En febrero llovió un 70% menos de la media e hizo más frío de lo habitual,.
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Registró una temperatura media casi un grado y medio inferior a lo habitual,.fotos
mérida. El invierno no se va oficialmente hasta dentro de quince días, pero para la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) la primavera meteorológica llegó el 1 de marzo. Y ha llegado siguiendo la tónica del invierno: apenas ha llovido. La estadística de precipitaciones del mes de febrero confirma tres últimos meses con un registro de lluvias muy por debajo de lo habitual. El mes pasado se redujo en un 70% sobre lo normal en el conjunto regional en el mes con menos días del año. Si a eso le sumamos que en enero el descenso medio regional de precipitaciones fue de un 50% y en diciembre de un 72%, queda claro que se ha ido un invierno muy seco.
El avance meteorológico de la Aemet, publicado ayer, reflejó que en Extremadura la precipitación media en toda la región durante febrero fue de 16,1 litros por metro cuadrado. Se trata de un valor bastante inferior al normal, situado en 54,8 litros/m2. Los datos en algunas estaciones de la Aemet son muy esclarecedores. Así, por ejemplo, en todo el mes pasado se recogieron solo 5,6 litros en Valencia de Alcántara; 6,2 en Badajoz; 6,7 en Mérida y 14,2 litros en Plasencia.
En cuanto a temperaturas, pasó lo mismo que en los otros meses del invierno. También fueron más bajas de lo normal en nuestro territorio. Así, en febrero, haciendo la media para todos los puntos de la región, la temperatura media fue de 7,8 grados cuando lo normal es de 9,2. El descenso de las temperaturas respecto a lo normal para esas fechas del año fue aún más acusado en algunos puntos. Así, en Zafra, la temperatura mensual fue -2,1 grados sobre la media histórica; en Fregenal de la Sierra, -1,9; y en Guadalupe, -1,6 grados.
La Aemet concluye que el balance de precipitación acumulada para el año hidrometeorológico, es decir desde septiembre de 2014 hasta febrero de 2015, es deficitario en algunas zonas y normal en otras. Las primeras impresiones sobre esta primavera apuntan a que será algo más cálida de lo normal e igualmente más seca.
Todo fue anormal en el crimen de Don Benito,.
Una editorial ha publicado la obra de Daniel Cortés, con nuevos datos sobre el escabroso suceso de 1902,. foto,.
Han pasado 113 años desde que Inés María Calderón y su madre,
Catalina Barragán, fueran brutalmente asesinadas. A partir de aquella
noche del 19 de julio de 1902, Don Benito tiene reservado un capítulo en
la crónica negra de este país. Los hechos provocaron el desbordamiento
de un pueblo que exigía justicia. La masa-sin distinción de edad, sexo o
clase social- se unió contra del abuso de poder del aristócrata Carlos
García de Paredes. Más de un siglo después, los ecos de este suceso
resuenan en forma de historia. Un relato que el investigador local
Daniel Cortés plasmó en su libro 'El crimen de Don Benito' en 2012 y que
la editorial murciana Entre Renglones ha publicado nuevamente ampliado
con información inédita, como los testimonios de testigos o la ubicación
de las puñaladas que recibieron las víctimas, entre otros.Nada tiene que ver el Don Benito de principios del siglo XX con el actual, aunque sus rincones todavía esconden secretos y anécdotas del famoso crimen.
Ni siquiera la calle en la que se encontraba la casa donde los criminales mataron con alevosía primero a la madre y después a la hija mantiene el mismo nombre. Entonces era la calle Padre Cortés, hoy se llama calle Virgen. Allí, según contaron unas amigas de Inés María, la desgraciada muchacha tuvo una premonición días antes de su muerte, cuando despertó diciendo: «¡Madre, que me cogen hombres!».
Miles de dombenitenses se echaron a la calle para despedir a sus dos paisanas. Dos kilómetros de largo medía el cortejo fúnebre que pasó por la calle Groizard. Los comercios cerraron y sus dueños se unieron al duelo. La consternación era tal que los asistentes hicieron una suscripción popular para pagar los gastos del entierro. Hoy día, su tumba -todavía con flores- se puede observar en uno de los laterales del cementerio municipal.
Protegido
Uno de los aspectos que más relevancia tuvo en lo trascendente del
caso fue el carácter aristocrático de García de Paredes, que gozaba de
la protección de Enrique Donoso-Cortés, senador y pariente suyo. Este
noble ocultaba sus malos modos. Su vivienda, que actualmente pertenece a
un particular, ocupa la esquina de la calle Pedro Granda. No obstante, su influencia no le privó de ser juzgado. Vino prensa de todos los niveles, hasta corresponsales internacionales. La propia Audiencia Provincial se trasladó a Don Benito en un gesto insólito. Hubo 11 sesiones, la última con una duración de 34 horas. Se presentaron 211 testigos y el principal fue un joven de unos 18 años que no residía aquí. Con estos datos, Daniel afirma que «todo lo que rodea al crimen de Don Benito es anormal».
Al estilo Fuenteovejuna, grupos de personas anónimas se turnaban haciendo guardia en la casa juzgado de la calle Villanueva (lugar que ocupa en la actualidad la Casa de la Cultura) para impedir el traslado de los presos. «Era la época del caciquismo y el pueblo estaba cansado de aguantar tanto. García de Paredes era uno de los que molestaban y lo señalaron», apunta el investigador. Finalmente, casi tres años después del crimen, el cacique y su cómplice, Ramón Martín de Castejón, fueron ejecutados mediante garrote vil; y el sereno que les abrió la puerta para cometer el crimen, Pedro Cidoncha, condenado a 20 años de cárcel, donde acabó muriendo.
«El crimen, aunque no fue un proceso del todo justo, sí supuso un cambio evolutivo de la sociedad de Don Benito, donde se produjo la liberación del caciquismo a nivel local», concluye el autor.
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