Escritores contra la piratería
-foto,.Julia Navarro, Lorenzo Silva, Javier Sierra y Juan Gómez-Jurado debaten fórmulas para evitar las copias ilegales de los libros
Cuatro escritores españoles, todos ellos autores de best
sellers en los últimos años, alzaron ayer sus voces contra la piratería,
una práctica a la que se han referido como un «robo» y que consideran
que debe ser castigada en España, donde el sector del libro pierde 350
millones de euros debido a ella.
La madrileña Julia Navarro, con cinco millones de
ejemplares vendidos de sus cinco grandes novelas, que se han traducido a
30 idiomas, subrayó lo «insoportable» que le resulta el que alguien
decida «piratear» uno de sus libros después de trabajar tres años en él y
ha creído necesario que ya en el colegio los niños aprendan que hacerlo
es robar.
La autora de 'Dispara, yo ya estoy muerto' ha señalado que,
a diferencia de los artistas musicales, a los escritores no les quedan
los conciertos para rentabilizar su trabajo y que no pueden ir por las
plazas de los pueblos narrando sus relatos a la gente. «Para nosotros no
hay opciones», ha lamentado la también periodista, que aconseja una
«multita» para aquellos que ejercen la piratería con el fin de que al
menos sepan que eso no se debe hacer.
Navarro se manifestó de esta forma durante un taller
celebrado en el campus de IE University de Segovia en el marco del Hay
Festival. El encuentro, desarrollado bajo el lema 'Prohibido aburrir',
fue conducido por los periodistas Jesús García Calero e Inés Martín
Rodrigo, responsables de Cultura de ABC, y tuvo como protagonistas a
Lorenzo Silva, Javier Sierra y Juan Gómez-Jurado.
Para Silva, Premio Planeta por 'La marca del meridiano', la
práctica de la piratería, que supera de forma considerable en España
niveles del resto del mundo, ha de atajarse con el código penal, si bien
él no comulga con la idea de que se persiga al usuario. A su juicio, se
debe penalizar al «listo que se monta el negocio» y se embolsa miles de
euros en publicidad por la que no declara.
Derecho penal
Silva, conocido especialmente por sus novelas policiacas,
reconoce que hay gente que carece de recursos para acceder a la cultura y
considera por ello que deberían existir más bibliotecas, incluso una
digital. Sin embargo, recrimina a quienes sí los tienen que opten por
las copias porque ello supone «robar el pan a las familias». «Todo esto
es local y ha de atacarse con el código penal. El derecho penal es muy
feo pero para determinadas cosas hay que recurrir a él. Eso sí, no se
puede perseguir a cualquiera», ha redundado.
Javier Sierra opina que los horizontes han de ser mucho más
amplios, pues el mundo, ha dicho, ya no es como fue y en este entramado
España no deja de ser más que un «barrio». Para el autor de 'El maestro
del Prado' y primer español en el 'Top Ten' de la lista de los más
vendidos de Estados Unidos elaborada por el New York Times --por 'La
cena secreta'-, la piratería ha de legislarse, pero no a nivel local,
sino en el ámbito europeo o de las Naciones Unidas.
Juan Gómez-Jurado, cuya literatura se ha difundido con
éxito en 45 países, expresó por su parte la necesidad de hacer mejoras
en la industria del libro, que él revolucionó cuando optó por difundir
gratuitamente su novela 'Espía de Dios' a cambio de al menos un euro
para la ONG Save the Children. «Nosotros podemos hacer algo más, la
industria editorial tiene que cambiar y en esa transición habrá quienes
sufran mucho», ha espetado el escritor y periodista madrileño, el más
joven de los cuatro ponentes, que aboga por asociar el libro físico a lo
digital aunque pide «respeto» a los lectores.
Durante el encuentro, se ha debatido asimismo en torno al
precio de los libros electrónicos, que ha suscitado diferentes opiniones
entre Julia Navarro, partidaria de no bajar las cuantías, y Silva y
Gómez-Jurado, que han considerado que una cantidad de diez euros es alta
para un producto de estas características por el hecho de que el
usuario no está dispuesto a pagarlos.
TÍTULO; TRAZOS, HE IDO EN BICI AL MONTE, ME HE BAÑADO EN LA CONCHA Y ME DAN UN PREMIO, NUNCA LO OLVIDARE,.
-foto--hugh jackman, premio donostia
«He ido en bici al monte, me he bañado en La Concha y encima me dan un premio. Nunca lo olvidaré»
Hugh Jackman recibió ayer el Premio
Donostia, el máximo galardón que otorga el Festival Internacional de
Cine de San Sebastián y que este año también ha recaído en Carmen Maura.
«Pondré el Donostia cada día delante de mis hijos en el desayuno para
que sepan que me merezco respeto y que tienen que hacer los deberes
cuando se lo pido», ha declarado el actor de 'Prisoners'
Había hambre de estrellas en San Sebastián y Hugh Jackman la ha saciado con ganas. A pesar de llegar al María Cristina pasada la medianoche, el popular Lobezno madrugó ayer para recorrer en bicicleta la ciudad seguido de un par de guardaespaldas, luego se comió un pintxo de tortilla en el Antiguo y terminó con un baño en La Concha sin que nadie lo reconociera. El segundo Premio Donostia de
esta edición rebosó encanto y confirmó en las distancias cortas la
buena planta que le ha convertido en uno de los actores más sexys de Hollywood.
A sus 44 años, Jackman también es el tercer actor mejor pagado en la industria del espectáculo gracias a su personaje mutante en la saga 'X-Men'. Desencasillarse no le va a resultar difícil, como demuestra en 'Prisioneros', el desasosegante 'thriller' que ha presentando en San Sebastián,
donde interpreta a un padre que secuestra al hombre que cree autor de
la muerte de su niña. Un filme que se ha colocado en el número uno de la
taquilla estadounidense y que se estrena en España el 11 de octubre
entre rumores de Oscar.
El australiano aparece como una rara avis dentro del mundillo de Hollywood, y no solo por llevar casado con la misma mujer desde hace veinte años, la actriz Deborra-Lee Furness.
Sus dotes de cantante y bailarín le han reservado las letras más
grandes en las marquesinas de los teatros australianos, Broadway y el
West End londinense. Hasta presentó los Oscar en 2009 demostrando sus tablas y simpatía. Denis Villeneuve, el director de 'Prisioneros',
dice que eligió a Jackman porque «irradia humanidad y el público le
adora». «No hay muchos actores de su fortaleza dispuestos a mostrar la
parte oscura de su personalidad».
- ¿Le hace ilusión el Premio Donostia?
- Significa mucho, estoy muy emocionado de estar aquí por
muchas razones. Mi esposa ganó la Concha de Plata como actriz en los
años 90, así que ya conocía el festival. Sé que grandes actores han
ganado este premio y me siento muy orgulloso de estar en la misma
categoría que ellos. Es algo peligroso mirar hacia atrás, pero es bueno
reinventarse a uno mismo y desafiarse. Estoy contento de haber venido a
San Sebastián con una película como 'Prisioneros'. Pondré el Donostia
cada día delante de mis hijos en el desayuno para que sepan que me
merezco respeto y que tienen que hacer los deberes cuando se lo pido.
- En 'Prisioneros' encarna precisamente a un padre
dispuesto a todo con tal de recuperar a su hija, arrastrado en su
comportamiento por una intuición. ¿Extrajo ese sentimiento de su vida
real?
- Puedo hablar como padre y sé que es lo mismo en el caso
de las madres. Por ejemplo, mi mujer tiene ese afán protector y de
defensa de sus hijos más fuerte todavía. Cuando voy con ella al médico y
no está de acuerdo con lo que nos dice yo le recuerdo que ese médico
lleva veinte años ejerciendo. ¿Y sabes qué? Al final tiene razón mi
mujer. Esa intuición que tienes como padre es una bendición y una
maldición, porque estás conectado con tus hijos a nivel espiritual y
emocional desde que nacen. Los celebras pero también los sufres.
- Por eso el filme se llama 'Prisioneros'.
- Sí. Habla de cómo somos prisioneros de nuestros propios
temores. El personaje de mi mujer en el filme es incapaz de llevar esa
carga, no puede con esa emoción. Yo en cambio encarno a alguien que
quiere controlar su vida, que se prepara para el fin del mundo, profesa
la religión y ha sido alcohólico. Todo está ahí para ayudarle a superar
sus demonios.
- Su personaje tiene puntos en común con el Jean Valjean de 'Los miserables', ambos buscan la redención.
- Bueno, no creo que haya una secuela de 'Prisioneros'
teniendo en cuenta cómo acaba, ja, ja. Yo también veo las similitudes
con Jean Valjean, que se siente culpable por haberse convertido en
ladrón una noche, aunque vaya a la cárcel de manera injusta. Ambos
personajes se mueven por sus instintos, aunque en 'Prisioneros' hay muy
poca redención. Lo triste es que la gente que tiene experiencias así
cambia para siempre, y no a mejor.
- Se ha mostrado muy cercano en San Sebastián. ¿Tiene clara la diferencia entre un actor y un divo?
- Bueno, esta mañana me he bañado en su maravillosa playa y
nadie me ha reconocido. ¿Sabes? Esto tiene que ver con vivir la vida.
Te pueden llevar en un coche magnífico, pero te vas de un país con la
impresión de que no has experimentado nada. Yo ahora nunca me olvidaré
de San Sebastián. He andado en bicicleta por el monte , he nadado en el
mar y encima me dan un premio maravilloso. Cuando me dicen que me han
organizado una cena yo preferiría escoger el restaurante después de leer
una guía, quiero vivir mi propia experiencia. Esto no lo puedes hacer
si vas de divo: 'quiero una mejor bicicleta y que todo el mundo se
aparte cuando entre en la playa'. Ni de coña.
- ¿Qué tiene que pasar para que se canse de 'Lobezno'?
- Hubo un momento hace tres o cuatro años que pensé en
dejar de interpretarlo. Pero consideré que había un desafío con este
personaje, que no había conseguido la mitad de lo que quería. Así que
quise hacerle justicia. Si rodara otra más tendría que haber una buena
razón, no voy a hacerla solo porque sí. Curiosamente, cada vez me están
ofreciendo papeles más distintos y me encanta. Pero adoro hacer de
'Lobezno', siempre estaré agradecido a esas películas que son el
fundamento de mi carrera.
- Ahora está número uno en la taquilla estadounidense con 'Prisioneros'.
- El mérito es del director, Denis Villenueve. Me encanta
haber podido estar en su primera película de habla inglesa. Al leer el
guion me di cuenta de que estaba ante un 'thriller' muy ambicioso, poco
común, que logra emocionarte y conmoverte. Denis es un tío muy listo que
entiende el lenguaje de las películas. Acepté hacerla porque él la
dirigía.
- ¿Le asustaba interpretar a un ultraderechista paranoico? Aquí la violencia no es de cómic, como en 'X-Men'.
- Yo soy muy distinto. No soy cazador, ni religioso, ni
exalcohólico. Es un personaje muy extremo. Y personifica al individuo
frente al sistema, una lucha que ocurre cada día en el mundo, pero sobre
todo en Estados Unidos. Mi trabajo como actor es entender a ese hombre,
pero no juzgarle. En el guion original leía la Biblia todo el tiempo, y
yo pedí quitarlo porque el público no se identificaría al verle como un
fanático religioso. Le compadezco, porque la vida ha sido muy dura para
él, no para mí.
- ¿Qué tipo de carrera cree que le espera? ¿Seguirá haciendo teatro?
- ¿Me está pidiendo que me jubile? Por supuesto que seguiré
en el teatro. Siempre he dicho que los actores no tenían que hablar de
una carrera, sino darse cuenta cada vez que trabajan de la suerte que
tienen. No hay nada en tu carrera que sea un derecho, debes intentar no
olvidar que es un privilegio cada cosa que haces. Tengo miedo de perder
los músculos y el deseo necesarios para el teatro, sobre todo para
cantar y bailar, así que procuro hacerlo con regularidad. Tengo una obra
en la que salgo yo solo, un poco narcisista, y espero interpretarla.
- ¿Puede elegir los proyectos con libertad, rodeado de tanto agente y publicista?
- No, yo amo a mi publicista, ja, ja. Tengo a mi agente en
Londres desde hace veinte años y otro en Estados Unidos desde hace
quince. Me dan consejos y tienen una visión a largo plazo de la
interpretación. Me aprietan para que elija proyectos por los que
realmente me siento apasionado. Ahora puedo elegir más que nunca, y ese
es el mayor lujo de un actor. También sé que esta racha igual no dura
mucho.
- ¿Es un actor que improvisa?
- Cada película es distinta. Provengo del teatro, donde
normalmente no se puede improvisar, tu trabajo es hacer que funcione un
guion. En las películas de 'X-Men' improviso bastante, porque creo que
hay que aportar humanidad y darle menos opciones al director y al
montador. En 'Prisioneros' era importante venir de un lugar muy visceral
y primario. Suelo hacer una toma o dos, intentando ser libre y sin
pensar demasiado.
- Usted que conoce todas las facetas del 'show business', ¿es un mundo tan despiadado como parece?
- Entre actores no. Creo que en general no es un mundo
despiadado, aunque en el lado de los negocios he visto cosas que me han
dejado sorprendido. En este negocio quiere meterse mucha gente, pero
pocos valen para ello. Hay mucha ambición y competitividad en el lado
empresarial. Y ahí sí es despiadado. Alguien me dijo que la gente más
cabrona no está en Washington, sino en el negocio del espectáculo. Eso
sí, todos te ponen buena cara. Yo soy australiano y he podido trabajar
en películas maravillosas. En Hollywood todos me han dado la bienvenida,
pero si un actor americano fuera a Australia a hacer de australiano no
creo que le recibieran igual. Le dirían que se volviera a su país.
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