Simplemente, queremos ser campeones del mundo», sentencia Lahm,.|foto|,.
Todo es alegría, orden y organización en la 'Mannschaft'. Previsores
y meticulosos, antes de desplazarse este viernes a Río de Janeiro, los
alemanes velaron armas para la final en un lugar paradisíaco, el
exclusivo Campo Bahía que mandó construir su federación en la localidad
de Santo André, a 30 kilómetros de un aeropuerto. Hotel de cinco
estrellas, privacidad y lujo junto al mar. 14 casas de dos plantas,
restaurante, piscina, instalaciones deportivas y un campo de fútbol a
sólo un kilómetro. Los germanos despreciaron la oferta hotelera de la
FIFA y de la organización y se montaron su cuartel general. ¡Será por
dinero!
A dos días de la final, nada altera sus planes. Pueden parecer soberbios y arrogantes y volvérseles todo en contra si Argentina les desbarata su plan, pero ya tienen diseñados los festejos en caso de ganar. La canciller Angela Merkel anunció con tiempo su presencia en Maracaná, la celebración sería en la Puerta de Brandenburgo de Berlín y hasta la firma Adidas ya tiene a punto la camiseta con las cuatro estrellas para disparar las ventas. Antes del entrenamiento, comparecencia ante los periodistas de Thomas Müller y Philipp Lahm, pesos pesados del Bayern y nominados a mejor jugador del Mundial, la base sobre la que se sustenta la selección. Hablaron, amables y sonrientes, a las nueve de la mañana, antes de comenzar el entrenamiento y a una hora impensable en otros países como en España. Uno es el Bota de Oro en Sudáfrica, que puede repetir en Brasil porque suma también cinco goles, a uno del colombiano James, y otro es el capitán, el polivalente futbolista que ha crecido con Guardiola y cumple como lateral o de medio. «Vamos a dar todo lo que tenemos para este éxito. Vamos a sacar todo el fútbol y la lucha que tenemos en la mochila», enfatizó Müller. Estaba más serio que Lahm, que miraba de lado a lado, giraba la cabeza y lanzaba sonrisas a los periodistas. «Somos optimistas. No queremos perder más semifinales sino traer el título mundial otra vez a Alemania. La experiencia de esos partidos puede ser una ventaja y, simplemente, queremos ser campeones del mundo». Oliver Bierhoff, el mánager de la selección, afirmó: «Todos están sanos. Ya que hemos llegado tan lejos, no queremos dejarlo escapar»,
Tras perder 3-0 contra Croacia en cuartos del Mundial'98, la Federación Alemana (DFB), después de haber observado los sistemas instaurados por Francia y Holanda, apoyó económicamente ligas de distritos para «intensificar la formación» de los jóvenes de 11 a 17 años. Este nuevo planteamiento está recogido en un documento llamado 'Programa de formación de talentos'. Pero dos años después, la eliminación en la primera ronda de la Eurocopa, con un empate y dos derrotas, tuvo un efecto acelerador. La formación está desde entonces orientada al alto nivel, con la creación de escuelas de fútbol en todo el país y la subvención de centros de formación dependientes de los clubes profesionales.
A partir de 2002, el 'Programa de formación de talentos' reduce sus efectivos de 22.000 a 14.000 jóvenes con el objetivo de mejorar su preparación. De esta estructura provienen numerosos jugadores de la selección actual: Neuer, Mertesacker, Kroos, Boateng, Özil, Müller o Schürrle. Además se pone en marcha un proyecto táctico para las categorías inferiores de la selección nacional con el objetivo de alcanzar uniformidad y continuidad en los conceptos básicos.
En el plan de la DFB los entrenadores federados son invitados a descubrir los talentos. Además, se trata de ser capaces de retener a las promesas ante los intentos de algunos países de 'repatriar' a los hijos de sus emigrantes, como ha ocurrido en varias ocasiones con la federación turca. Descubierto por un entrenador de las categorías inferiores del Schalke, Özil es un buen ejemplo de un jugador criado y mimado en la federación germana. «Me siento muy bien tratado por la DFB, ellos se han interesado mucho por mí», decía en 2010, año en el que saltó a la escena internacional.
A la pesadilla de la Eurocopa 2000 le siguió la gran actuación en el Mundial 2002, derrota en la final ante Brasil. Pero 2004 reservaba una nueva decepción, con otra eliminación en primera ronda que obliga al seleccionador Rudi Völler a dimitir. Le sustituyó en el cargo otro delantero campeón mundial en 1990, Jürgen Klinsmann, que no tenía experiencia como técnico de élite.
A partir de entonces la revolución en la federación está acompañada de la de 'Klinsi', que actualiza el esquema germano para ofrecer una perspectiva más ofensiva, con instrumentos y métodos científicos importados de Estados Unidos, donde finalizó su carrera y se estableció tras retirarse. «Progresé mucho en el 'sprint' gracias a los entrenamientos de Klinsmann. Pude mejorar también mi recuperación y mejorar mi forma física para las nuevas tareas de un atacante, tanto en las fases defensivas como en las ofensivas», explica Klose a sus 36 años.
Klinsmann tenía como adjunto a un técnico de segunda fila con el que compartía su gusto futbolístico, Löw, y el dúo comenzó a promocionar a los nuevos talentos, como Schweinsteiger, Lahm o Podolski. El equipo finalizó tercero en su Mundial de 2006 pero su dinámica enamoró al país, en principio reticente a la modernidad representada por Klinsmann. Löw pasó a ocupar el puesto de seleccionador y prolongó la alegría en la Eurocopa de 2008 y el Mundial de Sudáfrica, a pesar de que España les alejó del título: primero en la final y luego en semis.
Tras la Eurocopa de Polonia y Ucrania, otra vez en semifinales, el momento de madurez de la 'generación Löw' ha llegado en Brasil. Sería la primera vez que Alemania gana un trofeo desde la Euro de Inglaterra en 1996, demasiado tiempo para una máquina tan poderosa.
A dos días de la final, nada altera sus planes. Pueden parecer soberbios y arrogantes y volvérseles todo en contra si Argentina les desbarata su plan, pero ya tienen diseñados los festejos en caso de ganar. La canciller Angela Merkel anunció con tiempo su presencia en Maracaná, la celebración sería en la Puerta de Brandenburgo de Berlín y hasta la firma Adidas ya tiene a punto la camiseta con las cuatro estrellas para disparar las ventas. Antes del entrenamiento, comparecencia ante los periodistas de Thomas Müller y Philipp Lahm, pesos pesados del Bayern y nominados a mejor jugador del Mundial, la base sobre la que se sustenta la selección. Hablaron, amables y sonrientes, a las nueve de la mañana, antes de comenzar el entrenamiento y a una hora impensable en otros países como en España. Uno es el Bota de Oro en Sudáfrica, que puede repetir en Brasil porque suma también cinco goles, a uno del colombiano James, y otro es el capitán, el polivalente futbolista que ha crecido con Guardiola y cumple como lateral o de medio. «Vamos a dar todo lo que tenemos para este éxito. Vamos a sacar todo el fútbol y la lucha que tenemos en la mochila», enfatizó Müller. Estaba más serio que Lahm, que miraba de lado a lado, giraba la cabeza y lanzaba sonrisas a los periodistas. «Somos optimistas. No queremos perder más semifinales sino traer el título mundial otra vez a Alemania. La experiencia de esos partidos puede ser una ventaja y, simplemente, queremos ser campeones del mundo». Oliver Bierhoff, el mánager de la selección, afirmó: «Todos están sanos. Ya que hemos llegado tan lejos, no queremos dejarlo escapar»,
Puntos de inflexión
Los fracasos del Mundial de Francia 1998 y de la Eurocopa 2000
llevaron al fútbol alemán a iniciar una transformación, a base de
voluntad política y de una renovación táctica, que llevó a la
'Mannschaft' a la lucha por el podio de todos los torneos desde 2006.
Una regularidad única al más alto nivel del grupo dirigido por Joachim
Löw.
Tras perder 3-0 contra Croacia en cuartos del Mundial'98, la Federación Alemana (DFB), después de haber observado los sistemas instaurados por Francia y Holanda, apoyó económicamente ligas de distritos para «intensificar la formación» de los jóvenes de 11 a 17 años. Este nuevo planteamiento está recogido en un documento llamado 'Programa de formación de talentos'. Pero dos años después, la eliminación en la primera ronda de la Eurocopa, con un empate y dos derrotas, tuvo un efecto acelerador. La formación está desde entonces orientada al alto nivel, con la creación de escuelas de fútbol en todo el país y la subvención de centros de formación dependientes de los clubes profesionales.
A partir de 2002, el 'Programa de formación de talentos' reduce sus efectivos de 22.000 a 14.000 jóvenes con el objetivo de mejorar su preparación. De esta estructura provienen numerosos jugadores de la selección actual: Neuer, Mertesacker, Kroos, Boateng, Özil, Müller o Schürrle. Además se pone en marcha un proyecto táctico para las categorías inferiores de la selección nacional con el objetivo de alcanzar uniformidad y continuidad en los conceptos básicos.
En el plan de la DFB los entrenadores federados son invitados a descubrir los talentos. Además, se trata de ser capaces de retener a las promesas ante los intentos de algunos países de 'repatriar' a los hijos de sus emigrantes, como ha ocurrido en varias ocasiones con la federación turca. Descubierto por un entrenador de las categorías inferiores del Schalke, Özil es un buen ejemplo de un jugador criado y mimado en la federación germana. «Me siento muy bien tratado por la DFB, ellos se han interesado mucho por mí», decía en 2010, año en el que saltó a la escena internacional.
A la pesadilla de la Eurocopa 2000 le siguió la gran actuación en el Mundial 2002, derrota en la final ante Brasil. Pero 2004 reservaba una nueva decepción, con otra eliminación en primera ronda que obliga al seleccionador Rudi Völler a dimitir. Le sustituyó en el cargo otro delantero campeón mundial en 1990, Jürgen Klinsmann, que no tenía experiencia como técnico de élite.
A partir de entonces la revolución en la federación está acompañada de la de 'Klinsi', que actualiza el esquema germano para ofrecer una perspectiva más ofensiva, con instrumentos y métodos científicos importados de Estados Unidos, donde finalizó su carrera y se estableció tras retirarse. «Progresé mucho en el 'sprint' gracias a los entrenamientos de Klinsmann. Pude mejorar también mi recuperación y mejorar mi forma física para las nuevas tareas de un atacante, tanto en las fases defensivas como en las ofensivas», explica Klose a sus 36 años.
Klinsmann tenía como adjunto a un técnico de segunda fila con el que compartía su gusto futbolístico, Löw, y el dúo comenzó a promocionar a los nuevos talentos, como Schweinsteiger, Lahm o Podolski. El equipo finalizó tercero en su Mundial de 2006 pero su dinámica enamoró al país, en principio reticente a la modernidad representada por Klinsmann. Löw pasó a ocupar el puesto de seleccionador y prolongó la alegría en la Eurocopa de 2008 y el Mundial de Sudáfrica, a pesar de que España les alejó del título: primero en la final y luego en semis.
Tras la Eurocopa de Polonia y Ucrania, otra vez en semifinales, el momento de madurez de la 'generación Löw' ha llegado en Brasil. Sería la primera vez que Alemania gana un trofeo desde la Euro de Inglaterra en 1996, demasiado tiempo para una máquina tan poderosa.
TÍTULO: LAS BICICLETAS, CICLISMO, LLEGA LA MONTAÑA QUE LE APETECE A CONTADOR,.
Trentin bate a Sagan por un dedo en Nancy, donde termina el llano y empiezan las cuestas de los Vosgos,.|foto|,.
Al fin se hace la luz en este Tour de penumbra. La gente de Nancy,
meta ayer, aprovecha la nueva iluminación. Todo el mundo saca fotos.
Mundo táctil metido en la pantalla del teléfono móvil. Con un dedo basta
para dibujar un retrato. ¡Flash! Ya está. Fotos a Contador. «Me apetece
que llegue ya la montaña. Hay terreno de sobra para recortar tiempo»,
dice, feliz porque hoy sube a los Vosgos y, sobre todo, porque el lunes
espera ejecutar rivales en La Planche des Belles Filles. Fotos para
Valverde. «Empieza otro Tour». El suyo, el de los fuertes. Fotos, claro,
para el líder Nibali, el único que parece impermeable a las caídas y el
infortunio. «No conozco los Vosgos, pero estoy bien. Ya sé que me van a
atacar. Tienen que hacerlo para recortarme tiempo. No tengo miedo.
Estoy bien protegido por mi equipo», avisa. Aprietas un dedo sobre la
pantalla y los favoritos del Tour quedan retratados. Nibali le saca 2.11
a Valverde y 2.37 a Contador. Hoy, en los dos puertos de segunda y el
repecho que suben a Gerardmer, comenzará a cambiar la foto del Tour.
Empezarán a sobrar dedos de la mano para saber de quién es esta edición.
Unos minutos antes del tumulto en la meta, por un dedo, el italiano Matteo Trentin apartó otra vez a Sagan del triunfo en un sprint. Ni se lo creía. De hecho, con los cinco dedos de su mano dio una palmada a Sagan y le felicitó. «¡Bravo!», le dijo, convencido de su derrota. Enseguida, uno de sus compañeros le indicó con el índice la pantalla de la meta. En ella estaba el rostro del vencedor: el suyo. Trentin se echó los dedos a la cabeza. «¡Fantástico!». Las fotos, entonces, se fueron a por él. Dedos, dedos, dedos... Desde el fondo miraba la bellísima plaza de Nancy, presidida por la estatua de Stanislas Leczinsky vestido con el maillot amarillo que ahora tiene Nibali y que desde hoy reclamarán Contador, Valverde y Porte.
A Nancy, protegida por tres repechos, apenas llegaron juntos una treintena de corredores. Contador no ha dejado de dar la cara en este Tour. Prefiere ese gasto al riesgo de una caída. En cuanto olió una rampa ordenó tirar a Roche. Nibali, Sagan, Porte, Valverde, Rui Costa, Talansky, Bardet y Nieve les siguieron. Zafarrancho. Asfixia lenta. Ensayo para lo que viene.
Al resto del pelotón se le vio con la lengua en la mano. Contador, Nibali y Valverde aceleraban en defensa propia. Para evitar tropiezos. Sagan y Van Avermaet apretaban para ganar en Nancy. Se fueron los dos. Con la plaza Stanislas a dos pasos, pareció que ya habían resuelto a su favor la etapa, pero se presentó un compatriota de Stanislas: el polaco Kwiatkowski. El motor del Omega, el lanzador de Trentin, sustituto del ausente Cavendish. Un eslavo al mando del pelotón en Nantes. Sonreía por dentro la estatua de Stanislas. Así es Nantes, un cruce de caminos, de países, idiomas e historias.
Kwiatkowski, ciclista multiusos, cambió la historia del día. Atrapó a Sagan, le obligó a un sprint con más rivales. El joven polaco lanzó luego a Trentin, lo suficiente para que Sagan, por un dedo, no le remontara. En las siete etapas de este Tour, Sagan ha sido tres veces segundo, otras tres cuarto y su peor puesto es el quinto. Ayer, por un dedo y por un polaco no rompió su mala racha en Nancy, donde concluyó el Tour del miedo, el llano y los adoquines.
Comienza la guerra
Desde hoy la guerra deja las trincheras y se va al monte, a cuerpo a cuerpo. La carrera tuvo noticia entonces de los huesos partidos de Froome, el primer líder caído del Tour: tiene fracturas en la muñeca zurda y en la mano derecha. Más roto de lo esperado. Pronto crecerá la lista de bajas. Quizá desde hoy, aunque Contador cree que es pronto. «La etapa de Gerardmer es para clasicómanos, para Nibali y Valverde», apuesta.
En los últimos veinte kilómetros hay dos puertos de segunda y la meta aguarda en un muro de 1,8 kilómetros al 10,3%. En el Tour nunca se sabe cuándo te puede caer una bomba.. Empieza la guerra de verdad en el Tour. Llega la montaña, donde los dedos se cerrarán en forma de puño.
Unos minutos antes del tumulto en la meta, por un dedo, el italiano Matteo Trentin apartó otra vez a Sagan del triunfo en un sprint. Ni se lo creía. De hecho, con los cinco dedos de su mano dio una palmada a Sagan y le felicitó. «¡Bravo!», le dijo, convencido de su derrota. Enseguida, uno de sus compañeros le indicó con el índice la pantalla de la meta. En ella estaba el rostro del vencedor: el suyo. Trentin se echó los dedos a la cabeza. «¡Fantástico!». Las fotos, entonces, se fueron a por él. Dedos, dedos, dedos... Desde el fondo miraba la bellísima plaza de Nancy, presidida por la estatua de Stanislas Leczinsky vestido con el maillot amarillo que ahora tiene Nibali y que desde hoy reclamarán Contador, Valverde y Porte.
A Nancy, protegida por tres repechos, apenas llegaron juntos una treintena de corredores. Contador no ha dejado de dar la cara en este Tour. Prefiere ese gasto al riesgo de una caída. En cuanto olió una rampa ordenó tirar a Roche. Nibali, Sagan, Porte, Valverde, Rui Costa, Talansky, Bardet y Nieve les siguieron. Zafarrancho. Asfixia lenta. Ensayo para lo que viene.
Al resto del pelotón se le vio con la lengua en la mano. Contador, Nibali y Valverde aceleraban en defensa propia. Para evitar tropiezos. Sagan y Van Avermaet apretaban para ganar en Nancy. Se fueron los dos. Con la plaza Stanislas a dos pasos, pareció que ya habían resuelto a su favor la etapa, pero se presentó un compatriota de Stanislas: el polaco Kwiatkowski. El motor del Omega, el lanzador de Trentin, sustituto del ausente Cavendish. Un eslavo al mando del pelotón en Nantes. Sonreía por dentro la estatua de Stanislas. Así es Nantes, un cruce de caminos, de países, idiomas e historias.
Kwiatkowski, ciclista multiusos, cambió la historia del día. Atrapó a Sagan, le obligó a un sprint con más rivales. El joven polaco lanzó luego a Trentin, lo suficiente para que Sagan, por un dedo, no le remontara. En las siete etapas de este Tour, Sagan ha sido tres veces segundo, otras tres cuarto y su peor puesto es el quinto. Ayer, por un dedo y por un polaco no rompió su mala racha en Nancy, donde concluyó el Tour del miedo, el llano y los adoquines.
Comienza la guerra
Desde hoy la guerra deja las trincheras y se va al monte, a cuerpo a cuerpo. La carrera tuvo noticia entonces de los huesos partidos de Froome, el primer líder caído del Tour: tiene fracturas en la muñeca zurda y en la mano derecha. Más roto de lo esperado. Pronto crecerá la lista de bajas. Quizá desde hoy, aunque Contador cree que es pronto. «La etapa de Gerardmer es para clasicómanos, para Nibali y Valverde», apuesta.
En los últimos veinte kilómetros hay dos puertos de segunda y la meta aguarda en un muro de 1,8 kilómetros al 10,3%. En el Tour nunca se sabe cuándo te puede caer una bomba.. Empieza la guerra de verdad en el Tour. Llega la montaña, donde los dedos se cerrarán en forma de puño.
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