fotos,. Un trío en la cocina - El consumo de alcohol centra el fin de curso del plan de prevención en Villanueva,.
El consumo de alcohol centra el fin de curso del plan de prevención en Villanueva,.
Políticas Sociales volverá a apostar este año por el programa 'Mujeres y Psicofármacos',.
Por su parte, Mónica Calurano, concejal de Política Social explica que han sido tres los marcos de actuación desde los cuales se ha desarrollado este Programa de Prevención en Conductas Adictivas. Desde la prevención general, añade, se han desarrollado acciones como un taller de prevención en conductas sexuales de riesgo y asociación al consumo de sustancias tóxicas, dirigida a los alumnos de primero de bachillerato. También se desarrolló un proyecto piloto 'Vamos de Botellón' en colaboración con el SES.
A su vez se celebró la semana sin humos, la campaña de consumo responsable en las fiestas de Santiago y Santa Ana bajo el lema 'Porque la diversión no está en tu copa sino en ti'. En cuanto al mes de prevención en conductas adictivas, se ha centrado en actuaciones de sensibilización y prevención en la problemática de la adicción al juego y al alcohol como la campaña de concienciación '¿Quién quieres que forme parte de tu fiesta?'.
Construye tu mundo
En cuanto a la prevención selectiva, Calurano explica que se han llevado a cabo el programa de 'Construye tu mundo' en el que se pretendía reducir y retrasar la edad de inicio en el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales en los diferentes centros educativos de la localidad. Además, se impartió un módulo complementario de prevención en conductas adictivas en la Escuela Profesional 'El Molino'.En cuanto a la prevención indicada se han desarrollado programas de menores en reeducación en conductas adictivas, donde se ha intervenido con una veintena de menores con inicio de consumo de sustancias tóxicas o estupefacientes y familias con consumidores, además, de un programa de menores infractores con intervenciones individuales.
También se puso en marcha el programa 'Mujer y Psicofármacos' dirigido a aquellas mujeres que toman la decisión de buscar una alternativa al uso de psicofármaco, dejar o reducir el consumo de los mismos, concienciando a 10.000 féminas. Una campaña, como afirma la concejal delegada, Mónica Calurano, por la que se seguirá apostando en el 2019 «como uno de los programas más transgresores, ya que en Extremadura no existe ninguno sobre esta temática que trabaje de forma conjunta la prevención e intervención con mujeres que padezcan esta dependencia».
TITULO: Un país mágico - El acento extremeño ,.
El sabado -12- Enero a las 18:30 por La 2, foto.
En
estos días de Navidad, con Cáceres lleno de familiares que vuelven de
Madrid o Barcelona a pasar unos días, me ha llamado la atención escuchar
a muchos cacereños de toda la vida hablar pronunciando cada ese y cada
jota como si fueran locutores de televisión. No lo entiendo.
Avergonzarse del acento propio e imitar el de otras regiones es una
suerte de complejo que me irrita.
Eso me sucedía en la calle. Luego, cuando entraba en el hospital para pasar allí algunas noches, escuchaba a gentes de la provincia que se expresaban como sabían, sin avergonzarse de sus coloquialismos y sus localismos, orgullosos de hablar como siempre han hablado y sin ningún complejo.
Me lo pasaba bien en la 'Residencia' averiguando si la familia de la habitación de al lado era de un pueblo situado al norte del Tajo o de otro pegado a la raya fronteriza. Si cerraban las oes finales, los situaba por el Alagón y acertaba. Si pronunciaban la ese implosiva, antes de otra consonante, les preguntaba si eran de Cedillo o de Herrera de Alcántara y entablábamos animada conversación sobre vocablos y acentos característicos.
Cuando era adolescente, no aguantaba a los tontos de Cáceres que intentaban pronunciar las eses para parecer que no eran de aquí. Algunos de aquella generación aún presumen de tener ascendientes de fuera como si no sintieran el orgullo de ser de aquí, disimulándolo con eses y jotas.
Hace 40 años, lo de ser extremeño parecía un baldón. Ya no nos acordamos, pero nos hemos sacudido muchos complejos en este tiempo de autonomía. Por eso me dan pena los emigrantes que regresan a Extremadura y adoptan una pose de superioridad, en un intento de aumentar su autoestima minusvalorando al otro y despreciando no a su vecino, sino sus propios orígenes.
Esto de los acentos y los complejos está más extendido de lo que parece. Fíjense: unos se acomplejaban de su acento extremeño y servidor, cuando llegué a Galicia y me puse a hablar gallego, escuché cómo me pedían que volviera a hablar con mi acento extremeño. «Preferimos que sigas hablando español, que lo hablas con muy buen acento», me decían manifestando complejo por un lado y desconocimiento por otro.
En Galicia, hicimos una encuesta en el instituto y los alumnos confesaban que hablaban gallego en casa y con la familia, pero cuando salían a la calle iban cambiando al castellano y cuando ligaban, que es cuando se sentían más expuestos y cuando más deseaban impresionar, hablaban siempre castellano.
En Cáceres, había chicas en mis tiempos que cuando ligaban con un extraño, pronunciaban unas eses muy sonoras y unas jotas muy velares, pero cuando hablaban con nosotros, los de casa, aspiraban eses y jotas con familiaridad. Supongo que en esto de los acentos está la clave del poder: los habitantes de las autonomías pujantes hablan con su acento sin ningún complejo; los que vivimos en regiones pobres, tenemos tendencia a imitar a los ricos, en nuestro caso, a base de eses y jotas.
Lo de hablar fino es muy relativo. Si en la Edad Media, el reino de León hubiera sido más poderoso que el de Castilla, seguramente lo fino y elegante sería decir «estati quietu», al estilo de Ceclavín o Garrovillas, es decir, vocales finales leonesas cerradas a tope. Como Castilla fue el reino hegemónico, lo de «estati quietu» suena pueblerino, pero no lo es: simplemente, hablan como leoneses viejos.
En ese punto, me encantan los habitantes del Val do Xálima. Ellos sí que no tienen vergüenza al emplear a fala. En la escuela, en el trabajo, en casa, para ligar y para jugar, hablan como saben y como son. No tienen ningún complejo y utilizan su lengua con una naturalidad ejemplar.
En Francia, una diputada del grupo de Macron ha propuesto que se castigue la glotofobia (burla de un acento). Solo faltaba que también esto fuera delito. Burlarse de un acento u ofenderse por esa burla denota complejo, pero no es delito, solo estupidez.
Eso me sucedía en la calle. Luego, cuando entraba en el hospital para pasar allí algunas noches, escuchaba a gentes de la provincia que se expresaban como sabían, sin avergonzarse de sus coloquialismos y sus localismos, orgullosos de hablar como siempre han hablado y sin ningún complejo.
Me lo pasaba bien en la 'Residencia' averiguando si la familia de la habitación de al lado era de un pueblo situado al norte del Tajo o de otro pegado a la raya fronteriza. Si cerraban las oes finales, los situaba por el Alagón y acertaba. Si pronunciaban la ese implosiva, antes de otra consonante, les preguntaba si eran de Cedillo o de Herrera de Alcántara y entablábamos animada conversación sobre vocablos y acentos característicos.
Cuando era adolescente, no aguantaba a los tontos de Cáceres que intentaban pronunciar las eses para parecer que no eran de aquí. Algunos de aquella generación aún presumen de tener ascendientes de fuera como si no sintieran el orgullo de ser de aquí, disimulándolo con eses y jotas.
Hace 40 años, lo de ser extremeño parecía un baldón. Ya no nos acordamos, pero nos hemos sacudido muchos complejos en este tiempo de autonomía. Por eso me dan pena los emigrantes que regresan a Extremadura y adoptan una pose de superioridad, en un intento de aumentar su autoestima minusvalorando al otro y despreciando no a su vecino, sino sus propios orígenes.
Esto de los acentos y los complejos está más extendido de lo que parece. Fíjense: unos se acomplejaban de su acento extremeño y servidor, cuando llegué a Galicia y me puse a hablar gallego, escuché cómo me pedían que volviera a hablar con mi acento extremeño. «Preferimos que sigas hablando español, que lo hablas con muy buen acento», me decían manifestando complejo por un lado y desconocimiento por otro.
En Galicia, hicimos una encuesta en el instituto y los alumnos confesaban que hablaban gallego en casa y con la familia, pero cuando salían a la calle iban cambiando al castellano y cuando ligaban, que es cuando se sentían más expuestos y cuando más deseaban impresionar, hablaban siempre castellano.
En Cáceres, había chicas en mis tiempos que cuando ligaban con un extraño, pronunciaban unas eses muy sonoras y unas jotas muy velares, pero cuando hablaban con nosotros, los de casa, aspiraban eses y jotas con familiaridad. Supongo que en esto de los acentos está la clave del poder: los habitantes de las autonomías pujantes hablan con su acento sin ningún complejo; los que vivimos en regiones pobres, tenemos tendencia a imitar a los ricos, en nuestro caso, a base de eses y jotas.
Lo de hablar fino es muy relativo. Si en la Edad Media, el reino de León hubiera sido más poderoso que el de Castilla, seguramente lo fino y elegante sería decir «estati quietu», al estilo de Ceclavín o Garrovillas, es decir, vocales finales leonesas cerradas a tope. Como Castilla fue el reino hegemónico, lo de «estati quietu» suena pueblerino, pero no lo es: simplemente, hablan como leoneses viejos.
En ese punto, me encantan los habitantes del Val do Xálima. Ellos sí que no tienen vergüenza al emplear a fala. En la escuela, en el trabajo, en casa, para ligar y para jugar, hablan como saben y como son. No tienen ningún complejo y utilizan su lengua con una naturalidad ejemplar.
En Francia, una diputada del grupo de Macron ha propuesto que se castigue la glotofobia (burla de un acento). Solo faltaba que también esto fuera delito. Burlarse de un acento u ofenderse por esa burla denota complejo, pero no es delito, solo estupidez.
TITULO: Diario de un nómada -Cubitos de 25.000 años,.
El domingo -13- Enero a las 19:00 por La 2 , foto.
Cubitos de 25.000 años,.
El hielo milenario seduce a sibaritas de todo el mundo por su alta calidad. «Su pureza lo hace único para degustar un buen whisky»,.
Allí, en el fin del mundo, en aquel paraíso inhóspito donde solo llegan exploradores y osados turistas, pensaron que su delito quedaría impune. ¿Quién iba a echar en falta unos cuantos trozos de hielo? Se equivocaron. La Policía les esperaba en Cochrane, una localidad a 2.040 kilómetros al sur de Santiago, donde el oro blanco iba a ser picado para ser servido como cubitos en copas de whisky.
Y es que el hielo milenario no es cualquier hielo. Se le conoce como el 'diamante negro', ya que, a diferencia de otros témpanos helados, su cristalina transparencia refleja la oscuridad del océano más profundo. Pero no es su aparente color lo que lo convierte en la actualidad en un producto 'premium'. Es su pureza, ya que se formó antes de que la contaminación causada pr el hombre hiciese estragos en el planeta y, también, su extraordinaria capacidad para derretirse más lentamente que un hielo convencional, dado que se fraguó a partir de los copos de nieve caídos durante 25.000 años y con el tiempo quedaron tan comprimidos que apenas dejaron aire en su interior.
Para algunos es simple esnobismo, pero el consumo de hielo milenario no es nuevo ni exclusivo de estas tierras australes. En 1988, el diario estadounidense 'The New York Times' ya advertía de que el comercio de hielo glaciar se estaba convirtiendo en una 'Hot new industry', en un atractivo y lucrativo negocio en regiones como Alaska. En ese estado, el hielo milenario no solo se usa para refrescar el trago, sino también para elaborar cerveza, vodka y agua embotellada. Y en ciudades como Los Ángeles y Nueva York cuentan con empresas que suministran hielo glaciar de alta calidad a fiestas exclusivas, que posiblemente termina en los vasos de famosos como Brad Pitt o Penélope Cruz.
En Saint John's, capital de la isla ártica de Newfoundland, en Canadá, los hombres cuyos antepasados pescaban bacalao ya no van a los pesqueros. Han sustituido las redes por excavadoras y los barcos, por destiladoras de vodka. Son 'pescadores de icebergs': su agua es el ingrediente principal que se usa para fabricar uno de los vodkas más exclusivos. Están convencidos de que su calidad se debe a la pureza de ese agua, diez veces menos ácida que la embotellada.
Y no son los únicos que han encontrado una mina de oro en las regiones más heladas del planeta y quieren sacar tajada. En Noruega, la compañía Svaice pretende obtener el hielo de un glaciar gigantesco y milenario, el Svartisen, al norte del país, para venderlo a exclusivos restaurantes de Nueva York, Londres y Oriente Medio. Serían los cubitos más caros del mundo, entre 15 y 35 dólares por cada bebida. Según Geir Olsen, el empresario que ha tenido la idea, el hielo glaciar es de muy alta calidad, claro y puro, y no está contaminado ni desprende ningún sabor. Todas estas características hacen único su producto.
Según los expertos, el agua despierta los aromas ocultos en las moléculas de un destilado. Por eso, cuidar la dosis es clave para no estropear un buen whisky: apenas un chorrito es suficiente o unos cubitos de hielo. Pero no cualquier hielo. «Si entre un 15% y un 25% de un cóctel es agua, que al menos sea de calidad», defienden.
Una copa en el glaciar
Pero el hielo milenario no solo seduce a empresarios avispados. En la Antártida, los militares lo pescan con grúas para paladearlo, aderezado con un buen espirituoso, en sus ratos de esparcimiento o para regalarlo a sus familiares una vez en tierra. Los turistas brindan con él en los cruceros turísticos, entusiasmados con la idea de consumir un hielo prehistórico.Desde 1976, el 'Skorpios III', un barco de 70 metros de eslora, se adentra en el glaciar de San Rafael (Chile) para mostrar su belleza a 14 privilegiados. Este crucero de aventuras es la única vía de acceso a este espectáculo natural, con torres de hielo milenario de hasta 60 metros de altura que a veces se desmoronan con estrépito y sirven para que el 'barman' coja un bloque, lo corte en trocitos y sirva la bebida exclusiva '12/30': un whisky de 12 años con hielo de 30.000 años de antigüedad.
Pero a pesar de toda esta fascinación por el hielo milenario, las palabras del glaciólogo croata-chileno Cedomir Marangonic desbaratan en parte su mito. «Podríamos decir que se derrite un poco más lento, pero tampoco es muy diferente de uno de 20 años de antigüedad», explica. «En realidad no hay grandes diferencias, excepto en la densidad y las impurezas. El hielo glaciar tiene algunas que provienen del arrastre del viento de las partículas». Aún así, asegura, su consumo es seguro y no debería causar daños a la salud de quien los consume. Salvo a la de su bolsillo, por supuesto. Por lo demás, dice, se trata de un hielo no muy distinto al normal, excepto por el romanticismo que genera su historia.
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