Una revolución contra el acoso escolar ( fotos )
Finlandia ha creado un método que
elimina el acoso escolar en el 79 por ciento de los colegios. Una decena
de países europeos ya lo han puesto en marcha. Por ejemplo, Gran
Bretaña. Viajamos a una escuela galesa para ver en qué consiste el
sistema y descubrir las claves de su éxito.
"Nadie dió la cara por mi. Eso es lo que te hunde". Que
tus compañeros no digan nada, que no hagan nada o que se rían mientras
que alguien te insulta, o te intenta quemar el pelo con un mechero, o
postea en Twitter que en el recreo va a haber 'sangre'".
Rebecca Parkin, una estudiante galesa de 17 años, ha sido blanco del acoso escolar desde los 6. «Soy muy tímida e incluso decir 'hola' me cuesta. Por eso se metían conmigo». Lo pasó tan mal que llegó a autolesionarse, dejó de ir a clase y necesitó ayuda psiquiátrica. «Las cosas solo empezaron a cambiar cuando reuní el valor para contar lo que me estaba pasando».
Su ejemplo ilustra la indefensión que sufren las víctimas del acoso escolar. Una indefensión que es una mezcla de impotencia, terror y soledad; la soledad tremenda de un niño que está rodeado de otros niños que se inhiben ante las crueldades del matón de turno o, peor aún, las celebran; no por falta de empatía, sino porque no saben cómo reaccionar. Lo más frustrante del acoso escolar es que el 88 por ciento de las veces ocurre delante de un público que ríe o que calla; cómplice por activa o por pasiva. Movilizar a esos testigos y convertirlos en defensores de la víctima no es fácil, pero es la clave del método KiVa, que ha hecho disminuir drásticamente el acoso en Finlandia y que ya ha comenzado a implantarse en una decena de países.
«Los acosadores suelen ser populares. Y poderosos», explica la psicóloga Christina Salmivalli, de la Universidad finlandesa de Turku, creadora del programa. Normalmente, para que un alumno dé un paso al frente y apoye a la víctima hay que tener un cierto estatus. Prestigio, convicciones morales... Un 17 por ciento es capaz de hacerlo por propia iniciativa. ¿Pero qué pasa con el resto? La originalidad de KiVa radica en que no convierte en héroes a los que no tienen madera de tales, sino que les proporciona herramientas para solidarizarse con el compañero acosado sin tener que recurrir al valor. Y para informar del problema sin convertirse en chivatos. Es toda la clase, y en última instancia la escuela entera, la que se involucra.
Finlandia implantó este sistema tras una situación de alarma nacional.
KiVa es un juego de palabras (significa 'guay' en finés y también es el acrónimo de 'contra el acoso'). Finlandia lo ha implantado ya en nueve de cada diez colegios, unos 2500. El programa arrancó en un momento de emergencia nacional. En 2007, un joven armado irrumpió en su escuela de la localidad de Jokela y mató a seis estudiantes, la directora y la enfermera; luego se suicidó. Se supo que había padecido acoso escolar durante toda su vida académica. Hubo otra masacre en 2008. Y Finlandia registraba una de las tasas de suicidio adolescente más altas del mundo. Por aquel entonces, el Gobierno ya había decidido encargarles a los investigadores de la Universidad de Turku un plan de choque contra el acoso. Y la sociedad, traumatizada, se lo tomó muy en serio.
KiVa se implantó con fondos públicos. Se realizó un estudio de tres años para evaluar su efectividad. Participaron 234 colegios y 28.000 estudiantes de entre 7 y 15 años. Los resultados fueron espectaculares. Los casos de acoso desaparecieron en el 79 por ciento de las escuelas. Esto propició, además, que aumentase el bienestar en las aulas y también la motivación de los alumnos. Y el buen ambiente sirvió, de rebote, para apuntalar el éxito de Finlandia en las pruebas de Pisa.
«Ser cruel suele ser rentable en términos de popularidad. Nuestro método le da la vuelta a esa premisa y consigue que el acosador quede desacreditado ante el grupo», expone Salmivalli. El enfoque tradicional se centra en la protección de la víctima o en el castigo del acosador. Pero, según la investigadora, es un error intentar cambiar la personalidad del niño que es tímido o inseguro. Y el chulito siempre tendrá un aliciente para intimidarlo. Las consecuencias pueden ser devastadoras y prolongarse hasta la edad adulta. «Lo que nos preocupaba era la dinámica del grupo. Hay grupos que fomentan la intimidación y grupos que la previenen».
El programa ya ha sido exportado a colegios de Francia, Italia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Bélgica, Estonia, Suecia, Grecia, Sudáfrica y Estados Unidos, entre otros, tutelados por el equipo finlandés. Se ha comprobado que el acoso escolar disminuye entre un 30 y un 50 por ciento durante el primer año. En el Reino Unido se lanzó un programa piloto en el que participaron 17 escuelas de País de Gales, monitorizado por Judy Hutchings y Susan Clarkson, investigadoras de la Universidad de Bangor. Los resultados han sido tan esperanzadores que este curso se ha implantado en 70 centros galeses e ingleses. «Existen dificultades, por supuesto. Algunos centros prefieren negar que el acoso sea un problema. Y no hay que bajar la guardia. De nada sirve instalar un buzón virtual para que los niños informen del acoso si el profesor encargado de comprobar el correo no lo hace diariamente. Pero el sistema funciona», afirma Hutchings. «KiVa actúa como una vacuna, inmuniza a los niños, les da herramientas para defenderse. Por eso, cuanto más temprano se empiece, mejor», añade Clarkson.
Los chicos deben aprender a interpretar sus emociones y las de sus compañeros.
¿Cómo funciona KiVa? El programa tiene dos ámbitos: el preventivo y el de intervención. Los estudiantes reciben clases a los 7, 10 y 13 años. Hay lecciones para identificar las emociones de los compañeros y saber cómo se sienten solo por el tono de voz o la expresión corporal. También aprenden a diferenciar qué es el acoso y qué una pelea ocasional. Las clases se completan con videojuegos, material de apoyo y charlas con los padres. El profesor encargado de vigilar el recreo usa un chaleco reflectante para visibilizar el compromiso del colegio.
El equipo KiVa lo suelen formar tres profesores. Son también los encargados de actuar en cuanto se tiene conocimiento de una situación de acoso. Primero se reúnen con la víctima, le dan apoyo y la tranquilizan. Luego hablan con el presunto acosador. Realizan un seguimiento y vuelven a entrevistarse con ambos al cabo de una o dos semanas. Si el problema continúa, también hablan con los padres. El 98 por ciento de los alumnos atendidos por un equipo KiVa aseguraron que su situación había mejorado.
Huw Jones es el profesor encargado de implementar KiVa en el colegio Llanllechid (País de Gales). «Introdujimos el programa en la clase de sexto (9-10 años). Lo hicimos porque pensamos que nos ayudaría a enfrentarnos a situaciones en las cuales nuestros estudiantes podían sentirse solos, apartados o heridos por los comentarios o la apatía de otros. Las lecciones les proporcionan la oportunidad de expresar sus sentimientos en un ambiente seguro. Es toda la comunidad escolar la que está implicada. Los chavales aprenden que el acoso es una conducta violenta que se repite sistemáticamente contra el mismo individuo y durante mucho tiempo. También aprenden que hay muchas maneras de ayudar al compañero, por ejemplo preguntándole cómo está. Que alguien se interese por ti, aunque solo sea una persona, mitiga los efectos del acoso porque rompe el bucle de la soledad. Como dijo Martin Luther King: 'Al final no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos'».
Escuela de respeto. KiVa se articula en diez lecciones sobre emociones y compañerismo que se realizan a lo largo del curso. Además, se desactiva cualquier conato de acoso en cuanto se detecta mediante entrevistas con los implicados.
Corazones de cartulina
Alumnos de sexto grado del colegio Llanllechid (País de Gales) escriben las cualidades que más les gustan de sus compañeros en clase de KiVa, un ejercicio práctico para reforzar la cohesión del grupo.
Un profesor del equipo KiVa con un chaleco reflectante está siempre disponible durante los recreos.
Ejercicio. Un niño camina por un pasillo. Si los que están sentados no colaboran, le resulta difícil avanzar.
Guía para acabar con el acoso escolar
La clase. Los espectadores no son cómplices
El programa se divide en tres fases: 6-9 años, 10-12 y 13-16, dependiendo del país. Cada fase consta de 10 lecciones (en dos sesiones de 45 minutos), ejercicios, juegos y trabajos que se realizan durante el curso. Los profesores KiVa enseñan a no reforzar la actitud del acosador y a empatizar con la víctima. Algunas escuelas colocan un banco en el patio para cuando estás triste. Si te sientas en él, los compañeros te acompañan y te preguntan qué te pasa.
Los profesores. Acción inmediata
Responden de manera rápida al surgir un problema. No dejan que los niños lo intenten resolver por su cuenta. Hacen de filtro para distinguir si se trata o no de acoso. ¿Hay antecedentes entre los niños involucrados? ¿Un desequilibrio de poder? Se entrevistan con víctima y acosador, pero nunca a la vez. Ni delante de sus compañeros. Escuchan a ambos. Realizan un seguimiento. Los profesores reciben formación específica de preparadores entrenados en Finlandia.
La víctima. Apoyo constante
A muchos niños les cuesta pedir ayuda: temen represalias o ser vistos como chivatos. Los acosados lo viven como algo vergonzante. Un alumno acosado puede acudir a los profesores de KiVa. Se les brinda apoyo inmediato para que salgan del aislamiento. No se les culpa ni se trata de que cambien su manera de ser. También se fomenta que los otros alumnos avisen si ven algo anómalo. Hay un buzón virtual para contactar de manera anónima.
El acosador. Adiós a la popularidad
La presión del grupo hace que el acosador no rentabilice sus acciones. Eso es más efectivo que los castigos. Exigirle disculpas públicas tampoco basta, y a veces incluso resulta contraproducente, pues es visto como una humillación por el acosador y puede incitarlo a la revancha. Mejor dialogar para que entienda cómo afecta su actitud a otros o invitarlo a que participe en tareas comunes en un grupo donde también esté su víctima.
Los padres. Atención a las señales
Reciben charlas en las que se les dan pautas. Se les pide que estén atentos a las señales de que algo no va bien con sus hijos, tanto en el caso de que puedan ser víctimas (por ejemplo, que no quieran ir a clase, cambios de humor, dificultad para conciliar el sueño, pérdida o rotura de ropa, libros, dispositivos electrónicos; un bajón en las notas...) como acosadores. Nunca deben incitar a la víctima a defenderse o recriminarlo por su debilidad. El equipo KiVa actúa como mediador.
Lo que he aprendido
1. Aron, 9 años
«Estoy aprendiendo a saber cómo se sienten mis compañeros sin necesidad de que me lo digan. Si reconocemos cuando alguien está triste o asustado o se siente solo, le podemos ayudar. También hay veces que uno no tiene muchas ganas de hablar porque ese día no le apetece, y hay que darle espacio. Pero, si está mal todos los días, debe de ser por algo».
2. Tiegan, 9 años
«Si un compañero la toma contigo, sabes que puedes contarle a alguien lo que pasa y que te ayudará. Tenemos más confianza. Las lecciones de KiVa son divertidas, no son como estudiar para un examen. Hablamos mucho sobre el tema. Todos tenemos que participar y dar nuestra opinión y así también nos conocemos mejor».
3. Ursula, 9 años
«Si no haces nada mientras ves que a un niño le están haciendo la vida imposible, es como si estuvieras de acuerdo. Eso es tan malo como acosar. Porque le das alas al que se porta así y no va a parar, va a seguir al día siguiente y a la semana siguiente, hasta que se harte. Tienes que decirle que lo deje en paz. O contárselo al profesor o a tus padres».
4. Carwyn, 10 años
«No soporto que alguien se porte mal con un compañero y no tengo ningún interés en hacerme amigo de un abusón o en reírle las gracias. Pero no siempre una discusión o una riña sucede porque te estén acosando. Tiene que ser una conducta que se repita y siempre contra el mismo. He aprendido que cuando pasa eso no puedes mirar y no hacer nada».
La creadora
Christina Salmivalli, psicóloga de la Universidad de Turku (Finlandia), lleva 25 años investigando el acoso escolar y es la creadora del método. Los derechos son del Ministerio de Educación finlandés. KiVa solo se puede implementar en países donde una entidad colaboradora haya comprado la licencia y reclute a los colegios. El precio es negociable e incluye material. «Es un contrato que exige un compromiso a largo plazo». Los formadores del profesorado reciben un curso de cuatro días en Turku. El próximo, en enero. KiVa se implantará en España próximamente. La formación previa la ofrece el Instituto Escalae, en colaboración con Edudesign Finland.
Rebecca Parkin, una estudiante galesa de 17 años, ha sido blanco del acoso escolar desde los 6. «Soy muy tímida e incluso decir 'hola' me cuesta. Por eso se metían conmigo». Lo pasó tan mal que llegó a autolesionarse, dejó de ir a clase y necesitó ayuda psiquiátrica. «Las cosas solo empezaron a cambiar cuando reuní el valor para contar lo que me estaba pasando».
Su ejemplo ilustra la indefensión que sufren las víctimas del acoso escolar. Una indefensión que es una mezcla de impotencia, terror y soledad; la soledad tremenda de un niño que está rodeado de otros niños que se inhiben ante las crueldades del matón de turno o, peor aún, las celebran; no por falta de empatía, sino porque no saben cómo reaccionar. Lo más frustrante del acoso escolar es que el 88 por ciento de las veces ocurre delante de un público que ríe o que calla; cómplice por activa o por pasiva. Movilizar a esos testigos y convertirlos en defensores de la víctima no es fácil, pero es la clave del método KiVa, que ha hecho disminuir drásticamente el acoso en Finlandia y que ya ha comenzado a implantarse en una decena de países.
«Los acosadores suelen ser populares. Y poderosos», explica la psicóloga Christina Salmivalli, de la Universidad finlandesa de Turku, creadora del programa. Normalmente, para que un alumno dé un paso al frente y apoye a la víctima hay que tener un cierto estatus. Prestigio, convicciones morales... Un 17 por ciento es capaz de hacerlo por propia iniciativa. ¿Pero qué pasa con el resto? La originalidad de KiVa radica en que no convierte en héroes a los que no tienen madera de tales, sino que les proporciona herramientas para solidarizarse con el compañero acosado sin tener que recurrir al valor. Y para informar del problema sin convertirse en chivatos. Es toda la clase, y en última instancia la escuela entera, la que se involucra.
Finlandia implantó este sistema tras una situación de alarma nacional.
KiVa es un juego de palabras (significa 'guay' en finés y también es el acrónimo de 'contra el acoso'). Finlandia lo ha implantado ya en nueve de cada diez colegios, unos 2500. El programa arrancó en un momento de emergencia nacional. En 2007, un joven armado irrumpió en su escuela de la localidad de Jokela y mató a seis estudiantes, la directora y la enfermera; luego se suicidó. Se supo que había padecido acoso escolar durante toda su vida académica. Hubo otra masacre en 2008. Y Finlandia registraba una de las tasas de suicidio adolescente más altas del mundo. Por aquel entonces, el Gobierno ya había decidido encargarles a los investigadores de la Universidad de Turku un plan de choque contra el acoso. Y la sociedad, traumatizada, se lo tomó muy en serio.
KiVa se implantó con fondos públicos. Se realizó un estudio de tres años para evaluar su efectividad. Participaron 234 colegios y 28.000 estudiantes de entre 7 y 15 años. Los resultados fueron espectaculares. Los casos de acoso desaparecieron en el 79 por ciento de las escuelas. Esto propició, además, que aumentase el bienestar en las aulas y también la motivación de los alumnos. Y el buen ambiente sirvió, de rebote, para apuntalar el éxito de Finlandia en las pruebas de Pisa.
«Ser cruel suele ser rentable en términos de popularidad. Nuestro método le da la vuelta a esa premisa y consigue que el acosador quede desacreditado ante el grupo», expone Salmivalli. El enfoque tradicional se centra en la protección de la víctima o en el castigo del acosador. Pero, según la investigadora, es un error intentar cambiar la personalidad del niño que es tímido o inseguro. Y el chulito siempre tendrá un aliciente para intimidarlo. Las consecuencias pueden ser devastadoras y prolongarse hasta la edad adulta. «Lo que nos preocupaba era la dinámica del grupo. Hay grupos que fomentan la intimidación y grupos que la previenen».
El programa ya ha sido exportado a colegios de Francia, Italia, Nueva Zelanda, Países Bajos, Bélgica, Estonia, Suecia, Grecia, Sudáfrica y Estados Unidos, entre otros, tutelados por el equipo finlandés. Se ha comprobado que el acoso escolar disminuye entre un 30 y un 50 por ciento durante el primer año. En el Reino Unido se lanzó un programa piloto en el que participaron 17 escuelas de País de Gales, monitorizado por Judy Hutchings y Susan Clarkson, investigadoras de la Universidad de Bangor. Los resultados han sido tan esperanzadores que este curso se ha implantado en 70 centros galeses e ingleses. «Existen dificultades, por supuesto. Algunos centros prefieren negar que el acoso sea un problema. Y no hay que bajar la guardia. De nada sirve instalar un buzón virtual para que los niños informen del acoso si el profesor encargado de comprobar el correo no lo hace diariamente. Pero el sistema funciona», afirma Hutchings. «KiVa actúa como una vacuna, inmuniza a los niños, les da herramientas para defenderse. Por eso, cuanto más temprano se empiece, mejor», añade Clarkson.
Los chicos deben aprender a interpretar sus emociones y las de sus compañeros.
¿Cómo funciona KiVa? El programa tiene dos ámbitos: el preventivo y el de intervención. Los estudiantes reciben clases a los 7, 10 y 13 años. Hay lecciones para identificar las emociones de los compañeros y saber cómo se sienten solo por el tono de voz o la expresión corporal. También aprenden a diferenciar qué es el acoso y qué una pelea ocasional. Las clases se completan con videojuegos, material de apoyo y charlas con los padres. El profesor encargado de vigilar el recreo usa un chaleco reflectante para visibilizar el compromiso del colegio.
El equipo KiVa lo suelen formar tres profesores. Son también los encargados de actuar en cuanto se tiene conocimiento de una situación de acoso. Primero se reúnen con la víctima, le dan apoyo y la tranquilizan. Luego hablan con el presunto acosador. Realizan un seguimiento y vuelven a entrevistarse con ambos al cabo de una o dos semanas. Si el problema continúa, también hablan con los padres. El 98 por ciento de los alumnos atendidos por un equipo KiVa aseguraron que su situación había mejorado.
Huw Jones es el profesor encargado de implementar KiVa en el colegio Llanllechid (País de Gales). «Introdujimos el programa en la clase de sexto (9-10 años). Lo hicimos porque pensamos que nos ayudaría a enfrentarnos a situaciones en las cuales nuestros estudiantes podían sentirse solos, apartados o heridos por los comentarios o la apatía de otros. Las lecciones les proporcionan la oportunidad de expresar sus sentimientos en un ambiente seguro. Es toda la comunidad escolar la que está implicada. Los chavales aprenden que el acoso es una conducta violenta que se repite sistemáticamente contra el mismo individuo y durante mucho tiempo. También aprenden que hay muchas maneras de ayudar al compañero, por ejemplo preguntándole cómo está. Que alguien se interese por ti, aunque solo sea una persona, mitiga los efectos del acoso porque rompe el bucle de la soledad. Como dijo Martin Luther King: 'Al final no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos'».
Escuela de respeto. KiVa se articula en diez lecciones sobre emociones y compañerismo que se realizan a lo largo del curso. Además, se desactiva cualquier conato de acoso en cuanto se detecta mediante entrevistas con los implicados.
Corazones de cartulina
Alumnos de sexto grado del colegio Llanllechid (País de Gales) escriben las cualidades que más les gustan de sus compañeros en clase de KiVa, un ejercicio práctico para reforzar la cohesión del grupo.
Un profesor del equipo KiVa con un chaleco reflectante está siempre disponible durante los recreos.
Ejercicio. Un niño camina por un pasillo. Si los que están sentados no colaboran, le resulta difícil avanzar.
Guía para acabar con el acoso escolar
La clase. Los espectadores no son cómplices
El programa se divide en tres fases: 6-9 años, 10-12 y 13-16, dependiendo del país. Cada fase consta de 10 lecciones (en dos sesiones de 45 minutos), ejercicios, juegos y trabajos que se realizan durante el curso. Los profesores KiVa enseñan a no reforzar la actitud del acosador y a empatizar con la víctima. Algunas escuelas colocan un banco en el patio para cuando estás triste. Si te sientas en él, los compañeros te acompañan y te preguntan qué te pasa.
Los profesores. Acción inmediata
Responden de manera rápida al surgir un problema. No dejan que los niños lo intenten resolver por su cuenta. Hacen de filtro para distinguir si se trata o no de acoso. ¿Hay antecedentes entre los niños involucrados? ¿Un desequilibrio de poder? Se entrevistan con víctima y acosador, pero nunca a la vez. Ni delante de sus compañeros. Escuchan a ambos. Realizan un seguimiento. Los profesores reciben formación específica de preparadores entrenados en Finlandia.
La víctima. Apoyo constante
A muchos niños les cuesta pedir ayuda: temen represalias o ser vistos como chivatos. Los acosados lo viven como algo vergonzante. Un alumno acosado puede acudir a los profesores de KiVa. Se les brinda apoyo inmediato para que salgan del aislamiento. No se les culpa ni se trata de que cambien su manera de ser. También se fomenta que los otros alumnos avisen si ven algo anómalo. Hay un buzón virtual para contactar de manera anónima.
El acosador. Adiós a la popularidad
La presión del grupo hace que el acosador no rentabilice sus acciones. Eso es más efectivo que los castigos. Exigirle disculpas públicas tampoco basta, y a veces incluso resulta contraproducente, pues es visto como una humillación por el acosador y puede incitarlo a la revancha. Mejor dialogar para que entienda cómo afecta su actitud a otros o invitarlo a que participe en tareas comunes en un grupo donde también esté su víctima.
Los padres. Atención a las señales
Reciben charlas en las que se les dan pautas. Se les pide que estén atentos a las señales de que algo no va bien con sus hijos, tanto en el caso de que puedan ser víctimas (por ejemplo, que no quieran ir a clase, cambios de humor, dificultad para conciliar el sueño, pérdida o rotura de ropa, libros, dispositivos electrónicos; un bajón en las notas...) como acosadores. Nunca deben incitar a la víctima a defenderse o recriminarlo por su debilidad. El equipo KiVa actúa como mediador.
Lo que he aprendido
1. Aron, 9 años
«Estoy aprendiendo a saber cómo se sienten mis compañeros sin necesidad de que me lo digan. Si reconocemos cuando alguien está triste o asustado o se siente solo, le podemos ayudar. También hay veces que uno no tiene muchas ganas de hablar porque ese día no le apetece, y hay que darle espacio. Pero, si está mal todos los días, debe de ser por algo».
2. Tiegan, 9 años
«Si un compañero la toma contigo, sabes que puedes contarle a alguien lo que pasa y que te ayudará. Tenemos más confianza. Las lecciones de KiVa son divertidas, no son como estudiar para un examen. Hablamos mucho sobre el tema. Todos tenemos que participar y dar nuestra opinión y así también nos conocemos mejor».
3. Ursula, 9 años
«Si no haces nada mientras ves que a un niño le están haciendo la vida imposible, es como si estuvieras de acuerdo. Eso es tan malo como acosar. Porque le das alas al que se porta así y no va a parar, va a seguir al día siguiente y a la semana siguiente, hasta que se harte. Tienes que decirle que lo deje en paz. O contárselo al profesor o a tus padres».
4. Carwyn, 10 años
«No soporto que alguien se porte mal con un compañero y no tengo ningún interés en hacerme amigo de un abusón o en reírle las gracias. Pero no siempre una discusión o una riña sucede porque te estén acosando. Tiene que ser una conducta que se repita y siempre contra el mismo. He aprendido que cuando pasa eso no puedes mirar y no hacer nada».
La creadora
Christina Salmivalli, psicóloga de la Universidad de Turku (Finlandia), lleva 25 años investigando el acoso escolar y es la creadora del método. Los derechos son del Ministerio de Educación finlandés. KiVa solo se puede implementar en países donde una entidad colaboradora haya comprado la licencia y reclute a los colegios. El precio es negociable e incluye material. «Es un contrato que exige un compromiso a largo plazo». Los formadores del profesorado reciben un curso de cuatro días en Turku. El próximo, en enero. KiVa se implantará en España próximamente. La formación previa la ofrece el Instituto Escalae, en colaboración con Edudesign Finland.
TÍTULO: ENTREVISTA - Max Mosley,.
-fotos--Max Mosley: "El sexo es tan irracional como pilotar coches de carreras"
Este hombre ha convertido la Fórmula 1
en el gran negocio que es hoy. Pero no es lo único llamativo de su
biografía: se han publicado fotos suyas en una fiesta sadomasoquista, se
ha enfrentado a uno de los mayores grupos de comunicación, sus padres
eran simpatizantes de los nazis... El británico Max Mosley nos habla de
su rocambolesca vida.
Su padre, Oswald Mosley, fundó el partido fascista de Gran
Bretaña; y su madre conocía y admiraba a Hitler. Tanto que a ambos se
les recibía en el cuarto de estar de Joseph Goebbels. Mosley nació en
Londres en 1940, en el seno de una familia aristocrática. Tras ejercer
unos años como abogado se pasó al deporte del motor. Fue piloto de
carreras y dirigió la Federación Internacional de Automovilismo (FIA)
entre 1993 y 2009. Hace siete años, el periódico News of the World
publicó fotos y vídeos de una fiesta sadomasoquista en la que participó.
Mosley presentó una demanda y ganó. De todo ello hablamos con él, con
motivo de la reciente publicación de su autobiogrfía Formula One and
beyond.
XLSemanal. Hace unos años lo grabaron a escondidas durante una fiesta sadomasoquista de la que luego se dijo que era una orgía nazi. En respuesta, usted demandó a News of the World y ganó. Sin embargo, en su autobiografía describe aquella fiesta con todo detalle. ¿Cómo se entiende esto?
Max Mosley. Mi participación en aquella fiesta es un hecho conocido. La clave son las imágenes, y que no quiero que se me vuelva a relacionar automáticamente con el nazismo. Solo se trata de eso, no del hecho en sí.
XL. Su caso concitó la atención mundial. El News of the World, diario del grupo Murdoch hoy desaparecido, no contó con que usted acudiría a la justicia.
M.M. Alguien tenía que actuar contra aquel periódico. Los ataques contra la privacidad eran la norma. Y atacaban sobre todo a gente sin medios para defenderse.
XL. Y luego le tocó a usted. Como escribió en su libro: «Aparecieron fotografías de un encuentro sadomasoquista que mantuve con cinco mujeres. Se desarrolló con el acuerdo total de todas las partes, de una forma inofensiva y despreocupada, y terminó con una taza de té...».
M.M. Pero, a diferencia de otras víctimas de aquel periódico, yo tenía dinero y formación para demandarlos.
XL. Pero sus abogados trataron de disuadirlo...
M.M. Me dijeron: Max, la historia volverá a aparecer amplificada en los medios de todo el mundo. Pero no me importaba. Lo único que quería era ver a los responsables en el estrado y demostrar que eran unos mentirosos.
XL. Le molestó especialmente que se dijera que aquella fiesta sexual era una orgía nazi. ¿Les habría demandado también si solo hubieran publicado las fotos?
M.M. Sí, también. Pero aquel contexto nazi que le atribuyeron lo hacía todo aún más escandaloso y falso.
XL. A la confusión contribuyó que se hablara alemán durante lo que usted llama 'fiesta'. ¿Por qué ese idioma?
M.M. Una de las mujeres que participaron era alemana. Y a otra de ellas le gustaba que le dieran órdenes en un idioma extranjero. Así que cumplimos un deseo que admito que sí que puede parecer raro. Pero el mundo del sadomasoquismo es bastante especial. En cualquier caso, aquello no tenía nada de orgía nazi. No puedo imaginarme nada menos erótico que el nazismo y, sobre todo teniendo en cuenta mi pasado familiar, no se me ocurre nada más absurdo.
XL. Todo hace suponer que News of the World pensaba que las mujeres de la fiesta guardarían silencio por vergüenza. ¿Le sorprendió que sus conocidas mostraran tanto valor?
M.M. No se puede decir que me sorprendiera, no. A fin de cuentas no se trataba de prostitutas lituanas explotadas, como también se llegó a insinuar, sino de mujeres que han alcanzado el éxito en sus carreras profesionales. Una de ellas tiene un doctorado en Química por una de las mejores universidades del país. Estas mujeres simplemente tienen una faceta digamos excéntrica en sus vidas, igual que yo.
XL. Las fotos y los vídeos los tomó una mujer cuyo marido trabajaba para los servicios secretos británicos.
M.M. Sí, para el MI5. Aquel hombre sabía que mi padre había sido el líder de los fascistas ingleses. Llamó al periódico y le ofrecieron 25.000 libras [más de 34.000 euros] a cambio de que su mujer grabara el encuentro a escondidas. La gente del periódico intentó que la mujer mintiera durante el juicio: el periodista construyó toda aquella patraña nazi y a ella le ofrecieron otras 8.000 libras para que la corroborase, pero se negó. Al final, los periodistas se quedaron sin coartada.
XL. ¿Conocía a la mujer de antes?
M.M. Por supuesto. También sabía que su marido trabajaba para el MI5. Todos lo sabíamos. Las mujeres tenían, y tienen, cierta relación de amistad entre ellas, y algunas cuidan a los hijos de las otras. A mí aquello incluso me hacía sentir más seguro, porque pensaba que su marido no tendría interés en que el hobby de su esposa saliera a la luz.
XL. ¿Sigue teniendo contacto con las mujeres?
M.M. No con la que grabó la fiesta, pero con las demás sí. Fueron muy valientes. La mayoría tiene familia.
XL. Y aun así declararon.
M.M. Sí, pero los que pasaron un mal rato ante el tribunal fueron los del periódico. Al redactor jefe le enseñaron las fotos, más de 100, y le pidieron que dijera dónde apreciaba algún elemento nazi. Fue incapaz, claro. Casi sentí compasión por él. Fue el principio del fin del News of the World.
XL. También ayudó usted a otras víctimas después, durante el juicio por las escuchas telefónicas del grupo Murdoch.
M.M. Sabíamos que su versión de que el hacking telefónico había sido un caso aislado, realizado por un periodista corrupto, era mentira. Los abogados de las víctimas les dijeron que demandar podría ser muy caro y que podrían perder sus casas. Por eso les dije a mis representantes legales que, si las cosas se ponían feas, yo me haría cargo de los costes. Al final, no nos costó ni un penique.
XL. ¿Cuál fue el momento más duro que vivió durante todo ese tiempo? ¿Quizá cuando le tuvo que enseñar a su mujer, Jean, el periódico con las fotografías?
M.M. Efectivamente. Y la reacción de mis hijos. Ya se imaginará lo que los hijos piensan cuando ven a su padre en semejante situación... Al final no es más que sexo, pero el sexo debería ser una cuestión privada.
XL. ¿Nadie de su familia se había imaginado nunca nada?
M.M. Nadie. Mantuve mis tendencias sexuales en secreto durante toda mi vida adulta. Todo lo que uno hace y que no cabe dentro del concepto habitual del sexo tiene un ligero estigma vergonzante.
XL. Ha afirmado que esa inclinación especial ya la percibió cuando era niño. Por su parte, su padre también tenía afición por mujeres que no fuesen la suya propia.
M.M. Sí, pero ese aspecto no es hereditario. No tengo noticia de que ni mis padres ni mis abuelos lo presentaran. Tampoco le di demasiadas vueltas, ni me planteaba: ¿por qué hago esto? Igual que no me preguntaba: ¿por qué me gustan las carreras? El sexo es tan irracional como conducir coches de carreras. Eso es lo más hermoso del asunto.
XL. Su juventud también fue poco convencional. Su padre fundó el partido fascista en Gran Bretaña y su madre, Diana, fue una encendida admiradora y conocida personal de Hitler. Ambos pasaron temporadas en la cárcel. ¿Cuándo se dio cuenta de que su familia no era como las demás?
M.M. De pequeño, hasta las visitas a la cárcel me parecían normales. No conocía otra cosa. Tardé tiempo en comprender que aquello no tenía nada de normal.
XL. ¿Cómo sucedió?
M.M. No terminé de entender del todo el pasado de mi familia hasta los 16 años, cuando ya vivía en Londres yo solo. Cuando empecé a hablar de política con mis compañeros, evidentemente el asunto era tema de conversación.
XL. ¿Ya había hablado de la cuestión con sus padres?
M.M. ¡Por supuesto! Hablaba a menudo con mi madre y con mi padre sobre Hitler, sobre el periodo nazi y sobre mi tía Unity, que llegó a ser amiga de Hitler. Quiso suicidarse el día en el que los británicos le declararon la guerra a Alemania. Me tía siempre hablaba del Führer, nunca decía Hitler, igual que mi padre, por cierto. Mi hermano y yo nos reíamos de aquello, le llamábamos «darling Führer». Nos parecía una excentricidad.
XL. Imaginamos que eso acabaría cambiando.
M.M. Cuando fui creciendo, empecé a hacer preguntas sobre los campos de concentración y la persecución de los judíos. Mi madre me decía: «Si no hubiese habido guerra, tampoco habría habido campos de concentración». Además, a quien hacía responsable de la guerra era a Churchill.
XL. Su madre y su tía son de las pocas personas que conocieron bien tanto a Hitler como a Churchill.
M.M. Churchill era como un tío para ellas. Su mujer era la mejor amiga de mi abuela. Hitler conoció a mi madre a través de Unity. Tuvieron su primer contacto en Múnich; ella solía ir a un local donde él celebraba sus tertulias.
XL. Tras la guerra, ¿su madre fue capaz de seguir argumentando la fascinación que había sentido por Hitler?
M.M. Siempre decía: «Tenía un talento extraordinario, que consistía en gustarle a la gente y que la gente quisiera ayudarlo. Poseía un gran encanto».
XL. ¿La erótica del poder?
M.M. No creo que fuera eso. Debió de tratarse de otro tipo diferente de magnetismo. No solo funcionaba con las mujeres, atraía a los hombres por igual. La gente que hoy lo califica de cretino no le hace ningún favor a la sociedad, no podrá reconocer al próximo dictador en el caso de que surja uno. Decir que era un imbécil me parece simplista.
XL. ¿Su apellido fue una carga para usted?
M.M. En cierto modo, sí. Cuando me presentaba a algo, o cuando no me lo concedían, nunca sabía si era por culpa de mi apellido o por no ser lo suficientemente bueno. Pero el punto fundamental es si habría acabado en la política de no haber sido por la historia de mi familia. Es lo que siempre quise. Me encantaban las carreras, pero lo mío era la política.
XL. ¿Sintió alivio al ver que a la gente del automovilismo no le importaba tanto su apellido?
M.M. Fue sensacional. En el mundillo inglés del motor a nadie le interesa la historia de nadie. En el continente no siempre era así. Una vez me encontré con un funcionario alemán que me soltó: «Mira qué bien, toparse con el hijo de un viejo nazi...».
XL. ¿Cómo es que empezó a conducir coches de carreras?
M.M. Me contagié con el virus, aquí en Inglaterra, la primera vez que fui a ver una carrera allá por 1960. Me sentí inmediatamente atrapado por la atmósfera.
XL. En aquellos tiempos, la Fórmula 1 seguía siendo una actividad muy arriesgada, mortal. ¿No tenía miedo?
M.M. Oh, sí, claro que tenía miedo.
XL. ¿Qué le decía su mujer?
M.M. Lo pasamos muy mal cuando Jim Clark tuvo el accidente mortal en 1968. Era dos veces campeón del mundo. Mi mujer me preguntó: «¿Qué te hace pensar que tú sobrevivirás?». Fui un poco injusto: Jean se había casado con un estudiante de Derecho que de repente se puso a pilotar.
XL. Tiene que ser una mujer muy tolerante.
M.M. Sí, sí que lo es.
XL. Tiempo después, Bernie Ecclestone y usted transformaron la Fórmula 1 en una maquinaria de entretenimiento mundial. ¿Tienen algo más en común?
M.M. Fuimos y somos amigos. La diferencia entre Bernie y yo era que a mí me motivaba la política tras los bastidores, porque me lo podía permitir y porque sabía que heredaría el dinero de mi familia. La motivación de Bernie siempre fue el dinero. Él se encargaba del negocio; yo, del deporte.
XL. Ahora, Ecclestone dice que la Fórmula 1 es aburrida.
M.M. Necesitamos más competencia, eso es verdad. Pero no es algo achacable a los pilotos, sino a las grandes diferencias que hay en la calidad de los coches. Y el argumÿento de que a la gente ya no le interesan las carreras tanto como antes porque los coches son cada vez más seguros es una bobada. La gente disfruta viendo al funambulista caminar sobre el alambre, pero no quiere verlo caer.
Privadísimo
1.- Es el segundo hijo del matrimonio Oswald Mosley y Diana Mitford, casados en la casa de Goebbels con Hitler como invitado.
2.- Cuando nació, la prensa especuló con que era hijo de Unity, hermana de Diana, y Hitler. Tiene tres hermanos mayores por parte de padre y dos por la de su madre. Fue el favorito de su padre.
3.- Deseaba dedicarse a la política, pero el pasado de su familia lo hizo imposible. Como adoraba el mundo del motor, estudió física: para entender y conocer las máquinas.
4.- Se casó a los 20 con la hija de un policía, Jean Taylor, y tuvieron dos hijos. A ella no le gusta salir con él en público. «Cuando va sola, nadie sabe quién es».
5.- El acoso de la prensa contribuyó al declive de su hijo Alexander, víctima de las drogas y la depresión. Apareció muerto a los 39 años en su casa de Notting Hill. «Nunca lo superaré».
TÍTULO: A FONDO EN PRIMER PLANO - Criogenización A la espera de resucitar,.
A fondo - EN PRIMER PLANO -
XLSemanal. Hace unos años lo grabaron a escondidas durante una fiesta sadomasoquista de la que luego se dijo que era una orgía nazi. En respuesta, usted demandó a News of the World y ganó. Sin embargo, en su autobiografía describe aquella fiesta con todo detalle. ¿Cómo se entiende esto?
Max Mosley. Mi participación en aquella fiesta es un hecho conocido. La clave son las imágenes, y que no quiero que se me vuelva a relacionar automáticamente con el nazismo. Solo se trata de eso, no del hecho en sí.
XL. Su caso concitó la atención mundial. El News of the World, diario del grupo Murdoch hoy desaparecido, no contó con que usted acudiría a la justicia.
M.M. Alguien tenía que actuar contra aquel periódico. Los ataques contra la privacidad eran la norma. Y atacaban sobre todo a gente sin medios para defenderse.
XL. Y luego le tocó a usted. Como escribió en su libro: «Aparecieron fotografías de un encuentro sadomasoquista que mantuve con cinco mujeres. Se desarrolló con el acuerdo total de todas las partes, de una forma inofensiva y despreocupada, y terminó con una taza de té...».
M.M. Pero, a diferencia de otras víctimas de aquel periódico, yo tenía dinero y formación para demandarlos.
XL. Pero sus abogados trataron de disuadirlo...
M.M. Me dijeron: Max, la historia volverá a aparecer amplificada en los medios de todo el mundo. Pero no me importaba. Lo único que quería era ver a los responsables en el estrado y demostrar que eran unos mentirosos.
XL. Le molestó especialmente que se dijera que aquella fiesta sexual era una orgía nazi. ¿Les habría demandado también si solo hubieran publicado las fotos?
M.M. Sí, también. Pero aquel contexto nazi que le atribuyeron lo hacía todo aún más escandaloso y falso.
XL. A la confusión contribuyó que se hablara alemán durante lo que usted llama 'fiesta'. ¿Por qué ese idioma?
M.M. Una de las mujeres que participaron era alemana. Y a otra de ellas le gustaba que le dieran órdenes en un idioma extranjero. Así que cumplimos un deseo que admito que sí que puede parecer raro. Pero el mundo del sadomasoquismo es bastante especial. En cualquier caso, aquello no tenía nada de orgía nazi. No puedo imaginarme nada menos erótico que el nazismo y, sobre todo teniendo en cuenta mi pasado familiar, no se me ocurre nada más absurdo.
XL. Todo hace suponer que News of the World pensaba que las mujeres de la fiesta guardarían silencio por vergüenza. ¿Le sorprendió que sus conocidas mostraran tanto valor?
M.M. No se puede decir que me sorprendiera, no. A fin de cuentas no se trataba de prostitutas lituanas explotadas, como también se llegó a insinuar, sino de mujeres que han alcanzado el éxito en sus carreras profesionales. Una de ellas tiene un doctorado en Química por una de las mejores universidades del país. Estas mujeres simplemente tienen una faceta digamos excéntrica en sus vidas, igual que yo.
XL. Las fotos y los vídeos los tomó una mujer cuyo marido trabajaba para los servicios secretos británicos.
M.M. Sí, para el MI5. Aquel hombre sabía que mi padre había sido el líder de los fascistas ingleses. Llamó al periódico y le ofrecieron 25.000 libras [más de 34.000 euros] a cambio de que su mujer grabara el encuentro a escondidas. La gente del periódico intentó que la mujer mintiera durante el juicio: el periodista construyó toda aquella patraña nazi y a ella le ofrecieron otras 8.000 libras para que la corroborase, pero se negó. Al final, los periodistas se quedaron sin coartada.
XL. ¿Conocía a la mujer de antes?
M.M. Por supuesto. También sabía que su marido trabajaba para el MI5. Todos lo sabíamos. Las mujeres tenían, y tienen, cierta relación de amistad entre ellas, y algunas cuidan a los hijos de las otras. A mí aquello incluso me hacía sentir más seguro, porque pensaba que su marido no tendría interés en que el hobby de su esposa saliera a la luz.
XL. ¿Sigue teniendo contacto con las mujeres?
M.M. No con la que grabó la fiesta, pero con las demás sí. Fueron muy valientes. La mayoría tiene familia.
XL. Y aun así declararon.
M.M. Sí, pero los que pasaron un mal rato ante el tribunal fueron los del periódico. Al redactor jefe le enseñaron las fotos, más de 100, y le pidieron que dijera dónde apreciaba algún elemento nazi. Fue incapaz, claro. Casi sentí compasión por él. Fue el principio del fin del News of the World.
XL. También ayudó usted a otras víctimas después, durante el juicio por las escuchas telefónicas del grupo Murdoch.
M.M. Sabíamos que su versión de que el hacking telefónico había sido un caso aislado, realizado por un periodista corrupto, era mentira. Los abogados de las víctimas les dijeron que demandar podría ser muy caro y que podrían perder sus casas. Por eso les dije a mis representantes legales que, si las cosas se ponían feas, yo me haría cargo de los costes. Al final, no nos costó ni un penique.
XL. ¿Cuál fue el momento más duro que vivió durante todo ese tiempo? ¿Quizá cuando le tuvo que enseñar a su mujer, Jean, el periódico con las fotografías?
M.M. Efectivamente. Y la reacción de mis hijos. Ya se imaginará lo que los hijos piensan cuando ven a su padre en semejante situación... Al final no es más que sexo, pero el sexo debería ser una cuestión privada.
XL. ¿Nadie de su familia se había imaginado nunca nada?
M.M. Nadie. Mantuve mis tendencias sexuales en secreto durante toda mi vida adulta. Todo lo que uno hace y que no cabe dentro del concepto habitual del sexo tiene un ligero estigma vergonzante.
XL. Ha afirmado que esa inclinación especial ya la percibió cuando era niño. Por su parte, su padre también tenía afición por mujeres que no fuesen la suya propia.
M.M. Sí, pero ese aspecto no es hereditario. No tengo noticia de que ni mis padres ni mis abuelos lo presentaran. Tampoco le di demasiadas vueltas, ni me planteaba: ¿por qué hago esto? Igual que no me preguntaba: ¿por qué me gustan las carreras? El sexo es tan irracional como conducir coches de carreras. Eso es lo más hermoso del asunto.
XL. Su juventud también fue poco convencional. Su padre fundó el partido fascista en Gran Bretaña y su madre, Diana, fue una encendida admiradora y conocida personal de Hitler. Ambos pasaron temporadas en la cárcel. ¿Cuándo se dio cuenta de que su familia no era como las demás?
M.M. De pequeño, hasta las visitas a la cárcel me parecían normales. No conocía otra cosa. Tardé tiempo en comprender que aquello no tenía nada de normal.
XL. ¿Cómo sucedió?
M.M. No terminé de entender del todo el pasado de mi familia hasta los 16 años, cuando ya vivía en Londres yo solo. Cuando empecé a hablar de política con mis compañeros, evidentemente el asunto era tema de conversación.
XL. ¿Ya había hablado de la cuestión con sus padres?
M.M. ¡Por supuesto! Hablaba a menudo con mi madre y con mi padre sobre Hitler, sobre el periodo nazi y sobre mi tía Unity, que llegó a ser amiga de Hitler. Quiso suicidarse el día en el que los británicos le declararon la guerra a Alemania. Me tía siempre hablaba del Führer, nunca decía Hitler, igual que mi padre, por cierto. Mi hermano y yo nos reíamos de aquello, le llamábamos «darling Führer». Nos parecía una excentricidad.
XL. Imaginamos que eso acabaría cambiando.
M.M. Cuando fui creciendo, empecé a hacer preguntas sobre los campos de concentración y la persecución de los judíos. Mi madre me decía: «Si no hubiese habido guerra, tampoco habría habido campos de concentración». Además, a quien hacía responsable de la guerra era a Churchill.
XL. Su madre y su tía son de las pocas personas que conocieron bien tanto a Hitler como a Churchill.
M.M. Churchill era como un tío para ellas. Su mujer era la mejor amiga de mi abuela. Hitler conoció a mi madre a través de Unity. Tuvieron su primer contacto en Múnich; ella solía ir a un local donde él celebraba sus tertulias.
XL. Tras la guerra, ¿su madre fue capaz de seguir argumentando la fascinación que había sentido por Hitler?
M.M. Siempre decía: «Tenía un talento extraordinario, que consistía en gustarle a la gente y que la gente quisiera ayudarlo. Poseía un gran encanto».
XL. ¿La erótica del poder?
M.M. No creo que fuera eso. Debió de tratarse de otro tipo diferente de magnetismo. No solo funcionaba con las mujeres, atraía a los hombres por igual. La gente que hoy lo califica de cretino no le hace ningún favor a la sociedad, no podrá reconocer al próximo dictador en el caso de que surja uno. Decir que era un imbécil me parece simplista.
XL. ¿Su apellido fue una carga para usted?
M.M. En cierto modo, sí. Cuando me presentaba a algo, o cuando no me lo concedían, nunca sabía si era por culpa de mi apellido o por no ser lo suficientemente bueno. Pero el punto fundamental es si habría acabado en la política de no haber sido por la historia de mi familia. Es lo que siempre quise. Me encantaban las carreras, pero lo mío era la política.
XL. ¿Sintió alivio al ver que a la gente del automovilismo no le importaba tanto su apellido?
M.M. Fue sensacional. En el mundillo inglés del motor a nadie le interesa la historia de nadie. En el continente no siempre era así. Una vez me encontré con un funcionario alemán que me soltó: «Mira qué bien, toparse con el hijo de un viejo nazi...».
XL. ¿Cómo es que empezó a conducir coches de carreras?
M.M. Me contagié con el virus, aquí en Inglaterra, la primera vez que fui a ver una carrera allá por 1960. Me sentí inmediatamente atrapado por la atmósfera.
XL. En aquellos tiempos, la Fórmula 1 seguía siendo una actividad muy arriesgada, mortal. ¿No tenía miedo?
M.M. Oh, sí, claro que tenía miedo.
XL. ¿Qué le decía su mujer?
M.M. Lo pasamos muy mal cuando Jim Clark tuvo el accidente mortal en 1968. Era dos veces campeón del mundo. Mi mujer me preguntó: «¿Qué te hace pensar que tú sobrevivirás?». Fui un poco injusto: Jean se había casado con un estudiante de Derecho que de repente se puso a pilotar.
XL. Tiene que ser una mujer muy tolerante.
M.M. Sí, sí que lo es.
XL. Tiempo después, Bernie Ecclestone y usted transformaron la Fórmula 1 en una maquinaria de entretenimiento mundial. ¿Tienen algo más en común?
M.M. Fuimos y somos amigos. La diferencia entre Bernie y yo era que a mí me motivaba la política tras los bastidores, porque me lo podía permitir y porque sabía que heredaría el dinero de mi familia. La motivación de Bernie siempre fue el dinero. Él se encargaba del negocio; yo, del deporte.
XL. Ahora, Ecclestone dice que la Fórmula 1 es aburrida.
M.M. Necesitamos más competencia, eso es verdad. Pero no es algo achacable a los pilotos, sino a las grandes diferencias que hay en la calidad de los coches. Y el argumÿento de que a la gente ya no le interesan las carreras tanto como antes porque los coches son cada vez más seguros es una bobada. La gente disfruta viendo al funambulista caminar sobre el alambre, pero no quiere verlo caer.
Privadísimo
1.- Es el segundo hijo del matrimonio Oswald Mosley y Diana Mitford, casados en la casa de Goebbels con Hitler como invitado.
2.- Cuando nació, la prensa especuló con que era hijo de Unity, hermana de Diana, y Hitler. Tiene tres hermanos mayores por parte de padre y dos por la de su madre. Fue el favorito de su padre.
3.- Deseaba dedicarse a la política, pero el pasado de su familia lo hizo imposible. Como adoraba el mundo del motor, estudió física: para entender y conocer las máquinas.
4.- Se casó a los 20 con la hija de un policía, Jean Taylor, y tuvieron dos hijos. A ella no le gusta salir con él en público. «Cuando va sola, nadie sabe quién es».
5.- El acoso de la prensa contribuyó al declive de su hijo Alexander, víctima de las drogas y la depresión. Apareció muerto a los 39 años en su casa de Notting Hill. «Nunca lo superaré».
TÍTULO: A FONDO EN PRIMER PLANO - Criogenización A la espera de resucitar,.
Criogenización A la espera de resucitar ( fotos )
Más de 140 cadáveres reposan en estos
contenedores de la fundación Alcor, en Estados Unidos. En su día, estas
personas aceptaron que sus cuerpos fueran congelados tras su muerte,
confiando en que la ciencia sería capaz de devolverlos a la vida en el
futuro. A muchos les parece una opción de 'locos', pero el caso de Kim
Suozzi una joven de 23 años ha reabierto el debate.
Unos momentos antes de que Kim Suozzi muriera de cáncer a los 23 años, en enero de 2013, a su novio, Josh Schisler, le correspondió llevar a la práctica el plan que habían trazado entre los dos: congelar su cerebro.
Sobreponiéndose a la pena y la emoción, al oír la alarma del monitor del pulso cardiaco, Josh llamó al equipo de criogenización. Cualquier retraso podía poner en peligro el objetivo: que un día se pudiera resucitar la mente de Kim. Ambos sabían que aquello sonaba un tanto disparatado. La posibilidad de que el cerebro de Kim pueda ser preservado para que unos decenios o siglos más adelante los billones de neuronas interconectadas sean convertidos en un código informático es aún hoy escasa. Y ellos mismos ya lo reconocían entonces a 'The New York Times Magazine'. Pero algunas de las técnicas que hace un par de años ya se aplicaban en los laboratorios empezaban a guardar cierto parecido con las imaginadas por los autores de ciencia ficción. ¿Por qué no intentarlo entonces?
Para empezar, los neurocientíficos ya han comenzado a cartografiar las conexiones entre las neuronas. Esta técnica implica el escaneado de los cerebros en unas láminas muy delgadas por medio de un microscopio de electrones. Al ser superpuestos en un ordenador, los escaneados revelan un mapa tridimensional de las conexiones de cada neurona, lo que se conoce como 'el conectoma'.
Si el conectoma pudiese replicarse, sería posible 'resucitar' un cerebro. Por supuesto, es una técnica que está en sus comienzos, pero eso no desanima a Alcor Life Extension Foundation, la mayor de las dos organizaciones estadounidenses especializadas en criogenización. Creada en los años setenta, Alcor almacena congelados los cuerpos de 140 personas que en su día albergaron la esperanza de ser revividas en el futuro. Esta fundación sin ánimo de lucro tiene unos mil miembros, que han aportado dinero para ser sometidos a preservación después de su eventual fallecimiento y para que se siga investigando en ese sentido.
Cómo mantener tu identidad con vida después de la muerte
Según los neurocientíficos defensores de esta posibilidad, si en el conectoma establecido por los genes y alterado por la experiencia vital es donde está depositada la información identitaria, el volcado informático de una mente en último término podría ser viable. Es la base de la teoría que se denomina 'singularidad', cuyo promotor es el científico Ray Kurzweil, que cuenta con grandes apoyos en Silicon Valley, donde incluso existe una universidad especializada en esa superinteligencia que nos hará vivir para siempre.
Pero, de momento, el reto consiste en preservar de forma fiable el conectoma. Es decir, que cuando fallezcamos esas conexiones neuronales no 'mueran', que se conserven para poder ser replicadas en un futuro. Para animar al desarrollo de técnicas solventes, Alcor a través de un consejo asesor formado por neurocientíficos ha creado un premio, dotado con 100.000 dólares aportados por un donante anónimo. El dinero será para el primer individuo o equipo que preserve el conectoma de un ratón o conejo de un modo que sea aceptable para una publicación científica.
El primer dilema es determinar cuál es la mejor forma de preservar un cerebro: mediante el frío o con productos químicos.
En la criogenización (práctica que existe desde hace decenios y que consiste en almacenar los cerebros y cuerpos humanos a 180 grados) se utiliza un viscoso anticongelante para reemplazar la sangre y el agua en el cerebro. Pero, dado que la criogenización tan solo puede iniciarse tras la certificación oficial del fallecimiento, es posible que se formen coágulos y que los vasos empiecen a venirse abajo antes del inicio del procedimiento. Con todo, los defensores de este tratamiento confían en que los daños bioquímicos sufridos por las células cerebrales sean reversibles en el futuro.
La otra opción es la defendida por el doctor Shawn Mikula, del Instituto Max Planck, y se llama 'quimiopreservación'. Primero se inyecta un fijador químico en el corazón del animal (en el futuro, un humano) anestesiado, todavía vivo, que preserva la estructura del cerebro. A continuación, el cerebro es sometido a un baño de metales pesados y parcialmente revestido en plástico rígido, para que las neuronas resulten visibles bajo el microscopio de electrones. Este método ofrece la importante ventaja de permitir el almacenamiento del cerebro a temperatura ambiente. Pero algunos neurocientíficos consideran que los productos químicos borran información imprescindible para diseñar una simulación fiel del cerebro. La investigación no ha hecho más que empezar.
El caso de Kim. Parte 1
Kim Suozzi era una joven estudiante de Neurociencia cuando le diagnosticaron un tumor incurable en el cerebro. Decidió criogenizarse. Esta es su historia.
La peor de las noticias
En el año 2007, Kim estaba feliz. Acababa de empezar una relación con Josh, estudiante de Ciencias Políticas. Pero ese invierno empezaron los dolores de cabeza. Los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral; un glioblastoma, incurable. Le dijeron que, tras tratarse con quimioterapia, remitiría temporalmente, pero que volvería y de forma virulenta. Y así ocurrió. En 2012, el tumor reapareció. Kim se había interesado por la criogenización desde que le hablaron de ello en clase de Ciencia Cognitiva. Le parecía una interesante posibilidad. Pero sabía que el proceso era caro. Una chica sin seguro no se lo podía permitir.
Ayuda en las redes
Su novio, Josh, le propuso a Kim conseguir el dinero a través de la red social Reddit. En agosto, la joven escribió: «Reddit, ayudadme a encontrar algo de paz en el hecho de morir joven (tengo 23 años)». Tuvieron muchas reacciones en contra, pero sobre todo apoyos: de organizaciones procriogenización, de ingenieros de Google, de inversores de Silicon Valley... Lograron el dinero que les faltaba. Eligieron la opción de neuropreservación: conservar solo el cerebro, no el cuerpo entero. «Me congelarán y me cortarán la cabeza; es más barato», bromeaba Kim.
Una decisión difícil de entender
Enfrentada a una muerte inminente, Kim decidió avanzar en las opciones de criogenización con el total apoyo de su pareja. Eran conscientes de las escasas posibilidades, dado que su cerebro ya estaba dañado por el cáncer. Pero querían intentarlo. No todo el mundo lo entendió. Su padre, con quien tenía una relación muy buena, se negó a financiar el proyecto. Estaba dispuesto a pagarle lo que hiciese falta: tratamientos, viajes... pero no eso. «No vivimos para siempre, Kim».
La muerte
En noviembre, Kim ya terminal dio poderes a Josh. «Sé, mamá y papá, que probablemente respetaríais mis deseos, pero Josh me conoce mejor». El padre protestó, pero acabó entendiéndolo. Decidieron que Kim moriría en un hospital cerca de la sede de Alcor en Scottsdale, para que el equipo de criogenización pudiera llegar pronto. Sus planes no se cumplieron exactamente: tras doce días en el hospital, ella se estabilizó y la llevaron a casa. Murió, con Josh a su lado, dos días después.
El caso de kim. parte 2
Una vez fallecida, había que actuar rápido. Metieron su cuerpo en un baño de hielo y lo trasladaron para iniciar el proceso de criogenización.
El proceso de criogenización
Una vez Kim fallecida, el proceso de criogenización fue como se había planeado. Las enfermeras de Alcor acudieron al apartamento y llevaron a cabo las primeras medidas. Restauraron la circulación sanguínea, insertaron un tubo en sus pulmones, metieron su cuerpo en un baño de hielo y lo llevaron a Alcor. A la mañana siguiente, su cabeza fue separada de su tronco. El crytoprotector líquido destinado a conservar su cerebro fue inyectado a través de sus arterias cerebrales.
El coste
El coste de criogenizarse en Alcor es de 80.000 dólares. Un tercio va destinado al personal médico; otro tercio se invierte en un fondo para la futura resurrección; y otro tercio, en los costes de almacenaje en nitrógeno líquido y el proceso de vitrificación (básicamente insertar anticongelante en las venas), similar al usado para almacenar esperma y embriones en los procesos de fertilización.
Aquí reposa...
La cabeza de Kim reposa ahora en este recipiente metálico. Josh, su novio, la lloró mucho tiempo. Ahora le deja mensajes de voz grabados. Todavía espera volver a encontrarse con ella algún día. «Mientras ese día llega, recordémosla y celebrémosla; intentemos crear el futuro de nuestros sueños». El padre de Kim, pasado lo peor del duelo, también le deja mensajes de voz algunas veces. Por si acaso.
Sobreponiéndose a la pena y la emoción, al oír la alarma del monitor del pulso cardiaco, Josh llamó al equipo de criogenización. Cualquier retraso podía poner en peligro el objetivo: que un día se pudiera resucitar la mente de Kim. Ambos sabían que aquello sonaba un tanto disparatado. La posibilidad de que el cerebro de Kim pueda ser preservado para que unos decenios o siglos más adelante los billones de neuronas interconectadas sean convertidos en un código informático es aún hoy escasa. Y ellos mismos ya lo reconocían entonces a 'The New York Times Magazine'. Pero algunas de las técnicas que hace un par de años ya se aplicaban en los laboratorios empezaban a guardar cierto parecido con las imaginadas por los autores de ciencia ficción. ¿Por qué no intentarlo entonces?
Para empezar, los neurocientíficos ya han comenzado a cartografiar las conexiones entre las neuronas. Esta técnica implica el escaneado de los cerebros en unas láminas muy delgadas por medio de un microscopio de electrones. Al ser superpuestos en un ordenador, los escaneados revelan un mapa tridimensional de las conexiones de cada neurona, lo que se conoce como 'el conectoma'.
Si el conectoma pudiese replicarse, sería posible 'resucitar' un cerebro. Por supuesto, es una técnica que está en sus comienzos, pero eso no desanima a Alcor Life Extension Foundation, la mayor de las dos organizaciones estadounidenses especializadas en criogenización. Creada en los años setenta, Alcor almacena congelados los cuerpos de 140 personas que en su día albergaron la esperanza de ser revividas en el futuro. Esta fundación sin ánimo de lucro tiene unos mil miembros, que han aportado dinero para ser sometidos a preservación después de su eventual fallecimiento y para que se siga investigando en ese sentido.
Cómo mantener tu identidad con vida después de la muerte
Según los neurocientíficos defensores de esta posibilidad, si en el conectoma establecido por los genes y alterado por la experiencia vital es donde está depositada la información identitaria, el volcado informático de una mente en último término podría ser viable. Es la base de la teoría que se denomina 'singularidad', cuyo promotor es el científico Ray Kurzweil, que cuenta con grandes apoyos en Silicon Valley, donde incluso existe una universidad especializada en esa superinteligencia que nos hará vivir para siempre.
Pero, de momento, el reto consiste en preservar de forma fiable el conectoma. Es decir, que cuando fallezcamos esas conexiones neuronales no 'mueran', que se conserven para poder ser replicadas en un futuro. Para animar al desarrollo de técnicas solventes, Alcor a través de un consejo asesor formado por neurocientíficos ha creado un premio, dotado con 100.000 dólares aportados por un donante anónimo. El dinero será para el primer individuo o equipo que preserve el conectoma de un ratón o conejo de un modo que sea aceptable para una publicación científica.
El primer dilema es determinar cuál es la mejor forma de preservar un cerebro: mediante el frío o con productos químicos.
En la criogenización (práctica que existe desde hace decenios y que consiste en almacenar los cerebros y cuerpos humanos a 180 grados) se utiliza un viscoso anticongelante para reemplazar la sangre y el agua en el cerebro. Pero, dado que la criogenización tan solo puede iniciarse tras la certificación oficial del fallecimiento, es posible que se formen coágulos y que los vasos empiecen a venirse abajo antes del inicio del procedimiento. Con todo, los defensores de este tratamiento confían en que los daños bioquímicos sufridos por las células cerebrales sean reversibles en el futuro.
La otra opción es la defendida por el doctor Shawn Mikula, del Instituto Max Planck, y se llama 'quimiopreservación'. Primero se inyecta un fijador químico en el corazón del animal (en el futuro, un humano) anestesiado, todavía vivo, que preserva la estructura del cerebro. A continuación, el cerebro es sometido a un baño de metales pesados y parcialmente revestido en plástico rígido, para que las neuronas resulten visibles bajo el microscopio de electrones. Este método ofrece la importante ventaja de permitir el almacenamiento del cerebro a temperatura ambiente. Pero algunos neurocientíficos consideran que los productos químicos borran información imprescindible para diseñar una simulación fiel del cerebro. La investigación no ha hecho más que empezar.
El caso de Kim. Parte 1
Kim Suozzi era una joven estudiante de Neurociencia cuando le diagnosticaron un tumor incurable en el cerebro. Decidió criogenizarse. Esta es su historia.
La peor de las noticias
En el año 2007, Kim estaba feliz. Acababa de empezar una relación con Josh, estudiante de Ciencias Políticas. Pero ese invierno empezaron los dolores de cabeza. Los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral; un glioblastoma, incurable. Le dijeron que, tras tratarse con quimioterapia, remitiría temporalmente, pero que volvería y de forma virulenta. Y así ocurrió. En 2012, el tumor reapareció. Kim se había interesado por la criogenización desde que le hablaron de ello en clase de Ciencia Cognitiva. Le parecía una interesante posibilidad. Pero sabía que el proceso era caro. Una chica sin seguro no se lo podía permitir.
Ayuda en las redes
Su novio, Josh, le propuso a Kim conseguir el dinero a través de la red social Reddit. En agosto, la joven escribió: «Reddit, ayudadme a encontrar algo de paz en el hecho de morir joven (tengo 23 años)». Tuvieron muchas reacciones en contra, pero sobre todo apoyos: de organizaciones procriogenización, de ingenieros de Google, de inversores de Silicon Valley... Lograron el dinero que les faltaba. Eligieron la opción de neuropreservación: conservar solo el cerebro, no el cuerpo entero. «Me congelarán y me cortarán la cabeza; es más barato», bromeaba Kim.
Una decisión difícil de entender
Enfrentada a una muerte inminente, Kim decidió avanzar en las opciones de criogenización con el total apoyo de su pareja. Eran conscientes de las escasas posibilidades, dado que su cerebro ya estaba dañado por el cáncer. Pero querían intentarlo. No todo el mundo lo entendió. Su padre, con quien tenía una relación muy buena, se negó a financiar el proyecto. Estaba dispuesto a pagarle lo que hiciese falta: tratamientos, viajes... pero no eso. «No vivimos para siempre, Kim».
La muerte
En noviembre, Kim ya terminal dio poderes a Josh. «Sé, mamá y papá, que probablemente respetaríais mis deseos, pero Josh me conoce mejor». El padre protestó, pero acabó entendiéndolo. Decidieron que Kim moriría en un hospital cerca de la sede de Alcor en Scottsdale, para que el equipo de criogenización pudiera llegar pronto. Sus planes no se cumplieron exactamente: tras doce días en el hospital, ella se estabilizó y la llevaron a casa. Murió, con Josh a su lado, dos días después.
El caso de kim. parte 2
Una vez fallecida, había que actuar rápido. Metieron su cuerpo en un baño de hielo y lo trasladaron para iniciar el proceso de criogenización.
El proceso de criogenización
Una vez Kim fallecida, el proceso de criogenización fue como se había planeado. Las enfermeras de Alcor acudieron al apartamento y llevaron a cabo las primeras medidas. Restauraron la circulación sanguínea, insertaron un tubo en sus pulmones, metieron su cuerpo en un baño de hielo y lo llevaron a Alcor. A la mañana siguiente, su cabeza fue separada de su tronco. El crytoprotector líquido destinado a conservar su cerebro fue inyectado a través de sus arterias cerebrales.
El coste
El coste de criogenizarse en Alcor es de 80.000 dólares. Un tercio va destinado al personal médico; otro tercio se invierte en un fondo para la futura resurrección; y otro tercio, en los costes de almacenaje en nitrógeno líquido y el proceso de vitrificación (básicamente insertar anticongelante en las venas), similar al usado para almacenar esperma y embriones en los procesos de fertilización.
Aquí reposa...
La cabeza de Kim reposa ahora en este recipiente metálico. Josh, su novio, la lloró mucho tiempo. Ahora le deja mensajes de voz grabados. Todavía espera volver a encontrarse con ella algún día. «Mientras ese día llega, recordémosla y celebrémosla; intentemos crear el futuro de nuestros sueños». El padre de Kim, pasado lo peor del duelo, también le deja mensajes de voz algunas veces. Por si acaso.
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