Por La 1 - 22:30,.
- Hay pueblos, comarcas y familias enteras que tienen sólo dos meses para llenar los bolsillos y sacar el mejor provecho al campo,.
- Antonio tiene en sus manos el futuro de una de las frutas más desconocidas en España: la chirimoya
- Las castañas han pasado de ser un alimento de subsistencia a convertirse en un producto de lujo,.
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El otoño es un filón - fotos
Para unos es un ingreso extra. Para otros, una forma de vida. Hay pueblos, comarcas y familias enteras que tienen tan sólo dos meses para llenar los bolsillos y sacar el mejor provecho al campo.
Antonio tiene en sus manos el futuro de una de las frutas más desconocidas en España: la chirimoya. Es Presidente del Consejo Regulador de un manjar que sólo cuatro de cada diez ciudadanos han probado alguna vez. Su carne jugosa y blanca es adorada en Dubai, país que paga cifras astronómicas por degustarla y que se produce en Almuñecar. La mitad de los treinta mil vecinos de esta localidad granadina vive de la chirimoya. Además de potasio, fibra y propiedades vasodilatadoras, esta fruta aporta otra fuente de energía al pueblo: cincuenta millones de euros al año.
Ha pasado de ser un alimento de subsistencia a convertirse en un producto de lujo. Nieves recoge castañas en el campo y consigue echar a la hucha del mes de octubre seis mil euros. Con parte de los frutos que ella vende se elabora marron glacé. Es conocido como el caviar de la castaña. En la empresa de Mayte, donde se elabora, la temporada de castañas supone dos millones y medio de euros al año. En Galicia están estos días en plena faena. Echan al saco 42.000 toneladas al año, la mitad de lo que se produce en España. Hay tanta demanda que el precio no deja de subir. Lo que aquí comemos a un euro por kilo, multiplica su valor por siete cuando sale de nuestro país.
En Isla Mayor tienen todo el potaje en el campo. El escenario de la película 'La isla mínima' esconde bajo las aguas de las Marismas del Guadalquivir un tesoro: unas 300.000 toneladas de arroz. Casi la mitad de la producción española de este cereal sale de esta localidad sevillana y aquí todos sus vecinos viven directa o indirectamente de él.
‘El otoño es un filón’ en Comando Actualidad.
TÍTULO: GENTE VIAJERA - HUELGA O ALGO,.
GENTE VIAJERA - HUELGA O ALGO, fotos.
Huelga o algo,.
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La semana pasada hubo una protesta estudiantil fantasma,.
La semana pasada hubo huelga general, pero no creo que muchos de ustedes se enteraran. Fue una huelga de tres días, aunque por más que he buscado en periódicos y he escuchado emisoras de radio, en ningún medio he encontrado noticia alguna sobre la protesta. Ni porcentajes de seguimiento, ni información sobre las reivindicaciones, ni datos sobre las organizaciones convocantes... Nada de nada.
Si ustedes son profesores, padres de estudiantes o estudiantes, quizás percibieran un movimiento difuso y confuso que comenzó el martes, se acrecentó el miércoles y se hizo bastante general el jueves. Los jóvenes alumnos hablaban de una huelga, comentaban, dubitativos y especuladores, sus causas y unos pocos o tal vez muchos, dependiendo de no se sabe qué, dejaban de ir a clase.
El caso es que los parques de la región tenían una actividad inusitada a partir de las once: más parejas adolescentes, más pandillas ociosas, más gritos, más besos, más carreras, más urgencias... Y en las aulas había de todo: unas estaban llenas, otras vacías y, como suele pasar en estas circunstancias, el absentismo iba creciendo a medida que avanzaba la jornada. En fin, un lío.
Esta huelga general tenía una reivindicación comodín, que ha movido todas las huelgas generales de la enseñanza española desde que tengo uso de razón huelguística: la defensa de la enseñanza pública, un motivo muy loable que siempre está presente en nuestras oraciones laicas, pero que sirve lo mismo para un roto que para un descosido huelguista.
Es decir, siempre encontraremos razones para pelear por la enseñanza pública española porque nunca alcanzaremos la perfección y siempre faltarán suficientes profesores, suficientes aulas, suficientes becas, suficientes medios...
Es más, quizás nunca como ahora sea necesaria una defensa de la enseñanza pública española, ¡pero caramba!, que lo sepamos. Quiero decir, que se sepa que hay huelga, que se sepa por qué se hace, que la protesta se articule y tenga consecuencias o, cuando menos, se intente. Pero no, nada de nada, hubo huelga y no nos enteramos, salvo si nuestros hijos volvían a casa temprano y daban una explicación etérea: «Es que creo que hay huelga o algo».
Huelga o algo... Qué manera de desvirtuar una accion que antes era sagrada, de convertir en fantasmal e inútil una protesta por la que se luchó tantos años y que los jóvenes han asimilado con su hermana etimológica, juerga. Ambas derivan de holgar y es una pena que la acepción más diletante y frívola sea la que triunfe y aúne ambas palabras en las mentalidades en formación.
Estoy a punto de razonar como un mayor y soltar aquello de que cualquier huelga pasada fue mejor. Y sí, reconozco que en mis huelgas juveniles había una parte importante de holganza, pero caramba, al menos la disimulábamos manifestándonos, corriendo delante de la policía, escribiendo pancartas, encerrándonos a dormir en el centro educativo y emitiendo notas de prensa para explicar las razones de nuestra defensa de la enseñanza pública, la democracia y la libertad.
La huelga de la semana pasada fue fantasmal porque surgió de pronto y de no se sabe dónde, vagó inconsistente por las aulas, se tradujo en un éxodo prematuro, que llenó los trenes y los autobuses con dos días de antelación, y se diluyó en humo, en polvo, en nada...
Estas huelgas confusas rompen el ritmo de aprendizaje. La administración y las directivas escolares poco pueden hacer contra ellas, aunque haya normas que las persigan. Se crea un ambiente de vacación contra el que es imposible luchar y se retroalimenta un hábito que se repite curso tras curso: la huelga fantasma trimestral.
Antes, al menos, los estudiantes ocupaban las calles y alguno se hacía famoso por romper una farola en defensa de la enseñanza pública. Ahora, los huelguistas se manifiestan besándose en los parques o yéndose el miércoles a sus pueblos. Eso sí, en defensa de la enseñanza pública.
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