DESAYUNO--CENA--MARTES-- EL REY GRUÑON. -fotos,.
Mis cuñadas me miran mal. Me ven como a ese tío cascarrabias y desagradable que detesta a los sobrinos y lo demuestra en cuanto dan ...
A los niños también les gustan los parientes que no regalan,.
Mis cuñadas me miran mal. Me ven como a ese tío cascarrabias y
desagradable que detesta a los sobrinos y lo demuestra en cuanto dan
voces y molestan. Y se equivocan. Yo quiero mucho a mis sobrinitos,
aunque me descoloquen los libros, me alteren con sus voces y me hagan
ver extrañas películas de ratones polares que comen queso helado y
pelean con gatos que parecen pingüinos idiotas.
Nada más encantador que un sobrinito diciéndote 'tito José' al tiempo que aprieta el botón de la tablet y vuelve loca a la 'nube', donde se pierde lo que estaba escribiendo. Ya, ya lo sé, entre la 'nube' y los sobrinitos, siempre están antes los sobrinitos porque ellos son personas, parece ser.
Mis sobrinitos, los pobres, me piden sacrificios tremendos como que vaya con ellos a ver la cabalgata de los Reyes Magos. «¿Pero niño, tú me has visto a mí cara de espectador de cabalgatas?», les digo si mis cuñadas no me ven. A veces, ellas me pillan cuando los coloco en su sitio y he de poner cara sonriente mientras mascullo maldades para que me dejen en paz. «Guapo, déjame tranquilito, vale, que estoy escribiendo un artículo sobre ti y no me puedo despistar», le suelto al más insistente mientras engaño a la galería con un gesto angelical que para sí quisiera el rey Melchor trabajando en un centro comercial.
Pero no crean que los sobrinitos se asustan. ¡Qué va! ¡Todo lo contrario! Para ellos soy el tío gruñón, o sea, el ogro. Y en cualquier cuento, el personaje favorito de los niños, el que más les pone, a la vez que los espanta, es el ogro malvado. Nada excita más a un sobrinito que subvertir las reglas y adentrarse en la guarida del monstruo. O sea, en la habitación donde me refugio para leer, escribir y admirar el vídeo de las campanadas de La Sexta, que me perdí por la maldita fijación que tengo con las campanadas de la Primera.
El otro día, entré en mi guarida y me encontré al sobrino más asesino sentado en mi silla. Estaba en silencio. A oscuras. No hacía nada. Tenía cara de trance. Parecía disfrutar del momento sublime de encontrarse a solas en la caverna del monstruo, sintiendo los efluvios de la maldad, las vibraciones que alimentan la furia del bicho. La escena me pareció tierna. Nos quedamos un rato mirándonos, sin decir nada, estudiándonos. Él sonreía dulcemente, como queriendo amansar la reacción de la bestia con su ternura, pretendiendo seducirme antes de que estallara. Pero no claudiqué. Un ogro ha de ser ogro hasta el final. Es lo que les gusta a los sobrinitos. Si le hubiera sonreído y me hubiera sentado con él a ver Bob Esponja o El libro de la selva en el ordenador, me hubiera convertido en un tío más, en un pariente del montón, de los que les regalan juguetes didácticos de Imaginarium, les leen cuentos cursis mientras comen, los besan sin ton ni son y les hablan como si fueran idiotas, «mi cochita fonita y malota» y sandeces por el estilo, que los niños parecen agradecer con su sonrisa mientras piensan que somos imbéciles por hablar como si tuviéramos la boca llena.
Así que lo miré con la mejor cara de bicho malo que encontré en mi repertorio y le dije que en mi cueva estaba prohibido entrar y que si quería emociones, que se fuera a casa de la bruja buena, o sea, de mi suegra, que vive en la puerta de enfrente.
Lo noté satisfecho. Guay, mi tío capullo no me ha defraudado, sigue siendo todo un personaje y sigue excitándome jorobarlo todo lo que pueda.
Sé que mis cuñadas piensan que soy una mala persona y un canalla porque no les regalo nada a los sobrinitos. Ellas no saben que el mejor regalo de Reyes soy yo: un tío gruñón al que fastidiar.
TÍTULO: LOTERIA DEL NIÑO,.
Lotería del Niño 2015: posible décimo premiado Loterías y apuestas-foto,.
Nada más encantador que un sobrinito diciéndote 'tito José' al tiempo que aprieta el botón de la tablet y vuelve loca a la 'nube', donde se pierde lo que estaba escribiendo. Ya, ya lo sé, entre la 'nube' y los sobrinitos, siempre están antes los sobrinitos porque ellos son personas, parece ser.
Mis sobrinitos, los pobres, me piden sacrificios tremendos como que vaya con ellos a ver la cabalgata de los Reyes Magos. «¿Pero niño, tú me has visto a mí cara de espectador de cabalgatas?», les digo si mis cuñadas no me ven. A veces, ellas me pillan cuando los coloco en su sitio y he de poner cara sonriente mientras mascullo maldades para que me dejen en paz. «Guapo, déjame tranquilito, vale, que estoy escribiendo un artículo sobre ti y no me puedo despistar», le suelto al más insistente mientras engaño a la galería con un gesto angelical que para sí quisiera el rey Melchor trabajando en un centro comercial.
Pero no crean que los sobrinitos se asustan. ¡Qué va! ¡Todo lo contrario! Para ellos soy el tío gruñón, o sea, el ogro. Y en cualquier cuento, el personaje favorito de los niños, el que más les pone, a la vez que los espanta, es el ogro malvado. Nada excita más a un sobrinito que subvertir las reglas y adentrarse en la guarida del monstruo. O sea, en la habitación donde me refugio para leer, escribir y admirar el vídeo de las campanadas de La Sexta, que me perdí por la maldita fijación que tengo con las campanadas de la Primera.
El otro día, entré en mi guarida y me encontré al sobrino más asesino sentado en mi silla. Estaba en silencio. A oscuras. No hacía nada. Tenía cara de trance. Parecía disfrutar del momento sublime de encontrarse a solas en la caverna del monstruo, sintiendo los efluvios de la maldad, las vibraciones que alimentan la furia del bicho. La escena me pareció tierna. Nos quedamos un rato mirándonos, sin decir nada, estudiándonos. Él sonreía dulcemente, como queriendo amansar la reacción de la bestia con su ternura, pretendiendo seducirme antes de que estallara. Pero no claudiqué. Un ogro ha de ser ogro hasta el final. Es lo que les gusta a los sobrinitos. Si le hubiera sonreído y me hubiera sentado con él a ver Bob Esponja o El libro de la selva en el ordenador, me hubiera convertido en un tío más, en un pariente del montón, de los que les regalan juguetes didácticos de Imaginarium, les leen cuentos cursis mientras comen, los besan sin ton ni son y les hablan como si fueran idiotas, «mi cochita fonita y malota» y sandeces por el estilo, que los niños parecen agradecer con su sonrisa mientras piensan que somos imbéciles por hablar como si tuviéramos la boca llena.
Así que lo miré con la mejor cara de bicho malo que encontré en mi repertorio y le dije que en mi cueva estaba prohibido entrar y que si quería emociones, que se fuera a casa de la bruja buena, o sea, de mi suegra, que vive en la puerta de enfrente.
Lo noté satisfecho. Guay, mi tío capullo no me ha defraudado, sigue siendo todo un personaje y sigue excitándome jorobarlo todo lo que pueda.
Sé que mis cuñadas piensan que soy una mala persona y un canalla porque no les regalo nada a los sobrinitos. Ellas no saben que el mejor regalo de Reyes soy yo: un tío gruñón al que fastidiar.
TÍTULO: LOTERIA DEL NIÑO,.
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