NO DISPAREN AL PIANISTA - TEMO PERDER LA LUCIDEZ - ALVARO POMBO, fotos.
El escritor está convaleciente de una operación en que le han reconstruido el colon,.
El escritor Álvaro Pombo (Santander, 1939) está convaleciente de una operación en
que le han reconstruido el colon. Hace unos meses sufrió una
peritonitis, un cólico miserere como él dice, y estuvo a punto de no
poder contarlo. «Estuve técnicamente muerto dos días. Si no me
hubieran recogido y llevado rápidamente en ambulancia ahora estaría en
otro sitio», dice el novelista y poeta, que anda cansinamente y
se expresa con voz fatigosa, todo un problema para un escritor que
dicta sus novelas y que adora la conversación. Pese a haber visto de
cerca a la muerte, no le tiene demasiado miedo. «Sí que temo perder la
lucidez, tener un alzhéimer», asegura. Pese a la debilidad, atiende a
los periodistas en su casa, atestada de libros y adornada con cuadros de
motivos marítimos. «Soy un marinero en tierra».
El académico de la RAE acaba de publicar ‘Un gran mundo’ (Destino),
una novela que tiene como protagonista a Elvira, personaje inspirado en
su abuela, una mujer elegante que llegó a ser directora de la casa de
modas Paquin de París y una de las artífices de la fundación de
Marbella. «Era una mala escritora, tenía unos poemas ramplones, pero sin
embargo era un magnífica vendedora y ahora sus creaciones están en el
Museo del Traje. Y eso que no sabía coser bien».
Pombo ha vuelto a diseccionar el universo femenino con esta novela. El
escritor, que tiene algo de feminista, considera a las mujeres más
interesantes que los hombres como materia narrativa. «Las mujeres tienen
más fondo e interioridad que los hombres, que están más volcados en la
acción y sus empleos. Al menos así pasaba antes».
‘Un gran mundo’ cuenta la historia de Elvira, una mujer
un tanto frívola pero brillante, a quien le gusta frecuentar a gentes
bohemias y de maneras afectadas. La acción transcurre en el Madrid de
posguerra de los años 50, en un ambiente muy lejos del Madrid de ‘La
Colmena’. Nada feo y gris, sino lujoso y divertido. Un entorno en el que
los pudientes tomaban cócteles y disipaban su tedio. «Nadie lo
reconocerá, pero la alta burguesía franquista lo pasó muy bien en esos
años, y al mismo tiempo que eso ocurría todas una generación emigraba a
Alemania».
En el libro, el trasunto de su abuela aparece como «una diva
insoportable», poseedora de la «boba audacia de un apellido y unos
títulos bien sonantes que evocaban las batallas de la historia de
España». Sobra decir que estamos ante una ficción, si bien el autor
admite vestigios de su antepasada en la encarnadura literaria del
personaje. A Álvaro Pombo ser cristiano y homosexual no le supone un
gran desgarro y argumenta que son cosas perfectamente compatibles.
«Supongo que vivo una homosexualidad imaginaria, ahora estoy retirado.
Como dice mi amigo Eduardo Mendicutti soy un pregay. ‘¡¿Cómo?! Soy más gay que tú’?,
le contesto. Pero tiene razón, lo gay es una modernez. No digo que no
haya hecho falta ese movimiento para acabar con los miedos, pero algunas
veces es un poco hortera. El Día del Orgullo Gay es una carnavalada, y
yo soy una persona solitaria. Siempre he estado fuera del armario y he
sido muy valiente, nunca lo he ocultado, pero la militancia gay me
resulta muy chillona».
ACENTO POÉTICO»
El Premio Nacional de Narrativa en 1997 no se desdobla ni se ve a sí mismo en su doble condición de poeta y prosista.
«Poesía y narración se intercalan en mis obras y se explicitan entre sí
constantemente. No elijo entre poesía y narración, hago las dos cosas a
la vez. Para mí las buenas narraciones están insufladas de un fuerte
acento poético».
Álvaro Pombo pertenece a esa estirpe de escritores que dicta sus obras, como hacían a veces Henry James, Charles Dickens o Valle-Inclán.
«La oralidad no es un sitio en el que se cae, sino del que se levanta
uno; el verdadero peligro es la textualidad. Muchas novelas modernas de
alta gama incurren en textos innecesariamente largos, pesados para la
lectura».
Contar de viva voz la novela a un escribano le permite ver la historia
delante de sus ojos, observar la reacción de quien la transcribe. «Como
soy muy melómano, tengo mucho sentido del ritmo y de las frases aladas.
En realidad cuento la novela al lector. Por supuesto, es imprescindible
corregir el manuscrito para quitar las paridas».
vez que entrega a la imprenta una
novela. «Ahora paso por mi mejor momento
No es un lector voraz y pasa las tardes leyendo filosofía y teología, en soledad, y evoca a Machado para retratarse. «Ausente de ruidosa mascarada, divierto mi tristeza sin amigo». Ahora precisamente está escribiendo poesía, como hace cada
creativo».
Pombo piensa que el hombre, al estar abocado a la muerte, tiene una
aguda conciencia de sí mismo, lo cual no le impide vivir con alegría.
Con todo, la sombra de la parca acecha. «¿Quién no teme a la
desaparición. ¿ Me asusta dejar de ser, aunque es un temor infundado,
porque, como decía Epicuro, mientras yo exista no existe la muerte y
cuando la muerte exista yo no existo. Ahora bien, es verdad que hoy
pienso más en la posibilidad de no ver más a los amigos».
Ha vivido doce años en Londres, adonde llegó en 1966.
Sin embargo, Pombo estuvo al margen de las alharacas de Mayo del 68 y no
le hizo ni caso a la Movida madrileña mucho tiempo después. Con todo,
sí que participó de la poesía de los Beatles. Siempre en el
recogimiento, pues su mundo estaba en la lectura de Sartre, Heidegger,
Santo Tomás y los místicos. «Soy una persona religiosa, aunque me cuesta
creer en la resurrección. No creo en el credo, que es una construcción
teológica,.
TÍTULO : ESPAÑA DIRECTO - COMO NOS GUSTA MOJAR,.
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COMO NOS GUSTA MOJAR,.
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Extremadura resiste migando pan en la leche y en el gazpacho,.
Cuando llega la hora de comer, nos preparamos para la batalla armados de tenedor y cacho de pan. A los extranjeros, esa apostura guerrera del extremeño ante el plato les hace mucha gracia. A nosotros, ninguna: no se trata de ser simpáticos, se trata de sobrevivir y en esa lucha por la supervivencia hemos triunfado, por muchas patadas que nos haya dado el destino, armados de pan.
Al inglés Paul Richardson, esa actitud nuestra ante el plato le parece muy interesante. «El pan para ustedes tiene carácter de utensilio que se come. Es un invento maravilloso», admira. Paul vive en una casa en Hoyos, en medio del bosque, en un paraje frondoso y bellísimo, rodeado de huertos, frutales y agua. En su despensa, guarda chacina propia y conservas propias. En fin, un extremeño más.
Paul es inglés y escribe libros y artículos sobre gastronomía, bien para el Financial Times, bien para la misma editorial que publica la saga de Harry Potter (Bloomsbury Publishing). En 2007, Paul Richardson publicó en Londres el libro 'The late dinner Discovering the food of Spain', que al poco tiempo editó Edhasa en España con el título de 'Cenar a las tantas' y prólogo de Juan Mari Arzak.
En ese libro, Paul se sorprende ante nuestra habilidad para mojar. Reconoce que esa actitud es bastante común en España, pero añade que en Extremadura, lo del moje es algo que llega al paroxismo. Y es cierto. Aquí mojamos migas en el café y pan en el gazpacho, hacemos barquitos de picatostes para que naveguen en la sopa y rebozamos la miga en la salsa de la caldereta para hacer de ella un manjar sustancioso.
Uno de nuestros verbos favoritos es rebañar. ¡Cómo nos gusta apurar las salsas y dejar el plato limpio! Pero a veces no nos comprenden. A Paul Richardson lo sorprendimos y en su libro destaca que mojamos bizcochos en el vino y churros en el café. Pero no solo los extranjeros alucinan con nuestra capacidad infinita para mojar. Vean, si no, las caras que ponen los de Lugo o Murcia cuando nos ven mojar una tostada con paté o con trozos de hígado en el café con leche. Se quedan tan estupefactos como nosotros cuando vemos en un documental que hay quien se zampa los escarabajos como si fueran langostinos dos salsas. Y es verdad que hacemos ascos a los escarabajos, pero pensamos en lo bueno que estaría un cacho de pan mojado en las salsas que los acompañan.
Dejados de la mano de Dios y de la mano de los gobiernos desde hace 500 años, nos hemos apegado a la tierra para todo, también para comer, y hemos resistido con ella. Paul Richardson asegura que la comida extremeña es la más honrada que conoce: lo que se come es lo que se ve. «En la cocina extremeña, argumenta, lo que está en el plato es lo que está en la tierra. La cocina extremeña es plato y paisaje».
Somos los campeones de la cocina de recursos: aquí no se desperdicia nada. Con lo que sobra del pollo o del cocido se hacen croquetas y el resto, toma pan y moja, se rebaña. Para nosotros, si alguien nos gusta está de pan y moja y hasta al sexo lo llamamos vulgarmente mojar.
Dame pan y llámame tonto que con él en una mano y un cubierto en la otra llevamos siglos mojando migas, haciendo gazpachos, migando el pan en la leche como recurso último de supervivencia: leche caliente, azúcar, pan migado y tendremos un plato tan sencillo y tan rico que resulta inexplicable. Por eso, Tomás Martín Tamayo recurría a alimento tan inefable por simple y, a la vez, sabroso, para describir una institución que nadie entiende. «El Senado es leche migá», escribía Tomás el pasado sábado. Y Extremadura, también Extremadura es leche migá porque tampoco se entiende que sigamos resistiendo a pesar de tanto desprecio. Bueno, sí, hay una explicación: resistimos mojando.
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