domingo, 1 de noviembre de 2015

30 años sin Omaira ,./ Robótica Colin Angle: "Hacer un robot con piernas es una estupidez",.

TÍTULO: 30 años sin Omaira ,.

30 años sin Omaira - fotos,.

El volcán Nevado del Ruíz dejó 25.000 muertos en Armero (Colombia). La imagen de la niña Omaira Sánchez sumergida en el fango durante tres días hasta que murió se convirtió en símbolo de aquella tragedia. Viajamos hasta allí para hablar con los supervivientes.
En los días previos a la tragedia del 13 de noviembre de 1985, una incesante lluvia de ceniza no dejaba ver el sol. El volcán Nevado del Ruiz llevaba varios meses avisando de que iba a estallar. Pero nadie escuchó al «león dormido».
Las autoridades que gobernaban en ese momento debieron evacuar la zona, pero no lo hicieron. No era la primera vez que el volcán expulsaba ceniza, y nadie creyó que las cosas fueran a ser tan terribles. Ese día, cerca de la medianoche y sin avisar, el volcán escupió toda su rabia mientras caía un inmenso chaparrón que hizo que el río cercano se desbordara. Una mezcla mortífera de piedras, barro y lava ardiente bajaría sin misericordia por la vertiente de la montaña en dirección a un solo sitio: Armero. Una avalancha de lodo, lava y agua se llevó por delante un pueblo de casi 32.000 personas.
En pocos minutos murieron 25.000 de ellas. La naturaleza fue implacable. Y por si fuera poco, las labores de rescate se hacían imposibles. El lodo no permitía que los equipos de socorro se movieran sin quedar atrapados. Para cuando los rescatadores alcanzaron Armero, doce horas después de la erupción, muchas de las víctimas con heridas graves ya habían muerto. Los trabajadores de rescate quedaron horrorizados al observar el panorama de desolación que quedó tras la erupción, salpicado de restos humanos irreconocibles.
La imagen de Omaira
En los días posteriores al 13, una imagen recorrió el mundo: una niña que se agarraba a un palo de madera con todo su cuerpo inmerso en una pequeña laguna; solo su cabeza estaba fuera del agua. Era Omaira Sánchez. La fotografía de ella que ese año obtuvo el Premio World Press Photo la hizo Frank Fournier, pero fue el seguimiento posterior que realizó un camarógrafo de TVE lo que tuvo en vilo a toda España durante tres días. La niña hablaba con una normalidad que inducía a tener esperanza en que iba a ser rescatada. En España, aquella transmisión en realidad no fue en directo (Omaira había muerto horas antes), pero no por ello resultó menos conmovedora. La niña estuvo atrapada tres días dentro del agua. Para sacarla de ahí, los rescatadores necesitaban una motobomba de agua, que nunca llegó. Murió frente a ellos, exhausta y carcomida por las infecciones de sus piernas. Lo único que pudieron hacer, una vez fallecida, fue ponerle una tripa de caucho y dejar que su cuerpo sin vida flotara, taparla con unas tejas de cinc y esparcir cal y granos de café a su alrededor para que los animales carroñeros no se la comieran.
Fallos humanos
El volcán llevaba sesenta y nueve años sin actividad, pero lo cierto es que dio sobrados avisos de que iba a estallar. El vulcanólogo Bernard Chouet afirmó que «el volcán estaba gritando 'voy a explotar'», pero los científicos que lo vigilaban en el momento de la erupción no tenían la experiencia necesaria para identificar las señales. No es el único fallo al que tuvieron que hacer frente en Armero. La suerte nunca estuvo de su parte.
La erupción ocurrió tan solo una semana después de que el grupo guerrillero M-19 tomara el Palacio de Justicia en Bogotá, así que el Gobierno y el Ejército se encontraban ocupados en el momento del desastre y reaccionaron tarde y mal. Y por si fuera poco, sucedía dos meses después del terremoto de México de 1985, lo que limitó la cantidad de víveres y suministros enviados por otros países y organismos internacionales.
Lo que queda de Armero
Treinta años después, lo que queda de Armero son un puñado de casas que ya no tienen techo, solo paredes. Pedazos de hogares donde hubo amor, odio, aventuras, desdichas, sexo, alegrías y tristezas. Hay demasiado silencio. Todavía se aprecia la distribución de las viviendas: el salón, la cocina, las habitaciones, los patios internos... Algunas paredes conservan su decoración, como un papel tapiz corroído o desgastadas pinturas hechas a mano. Recuerda a Pompeya, el más conocido de los pueblos sepultados por la lava de un volcán. Todo está dominado por la naturaleza, ganadora como siempre, y lo que queda en pie ha sido devorado por árboles, raíces y plantas.Alrededor de la plaza principal del pueblo hay decenas de lápidas con los nombres de miles de muertos que perecieron ese día. Allí también está la cruz gigante que el Papa Juan Pablo II bendijo un año después de la tragedia, que sirve de referencia para encuentros y que es la preferida de los visitantes para hacerse selfies. Unos pasos más allá está la bóveda del Banco de Colombia, que dicen que contenía millones de pesos que jamás se supo si se recuperaron. Sobre la calle principal hay fachadas en pie donde aún se ven pintados anuncios de lo que fueron locales comerciales. Como la estructura del hospital, donde debajo de sus cimientos aún reposan los cuerpos de cientos de personas. La tragedia de Armero dejó muchas historias trágicas. Incluso de los que pudieron sobrevivir. El precio que pagaron por seguir vivos fue demasiado alto.
Omaira Sánchez 

«Váyanse a descansar un rato y después me sacan de aquí». Omaira Sánchez, de 13 años, estuvo atrapada durante tres días antes de morir. Hablaba con un coraje y una tranquilidad increíbles. «Toco con los pies, en el fondo, la cabeza de mi tía», decía y pedía a quienes la ayudaban que se fuesen a descansar y que «ayuden a mi mamá [que vivía en Bogotá], porque se va a quedar solita». Pese a los intentos, no era posible sacarla sin una bomba hidráulica. Pero la bomba no llegó. Omaira murió de gangrena e hipotermia.
Nora Isabel Cruz Cuervo 

"Afuera se oía el llanto y el dolor de mucha gente". Nora tenía la misma edad que Omaira cuando sucedió la tragedia. Ella se salvó con sus padres y su hermana porque la casa tenía dos plantas y se refugiaron arriba. Murieron sus abuelos, su tía y sus primos. «Se sintió un ruido como cuando un tren se sale del carril y la casa se empezó a mover como un barco de lado a lado. Afuera se oía el llanto y el dolor de mucha gente, y nosotros sin poder hacer nada en aquella oscuridad».
Edilma Loaiza 

"La única manera de salir de allí era cortándome la pierna yo misma." Tres de sus cuatro hijos y su esposo murieron a su lado. «Cuando llegó la crecida, intentamos salir, pero venía cargada de coches, ganado y gente. El barro y la lava entraron en la casa... y en menos de un minuto ya estábamos enterrados. Todo estaba oscuro. Los gemelos me decían que tenían mucho miedo. Yo estaba atrapada. Traté de desenterrarlos, pero fue imposible. Pasó un tiempo y no los oí más. Ya habían muerto. A la niña tampoco la oí. Solo quedamos el más pequeño, que lo tenía cargado en mis brazos, y yo. Cuando se hizo de día, vi que en las manos de mi esposo, fallecido, estaba la cabeza de mi hija Alcida, desprendida de su cuerpecito. Cuando llegó la Cruz Roja, les entregué a mi pequeño. Yo seguía atrapada. Me dijeron que la única manera de poder salir de allí era cortándome la pierna yo misma. Tomé fuerzas, me amarré la pierna con un trapo y comencé a cortarla con un machete». Llevaron a Edilma a un hospital en Medellín, donde le terminaron de amputar la pierna destrozada. Buscó como pudo a su hijo pequeño, pero pasaron dos meses hasta que unos familiares lo encontraron. Ahora vive con él en Bogotá.
Jorge Montealegre, 'El Capi' "

14 personas de mi familia murieron ese día". 67 años. Piloto, poeta y filósofo. Vivía solo en una de las casas más grandes del pueblo. Sus hijos estaban en otra casa al otro lado del río, lo que hizo que se salvaran. «Perdí a mi hermano, a mi cuñada, dos sobrinas, tíos, primos... 14 personas de mi familia murieron ese día. En la más profunda de las oscuridades, solo oías un estruendo espantoso. Salí de la casa pensando que podía escapar, pero algo vino directo hacia mí y me sepultó. Logré salir a flote. Luego, una segunda ola me movió como un monigote, hasta dejarme colgado de unas cuerdas. Eso fue lo que me salvó, aunque me quedaron profundas heridas en la pierna y el brazo derechos. Ahí no hubo destreza para sobrevivir, sino solo la voluntad de Dios».
Omayra Medina

"Mi marido intentó cortarme las venas; decía que nos íbamos a morir igual". Omayra tenía 20 años y estaba embarazada de tres meses cuando la naturaleza del volcán le cambió la vida. «Aquí, nos cayó la casa encima. Estuve atrapada tres días. Mi marido, Fernando, murió el jueves de madrugada [el primer día]. Él me quería matar porque decía que nos íbamos a morir igual, así que con un vidrio trató de cortarme las venas, pero no tenía fuerza; no pudo. Una pared casi entera aprisionaba su pecho, se fue apagando de a poquito. Estuve los dos días siguientes junto a su cadáver, aguantando hambre y calor. Los socorristas apenas llegaron el viernes y dijeron que estaban muy cansados para intentar salvarme. Me desperté a mediodía del sábado, empecé a gritar y volvieron por mí. Eran los mismos que habían estado el viernes y dijeron: Ay, esta china no se ha muerto; vamos a sacarla'». Omayra dio a luz a su hijo seis meses después y asegura: «Me dio fuerzas para seguir viviendo». Hoy, Omayra tiene dos niñas más y vive cerca de donde tuvo lugar la tragedia.
Gladys Primo

"Mis hijos estaban vivos. Se los llevaron". Gladys Primo, de 52 años, sobrevivió al deslave del volcán. Su marido no tuvo tanta suerte. Ella fue rescatada dos días después de la erupción y estuvo seis meses en coma. A sus hijos Nubia Isabel, de siete años, y Jesús Manuel, de ocho, no los ha vuelto a ver desde el estallido, aunque algunos vecinos aseguran que los vieron con vida después de la catástrofe. La creencia general es que fueron dados en adopción, como muchos otros niños que quedaron huérfanos. En cuanto pudo, Gladys se levantó de la cama para buscar a sus niños con dos fotos que pudo conservar, el único rastro de su pasado que le quedaba. Hoy, casada de nuevo y con tres hijos, sigue buscándolos. En una entrevista que le hicieron en 2012 en un programa de televisión, le mostraron un vídeo de la tragedia. En la escena había un miembro de un equipo de rescate que cogía a un niño y lo metía en un helicóptero. Gladys reconoció a su pequeño Jesús Manuel. Espera que algún día «se me presenten aquí, de sorpresa, no pierdo la esperanza». La Fundación Armando Armero se ha encargado de dar apoyo a los padres que buscan a sus hijos. Su director, Francisco González, trabaja para ubicar a esos niños que en medio del caos se encontraban deambulando solos los días posteriores a la tragedia y que desaparecieron, posiblemente secuestrados por tramas de tráfico de niños. En el menos malo de los casos, para adopciones ilegales; en el peor, para redes de prostitución o tráfico de órganos. González tiene documentados 222 casos de niños perdidos.
Los niños desaparecidos

Desaparecieron 222 niños, que pudieron sobrevivir a la avalancha. Su paradero es aún hoy desconocido. Uno de los hijos de Gladys, señalado con una flecha, en la única foto que conserva de él.
Santa Omaira.

El lugar donde quedó sepultada Omaira Sánchez es hoy punto de peregrinación de miles de personas que van a pedir favores a 'santa Omaira', dejan allí placas de agradecimiento y objetos, rezan y hacen ofrendas en su nombre. Muchos piden su beatificación.

TÍTULO:  Robótica Colin Angle: "Hacer un robot con piernas es una estupidez",.

Robótica ( fotos )

Colin Angle: "Hacer un robot con piernas es una estupidez"

Terminator, C3PO, Robocop... ¡Tonterías! O eso dice este ingeniero que lleva 25 años creando robots. Ingenios que lo mismo exploran Marte, desactivan bombas en Irak, se adentran en Fukushima tras el 'tsunami' o limpian nuestros hogares. Aprovechando el lanzamiento de su última criatura, Colin Angle habla con 'XLSemanal' sobre pasado, presente y futuro de la robótica. Es decir, el del ser humano.
Colin Angle tenía dos años y medio cuando arregló en su casa la cisterna del baño. Eso, al menos, asegura él: «Era algo muy sencillo, no crea. No sé, siempre me ha gustado construir cosas. Lo que sea». Años después, en la universidad el prestigioso MIT, cerca de Boston, descubrió la robótica y decidió que quería cambiar el mundo. Con esa ambición, en 1990, fundó iRobot, una empresa que ha trabajado para la NASA y el Pentágono y cuyos ingenios de limpieza doméstica habitan ya en más de 14 millones de hogares. Sentado ante su nueva criatura, un aspirador, el Roomba 980, capaz de memorizar los lugares por los que pasa y que se controla desde el móvil lo presenta en Nueva York ante medio centenar de periodistas especializados, Angle se lamenta de que la industria robótica lleve años «malgastando tiempo y dinero en androides y humanoides de escasa utilidad». En sus 46 años, él, que se tiene por un hombre práctico, nunca soñó con crear robots que hablen, tengan piernas o salten a la pata coja; un camino que, curiosamente, lo ha convertido en uno de los grandes nombres de la robótica mundial. Esta es su visión del futuro. Y del presente...
XLSemanal. Practica snowboard, escalada, pilota aviones... ¿Esto de crear una empresa de robots allá por 1990 podría considerarse también como una actividad de riesgo?
Colin Angle. Sí, sin duda [se ríe]. A ojos de los demás éramos unos chalados. Durante seis años y medio, nunca tuve dinero a principio de mes para pagar al personal. Tardamos ocho en conseguir que alguien nos financiara un proyecto. Probamos cientos de robots, entramos y salimos de 14 negocios diferentes, hasta que nos centramos en la limpieza doméstica y la defensa. El primer Roomba, nuestro buque insignia, ¡salió al mercado en 2002!
XL. ¡Cientos de robots! ¿De qué tipo?
C.A. El primero fue un robot para explorar la Luna. Hemos hecho juguetes, robots para la industria del petróleo, exploradores para terrenos de difícil acceso; áreas en las que creemos que los robots crean valor. Pero hoy estamos enfocados en el hogar, el 92 por ciento de nuestra actividad; el otro 8 es para usos militares.
XL. Precisamente, más de mil científicos y expertos en tecnología Stephen Hawking y Steve Wozniak, entre ellos han firmado un manifiesto contra el desarrollo de robots militares autónomos. Usted no ha firmado...
C.A. No. Es que la perspectiva cambia mucho si uno se pone en el lugar del soldado que arriesga su vida. Si has de despejar un edificio o una habitación y tienes un robot que haga el trabajo, mejor que lo haga el robot, ¿no cree?
XL. Su inquietud se refiere al desarrollo de armas que tomen decisiones por su cuenta, ya que las máquinas carecen de criterios éticos...
C.A. A ver, un robot se limita a seguir un protocolo, la función para la que ha sido construido. La decisión de abrir fuego, en última instancia, siempre será humana, del operario, del fabricante, del gobierno o del terrorista que pueda tener acceso a él. Es decir, al final toda tecnología, su control y desarrollo, depende de las personas. El problema es que cuando la gente piensa en robots militares ya sabemos qué les viene a la cabeza...
XL. ¿Terminator? 
C.A. Así es [se ríe]. De todos modos, hablar de robots soldados capaces de tomar decisiones sobre la vida y la muerte es algo que, créame, si llega a ocurrir, queda todavía muy lejano.
XL. Los firmantes del manifiesto dicen que estarán activos en pocos años...
C.A. Ya [escéptico]. Hay mucha imaginación. Es verdad que los robots llegarán y que cambiarán muchas cosas, pero será mucho más despacio de lo que la gente cree y será también mucho más extraño de lo que imaginamos. Se toma como referente la ciencia ficción, pero esta un Terminator, sin ir más lejos es un desafío constante a las leyes de la física y de la robótica.
XL. Ya hay coches autónomos...
C.A. Es cierto, y aspiradores como el nuestro [sonríe], que también saben ubicarse sin ayuda, pero las decisiones que toma un coche o un aspirador no son tan complejas como las que deberá tomar un robot soldado autónomo. Distinguir, por ejemplo, si alguien va armado, o disfrazado... Eso requiere un desarrollo tecnológico tremendo.
XL. Hay miedo a un futuro donde los robots realicen todo tipo de tareas...
C.A. Eso es porque estamos contaminados. Los coches autónomos son, de hecho, coches robots, pero a la gente le da miedo la palabra 'robot'. Con el tiempo se acostumbrarán [se ríe]. Mire, no existen robots malos, solo robots con funciones establecidas. Los cambios despiertan desconfianza hasta que vemos que mejoran nuestra vida. Piense en el envejecimiento de la población. Cada vez habrá más ancianos y menos gente para cuidar de ellos. Cuando alguien le diga: «No quiero vivir en un asilo», quizá entonces vea que los robots pueden ayudarle a evitarlo.
XL. Decía que el mundo «será mucho más extraño de lo que imaginamos»... 
C.A. A ver, imagínese que un día su hija le dice: «Papá, quiero ponerme unos ojos robóticos, porque con ellos se ve mejor». O «quiero cortarme las piernas y ponerme unas biónicas para correr más». O que un profesor diga un día en clase: «Y ahora desconecten sus neuroconexiones para hacer el examen». No será sencillo lidiar con los cambios que traerá la robótica.
XL. Se refiere al transhumanismo, ¿no?, la fusión entre hombre y robot. Muchos dicen que en 2045 será una realidad. ¿Comparte esa visión del futuro?
C.A. Ya hay demasiados visionarios como para sumarme al carro [se ríe], pero lo cierto es que ya existe un oído robótico, un implante, que funciona bastante bien. Estamos empezando a crear ojos artificiales que distinguen claridad y oscuridad. Si pierdes un brazo, ya existe un brazo biónico controlado por una interfaz neuronal. Estas cosas van a ocurrir mucho antes de que veamos la singularidad.
XL. Se creará una distinción de clase entre quienes tengan implantes robóticos y quienes no los tengan...
C.A. Más que eso, se creará un verdadero abismo entre quienes los tengan y quienes no los tengan. Hugh Herr, un robotista que sufrió una doble amputación y que se ha construido unas piernas artificiales, me dijo hace poco: «Todos os hacéis viejos. Vuestros cuerpos envejecen. Mis piernas, sin embargo, mejoran cada año» [se ríe]. Y tiene razón. Es una perspectiva diferente. Habremos de debatir sobre lo que es humano y lo que no lo es. Los países con acceso a tecnología robótica poseerán una gran ventaja con respecto a los demás. Afrontaremos cuestiones trascendentales como estas mucho antes de que, como predicen algunos, los robots puedan dejarnos 'obsoletos'.
XL. Cuando fundó iRobot, ¿imaginó dónde estaría la robótica en 25 años?
C.A. Sí, y estaba completamente equivocado [se ríe]. El mundo no tiene nada que ver con mi visión. Pensábamos que los robots caminarían por las aceras y cocinarían hamburguesas, pero es que 25 años por delante ¡es una eternidad! Hemos conseguido mucho menos de lo que esperábamos. Para la gente del cine y la literatura es fácil, pero crear un producto que haga las cosas que imaginamos haciendo a los robots es un reto gigantesco.
XL. ¿Me podría dar un ejemplo?
C.A. Un robot criado. ¿Sabe lo qué se necesita para que, por ejemplo, le traiga una bebida? Debe saber dónde estoy yo, dónde está la cocina; tiene que abrir la nevera y coger la botella, abrir el armario de los vasos y cogerlos, el hielo, servir y, además, que sea la medida justa; coger el vaso, traérmelo sin derramar una gota... ¿No le parece mucho para un robot? Hacer eso realidad es una locura. Pero en eso estamos.
XL. ¿Dónde 'estamos' exactamente?
C.A. Bueno, este nuevo robot ya es capaz de ubicarse crea mapas de su entorno gracias a sensores y cámaras que le permiten memorizar sus pasos y de estar conectado con la nube. Gracias a la interconectividad máquinas intercambiando información y a la navegación haremos robots capaces de entender el mundo en el que operan. La inteligencia, en realidad, es muy fácil una vez que comprendemos lo que ocurre a nuestro alrededor. Es solo lógica basada en la comprensión del entorno. Así se consigue que una máquina decida por sí misma.
XL. ¿Por qué eligió no fabricar robots con piernas?
C.A. Porque hacer robots que se muevan ágilmente con piernas es mucho más difícil y poco práctico. Orugas o ruedas es mucho mejor. Mis primeros robots tenían piernas, no se crea usted, ¡estaba aprendiendo! Mis piernas, eso sí, eran extremidades de insectos. Siempre he pensado que los humanoides eran una obsesión humana de escasa utilidad. Mi obsesión, al contrario, es convencer a la industria de que desarrolle robots que ayuden de verdad a las personas. Hay empresas y diseñadores más influenciados por el cine que por solucionar problemas reales.
XL. ¿Se refiere a alguien en concreto?
C.A. Asimo, por ejemplo, el robot de Honda que salta a la pata coja, camina hacia atrás, corre a 6 km/h y lanza penaltis; o ese de Toyota que corre a 7 km/h y toca el violín. «Muy bien, chicos, habéis dejado al mundo con la boca abierta, ¿y ahora qué?». Ellos pueden financiar robots absurdos con los beneficios de vender millones de coches, pero si hubieran invertido todo ese dinero en ideas prácticas la industria robótica estaría mucho más avanzada. «La función primero» es mi lema; a partir de ahí busca la mejor forma de que el robot realice esa tarea.
XL. Usted, hoy, ejerce más de hombre de negocios que de ingeniero...
C.A. Así es, tuve que hacerlo por el bien de mi empresa. Yo era un CEO high tech superguay que nunca ganó un dólar hasta que se convirtió en vendedor de aspiradoras [se ríe].
XL. ¿Hay algo que le hubiera gustado crear, pero nunca dio con la clave?
C.A. Siempre quise un robot que me hiciera la colada [se ríe], que me doble la ropa. Es lo que más detesto.
XL. Diseñó el primer explorador de Marte...
C.A. No exactamente. El Sojourner incluía parte de la tecnología de nuestro primer proyecto, pero el robot en sí fue creado por la NASA. Partieron de mi idea de hacer robots espaciales lo más pequeños posible, ya que entonces todos eran demasiado grandes. Nuestros prototipos inspiraron el Sojourner y por eso grabaron mi nombre en el casco del Spirit, el segundo explorador de Marte.
El hombre de los robots Colin Angle, presidente y fundador de iRobot, rodeado de algunas de sus creaciones más emblemáticas: robots que aspiran, exploradores espaciales, detectores de minas, brazos mecánicos...
Mis pequeñas revoluciones
1. Feature (1989)

Todo empezó con lápices, palillos y cinta adhesiva. Como tesis doctoral, Colin Angle presentó este ingenio, su idea de lo que debería ser una nueva generación de exploradores espaciales.
2. Genghis (1991) 

El desarrollo de Feature condujo a este prototipo, inspiración para el primer explorador de Marte. Hoy está en el Museo Smithsonian (Washington).
3. Hermes II (1991) 

El hermano mayor de Feature y Genghis culminó las ideas de Angle sobre robots espaciales cada vez más pequeños y movilidad basada en extremidades de insectos.
4. Roams (1996) 

Este robot con GPS de uso militar reconocía el terreno antes del avance de las tropas. Fue el primero con control remoto, para poder ser dirigido desde una distancia segura.
5. Fetch (1997) 

Diseñado para las Fuerzas Aéreas, este detector y desactivador de minas y bombas de racimo es el precursor de Roomba, el aspirador doméstico que ha convertido a iRobot en un gigante de la robótica.
6. Roomba 980 (2015) 

Este aspirador, el último de su saga, crea mapas de una casa entera. Sabe así dónde ha limpiado para proseguir su tarea si se queda sin batería. Se controla desde el móvil y está conectado a la nube.

 

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