Las grandes empresas son el salvavidas de artistas que despuntan, pero necesitan un último empujón. |foto|
De hecho, hay que tener valor para sortear ese primer hándicap y continuar por una senda empedrada que, en muchas ocasiones, si no fuera por el apoyo de empresas privadas e instituciones, nunca podrían recorrer.
Una labor necesaria
La filantropía del siglo XXI que patrocina a esta minoría hace posible –a través de becas, programas de formación, ayudas durante su trayectoria profesional, difusión de su obra...– que valores emergentes del mundo del arte se conviertan en apuestas seguras, como explica Ignacio Calvera, subdirector del Área de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundación “la Caixa”, que el año pasado destinó nueve millones de euros a su programa de becas de postgrado internacional: “El objetivo es contribuir a la mejora de nuestro tejido social, proporcionando a los estudiantes más brillantes los recursos necesarios para que puedan formarse en los mejores centros del mundo y así desarrollar su potencial”.
Josep Santacreu, consejero delegado de DKV Seguros, otra de las compañías más activas en este campo, añade: “Somos una herramienta para fomentar el talento y ayudar a artistas jóvenes”. Y es que, como recuerda Teresa Cháfer, vicedecana de Calidad y Comunicación de la Universidad Politécnica de Valencia, y directora de la Cátedra de Empresa DKV, “estos chicos tienen los poros abiertos para aprender todo lo que puedan, con un 200% de motivación y un nivel increíbles”. Al final, queda demostrado que este es un tándem que funciona: jóvenes que ponen la ilusión y el esfuerzo y empresas que aportan los recursos imprescindibles para que traspasen esa incierta frontera que separa a las futuras promesas de los artistas con mayúsculas.
Amélie Mariage
Galerista solidaria
Estaba estudiando Derecho y Economía en Francia cuando se dio cuenta de que le hacía falta viajar y aprender idiomas. Su destino fue Sevilla, y allí se fue a terminar su carrera con una beca Erasmus. Eso le ocurrió a Amélie, de 22 años, en 2011. “Cuando concluí, no tenía nada planificado, no sabía si quedarme o volver a mi país”, recuerda.
Entre tanto, se cruzó en su camino Miriam Reyes, de 26 años, que estaba poniendo en marcha una iniciativa de emprendimiento social para niños con autismo, “Aprendices Visuales”, que consistía en traducir los cuentos tradicionales a pictogramas para facilitar el aprendizaje a estos pequeños.
Amélie vio enseguida la posibilidad de ampliar este proyecto con aquello que siempre le había gustado, el arte. En noviembre de 2012 su idea tomó cuerpo: abría en Madrid, en el barrio de Malasaña, la galería Aprendices Visuales (www.aprendicesvisuales.com). “La gente no sabe que las personas con autismo tienen muchísimo talento y yo quería, por una parte, crear una línea de sensibilización social y, por otra, actuar plenamente como una galería”. Y lo ha conseguido, aunque pocos confiaban al principio en que pudiera llevarse a cabo. “Si hubiéramos hecho caso, nunca hubiéramos montado una galería. A mí esto me apasiona, expongo mis obras al lado de artistas que me inspiran y, además, estoy produciendo un cambio”.
Quien sí creyó en el proyecto fue la Fundación Telefónica, que lo seleccionó para su programa Think Big Jóvenes. “Lo de menos es el dinero; lo de más, poder contar con un mentor que nos asesora y la difusión que nos ha dado. Ha sido primordial, porque hay mucha competencia”. Y sabe de lo que habla: la promoción logró que vendieran todas las obras de su exposición Colorismo el día de la inauguración.
Hoy, Amélie cree firmemente que el espacio Aprendices Visuales es viable, “y eso me enriquece mucho. Esta ayuda me ha permitido dar el primer paso hacia mi sueño, utilizar el arte como herramienta de sensibilización social. Que crean en ti y en tu idea te da un impulso impagable”, termina esta joven idealista que tiene, sin embargo, los pies muy en la tierra.
Su mentor
Think big jóvenes (Fundación Telefónica)
-Dotación de hasta 3.000 €.
-Asesoramiento de un mentor, que acompaña al joven en todo el proceso de desarrollo del proyecto (unos seis meses). -Formación online.
-Ayuda a la difusión y a la promoción del proyecto.
Ana Valderrama
Pasión por la música
El suyo es un caso claro de talento: aprendió a leer música antes que palabras. Tal vez porque las notas flotaban en el ambiente, y sus padres (pianista, él, y violista, ella) le contagiaron la pasión por este arte. Hoy, a sus 29 años, su currículo llama la atención. Como muestra, basta decir que el director Zubin Mehta la eligió para participar en el concierto del 70 cumpleaños de la Reina Sofía. Y hace tres años se alzó con el primer premio del concurso internacional Pablo Sarasate, convirtiéndose en la primera española en conseguirlo.
Una trayectoria imparable que ya la ha llevado a actuar por medio mundo. Pese a ello, sorprende su modestia y su empeño por seguir formándose. Desde hace cuatro años vive en Berlín, a donde se marchó siguiendo a una profesora que había conocido en un festival y que la impresionó. Hoy permanece allí gracias a una beca de posgrado internacional de la Fundación “la Caixa” que cursa en Hochschule für Musik Hanns Eisler.
“Contar con esta ayuda ha sido vital, porque los que estudiamos fuera siempre estamos buscando apoyos que nos respalden y nos permitan continuar. Me siento una privilegiada, porque puedo vivir de lo que me gusta: tocar en público. Y en eso, claro, ha influido la ayuda que he tenido de empresas e instituciones que crean iniciativas para impulsar esta disciplina. Sin ellas todo hubiera sido más difícil”, explica.
Su mentor
Beca posgrado en el extranjero La Caixa
-Cubre el coste de la matrícula, los gastos de viaje y alojamiento.
-Alta en la Asociación de Becarios de La Caixa.
Esther Señor y Carmen Cifrián
Mirada fotográfica
Esther, de 32 años, y Carmen, de 33, son Señor Cifrián (www.senorcifrian.com). Se conocieron en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos (Valencia) y, desde el primer curso, sus proyectos se atrajeron. “Nos dimos cuenta de que teníamos una forma de mirar parecida y comenzamos a presentar nuestros trabajos juntas”.
Su visión reflexiva toma forma en dibujos, esculturas, pero, sobre todo, en fotografías-collage, que acaban imponiéndose como el elemento de expresión en el que se sienten más cómodas. Y con un proyecto en esta disciplina conquistaron al jurado para conseguir la beca Gran Tour DKV, que les permitió, en 2008, pasar dos meses en Nueva York.
“Fue una experiencia increíble, un impulso a nuestra carrera, que, además, nos afianzó como colectivo. A la vuelta, ganamos el Premio Ciudad de Valencia Crea y al año siguiente el Nuevo Talento Fnac de Fotografía, participamos en PhotoEspaña... La beca fue el detonante, nos dio visibilidad, pero lo más valioso es que hemos seguido contando con su ayuda. Respetan nuestro trabajo, han adquirido obra, han contado con nosotras como jurado para su última convocatoria del concurso Fresh Art. En fin, nos abrieron muchas puertas, y siguen haciéndolo”, explica Esther.
“Incluso tuvimos la suerte de que el escritor Antonio Muñoz Molina nos escribiera un texto sobre el proyecto que nació en Nueva York, “62 días”. No nos lo podíamos creer, ese feedback te provoca un subidón y te anima a seguir adelante a pesar de las dificultades. La beca resultó una oportunidad decisiva para trazar y definir lo que es, hoy en día, nuestra carrera profesional”, concluye Carmen. Ahora acaban de obtener el XVII Premio de Pintura Fundación Mainel y el Premio BMW a la innovación y vanguardia. Su objetivo inmediato es seguir compaginando la producción de nuevos proyectos con la investigación de su tesis doctoral.
Su mentor
Beca DKV Grand Tour
-Estancia de creación e investigación artística en Nueva York o en Polonia.
-La subvención es de dos meses con todos los gastos pagados.
-Además, lleva aparejada la producción de una exposición itinerante y la publicación de un catálogo de dicha exposición.
Carmen Fumero
El lenguaje de la danza
“Quiero que la danza sea mi profesión y estoy luchando para ello”, explica Carmen Fumero, una tinerfeña de 26 años que dejó la compañía en la que bailaba en Canarias para venir a Madrid a formarse en el Conservatorio Superior María de Ávila. Desde entonces no ha parado de intentarlo, compaginando trabajos con contrato con colaboraciones desinteresadas. Hasta ahora ha actuado como intérprete en Teatros del Canal de Madrid y en el Certamen Coreográfico de la capital, y ha trabajado a las órdenes de nombres tan influyentes como los coreógrafos y bailarines Sharon Fridman y Daniel Abreu.
El año pasado dio un paso más para conseguir su sueño al ser elegida para el programa “Artistas en Residencia”, que impulsa La Casa Encendida y el Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid y que brinda a ocho artistas la oportunidad de disponer de un espacio donde trabajar. Como comenta, Maral Kekejian, coordinadora de Artes Escénicas de La Casa Encendida, “se trata de dar visibilidad y apoyar proyectos artísticos que suelen estar fuera de los circuitos convencionales”. Y no solo eso, a Carmen le ha servido también para afianzar su inclinación por la coreografía y construir su primera obra en solitario: Montando Cabos.
“Con la beca descubrí que es una disciplina que me apasiona”, cuenta esta joven, que pasa más de 10 horas ensayando muchos días. “Haber formado parte de Artistas en Residencia de La Casa ha sido crucial para mí; ha supuesto el comienzo de un proyecto artístico de danza que, hoy, sigue evolucionando y creciendo. Me ha servido para cimentar un lenguaje creativo y coreográfico personal más profundo. Y el trabajo nacido durante aquella residencia me está dando oportunidades como coreógrafa que antes no tenía”, declara esta maestra en optimizar subvenciones, becas y sueldos muchas veces exiguos.
Su mentor
Artistas en residencia de La Casa Encendida y el Centro de Arte Dos de Mayo
-Ocho semanas en las instalaciones de LCE y CA2M para desarrollar un proyecto.
-2.000 €.
-Asesoramiento profesional.
-Presentación de los proyectos dentro de la programación de uno o los dos espacios.
TÍTULO: PROTAGONISTAS, LAUREN WEISBERGER, EL SECRETO DE MIS BEST SELLERS ES UN BUEN FINAL FELIZ,.
Lauren Weisberger: "El secreto de mis best sellers es un buen final feliz" ... escribo –y siempre me gusta leer libros– con un buen final feliz.|foto|,.
Quién iba a decirle que sus meses de becaria en Vogue le rendirían tantos beneficios? 10 años después, la escritora presenta la esperadísima secuela de El diablo viste de Prada.
Cuando, meses después, el profesor de un curso literario la animó a escribir sobre su experiencia, Weisberger jamás pensó que aquello terminaría convirtiéndose en un fenómeno editorial. El diablo viste de Prada se convirtió en un superventas instantáneo en 2003 y su adaptación al cine, con Meryl Streep y Anne Hathaway, recaudó más de 300 millones de dólares. El morbo estaba servido.
Por mucho que Weisberger haya jurado que el personaje de Miranda Priestly solo es un cóctel de diferentes jefes psicóticos, todo el mundo vio en ella a su exjefa, Anna Wintour. Ahora, la autora, de 37 años, vuelve a la carga con una esperadísima secuela, La venganza viste de Prada (Planeta), que acaba de llegar a las librerías españolas. Hablamos en exclusiva con la reina del best seller fashion.
Mujerhoy. ¿Por qué decidió escribir ahora la secuela de El diablo viste de Prada?
Lauren Weisberger. Entre el libro y la película, había pasado mucho tiempo con Andy y Emily. Y empecé a pensar: ¿qué estarían haciendo ahora? Entre los 20 y los 30 pasan muchas cosas en la vida de una mujer.
MH. ¿Sintió más presión esta vez por la repercusión que tuvo aquella primera novela?
LW. Sentí más presión con mi segundo libro, Cómo ser lo más de Nueva York. ¡Aquello sí que fue aterrador! Siento la responsabilidad de mantenerme fi el a los personajes; pero, al mismo tiempo, quiero permitirles crecer. Como escritora, ha sido un gran reto.
MH. Miranda, la despiadada editora de la revista, no tiene tanta presencia en este segundo libro. ¿Por qué?
LW. En el primero, se dedicaba a torturar a las chicas en cada página. En este, quería que apareciera menos, pero que cuando lo hiciera dominara por completo la escena. No es tan omnipresente, ¡pero sigue siendo igual de aterradora!
MH. Casi todos sus libros copan las listas de ventas. ¿Cuál es la receta del best seller?
LW. No creo que se pueda hablar de una receta, pero siempre escribo –y siempre me gusta leer libros– con un buen final feliz.
MH. ¿Y qué relación tiene usted con la moda?
LW. Me gusta ir de shopping, como a cualquier chica, pero me temo que últimamente encajo más en el look de “mamá que recoge a los niños de la guardería con la ropa de yoga”. No estoy orgullosa, pero esa es la realidad. Muchas veces, además, los niños me manchan la ropa...
MH. Su protagonista, Andy, se enfrenta a la dificultad de conciliar carrera y maternidad. ¿Es un reflejo de su propia experiencia?
LW. Claro. Yo he tenido que aprender a conciliar mi carrera literaria con mi matrimonio y mis dos hijos. Tengo mucha suerte de tener un marido que se implica y una red de amigos y niñeras. Y, aun así, es muy difícil. Me cuesta imaginar cómo lo hacen las madres solteras.
MH. A menudo, los escritores odian las adaptaciones de sus obras al cine. ¿Quedó satisfecha con el resultado de la suya?
LW. Me encanta poder decir que soy la excepción: me entusiasmó la película. Tanto el reparto como el guión eran brillantes y el director hizo un trabajo increíble.
MH. Supongo que, cuando se puso a trabajar en esta secuela, sabía que podría convertirse en película. ¿Cambió su forma de escribir?
LW. No, yo escribo novelas: tengo 300-400 páginas para desarrollar una historia que un guionista comprime en menos de 100. Estaría causándole un gran perjuicio al libro si tratara de predecir qué podría funcionar en una película. Y lo más probable es que no fuese capaz de adivinarlo.
MH. Todo empezó con un trabajo de becaria en Vogue. ¿Cómo consiguió aquel puesto?
LW. No todo lo que escribí en El diablo viste de Prada estaba basado en mi vida, pero sí logré el trabajo de la misma manera: envío masivo de currículos, entrevista incómoda con recursos humanos y reunión mortificante con las grandes jefas.
MH. Ha confesado que escribió esa novela por “estupidez e ignorancia”. ¿A qué se refiere?
LW. Jamás pensé que el libro acapararía tanta atención a nivel mundial. Si lo hubiera sabido, no sé si habría tenido el valor necesario para escribirlo. Por eso… ¡me alegro de no haberlo sabido!
MH. Mucha gente le criticó entonces por traicionar a su antigua jefa. ¿Se sintió atacada?
LW. Más bien abrumada por la repercusión, tanto positiva como negativa, del libro.
MH. La crítica no ha sido demasiado benévola con sus libros. ¿Le afecta?
LW. Como cualquier escritor, he tenido críticas buenas y malas. Y creo que no hay que leerlas. No escribo para los críticos, sino para jóvenes que, con suerte, pueden encontrar un pedazo de su propia historia en mis novelas e identificarse con ellas. Me importa lo que piensan ellos; los críticos… no tanto.
MH. ¿Qué consejo le daría a una escritora joven?
LW. Puede que mi consejo no sea sexy o emocionante, pero te aseguro que marca la diferencia: encuentra tiempo para escribir. Cuando no te ganas la vida escribiendo, es difícil priorizarlo frente a obligaciones sociales, familiares o laborales. Pero si te concedes ese regalo, aunque sea un par de horas a la semana, terminarás recogiendo los dividendos.
MH. ¿Le afecta el llamado “bloqueo del escritor”?
LW. ¡Me pasa constantemente! Y he descubierto que la única solución es disciplina, disciplina y más disciplina. Te sientas ante el ordenador, desconectas internet y no te mueves de allí. Si haces eso cada día, tarde o temprano escribirás algo.
MH. ¿Y en qué está trabajando ahora?
LW. En una novela sobre una joven estrella del tenis. Investigar ese mundo, nuevo para mí, está siendo muy divertido.
Venganza y glamour
Han pasado 10 años desde que Andy se despidió de la revista Runway y perdió de vista a su insoportable jefa, Miranda Priestly. Ahora, dirige una revista de moda nupcial que ella y su antigua némesis, Emily, pusieron en marcha. Por si fuera poco, Andy ha encontrando el amor y está comprometida con Max, un apuesto heredero multimillonario. Su boda está destinada a ocupar las páginas de la crónica social... hasta que el diablo se cruza de nuevo en su camino.
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