidecen al lado de la novela de espionaje, violencia, sexo y nazis que protagonizó durante la II Guerra Mundial. Su célula, bajo las órdenes de Morland –nombre en clave de François Miterrand–, se ve comprometida por un colaboracionista, Charles Delval. La Gestapo detiene a Antelme. Duras descubre quién es el culpable. Seduce a Delval para lograr información sobre el paradero de su marido. Probablemente, se acuesta con él. Antelme es deportado a Buchenwald y Dachau. Y Dyonis Mascolo, amante de Duras y amigo de Antelme, seduce en paralelo a Paulette Delval, mujer del chivato. Una vez que París es liberada, la autora de El amante se convierte en la autora de El dolor: orquesta la caza de Delval, lo tortura junto a otros compañeros y da su testimonio en el juicio que lo condenará a muerte.

El final de todo

Encuentro libros suyos en las dos librerías más cercanas a su casa: L’Écume des Pages y la Librairie des Femmes. No se ha convertido en película, en museo. La obra vital y su vida literaria siguen generando lectores. No están lejos esos cafés, restaurantes y librerías, su vida, del cementerio de Montparnasse, su muerte. No hay más que caminar por el Boulevard Raspail para llegar a la necrópolis más literaria del mundo. Y nada más entrar, a mano izquierda, en dos minutos te encuentras con la tumba de Duras y Yann Andréa. La lápida es igual a tantas otras: los nombres de ambos, sus fechas de nacimiento y de adiós (ella: 1914-1996; él: 1952-2014). La rosa roja de piedra y la pequeña maceta que la acompaña tampoco hacen que la tumba sea memorable. Es la gran maceta del fondo, a modo de monolito vegetal, lo que llama la atención.
El macetón de arcilla, ribeteado con corazoncitos de colores, descansa sobre un plato que tiene una veintena de bolígrafos y lápices clavados. Más abajo hay un círculo de conchas marinas, pero la mirada no desciende, imantada por el centenar de lápices y bolígrafos que los visitantes han ido clavando también en el macetón; ese arbusto que se debe de nutrir tanto de agua como de tinta. En las tumbas hebreas dejan piedras; en las de los escritores franceses, como Baudelaire o Sartre, versos y notas de agradecimiento; en las de los escritores hispanoamericanos Julio Cortázar y César Vallejo, mensajes políticos y declaraciones de amor; y en la de Marguerite Duras, lápices y bolígrafos.
Con Yann Andréa, Duras protagonizó la última novela de su vida. Una nouvelle, si la comparamos con las anteriores. Desde que la conoció, en 1975, en el debate posterior a una proyección de India song, él le escribió una carta al día durante cinco años, sin importarle que ella fuera 38 años mayor. Cuando en 1980 el joven desistió de su acecho epistolar, ella reaccionó ante aquel silencio, de pronto ensordecedor en un contexto de alcohol y antidepresivos. Se encontraron. Hicieron el amor. Convivieron durante los últimos 16 años de la escritora. Fue su amante, su secretario, su devoto adorador, el objeto de su ira: nunca se tutearon. En el lecho de muerte, Duras le dijo: “Usted no significa nada para mí”. Pero ahí están, bajo la misma lápida erizada de bolígrafos, ella arriba, él debajo. Ni la muerte ha podido separarlos.

TITULO,. CON UN TOQUE ESPECIAL - COCINA - GAMBAS SALTEADAS A LA ALBAHACA,.

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  • Ingr. prin.: Pescados y Mariscos
  • Plato: Segundo
  • Estilo: Cocina rápida, Cocina asiática.
  • Ambiente: Celebraciones, Exótica, Friends.
  • Tiempo: bajo
  • Dificultad: medio
  • Comensales: 4
  • Programa: Cocina Thailandesa

INGREDIENTES PRINCIPALES

  • 1 kg de gambas cocidas y peladas
  • 1 Cebolla troceada
  • 100 g de judías verdes largas tailandesas
  • 100 g de pimiento verde y rojo
  • Pasta de ajo, guindilla roja y aceite
  • Sal
  • Salsa de soja
  • 2 vasos de caldo de pollo
  • Pimienta verde en grano
  • Hojas de albahaca

Preparación de la receta

En primer lugar, echamos en la sartén o wok un poco de aceite vegetal. Cuando esté caliente, añadimos la pasta de ajo, guindilla roja y aceite.

A continuación, por este orden, vamos agregando las gambas, las judías troceadas, los pimientos rojo y verde cortados en juliana, la cebolla troceada, la pimienta verde en grano, la salsa de soja, un poco de sal y los 2 vasos de caldo de pollo.

Salteamos todo el conjunto a fuego fuerte para que las verduras queden al dente.

Por último, añadimos las hojas de albahaca. Dejamos al fuego unos instantes para que desprendan todo su aroma y servimos bien caliente.

Trucos

Es conveniente probar el plato antes de añadir la sal, porque es probable que con la salsa de soja sea suficiente.

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