El Castuera empato a cero contra el Hernan Cortes en un partido que tuvo buenas ocasiones por parte del Castuera para ganar al Hernan Cortes, con mucho viento y aire, mucha gente, tiempo malo, . El resultdo final fue Castuera -0 Hernan Cortes-0-, Castuera- 8 Puntos, etc,.
TÍTULO; DESAYUNO DE DOMINGO PAZ PADILLA,.
No tengo vergüenza ninguna de lo contrario no estaría en salvame,.
-foto-Paz Padilla: "No tengo vergüenza ninguna, de lo contrario no estaría en 'Sálvame'"
Tras presentar 'Sálvame' todo el
verano, me he tomado unos días de vacaciones. Después seguiré en el
programa como hasta ahora, continuaré en la serie 'La que se avecina' y
tengo un proyecto para hacer teatro en enero.
XLSemanal. De auxiliar de enfermería ganaba 100.000
pesetas al mes. Así que, cuando le dieron 130.000 por un solo programa,
ni se lo pensó...
Paz Padilla. ¡Y dejé el hospital, claro! Pero, si tengo que volver, vuelvo. Todo, menos estar parada.
XL. También restauraba muebles...
P.P. Era mi hobby.
XL. Todavía me pregunto cómo ha llegado hasta aquí...
P.P. ¡Jo! Yo también me lo pregunto, porque no entiendo cómo estoy en Sálvame. Pero me alegro tanto y estoy tan orgullosa de estar aquí...
XL. Hace unos años se quejaba: «Si los frikis no nos persiguieran en busca de exclusivas, viviríamos mejor».
P.P. ¡Ah!, pues mira, debe de ser que yo también me he vuelto friki. ¡Es flipante!
XL. Sentadas las bases, ¿no le da miedo el plató de Sálvame?
P.P. ¡Qué va! Aquí soy feliz y cuantas más cosas pasan en él, más feliz soy.
XL. ¿La presentadora está blindada frente a las puñaladas?
P.P. Aquí no hay nadie blindado. Bueno [ríe], creo que Paolo [Vasile].
XL. ¿Le sentó mal que se emitiesen las fotos de su top less en la playa?
P.P. No me molestó, pero me extraña mucho verme así fuera de la playa.
XL. «Fuera del escenario soy Mari Paz y soy muy vergonzosa»... ¿Y dentro?
P.P. Dentro no tengo vergüenza ninguna, de lo contrario no estaría en Sálvame.
XL. ¿Ha conseguido aprender a gritar y comer a la vez?
P.P. He aprendido a no gritar. Antes me dejaba llevar, ahora me separo, busco la cámara y lo soluciono de otra manera.
XL. Hay quien mata por tener silla en el programa, aunque lo despellejen vivo.
P.P. Hoy, por la silla matan en cualquier trabajo. Nos han metido tanto miedo con la crisis que las condiciones cada vez son peores y las aceptamos sin rechistar.
XL. ¿Hay glamour en Sálvame?
P.P. Claro que lo hay. ¡Mírame a mí!
XL. ¿Se puede aguantar todo lo que ahí ocurre sin tomar ansiolíticos?
P.P. Sí. Yo no tomo nada: hago yoga, corro, voy al gimnasio y tomo té.
XL. ¿Sería colaboradora en Sálvame?
P.P. No, es mucho más duro ser colaborador que presentador, porque en Sálvame no se oculta nada y se hacen públicas las miserias de todo el mundo.
XL. Ejerce de gaditana. ¿Iba a Gibraltar a comprar tabaco?
P.P. Yo iba a comprar chocolate
.XL. ¿De cuál?
P.P. [Ríe]. Iba a comprar ta-ble-tas de chocolate, de cacao y azúcar.
Su desayuno: «Unas rebanadas de pan tostado con margarina y mermelada, y un zumo de naranja. Y a veces un té, que es antioxidante y siempre viene bien».
TÍTULO; DONDE LAS DAN, LAS TOMA,.
Paz Padilla. ¡Y dejé el hospital, claro! Pero, si tengo que volver, vuelvo. Todo, menos estar parada.
XL. También restauraba muebles...
P.P. Era mi hobby.
XL. Todavía me pregunto cómo ha llegado hasta aquí...
P.P. ¡Jo! Yo también me lo pregunto, porque no entiendo cómo estoy en Sálvame. Pero me alegro tanto y estoy tan orgullosa de estar aquí...
XL. Hace unos años se quejaba: «Si los frikis no nos persiguieran en busca de exclusivas, viviríamos mejor».
P.P. ¡Ah!, pues mira, debe de ser que yo también me he vuelto friki. ¡Es flipante!
XL. Sentadas las bases, ¿no le da miedo el plató de Sálvame?
P.P. ¡Qué va! Aquí soy feliz y cuantas más cosas pasan en él, más feliz soy.
XL. ¿La presentadora está blindada frente a las puñaladas?
P.P. Aquí no hay nadie blindado. Bueno [ríe], creo que Paolo [Vasile].
XL. ¿Le sentó mal que se emitiesen las fotos de su top less en la playa?
P.P. No me molestó, pero me extraña mucho verme así fuera de la playa.
XL. «Fuera del escenario soy Mari Paz y soy muy vergonzosa»... ¿Y dentro?
P.P. Dentro no tengo vergüenza ninguna, de lo contrario no estaría en Sálvame.
XL. ¿Ha conseguido aprender a gritar y comer a la vez?
P.P. He aprendido a no gritar. Antes me dejaba llevar, ahora me separo, busco la cámara y lo soluciono de otra manera.
XL. Hay quien mata por tener silla en el programa, aunque lo despellejen vivo.
P.P. Hoy, por la silla matan en cualquier trabajo. Nos han metido tanto miedo con la crisis que las condiciones cada vez son peores y las aceptamos sin rechistar.
XL. ¿Hay glamour en Sálvame?
P.P. Claro que lo hay. ¡Mírame a mí!
XL. ¿Se puede aguantar todo lo que ahí ocurre sin tomar ansiolíticos?
P.P. Sí. Yo no tomo nada: hago yoga, corro, voy al gimnasio y tomo té.
XL. ¿Sería colaboradora en Sálvame?
P.P. No, es mucho más duro ser colaborador que presentador, porque en Sálvame no se oculta nada y se hacen públicas las miserias de todo el mundo.
XL. Ejerce de gaditana. ¿Iba a Gibraltar a comprar tabaco?
P.P. Yo iba a comprar chocolate
.XL. ¿De cuál?
P.P. [Ríe]. Iba a comprar ta-ble-tas de chocolate, de cacao y azúcar.
Su desayuno: «Unas rebanadas de pan tostado con margarina y mermelada, y un zumo de naranja. Y a veces un té, que es antioxidante y siempre viene bien».
TÍTULO; DONDE LAS DAN, LAS TOMA,.
Hacia
finales del curso anterior, los periódicos se hicieron eco de la
preocupación de padres y educadores de adolescentes por el auge de ...
Hacia finales del curso anterior, los periódicos se
hicieron eco de la preocupación de padres y educadores de adolescentes
por el auge de páginas de Internet y aplicaciones de móviles que, bajo
nombres tan poco equívocos como Gossip (cotilleo) o Informer (chivato,
en inglés), empezaban a tener miles de adeptos entre los alumnos de
secundaria y universitarios. Se trataba y se trata de sitios
web concebidos para colgar comentarios anónimos sobre profesores y
compañeros de clase. «Informer es muy útil como medio de expresión para
personas tímidas», explica una de sus creadoras. «Estábamos una
tarde en la biblioteca y a una de mis amigas le gustaba un chico que
había cerca. Empezamos a pensar cómo podríamos contar este tipo de cosas
sin tapujos. En nuestras páginas dice se habla de amor, pero también de
sexo. ¡Ya somos mayores!».
Los usuarios de Gossip van un paso más allá a la hora de cantar las loas de su aplicación: «Da morbazo -aseguran- leer los comentarios que otros chicos cuelgan sobre nuestros profesores. Es interesante ver si los demás piensan lo mismo que tú sobre ellos. ¿No se hacen en Internet comentarios sobre un hotel al que vas o una peli que ves? Pues esto es lo mismo». En realidad, el fenómeno se parece más a otra cosa. A métodos de cotilleo tan viejos como insidiosos. A las pintadas en los lavabos revelando algún vergonzoso secreto de alguien, por ejemplo, o a los papelitos anónimos que circulaban de mano en mano con dibujos o comentarios obscenos. La única diferencia entre estos y aquellos es aparte de la mayor difusión de la insidia que, así como en el caso de las pintadas y papelitos los chicos sabían que están haciendo algo travieso pero a la vez malvado, el cotilleo cibernético está (casi) bien visto.
Y no es extraño que así sea; al fin y al cabo, los adultos hacemos más o menos lo mismo en chats, en Facebook o en Twitter. A estas alturas, no es cuestión de rasgarse las vestiduras por un aspecto del carácter humano que ha existido siempre. Incluso puede decirse que es sano. Somos animales sociables y los juicios de los demás no solo reflejan cómo nos perciben, sino que cumplen otra función importante en una sociedad: sirven de muro de contención, puesto que el miedo a no ser aceptados por otros pone freno a muchos bajos instintos. Y es que, a pesar de que la mayoría de las personas digan que les importa un bledo, el qué dirán es algo a lo que pocos logran abstraerse. Bueno es que así sea, porque vivimos en sociedad, y esa misma sociedad es la que se defiende.
De este modo, para ser aceptadas, hasta las personas menos virtuosas se comportan como si lo fueran. La cara B de este idílico disco, sin embargo, es que, en un mundo en el que el anonimato rige cada vez más nuestras vidas, los instintos menos edificantes florecen e incluso son jaleados y convertidos en hazañas. Es interesante señalar que la intimidad es un concepto muy reciente en la historia. Ahora nos parece inconcebible, pero hasta el siglo XVIII actos tan privados como dar a luz, copular y por supuesto otras necesidades fisiológicas habituales y muy necesarias se hacían en público. Todo esto cambió con la Revolución Francesa, que es la que comienza a definir la diferencia entre la esfera de lo público y lo privado, ensalzando el valor del individuo y su necesidad de tener un espacio propio e inviolable. Estamos, por tanto, ante un derecho muy reciente, la privacidad, la intimidad, que ahora se ve amenazado por los mismos avances tecnológicos que hacen el mundo más grande y, paradójicamente, también más parroquial, más pequeño e indiscreto. ¿Qué se puede hacer entonces para preservar tal derecho, en especial el de los jóvenes? Por supuesto de nada sirve poner puertas al campo e intentar cerrar páginas como Informer (a menos que raye en lo delictivo). Es más eficaz, una vez advertidos del riesgo, que las conozcan, que las usen, que las sufran. Solo así se darán cuenta de que el cotilleo es un arma arrojadiza. Mejor aún, es bumerán que siempre vuelve y que, como tantas otras cosas en la vida, donde las dan, las toman.
Los usuarios de Gossip van un paso más allá a la hora de cantar las loas de su aplicación: «Da morbazo -aseguran- leer los comentarios que otros chicos cuelgan sobre nuestros profesores. Es interesante ver si los demás piensan lo mismo que tú sobre ellos. ¿No se hacen en Internet comentarios sobre un hotel al que vas o una peli que ves? Pues esto es lo mismo». En realidad, el fenómeno se parece más a otra cosa. A métodos de cotilleo tan viejos como insidiosos. A las pintadas en los lavabos revelando algún vergonzoso secreto de alguien, por ejemplo, o a los papelitos anónimos que circulaban de mano en mano con dibujos o comentarios obscenos. La única diferencia entre estos y aquellos es aparte de la mayor difusión de la insidia que, así como en el caso de las pintadas y papelitos los chicos sabían que están haciendo algo travieso pero a la vez malvado, el cotilleo cibernético está (casi) bien visto.
Y no es extraño que así sea; al fin y al cabo, los adultos hacemos más o menos lo mismo en chats, en Facebook o en Twitter. A estas alturas, no es cuestión de rasgarse las vestiduras por un aspecto del carácter humano que ha existido siempre. Incluso puede decirse que es sano. Somos animales sociables y los juicios de los demás no solo reflejan cómo nos perciben, sino que cumplen otra función importante en una sociedad: sirven de muro de contención, puesto que el miedo a no ser aceptados por otros pone freno a muchos bajos instintos. Y es que, a pesar de que la mayoría de las personas digan que les importa un bledo, el qué dirán es algo a lo que pocos logran abstraerse. Bueno es que así sea, porque vivimos en sociedad, y esa misma sociedad es la que se defiende.
De este modo, para ser aceptadas, hasta las personas menos virtuosas se comportan como si lo fueran. La cara B de este idílico disco, sin embargo, es que, en un mundo en el que el anonimato rige cada vez más nuestras vidas, los instintos menos edificantes florecen e incluso son jaleados y convertidos en hazañas. Es interesante señalar que la intimidad es un concepto muy reciente en la historia. Ahora nos parece inconcebible, pero hasta el siglo XVIII actos tan privados como dar a luz, copular y por supuesto otras necesidades fisiológicas habituales y muy necesarias se hacían en público. Todo esto cambió con la Revolución Francesa, que es la que comienza a definir la diferencia entre la esfera de lo público y lo privado, ensalzando el valor del individuo y su necesidad de tener un espacio propio e inviolable. Estamos, por tanto, ante un derecho muy reciente, la privacidad, la intimidad, que ahora se ve amenazado por los mismos avances tecnológicos que hacen el mundo más grande y, paradójicamente, también más parroquial, más pequeño e indiscreto. ¿Qué se puede hacer entonces para preservar tal derecho, en especial el de los jóvenes? Por supuesto de nada sirve poner puertas al campo e intentar cerrar páginas como Informer (a menos que raye en lo delictivo). Es más eficaz, una vez advertidos del riesgo, que las conozcan, que las usen, que las sufran. Solo así se darán cuenta de que el cotilleo es un arma arrojadiza. Mejor aún, es bumerán que siempre vuelve y que, como tantas otras cosas en la vida, donde las dan, las toman.
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