Cena con mamá - Ullate se retira con una Antígona que roza la perfección en escena , , Viernes -26- JULIO,./ 'Imprescindibles' estrena en La 2 - El periodista gracias al que vimos a Neil Armstrong pisar otro mundo,. , Domingo -28- Julio,. / De seda y hierro - Las uvas de la revancha ,. Domingo -28- Julio,.
TITULO: Cena con mamá - Ullate se retira con una Antígona que roza la perfección en escena , Viernes -26 - JULIO,.
Viernes - 26 - de julio a las 22:00 en La 1, foto.
Ullate se retira con una Antígona que roza la perfección en escena,.
La
obra del Festival de Teatro Clásico de Mérida, que narra con danza la
tragedia de Sófocles, carecía de texto, pero llegó al espectador por su
emoción,.
02:49
Hemón, interpretado por Josué Ullate, y Lucía Lacarra, haciendo el papel de Antígona.
¿Cómo entender la historia de Antígona
a través de un ballet sin diálogo? ¿Cuántos tipos de sentimientos
diferentes puede despertar el ballet? ¿Cómo puede ser una danza delicada
y firme y fuerte a la vez? Las respuestas a estas preguntas solo las
conoce el creador de la versión de 'Antígona' en forma de danza para el Festival de Teatro Clásico de Mérida, Víctor Ullate.
Contar
una historia sin mencionar una sola palabra y que el público la
entienda, sin perderse en ningún momento, es una capacidad atribuible al
maestro que firma el montaje junto a Eduardo Lao, director artístico.
El ballet fue su única herramienta para mover al espectador a su antojo
de un lado a otro, a través de la tragedia de Sófocles.
El día del estreno de la quinta obra de la programación del festival en el Teatro Romano
de esta obra de arte, el coreógrafo regaló al público emeritense
durante una hora y media un espectáculo lleno de detalles, bailes
perfectamente coordinados y una iluminación que no dejó indiferente al
espectador.
Además, el sonido de Miguel Lizarraga,
que comenzó simulando una tormenta en el mar, ayudó durante toda la
función al gentío que observaba desde unas gradas casi llenas para
adentrarse de lleno en la historia.
El vestuario de Iñaki Cobos,
elegante, bello y práctico a la vez, dejaba a los bailarines total
libertad para realizar unos movimientos delicados y precisos.
Los bailarines Mariano Cardano (Creonte) y Keiko Oishi. /
Los
tonos ocres predominaban en el vestuario de estilo grecolatino,
exceptuando los de color violeta de los bailarines principales. La
detallada iluminación de Luis Perdiguero acompañaba
siempre a la tonalidad del vestuario, de manera que cuando salía un
grupo de ballet con trajes predominantemente de colores terrosos, la
iluminación se tornaba anaranjada. Pero cuando salían a escena Antígona y
Hemón, con sus atuendos violeta, el suelo del teatro y el fondo,
decorado con pilas de barriles, formaban un conjunto de luces
homogéneas.
Los danzantes, más que bailar, parecían deslizarse
flotando por el suelo del Teatro Romano y, como movidos por el viento,
volaban como si de hojas se tratasen.
Destacable en este juego de bailes es el personaje de Antígona interpretado por Lucía Lacarra, una de las principales figuras del ballet clásico actual. Desde 2018, Lacarra es directora artística del Víctor Ullate Ballet.
No
es de extrañar que los bailarines de una compañía profesional como la
de Víctor Ullate consiguieran una perfecta coordinación y gran carga
expresiva en los bailes tanto grupales como en pareja. La danza clásica,
acompañada de música de estilo parecido al árabe, dejó apreciar algunos
pasos típicos de este baile oriental.
Notable fue también la actuación y el diseño de la capa con capucha, típica de adivino, del bailarín Dorian Acosta, dando vida al vidente Tiresias. Así como la interpretación de Keiko Oishi, haciendo el papel de Eurídice, madre de Hemón.
Creonte de frente y de espaldas Hemón y Eurídice, interpretada por Keiko Oishi.
Hipnotizado
Gracias
a la fuerza expresiva del baile, los espectadores podían sentir
desesperación, tristeza o angustia por el destino injusto que le había
tocado a Antígona y rabia al conocer la intransigencia de Creonte, rey
de Tebas. Mario Cardano, que da vida a Creonte, bordó
un papel en el que, gracias a la destreza de sus movimientos, se pudo
ver fácilmente que él era el malo de la obra.
Durante la danza,
los bailarines congelaban algunos de sus movimientos para que el público
pudiera deleitarse por unos segundos. Como la imagen de la típica
bailarina de la caja de música.
Hubo momentos en los que el
público se quedó hipnotizado al ver la combinación de luces, bailes,
trajes y música, ya que lo único que desprendía este montaje era
belleza.
Una pila de barriles, también en tonos ocres, era la
única decoración de este escenario que ayudó a dar simbolismo a la obra,
al reflejarse en ellos las figuras de los bailarines. En estos toneles
también se recreó, sin dar lugar a dudas, el trono de Creonte y la
ciudad de Tebas.
En su última obra como director, Ullate quiso alcanzar la perfección.
Y a juzgar por los cerca de 10 minutos de aplausos del público, parece
que lo consiguió. Con esta Antígona, Ullate se despide del mundo
artístico. Pero como dijo en la presentación, le seguiremos viendo en
los teatros, aunque a partir de ahora, como espectador. Además, se viene a vivir a Villanueva de Vera, por lo que los extremeños le veremos más.
TITULO: 'Imprescindibles' estrena en La 2 - El periodista gracias al que vimos a Neil Armstrong pisar otro mundo ,. ,
Domingo -28- Julio,.
Domingo 28 de julio, a las 21:30 horas en La 2, fotos,.
A la Luna se puede viajar con el cuerpo o con la mente. El primero que puso allí el cuerpo fue Neil Armstrong, hace exactamente 50 años.
Pero el primero que puso la mente fue uno de los padres de la ciencia,
Johannes Kepler. A principios del siglo XVII, Kepler era el matemático
oficial del emperador Rodolfo II del Sacro Imperio Romano Germánico. En
una de sus reuniones cotidianas, el emperador preguntó a Kepler qué eran
esas zonas oscuras que se veían en la Luna. “Seguramente, señor, son
las sombras que proyectan las montañas lunares”. No lo eran, pero esa
respuesta improvisada presagió, en efecto, la literatura de ciencia
ficción. Y el primer viaje a la Luna de la historia de la humanidad. Con
la mente, por supuesto.
Entonces,
¿en qué cambió nuestra percepción del mundo la misión del Apolo 11 que
celebramos ahora? Es una buena pregunta. Al menos desde Kepler, todas
las generaciones de científicos que habían nacido en cuatro siglos
estaban seguros de que la hazaña de Armstrong, Collins y Aldrin
era posible, y que la única cuestión pendiente era desarrollar la
tecnología necesaria para ello. Hoy sabemos que tenían razón, pero
también que costó siglos convertir el enorme salto conceptual de los
pioneros de la carrera espacial —Copérnico, Kepler, Galileo, Newton— en
un viaje real de un cuerpo humano a nuestro satélite. La cantidad de
escollos técnicos que había que resolver resultó enorme, y aquellos
hacedores de nuestro mundo murieron sin comprobar la certeza de sus
ideas. Aunque también, seguramente, sin dudar de ellas.
Órbita
La primera persona que puso un objeto en órbita (con la mente) fue
Newton, que concibió un experimento mental difícil de refutar. Si lanzas
una bomba con un cañón, el impulso inicial hará que la bomba se mueva
en horizontal, mientras que la gravedad la hará ir cayendo al suelo. El
resultado es el famoso tiro parabólico que todos, incluidos los
militares, estudiamos en el colegio. Pero, si el cañón es lo bastante
poderoso, ocurre algo extraordinario. La bomba quiere caer al
suelo, pero la curvatura de la Tierra se lo impide, porque aleja el
suelo cada vez más. La bomba, calculó Newton, no tendría otra opción que
ponerse en órbita alrededor de la Tierra. Esas bombas de Newton son
nuestros cohetes, incluido el que llevó a Armstrong a la Luna.
El pie derecho de Neil Armstrong deja su huella en la Lunta el 20 de julio de 1969NASA
Pero Newton ni había nacido cuando Kepler viajó a la Luna (también
con la mente, desde luego). Allá atrás en 1609, cuando Rodolfo le
preguntó por las manchas lunares, Kepler no estaba solo con el
emperador. Asistía también a la reunión Wackher von Wackenfels, el
asesor religioso del monarca, y fue él, más que Rodolfo y hasta más que
Kepler, quien se quedó mesmerizado por la mera idea de que la Luna
pudiera tener montañas, no hablemos ya de sus sombras. Wackenfels, como
cualquier otro espécimen del género Homo, llevaba viendo la Luna todas
las noches desde que nació, pero jamás había imaginado que aquel disco
de luz que arrullaba a los amantes pudiera ser un mundo, con sus valles y
montañas, sus días y sus noches y su historia particular e irrepetible.
Todos éramos Wackenfels hasta 1969, cuando el Eagle, el módulo lunar de la misión Apolo 11 que llevaba dentro a Armstrong y Aldrin,
tocó suelo en el Mar de la Tranquilidad, un gran depósito basáltico
generado por primitivas erupciones volcánicas en nuestro satélite. Los
mares (o maria) lunares son esas zonas oscuras que se aprecian
en la Luna a simple vista, y se llaman así porque los astrónomos
antiguos los confundieron con mares auténticos. Hace 50 años, los
ingenieros de la NASA sabían perfectamente que no lo eran, pero mandaron
allí a los astronautas porque parecía una región bastante plana y
uniforme. No lo era.
Cuando el Eagle se aproximó al suelo lunar, Armstrong
percibió que aquello era un pedregal de mil demonios. El módulo lunar
tenía cuatro patas, y cada una con un sensor avanzado para la época,
pero con todo y con ello alunizar allí parecía una idea de bombero. Y
Armstrong no lo era en absoluto. Los ingenieros que trataron con él
conocen bien el acero frío de su mente racional.
Iba muy corto de combustible, al menos si quería volver a casa, pero
tomó la decisión correcta de gastárselo casi entero en buscar un aeropuerto
mejor y alunizar allí. “Houston, aquí Base Tranquilidad”, transmitió el
astronauta a Tierra. Lo de la “base” se lo había inventado, pues
ninguna había allí, pero el lapsus reveló seguramente el plan original
de la NASA, que era construir una base lunar permanente. El programa se
suspendió por falta de entusiasmo político, y la Base Tranquilidad sigue
sin existir. Pero allí estaban aquellos dos tipos en la Luna, como
hubiera soñado Kepler cuatro siglos antes.
La Tierra vista desde la Luna. NASA
Hasta ese momento, en efecto, todos éramos Wackenfels, gente que
llevaba toda su vida viendo la Luna cada noche, pero incapaz de percibir
lo que ese círculo luminoso significaba sobre nuestra posición en el
cosmos, en el gran esquema de las cosas, en el plan del Old One,
como llamaba Einstein a ese Dios en el que no creía. Sí, los astrónomos
conocían las posiciones, los físicos las ecuaciones y los ingenieros
las técnicas, pero mientras no vimos pasear por el suelo lunar a
Armstrong y Aldrin todos seguíamos siendo Wackenfels, el asesor
religioso del emperador Rodolfo.
Fresnedillas
Sobre la distancia que media entre el conocimiento teórico y la
evidencia práctica —entre Kepler y Armstrong— no se me ocurre una mejor
ilustración que una anécdota aportada por José Manuel Grandela, uno de
los ingenieros de la NASA que recibieron las comunicaciones del Apolo 11 desde la estación madrileña de Fresnedillas de la Oliva,
un pueblo al oeste de Madrid que en la época tenía 700 habitantes (hoy
el doble) y una amplia y desenvuelta población de gallinas, vacas y
otros semovientes que se revelaron como un peligro para los visitantes
norteamericanos. Fresnedillas fue uno de los tres puntos con que la NASA
cubrió el planeta a intervalos de 120º (los otros dos estaban en
Estados Unidos y Australia) para tener la misión a la Luna en contacto
permanente pese a la rotación de la Tierra. Y esto es lo que escucharon
en los momentos críticos.
Aldrin no salió del módulo lunar inmediatamente tras Armstrong, sino
15 minutos después. Armstrong le preguntó por qué había tardado tanto,
si tal vez había encontrado algún problema con la escotilla o la
escalerilla. Y lo que respondió Aldrin dejó de piedra a los
controladores de Fresnedillas. Justo mientras bajaba, Aldrin se dio
cuenta de que la puerta del módulo lunar no tenía una manecilla por la
parte de fuera.
Centro de control del centro spacial Kennedy, durante el despegue del 'Apolo 11'.NASA
Entre las 29 toneladas de material de alta tecnología que cientos de ingenieros habían puesto en la nave espacial, a nadie se le había ocurrido adosar a la puerta del módulo un picaporte
que podían haber comprado en una chatarrería. Gracias a Dios, en la
Luna no hay corrientes de aire, puesto que no hay aire, pero la mera
posibilidad de que se hubiera cerrado la puerta con los dos astronautas
por la parte de fuera produce una mezcla de escalofrío y risa tonta que
es difícil de parar.
Y esa es una eventualidad que no se le ocurrió a Kepler en su viaje
mental. La crisis del picaporte ilustra bien la diferencia de textura
narrativa que ofrecen los viajes reales y los imaginarios. Kepler
publicó el suyo en la primera novela de ciencia ficción de la historia, Somnium (El sueño, o El sueño de la Luna
en algunas versiones). Salió en 1634, con Kepler ya muerto y editada
por su hijo, pero la historia se gestó, precisamente, a partir del
asombro que Wackenfels había sentido al oír hablar a Kepler de las
montañas de la Luna. Los dos asesores del emperador Rodolfo, el
religioso y el matemático, se enzarzaron en una serie interminable de
conversaciones nocturnas sobre la posibilidad de viajar a la Luna, sobre
el descubrimiento de otros mundos y la naturaleza de sus habitantes. Y
fue el religioso quien convenció al científico de que escribiera su
novela.
Edwin Aldrin instala un sismógrafo en la Luna.NASA
Cincuenta años después de que El sueño de la Luna pasara a la estantería de no-ficción, cabe preguntarse en qué cambió el Apolo 11
nuestra cultura y nuestra concepción del mundo. Un primer efecto,
paradójicamente, fue desincentivar la carrera espacial. Una vez que
Estados Unidos había clavado su bandera en el Mar de la Tranquilidad —o
la “Base de la Tranquilidad”, como dijo Armstrong desde allí en su
célebre lapsus—, no sólo los soviéticos perdieron interés en llegar
allí, sino que también lo perdieron los propios norteamericanos. Tras
Armstrong y Aldrin, otros diez astronautas estadounidenses pisaron suelo
lunar, pero esas misiones ya ni abrían los telediarios. La gente, y en
particular los congresistas que financiaban a la NASA, se habían
empezado a aburrir de todo eso. El programa fue suspendido, y la Luna
solo está empezando en estos años a aflorar de nuevo en los sueños de
los científicos y los discursos de los políticos. Las consecuencias científicas y tecnológicas
de las misiones Apolo han sido grandes -del conocimiento de la geología
lunar al GPS- y otros artículos de este diario han dado buena cuenta de
ellos. ¿Y los efectos culturales? ¿Ha perdido magia la Luna desde que
Armstrong plantó la bota en su suelo? Hay un sentido en que sí: muchos
intelectuales y activistas empezaron de inmediato a hacer frases del
tipo “¿sabemos poner un hombre en la Luna y somos incapaces de arreglar
esto o aquello en nuestro planeta?”, “si gastáramos todo ese dinero en
paliar las desigualdades en casa…” y “Objetivo: la Tierra”. Esta discusión sigue hasta hoy
y merece la pena seguirla. Sobre cómo asignar mejor unos presupuestos
siempre escasos, nadie está en posesión de la verdad absoluta.
La novela de Kepler, en el fondo, acabó mucho peor que todo esto.
Como los protagonistas eran el propio Kepler y su madre, y como esta
última se revelaba en el relato como una especie de bruja —un recurso de
guion necesario para hacer llegar la nave a la Luna con la pobre
tecnología de la época—, Katharine Kepler fue acusada de brujería y
condenada en 1620. Su hijo logró salvarla de la hoguera, pero solo para
verla morir al poco de abandonar la cárcel. Fue la primera víctima del
sueño de la Luna. Vendrán más. Está en nuestra naturaleza.
TITULO:
De seda y hierro - Las uvas de la revancha ,. Domingo -28- Julio,.
El Domingo -28- Julio a las 20:20 por La 2, foto,.
Las uvas de la revancha,.
Vista
aérea del 'Château Miraval', de mil hectáreas y 35 habitaciones, cuya
disputa puede reabrir las heridas no cicatrizadas en la pareja.
Angelina
Jolie podría estar preparando una nueva ofensiva contra Brad Pitt para
arrebatarle el 'château' que ambos comparten en la Provenza,.
Color
rosa muy pálido, reflejos rosa elegante. Con una expresión aromática
con fragancia de flores y frutas frescas de primavera. Buena acidez, muy
refrescante». Así definía un enólogo en sus notas de cata el 'Château
Miraval Rosé'. Eran los tiempos en los que Angelina Jolie y Brad Pitt
'maridaban' tan bien que se entregaban en perfecta sintonía a la
producción de buenos caldos en la Provenza. «Combina muy bien con sushi,
platos como endivias con tartar de mango y langostinos, pastas frescas
con vegetales y postres como una tartaleta de fresa», proseguía el
experto... Pero los tiempos han cambiado. Y ese delicado vino podría
acabar convertido en vinagre, perfecto para aderezar un gazpacho.
En
su implacable batalla por un divorcio de 'diferencias
irreconciliables', Pitt y Jolie parecían haber firmado un armisticio,
gracias a que ella ha aceptado que sus hijos pasen este verano con su
padre. Pero la precaria tregua podría estar a punto de saltar por los
aires por culpa precisamente del rutilante 'Château Miraval'. Angelina
acaba de pasar allí unos días y, según la publicación 'Radar Online', ha
descubierto que ama tanto ese lugar que mataría por él. Y por matar se
entiende dar en las mismísimas narices a su exmarido arrebatándole la
mitad que le corresponde. Hasta ahora, la pareja había mantenido un
pacto para compartirlo, igual que durante años Michael Douglas y
Diandra, ya divorciados, se repartían las vacaciones en otro enclave
paradisiaco: la 'possessió' mallorquina de S'Estaca. Pero la armonía
dura lo que dura... Ahora los Douglas venden su finca. Y los Jolie Pitt
parecen estar a punto de pelear por la suya.
Jolie podría haber
descubierto que para ser realmente feliz ella, como Julita Salmerón,
necesita muchos hijos, un mono y un castillo. Los hijos ya los tiene:
seis entre biológicos y adoptados. El 'mono' (al que dar leña) podría
ser su ex. Le falta hacerse por completo con el castillo. Y Miraval es
mucho castillo. No de esas casonas rurales a las que los franceses, en
sus infinitas ínfulas, suelen denominar 'château', sino un imponente
palacete rústico de estilo provenzal que reúne 35 habitaciones, además
de una capilla, un helipuerto y una propiedad circundante de mil
hectáreas.
La actriz parece haber descubierto que para ser feliz necesita muchos hijos, un mono y un castillo
Ha servido como fondo de algunos videoclips
de Sting, The Cranberries y Pink Floyd, y fue en 2014 el marco
incomparable de la boda de Angelina y Brad. También el lugar donde la
actriz se refugió con su prole tras dar a luz a sus gemelos Knox Léon y
Vivienne Marcheline. Ahora, semejante Arcadia feliz podría verse
transformada en campo de batalla o escenario de un cruento 'remake' de
'Las uvas de la ira'.
Técnica del sangrado
El aire puro,
la exuberancia vegetal y las embriagadoras fragancias de la campiña
francesa que enamoraban a Russell Crowe en 'Un buen año', hasta hacerlo
pasar de amargado tiburón de la City londinense a feliz viticultor de la
Provenza, sedujeron también en su día a Pitt y Jolie. Hoy las dos
estrellas de Hollywood están familiarizadas con el 'coupage' de
garnacha, monastrell y cariñena con el que se elaboran sus exitosos
vinos. Con un precio que ronda los 22 euros, el 'Château Miraval Rosé'
se macera parcialmente con los hollejos de la uva Syrah, cuyo mosto se
obtiene por el método del sangrado... Dicho así, la técnica suena un
tanto escalofriante, sobre todo si se tiene en cuenta que Angelina
podría estar pensando en aplicársela a su exmarido, Brad Pitt.
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