TÍTULO; NATURALEZA, Baby boom de pandas,.
En Sichuan, que es de donde
proceden los pandas, han puesto en marcha un centro de recuperación que
está cosechando sorprendentes resultados. El saldo del verano no ha
podido ser más positivo: diecisiete cachorros,.foto,.
Hubo un tiempo en que se pensó que la
reproducción del panda gigante en cautividad era una misión imposible.
Como si hubiesen sido víctimas de una maldición, los osos que eran
recluidos entre barrotes perdían el apetito sexual y no había forma de
que se liaran. Los científicos llegaron a proyectar imágenes de
apareamientos entre congéneres en un intento de despertar la líbido de
las parejas enjauladas, pero ni siquiera esa peculiar variante del porno
lograba que se pusiesen a tono. Seguro que alguno tuvo la tentación de
darles una pastillita de viagra. La etapa celestinesca de los cuidadores
llegó a su fin gracias a la evolución de las técnicas de reproducción
asistida. El ciclo de la vida ya no depende de la unión de las parejas,
así que la tensión que antes se respiraba en las jaulas se ha trasladado
a las áreas donde se atiende a las nuevas crías. En Sichuan, que es de
donde proceden los pandas, han puesto en marcha un centro de
recuperación que está cosechando sorprendentes resultados. El saldo del
verano no ha podido ser más positivo: diecisiete cachorros, todo un baby
boom para una especie cuya continuidad estaba no hace mucho en
entredicho.
Que John Galliano, el genial, extravagante, malhablado y arrepentido modisto, siga vivo es un milagro. Hasta que le expulsaron de Dior, por ...
gente
Galliano sigue sin encontrar el perdón
El exdirector creativo de Dior
lleva dos años sin probar el alcohol, pero aún no ha recuperado su sitio
en la moda. Sus poderosos amigos creen que «no se debe menospreciar su
talento mágico»
Que John Galliano-foto,., el genial, extravagante, malhablado y
arrepentido modisto, siga vivo es un milagro. Hasta que le expulsaron de
Dior, por los insultos racistas y antisemitas proferidos a una pareja
en el barrio parisino de La Perle, combinó su exitosa carrera
profesional con un cóctel trufado de alcohol, barbitúricos, somníferos,
cocaína, valium, analgésicos... Cuenta que jamás recurrió al alcohol
para potenciar la creatividad. El modisto al que su padre pegaba de
pequeño por sus modales amanerados -«si hacía algún gesto demasiado
llamativo... ¡tortazo que me caía! Me educó a la manera victoriana»-
siempre ha andado sobrado de talento. Al principio bebía para pegarse
«una buena fiesta». Era la forma que tenía de homenajearse después de la
presentación de cada colección y permanecer meses enclaustrado en su
taller.
Sin darse cuenta, Galliano cayó en una espiral que estuvo a
punto de terminar con su vida. «Iba a acabar en un psiquiátrico o
metido en un ataúd», confesó a la revista ‘Vanity fair’. «A medida que
fui haciendo más colecciones, las juergas se hicieron más frecuentes y
me enganché a ellas». Luego, las pastillas hicieron acto de presencia
«porque no podía dormir». Después, llegaron «otras pastillas», ya que se
pasaba todo el día «con temblores». Poco le ayudaron sus amigos, que
tenían la nefasta costumbre de regalarle «botellas enormes». Al final,
reconoce, bebía todo lo que caía en sus manos. En cantidades
industriales. Mucho vodka, pero también vino, porque creyó que le
serviría para conciliar el sueño. «Me ayudaba a dejar de oír voces.
Tenía un montón de voces en la cabeza que me hacían un sinfín de
preguntas, pero yo jamás habría reconocido, ni por asomo, que era
alcohólico».
«Cubierto de llagas»
Galliano pensó que podría controlar la situación. Sin
embargo, las adicciones lo transformaron en un despojo. La muerte de
Steven Robinson, su mano derecha, arruinó sus ilusiones. Cada vez le
resultaba más complicado mantenerse sobrio, mientras los desfiles,
paradójicamente, ganaban en espectacularidad y su prestigio se
disparaba. Galliano mantenía una doble vida. El mismo hombre que
caminaba por la pasarela disfrazado de Napoleón, Marqués de Sade o
torero e hizo inmensamente ricos a sus jefes –solo en 2010 Dior facturó
más de 750 millones de euros– transformó su vida personal en «un asco».
Las resacas le dejaron sin aliento. Hubo temporadas en que desaparecía
de escena durante días sin que nadie supiese de su paradero. «Acababa
sin lavarme, cubierto de llagas y humillado. Pasaba hasta cinco días sin
dormir», señala.
Consciente del tormento en que vivía, sus jefes, Bernard
Arnault, dueño de Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), el mayor emporio
de lujo, y Sidney Toledano, presidente y consejero delegado de Dior, le
dieron un toque de atención. A los postres de un tenso almuerzo le
animaron a erradicar sus malos hábitos. Enfurecido, Galliano hizo añicos
su camisa, mostró su torso moldeado en el gimnasio y gritó: «¿Acaso os
parece que este es el cuerpo de un alcohólico?». Nunca más volvieron a
verse las caras hasta que estalló el escándalo por el que fue declarado
culpable de «insultos públicos basados en creencias religiosas, raza o
etnia».
Dos años y medio después de aquel lamentable episodio, el
creador gibraltareño sigue sin recordar nada de lo sucedido. Alega que
sufrió una pérdida de memoria. Apenas queda rastro del Galliano que
lucía «un pelo fatal» y un esmalte de uñas «horrible» cuando le
comunicaron que sería el nuevo director creativo de Dior.
«Vomité al ver el vídeo»
Sin embargo, pese a su notoria mejoría física, sigue sin
reconocerse en las imágenes que le muestran preso de la ira deseando «la
muerte» de una joven «con una jeta judía tan asquerosa. Cuando vi el
vídeo vomité. Tuve una sensación parecida a la que habría experimentado
si hubiera estado a punto de cruzar la calle y un autobús hubiera pasado
delante de mí rozándome y me hubiera quedado sin sangre en las piernas.
El miedo me paralizó», recuerda.
Galliano lleva años pidiendo perdón, aunque sigue sin
obtener el indulto. Se siente igual de incomprendido que cuando sus
compañeros de colegio le golpeaban por su orientación sexual. «Ocultaba
los moratones y tapaba los rasguños cuando volvía a casa porque si no me
habría caído otra paliza», se queja. Tras dejar atrás el alcohol,
intenta comprender por qué dirigió su rabia contra «la etnia judía».
Relevantes líderes de esta comunidad, como el gran rabino de Francia,
Gilles Bernheim, han declinado reunirse con él. Galliano, al menos,
nunca ha perdido el apoyo de sus poderosos amigos. Anna Wintour, la
editora de ‘Vogue’ America, asegura que la moda «necesita de soñadores y
diseñadores que crean momentos mágicos». Óscar de la Renta, que le
invitó a colaborar en la colección de este otoño, piensa que se «merece
una segunda oportunidad», y Diane von Furstenberg, presidenta del
Consejo de Creadores de Moda de Estados Unidos e hija de una persona que
«estuvo en los campos de exterminio», juzga una «falsedad absoluta»
presentarle como un antisemita. «Sé qué tipo de persona es», sentencia.
También Naomi Campbell, otra víctima de las adicciones, ha
cerrado filas. «Los que somos capaces de disimular y seguir estando
activos somos los que más daños nos hacemos a nosotros mismos». La
‘diosa de ébano’ ha escapado de sus infiernos particulares, pero
Galliano sigue pagando sus errores. Ejecutivos de grandes almacenes de
lujo no quieren ver ni en pintura la firma John Galliano en sus tiendas.
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