Hace más de 60 años, un carpintero danés que llevaba
fabricando durante años juguetes en miniatura hechos de madera decidió
empezar a trabajar con el plástico. Entonces, lo que un par de décadas
antes era un humilde taller que tuvo que ser reconstruido tras un
incendio resulto ser el epicentro de LEGO, una serie de bloques
interconectables entre sí que acabaron convirtiéndose en un
imprescindible de la infancia de millones de personas en todo el globo.
Hace unos pocos días se conoció un proyecto que recuerda mucho al
entretenimiento creado por Ole Kirk Christiansen. 'PhoneBlocks', así se
llama el terminal que, en caso de abandonar el papel y convertirse en
una realidad, podría revolver los cimientos de la telefonía. El
planteamiento es sencillo: todas las piezas son susceptibles de ser
cambiadas de manera independiente y conectarse de una manera variada.
Esto supone que uno podría crear un 'smartphone' a la
carta. La cámara de fotos podría ser sustituida por una de mejor óptica
tan solo con cambiar un pequeño bloque. El que no utilice el vibrador
podría deshacerse de esa pieza y poner en su lugar, por ejemplo, la que
permita usar NFC. Una caída, un golpe y una pantalla completamente
agrietada no supondría cambiar todo el teléfono. La memoria podría pasar
de 32 a 64 gigas de manera muy sencilla. Y la batería, uno de los
principales retos de todos los que compiten en el mundial de
constructores móvil, podría ser fácilmente reemplazable cuando empezase a
flojear tras varios meses de uso.
Pero a día de hoy 'PhoneBlock' no es más que un prototipo y
un sueño. El sueño del diseñador Dave Hannekens que quiere crear lo más
parecido a un teléfono eterno. Una idea que ya ha conseguido en
internet el apoyo de cientos de miles de personas y que ahora se apresta
a conseguir uno o varios mecenas que permitan que este invento tome
forma comercial y salte a las plantas de producción de todo el mundo. Su
creador lo presenta como una fórmula para acabar con la obsolescencia
programada, un enconado debate que ha cobrado mucha fuerza en los
últimos años en el gremio tecnológico. La fecha de caducidad de los
equipos electrónicos se ha reducido paulatinamente y en el caso de los
móviles, el mercado ha impuesto un ciclo de vida de apenas dos años
antes de que se rompa o se vuelva obsoleto. «Si tienes un neumático
pinchado, no tienes porqué comprar un coche nuevo», afirmó Hannekens en
una entrevista concedida a la televisión pública holandesa. «El mercado
está creciendo rápidamente, pero parece que estamos construyendo cosas
desechables», cuenta en su web. «Cada vez que hacemos algo nuevo
desechamos totalmente lo anterior. Imagínense todas las pantallas,
bluetooths y altavoces que hemos tirado a la basura», opina.
El teléfono funciona sobre una placa a la que hay conectar
los distintos bloques. «Si uno se rompe fácilmente puede reemplazarlo. Y
si se queda antiguo, puede cambiarlo», explica el diseñador. En su
página web asegura que esta idea también podría ser aplicable a otros
dispositivos como tabletas e invita a cualquier otro a utilizar sus
diseños, libres de 'copyright'.
La 'blockstore'
Además de todo esto, concibe la creación de una
'blockstore'. «Es como una tienda de aplicaciones para el hardware. Es
la tienda donde comprar bloques, leer reseñas y vender los viejos»,
aclara, a la par que añade que no sería un ecosistema cerrado. «Pequeñas
y grandes empresas desarrollarían y venderían sus bloques. Puedes
comprar un teléfono pre-ensamblado o armar tu mismo el tuyo
seleccionando solo las marcas que quieras admitir. La elección es tuya»,
escribe el empresario neerlandés. «Los bloques podrían diseñarse para
necesidades específicas. Baterías solares, pantallas adaptadas para
ciegos, piezas ligeras para los viajeros,.»
«Enseñad al mundo el teléfono que podemos crear». Ese fue
el mensaje que Hannekens colgó en Thunderclap, una plataforma de
internet creada para vitalizar y dar a conocer proyectos innovadores.
Corrió como la pólvora por las redes sociales. Entre los que mostraron
su admiración hacia la idea se encuentra incluso el actor Elijah Wood,
quien dio vida a Frodo en 'El Señor de los Anillos'. Sin embargo, a
pesar de la gran difusión que proporciona esta comunidad, este apoyo no
se concreta en financiación directa como puede ser el caso de otras webs
como 'Kickstarter'. No son pocos los que se preguntan porque no ha
decidido al 'crowfunding' como vía para sacar adelante 'Phoneblocks',
reconoce que la «recaudación de fondos» no sería suficiente para que se
volviese realidad. «La creación de esta plataforma es demasiado grande
para una sola compañía. Necesitamos reunir socios para colaborar con
nosotros», añade.
Placa base:
A la carta:
Sin obsolescencia programada:
Adaptable a otros soportes:
La 'blockstore':
Imitadores:
TÍTULO; DE PEDRO ALMODOVAR NO HABLO PORQUE SE ENFADA,.
Carmen Maura.
Cuando Álex de la Iglesia le sopló a Carmen Maura que el
Zinemaldia le honraba con el premio Donostia, ésta no se lo creyó: «Pero
si solo se lo dan a extranjeras...». Paco Rabal y Antonio Banderas han
recibido este galardón, pero Maura es la primera española que lo
consigue. «Estoy blandengue, a lo mejor me emociono», confesaba pocas
horas antes de recogerlo en el escenario del Kursaal de manos de Álex de
la Iglesia y Mario Casas.
Fue el colofón a un día en San Sebastián consagrado a 'Las
brujas de Zugarramurdi', donde la actriz brilla como Graciana
Barrenechea, la bruja más poderosa del pueblo. Elabora pociones y hasta
camina por el techo. Todo, sin perder ese señorío y el tono entre borde y
cercano que la Maura cultiva en la vida real. Como de vuelta de todo,
pero a la vez hablándote sin tapujos y con sinceridad desarmante.
«Álex es un superfán de las mujeres, las adora: flacas,
gordas, altas, bajas...», responde cuando se le pregunta por el tono
misógino del filme. «No es una película contra las mujeres, pero sí
refleja que su director está viviendo los típicos problemas de los
hombre separados. Le divierte dibujarnos muy malas». Si todo son halagos
al bilbaíno -«me tiene mucho cariño»-, la frialdad asoma por contraste
al surgir el nombre del director que la convirtió en estrella
internacional: Pedro Almodóvar. «Del otro no puedo hablar, porque se
enfada», confiesa. «Imagínate. Me preguntan por Almodóvar en el mundo
entero. Y yo no soy una tía agresiva, respondo con sentido del humor.
Pero se pica. No merece la pena hablar de él, la última vez fue un
escándalo. Y a mí no me van los líos, no quiero estar saliendo en
internet».
Maura prefiere recordar el duro rodaje en Zugarramurdi,
colgada de cables y sintiéndose poderosa cuando arengaba a las brujas,
en realidad vecinas del pueblo y descendientes de aquellas mujeres
quemadas en la hoguera. «Yo nunca he querido ser la líder de nada, ni en
la pandilla, ni en clase. Pero reconozco que me daba subidón cuando
esas brujas callaban y gritaban a un gesto de mi mano».
El Donostia recompensa una carrera que arrancó en el teatro
independiente, siguió en televisión y culmina en una filmografía rodada
entre España y Francia. «En mi vida lo más fácil ha sido ser actriz,
todo lo demás me ha costado mucho más esfuerzo y lágrimas», reconoce.
«He tenido mucha suerte, un ángel de la guarda increíble».
Su mérito, según ella, es «que sirvo lo mismo para un roto
que un descosido». «No me importa salir hecha un Cristo y no pienso
luchar contra las arrugas. Ser joven no es una virtud, sino una
circunstancia». La protagonista de 'Mujeres al borde de un ataque de
nervios' remarca su edad, 68 años. «Lo digo siempre». Hablar un francés
perfecto también le abrió las puertas del país vecino, hasta el punto de
que pasa más tiempo en su piso de Marais que en su casa de Madrid.
«Yo les recomiendo a las actrices españolas que aprendan
francés, porque allí escasean. Las francesas son como más retenidas, no
tienen nuestra energía. Las españolas podemos tener allí mucho más
éxito, no tenemos nada que envidiar a las extranjeras». Trabajo no le
falta a la intérprete, que acaba de rodar una película hablada en
italiano, una serie en francés y en diciembre estrenará en el María
Guerrero 'Carlota', una comedia de Mihura con la que vuelve a sus
orígenes en los escenarios.
«Yo leo todo lo que me envían», explica. «Y a estas alturas
me da igual que sea un director famoso que un desconocido si el
proyecto me gusta. Acabo de rodar en Colombia con un chico que no
conocía ni Dios y lo pasé genial». Su propósito, trabajar menos y
descansar más. «No me preocupa no hacer nada, no soy muy sociable pese a
mi trabajo. Soy capaz de irme al campo sola».
Así que Maura solo espera que 'Las brujas de Zugarramurdi'
«haga mucha pasta y la gente vaya a verla a las salas y no se la baje de
intenet». En estos tiempos de películas hechas con cuatro duros y por
equipos sin cobrar, la actriz defiende que en el cine español «abunda el
talento y la imaginación, solo nos falta el dinero». Y recuerda el
rodaje de 'Tetro', en Argentina a las órdenes de Coppola, como un
ejemplo de lo que no hay que hacer, bajarnos los pantalones solo porque
el director sea una deidad. «Me sorprendieron las condiciones en que se
rodaba, contratando a estrellas argentinas por una miseria para hacer de
figurantes. Como era Coppola... Si quería hacer una película pequeñita,
que la hubiese hecho en su finca con su familia». Maura clama que no
tendríamos que aceptar «esas ordinarieces».
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