sábado, 12 de julio de 2014

REVISTA TOROS, PERERA SE CONFIRMA COMO EL TORERO DEL AÑO, / ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! DIVERTIDAS Y DECADENTES,.

TÍTULO: REVISTA TOROS, PERERA SE CONFIRMA COMO EL TORERO DEL AÑ
  1. Perera sale a hombros tras cortar dos orejas. De las dos faenas de Perera, de tanta autoridad como poderío la una y la otra, la de mayores méritos fue la segunda. La del quinto toro, ...|foto|,.

    El diesto ofrece dos faenas de valor, autoridad, poder y rigor sobresalientes,.

     
    De las dos faenas de Perera, de tanta autoridad como poderío la una y la otra, la de mayores méritos fue la segunda. La del quinto toro, el único de los seis que no llevaba el hierro de Jandilla sino el de Vegahermosa. De hechuras notoriamente distintas a los otros cinco: casi degollado, escurrido, astifino desde la cepa al pitón, un punto agalgado, muy lustroso, descarado y remangado. Un toro muy nervioso.
    No solo el nervio propio de la movilidad, que es consustancial a la bravura, sino la chispa rezumada de la casta, que se dejó sentir de principio a fin porque fue toro de fondo muy combativo, con un pellizco correoso y elasticidad extraordinaria. Apenas dos sombras: tardó en fijarse de salida más de lo previsto, y eso sería por efectos colaterales de la carrera del encierro; y, en fin, cuando se sintió tan gobernado y sometido por el látigo entre implacable y suave de Perera, hizo hasta un par de gestos de aflicción ya en las rayas y no en los medios, que es donde Perera le había apretado las tuercas y toreado con dominio casi insultante.
    A la faena le puso una dosis no menor de emociones un viento sibilino y avieso que sopló enredado y a ráfagas. Perera eligió torear en los medios y no al abrigo de las tablas. El toro embistió en los dos terrenos pero con aire díscolo. La casta. Después de ocho o nueve muletazos de cata y tanteo, Perera se estiró y descaró con la mano derecha, se trajo al toro por bajo, le consintió como si lo convenciera y al cabo de solo una primera tanda ligada de cinco muletazos y el de pecho, el toro parecía otro. Arte de magia. Tragó Perera con los golpes de viento y con la fiebre del toro. Dos de pecho extraordinarios. Un alivio.
    Se puso a llover. Las peñas de sol estaban festejando con su gran estruendo de todos los días de San Fermín en el quinto toro pero, cuando vieron a Perera echarse el engaño a la mano izquierda y templarse en una tanda de cinco y el de pecho, se pusieron a bramar con la faena. Las fanfarrias y los bombos siguieron tronando. Pero la música la puso Perera. Y la letra.
    Perera tuvo el santo cuajo de seguir en los medios. Una cortina de tímida lluvia, golpes de viento, algún reniego del toro antes de rendirse a la fuerza de la razón. Aunque hubo embestidas díscolas, a Perera no se le fue un pie ni una sola vez. El ajuste fue espléndido y constante. El temple, soberbio. Los brazos sueltos, la figura encajada. Alardes celebrados: los circulares cambiados o invertidos, sacados en dos tiempos, y cosidos con la trenza en la suerte natural sin cambios de mano sino solo de sentido de la dirección del muletazo. Para que el toro hiciera el ocho completo. Dos, tres veces. Fue un clamor.
    Después de cambiar de espada, Perera cerró el toro hasta las rayas, y ese fue el momento en que pareció afligírsele y esperarlo por eso. Tras un pinchazo arriba, el toro pegó un arreón feroz. No importó. Al segundo viaje enterró Perera la espada. Se resistió el toro, pero rodó sin puntilla. En la vuelta al ruedo, jaleadísima, de las que consagran a quien sea como torero de Pamplona, se vio a Perera sonreír satisfecho. No era para menos. Rácano, el palco le había negado arbitrariamente la segunda oreja tras la primera de sus dos faenas. La del segundo toro de corrida, que fue más sencillo que el quinto y que no tardó en romper más tiempo que lo que Perera dispuso: tres viajes. Cinco tandas en redondo de casi regodearse con calma.
    La pureza de ligar sin perder pasos, el toreo ayudado con la izquierda porque el viento se interpuso, larguísimos muletazos, una risueña severidad para buscar, siempre en los medios, el modo y momento de tejer las trenzas con que Perera, en la escuela de Ojeda, se enrosca un toro como si fuera un aro de jugar. Y un toro acodado y de tan generosa cuerna como ese segundo de Jandilla, que tuvo mucha nobleza. Recital abrumador del torero de la Puebla del Prior.
    Comparaciones inevitables pero abismales. Castella estuvo firme y seguro con sus dos toros, nobles los dos, pero sin llegar a calar. Pecó de monótono y largo en su primer turno; pagó la desatención clásica de Pamplona en el cuarto de corrida. Fandiño no se entendió con la vibrante mano izquierda del tercero de la tarde -muletazos de abajo arriba, algo desarbolados- y se peleó con más fe que acierto con el sexto Jandilla, bizco y astifino, las fuerzas menguadas, el son justito. Un trabajo corto en todos los sentidos. Una oreja regalo del asesor.

    TÍTULO:   ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! DIVERTIDAS Y DECADENTES,.


    1. Jessica (i), con dos de sus hermanas :: L. V.
A primera vista pueden parecer unas niñas consentidas, pero cuando se profundiza un poco las Mitford resultan divertidas. Al cabeza de ...

      Jessica Mitford, la oveja negra de una familia aristocrática, cuenta las andanzas de sus hermanas,|foto|.

      Eran bellas, excéntricas y apasionadas. Las hermanas Mitford , algunas de ellas especialmente dotadas para las letras, escandalizaron y entretuvieron por igual a la sociedad británica. Al leer las memorias de Jessica Mitford , que acaba de publicar Libros del Asteroide, se comprende por qué las páginas de sociedad de la prensa 'british' se volvía loca con las extravagantes andanzas de estas chicas de la aristocracia. En el clan había de todo: una escritora brillante, otra que contaba a Josef Goebbels como padrino de boda, la que intentó suicidarse por amor al Führer y la que proyectó un tiranicidio contra Hitler. Producto estrafalario de la sociedad inglesa de entreguerras, las Mitford tuvieron una educación exquisita, si por ello se entiende recibir clases de equitación, piano y francés sin pisar la escuela. La autora de 'Nobles y plebeyas', Jessica Mitford , se fugó a los 19 años con Esmond, sobrino de Churchill y hombre que luchó en la Guerra Civil con las Brigadas Internacionales. Todavía conmovido y perplejo por osadía de la oveja negra de las Mitford -aunque mejor sería decir roja por sus convicciones comunistas- el ministro de Exteriores del Reino Unido, Anthony Eden, envió un destructor de la Armada al puerto de Bilbao para traer de vuelta a los enamorados. ¿ Exageración? No, es que ellas eran así.
      A primera vista pueden parecer unas niñas consentidas, pero cuando se profundiza un poco las Mitford resultan divertidas. Al cabeza de familia, David Bertram Ogilvy Freeman- Mitford , segundo barón de Redesdale, lo describió sin medias tintas Evelyn Waugh en 'Retorno a Brideshead'. Waugh retrata al aristócrata como «un magnífico sibarita, byroniano, aburrido, de una indolencia contagiosa». Su esposa, Sydney Bowles, soportaba a su tiránico marido con paciencia y buen humor. Los dos encarnaron la flor y nata de una nobleza que caminaba de manera inexorable hacia su decadencia.
      Las seis chicas Mitford , arrebatadoras por su buena planta y sus chanzas mordaces, aunque contumaces al elegir sus amistades, eran deliciosamente frívolas. Jessica Mitford entregó a la imprenta sus memorias de infancia y juventud en 1960, cuando se había forjado una reputación en Estados Unidos como activista de los derechos civiles. Esta mujer se rebeló contra su destino y cosechó un notable éxito con su libro, devorado a una y otra orilla del Atlántico. 'Nobles y rebeldes' fue leído como una comedia social escrita por una mujer de divino ingenio, pero en sus páginas se describe de forma atinada la resistencia de Churchill al fascismo y el desabrido clasismo de una sociedad como la británica.
      Las niñas cuajaron un temperamento asilvestrado por las pintorescas costumbres de sus padres. La madre encargaba al veterinario que echara un vistazo a la salud de las criaturas, mientras que el padre, siempre embarcado en negocios ruinosos, se hacía acompañar en su incontables cacerías de toda su progenie. Las hermanas pertenecían a una familia poco convencional. Nancy Mitford descolló pronto por su talento literario y por su despiste sentimental: se enamoró perdidamente de un homosexual y contrajo nupcias con un alcohólico. Llevó durante años una existencia misérrima, aunque nunca perdió la elegancia. Con todo, logró dejar atrás la pobreza cuando conoció al jefe de gabinete del general De Gaulle, Gastón Palewsk, que aparece en sus escritos como un libertino irredento. Es autora de excelentes novelas como 'Trifulca a la vista' o 'A la caza del amor'.
      Jessica no le fue a la zaga y se convirtió en una destacada periodista que publicó un memorable reportaje sobre la industria funeraria.
      Diana fue la primera de las hermanas en dar prueba de su independencia insobornable. De una belleza cautivadora, abandonó a su marido, el escritor Bryan Walter Guinness -heredero de los celebérrimos Guinness- para unir su destino al del líder de la Unión Británica de Fascistas, Oswald Mosley. Hitler, uno de los invitados a la boda, regaló a la pareja un retrato suyo enmarcado en plata con el águila imperial prusiana.
      El Führer siempre tuvo debilidad por las Mitford . De hecho desalojó a una familia judía para brindar casa a Unity 'Boud' Mitford , también llamada Valkiria. Era tan impetuosa que se marchó a Berlín por amor a Hitler. Pese a sus veleidades nazis, Unity tenía la valentía de discutir de política con el gerifalte del Tercer Reich.
      Pamela Mitford también se alineó con el fascismo al casarse con el rico heredero Derek Jackson, un científico al que le movían dos pasiones: la espectroscopia y la bisexualidad. Deborah 'Debo' Mitford aún vive y se dedica a publicar libros de jardinería. En medio de tanta mujer, Thomas tuvo el mérito de ser el único varón. Sólo él cursó estudios universitarios. Murió en Birmania, cuando encabezaba el primer batallón del regimiento de Devonshire contra los japoneses.

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