¡Qué grande es el cine! ,.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El programa comenzaba con una presentación de la película que se emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía y acababa con una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
La historia de la maratón: el soldado que murió por salvar a Atenas
La disciplina, que se correrá el domingo, es una de las disciplinas con más tradición en los Juegos Olímpicos.
La disciplina, que se correrá el domingo, es una de las disciplinas con más tradición en los Juegos Olímpicos.
Historias de los Juegos Olímpicos
"¡Nike! ¡Nike! ¡Nike!", con esas palabras, que en griego significan victoria, el soldado Filípides anunciaba el triunfo de Atenas. Había corrido más de 40 kilómetros con una consigna: avisar a la ciudad que sus soldados habían ganado la batalla ante el ejército persa, en la ciudad de Maratón.
Las mujeres y el resto de la población estaban preparados para matar a sus propios hijos y destruir la ciudad. Sus enemigos, que temían el crecimiento de Atenas y comenzaron un plan de invasión, habían prometido que, en caso de triunfar, violarían a todos y saquearían todo lo que tuvieran en frente. Fue lo último que hizo el corredor Filípides. Tras transmitir el mensaje, cayó desplomado y murió. No aguantó el desgaste físico. Con el conocimiento de la victoria, la ciudad cerró sus puertas. Y se salvó.
Fue en el año 490 Antes de Cristo. En Maratón, una playa semidesértica con humildes casas de pescadores, se enfrentaron unos doce mil soldados atenienses ante un ejército ampliamente superior, que llegaba a los 30 o 40 mil (algunos historiadores hablan de 100 mil, pero la cifra parece exagerada).
La orden de que Filípides avisara a la polis griega fue del general ateniense Milcíades. En condiciones mucho más inferiores, la batalla parecía perdida. Al final, la condición atlética de los soldados atenienses, excelentes corredores aún con las armaduras que pesaban casi 25 kilos, fue más que el impactante número persa. Tras la batalla, el ejército ateniense también debió correr la distancia Maratón-Atenas para llegar a la costa de su indefensa ciudad antes que los barcos persas, por lo que algunos argumentan que la disciplina también es un homenaje a ellos.
El sacrificio de los soldados atenienses es recordado cada cuatro años en los Juegos Olímpicos modernos, fundados por el Barón Pierre de Coubertin, en 1896. Este domingo, en lo que será una de las últimas competencias de Londres 2012, un nuevo grupo de atletas de elite le rendirá tributo a la historia cuando corran los 42 kilómetros, la misma distancia que recorrió Filípides, el soldado que murió por salvar a Atenas.
TITULO: ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - El pez de oro,.
ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! -El pez de oro, fotos.
Había
una vez una pareja de ancianos muy pobres que vivía junto a la playa en
una humilde cabaña. El hombre era pescador, así que él y su mujer se
alimentaban básicamente de los peces que caían en sus redes.
Un día, el pescador lanzó la red al agua y tan sólo recogió un pequeño pez. Se quedó asombradísimo cuando vio que se trataba de un pez de oro que además era capaz de hablar.
Su mujer estaba peinándose en la habitación principal.
Creía que lo había visto todo cuando su mujer apareció ataviada con un vestido de tul rosa, y enjoyada de arriba abajo. No venía sola sino seguida de tres doncellas y tres lacayos.
El hombre regresó a su casa y se quedó hundido cuando vio que todo se había esfumado. Ya no había fuentes, ni jardines, ni palacete ni sirvientes. Frente a él volvía a estar la pobre y solitaria cabaña de madera en la que siempre habían vivido. Tampoco su mujer era ya una refinada dama envuelta en tules, sino la esposa de un humilde pescador, vestida con una falda hecha de retales y zapatillas de cuerda.
¡Adiós al sueño de tenerlo todo! Muy a su pesar los dos tuvieron que continuar con su vida de trabajo y sin ningún tipo de lujos. Nunca volvieron a saber nada de aquel pececito agradecido y generoso que les había dado tanto. La ambición sin límites tuvo su castigo.
"¡Nike! ¡Nike! ¡Nike!", con esas palabras, que en griego significan victoria, el soldado Filípides anunciaba el triunfo de Atenas. Había corrido más de 40 kilómetros con una consigna: avisar a la ciudad que sus soldados habían ganado la batalla ante el ejército persa, en la ciudad de Maratón.
Las mujeres y el resto de la población estaban preparados para matar a sus propios hijos y destruir la ciudad. Sus enemigos, que temían el crecimiento de Atenas y comenzaron un plan de invasión, habían prometido que, en caso de triunfar, violarían a todos y saquearían todo lo que tuvieran en frente. Fue lo último que hizo el corredor Filípides. Tras transmitir el mensaje, cayó desplomado y murió. No aguantó el desgaste físico. Con el conocimiento de la victoria, la ciudad cerró sus puertas. Y se salvó.
Fue en el año 490 Antes de Cristo. En Maratón, una playa semidesértica con humildes casas de pescadores, se enfrentaron unos doce mil soldados atenienses ante un ejército ampliamente superior, que llegaba a los 30 o 40 mil (algunos historiadores hablan de 100 mil, pero la cifra parece exagerada).
La orden de que Filípides avisara a la polis griega fue del general ateniense Milcíades. En condiciones mucho más inferiores, la batalla parecía perdida. Al final, la condición atlética de los soldados atenienses, excelentes corredores aún con las armaduras que pesaban casi 25 kilos, fue más que el impactante número persa. Tras la batalla, el ejército ateniense también debió correr la distancia Maratón-Atenas para llegar a la costa de su indefensa ciudad antes que los barcos persas, por lo que algunos argumentan que la disciplina también es un homenaje a ellos.
El sacrificio de los soldados atenienses es recordado cada cuatro años en los Juegos Olímpicos modernos, fundados por el Barón Pierre de Coubertin, en 1896. Este domingo, en lo que será una de las últimas competencias de Londres 2012, un nuevo grupo de atletas de elite le rendirá tributo a la historia cuando corran los 42 kilómetros, la misma distancia que recorrió Filípides, el soldado que murió por salvar a Atenas.
TITULO: ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - El pez de oro,.
ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! -El pez de oro, fotos.
El pez de oro
Un día, el pescador lanzó la red al agua y tan sólo recogió un pequeño pez. Se quedó asombradísimo cuando vio que se trataba de un pez de oro que además era capaz de hablar.
– ¡Pescador, por favor, déjame en libertad! Si lo haces te daré todo lo que me pidas.
El
anciano sabía que si lo soltaba perdería la oportunidad de venderlo y
ganar un buen dinero, pero sintió tanta pena por él que desenmarañó la
red y lo devolvió al mar.
– Vuelve a la vida que te corresponde, pescadito ¡Mereces ser libre!
Cuando
regresó a la cabaña su esposa se enfadó muchísimo al comprobar que se
presentaba con las manos vacías, pero su ira creció todavía más cuando
el pescador le contó que en realidad había pescado un pez de oro y lo
había dejado en libertad.
– No me
puedo creer lo que me estás contando… ¿Tú sabes lo que vale un pez de
oro? ¡Nos habrían dado una fortuna por él! Al menos podías haberle
pedido algo a cambio, aunque fuera un poco de pan para comer.
El
buen hombre recordó que el pez le había dicho que podía concederle sus
deseos, y ante las quejas continuas de su mujer, decidió regresar al a
orilla.
– ¡Pececito de oro, asómate que necesito tu ayuda!
La cabecita dorada surgió de las aguas y se quedó mirando al anciano.
– ¿Qué puedo hacer por ti, amigo?
– Mi mujer quiere pan para comer porque hoy no tenemos nada que llevarnos a la boca ¿Podrías conseguirme un poco?
– ¡Por supuesto! Vuelve con tu esposa y tendrás pan más que suficiente para varios días.
El
anciano llegó a su casa y se encontró la cocina llena de crujiente y
humeante pan por todas partes. Contra todo pronóstico, su mujer no
estaba contenta en absoluto.
– Ya tienes el pan que pediste… ¿Por qué estás tan enfurruñada?
–
Sí, pan ya tenemos, pero en esta cabaña no podemos seguir viviendo. Hay
goteras por todas partes y el frío se cuela por las rendijas. Dile a
ese pez de oro amigo tuyo que nos consiga una casa más decente ¡Es lo
menos que puede hacer por ti ya que le has salvado la vida!
Una vez más, el hombre caminó hasta la orilla del mar.
– ¡Pececito de oro, asómate que necesito tu ayuda!
– ¿Qué puedo hacer por ti, amigo?
– Mi mujer está disgustada porque nuestra cabaña se cae a pedazos. Quiere una casa nueva más cómoda y confortable.
– Tranquilo, yo haré que ese deseo se cumpla.
– Muchísimas gracias.
Se
dio la vuelta dejando al pez meciéndose entre las olas. Al llegar a su
hogar, la cabaña había desaparecido. Su lugar lo ocupaba una coqueta
casita de piedra que hasta tenía un pequeño huerto para cultivar
hortalizas.Su mujer estaba peinándose en la habitación principal.
– ¡Imagino que ahora estarás contenta! ¡Esta casa nueva es una monada y más grande que la que teníamos!
–
¿Contenta? ¡Ni de broma! No has sabido aprovecharte de la situación ¡Ya
que pides, pide a lo grande! Vuelve ahora mismo y dile al pez de oro
que quiero una casa lujosa y con todas las comodidades que se merece
una señora de mi edad.
– Pero…
–
¡Ah, y nada de huertos, que no pienso trabajar en lo que me queda de
vida! ¡Dile que prefiero un bonito jardín para dar largos paseos en
primavera!
El hombre estaba harto y le parecía absurdo pedir cosas
que no necesitaban, pero por no oír los lamentos de su esposa, obedeció
y acudió de nuevo a la orilla del mar.
– ¡Pececito de oro, asómate que necesito tu ayuda!
– ¿Qué puedo hacer por ti, amigo?
– Siento ser tan pesado pero mi mujer sueña con una casa y una vida más lujosa.
–
Amigo, no te preocupes. Hoy mismo tendrá una gran casa y todo lo que
necesite para vivir en ella ¡Incluso le pondré servicio doméstico para
que ni siquiera tenga que cocinar!
– Muchas gracias, amigo pez. Eso más de lo que nunca soñamos.
Casi
se le salen los ojos de las órbitas al llegar a su casa y encontrarse
una mansión rodeada de jardines repletos de plantas exóticas y hermosas
fuentes de agua.
– Madre mía… ¡qué barbaridad! Esto es digno de un rey y no de un pobre pescador como yo.
Entró
y el interior le pareció fastuoso: muebles de caoba, finísimos jarrones
chinos, cortinas de terciopelo, vajillas de plata… ¡Todo era tan
deslumbrante que no sabía ni a dónde mirar!Creía que lo había visto todo cuando su mujer apareció ataviada con un vestido de tul rosa, y enjoyada de arriba abajo. No venía sola sino seguida de tres doncellas y tres lacayos.
– ¡Esto es
increíble! ¡Jamás había visto una casa tan grande y tan bonita! ¡Y tú,
querida, estás impresionantemente guapa y elegante!… Imagino que ahora
sí estarás satisfecha… ¡Hasta tenemos criados!
Con aires de emperatriz, la anciana contestó:
–
¡No, no es suficiente! ¿Todavía no te has dado cuenta de lo importante
que sería capturar ese pez y tenerlo siempre a nuestra disposición?
Podríamos pedirle lo que nos diera la gana a cualquier hora del día o de
la noche ¡Lo tendríamos todo al alcance de la mano!
¡La ambición
de la mujer no tenía límites! Antes de que el pobre pescador dijera
algo, sacó a relucir el plan que había maquinado para hacerse con el
pececito de oro.
– Atraparlo es difícil, así que lo mejor será ir por las buenas. Ve al mar y dile al pez de oro que quiero ser la reina del mar.
– ¿Tú… reina del mar? ¿Para qué?
–
¡Que no te enteras de nada, zoquete! Todos los seres que viven en el
mar han de obedecer a su reina sin rechistar. Yo, como reina, le
obligaría a vivir aquí.
– ¡Pero yo no puedo pedirle eso!
–
¡Claro que puedes, así que lárgate a la playa ahora mismo! O consigues
el cargo de reina del mar para mí o no vuelves a entrar en esta casa ¿Te
queda claro?
Dio tal portazo que el marido, atemorizado, salió
corriendo y llegó hasta la orilla una vez más. Con mucha vergüenza llamó
al pez.
– ¡Pececito de oro, asómate que necesito tu ayuda!
– ¿Qué puedo hacer por ti, amigo?
–
Mi mujer insiste en seguir pidiendo ¡Ahora quiere ser la reina del mar
para ordenarte que vivas en nuestra casa y trabajes para ella!
El
pez se quedó en silencio ¡Esa mujer había llegado demasiado lejos! No
sólo estaba abusando de él sino que encima lo tomaba por tonto. Miró con
pena al anciano y de un salto se sumergió en las profundidades del
mar.
– Pececito de oro, quiero hablar contigo ¡Sal a la superficie, por favor!
Desgraciadamente el pez había perdido la paciencia y no volvió a asomarse.El hombre regresó a su casa y se quedó hundido cuando vio que todo se había esfumado. Ya no había fuentes, ni jardines, ni palacete ni sirvientes. Frente a él volvía a estar la pobre y solitaria cabaña de madera en la que siempre habían vivido. Tampoco su mujer era ya una refinada dama envuelta en tules, sino la esposa de un humilde pescador, vestida con una falda hecha de retales y zapatillas de cuerda.
¡Adiós al sueño de tenerlo todo! Muy a su pesar los dos tuvieron que continuar con su vida de trabajo y sin ningún tipo de lujos. Nunca volvieron a saber nada de aquel pececito agradecido y generoso que les había dado tanto. La ambición sin límites tuvo su castigo.
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