DESAYUNO--CENA--DOMINGO--
Manuel Estévez: "En el cole, todos me dicen que a ver si les enseño algo a las cocineras del comedor",.
Acabo de cumplir 12 años y soy de
Valencia. He ganado 'MasterChefjúnior 2'. Una parte de los 12.000 euros
del premio me la voy a gastar en cursos de cocina.
XLSemanal. Vas a ayudar a tus padres, dices, reformando la cocina de tu casa «para trabajar en condiciones».
Manuel Estévez. Es que es muy pequeña para estar los tres juntos y hay que tirar una pared. Pero me han dicho que no hace falta que los ayude, que me gaste el dinero en lo que más quiera.
XL. Querías estudiar Arquitectura, pero ahora ya no lo tienes tan claro.
M.E. Sí, puedo hacer las dos cosas. Primero construyo el edificio, luego pongo el restaurante y al final le echo un vistazo a ver cómo va. La cocina me gusta mucho, pero es muy dura.
XL. ¿A qué se dedican tus padres?
M.E. Mi madre es informática en el hospital de La Plana, de Castellón, y mi padre, profesor de Telecomunicaciones en la universidad, tiene una miniempresa y trabaja también con los militares. A los dos les encanta cocinar.
XL. Siendo valenciano, ¿cómo se te da mal el arroz?
M.E. No se me da mal: me puse nervioso porque no controlaba bien los fuegos del plató. En casa lo hago mejor, aunque el especialista en paellas es mi padre.
XL. Te chiflan los caracoles, la anguila, las mollejas, pero odias los garbanzos. ¿Eres un poco extraterrestre...?
M.E. Nooo. En el cole nos inflan a garbanzos y alubias; las ponen tan malas que las he aborrecido. Todos me dicen que a ver si les enseño algo a las cocineras. Espero que no los oyeran...
XL. ¿Te has convertido en el líder?
M.E. Sí, ¡jolín! Los padres de mis amigos me piden recetas, y todos los de la ESO, autógrafos. En la calle, me paran y se hacen fotos conmigo. Ahora acaba de entrar aquí una familia, porque me han reconocido a través del cristal.
XL. Y, encima, sacas buenas notas.
M.E. Es que, si no, no hubiera podido entrar en MasterChef; porque, como nos perdimos un poco de cole al principio, solo entraban los que pudieran recuperarlo sin dificultad.
XL. El programa se terminó de grabar en octubre, ¿desde entonces has guardado el secreto de tu triunfo?
M.E. Sí, el peligro era mi hermano pequeño, que lo cuenta todo. ¡Pero, fíjate, tampoco él lo ha contado!
XL. Por cierto, ¿quién te corta el pelo?
M.E. Fernando, mi peluquero de Valencia; y ha puesto una foto mía enorme en la puerta que pone: «Soy el peluquero de Manuel» [ríe].
XL. ¿Ligas más con las niñas desde que has ganado el concurso?
M.E. ¡Hombre, no! Es que aún soy pequeño. Eso, para más adelante.
Su desayuno: «Tomo de todo: un vaso de leche, un zumo de naranja, un par de tostadas con miel y azúcar, algo de fiambre y algún trozo de bollo o tarta».
La cena un filete de pescado con ensalada de tomate y lechuga, pan, beber agua, postre una naranaja,.
TÍTULO: VIAJANDO CON CHESTER, EL DEDO ACUSADOR,.
foto,.
Manuel Estévez. Es que es muy pequeña para estar los tres juntos y hay que tirar una pared. Pero me han dicho que no hace falta que los ayude, que me gaste el dinero en lo que más quiera.
XL. Querías estudiar Arquitectura, pero ahora ya no lo tienes tan claro.
M.E. Sí, puedo hacer las dos cosas. Primero construyo el edificio, luego pongo el restaurante y al final le echo un vistazo a ver cómo va. La cocina me gusta mucho, pero es muy dura.
XL. ¿A qué se dedican tus padres?
M.E. Mi madre es informática en el hospital de La Plana, de Castellón, y mi padre, profesor de Telecomunicaciones en la universidad, tiene una miniempresa y trabaja también con los militares. A los dos les encanta cocinar.
XL. Siendo valenciano, ¿cómo se te da mal el arroz?
M.E. No se me da mal: me puse nervioso porque no controlaba bien los fuegos del plató. En casa lo hago mejor, aunque el especialista en paellas es mi padre.
XL. Te chiflan los caracoles, la anguila, las mollejas, pero odias los garbanzos. ¿Eres un poco extraterrestre...?
M.E. Nooo. En el cole nos inflan a garbanzos y alubias; las ponen tan malas que las he aborrecido. Todos me dicen que a ver si les enseño algo a las cocineras. Espero que no los oyeran...
XL. ¿Te has convertido en el líder?
M.E. Sí, ¡jolín! Los padres de mis amigos me piden recetas, y todos los de la ESO, autógrafos. En la calle, me paran y se hacen fotos conmigo. Ahora acaba de entrar aquí una familia, porque me han reconocido a través del cristal.
XL. Y, encima, sacas buenas notas.
M.E. Es que, si no, no hubiera podido entrar en MasterChef; porque, como nos perdimos un poco de cole al principio, solo entraban los que pudieran recuperarlo sin dificultad.
XL. El programa se terminó de grabar en octubre, ¿desde entonces has guardado el secreto de tu triunfo?
M.E. Sí, el peligro era mi hermano pequeño, que lo cuenta todo. ¡Pero, fíjate, tampoco él lo ha contado!
XL. Por cierto, ¿quién te corta el pelo?
M.E. Fernando, mi peluquero de Valencia; y ha puesto una foto mía enorme en la puerta que pone: «Soy el peluquero de Manuel» [ríe].
XL. ¿Ligas más con las niñas desde que has ganado el concurso?
M.E. ¡Hombre, no! Es que aún soy pequeño. Eso, para más adelante.
Su desayuno: «Tomo de todo: un vaso de leche, un zumo de naranja, un par de tostadas con miel y azúcar, algo de fiambre y algún trozo de bollo o tarta».
La cena un filete de pescado con ensalada de tomate y lechuga, pan, beber agua, postre una naranaja,.
TÍTULO: VIAJANDO CON CHESTER, EL DEDO ACUSADOR,.
foto,.
Quizá la mayor bendición de vivir en un mundo mediático es
la visibilidad que procura a causas, dramas e injusticias que de otro
modo pasarían por completo inadvertidas. Gracias a los medios
sabemos, por ejemplo, del sufrimiento de los afectados de hepatitis C,
de la interminable historia de la violencia de género y de otras
monstruosidades como la ablación de clítoris o el tráfico de órganos.
Sin embargo, resulta que hasta el horror tiene fecha de caducidad en un
mundo tan acelerado como el nuestro. Esta es la única explicación que
se me ocurre para lo que está sucediendo con las víctimas de la
talidomida.
Como ustedes saben, entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, el laboratorio alemán Grünental comercializó un fármaco, supuestamente destinado a combatir las náuseas en el embarazo, que produjo terribles malformaciones a los niños. Nada más conocerse los efectos del producto en cuestión, las familias de estos niños, unos sin piernas, otros sin brazos, algunos afectados en todas sus extremidades, pleitearon y ganaron para ellos multimillonarias querellas contra Grünental. Así ocurrió en el mundo entero, salvo en España, donde después de litigar durante años y años se les concedió a las víctimas una indemnización de 204 millones de euros para ser repartida entre todos los afectados. Increíblemente, sin embargo, en octubre de 2014, un tribunal de la Audiencia Nacional (me pregunto cómo duermen estos caballeros por las noches) anuló la tan largamente esperada indemnización aduciendo que la demanda contra Grünental había prescrito.
¿Han visto ustedes, desde entonces, a la opinión pública o a los protestadores habituales rasgarse las vestiduras y mesarse los cabellos ante tamaña injusticia? La cuestión ha merecido apenas unas líneas en los periódicos y un par de minutos en la televisión, nada más. AVITE, Asociación de Víctimas de la Talidomida, decidió entonces convocar algunas movilizaciones, pero parece como si su tragedia también hubiera prescrito. Hace unas semanas, por ejemplo, doscientas víctimas, en compañía de otros afectados venidos de diversos países de Europa, se concentraron para reclamar justicia ante las puertas del Palacio de la Moncloa, coincidiendo con el Consejo de Ministros. Convencidos de que el Gobierno está riéndose de ellos, optaron por llevar una guillotina para representar los brazos, piernas, pies y manos que Grünental les amputó antes de nacer. También un féretro para enseñar a la sociedad cómo se está acabando con las víctimas de tamaña monstruosidad tras cincuenta y nueve largos años sin ayuda. «¿Qué parte de nuestros cuerpos tienen todavía que cortarnos para que el Gobierno nos haga caso?», preguntaba uno de los afectados. Mientras otro, venido de Alemania expresamente para apoyar a sus compañeros españoles, recordó que se trata de un caso único y muy diferente a lo ocurrido en el resto del mundo, donde no solo no hubo que esperar sesenta años, sino que la justicia resolvió, obviamente, a favor de los afectados y no de una poderosa farmacéutica. «Que nos detengan si quieren -comentaba irónicamente una de las manifestantes a las puertas de la Moncloa-. Si la Policía nos tiene que poner las esposas, sencillamente no podrá porque no tenemos brazos».
Tampoco tienen voz, lamentablemente. En este mundo hiperinformado y a la vez caprichoso y arbitrario en el que vivimos, la sordera acaba siendo selectiva. Hay tragedias que tienen eco y otras que no; hay víctimas con las que todos se solidarizan y otras a las que se prefiere olvidar. ¿Por qué? ¿Será porque muchas de las amputadas víctimas de la talidomida no tienen dedos acusadores que levantar contra la injusticia? En ese caso creo que deberíamos ser nosotros, que por fortuna sí los tenemos, quienes los alcemos para que no se olvide nunca esta tragedia.
TÍTULO: LA COCINA DOMINGO , VAINAS CON TOMATE Y HUEVO ESCALFADOS,.
foto,.
Como ustedes saben, entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, el laboratorio alemán Grünental comercializó un fármaco, supuestamente destinado a combatir las náuseas en el embarazo, que produjo terribles malformaciones a los niños. Nada más conocerse los efectos del producto en cuestión, las familias de estos niños, unos sin piernas, otros sin brazos, algunos afectados en todas sus extremidades, pleitearon y ganaron para ellos multimillonarias querellas contra Grünental. Así ocurrió en el mundo entero, salvo en España, donde después de litigar durante años y años se les concedió a las víctimas una indemnización de 204 millones de euros para ser repartida entre todos los afectados. Increíblemente, sin embargo, en octubre de 2014, un tribunal de la Audiencia Nacional (me pregunto cómo duermen estos caballeros por las noches) anuló la tan largamente esperada indemnización aduciendo que la demanda contra Grünental había prescrito.
¿Han visto ustedes, desde entonces, a la opinión pública o a los protestadores habituales rasgarse las vestiduras y mesarse los cabellos ante tamaña injusticia? La cuestión ha merecido apenas unas líneas en los periódicos y un par de minutos en la televisión, nada más. AVITE, Asociación de Víctimas de la Talidomida, decidió entonces convocar algunas movilizaciones, pero parece como si su tragedia también hubiera prescrito. Hace unas semanas, por ejemplo, doscientas víctimas, en compañía de otros afectados venidos de diversos países de Europa, se concentraron para reclamar justicia ante las puertas del Palacio de la Moncloa, coincidiendo con el Consejo de Ministros. Convencidos de que el Gobierno está riéndose de ellos, optaron por llevar una guillotina para representar los brazos, piernas, pies y manos que Grünental les amputó antes de nacer. También un féretro para enseñar a la sociedad cómo se está acabando con las víctimas de tamaña monstruosidad tras cincuenta y nueve largos años sin ayuda. «¿Qué parte de nuestros cuerpos tienen todavía que cortarnos para que el Gobierno nos haga caso?», preguntaba uno de los afectados. Mientras otro, venido de Alemania expresamente para apoyar a sus compañeros españoles, recordó que se trata de un caso único y muy diferente a lo ocurrido en el resto del mundo, donde no solo no hubo que esperar sesenta años, sino que la justicia resolvió, obviamente, a favor de los afectados y no de una poderosa farmacéutica. «Que nos detengan si quieren -comentaba irónicamente una de las manifestantes a las puertas de la Moncloa-. Si la Policía nos tiene que poner las esposas, sencillamente no podrá porque no tenemos brazos».
Tampoco tienen voz, lamentablemente. En este mundo hiperinformado y a la vez caprichoso y arbitrario en el que vivimos, la sordera acaba siendo selectiva. Hay tragedias que tienen eco y otras que no; hay víctimas con las que todos se solidarizan y otras a las que se prefiere olvidar. ¿Por qué? ¿Será porque muchas de las amputadas víctimas de la talidomida no tienen dedos acusadores que levantar contra la injusticia? En ese caso creo que deberíamos ser nosotros, que por fortuna sí los tenemos, quienes los alcemos para que no se olvide nunca esta tragedia.
TÍTULO: LA COCINA DOMINGO , VAINAS CON TOMATE Y HUEVO ESCALFADOS,.
foto,.
Ingredientes: 800 gramos de vainas, 400
gramos de tomate frito, 2 cebolletas, 3 dientes de ajo, 30 gramos de
aceite de oliva virgen extra, 2 huevos, sal y pimienta.
Elaboración: se lavan y se limpian las vainas: le quitamos los hilos interiores y la punta de arriba y la de abajo. Se pela y se pica la cebolleta. Se pelan y se filetean los ajos. Echamos las vainas en agua ya hirviendo con sal y las cocemos durante unos 10 minutos, aproximadamente, con la olla siempre destapada para que la vaina no se oscurezca y se mantenga bien verde. Durante 8 si queremos que nos queden un poquito al dente.
En una cazuela se sudan las cebolletas y el ajo con los 30 gramos de aceite de oliva durante unos 7 minutos. Las sudamos tapando la cazuela para que el propio vapor del sofrito impida que las cebolletas y el ajo cojan color. No se debe echar más aceite del necesario, para que no quede grasiento.Se añade entonces el tomate frito, se mezcla bien con las cebolletas y los ajos y se cuece este conjunto otros 5 minutos. Se escurren después las vainas y se colocan en la cazuela con la salsa de tomate, añadiéndole un poco del agua de la cocción de las vainas; 2 o 3 cucharadas. Se mezcla bien todo y se deja otros 2 minutos al fuego, permitiendo que las vainas se estofen en el sofrito. Si la salsa queda muy espesa, se puede aligerar con un poco más de agua de la cocción de las vainas. Después se rectifican la sal y la pimienta.
Acabado y presentación: se escalfan unos huevos y se disponen sobre las vainas guisadas con tomate. La forma más sencilla de hacerlo es cascando dos huevos sobre las vainas, se tapa y, cuando haya cuajado, se sirve directamente.
Mis trucos
Al comprar las vainas, deben estar brillantes y tener un verde vivo, que estén tersas y que, al romperse, crujan (si se doblan fácilmente es una mala señal). También es importante que las semillas se noten poco.
Reinos de humo, por Benjamín Lana
Lo mejor del mundo
En Madrid Fusión compiten seis cocineros, sin clasificaciones previas, y en lo que se hace una besamel eligen 'la mejor croqueta de jamón del mundo'. En mi pueblo se celebraba cada fiesta de san Pantaleón el mundial de carreras de burros y era un campeonato igual de competitivo. Máximo seis. Quiero creer que en croquetas y pollinos hay un poco de sorna, y me gusta la gente que reivindica el humor y lo lúdico. Pero detrás anida también esa tendencia perversa y castrante, cada vez más presente en la vida y la gastronomía, de enseñar y aprender el mundo con la relación ordinal y el ranking como única herramienta. En los casos en que es necesario para el negocio llegamos hasta 'los cincuenta mejores'. Pero casi siempre nos sobra con los diez, ese número perfecto para los pitagóricos, que ahora representa el ideal de clics por visita en las páginas de Internet. El camino occidental hacia la simplificación y empobrecimiento de todo tipo de conocimiento parece no tener fin.
Hemos pasado del momento Guinness, que consistía en discurrir la cosa más estrambótica y ridícula con tal de figurar en el libro como el mejor del mundo, al momento lista, con el agravante de que ahora en lugar de sonreír nos lo tomamos en serio. El mundo no es una serie de fenómenos y seres que se apilan de mayor a menor. Las relaciones entre las cosas y las personas son mucho más ricas, sorprendentes y complejas. No metamos todo en una celda de Excel. Reivindiquemos el placer del autodescubrimiento y la sorpresa, lo nutritivo del viaje. ¡Vivan los segundos! ¡Y el postre! Próximo domingo: Carlos Maribona,.
Elaboración: se lavan y se limpian las vainas: le quitamos los hilos interiores y la punta de arriba y la de abajo. Se pela y se pica la cebolleta. Se pelan y se filetean los ajos. Echamos las vainas en agua ya hirviendo con sal y las cocemos durante unos 10 minutos, aproximadamente, con la olla siempre destapada para que la vaina no se oscurezca y se mantenga bien verde. Durante 8 si queremos que nos queden un poquito al dente.
En una cazuela se sudan las cebolletas y el ajo con los 30 gramos de aceite de oliva durante unos 7 minutos. Las sudamos tapando la cazuela para que el propio vapor del sofrito impida que las cebolletas y el ajo cojan color. No se debe echar más aceite del necesario, para que no quede grasiento.Se añade entonces el tomate frito, se mezcla bien con las cebolletas y los ajos y se cuece este conjunto otros 5 minutos. Se escurren después las vainas y se colocan en la cazuela con la salsa de tomate, añadiéndole un poco del agua de la cocción de las vainas; 2 o 3 cucharadas. Se mezcla bien todo y se deja otros 2 minutos al fuego, permitiendo que las vainas se estofen en el sofrito. Si la salsa queda muy espesa, se puede aligerar con un poco más de agua de la cocción de las vainas. Después se rectifican la sal y la pimienta.
Acabado y presentación: se escalfan unos huevos y se disponen sobre las vainas guisadas con tomate. La forma más sencilla de hacerlo es cascando dos huevos sobre las vainas, se tapa y, cuando haya cuajado, se sirve directamente.
Mis trucos
Al comprar las vainas, deben estar brillantes y tener un verde vivo, que estén tersas y que, al romperse, crujan (si se doblan fácilmente es una mala señal). También es importante que las semillas se noten poco.
Reinos de humo, por Benjamín Lana
Lo mejor del mundo
En Madrid Fusión compiten seis cocineros, sin clasificaciones previas, y en lo que se hace una besamel eligen 'la mejor croqueta de jamón del mundo'. En mi pueblo se celebraba cada fiesta de san Pantaleón el mundial de carreras de burros y era un campeonato igual de competitivo. Máximo seis. Quiero creer que en croquetas y pollinos hay un poco de sorna, y me gusta la gente que reivindica el humor y lo lúdico. Pero detrás anida también esa tendencia perversa y castrante, cada vez más presente en la vida y la gastronomía, de enseñar y aprender el mundo con la relación ordinal y el ranking como única herramienta. En los casos en que es necesario para el negocio llegamos hasta 'los cincuenta mejores'. Pero casi siempre nos sobra con los diez, ese número perfecto para los pitagóricos, que ahora representa el ideal de clics por visita en las páginas de Internet. El camino occidental hacia la simplificación y empobrecimiento de todo tipo de conocimiento parece no tener fin.
Hemos pasado del momento Guinness, que consistía en discurrir la cosa más estrambótica y ridícula con tal de figurar en el libro como el mejor del mundo, al momento lista, con el agravante de que ahora en lugar de sonreír nos lo tomamos en serio. El mundo no es una serie de fenómenos y seres que se apilan de mayor a menor. Las relaciones entre las cosas y las personas son mucho más ricas, sorprendentes y complejas. No metamos todo en una celda de Excel. Reivindiquemos el placer del autodescubrimiento y la sorpresa, lo nutritivo del viaje. ¡Vivan los segundos! ¡Y el postre! Próximo domingo: Carlos Maribona,.
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