domingo, 29 de septiembre de 2013

ELLA ES EL BELLEZA, LAETITIA CASTA, / CONOCER DEPORTES, ¿ POR QUE SE JUEGAN LA VIDA?,.

TÍTULO: ELLA ES EL BELLEZA, LAETITIA CASTA, .

La modelo Laetitia Casta.
-foto-Laetitia casta insiste en subrayar que es algo más que una cara bonita. «Si así fuera, el mundo se habría cansado de mí en un mes», arguye.
 
Belleza

Laetitia Casta: "No soy el mejor ejemplo de lo que es una modelo"

Tenía 15 años cuando un fotógrafo la descubrió. Hoy es una de las actrices más cotizadas del mundo; presta su imagen a grandes marcas, como Dolce & Gabbana; es madre de tres hijos y un símbolo en Francia. 

Laetitia casta insiste en subrayar que es algo más que una cara bonita. «Si así fuera, el mundo se habría cansado de mí en un mes», arguye. Han pasado dos décadas desde su primer trabajo y el mundo parece lejos todavía de esa posibilidad. A sus 35 años, esta actriz y modelo francesa de pronunciadas curvas continúa poniendo su rostro y su cuerpo al servicio de las marcas más poderosas. La última, Dolce & Gabbana, a cuyo perfume Intense acaba de dar imagen.
XLSemanal. La descubrió un fotógrafo mientras estaba de vacaciones con su familia en Córcega cuando tenía 15 años. ¿Qué cree que vio en usted?
Laetitia Casta. Mi personalidad, el conjunto; no solo la belleza. Cuando eres tan joven y alguien te dice: «Creemos que puedes ser buena en esto, ¿quieres intentarlo?», no sabes si serás o no capaz. Te tiras a la piscina y, si sale bien, ese es tu destino.
XL. Parece como si no le hubiera costado ningún esfuerzo ser modelo...
L.C. No quiero decir que fuera fácil, sino que vi que la vida me llamaba por ese camino. De todos modos estoy segura de que a cualquier chica que desee de verdad ser modelo le resultará más difícil de lo que fue para mí.
XL. ¿Fue abrupto, entonces, su aterrizaje en el mundo de la moda?
L.C. Lo primero que me dije fue: «Muy bien, estoy conociendo a gente algo loca e interesante, pero no puedo dejar de ser yo misma». Así que, cuando empezaron a intentar cambiarme, convertirme en una modelo según sus parámetros, no pudieron. Pensé: «Se acabó, no quiero ser modelo». Fue extraño, era como si tuviera que esforzarme en ser yo misma.
XL. A ver si me aclaro, ¿entonces no es usted una modelo?
L.C. Sí, pero a mi modo. No fue fácil con cierta gente, pero esa fue mi decisión y siempre fui consciente de que había elegido el camino más duro. Cuando tienes una fuerte personalidad y carácter, los demás no pueden quebrarte ni cambiarte. En esta profesión das mucho de ti misma, no paras de moverte, te haces pasar por distintos personajes, das más y más todavía..., pero yo tenía mi propio modo de ver las cosas. Reconozco que no soy el mejor ejemplo de la profesión de modelo.
XL. Me habría gustado verla en su primera sesión...
L.C. [Se ríe]. Mi padre me llevó en coche al estudio, entró conmigo y le dijo a todo el mundo: «Muy bien, esta es mi hija, cuiden bien de ella. Estaré esperando fuera a que acaben. Si hubiera algún problema, ya saben dónde estoy». Él es corso y no es, precisamente, un hombre tímido; es un tío muy guay, bien plantado, y todos se quedaron en plan: «Sí, sí, descuide». Siempre me esperaba en la puerta. Soy afortunada por los padres que tengo. Me alegro de que fueran muy tradicionales y protectores. Tuve una educación muy estricta y eso me ayudó a tener los pies en el suelo y a actuar de forma responsable cuando, con 18 años, empecé a viajar un montón.
XL. Y usted ¿cómo se tomó aquella primera toma de contacto?
L.C. Lo recuerdo bien: tímida, avergonzada, ¡estaba aterrorizada, vamos! Pero, cuando llegué y vi a toda aquella gente a mi alrededor, me sentí como soñando dentro de un sueño real, mi corazón latía a mil por hora. De pronto entendí que eso era lo que quería hacer en mi vida.
XL. ¿Le ocurrió algo parecido el primer día que rodó una película?
L.C. No, la cámara lo cambia todo. En cuanto me pongo ante ella, la timidez y la vergüenza desaparecen como por arte de magia. Cuando la cámara se va, esa Laetitia que conoces se esfuma y regresa la timidez. Soy muy tranquila, pero ante la cámara... Es otra historia.
XL. ¿Esa transformación es igual de instantánea como modelo?
L.C. Es más progresivo, no es aquello de: «Acción». Y cambias. Aunque ser modelo supongo que te ayuda, ya que tienes una relación parecida con la cámara. De todos modos, cuando hice mi primera película, yo no sabía todavía que también quería ser actriz. Tiempo antes, alguien ya me había dicho: «Tú no eres modelo, tú serás actriz». No había nada que me hiciera pensar en ello, pero todo surgió de modo muy natural. Cuando acepté, pensé: «Dios mío, ¿pero qué haces? ¡Un papel en una película! ¡No me lo puedo creer! Bueno, disfruta y luego ya veremos». Parece fácil, pero es dificilísimo. Transmitir emociones y sentimientos, dotarlo todo de profundidad; es algo mágico.
XL. ¿Descubrió algo de sí misma al convertirse en actriz?
L.C. Muchísimo. Por ejemplo, que nunca dejas de aprender y que no debes dar nada por sentado. Tú haces una película y nunca sabes lo que sucederá después de ese trabajo.
XL. Ha interpretado a Brigitte Bardot, a Falbalá y a Marianne, tres grandes iconos franceses. ¿Cuál será el siguiente: Juana de Arco, Marie Curie...?
L.C. ¡Uy, no sé! Juana de Arco sería fantástico, es un personaje formidable. Pero es difícil pensar en esos términos.
XL. Carla Bruni quizá...
L.C. No, no, Carla Bruni no [se ríe]. No me interesa, la verdad.
XL. ¿Tiene una personalidad tan marcada como la de todas ellas?
L.C. Yo tengo un carácter fuerte, fruto de todo aquello por lo que he pasado en mi vida. No me ha quedado más remedio, ya que he tenido que enfrentarme a grandes decisiones, compartir mi tiempo con mucha gente y mantenerme fiel a mí misma. En este mundillo tienes que endurecerte para proteger tu espíritu y tu libertad.
XL. Una de esas decisiones, supongo, sería cuando, con 23 años y su carrera disparada, nació su primer hijo. ¿Le causó algún problema profesional?
L.C. Fue maravilloso. Me dejé guiar por lo que me dictaba el corazón. En todo caso, nunca me planteé que pudiera afectar a mi carrera como modelo.
XL. ¿Cómo hace para conciliar la vida laboral con la maternidad?
L.C. [Seca]. Hice todo lo que tenía que hacer. Tomé una decisión y fui consecuente con ella.
XL. Cuando se pone al servicio de una marca, ¿en qué basa su decisión?
L.C. Debo sentir la naturalidad. Tiene que impactarme. Es excitante porque debes interpretar un papel, no se trata solo de posar. Cuando me piden cosas de ese estilo, no me interesa.
XL. A las modelos siempre les preguntan qué hacer para estar guapas y sexis, cómo mantenerse joven... ¿Le cansa?
L.C. No me importa, pero soy mucho más que una cara bonita y un cuerpo. La uniformización es algo tenebroso. Por eso me hice actriz y hago teatro; por ese motivo, me puse a estudiar; para ampliar mi visión, encontrar proyectos interesantes y mantenerme activa.

Fuerte sensualidad
«Intense habla de la pasión, de ser sensual y fuerte de verdad. A veces también resulta un perfume dulce. Me gusta porque es un poco femenino y masculino a la vez. Está creado para una mujer con carácter», describe Laetitia. Mario Testino ha sido el encargado de plasmar ese contraste de sensaciones en las imágenes de esta nueva fragancia de Dolce & Gabbana.
Dolce & Gabbana Intense Eau de Parfum, una composición floral y suntuosa, con nardos, azahar y sándalo. 115 euros. 

TÍTULO; CONOCER DEPORTES, ¿ POR QUE SE JUEGAN LA VIDA?,.

 
Deporte

¿Por qué se juegan la vida?

Ramón PortillaEl verano se despedía con la triste noticia de la muerte de Álvaro Bultó en un accidente en los Alpes suizos mientras practicaba el salto base con traje de alas. En estas páginas hay más de un amigo que lloró su muerte alguno lo acompañaba en ese vuelo final. Todos se han llevado algún susto: el último, el de Jesús Calleja, atrapado a principios de septiembre durante varios días en la sima más profunda del mundo. Pero ninguno se plantea abandonar. ¿Por qué? Lo cuentan ellos mismos.


Empezamos a notar algo inusual a 1640 metros de profundidad, cuenta Jesús Calleja: detectamos condensación de agua en una zona que debía estar seca». Faltaban algo más de 300 metros para llegar hasta el fondo de la sima Krúbera-Voronya, la más profunda del mundo, en la República de Abjasia (Georgia). Era a primeros de septiembre y con él viajaba el equipo del programa televisivo Desafío extremo (Cuatro) y una expedición de 24 personas. En el momento en que deciden dar la vuelta, un rugido los estremece: una tromba de agua. La gota fría que se vivía en la superficie, donde, entre otros, esperaba Kike el hermano de Jesús, se filtraba por este sumidero natural hasta convertirse en un gran tsunami subterráneo. A partir de entonces estuvieron varios días atrapados, sin posibilidad de recibir ayuda del exterior, sin comida habían salido con alimentos para un solo día, atravesando sifones de agua con un único equipo de submarinismo para todos; empapados día y noche, a una temperatura de cero grados y con un cien por cien de humedad; buscando recovecos donde aguantar hasta que la tromba de agua redujera su caudal... «Cuando vi que la espeleóloga rusa que nos acompañaba, una auténtica fiera con años de experiencia, se ponía a llorar y a escribir su testamento, fue cuando realmente me dije que de esta no saldríamos», recuerda este aventurero desde la paz del salón de su casa, en León.
Y, sin embargo, salieron. Su madre pudo abrazarlo entre lágrimas y celebrar su regreso, tan solo tres días antes de nuestro encuentro. En su éxito, asegura Jesús, tiene mucho que ver la gestión del miedo: «La clave está en que mantuvimos la tranquilidad, incluso dentro del máximo estrés. Si te pones nervioso e intentas salir a toda costa, malo». La espera es, en ocasiones, lo más difícil. Implica incertidumbre, miedo, tedio. «Te machaca moralmente, pero fue nuestra salvación». Salió bien esta vez, como salió bien aquella en que una avalancha en el campo base sepultó su tienda donde él había estado minutos antes y a todo su equipo bajo 20 metros de nieve. O aquella otra en que un desprendimiento de rocas los sorprendió en un cráter del Congo; o aquel naufragio que los tuvo una noche entera en el agua en la Antártida...
¿Por qué correr esos riesgos?Esa es la pregunta del millón. Cada uno de los que se juegan la vida en la alta montaña o practicando saltos freestyle en bicicleta o lanzándose con un paracaídas desde un avión o desde lo alto de un edificio responde a su manera. Jesús Calleja alude a la figura del explorador. «Si no existiera, no hubiéramos descubierto América, nunca habríamos llegado a la Luna. Lo que hacemos es un modo de vida: nadie me puede pedir que monte una tienda y me ponga a trabajar con un horario. Pero es algo más, no es algo lúdico: toda aventura de entidad supone un avance para la humanidad». Ellos se dirigieron a la sima más profunda del mundo, de 2197 metros de profundidad, con el objetivo de recabar muestras de vida allí. Y en ese sentido, recalca, fue un éxito: volvieron con muestras de extremófilos que ahora analizan los biólogos.
Para él incluso su amigo Álvaro Bultó era un visionario; alguien que, más allá del riesgo, de la adrenalina, buscaba aportar su grano de arena al avance científico. Falleció la misma semana en que Jesús Calleja se embarcó rumbo al Cáucaso. Barcelonés de 51 años, Álvaro contaba con varios récords en su haber: batió el récord del mundo en caída libre, escaló la pared más alta del Ártico en Groenlandia, fue el primer español en volar sobre el Polo Norte en traje de alas... Hasta que un accidente acabó con su vida el pasado 23 de agosto en los Alpes suizos.
Armando del Rey que compartía con Álvaro y con Carlos Suárez el Proyecto Alas, especializado en salto con traje de alas voló con él ese día, aunque no vio el accidente. «Nos dimos cuenta al llegar a tierra, cuando faltaba uno de nosotros. Era Álvaro». Habían realizado un salto relativamente sencillo, algo que habían hecho muchas veces ya. Por respeto a la familia, a los amigos que, como él, Jesús o Darío Barrio, sufren la irreparable pérdida, Armando no entra en detalles. «Fue un accidente», resume. Pero recalca que Álvaro era una persona obsesionada con la seguridad. Como todos los que aparecen en este reportaje: pese a lo que pueda parecer, todos insisten en que no buscan jugarse la vida.
¿Qué buscan en verdad? «Yo, desde pequeño, buscaba sensaciones. Muy pronto decidí que quería probar el surf, el buceo y el submarinismo». Y lo ha hecho todo y más: fue también campeón del mundo de saltos en bicicleta BMX en el 96. «Lo dejé porque me rompí de todo asegura. Pero en cuanto a sensaciones, no hay nada como el salto con traje de alas: te sientes como un superhéroe que vuela con Batman a un lado y el Capitán América al otro. Muchos nos preguntan si estamos locos. ¡Al contrario! Los locos duran poco en esto. Tienes que saber bien lo que haces en cada momento. Estar muy preparado y saber dónde está la línea que no puedes pasar. Tenemos parámetros muy claros (límites de viento, de visibilidad...), pero hay algo más que te dice que no lo hagas, que no saltes».
Hay, a su vez, un motivo extra: la hermandad que surge entre quienes practican estos deportes. Varios días de escalada en la selva o en la alta montaña unen mucho; llegar a tierra después de un vuelo, también. «Cuando saltas con alguien y aterrizas, te sientes más unido que nunca dice Darío Barrio. Te miras y te dices: '¡A mis brazos, corazón!', antes de fundirte en un fuerte abrazo». Darío, propietario y cocinero del restaurante madrileño Dassa Bassa, es un rostro conocido en la televisión. Y un aventurero que se ha lanzado en traje de alas con Armando y Álvaro desde el Salto del Ángel (Venezuela), el más grande del mundo, con casi un kilómetro de alto. Empezó con el salto en paracaídas desde avión en 1995, practica también el ala delta... «El salto base era la continuación lógica», dice. A él también le cuesta explicar por qué lo hace: «No es racional, la razón te llevaría a jugar al ajedrez. Pero lo mío es el deporte en exteriores. En cuanto tengo un par de días libres, trato de aprovecharlos saltando». ¿Por qué? «Porque amo la vida y en ningún momento me siento más vivo que en el aire». Pese a los sustos y a la pérdida de amigos. «Todos hemos perdido a más de uno, pero nos da mucho más de lo que nos quita», explica Ramón Portilla, un veterano con más de cuarenta años en el alpinismo. Fue cámara de Al filo de lo imposible, el primer español en ascender las Siete Cumbres, ha conquistado muchos ochomiles... «Engancha más el reto, el contacto con la naturaleza, que la búsqueda de adrenalina».
Como todos, acumula muchos sustos en su trayectoria. El más gordo, en los Alpes: «Cuando estaba colgado de la pared, a 400 metros del suelo, se desprendió un bloque del tamaño de un frigorífico. Me rompí tibia y peroné, los huesos me salían a través de la bota. Fue terrible, pero hoy la recuerdo como una de las noches más bonitas de mi vida. Aferrado a la imagen de mi hijo, que tenía nueve meses, solo pensaba en ver amanecer y en que no me podía permitir el lujo de morirme». ¿Y si su hijo siguiera sus pasos? «Lo he llevado ya a escalar, a hacer kayak, ver animales salvajes en Namibia... Pero no me interesa que siga mis pasos. Me daría mucho miedo. Pero sería su elección».
Quien sí ha seguido los pasos de su padre es Blay Olmos júnior, hijo de Blay Olmos sénior. El padre enseñó al hijo los secretos del ala delta, hasta que júnior, con 19 años, dio la campanada al ser el primer español que ganaba el Forbes Flatland Challenge de Australia, la tercera prueba más importante del mundo. Después llegarían otros hitos, como recorrer la mayor distancia en Europa en ala delta. Despegó en Portugal y, 385 kilómetros y más de ocho horas de vuelo después, aterrizó en Murcia. «La clave siempre es no confiarse. El miedo es fundamental para salvar la vida». «Y la verdadera cumbre resume Ramón Portilla es volver a casa y contarlo a los tuyos».



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